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La cuarentena con mi sobrino (VII)

Anteriormente: Tras un desgarro de mi sobrino haciendo gym, termino haciéndole masajes en mi cama matrimonial.
Concluye todo en un final feliz, donde lo masturbo de tal manera que explota su leche en mi cara.
Pero esta vez le regalo para sus ojos como me masturbo mientras me como su leche.
Mi sobrino adolescente con sus piernas abiertas y yo en medio de ellas de rodillas mostrándole como metía mis dedos frenéticamente hasta acabar largando fluidos que caen por la fuerza de gravedad hasta su zona lesionada y su pija que descansaba latiendo aun.
Me levanto en silencio, voy a ducharme. Al salir de la ducha mi sobrino ya no está en mi cama.
Espero en mi cuarto hasta la hora de la cena. Por más que tuve un desahogo masturbándome delante de mi sobrino quería hacerlo de nuevo.
Mientras no tenga sexo con mi sobrino estaría todo bien, solo estábamos pasando la cuarentena como podíamos. La masturbación es algo natural, lo hacemos con el porno, o con nuestras parejas o con nuestra cabeza solamente.
Pero en esta situación en la que no tengo a mi pareja y estamos aislados no esta tan mal estimularnos con algo de realismo, es solo estimulación visual, nada físico, y nada que ver con que es mi sobrino y yo su tía.
Estos y otros argumentos pasan por mi cabeza para convencerme que no es algo tan malo que lo que hice. Y hasta que podría lograr un acuerdo con mi sobrino de que pudiéramos vernos diariamente el uno al otro desnudo y masturbarnos a la vez para desahogarnos.
Mi sobrino seguiría siendo virgen, yo seguiría siendo fiel.
Entonces cerca de la hora de la cena me armo de valor y salgo en ropa interior al living.
Le pregunto a mi sobrino si tenía hambre y me doy con una sorpresa.
Estaba haciendo una videollamada con su madre, con mi hermana.
Vuelvo corriendo horrorizada y avergonzada a mi cuarto.
Me pongo un jean y una remera y dudo en salir. Si mi hermana me vio en ropa interior hablándole a su hijo como si nada se desataría un infierno.
Encerrada en mi cuarto temblando y con el corazón latiendo a más no poder siento pánico, me imagino a mi esposo dejándome, a mi hermana escrachándome ante toda mi familia. Vislumbro un futuro oscuro y sin sentido.
En ese momento mi sobrino toca a la puerta de mi cuarto, dice que mi hermana quiere hablar conmigo.
Si le decía que no sería peor, así que salgo temblorosa, miro a mi sobrino con culpa, tratando de anticipar si paso algo.
Parece que mi hermana no me vio, la saludo y me habla normalmente, me empieza a contar todas sus cosas, respiro aliviada.
Mi sobrino empieza a preparar la cena. Y yo le cuento a mi hermana como estamos pasando la cuarentena.
Saludo a mis otros sobrinos y sobrinas, me muestran dibujos y me cuentan que les gusta no ir a la escuela, pero que les dan mucha tarea.
Terminamos cenando y mirándonos como cenamos en una casa y en la otra.
En ese tono familiar termina este día, y cada uno se va a dormir por separado, yo a mi cuarto matrimonial, mi sobrino a su sofá.
Llega el día 12, viernes.
Todo transcurre normal, pero en la hora del gym ahora debo hacerlo sola.
Mi sobrino se sienta en una silla y me da las indicaciones mientras me mira practicar su rutina.
Es extraño tenerlo sentado observándome. Tiene el permiso, además la noche anterior me vio desnuda metiéndome dedos, pero no es lo mismo.
Siento como quiere mirar más allá de mi pequeño short, mirara cuando se me sube de tal manera que se ven las partes de abajo de las nalgas. Se fijara si el escote muestra algo más con cada movimiento.
En medio de la rutina suena mi teléfono en forma insistente.
Cuando atiendo, es mi jefe que me dice que tuve ciertos errores graves y que tiene que presentar un informe y se dio cuenta que me equivoque. Me exige que corrija todo lo antes posible porque el día lunes siguiente debería encontrarse con los directores de la empresa para presentar los informes y estaban todos mal.
No sé qué decir, solo le digo que tengo que fijarme, que me disculpe que no sé qué puede haber pasado.
Me voy corriendo al escritorio, a la oficina de mi esposo la cual estoy usando para mi trabajo ahora.
Enciendo la computadora y mientras mi sobrino como puede viene a traerme un refresco rengueando.
Le agradezco mientras le cuento que tengo que arreglar errores en mi trabajo.
Él mientras se va a duchar. Yo me pongo a ver todos los datos y mails y planillas donde me pude haber equivocado, tengo que revisar casilla por casilla.
Todo el trabajo de un mes, tirado a la basura, y tenía que resolverlo en dos días.
Esa noche no habría nada especial, La cena me la llevo mi sobrino a la oficina para no levantarme de la silla. Cuando ya los ojos no me daban, ni el cerebro me voy a dormir, era la madrugada. Mi sobrino dormía como un bebe en el sofá.
Día 13, sábado.
Transcurre el día como el final del día anterior, me levanto más temprano que de costumbre, me doy una ducha rápida y voy en ropa interior y bata a la oficina mientras desayuno. Mi sobrino duerme.
Almuerzo en la oficina. Mi sobrino me dice que necesita ir a comprar cosas, que además compraría cosas para la casa. Tan preocupada en mi trabajo que solo le dije que sí, que vaya nomás, que se fije que hace falta. Le quise dar dinero pero no me lo acepto. Tal cual habíamos quedado la semana anterior, me recordó que el compraría esta semana.
Mientras trataba de encontrar los errores en mi trabajo, me vino el recuerdo de la putita del barrio, de esa adolescente sin clase que se vestía como prostituta. Yo cuando era adolescente me gustaba mostrar y calentar pero con cierto decoro, un pudor de la puta que quiere mostrar pero sin mostrar. Estas de ahora no les importa un carajo, usan unos shorts que se les ve todo el culo, o si es una pollera, es como una polera. Y los escotes que llegan casi hasta la panza, prácticamente es todo corpiño y una telita para decir que no están desnudas.
Además la actitud de puta, de ir al frente, de mostrar directamente las tetas o abrir las piernas o caminar sin que les importe que se les vea todo el culo. Más de una vez mientras salíamos con mi esposo a pasear tenía que estar mirándolo a la cara cuando nos cruzábamos a estas pendejas de ahora.
Incluso al lado mío, mi esposo se le escapaba la mirada hacia esos cuerpos jóvenes.
Salgo disparada a mi cuarto, me pongo un vestido muy corto, me saco el corpiño, tomo el tapaboca y me voy en busca de mi sobrino.
Está muy fresco, salí pensando en la puta de la plaza, más que en la temperatura otoñal porteña que comienza a hacerse notoria.
Comienzo a escribirle a mi sobrino, diciéndole que lo acompañaría, que no quería que se pierda o esas estupideces que una inventa cuando quiere estar cerca de alguien para controlarlo.
No me responde los mensajes, voy local por local, donde fuimos el sábado anterior y no lo encuentro, en la carnicería me encuentro a doña Cleotilde, la vecina chusma.
Me mira de arriba a abajo, me ve vestida con este minivestido con el fresco que hay, sin corpiño, hace un gesto típico de vieja metida.
Cuando salgo de camino a casa, llamando por teléfono insistentemente a mi sobrino, lo veo en la plaza, hablando con la pendeja puta.
Desde lejos le grito de porque no me atendía el teléfono, porque lo tenía en silencio.
Cuando llego hasta él, me dice que se disculpa que lo tiene siempre en silencio.
En eso la chica interrumpe con un:
"ay nene, tenés que atender a tu mama, eso es ley, siempre hay que tener con sonido y atender todos los mensajes y llamados de la mama"
Mi cara se transformó y se llenó de odio.
"¡No soy la mamá!" grité.
En ese momento se escucha en la esquina a una señora llamando a la adolescente.
Era doña Cleotilde llamando a la chica, ella se despide rápido diciendo que la llama la abuela y cuando se va le tira un beso a mi sobrino.
Se va caminando moviendo el culo perfecto sin celulitis, un minishort de jean que no tapaba nada, mostraba cada nalga al caminar. Ella cada tanto se da la vuelta y parece sonreírle a mi sobrino a pesar del barbijo.
Alterno mi mirada entre mi sobrino y la puta, y el está embobado mirándole el culo.
"¿qué estás mirando?" le digo con un tono de reto.
"nada tía, nada, ya compre todo, estaba yendo a casa" me dice mientras me invita a caminar hacia la casa que compartimos estos días.
Apenas llegue le haría una paja fenomenal a mi sobrino para que se le vayan las ganas con esa puta y largue leche de la mano de una mujer experimentada que no necesita andar en culo por la vía pública para que un hombre goce.
Llegando a casa suena el teléfono, mi jefe a los gritos porque todavía no le envíe el informe corregido.
Nuevamente tengo que internarme en la oficina. No habría masturbación para mi caliente sobrino.
Ceno en la oficina, sigo hasta la madrugada, mi sobrino duerme.
Amanece el domingo, día 14.
Mis ojeras son terribles, me preparo un café fuerte, voy a la computadora. Almuerzo en la oficina, gracias a mi sobrino que hace todo lo que yo no puedo por falta de tiempo.
Me duele la cabeza, el cuello, la espalda. Mi esposo me llama, le digo que no puedo hablar, brevemente le cuento lo desesperada que estoy por arreglar mis errores.
Yo siempre fui aplicada, pero se ve que estas últimas semanas no he estado muy atenta a mi trabajo. Algo me estaba distrayendo.
Ceno y no doy más, no puedo encontrar los errores grandes que hacen que todo se derrumbe, tengo ganas de llorar, de gritar.
Mi sobrino me escucha sollozar y se acerca con ternura, me dice que necesito un recreo, unos minutos para despejar la mente, eso me ayudaría.
Me quedaban solo algunas horas para solucionarlo y no veía como hacerlo, pero era sensato lo que me decía mi sobrino.
Voy a darme una ducha, desde hace 3 días que no me bañaba, ni me había dado cuenta de lo sucia que estaba tan metida en esta preocupación.
Ya es casi medianoche, tengo que seguir. Mi sobrino me espera despierto como para hacerme compañía, dice que no se iría a dormir hasta que lo resuelva. Me causa ternura.
"tía, necesitas masajes" me dice viendo mis quejas por dolores en el cuello y espalda.
Me dice que me recueste en la cama matrimonial, que él me haría masajes.
Me da vergüenza, pero le aclaro sin nombrar que solo masajes, nada extraño, solo unos minutos para poder seguir adelante con mi trabajo.
Él se ríe, sabe que no puedo nombrar nada relacionado al sexo, por mas que hayamos estado mirándonos en primer plano como se masturbaba el otro.
Me pongo en la cama boca abajo, me cubro la parte de mi cola con una toalla de manos, le indicó dónde están los aceites y se dispone a realizarlo.
Comienza su tarea en mis hombros, sus manos fuertes ya me relajan, sentir la masculinidad y la firmeza de un hombre da placer al solo contacto.
Se lo toma en serio así que hace mucho énfasis en mi espalda, en mis omoplatos, en mi cuello, en cada zona donde le digo que me duele.
Me está haciendo muy bien, siento que me relajo.
En eso usa solo un instante para tomar mis pies, y a masajearlos. Me encanta, no se lo había pedido, aparte no es donde más dolor tenía, pero no puedo negarme, es placentero.
Sube por mis pantorrillas y hace lo mismo, siento placer en cada masaje.
Sigue subiendo hasta mis muslos, ya mis ojos se abren, mi mente comienza a hacerse preguntas, creo que hasta acá estuvo bien.
Mientras pienso sigue subiendo y comienza a levantar la toalla que cubre mi cola.
La hace a un lado y tira algo de aceite en mi cola, que va chorreando hasta la raya del culo.
Sus manos están en la parte inferior de mis nalgas, muy suavemente está masajeando y tratando de ir un poco más allá.
"¿sigo?" me pregunta
"no, no sigas" le respondo en forma de suspiro.
Sin embargo el sigue pasando sus dedos calientes en la parte inferior de mis nalgas y se dispone a cubrirlas por completo.
"¿sigo tía?" me pregunta
"no, por favor sobrino, no sigas" le respondo temblorosa mientras abro instintivamente mis piernas y levanto el culo.
Sus dedos están masajeando mi culo y abriendo lentamente mis nalgas.
Ante su mirada adolescente tiene un culo de 35 años, un ano que se abre y una conchita rosa húmeda.
Comienza con sus dedos a jugar entre mis nalgas, rozando mi ano y tocando muy de cerca los labios vaginales.
"¿sigo tía?" me pregunta
"no, sobrino, basta, ya está bien" le digo casi jadeando sin hacer ningún movimiento que corrobore lo que digo.
Entonces un dedo se pierde en mi concha, para luego ser dos, y empieza un festival de chapoteo, esos ruidos del aceite, y de mis fluidos entrando y saliendo por los dedos de un hombre. Dos dedos suyos son mucho más que mis pequeños y delicados dedos.
Los mete y los saca con delicadeza y yo comienzo a jadear con sonidos sordos, no quiero que piense que me tiene presa con solo eso.
"sigo putita" me dice
Y esa expresión hace que se me escape un gemido sonoro, mientras se me eriza la piel.
Sigue metiendo y metiendo los dedos y hasta con el pulgar juega con mi culo solo acariciándolo y tratando de ver hasta donde resiste para ver si entra algo, pero de manera delicada.
Con su otra mano llega hasta mi cuello, lo sostiene contra la cama. Eso me calienta mas, La idea de que mi sobrino me esté poseyendo, ser su objeto de placer.
En un movimiento mete sus dedos en mi boca, las cuales chupo como si fuera su pija, las chupo cerrando los ojos, imagino que es la pija hermosa de mi sobrino, esos recuerdos de tenerla entre mis manos hacen que manotee su bulto.
Mientras el me masturba yo lo masturbo a él, sin mirarlo, tengo sus dedos en mi boca y sus otros dedos en mi concha y un dedo jugando con mi culo, me siento puta.
Así estamos largos minutos hasta que cuando siento que se va a venir lo manipulo hasta la proximidad de mi culo. Siento como explota su leche, la potencia que sale desde su pija caliente y que cae en la cama, y en mi culo.
Sentir que cae la leche caliente en mi culo hace que sus dedos se transformen en un catalizador del orgasmo, y termino yo también explotando de placer.
Poco a poco vamos disminuyendo el ritmo, mi mano suelta su pija, sus dedos salen de mi concha y de mi boca. Ambos estamos agitados.
En silencio él se va hacia el baño, en silencio se va al comedor
En silencio me limpio la leche de mis nalgas y me pongo la ropa interior y una bata.
Cuando voy al comedor, la luz está apagada y mi sobrino acostado. Yo voy a la oficina.
Ya es las 2 de la madrugada, mi teléfono está lleno de llamadas perdidas de mi jefe.
Aleatoriamente me pongo a ver una ficha y me doy con el error que desencadenó todo.
Sonrío sola, lo corrijo y lo envío.
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