You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Incestvirus - Cuarentena Padre e Hija. Capítulo 3

Este es el 3er episodio de esta breve y convulsionada saga que, advierto, termina con una intensidad más alta a compraracion de otros escritos mios.

Los personajes e historias son 100% ficción y deduzco que todos los lectores son adultos y no llevaran a cavo nada de lo que relato. No es mi intención influenciar a nadie y si no lo aclaro en este número es porque ya lo hice, los personajes son mayores de edad. Dicho este descargo, creo que no va a ser necesario QUE ME LO VUELVAN A BAJAR como viene haciendo con toda la saga por motivos que desconozco.

Sin más preámbulos, continuamos. La modelos usada como ejemplo es Stephy Suicide, perteneciente a la compañía Suicide Girls, tuve que reemplazar con mucho dolor a LiilGhoul, la modelo original de los relatos porque infringía copyright, sepan disculpar.



Incestvirus - Cuarentena Padre e Hija. Capítulo 3

anal

suicide girls

hija


Mascarilla de carne

No había vuelta atrás, allí estaba en mi lugar de trabajo a punto de concretar una anhelada fantasía, solo que, en lugar de hacerlo con una clienta o una prostituta, por cuestiones del destino, lo hacía con mi hija.

- Como te haces desear corazón. - Dije con el banco para pecho entre pierna y pierna, para el que no sepa, una camilla baja y angosta. Mi hija, sentada ahí, me acariciaba la chota por sobre el pantalón, obsequiándome una mirada indecorosa, con la remera subida enseñando las tetas.

- ¿Estás impaciente, papi? Mirá que no podemos ir a ningún lado, bha, a un lado nos vamos a ir.

- ¿A dónde?

- A la mierda. – Y se sacó la remera para estar más cómoda, con su pecho tatuado y tetas al aire.

Tras su acertada sentencia, se aferró a mi short en los extremos de mi cadera y la bajo desnudando mi verga erecta, que, como si tuviera un mecanismo de resorte, se levantó golpeándole la mejilla ni bien estuvo libre.

- No puedo creerlo, he visto tantas, pero nunca creí que vería esta. - Expresó amagando con empezar la felatio, llevándola hacia su rostro para notar que tan larga la tenía. - Esta dura como palanca de camión, y encima me llega hasta el pelo…

- Bueno, en ese sentido nunca me queje. - Admití recibiendo un halago de mi hija que jamás pensé en recibir. - Ahora si decís que conociste muchas, me imagino que sabrás como hacer sentir bien a papa ¿No?

- ¿Bien nomás? Te voy a secar los huevos.

Por fin comenzó, el pacto con el Diablo se firmó cuando Abigail recorrió mi tronco venoso con su lengua, besándolo cada 5 centímetros (4 en total) dejándome el último en la cabeza, a la que envolvió con su lengua haciéndome enloquecer con el contactó húmedo de ella y su ardiente piercing.

- Uhh, no te lo puedo creer, lo bien que se siente eso. - Dije contorsionado con la cadera doblada hacia ella. Abby no dijo más nada y mirándome a los ojos, se comió el glande lengüeteándolo dentro de su boca.

En un gesto pseudo paternal, aparte sus cabellos con una caricia y coloque mis manos tras su cabeza, alentando un cabeceo lento pero constante. Me embriagaron las sensaciones dentro de la boca de mi hija, sentí su paladar, su lengua, su saliva acumulándose, pronto la cabeza de mi pija comenzó a chapotear en las profundidades de su boca y en eso, la tomé de los cabellos y se la hice tragar. Su nariz se dobló toda contra mi pelvis mientras mi glande reposaba en el fondo de su garganta.

- Eso es, todita, cométela toda, buena nena, uuuuuh - Y la mantuve así, incluso moví un poco la cadera de forma circular para revolverla y provocarle arcadas.

Tras sentir la salvia chorreando hasta mi pierna, la fui desenfundando y le permití volver a respirar. Tras liberarla de mi inyección de carne quedó roja como una roncha y con una expresión desafiante.

- Aaahhg, uuuff, me queres asfixiar papi malo, tan bueno que creí que eras, cof, cof… - tosó sin recuperar el aliento del todo. - Pensé que ibas a ser un santito pero me equivoqué.

Acto siguiente, escupió de manera importante y me lo esparció por todo el miembro con la mano mientras pasaba a chuparme los testículos y me pajeaba. Era el éxtasis el sentir sus labios recorriéndome mi hemisferio con total impunidad, sin temblarle un pelo por la relación de parentesco.

-Uuuuuf nena me vas a matar, que viciosa, sos toda una putita. - Expresé casi descargando el tanque y medio que todavía tenía bullendo adentro. Sin darme cuenta, mi cadera con mi sexo apuntando al techo, estaban casi sobre ella.

No sabía que era más placentero, si su mano pequeña y pegajosa esparciendo su salvia ardiente en mi falo o la lengua con el piercing atravesado recorriendo mi escroto, explorando cada pliegue de mis testículos como si fuera una felina limpiando mi piel.

Abby volvió a la carga con la mamada, siguió escupiendo y esparciendo con su mano, una técnica tan guarra como efectiva. Abriendo la boca lo más que pudo, me dejo que cogiera la boca entera, sacándole sonidos que no había escuchado nunca en ella ni en ninguna mujer cada vez que movía mi acera para penetrar su boca.

- Ackh, ackh, lick, sluuurp, ackh, ackh, ackh, glup

Las gotitas de saliva empezaban a caer por todos lados derramándose por su mentón. Sin dudas estábamos violando las leyes de seguridad del coronavirus y alguna que otra ley.

- Aaaahhh. - Tomó aire con exageración refregándose mi pija por el rostro, empapado de su baba. – Que rica pija por Dios, como tardé tanto en comérmela… - Expresó como poseída, con la boca con hilos de saliva pegados a mi verga y el mentón brillante de baba.

- Vení para acá, te voy a devolver el favor. - Y tras tomarla de los pelos y lamerle la boca, los labios y el rostro para deleitarme con su sabor, la levante del culo y me la lleve por el gimnasio hacia la camilla de femorales (esa común en la que boca abajo, ajustando los tobillos en un almohadón, se levantan las piernas y por ende el peso) besándonos una y otra vez, refregándonos las lenguas, sintiendo el olor a mi sexo que le había quedado impregnado en toda la boca y me volvía loco. Pronto sentiría un sabor muy distinto.

Entre besos en su boca fue bajando hacia sus tetas, que estire a fuerza de succiones en los pezones para luego llegar al plato fuerte. En vez de tomar su calza y bajarla de una, la subí, remarcándola la conchita de forma milimétrica. Se le notaba toda, incluso, un manchón enorme de excitación en el que hundí mi nariz para emborracharme con su olor.

- Apa, apa, había mucha hambre contenida. - Expresó sorprendida por mis costumbres casi fetichistas. - ¿No te alcanzó anoche con empaparte la mano?

- Creo que anoche me hice adicto. - Susurré haciéndola reír, volviendo a refregarme la nariz y la boca contra su concha encalzada.

Por fin, me dispuse a obsequiarle todos mis años de experiencia en una chupada de concha que no olvidaría. Así cómo ella había demostrado una devoción por el oral admirable, sin importarle que se tratara de mí, yo le entraría como camello al balde con agua.

La calza ajustada contra su cuerpo pegoteado ofrecía cierta resistencia, Abby levantó la cadera y me facilitó la “desnudasión” revelándome que, en efecto, no tenía nada. Allí estaba su sexo, pulcro, depilado y empapado, taponeado con un líquido blancuzco y pringoso que recolecté con mi lengua como una pala. Como lo imaginé en mi cabeza cuando la masturbé, era un tajito pequeño oculto entre sus labios mayores que me dispuse a abordar lamiéndolo de arriba abajo, descendiendo como si mi legua tropezara en su pocito húmedo.

- Aahh, uuuhh, aah, papiii, que hambre que tenías, de haber sabido… - Me dijo intercambiando roles, ahora era ella la que me agarraba de los pelos y me usaba como su juguete del placer, empapándome la boca con sus fluido ardientes con cada fregada. Me sentía como un trapo de piso y era la gloria, podía especializarme en un producto para limpiar su sexo que no me molestaría en lo más mínimo, su sabor, su temperatura, su textura, el hecho de que era la ranura prohibida de mi hija no hacía más que encenderme como un volcán.

- ¿Sos farmacéutica? – Dije en una pausa para tomar aire.

- No ¿por qué?

- ¿Y este alcohol en gel? - Y tras tocarle la vulva con el dedo, un hilillo de fluido se estiró casi como queso muy derretido. Casi al instante, en medio de su risa, le metí dos dedos al igual que la noche anterior, solo que ahora me servían para levantarle el clítoris desde adentro.

A pesar de tener un conchita pequeña su clítoris era perfectamente visible, y quedaba apartado de todo con tan solo ejercer un poco de presión desde abajo, cosa que me facilitó tomarlo entre mis labios y juguetear con él volviéndola loca, haciéndola chillar de tal modo que lo escucharían hasta en la calle.

- ¡Ah, ah, ah, ah, ah, me lo arrancas, para, ah, ah, uuuh!

- Yo tenía hambre contenida y vos unos gemidos guardados, estás chillando con ganas… - Sorprendido de sus alaridos.

- Es que la chupas muy rico, mierda no vuelvo a salir con alguien de mi edad, no saben chupar concha.

- Pero recién empiezo corazón, espera a que termine. - Y hundiéndome en su vulva, hice remolinos con mi lengua mientras mis dedos grandes le giraban el clítoris como un analógico de atari. Eso fue el combo que terminó por desquiciarla.

- Aahh, ahhh, sí, siiiii, uuuh, mmmm, que hijo de puta, ahhhh, siiii, dale, dale, dale, ahí, ahí…- Empezando a perder el sentido hasta de cómo se llamaba. Me encantaba enloquecer a las mujeres y por lo visto, mientras más jóvenes, más vulnerables a mis habilidades eran.

Tras hacerla correr quién sabe cuántas veces, la levanté de sorpresa salpicando todo y dejando la camilla a la miseria, llevándomela a nuestro siguiente escenario de lujuria, el banco inclinado para pecho, solo que esa vez, me acosté yo allí.

- A ver, sentante a upa de papito, demostrale que sabes moverte.

- Mmm ¿Me vas a meter todo esto en la conchita? Que papa desconsiderado. – Jugueteó acomodándose, mirando hacia abajo y atrás, metiéndose mi glande dentro de su apretada vagina hasta que sentí sus líquidos goteando recorrer mi tronco ardiente y comencé a empujar hasta dar con su fondo carnoso. Me había abierto paso por la vagina de Abby, estaba dentro, si eso no era firmar la propiedad de un terreno junto a los lagos de azufre entonces nada me llevaría al infiero.

- Muy bien, buena nena, entro toda…

- Oh, uuuh, es más de lo que pensé. – Admitió sacudiéndose sobre mí, ensartada al completo mientras yo le acariciaba los senos.

Como en una danza nos empezamos a sincronizar, ella movía su cadera y yo medio que la levantaba de la cola y a la vez le daba empellones cada vez más rápidos. Tenía todo el rabo lubricado por sus fluidos y este entraba y salía como si resbalara hacia adentro. Pronto nuestros labios se volvieron a besar en un silencio solo roto por mi respiración, sus gemidos, el golpeteo de nuestras carnes y el banco inclinado para pecho deslizándose por la alfombra.

Plaf, plaf, plaf, plaf, plaf… hacíamos, sonido que indicaba que el timming era el ideal. Estábamos perfectamente sincronizados, ninguno de nuestros movimientos rompía el ritmo, ni mis nalgueadas en su blanca cola ni sus besos apasionados.

Desde donde me encontraba fornicando con mi hija, podía verme a través de cualquier dirección gracias a los espejos. Veía mi pene perderse cada vez que mi hija descendía y la presión de sus zonas más recónditas estrujándome el miembro como si un puño se cerrara en mi falo. A pesar de proclamarse como muy promiscua, no podía creer lo estrecha que era.

- Parece que te masturbas frotándote y no con penetración ¿O me equivoco? No se explica cómo lo tenes tan estrechito.

- Si… sí… sí… reservo la penetración para ocasiones especiales. – Acerté. – La paja me la hago frotándomela, nada más.

Y la sentí aún más estrecha cuando la levanté sosteniéndola de la cola con sus piernas cruzadas sobre mis codos, dejándola caer con todo su peso sobre mi pija. Sin mediar palabra, la cogí de parado haciendo un escándalo en medio del desierto gimnasio, perdiendo la noción de dónde estaba ubicado. De hecho, cuando me cansé por la exigente posición, ella se agarró de una máquina que no sabía que estaba cerca y la pude seguir cogiendo sin perder un segundo, sin bajar un cambio, poniendo sexta en ese pavimento prohibido en el que infringía toda ley.

- Ahhh, ahhh, aah, ahh, uuuuh, mierda esto es lo mejor… - Chillo aferrándose con los dos brazos medio colgada de las asas de nominadas. Era livianita a más no poder por lo que cada acrobacia y posición era posible con ella. Estaba ante una maravilla de la ingeniería sexual y resulta que estuve en cuarentena con ella todo el tiempo sin saberlo. Que había tenía un cuerpo de muñeca no era ninguna novedad, que era una contorsionista y tan maleable en el sexo era una grata sorpresa.

- Papi te va a dar su lechita ¿Dónde la quiere mi nena? - Enturbié la situación con mis palabras obscenas.

Abigail me demostró lo que era de verdad enturbiar la situación: - En la boca, todita en la boca, me la quiero tragar toda.

- ¿Te tomarías la lechita de papi? - Con una agilidad sin precedentes se descolgó de mí y se arrodilló contra mi pija con la boca abierta y la lengua fuera. – Parece que sí.

La golpeteé con la pija toda mojada de sus flujos en la lengua mientras admiraba su rostro libidinoso, como nunca lo vi, apunté hacia su garganta, me masturbé como nunca y sentí las compuertas del deseo dejando pasar el afluente lácteo, de mi cuerpo directo a suyo. Entre bufidos de toro, evitando poner los ojos en blanco para deleitarme con la visión de mi corrida en su boca, me vine de manera copiosa.

- Ahí viene la mema, ahí sale, uuuuh. - Y le llené la boquita con leche desde la garganta hasta la lengua, llenándole la boca y largando algunos disparos a la nariz y la mejilla como quien da las pinceladas finales a su obra en un lienzo viviente. De seguro mi rostro desencajado y mis músculos trabajos vistos desde su perspectiva debieron de ser una visión grotesca.

Abigail no me decepcionó y pasándose la lengua agujereada por todos los labios saboreo e ingirió todo mi semen fraternal obsequiándome una visón surreal de lo que el placer se volvería para nosotros.

- Rica, rica, estaba muy rica tu leche papito. – Me dijo relamiéndose.

- Cuánto tiempo perdido ¿No nena? - Expresé observándola embobado, sin poder creer lo que había hecho, lo que habíamos hecho.

- Tenemos toda la cuarentena que queda para recuperarlo. - Poniéndose de pie, envolviéndome con sus brazos. – Vamos a estar encerrados, juntos, pero nunca más aburridos.

- Esa es mi nena. – Aceptando la invitación a nuestra nueva vida de aventura juntos. Acabábamos de firmar con nuestros fluidos el pacto prohibido, ya nada sería como antes y la cuarentena, era tan solo una nueva oportunidad para una nueva vida.

Sin importarme nada, nos besamos apasionadamente por varios minutos poniéndole punto final a un día de lujuria desenfrenada y abriendo el párrafo de nuestra vida sexual juntos.

Conductas antihigiénicas


Pasaron más de tres días y la situación se recrudeció tanto afuera como adentro de nuestra casa. El caos se apoderaba de las calles cuando una situación desbordada tocó la puerta de los más carenciados, incapacitados de sobrellevar tal situación en el país, el mundo. El coronavirus pasó a ser solo uno de los tantos problemas en nuestro país.

Abby se volvió mi refugió del stress, la soledad, la rutina, y ella a mí me convirtió en su mentor sexual, en su galán, en su amante nocturno de novela prohibida. Por algún motivo, por alguna suerte de regla tácita durante el día éramos el perfecto ejemplo de padre e hija y por la noche nos desenfrenábamos hasta el puto de que teníamos miedo de que los vecinos se preocuparan por nuestra salud. Estábamos bien así, y no lo queríamos cambiar. Era durante el día que nuestra cordura se mantenía, hasta que, como influenciados por la luna, se desataban nuestras bestias.

Lo hicimos cada noche, esta vez en la cama, a veces de forma romántica, otras, incluso más desenfrenadas que en el episodio en el gimnasio, aunque siempre, siempre, cuidándola, entendiendo sus límites, sus altos, cumpliendo sus caprichos, explorando posiciones, por sobre todo, complementándonos bien.

No obstante, nuestra única ley no iba a poder ser mantenida ese día. Eran casi las doce, estábamos recién levantados, llovía y cocinábamos juntos en la pequeña cocina de nuestra casa cuando me llegó una erección imprevista, quizás, producto de los ingredientes recién nombrados, el sonido de la lluvia y la temperatura que había bajado drásticamente. El día estaba ideal para coger como conejos las 24 horas.

Abby, a mi lado, pelaba papas con un pijama que tenía de chica, gastado, descolorido, sexy como como una súcubo. Aún estaba despeinada y tenía el olor de su almohada en el cabello, fuerte como la esencia de un perfume.

Me acerque a ella, coloque mis manos en su cintura y me hundí en su cabello, acariciándole el cuerpo mientras ella se daba cuenta del arrumaco.

- ¿Empezamos temprano hoy? Pensé que eras un animal nocturno. - Me dijo mientras una de mis manos se metía dentro de la remera acariciándole las tetas, apoyándola con gentileza, demostrándole mi cachondez temprana.

- No sé qué me pasa hoy, como que me dieron ganas de comer algo nuevo.

- ¿Acá en la cocina? Okey, esto si se está yendo de las manos. - Y tenía razón, una de mis manos ya estaba en su vagina, sintiendo su esencia mañanera en mis dedos. - Mmm papi, estoy pelando las papas, deberíamos esperar a después de comer, a la hora de la siesta.

- Noto cierta resistencia, ya sé que te gusta. - Le susurré a la oreja acariciándole su botón rosado, haciéndola dejar todo. - Tengo ganas de algo nuevo, quiero probarte donde nunca te probé.

- ¿Nuevo? ¿Vas a invitar a la vecina o qué?

- Pero que chistosa, nada de eso, con vos me basta y sobra…

Apagué el fuego, posponiendo nuestro almuerzo. Me arrodillé atrás de ella, haciéndola imaginar de qué se trataban mis deseos, me acerqué a su cola y me zabullí en ella, de abajo hacia arriba, aspirando con fuerza entre los cantos de mi retoña, sintiendo el olor de la tela y empezando a sentir lo que moraba debajo.

- Papi, no deberías…que cochino. - Susurró en un tono que me hizo imaginar una cara sorprendida. Estaba demasiado concentrado emborrachándome en mi morbo como para importarme. Además, no había dicho nuestra palabra mágica: “No”.

De a poco le fui bajando el pijama, encontrando su culito entangado a horas inéditas hasta entonces. Volví a hundirme entre sus nalgas, sintiendo la piel suave de su colita envolviéndome, caliente, suave, tan al natural. Me puso todo garrote y eso que todavía ni empezaba con lo mejor.

- No puedo creerlo, tan sabrosa mi amor, que culito tan precioso…- Expresé abriéndole las nalguitas revelando el hilo escondido, al que corrí para observarle el ano. Por primera vez, con lujo de detalles e iluminación ideal, le echaba un vistazo al agujerito del culo de mi hija, rosado, pequeño y sin dudas, virgen.

- Yo sabía que querías eso, todos quieren eso. - Expresó aferrada a la mesada, lista para lo que se venía. No era ninguna tonta, sabía que ver semejante espectáculo nunca era suficiente una mirada, como todo hombre, iría por más. Era una parte del cuerpo que debía sentirse con más de dos o incluso tres sentidos.

Posicioné mi lengua en el inicio de su cola, donde la espalda pierde el nombre y fui descendiendo como sobre rieles hacia su orificio sin escalas, en el que apliqué toda la fuerza de mi húmedo musculo para introducirlo en su agujerito más recóndito.

- Ahh, ahh, papí, que ricoooo, uuuh, me haces cosquillas… - Se sobresaltó, decididamente interesada en el procedimiento. – Si no tenías ganas de comer papas y quería culo me lo hubieras dicho…. Que bien se siente, Dios.

- Espero que no esté mirando porque no tengo perdón de ninguna deidad. - Dije dándole un vistazo al agujerito todo húmedo y estirado por mis dedos, poco antes de arremeter con mi lengua como un ariete, retrocediendo y embistiendo en un movimiento llamado por muchos como el colibrí.

- Uh, uh, aaaah... ya me parecía raro que todos estos días te conformaste con mi concha. - Pensó, quizás recordando a sus anteriores novios, que debían de haber caído más rápido en sus encantos anales.

- Hacele un favor a papa, refregate contra mí, menéate bien rico, bien, así, así mmmm. – Expresé disfrutando de la cola de mi hija frotándose contra toda mi cara, desde la conchita húmeda hasta el principio de su raya, me usaba como si se quitara una cruenta comezón contra mi rostro.

Mientras el sabor y la mezcla de fragancias me volvían loco, inicié una paja, en la misma cocina donde cocinaba a diario, con el fruto maduro de mi fertilidad y la de mi esposa usándome como palo de stripper al que le sacaba el brillo con mi lengua y labios. Su sexo era como un lustrador que me empapaba.

Con una mano la retuve y le abrí una nalga para mandarle lengua lo más que pudo al llegar al cénit de mi paja, corriéndome libremente sin importarme ni a dónde aterrizaban mis niños crudos.

- Creo que la cuarentena te está haciendo más mal a vos que a mí, papi. - Reflexionó muy acertada viéndome aún prendido a su resquicio. - Me estás confundiendo con una mascarilla o un tubo de oxígeno.

Mientras Abby seguía frotando su raja contra toda mi cara, seguro dándose placer cada vez que mi nariz rozaba su ano y su vagina, aceleré la paja y sentí el placer emerger sin importarme a donde iba a parar: - Uh, uh, mmm, así, así, que rica, que rica mi amor mmmm.

- No entiendo como algo tan lindo y rico salió de mí. - Exprese incorporándome con la mano toda enlechada, de la que unos colgajos de semen pendían como cuerda de alpinista, mano que mi hija tomó y limpió con su lengua, sorprendiéndome con su lascivia cuando sorbió el hilo de semen como si fuera queso derretido.

- ¿Sabes? No sos el único con ideas pordioseras, yo también quiero hacer cositas nuevas. - Dijo dejándome la mano limpia de mi propia semilla tras lamerla como felina y sorber de forma ruidosa.

- ¿Cómo cuáles? ¿Papi te puede ayudar? Papi te quiere ayudar. – Me corregí.

Abigail me tomó de la mano y me condujo al comedor con los pantalones de dormir a medio poner, en la mitad de sus muslos. En el living la tele estaba prendida recomendando como de costumbre cada pocos minutos, como prevenir el virus mortal que azotaba a las ciudades sin prever que algunos podíamos estar enfermos de otra cosa no del todo descubierta.

Antes de sentarme en el sofá me besó la boca como me tenía acostumbrado, sin que el último destino de mi lengua fuera un impedimento para ella (ni el destino de la suya un impedimento para mi), una vez que me tuvo en posición, sentado, se volvió a bajar el pijama revelándome su culito, solo que esta vez ella se mandó dedo frente a mí.

- Por Dios hijita, sos una putita, me encanta. – Susurré ante la hermosa visión de su dedo invadiendo su ano frente a mí.

- ¿Me das una mano? - Pidió lujuriosa. - Podemos posponer la cena, no hay problema.

- Papi te ayuda, no te preocupes…

Teniendo a ese majar frente a mí, le metí un dedo hasta el fondo provocando que gimiera de forma desmedida. Con todo el índice adentro, lo gire palpando sus interiores, metiéndolo y sacándolo mientras ella gemía agitada.

- Hay sí, hay sí, gíralo, movelo, dedeame la cola, colame el dedo…

- Tranquila, papi va te va a meter el dedito y te va a hacer sentir algo muy lindo. – Dije haciendo ganchitos en su interior, sin dejar de girar la mano de vez en cuando para sentir su anillito de cuero raspándome la falange.

La muy putita lo gozaba estaba gozando como nunca lo hubiera imaginado, parecía ser su punto débil, su talón de Aquiles sexual. Sin dudas estaba deseosa de que le hiciera el culito y un dedo no alcanzaba, no tarde en mandarle otro más en seco para ir preparándola para el plato fuerte.

- Primero te tengo que preparar bien. - Y lamiéndome bien los dedos que había usado sin importarme en absoluto nada, se los volví a meter para dilatarle el anillo rosado y también relajar sus interiores haciendo ganchito y toda clase de movimientos. Repetí el proceso de colarle los dedos y luego lubricarlos con mi boca, con paciencia y más veces de lo recomendable, solo cuando sentí que estaba relajada di el visto bueno.

- Papiiii, te va a hacer mal, metéme la pija dale… - Se impacientó y yo acepté.

- Bien, ya te podés ir sentando, yo te abro el hoyito mientras vos bajas. - Mientras le dilataba el ano con mis pulgares, ella fue bajando hacia mi pene, expectante, duro como el mármol a pesar de haber liberado un poco de carga. Una vez que mi glande besó el asterisco, solté todo y ella se dejó caer comiéndose mi pija con la cola.

- Uuuuh, mmmm, que rico, que rico. – Gimió arqueando su cuello hacia atrás mientras mi glande dilataba sus interiores.

- ¿Era esto lo que querías bebe? ¿Qué papi te hiciera el culito?

- Sí, sí, papi, haceme la cola, cógeme la colita, toda, toda…

No podía creer la sensación morbosa de gozar una anal con el fruto de mi ser, mi propia hija llevaba la marcha controlando la sentada mientras miraba a un lado y gemía como puta novata. Lo gozaba ella, lo gozaba yo, sin dudas éramos dos enfermos sin remedio y no sé hasta qué punto el aislamiento tenía la culpa. La sola idea de mi polla abriéndose paso dentro del culo de mi hija era una idea demencial, y nosotros volvimos esa idea una realidad.

- Así, así, muy bien, sentate toda, buena chica. - Le dije con mis manos en la cadera, observando mi pene perderse entre sus cantos, salir, y volver a entrar como hipnotizado por la sensación de mi glande en su recto y su anillo ahorcándome el tronco.

- ¿Te gusta como lo hago papi? ¿Te gusta mi culo? - Me preguntó la muy descarada sin que le tiemble la voz ni un poco.

- Es el mejor, estás haciéndole sentir muy bien a papito uufff joder…- Expresé medio ido, con los ojos casi en blanco. Su anillito me apresaba la pija hasta el punto de que parecía que me la pelaba con cada bajada, me estaba estirando el cuerito al máximo.

Acto seguido, la traje hacia mí para que abrazarla desde atrás, masajeándole las tetas, besándola, pegados uno a otro en un anal tan placentero como morboso. Noté que ni siquiera se había sacado el pijama, tan solo tenía descubierto el culo y estaba quedando un enchastre dado que se había corrido varias veces.

Entre besos y caricias le pregunté: - ¿Te corriste nena? No te vi tocándote.

- Me estás tocando desde adentro hijo de puta. - Se quejó algo colorada.

- Buena hijita, te voy a hacer sentir aún mejor… - Deslicé un brazo y le colé los dedos, mientras que con la mano restante levante sus piernas juntas, medio atadas por el pijama a medio sacar, de todas formas, ahora era yo el que controlaba los tiempos y a la muy putita le gustaba.

- Ahhhh, ahah, uuuuh, mhaa, sí, siiii, uuuuh… - Gimió dejándome sordo cuando le di empellones que hacían mover el sofá. Mis dedos no tardaron en provocar un chisporroteó de flujos que salpicaron hasta la mesa, como siempre, se venía de manera muy copiosa y yo no estaba lejos de acompañarla. Le estaba dando tan duro y parejo que mis bolas impactaban de un lado a otro, de atrás hacia adelante como una pera de boxeo y de repente, acallados por un beso, le llené la panza de semen.

- Sí, sí, sí, ah, ah, ah, ah, me vengo de nuevo, ah, ah, ah. – La vagina de Abby estaba fuera de control, víctima de un cortocircuito que casi parecía haberla vuelto multiorgásmica.

- Papito te va a enlechar la cola ¿Estás lista bebé? – Le advertí acelerando el ritmo para venirme dentro de su culo.

- Sí, sí, lléname de leche, quiero que te corras en mi culo, enlechame la cola… - Gimió poseída por sus impulsos insanos mientras se retorcía como una lombriz al sol, incapaz de dilucidar si mi pija invadiendo su culo era una sensación de placer absoluto o una tortura medieval.

No deje de castigarle el ano, así como se lo castigaban a la actriz porno del video que le pesque viendo masturbándose. Traté con todas mis fuerzas de prolongar el éxtasis y sin importarme que me dolían los huevos de estrellarlos contra su vagina, sin importarme que el sillón estaba martillando la pared, llegué al placer antes de que se desgarren mis músculos y empecé a eyacular en su recto.

- Mmm papi, me lo rompiste, tengo el culo abierto como una flor, me rompiste el culito… - Me reprochó jadeando, roja como un tomate y mirándome los ojos de manera fija, como si implorara más.
- ¿Te gusto coger mi culo?

Al sacarla de su culo abierto, se chorreó la leche por mi pija y llegó hasta el sillón.

- Oh, oh, qué buena culeada, hijita tenes un culo precioso, que pregunta que me haces, si aguantase tan bien como las actrices porno que mirás. – Jadié sintiendo la leche caliente recorrerme el tronco, aún erecto a pesar de la prominente eyaculación. Sentía que me iba a dar un paro cardíaco, mi pecho se inflaba como si hubiera corrido una maratón… y aún no terminaba.

- Las actrices porno después de que les cogen el culo hacen algo que me da mucha curiosidad…

- ¿Qué cosa? – Pregunté sin poder imaginar lo que ocurriría. - ¿Estás por…?

Abby se puso en posición de perrito al lado mío y sin mirar ni dudar, me la mamó de forma lenta, suave y amorosa, lamiendo mi tronco, mi glande y cada porción de mi verga como si fuera la primera vez, sorbiendo cada hilo de leche en mi rabo y sin importarle en lo más mínimo que le hubiera escarbado el recto hace segundos. Cuando parecía que había tenido el final perfecto Abby se sacaba un remate aún mejor de su galera de diabla y me obsequiaba lo más perverso y morboso que vi en toda mi vida, un ass to mouth en vivo y en directo.

- Siempre quise limpiar una pija sucia. – Me dijo comenzando a tragar de manera profunda, manteniendo mi verga en su boca por varios segundos.

- Hijita hermosa, no puedo creerlo… sos muy laboriosa, no querías que tu papi quede todo sucio.

Ella quería más, siempre quería más, y no estuvo satisfecha hasta que, tras cabecear sin parar, observándome fijo con sus ojos azules, vio mi leche saltar y aterrizar en su rostro, cabello, y algunas gotas en su lengua abierta. Eran los resabios que quedaron en el fondo y no manaron de la corrida anterior, aunque no eran copiosos, esos hilillos de semen fueron el broche de oro perfecto, la cereza sobre el pastel, el listón más mono en el regalo envuelto.

- ¿No decís nada? – Me preguntó mientras se relamía y me dejaba el miembro lustroso de limpio, como si no hubiera hecho un anal nunca.

- Me quedé sin palabras, me dejaste sin palabras y seco en todo sentido. - Abby gateó hasta mí y me besó, su boca era un caldero de sensaciones, sabores y por supuesto, olores que quería compartir.

- Como llegaste tarde a tomar mi virginidad te regalé mi virginidad anal – Me confesó en un susurro. - ¿Te gustó?

- Se notó que eras virgen por ahí, estuvo precioso, no tenes ni que preguntarme. si me disculpas, comamos algo. Me dejaste un sabor de boca que… bueno, lo dejamos ahí.

Abby se acercó y me regaló un par de picos y me respiró en la cara para provocarme.

- ¿Te parece bien dejar a tu hija hacer esas chanchadas? Sos el peor padre del mundo,

Ambos reímos a carcajadas, no sé si porque nos encontró la decencia en medio de ese despelote, medio desnudos, tras ser más puercos que nunca, o no entendíamos como la situación nos había superado tanto y se nos había ido todo de las manos. Por suerte, teníamos el poder de recomponer las piezas de cristal rotas cada vez que soltábamos al toro en la cristalería.

Almorzamos papas fritas con milanesas y puré como cualquier familia feliz, ella se quejó de que le había echado demasiada pimienta al puré, yo le dije que era mejor que la sal. Recibimos llamadas de familiares y amigos entre bocado y bocado sorprendidos de que almorzáramos a las 3 de la tarde. Éramos felices y por lo visto, los seguiríamos siendo. Teníamos las riendas de la bestia y solo teníamos que dejarla salir de vez en cuando.



incesto

Gracias por leer, más si ya lo habían leído antes o no, es de mis relatos favoritos y por eso me tomé el trabajo de resubirlo. Ahora la trilogía vuelve a estar completa.

Agradecería un montón si dejan puntos, comentarios, lo que sea, me llevo tiempo reeleerlos, buscar una modelo nueva, hacer los post, etc. Sepan disculpar las molestias.



Otros capítulos:

Incestvirus. Cuarentena Padre e Hija:http://www.poringa.net/posts/relatos/4234077/Incestvirus---Cuarentena-Padre-e-Hija.html
Incestvirus. Cuarentena Padre e Hija. Capítulo 2:http://www.poringa.net/posts/relatos/4234386/Incestvirus---Cuarentena-Padre-e-Hija-Capitulo-2.html

3 comentarios - Incestvirus - Cuarentena Padre e Hija. Capítulo 3

LeylaErikaAylenF +6
Hola, se que tus relatos son fictisios, pero no por eso dejan de ser excitantes, te confieso que desde que empezó la pandemia tenemos relaciones mi padre y yo, y somos muy felices, te felicito cómo has descrito todo, es lo que mi papi me hizo a mi .
El_Cochinoco +3
En serio? animate a subir fotos o algo:p Lei tus comentarios en otros post y me intriga bastante jaja
Paprika2 +1
EXCELENTE!!! Lastima que eran solo 3 capitulos pero una genialidad!!! 🙌🏻👏🏻
El_Cochinoco +1
Muchas gracias por tu comentario y puntos, la idea era hacer algo más breve de lo habitual 😅
Paprika2 +1
@El_Cochinoco entiendo entiendo es que está muy bueno jajaa