Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
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Capítulo 16: Celos (Rochi)
Las cosas no podían seguir así como estaban y tanto yo como Javier lo sabíamos. Ya no nos hablábamos a diario, no vivíamos conversando entre nosotros y cuando nos veíamos cara a cara no hacíamos otra cosa que discutir. Extrañaba esas épocas en las que viajar a la ciudad para ver a mi novio significaban alegría y felicidad. Esas emociones eran solo un recuerdo, ya que ahora mi cabeza me jugaba malas pasadas y me terminaba llevando a un lugar oscuro repleto de celos y enojo. No quería estar más así, no podía estar más así. Lo amaba demasiado como para dejarlo, pero también lo amaba demasiado como para seguir haciéndole vivir estas situaciones horribles.
Estaba convencida de que lo que sentía eran celos y que había perdido la confianza en él. No sabía cómo, pero estaba segura de que él me había engañado al menos una vez. Tenía sospechas de quien era la chica. Claramente odiaba a sus dos amigas de la facultad con las que pasaba más tiempo pero ellas no parecían ser del tipo de Javier y aparte él me había jurado que no estaba en nada con ellas. Pero entonces… ¿Quién era la chica con la que mi novio me había engañado? Mis dudas me volvían loca y la constante negación de su parte solo terminaba por lograr que yo me pusiera más y más celosa.
- ¿Cómo podes estar tan segura que estuvo con otra chica?- Me preguntó Carolina cuando nos juntamos un jueves a la tarde el día antes de que yo fuera a visitarlo a la ciudad.
- Lo sé.- Le respondí yo.- Simplemente lo sé.- Insistí.- Lo veo distinto, nervioso, está todo el tiempo tratando de ocultarme algo y cuida el celular muy celosamente.- Le dije y agregué el hecho de que había visto esos videos porno que tenía que eran muy distintos al sexo que solíamos tener.
- Pero Rochi vos…- Me contestó ella.
- ¿Yo qué?- Le pregunté al ver que no se animaba a decirme nada.
- Vos también lo estás engañando si vamos al caso.- Concluyó mi amiga
Carolina tenía razón. Nuestra primera vez me agarró en un momento de bronca y furia total y me llevó a hacer de lo que no estaba segura de querer hacerlo. Sin embargo, no pude negar que me encantó y que lo disfruté muchísimo. Incluso más que el sexo que veníamos teniendo últimamente con Javier. Después de eso nuestra amistad quedó en nada. Una semana, dos y volví a caer en el deseo y en la tentación de besarla, de abrazarla, de tocar su cuerpo y de sentir como su lengua acariciaba el mío. Se lo dije, se lo planteé lisa y directamente. Basta de rebuscármela y de no animarme a decir las cosas. Le dije que yo estaba de novia con Javier, que lo amaba y que él era el amor de mi vida, pero que me sentía atraída sexualmente hacia ella y que quería volver a experimentar si Carolina estaba de acuerdo.
Mi amiga no me dijo nada, avanzó un paso, apoyó sus manos en mis hombros y me dijo que ella estaba más que deseosa de volver a hacerlo conmigo. Después de eso me besó y noté nuevamente como la calidez de sus labios se apoderaba de mí. ¿Qué me estaba pasando? No había tiempo para preguntas profundas, pues antes de que me diera cuenta, las dos estábamos acostadas en la cama y completamente desnudas. Los besos, las caricias, el frotar de nuestros cuerpos, todo se sentía muy placentero e iba calentando el ambiente. Ella me guiaba, me decía como hacer y cómo seguir. Yo obedecía en silencio, dejándome llevar por su cuerpo y su sonrisa.
Se colocó nuevamente entre mis piernas y tras besarme suavemente en los muslos me empezó a pasar la lengua por la entrepierna de una forma aún mejor que la primera vez. “¡Ay!” gemí sin poder controlarlo y llevé mis manos a mi boca para que no salieran más palabras de esta. Se sentía increíble, era sumamente placentera la forma en la que Carolina me chupaba la concha. Bien suave, bien lento, pero con una precisión deliciosa que me erizaba los pelos de la nuca y ponía mi cintura a temblar. No sabía si era su saliva o si era mi cuerpo, pero me iba mojando más y más a medida que su boca hacía efecto sobre mí. Temblaba, vibraba y daba espasmos al mismo tiempo que su lengua y sus labios revelaban la calidad de su experiencia.
- ¡Ay!- Volví a gemir bien fuerte a pesar de mis manos cuando sentí como el primer orgasmo de ese jueves a la tarde llegaba a mí.
A pesar de que ahora era yo la que tenía una amante, estaba segura que Javier algo había hecho y excusaba mis acciones en su negación. “Hasta que no me confiese que estuvo con otra, no voy a dejar de cogerme a Carolina” me decía como si tuviese alguna lógica. Me enojaba mucho el no saber qué estaba haciendo mi novio todo el tiempo. Pero me daba más bronca el hecho de sentir eso, pues yo no era así, yo no quería ser esa persona. No quería convertirme en la chica toxica que le exigía a su novio todo el tiempo ver su celular y saber dónde estaba. Pero… ¿Estaba yendo en camino a eso?
Ese fin de semana juntos fue por lejos el peor de todo. Javier me había pedido de que no fuera y que cambiara la fecha para el siguiente, teniendo en cuenta que él tenía que estudiar para dos exámenes. Ese pedido me hizo dudar más de sus palabras y obviamente viajé para estar con él, aprovechando que mis padres viajaban y podían llevarme a la ciudad. Horrible, esa es la definición. Mi novio estaba tan metido en los libros que yo me pasé la mayor parte del fin de semana en la habitación durmiendo, viendo redes sociales y mirando la tele. No tuvimos sexo, pues yo estaba muy molesta como para ceder y él tampoco quería forzarlo. El domingo cuando me fui a la termina, él ni siquiera me acompañó, algo que había hecho siempre.
Pero el fin de semana siguiente estalló la bomba. Peleamos una, dos y tres veces durante la semana y en las tres yo terminé yéndome a la casa de Carolina para estar con ella. Mi amiga se había dado cuenta que yo la usaba para sacarme la bronca de las peleas con mi novio y a pesar de que la primera vez lo hicimos, la segunda me dijo que no tenía ganas y me terminé peleando con ella. El sábado a la noche todo empeoro, cuando una discusión muy grande con Javier terminó en hacer que él se volviera de la casa de Dante a la suya y me dijera que acababa de arruinarle la noche. “Ya no sé ni para que estamos juntos si lo único que hacemos es pelear” me dijo antes de cortarme el teléfono y después lo apagó.
Desesperé. Salí de mi habitación y empecé a caminar por toda la casa pensando en que era lo que tenía que hacer. Lo iba a perder. No podía perderlo. Valeria de golpe abrió la puerta de su cuarto y me pidió por favor que me controlara porque era imposible dormir con el ruido que yo estaba haciendo. Pensé en viajar en ese mismo momento a la ciudad para hablar con Javier y ponerle fin a todas estas peleas estúpidas. Fue entonces cuando me llegó un mensaje de mi prima, Ludmila, en el que me confesaba algo que iba a cambiar las cosas para siempre. Leí su mensaje una y otra y otra y otra vez hasta que caí en razón y como una idiota me largué a llorar en medio de la noche.
Al día siguiente lo llamé a Javier. Él comenzó la conversación tratando de ablandar un poco las cosas, pero yo sabía algo que él no y eso me daba la ventaja. No me pude aguantar, no me pude contener y le terminé confesando que Ludmila me había mandado un mensaje diciéndome lo que él había hecho. “¡¿Qué!?” se sorprendió mi novio de golpe y se quedó mudo. Lo había pescado, lo tenía entre mis manos. Mi prima, a la cual le había pedido que por favor me ayudara en esa situación, lo había hecho y me había confirmado que hacía unos meses mi novio se había ido del boliche con una chica con unas mariposas tatuadas en el cuerpo.
- Amor… Perdón… Me siento horrible.- Empezó él disculpándose.- No sé lo que hice. Estaba muy enojado, molesto. No me justifico, pero la verdad… Te juro que fue la primera vez que estuve con tu prima.- Dijo de golpe y tiró la bomba.
- ¡¿QUÉ?!- Le pregunté yo sin poder creer lo que acababa de escuchar.- ¡¿CON LUDMILA?!
- Sí, anoche.- Me confesó él y me empezó a contar.- Yo me volví a casa y ella me siguió. Me empezó a decir que yo tenía que dejarte, que no podíamos estar juntos, que la cosa no daba para más y terminamos estando. Pero te juro que me arrepiento de haberlo hecho. No puedo creer lo idiota que fui.- Me dijo mientras yo escuchaba sin poder creerlo.
- ¡¿CON LUDMILA?!- Repetí anonadada y él asintió.- ¡Sos un imbécil! ¡Ella me contó de la chica con la que estuviste hace unos meses!- Le dije sin poder creerlo.
Javier terminó confesando su otra infidelidad y ya no hubo vuelta atrás. La conversación terminó aún peor y el fin del noviazgo era inevitable. Ninguno de los dos lo dijo, ninguno se animó a ponerle fin aunque supimos en ese momento que las cosas no podían seguir de esa forma. Corté el teléfono gritándole y diciéndole que era un hijo de puta y lo apagué para que no pudiera llamarme. Me había engañado, no una, sino dos veces y me las había confesado por error. Entonces caí en la cuenta… Mi prima, Ludmila ¡Me había engañado con mi prima!
No dudé ni un segundo. Si ella iba a jugar de esa forma yo también iba a hacerlo. Salí de mi casa completamente enojada y con ganas de romper todo. Empecé a caminar por el pueblo e hice caso omiso a los saludos que recibía de parte de algunos vecinos. Caminé una, dos y tres cuadras hasta llegar al almacén que a esa hora de la tarde, estaba completamente vacío. Entré, fui directo a la barra donde estaba Tomás, nuestro amigo y quien en su momento había tenido un roce con Ludmila y lo besé. “¡No pará!” dijo él sin entender muy bien que pasaba.
- ¡Acabo de terminar con Javier! Me engañó con Ludmila y quiero cogerte.- Le dije siguiendo mi regla de hablar directo e ir al grano.
Tomás miró hacia los costados y levantó los hombros como quitándole importancia al hecho y volvió a besarme. No podía creer hasta donde había llegado, las vueltas que la relación había dado y como todo se había transformado. Empezamos a manosearnos aceleradamente y a besarnos con ganas. Esa chica tierna y romántica a la que le gustaba jugar con su novio había desaparecido, ahora quería sexo duro y salvaje. En eso escuchamos que se abre la puerta y los dos nos alejamos rápidamente, antes de que pudieran vernos.
Él atendió a una señora que había ido a comprar algo y ni bien esta se marchó fue a la puerta y cerró con llave. “Vení” me dijo y me agarró de la mano para meterme en lo que era el depósito del local. Volvimos a los besos y la ropa empezó a molestarnos. Le saqué la remera y bajé hasta su pecho para jugar con mi lengua sobre sus pezones. ¿Qué estaba haciendo? ¿De dónde habían salido esos movimientos? Continué bajando y me arrodillé delante suyo. Sin dudarlo, le desabroché el pantalón, se lo bajé hasta las rodillas y lo mismo hice con el bóxer para dejar al descubierto una pija que empezaba a agrandarse.
Se la tomé con la mano, lo pajeé unos segundos y se la empecé a chupar de una manera increíble. Tan solo una vez había hecho algo similar y había sido para complacer a mi novio. Pero en esa oportunidad mi novio no estaba, de hecho a mi novio acababa de chuparle la pija mi prima. Es por eso que me comporté como una trola con Tomás y se la mamé como nunca antes lo había hecho, dejándome llevar por esos videos que había observado en su momento en el teléfono de Javier. Lo pajeaba, le pasaba la lengua por todos lados, me la metía entera en la boca e inclusive la escupía y esparcía la saliva por todos lados con mis dedos. Estaba sacada.
Él también parecía estar fuera de sí. En un momento apoyó su mano en mi nuca y empezó a mover sus caderas hacia adelante y hacia atrás, cogiéndome la boca. Ninguno de los dos se quedaba quieto, ninguno de los dos entendía muy bien lo que sucedía. Nunca me había gustado Tomás, nunca me había sentido atraída por él y sin embargo en ese momento me encontraba arrodillada adelante suyo, comiéndome su pija y deseando que me la metiera. Era una mezcla de bronca, celos, calentura y odio que sentía en ese momento y que me habían llevado hasta allí.
Me levanté con la boca chorreando saliva y me limpie con el brazo mientras él se ponía un preservativo de manera brusca y acercaba una silla para sentarse en ella. Yo me bajé el short que tenía puesto y me saqué la bombacha dejándome la remera y rápidamente me senté encima de él. Volví a besarlo mientras sentía como su pija rozaba mi concha y la mojaba con mi propia baba. Tomás besaba mal, mucha lengua y de forma bruta. Pero poco me importaba en ese momento, sentía odio e ira y solo podía descargarlo de esa forma. Cuando ya no nos aguantábamos la calentura, él tomó su pija y me la metió bien a fondo.
Empecé a saltar de forma viciosa en forma de él. Me elevaba con mis piernas hasta donde podía y caía de golpe sobre las suyas, sintiendo como su pija se clavaba en mí. Con sus manos se aferró fuertemente a mi cola y acompañó cada uno de mis movimientos. Yo subía y bajaba a toda velocidad, de forma desenfrenada y hasta algo torpe, pero sentía como el calor invadía mi cuerpo. Me besó y lo besé. Cerré los ojos y por unos segundos me imaginé que estaba cogiéndome a Javier y eso ayudó en mucho las cosas. Estaba enfada con él, pero me seguía excitando mucho más que Tomás.
Para evitar mirarlo a los ojos me di vuelta. Me levanté, giré y me senté de nuevo encima de su pija. Él rápidamente elevó sus manos y pasándolas por debajo de mis brazos las colocó sobre mis tetas y me las empezó a masajear a lo bruto. Yo seguía saltando y moviéndome como loca sobre él, yendo hacia adelante y hacia atrás y bamboleándome sobre su cuerpo. Él jadeaba velozmente pero no decía nada, no sabía si era porque no se animaba o simplemente porque no le salía. Yo tampoco hablaba, pero algunos pocos gemidos salían de mi boca de vez en cuando.
Me levanté y sin importarme la mugre que había en el lugar, me puse en cuatro sobre el piso. “¡Vení!” le dije dándole una orden y esa fue la única palabra que se emitió durante todo el encuentro. Tomás rápidamente se arrodilló detrás de mí y me clavó su pija una vez de forma sarpada. Me tomó por la cintura y me empezó a coger a toda velocidad, moviendo su cuerpo hacia adelante y hacia atrás como loco. Yo miraba las cajas con mercadería que había en frente mío al mismo tiempo que mis manos rozaban el frío piso del lugar. Sentía placer, pero era una mezcla rara que se generaba por el contexto y por la bronca que me había llevado a hacer eso. No era satisfacción pura, pero lo estaba disfrutando muchísimo.
Tomás acabó de golpe dando un golpe seco contra mi cuerpo y largando unos gemidos que pude oír claramente. Me preguntó si yo había llegado al orgasmo y tras decirle que no, sacó su pija de mi concha para meterme dos dedos y empezar a cogerme con ellos. Estos se sintieron mucho mejor y cuando los empezó a mover a toda velocidad noté como mi corazón se aceleraba. Cerré los ojos y volví a imaginarme a novio, estaba con él y disfrutaba de ese encuentro junto a él. Pero de golpe la imagen se puso borrosa y la escena cambió completamente.
No era Javier con quien estaba cogiendo, tampoco era Tomás. Mi mente se empezó a imaginar que los dedos que entraban y salían de mi conchita de forma acelerada eran los de Carolina. Entonces esbocé una sonrisa y noté como el placer se apoderaba de mí, como mi cuerpo se resignaba a disfrutar. Acabé, gemí y largué un suspiro que le hizo saber a mi amigo que acababa de llegar al orgasmo. No se lo dije, no lo mencioné, pero en realidad no fue gracias a él que logré ese mérito.
Me levanté, me acomodé la ropa y salí de ahí a toda velocidad. La cerradura del lugar me trabó y no pude abrirla hasta que Tomás vino y lo solucionó con sus manos. “Ni se te ocurra contarle de esto a nadie. ¿Me escuchaste? ¡A nadie!” le dije en tono amenazante y ni me reconocí la voz. Después de eso, salí del lugar y empecé a caminar por el pueblo sin dirección alguna. Pensaba en lo que acababa de hacer, lo que acababa de vivir y como había engañado nuevamente a mi novio. De golpe no me sentí molesta porque él tuviera sexo con esa chica de los tatuajes que mi prima me había mencionado. Sentía celos de que hubiese estado con Ludmila. Entonces una idea se vino a mi cabeza y sonó tan tirada de los pelos, que podía llegar a funcionar.
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