Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
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Capítulo 15: Yo te cuido (Valeria)
Muchas cosas pasaron esa última noche en Bariloche. Después de haber tenido mi trío con Gian Franco y Santiago, llegué a la habitación y Clara, Azul y Cintia me contaron que Mateo había tenido un accidente en auto y que estaba grave. Enseguida me puse a llorar sin poder creer lo que había pasado. Mientras yo estaba disfrutando con dos pibes a la vez él había tenido ese accidente y podía llegar a perder la vida. ¿Por qué me sentía tan mal? ¿Es que todavía lo seguía amando? Esa noche lloré y lloré hasta que no me quedó una sola lágrima mientras mis amigas me abrazaban bien fuerte.
Al día siguiente todos sabían lo que había pasado y hasta Gian Franco vino a preguntarme como me sentía al respecto. Pero fue todo una pantalla para ver como seguía lo nuestro una vez que volviéramos al pueblo. “Sos un imbécil” le respondí luego que me dijera que él quería seguir cogiendo conmigo y que Santiago también tenía ganas. Yo no podía pensar en otra cosa que no fuer Mateo y deseaba estar con él, abrazarlo bien fuerte y poder decirle que lo quería muchísimo. Necesitaba estar con él nuevamente.
Me destrozó entera volver al pueblo y entrar al hospital y verlo así, dormido casi como un bebé. “Se va a poner bien” me dijo Naiara mientras su amigo Cristian le cambiaba el suero. Iba todos los días a verlo, mis padres me acompañaban y se quedaban hablando con sus padres mientras yo lloraba al lado de él. No podía dejarme así, no podía irse en ese momento. “Despertate idiota. Todavía te necesito” le dije un día a la tarde y casi me muero al ver que mi ex novio abría los ojos.
Esa noche por fin pude descansar y sentirme viva de nuevo. Mateo estaba recuperándose muy bien y gracias a los cuidados del hospital en pocos días iba a volver a su casa. “Perdoname por todo lo que te hice. Todavía te amo” le dije cuando pudimos hablar a solas y le confesé que tenía ganas de volver con él y de darle a nuestra relación una nueva oportunidad. No tenía idea lo que nos deparaba el futuro, pero quería estar con él y amarlo como lo había hecho cientos de veces.
Ese fin de semana mis padres viajaron para tomarse una semana de descanso y Rochi se fue a la ciudad a visitar a Javier. Aprovechando que teníamos la casa sola con Naiara, organicé una juntada con mis amigos del secundario. La idea era pasar la noche bailando y tomando de manera tranquila mientras recordábamos cosas del viaje. Pero Gian Franco tenía otra idea en la cabeza y me buscó en varias oportunidades para hacerme saber que se moría de ganas de estar conmigo. “Ya te dije que volví a ponerme de novia con Mateo. Y esta vez voy a hacer las cosas bien” le respondí yo cansada y me fui a buscar a mis amigas pues tenía que contarles lo que había hablado con mi novio.
Mateo me había propuesto mudarnos a la ciudad juntos al año siguiente. Él tenía ganas de hacer algo con su vida y aprovechando que yo iba a ir a estudiar, él consideró oportuno hacer lo mismo y cambiar un poco su actitud. “El accidente me abrió los ojos” me dijo cuando hablamos esa tarde en su casa y yo quería compartir la noticia con mis amigas. Clara estaba besándose con Manuel y Luciana había vuelto a desaparecer, por lo que subimos con Azul y Cintia a mi habitación para tener algo de intimidad, cuando todo sucedió de golpe. Gabriel abrió la puerta de la habitación de Rochi, la cual estaba usando esa noche Naiara. Estaba despeinado, desalineado y se lo notaba agitado. Sin entender que sucedía, me asomé en la habitación junto a mis amigas y vimos a mi hermana totalmente desnuda acostada en la cama y toda su ropa tirada en el piso junto a un preservativo usado.
- ¡Te cogiste a Gabriel, boluda! ¡Sos tremenda!- Le dije a mi hermana al día siguiente sin poder creerlo.
Ella no me dio ningún justificativo, simplemente me dijo que lo hizo porque tenía ganas y eso fue más que suficiente para mí. Pero entonces me surgió la duda y no me pude aguantar a preguntarle qué tal había sido. “La verdad… Muy bueno. ¡El pendejo es tremendo!” me respondió y mi cara de asombro aumentó más y más. Entonces, tal cual había hecho ella cuando yo volví de Bariloche, le pedí que me contara todo con lujo de detalles y Naiara entró a describir la noche bien caliente que había tenido con el que hasta ese momento venía siendo el nerd del curso.
Pero el resto de los días me la pasé yendo a visitar a mi novio. Mateo y yo volvíamos a estar juntos y a pesar era uno de los tres temas de los cuales más se hablaba en todo el colegio (los otros eran la relación de Clara y Manuel y la revelación de Gabriel como sex symbol). Todos los días iba a su casa después del colegio y almorzábamos juntos y nos pasábamos la tarde acostados en la cama ya que él tenía que hacer mucho reposo. Ya estaba mucho mejor de sus lesiones, pero todavía seguía algo complicado y tenía que ir a rehabilitación tres veces por semana.
- ¿Me vas a decir que no extrañas mi pija?- Me preguntó un día Gian Franco cuando salimos del colegio ya algo cansado de que lo rechazara todo el tiempo.
Acelerada, me di vuelta y coloqué mi mano encima de su pantalón. “Sí. Y mucho” le respondí y empecé a masajeársela en medio de la calle sin importarme que alguien pudiera verme. A pesar de eso le aclaré que estaba de novia con Mateo y que no podía seguir engañándolo como lo había hecho anteriormente. “Voy a extrañar mucho tu pija, pero tengo otra con la cual entretenerme” le dije y luego lo solté y me di vuelta para seguir caminando. A pesar de eso, Gian Franco me gritó algo que me hizo pensar mucho. Me dijo que esperaba que Mateo pudiera por fin complacerme, ya que en más de una oportunidad no lo había conseguido.
- Estoy saliendo con Luciana.- Me confesó de golpe y me quedé helada.
- ¿Qué?- Le pregunté dándome vuelta pensando que lo único que quería hacer Gian Franco era darme celos.
- Me estoy cogiendo a Luciana.- Insistió.- Yo te quiero a vos, pero tampoco voy a dejar pasar la oportunidad.
- Hacé lo que quieras.- Le contesté y me di vuelta y seguí caminando.
Lo que me gustaba de mi novio actualmente era que el accidente le había abierto los ojos y era un pibe completamente nuevo. Estaba leyendo un libro cuando llegué y me contó emocionado que había estado averiguando sobre algunas universidades en la ciudad. “Tengo unas ganas de que por fin podamos irnos” me dijo cuándo nos acostamos en la cama después de almorzar juntos y yo lo abrazara de manera romántica. Pero las palabras de mi ex amante seguían rebotando en mi cabeza. Hacía varias semanas que no tenía sexo y estaba deseosa de volver a hacerlo. No ayudaba en nada el hecho de que mi última experiencia había sido el trío con mis dos compañeros del colegio. Quería revivir el deseo con Mateo y tener algo nuevo entre los dos, pero no sabía hasta donde podía forzar su cuerpo.
Poco a poco empecé a acariciarle el pecho y a besarle el cuello mientras él seguía contándome de algunas cosas que había estado viendo. Estaba algo distraído, pero mis besos hicieron el efecto deseado y cuando Mateo se calló de golpe levanté la vista y vi que me miraba algo desentendido. “Amor… Sabes que no puedo hacer mucho esfuerzo yo” me dijo preocupado por lo que yo podía llegar a desear. Estaba al tanto de eso, pero en mi cabeza ya había planeado todo y él no tenía que hacer el más mínimo esfuerzo. Yo iba a ocuparme de todo. Iba a atenderlo muy bien y a cuidar de él como la novia buena que quería ser.
- Tranquilo amor. Yo me encargo.- Le dije bajando mi mano derecha de su pecho a su pantalón.
No me había dado cuenta de las ganas que tenía de gozar junto a él. Había pasado días y días preocupados por su estado de salud que había perdido la noción del tiempo y las semanas habían pasado de largo. No se me había cruzado por la cabeza la idea de tener sexo con él, ni siquiera provocarlo. Era como si lo hubiese estado cuidando tanto que no pensaba en otra cosa que él. Pero ahora que me había puesto a pesar en ello, ahora que Gian Franco me había provocado con sus palabras y sus confesiones, ahora sí estaba muy caliente.
Metí su mano adentro del pantalón y empecé a masajearle la pija que poco a poco se fue poniendo dura. Al mismo tiempo, seguía besándole el cuello y la oreja mientras que él me abrazaba y acariciaba la espalda. Se lo notaba nervioso, como si quería seguir avanzando pero a la vez le daba miedo. Pero yo tenía su verga en mi mano y estaba hablaba por si sola, pues se puso tan dura que tuve que bajarle el pantalón y el bóxer para poder seguir acariciándola con ganas. “Te extrañé mucho” me confesó él y me besó al mismo tiempo que me levantaba la remera.
Como quería que él se quedara acostado reposando, me fui sacando solita la ropa y Mateo aprovechaba el momento para acariciarme el cuerpo. Cuando dejé mis tetas en libertad fue directo a ellas y las besó y chupó delicadamente al mismo tiempo que yo lo pajeaba sensualmente. Tardé un ratito en sacarle la ropa a él, ya que lo hice con mucho cuidado, pero una vez que estuvo completamente desnudo fui bajando por su cuerpo, besándolo por todos lados y pasándole mi lengua por la piel. Se le notaban las cicatrices de las operaciones y eso me daba algo de pena por él, pero no quería dejar de disfrutar junto a mi novio.
Abrió sus piernas como pudo, pues todavía tenía el yeso en el tobillo izquierdo, y yo me coloqué entre ellas. Volví a sujetar su pija con firmeza y lo seguí pajeando mientras besaba su cintura y acariciaba su cuerpo. Levanté la vista y pude ver esa mirada de morboso que siempre me regalaba cuando estaba a punto de recibir su regalo. Me encantaba esa expresión en sus ojos, me fascinaba la forma en la que me miraba como diciéndome “dale, chupámela”. Abrí la boca, saqué mi lengua y la pasé suavemente desde la base hasta la punta, lamiéndola toda lentamente y mojándola un poquito. “¡Uhhh sí!” celebró él retorciéndose y cuando llegué hasta la cabecita se la comí entera.
Hacía mucho tiempo que no estaba con él y la verdad había perdido rastro total de su vida. No sabía si se estuvo viendo con alguien o si al menos tuvo sexo con alguna mujer. Lo que podía confirmar tranquilamente era que Mateo extrañaba mis petes y estaba deseoso de que yo le volviera a hacer uno. Ni bien me comí toda su pija, colocó una de sus manos en mi cabeza y empezó a acompañar mis movimientos que subían y bajaban por su verga bien dura. Yo me movía bien rápido, complaciéndolo como podía y tratando de aliviar un poco su dolor físico con placer.
- ¡Uhhh sí! ¡Esa boquita!- Volvió a decir entre gemidos y noté como su verga palpitaba entre mis labios.
Una vez que la tuve toda babosa en mi boca, me terminé de sacar la poca ropa que me quedaba y me acosté de costado nuevamente al lado de él. Sujeté una vez más su pija con mi mano y lo seguí pajeando mientras que él acariciaba mi cuerpo. Una de sus manos poco a poco fue bajando hasta mi cintura y cuando abrí las piernas dejé que sus dedos jugaran sobre mi conchita. Sentí como esta se iba mojando de a poco a medida que mi novio iba complaciéndome y calentándome más y más. Mi boca se posicionó en su cuello y lo fui besando al mismo tiempo que nuestras manos se volvían locas sobre el cuerpo del otro. En comparación con las últimas veces que habíamos estado, esta vez era todo más romántico, más suave y más buscado.
Cuando los dos ya no dábamos más de la calentura, me senté encima de su cintura y poco a poco fui sintiendo como su pija se clavaba en mí. “Despacito” me pidió él en un susurro y eso se debía a que su cuerpo todavía estaba muy dolorido. Eso hice, lentamente me empecé a mover hacia adelante y hacia atrás y fui sintiendo como su pija rozaba el interior de mi cuerpo con cada movimiento. No podía apoyar mis manos sobre su cuerpo, por lo que agarré las suyas y las llevé a mis tetas para pedirle que me tocara mientras yo lo guiaba. Todo lento, todo tranquilo, pero con una intensidad muy fuerte que hacía que cada desliz sea mucho más ardiente que el anterior.
- ¡Así! ¡Dale!- Me decía él susurrándome a tal punto que apenas podía oírlo.
Mis movimientos no dejaban de ser muy sutiles y cuidados, pues no quería que el placer se convirtiera en dolor de golpe. Una vez que sus manos se concentraron en mis tetitas y mis pezones, yo fui moviendo las mías por todo mi cuerpo y el suyo. Apenas rozando la piel, movía mis dedos por todos lados, sintiendo el calor de mi cuello, mi pancita, sus brazos y su pecho. Notaba como mis yemas apenas acariciaban los pelos de su cuerpo y como su piel se erizaba mientras que su pija seguía bailando suavemente adentro de mí. “¡Sí! ¡Me encanta!” me dijo él mirándome a los ojos y noté como su sonrisa morbosa aumentaba.
Muy sutilmente fui incrementando la velocidad de mis movimientos, pero siempre cuidando de que estos no fueran muy fuertes. Poco a poco empecé a subir y bajar mi cuerpo para dar suaves golpecitos contra su cintura, clavándome su pija bien a fondo. “¡Así! ¡Despacito!” insistía él que había pasado de acariciar solo mis tetas a tocar todo mi cuerpo. El placer iba incrementando en mi interior mientras que los movimientos se hacían más directos. Subía todo lo que podía, sentía como su pija salía de mi interior y bajaba de golpe de forma directa para clavarme su cuerpo en el mío. Mateo se mordía los labios, parecía empezar a sentir algo de dolor, pero era obvio que también disfrutaba mucho del momento.
Entonces no me pude controlar y dejé que mi cintura se volviera loca. “¡Ahí viene! ¡Aguantatela unos segundos!” le advertí y apoyé mis manos en sus brazos para no hacer presión sobre su hombro. Rápidamente aceleré mis movimientos y mi cintura comenzó a bajar y a subir a lo loco sobre su cuerpo. Su pija entraba y salía de mi conchita casi por competo y me encantaba, me volvía loca. Ahora sí podía sentir el placer máximo, notaba como de mi boca salían agitados suspiros y como él hacía un esfuerzo enorme para contener el dolor. Pero le encantaba, le fascinaba tenerme nuevamente ahí arriba suyo, cogiéndomelo con ganas y disfrutando de su cuerpo.
Acabé con fuerza y caí de golpe sobre su cuerpo y la mueca de dolor de Mateo se hizo evidente. Pero no fue solo eso, pues parecía que había dado en el blanco, ya que a pesar del daño que le había ocasionado, pude sentir como su pija explotaba adentro mío y como acababa una enorme cantidad de semen que llenaba todo mi interior. “¡Mmm mi amor!” le dije relamiéndome y acariciándole el rostro mientras me compadecía un poco de él. Mateo no daba más, en su cara se dibujaba una sonrisa que reflejaba el goce de la situación pero sus ojos se humedecieron tanto que se hizo evidente que el dolor también estaba presente.
Me salí de encima suyo, me limpié y lo ayudé a vestirse para después irle a buscar algo para calmar un poco el dolor. “Perdón mi amor, estaba muy caliente” le dije cuando volví a acostarme al lado suyo y él me dijo que no eran necesarias las disculpas ya que también estaba necesitando el sexo. Me había gustado, me había encantado la forma en la que habíamos esquivado los obstáculos para volver a conectarnos entre nosotros. Pero ni bien se hizo un silencio en su pieza, yo empecé a pensar en Gian Franco, en Santiago, en el chico del piercing y en todo el sexo fuerte y salvaje que había tenido esos meses y que había sido increíble. “Perdón mi amor, pero no me alcanza con esto” pensé mientras una sonrisa macabra se dibujaba en mi boca.
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