No dejes de pasar por mi mejor post
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa.html
No te vas a arrepentir
LA VENTA
Todo empezó cuando mi mujer tuvo la idea de renovar nuestro hogar, después de veinte años de matrimonio, trabajando codo a codo al fin habíamos logrado terminar de pagar el crédito hipotecario que nos ahogaba mes a mes, al fin podíamos decir que nuestra casa, era 'nuestra casa'
Y sin dudas no era la casa de nuestros sueños, pero era lo que en su momento pudimos pagar con el dinero que nos dio el banco, algunos ahorros que teníamos y un poco de ayuda de nuestros padres.
Pero ahora, sin tener que pagar mes a mes una jugosa suma a nuestro acreedor, María se sintió con la libertad de disponer esa suma para arreglar viejos problemas que teníamos.
En principio, la idea era hacer una remodelación básica, actualizando una construcción de cincuenta años a los tiempos presentes, necesitábamos refacciones, cambiar ventanas, un par de puertas que estaban en una situación de 'mirame pero no me toques', bajamos los techos y tuvimos que rehacer las instalaciones de agua, y energía, apenas zafamos de la parte de gas natural que la habíamos realizado un par de años atrás.
Y así nos lanzamos al vacío, convivimos por un año con la mugre de la arena y materiales de construcción, personal entrando y saliendo, rompiendo, martillando, fue caótico, pero poco a poco nuestras ideas fueron tomando forma, lo que teníamos en mente empezamos a verlo con nuestros ojos, cambiamos los viejos azulejos del baño por modernos cerámicos, los viejos plafones de iluminación por modernas luminarias spot, arreglamos el cuarto de los pequeños y aprovechamos un espacio perdido para transformarlo en una pequeña oficina independiente del hogar, aclaro que soy promotor de seguros generales y siempre atendía a mis clientes en el comedor principal de casa, y lógicamente eso molestaba un tanto a mi amada gordita, y no era cómodo para mi atender personas en medio del bullicio de los niños.
También limpiamos un galpón abandonado a su suerte que se emplazaba en el fondo del terreno, donde iban a parar todos los trastos viejos que no tenían futuro, mi idea era transformar ese sitio en un lugar ameno, un sitio para pasar las tardes, con parrilla, donde poder invitar amistades y darle cierto valor que en ese momento no tenía
Después de los últimos retoques vino el momento de pintar, y debo reconocer que mi bella gordita tiene un toque especial para estas cosas, eligió colores vivos que ciertamente le dio un impacto fresco a todo el ambiente, Lara, mi niña, eligió un tono lila apagado para su cuarto, y Matías el pequeño, no le importó el color, todo estaba bien mientras le dejáramos poner en la pared los posters de sus héroes de tv.
Cuando terminamos, nuestras arcas estaban vacías, pero era tiempo de mirar para adelante, se me ocurrió pensar en cambiar nuestro viejo coche que me estaba trayendo muchos dolores de cabeza, pero mi mujer tenía otra idea, para ella los autos eran sinónimo de tirar el dinero, prefería algún viaje que, por cierto, hacía tiempo no tomábamos vacaciones, o también veía con buenos ojos seguir cambiando algunas cosas de casa, es que tenía razón, ahora, con toda la edificación nueva, fresca y moderna, habían quedado viejos muebles que no cuajaban con cuadro.
Así nos sentamos a discutir, cuál de los tres caminos tomaríamos, descartamos el viaje, porque para hacer el viaje, necesitábamos un coche confiable, así que primero lo primero y pareció darme la razón, pero también pensamos en que no podíamos dejar todo a mitad camino y era una pena que los viejos muebles arruinaran todo lo bonito que habíamos construido juntos.
Y ahí fuimos nuevamente, una nueva mesa y un juego de sillas, un escritorio moderno para mi oficina, con un sillón reclinable, voló el viejo aparador que era de mis padres y llegó un moderno juego para poner un gran led y el equipo de audio, y la renovación llegó a nuestro dormitorio matrimonial, después de veinte años todo se veía viejo, algunos cajones se habían descolado, la cama rechinaba por todos lados y tenía incontables reparaciones caseras.
Tardamos otro año más en esa empresa y todo fue perfecto, salvo por un pequeño detalle, qué hacer con las cosas viejas? si bien para nosotros ya no tendrían uso, no podíamos solo regalarlas, sumarían unos buenos pesos en compra venta de usados, así que, para mi desgracia, todas las cosas terminaron 'provisoriamente' en mi amado quincho del fondo de casa, y vi como mi lugar preciado se transformaba nuevamente en un galpón improvisado de trastos en desuso.
Y me puse manos a la obra, saqué fotos, consensuamos precios lógicos para productos usados, y publiqué todo en la web, en un sitio de ventas de mi ciudad, también lo comenté entre amigos, conocidos y clientes quienes se quedaron con algunas cosas, pero el grueso estaba disponible.
Empecé a recibir consultas, llamadas, WhatsApp, mails, por aquí, por allá, vendí algunas cosas, y poco a poco fui limpiando mi lugar en el mundo.
Y entre tantas consultas, alguien preguntó si aún tenía disponible la cama matrimonial y el viejo juego de dormitorio, fueron unas líneas de WhatsApp como tantas que recibía, pero no sería una consulta más, es que me llamó mucho la atención de su foto de perfil, era una selfie muy audaz, en traje de baño, en la piscina de algún club de la ciudad, era algo entre sexi y provocativa.
Pasé varios minutos viendo en detalle esa foto, no era que se me hiciera atractiva, en verdad era una flaca puro huesos y mi debilidad siempre fueron las rellenitas y pulposas, pero era solo que tenía un no sé qué, se veía bastante personal y no era el tipo de fotos que una persona pone en su perfil de WhatsApp a menos que no se quiera pasar desapercibida.
Su leyenda además decía 'la vida es una sola y hay que vivirla' y eso hacía su perfil más intrigante todavía.
Me limité a contestarle, solamente le dije que sí, que aún estaba disponible, tratando de no mostrar nada más que una respuesta comercial, esperé unas horas, y al día siguiente, y al próximo, pero jamás aparecieron las tildes azules evidenciando su lectura, y pronto esa consulta cayó en el olvido.
Habían pasado diez días cuando ella volvió a la carga, me dijo que la disculpara, que no había estado en la ciudad y nuevamente preguntaba por el juego de dormitorio, si aún estaba disponible y si podía considerar alguna rebaja, puesto que andaba corta de dinero, le dije que viniera a verlo y si realmente le interesaba, podíamos discutir el precio, y después de algunos intercambios de mensajes quedamos en un día y en un horario.
Lo bueno, es que sabía que estaría solo en casa, mi mujer tenía sus obligaciones y los chicos las suyas, lo malo, me dijo que vendría con su novio, o con su papá, ya que ella no conocía muy bien la zona.
Para ser honesto, en ese momento eran detalles irrelevantes puesto que solo eran fantasías tontas que pasaban por mi cabeza, eran más preguntas ciegas por una desconocida que se me hacía intrigante, pero no había ningún motivo para asumir nada más que un mero interés comercial.
Esa tarde esperé sin muchas expectativas, muchas personas prometían visitas que nunca se concretaban, ya había aprendido la lección, pero, sin embargo, me miré varias veces al espejo, con un aire de tonto conquistador.
Cinco minutos después de la hora pactada, un nuevo WhatsApp de su parte me confirmaba que estaba un poco demorada, pero que llegaría en breve.
No supe si hacía demasiado calor o una tonta ilusión juvenil me hacía subir la presión, abrí las ventanas, di vueltas en redondo como un perro que se quiere alcanzar la cola y al fin sentí el sonido del timbre de la puerta de casa.
Fui al frente, sabía que era ella, Cintia era su nombre, le extendí la mano, pero ella me sorprendió con un beso en la mejilla, calculé entre veinticinco y treinta años, y si bien como dije, no era mi tipo, no podía dejar de ser llamativa.
Ella era muy flaca, demasiado, de piel clara con un tono apenas cobrizo logrado con los rayos del sol, una sonrisa llamativa y audaz se dibujaba en su rostro, una cabellera oscura y renegrida a media espalda estaba libre al viento. Tenía un top con encajes y transparencias, sin mangas, llegando apenas a su vientre, apenas se dibujaban por debajo unos imperceptibles pechos, era muy plana. Un tatoo sobre su lado derecho, en rosas rojas arrancaba en su cintura, parecía perderse hacia abajo, lucía un short en tela de jean, bastante holgado, degastado y rasgado, en azul con marcados pespuntes amarillos, por debajo de sus huesudas caderas, las que se marcaban en una forma muy sugerente. Y ese pantalón sostenido en la nada, tan abajo daba la idea de caerse en cualquier momento haciendo equilibrio en la nada misma y dejaba ese deseo oculto en mí de que sucediera, pero ella tenía todo bajo control.
Llamaron también mi atención unas zapatillas negras acordonadas, bastantes desprolijas y la cantidad de pulseras baratas en sus muñecas que la hacían sentir como una víbora cascabel.
La invité a pasar, y a su novio, o su papá, pero no, estaba sola, había venido sola.
Le dije que me acompañara, en el camino reparó en unas fotos de mi mujer y mis hijos que descansaban en retratos de pared, me dijo algo así como 'asumí que eras un hombre sin compromisos' y noté esa sensualidad peligrosa, jugando con palabras que no se debe jugar y solo le pedí que me acompañara para ver lo que había venido a ver.
Llegamos, me quedé a un lado, y mientras ella miraba los muebles, yo la miraba a ella. Cintia empezó a preguntar sobre la historia de esa cama, de mi matrimonio, y cosas que bordeaban el abismo, se tiró un par de veces sobre el colchón y en esos movimientos, su jean se bajó un par de centímetros más, como para dejarme ver por detrás una diminuta tanguita perdida en la raya de su flaco trasero, diablos, no sabía qué hacer, las gotas de transpiración rodaban por mi frente, se puso en cuatro patas sobre el colchón y solo saltó rítmicamente como si estuviera teniendo sexo y dijo
No sé... hace mucho ruido, y mi departamento tiene paredes finas, ya sabes, los vecinos...
Yo solo respondí con una sonrisa nerviosa, es que era evidente que ella empezaba a jugar los juegos que yo tenía solo en mi imaginación, y ella no daría muchos rodeos, empezó a preguntarme cuando volvería mi esposa, mis hijos, como podría hacerle alguna rebaja puesto que ella no tenía dinero y sentí las gotas de transpiración correr por mi frente.
Dejando la cama vino donde yo estaba parado, me miró de cerca en forma lasciva, tomó mi mano sin quitar sus ojos de los míos y la condujo entre su vientre y su holgado pantaloncito, la deslicé sin problemas y llegué sobre su tanguita, me invitó a hurgar más profundo para acariciar sus suaves labios depilados y llenar mis dedos con su néctar. Se estiró en puntas de pies y me besó profundamente, con un beso de enamoramiento entre dos perfectos desconocidos.
Sin tapujos volvió sobre la cama, dejando en el camino el jean y la tanga de lado, sus caderas huesudas llamaron mi atención, se recostó y abriendo sus piernas me indicó que fuera sobre ella, no esperaría una segunda invitación, me arrodillé a los pies de la vieja cama donde tantas veces lo había hecho con mi esposa, Cintia tenía una concha abultada con labios marcados, y un contundente jugo entre transparente y blancuzco había bañado su sexo.
Solo cerré mis ojos y empecé a chupársela, muy rico, sabía muy rico, sus labios, sus huequitos, sus gemidos llegando a mis oídos y una profunda erección que martillaba entre mis piernas. Subí mis manos y le levanté el top, apenas se marcaban sus pezones en unos pechos casi imperceptibles, no importaba, me gustaba como era.
Subí más entonces para lamérselos, para acariciárselos, sabían cómo dos piedritas preciosas perdidas en el medio del desierto, ella se contorsionaba bajo el peso de mi cuerpo, con sus piernas abiertas entre las mías, había llevado su mano derecha para masturbarse mientras yo alternaba entre sus tetitas y su boca, su mano izquierda acariciaba con fuerza mi espalda y todo se me hacía tan loco como erótico. Fue cuando me suplicó para que la cogiera.
Atolondrado como adolescente principiante me enredé en mí mismo para sacarme el pantalón y mi ropa interior, cosa que le causó gracia, pero al fin volví al juego y le metí toda la pija hasta al fondo, arrancándole un grito contenido, de esos tan sensuales que las mujeres nos regalan a los hombres.
Y solo fueron minutos perfectos de placer, ella estaba tan mojada que mi pija resbalaba con demasiada facilidad en su interior, incluso palpé como mis testículos y su esfínter estaban empapados con sus jugos.
Cambiamos de posición, me senté sobre la cama y ella se sentó con sus piernas abiertas frente a mí, rodeándome con sus brazos, tomó mi pija entre sus dedos y solo se sentó encima para empezar a moverse con cadencia.
Yo la ayudaba con un brazo por la cintura, con la otra mano por sus nalgas, llevé mis dedos a su excitante culito y estaba tan mojada que le enterré dos juntos hasta el fondo, sin la menor resistencia y ella se mostró muy a gusto con eso.
Gemía como una cerda, y yo simulaba una doble penetración, sintiendo en mis dedos como entraba y salía mi pija de su concha, Cintia fue por más, una de sus manos fue sobre la mía, la que la tenía por detrás, y con un poco de forcejeo agregó en su culo un dedo suyo junto a los, y la sentí acariciar los dos míos en un juego acompasado.
Se la iba a dar por el culo, pero yo ya estaba al límite de mis resistencias, mi orgasmo era inevitable, presente y ella también lo notó.
Como una gata saltó de donde estaba y me recostó hacia atrás, me dijo que quería chupármela, y fue su turno de venir entre mis piernas. Ella me miraba con cara perversa, interponiendo mi glande entre nuestros ojos, me lo hacía con la mano, me escupía y me la chupaba toda, cambiando permanentemente de tácticas, parecía poseída, parecía que iba a arrancármela.
Mi leche caliente empezó a saltar en largos chorros, empapando todo a su paso, mi pecho, mi vientre, mi pubis, su rostro, su boca, sus manos y todo terminó en una eterna sonrisa contagiosa.
Nos cambiamos en silencio, como extraños, yo estaba desenfocado, encerrado en mis pensamientos, es que la diferencia generacional era demasiado abismal entre ambos, en mi generación no existía el casi abuso de una mujer hacia un hombre como era lo que había sentido, no, yo era de los días de las conquistas eternas, en los que solo pagando te llevabas a una mujer a la cama en un abrir y cerrar de ojos, pero Cintia... ella vino por mí y solo se dio el gusto, por ella, porque en verdad jamás fui un tipo atractivo ni ganador con las mujeres.
A la semana siguiente, alquilé un flete y le llevé a su domicilio el juego de dormitorio donde habíamos hecho el amor.
Cintia vivía casi en las afueras de la ciudad, en una casita humilde, me atendió su pareja, un flaco desgarbado y narigón, con pinta vago. Le dimos una mano para acomodar las cosas, ella era toda una extraña, estaba con los cabellos mojados como recién lavados, con unas calzas negras y una remera larga, estaba descalza y solo se dedicó a dar órdenes, tratándome como un total desconocido, como si nada hubiera pasado entre nosotros. Fue la última vez que la vi.
Solo me quedan sus recuerdos, y la parte graciosa de la historia, hacerle entender a mi gordita que había perdido el dinero de la venta, me comí todos los insultos, pero claro, no podía explicarle la forma en que Cintia me los había pagado.
Si te gustó esta historia puedes escribirme con título 'LA VENTA' a dulces.placeres@live.com
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No te vas a arrepentir
LA VENTA
Todo empezó cuando mi mujer tuvo la idea de renovar nuestro hogar, después de veinte años de matrimonio, trabajando codo a codo al fin habíamos logrado terminar de pagar el crédito hipotecario que nos ahogaba mes a mes, al fin podíamos decir que nuestra casa, era 'nuestra casa'
Y sin dudas no era la casa de nuestros sueños, pero era lo que en su momento pudimos pagar con el dinero que nos dio el banco, algunos ahorros que teníamos y un poco de ayuda de nuestros padres.
Pero ahora, sin tener que pagar mes a mes una jugosa suma a nuestro acreedor, María se sintió con la libertad de disponer esa suma para arreglar viejos problemas que teníamos.
En principio, la idea era hacer una remodelación básica, actualizando una construcción de cincuenta años a los tiempos presentes, necesitábamos refacciones, cambiar ventanas, un par de puertas que estaban en una situación de 'mirame pero no me toques', bajamos los techos y tuvimos que rehacer las instalaciones de agua, y energía, apenas zafamos de la parte de gas natural que la habíamos realizado un par de años atrás.
Y así nos lanzamos al vacío, convivimos por un año con la mugre de la arena y materiales de construcción, personal entrando y saliendo, rompiendo, martillando, fue caótico, pero poco a poco nuestras ideas fueron tomando forma, lo que teníamos en mente empezamos a verlo con nuestros ojos, cambiamos los viejos azulejos del baño por modernos cerámicos, los viejos plafones de iluminación por modernas luminarias spot, arreglamos el cuarto de los pequeños y aprovechamos un espacio perdido para transformarlo en una pequeña oficina independiente del hogar, aclaro que soy promotor de seguros generales y siempre atendía a mis clientes en el comedor principal de casa, y lógicamente eso molestaba un tanto a mi amada gordita, y no era cómodo para mi atender personas en medio del bullicio de los niños.
También limpiamos un galpón abandonado a su suerte que se emplazaba en el fondo del terreno, donde iban a parar todos los trastos viejos que no tenían futuro, mi idea era transformar ese sitio en un lugar ameno, un sitio para pasar las tardes, con parrilla, donde poder invitar amistades y darle cierto valor que en ese momento no tenía
Después de los últimos retoques vino el momento de pintar, y debo reconocer que mi bella gordita tiene un toque especial para estas cosas, eligió colores vivos que ciertamente le dio un impacto fresco a todo el ambiente, Lara, mi niña, eligió un tono lila apagado para su cuarto, y Matías el pequeño, no le importó el color, todo estaba bien mientras le dejáramos poner en la pared los posters de sus héroes de tv.
Cuando terminamos, nuestras arcas estaban vacías, pero era tiempo de mirar para adelante, se me ocurrió pensar en cambiar nuestro viejo coche que me estaba trayendo muchos dolores de cabeza, pero mi mujer tenía otra idea, para ella los autos eran sinónimo de tirar el dinero, prefería algún viaje que, por cierto, hacía tiempo no tomábamos vacaciones, o también veía con buenos ojos seguir cambiando algunas cosas de casa, es que tenía razón, ahora, con toda la edificación nueva, fresca y moderna, habían quedado viejos muebles que no cuajaban con cuadro.
Así nos sentamos a discutir, cuál de los tres caminos tomaríamos, descartamos el viaje, porque para hacer el viaje, necesitábamos un coche confiable, así que primero lo primero y pareció darme la razón, pero también pensamos en que no podíamos dejar todo a mitad camino y era una pena que los viejos muebles arruinaran todo lo bonito que habíamos construido juntos.
Y ahí fuimos nuevamente, una nueva mesa y un juego de sillas, un escritorio moderno para mi oficina, con un sillón reclinable, voló el viejo aparador que era de mis padres y llegó un moderno juego para poner un gran led y el equipo de audio, y la renovación llegó a nuestro dormitorio matrimonial, después de veinte años todo se veía viejo, algunos cajones se habían descolado, la cama rechinaba por todos lados y tenía incontables reparaciones caseras.
Tardamos otro año más en esa empresa y todo fue perfecto, salvo por un pequeño detalle, qué hacer con las cosas viejas? si bien para nosotros ya no tendrían uso, no podíamos solo regalarlas, sumarían unos buenos pesos en compra venta de usados, así que, para mi desgracia, todas las cosas terminaron 'provisoriamente' en mi amado quincho del fondo de casa, y vi como mi lugar preciado se transformaba nuevamente en un galpón improvisado de trastos en desuso.
Y me puse manos a la obra, saqué fotos, consensuamos precios lógicos para productos usados, y publiqué todo en la web, en un sitio de ventas de mi ciudad, también lo comenté entre amigos, conocidos y clientes quienes se quedaron con algunas cosas, pero el grueso estaba disponible.
Empecé a recibir consultas, llamadas, WhatsApp, mails, por aquí, por allá, vendí algunas cosas, y poco a poco fui limpiando mi lugar en el mundo.
Y entre tantas consultas, alguien preguntó si aún tenía disponible la cama matrimonial y el viejo juego de dormitorio, fueron unas líneas de WhatsApp como tantas que recibía, pero no sería una consulta más, es que me llamó mucho la atención de su foto de perfil, era una selfie muy audaz, en traje de baño, en la piscina de algún club de la ciudad, era algo entre sexi y provocativa.
Pasé varios minutos viendo en detalle esa foto, no era que se me hiciera atractiva, en verdad era una flaca puro huesos y mi debilidad siempre fueron las rellenitas y pulposas, pero era solo que tenía un no sé qué, se veía bastante personal y no era el tipo de fotos que una persona pone en su perfil de WhatsApp a menos que no se quiera pasar desapercibida.
Su leyenda además decía 'la vida es una sola y hay que vivirla' y eso hacía su perfil más intrigante todavía.
Me limité a contestarle, solamente le dije que sí, que aún estaba disponible, tratando de no mostrar nada más que una respuesta comercial, esperé unas horas, y al día siguiente, y al próximo, pero jamás aparecieron las tildes azules evidenciando su lectura, y pronto esa consulta cayó en el olvido.
Habían pasado diez días cuando ella volvió a la carga, me dijo que la disculpara, que no había estado en la ciudad y nuevamente preguntaba por el juego de dormitorio, si aún estaba disponible y si podía considerar alguna rebaja, puesto que andaba corta de dinero, le dije que viniera a verlo y si realmente le interesaba, podíamos discutir el precio, y después de algunos intercambios de mensajes quedamos en un día y en un horario.
Lo bueno, es que sabía que estaría solo en casa, mi mujer tenía sus obligaciones y los chicos las suyas, lo malo, me dijo que vendría con su novio, o con su papá, ya que ella no conocía muy bien la zona.
Para ser honesto, en ese momento eran detalles irrelevantes puesto que solo eran fantasías tontas que pasaban por mi cabeza, eran más preguntas ciegas por una desconocida que se me hacía intrigante, pero no había ningún motivo para asumir nada más que un mero interés comercial.
Esa tarde esperé sin muchas expectativas, muchas personas prometían visitas que nunca se concretaban, ya había aprendido la lección, pero, sin embargo, me miré varias veces al espejo, con un aire de tonto conquistador.
Cinco minutos después de la hora pactada, un nuevo WhatsApp de su parte me confirmaba que estaba un poco demorada, pero que llegaría en breve.
No supe si hacía demasiado calor o una tonta ilusión juvenil me hacía subir la presión, abrí las ventanas, di vueltas en redondo como un perro que se quiere alcanzar la cola y al fin sentí el sonido del timbre de la puerta de casa.
Fui al frente, sabía que era ella, Cintia era su nombre, le extendí la mano, pero ella me sorprendió con un beso en la mejilla, calculé entre veinticinco y treinta años, y si bien como dije, no era mi tipo, no podía dejar de ser llamativa.
Ella era muy flaca, demasiado, de piel clara con un tono apenas cobrizo logrado con los rayos del sol, una sonrisa llamativa y audaz se dibujaba en su rostro, una cabellera oscura y renegrida a media espalda estaba libre al viento. Tenía un top con encajes y transparencias, sin mangas, llegando apenas a su vientre, apenas se dibujaban por debajo unos imperceptibles pechos, era muy plana. Un tatoo sobre su lado derecho, en rosas rojas arrancaba en su cintura, parecía perderse hacia abajo, lucía un short en tela de jean, bastante holgado, degastado y rasgado, en azul con marcados pespuntes amarillos, por debajo de sus huesudas caderas, las que se marcaban en una forma muy sugerente. Y ese pantalón sostenido en la nada, tan abajo daba la idea de caerse en cualquier momento haciendo equilibrio en la nada misma y dejaba ese deseo oculto en mí de que sucediera, pero ella tenía todo bajo control.
Llamaron también mi atención unas zapatillas negras acordonadas, bastantes desprolijas y la cantidad de pulseras baratas en sus muñecas que la hacían sentir como una víbora cascabel.
La invité a pasar, y a su novio, o su papá, pero no, estaba sola, había venido sola.
Le dije que me acompañara, en el camino reparó en unas fotos de mi mujer y mis hijos que descansaban en retratos de pared, me dijo algo así como 'asumí que eras un hombre sin compromisos' y noté esa sensualidad peligrosa, jugando con palabras que no se debe jugar y solo le pedí que me acompañara para ver lo que había venido a ver.
Llegamos, me quedé a un lado, y mientras ella miraba los muebles, yo la miraba a ella. Cintia empezó a preguntar sobre la historia de esa cama, de mi matrimonio, y cosas que bordeaban el abismo, se tiró un par de veces sobre el colchón y en esos movimientos, su jean se bajó un par de centímetros más, como para dejarme ver por detrás una diminuta tanguita perdida en la raya de su flaco trasero, diablos, no sabía qué hacer, las gotas de transpiración rodaban por mi frente, se puso en cuatro patas sobre el colchón y solo saltó rítmicamente como si estuviera teniendo sexo y dijo
No sé... hace mucho ruido, y mi departamento tiene paredes finas, ya sabes, los vecinos...
Yo solo respondí con una sonrisa nerviosa, es que era evidente que ella empezaba a jugar los juegos que yo tenía solo en mi imaginación, y ella no daría muchos rodeos, empezó a preguntarme cuando volvería mi esposa, mis hijos, como podría hacerle alguna rebaja puesto que ella no tenía dinero y sentí las gotas de transpiración correr por mi frente.
Dejando la cama vino donde yo estaba parado, me miró de cerca en forma lasciva, tomó mi mano sin quitar sus ojos de los míos y la condujo entre su vientre y su holgado pantaloncito, la deslicé sin problemas y llegué sobre su tanguita, me invitó a hurgar más profundo para acariciar sus suaves labios depilados y llenar mis dedos con su néctar. Se estiró en puntas de pies y me besó profundamente, con un beso de enamoramiento entre dos perfectos desconocidos.
Sin tapujos volvió sobre la cama, dejando en el camino el jean y la tanga de lado, sus caderas huesudas llamaron mi atención, se recostó y abriendo sus piernas me indicó que fuera sobre ella, no esperaría una segunda invitación, me arrodillé a los pies de la vieja cama donde tantas veces lo había hecho con mi esposa, Cintia tenía una concha abultada con labios marcados, y un contundente jugo entre transparente y blancuzco había bañado su sexo.
Solo cerré mis ojos y empecé a chupársela, muy rico, sabía muy rico, sus labios, sus huequitos, sus gemidos llegando a mis oídos y una profunda erección que martillaba entre mis piernas. Subí mis manos y le levanté el top, apenas se marcaban sus pezones en unos pechos casi imperceptibles, no importaba, me gustaba como era.
Subí más entonces para lamérselos, para acariciárselos, sabían cómo dos piedritas preciosas perdidas en el medio del desierto, ella se contorsionaba bajo el peso de mi cuerpo, con sus piernas abiertas entre las mías, había llevado su mano derecha para masturbarse mientras yo alternaba entre sus tetitas y su boca, su mano izquierda acariciaba con fuerza mi espalda y todo se me hacía tan loco como erótico. Fue cuando me suplicó para que la cogiera.
Atolondrado como adolescente principiante me enredé en mí mismo para sacarme el pantalón y mi ropa interior, cosa que le causó gracia, pero al fin volví al juego y le metí toda la pija hasta al fondo, arrancándole un grito contenido, de esos tan sensuales que las mujeres nos regalan a los hombres.
Y solo fueron minutos perfectos de placer, ella estaba tan mojada que mi pija resbalaba con demasiada facilidad en su interior, incluso palpé como mis testículos y su esfínter estaban empapados con sus jugos.
Cambiamos de posición, me senté sobre la cama y ella se sentó con sus piernas abiertas frente a mí, rodeándome con sus brazos, tomó mi pija entre sus dedos y solo se sentó encima para empezar a moverse con cadencia.
Yo la ayudaba con un brazo por la cintura, con la otra mano por sus nalgas, llevé mis dedos a su excitante culito y estaba tan mojada que le enterré dos juntos hasta el fondo, sin la menor resistencia y ella se mostró muy a gusto con eso.
Gemía como una cerda, y yo simulaba una doble penetración, sintiendo en mis dedos como entraba y salía mi pija de su concha, Cintia fue por más, una de sus manos fue sobre la mía, la que la tenía por detrás, y con un poco de forcejeo agregó en su culo un dedo suyo junto a los, y la sentí acariciar los dos míos en un juego acompasado.
Se la iba a dar por el culo, pero yo ya estaba al límite de mis resistencias, mi orgasmo era inevitable, presente y ella también lo notó.
Como una gata saltó de donde estaba y me recostó hacia atrás, me dijo que quería chupármela, y fue su turno de venir entre mis piernas. Ella me miraba con cara perversa, interponiendo mi glande entre nuestros ojos, me lo hacía con la mano, me escupía y me la chupaba toda, cambiando permanentemente de tácticas, parecía poseída, parecía que iba a arrancármela.
Mi leche caliente empezó a saltar en largos chorros, empapando todo a su paso, mi pecho, mi vientre, mi pubis, su rostro, su boca, sus manos y todo terminó en una eterna sonrisa contagiosa.
Nos cambiamos en silencio, como extraños, yo estaba desenfocado, encerrado en mis pensamientos, es que la diferencia generacional era demasiado abismal entre ambos, en mi generación no existía el casi abuso de una mujer hacia un hombre como era lo que había sentido, no, yo era de los días de las conquistas eternas, en los que solo pagando te llevabas a una mujer a la cama en un abrir y cerrar de ojos, pero Cintia... ella vino por mí y solo se dio el gusto, por ella, porque en verdad jamás fui un tipo atractivo ni ganador con las mujeres.
A la semana siguiente, alquilé un flete y le llevé a su domicilio el juego de dormitorio donde habíamos hecho el amor.
Cintia vivía casi en las afueras de la ciudad, en una casita humilde, me atendió su pareja, un flaco desgarbado y narigón, con pinta vago. Le dimos una mano para acomodar las cosas, ella era toda una extraña, estaba con los cabellos mojados como recién lavados, con unas calzas negras y una remera larga, estaba descalza y solo se dedicó a dar órdenes, tratándome como un total desconocido, como si nada hubiera pasado entre nosotros. Fue la última vez que la vi.
Solo me quedan sus recuerdos, y la parte graciosa de la historia, hacerle entender a mi gordita que había perdido el dinero de la venta, me comí todos los insultos, pero claro, no podía explicarle la forma en que Cintia me los había pagado.
Si te gustó esta historia puedes escribirme con título 'LA VENTA' a dulces.placeres@live.com
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