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Mi primer hombre

No dejes de pasar por mi mejor post

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No te vas a arrepentir


MI PRIMER HOMBRE


Hoy en día mi homosexualidad no supone demasiados problemas, y aunque estamos lejos del ideal al que aspiramos donde no se discrimine por una preferencia sexual, hay mucho empuje social sobre este tema y el hecho de que figuras reconocidas como Ricky Martin lo hicieran público, supone un avance muy importante.

Pero no siempre fue así, apenas una decena de años atrás la vida era dura para una persona con mis inclinaciones y vivía mis encuentros íntimos en una forma muy clandestina, y cuando alguna persona se enteraba nos trataban peores que a leprosos.
Así aprendí a vivir, ocultando mis sentimientos, tratando de ser para el mundo lo que el mundo imponía que fuese.

Pero viví mi vida a mi manera, mi primer novio por así llamarlo lo tuve en mi adolescencia.
Papá y mamá estaban divorciados y a mi padre lo veía poco y nada, vivía solo con mamá y con mi hermana mayor, en un departamento modesto de las afueras de la ciudad. Mamá trabajaba muchas horas fuera de casa y mi hermana tampoco solía estar, o eran sus estudios, o eran sus amigas, o era Martín, uno de los noviecitos que supo tener en esos días.
Por lo tanto, yo pasaba muchas horas solo, y encerrado en mis aburrimientos pasó lo que tenía que pasar, buscando por curioso, encontré por casualidad un enorme consolador que mi mamá guardaba con recelo, estaba muy bien camuflado al fondo de uno de sus cajones de ropa interior.
Me sorprendió enterarme que mi madre usara esas cosas, en especial por lo golosa al ver su tamaño, enorme para una vagina, pero asesino para mi culito.
Solo jugué con él, lo lamí, y con mucho esfuerzo me lo metí en la cola, y me masturbé hasta eyacular.
Recuerdo que estaba muy nervioso por la situación, lo lavé con esmero y traté de acomodarlo como mamá lo tenía para que ella no lo notara

Y fue mi primer amor, mi droga, mi adicción, cada vez que podía iba por él y aprendí a gozar lo que deseaba gozar.
Y no fue suficiente, llegó el turno de hurgar en los cajones de mi hermana, si mi madre tenía uno tal vez ella tuviera otro, pero no fue el caso. Pero si empecé a reparar en la ropa interior que ella usaba, muy de chica de veinte, muy sexi, muy llamativas, y si a mamá le robaba su juguete, a mi hermana le robaba sus tangas. Me gustaba probarlas y verme al espejo.
A veces, solo le robaba alguna y me iba al colegio con su ropa interior, secretamente, sin que nadie lo supiera, me gustaba sentir el roce de los elásticos entre mis nalgas al caminar.
Y me hice mujercita a escondidas, usando prendas robadas, probando tacos altos y dejando mi esfínter bien dilatado por mi obsesiva adicción a ese consolador. También empecé a depilarme, no me gustaban mis nalgas peludas y yo quería tener una cola más femenina.

Y llegarían mis días de locura, pasados los veinte, algo me impulsó a vivir la vida y dejar de lado toda la opresión psicológica de años de ocultar mis deseos y disfrutar a pleno mi sexualidad.
Había terminado mis estudios secundarios y pensaba empezar alguna terciaria, pero también buscaba algún empleo fijo para solventar mis gastos, me la pasaba haciendo changas para obtener algunos pesos, pero mamá era quien seguía manteniéndome, y ya sentía una vergüenza enorme que pesaba sobre mis hombros. Así que en esos días me la pasaba de entrevista en entrevista en donde surgiera una oportunidad.

Fue mi primer empleo formal, repositor en una cadena de supermercados muy importante de la ciudad, el único inconveniente fue que me mandaron a la sucursal del centro, que distaba casi hora y media de mi casa, en transporte público, pero en ese momento no estaba en posición de planteos.
Y así fueron mis primeros días, no éramos muchos, estábamos bajo el mando del señor Roberto, así lo llamaban por respeto, pero Roberto tenía apenas veintiocho años.
El se había iniciado como repositor, pero era muy hábil y prontamente le habían dado una jefatura, Roberto era un carilindo, de cabellos castaños y ojos tristes que se contraponían a las sonrisas que siempre se dibujaban en su boca, de altura promedio, de contextura delgada, con un lenguaje muy pulido y una presencia intachable, de esos que están hasta el más mínimo detalle para que su estampa luzca perfecta.

En esos días el me capacitó sobre mi trabajo y era quien vigilaba lo que hacía, me indicaba como acomodar los productos, cuales iban en las punteras de las góndolas, cuales iban a la altura de la vista de los compradores y cuales podían ubicase casi en el piso, todo tenía importancia, estrategias de ventas, nada era al azar.
El cada tanto pasaba inspeccionando lo que hacía y solía poner su mano en mi hombro para indicarme algo, para felicitarme o solo para saber si todo estaba bien.
Iba todo de maravillas con él, a veces me contaba historias, muy tristes, acerca de su amor perdido, me decía que era viudo, que su esposa había fallecido en un choque de autos y que se sentía culpable puesto que él conducía, que volvían de una fiesta y que estaba un poco pasado de copas. Cuando me contaba esas historias, su mirada se perdía en el infinito y sus ojos se llenaban de lágrimas.

Sin embargo, mis compañeros de trabajo tenían otra versión acerca de Roberto. Cuando él no estaba en el grupo, los chicos se mostraban muy socarrones con su figura, me aconsejaron que me anduviera con cuidado, que Roberto era un maldito mentiroso, y que le gustaban los chicos jovencitos como yo, también hablaban del fraude de su esposa, a él no le gustaban las mujeres y jamás había tenido una, pero se empeñaba en contar esa historia, una y otra vez a quien quisiera escucharla, pero todos sabían que Roberto era un puto reprimido.
Yo solo reía con la manada, porque eso marcaba la sociedad, pero por dentro estaba confundido, Roberto sonaba muy convincente, pero mis compañeros parecían estar seguros de las acusaciones hacia el jefe y honestamente, deseaba con toda mi alma que la opción del mentiroso puto reprimido sea la correcta.

Pasaron lo meses, entró un repositor nuevo, y también una chica, pero se hizo evidente que para Roberto no resultaban relevantes y que yo era su centro de mira, siempre pendiente, siempre arriba, con sus grandes manos en mis hombros, como una peligrosa fraternidad, con sus historias, con sus lamentos, con su amor perdido. Y lo cierto es que yo ya tenía la debida confianza con mi jefe, lo tuteaba y lo trataba de igual a igual, así que una mañana saqué coraje de donde no lo tenía y pregunté sin medir las consecuencias

Roberto, por qué me cuentas siempre las mismas historias?

El sintió el impacto de mi crudeza y respondió lo primero que se le vino a la cabeza

No sé, pensé que no te molestaría...
No me molesta que me cuentes, me molesta que me mientas - dije secamente -
Que te mienta? - dijo sorprendido - por qué dices que te miento? me ofendes...
Tu esposa, ahora se llama Victoria, antes se llamaba Virginia... - era evidente que él había pisado en falso
Ehhh.... Victoria, si, Virginia - buscando una respuesta convincente
Si, en qué quedamos? - disparé sintiendo que lo tenía acorralado
Es que se llamaba Victoria Virginia! - retrucó tratando de sonar convincente

Le saqué con desprecio la mano que reposaba en mi hombro derecho y le hice saber que era un fiasco, le dije en la cara que los chicos decían que era un mentiroso, y todas las historias de un amor perdido, así que el solo me respondió

Te propongo una cosa, cuando terminemos la jornada, te llevaré a casa y te mostraré sus fotos, verás que bonita que era...

Le dije que estaba bien, que no tenía nada que hacer, aunque debí suspender una visita de rutina programada con mi dentista, es que solo no podía dejar de pasar la oportunidad.
Salimos, Roberto tenía una hermosa camioneta americana negra, con imponentes cromados, siempre estaba impecable, me subí a su lado y emprendimos el viaje. Durante el trayecto casualmente el sacó el tema de mi vida personal, si tenía novia, que nunca me había visto con alguna chica, o si me gustaba alguna compañera de trabajo, obviamente tratando de adivinar indirectamente sobre mis preferencias sexuales.
Llegamos, su departamento era modesto, no estaba a la altura de su camioneta, pasamos, me hizo sentar, vino por detrás y apoyó sugestivamente ambas manos en mis hombros, a los lados de la cabeza.

Empezó a narrarme sobre su supuesta esposa, sobre un lateral había recuadros con fotos enmarcadas, pero no decían demasiado, tal vez fuera su hermana, una amiga, no había ninguna evidenciando un romance, un beso, una mirada. No entendía porque Ricardo seguía dando vueltas con esa historia si estaba seguro de que el objetivo era solo coger, se notaba quien era y el notaba quien yo era.


Mi primer hombre


Vení, seguime - dijo caminando hacia otra habitación

Fuimos a su dormitorio, abrió un cajón donde había acumuladas prendas íntimas de mujer, lencería muy sensual y erótica

Apuesto que la extrañas mucho - susurré solo para seguirle el juego

Roberto no dijo nada, y me desesperaba en un juego en el que parecería que nunca daría el paso final.
Solo lo tomé del cuello y con fuerza pegué mis labios a los suyos y metí mi lengua en su boca, entonces el me apartó bruscamente con marcado enfado y me recriminó a viva voz

Que hacés? yo no soy marica! estás loco?

Reculó a la defensiva a viva voz, hasta el borde de la cama, volví a la carga y lo besé nuevamente a la fuerza, esta vez el me besó y con prontitud dejó caer sus pantalones, luego se sentó al borde de la misma y yo me arrodillé entre sus piernas, su verga estaba dura, empecé a chupársela, solo me perdí en eso, me atraganté con su pija, estaba rica, y él me empujaba hacia abajo para que se la comiera toda. Más lo hacía y más quería, en la habitación solo se sentían las chupadas constantes que yo le daba en el glande y su respiración agitada colmada de placer. Sentía fuego entre mis piernas y unas ganas locas de tocarme, pero solo quería hacer bien mi trabajo y no dejaría de hacerlo. Roberto se contrajo de repente y sentí su sabor en una primera descarga, y otro poco, pasaron unos segundos hasta que llegó la explosión completa, final, incontenible, mi placer era tan grande que inconscientemente empecé a gemir mientras tragaba el semen que él me iba regalando.

Fui nuevamente al ataque y volví a besarlo, quería que su boca supiera a lo que la mía sabía, Roberto sacó mi camisa y empezó a lamerme el pecho en forma desesperada, y fue cuando sonó mi móvil.
No pensaba atender, a pesar de que él me decía que lo hiciera, podía ser importante, solo por darle el gusto atendí esa llamada, y bueno, resultó ser mamá con algunos problemas personales con lo cual debí abortar mi primer encuentro íntimo con mi jefe.

Pasaron los días, y volví a visitarlo, esta vez fue por mis propios medios, no queríamos que en el trabajo sospecharan lo nuestro, seguramente nos hubieran despedido con cualquier pretexto.
Roberto se transformó en mi hombre, pasábamos largas horas haciendo el amor, a él le gustaba que fuera su mujercita, tenía guardadas bajo llave un montón de conjuntos femeninos, según él, de su fallecida esposa, y a esa altura ya realmente no me importaba saber cuánto había de cierto, yo solo quería estar con él, darle todos los gustos, usar esas colaless infartantes, esos vestidos, maquillarme y andar en tacos altos.
Él se había transformado en eje de mi vida, me desvivía por chupársela, por tragar sus jugos, me encantaba la forma en que me hacía la cola y cuando tenía su pene dentro lograba los orgasmos más vívidos que pudieran imaginar, el me hacía su perra, y yo cometí el error que no debí cometer, me enamoré...

Y enamorado fui capaz de todo por complacerle, me cegué por él, pensando erróneamente que nuestro amor era recíproco, pero para el yo era solo sexo, pasar un buen momento, hizo que se la chupara en los baños del supermercado, y también me hizo coger por algún amigo suyo mientras él solo se quedaba observando, y yo solo no podía decirle que no. Una tarde contrató un par de muchachos musculosos, bien pijudos que se ganaban la vida como prostitutos, y ahí fui, a comerme dos vergas grandes que me hicieron saltar las lágrimas, solo para que el tuviera una sonrisa.
Mi relación con Roberto se fue deteriorando, consecuencia lógica de no poder torcer la historia, es que solo no podía obligarlo a que se enamorara de mí, el amor no se mendiga, no se compra y no aparece por magia.

Andrés sería nuestro último juego en común, un chico tímido, regordete, una putita histérica de esas que no pueden disimular nada, no sé de dónde lo había sacado, ni me importaba, llegó al departamento con un perro caniche toy bajo el brazo, tan histérico como el, nunca entendí porque Roberto pensaba que alguien como Andrés era lo que mí me hacía falta, y solo jugamos un trío en una tarde gris de otoño.
Asumo que yo era puto, pero Andrés me ganaba con mucha ventaja, el me la chupo muy rico, a mí, a Roberto, a ambos al mismo tiempo mientras nosotros nos besábamos profundamente en besos que en ese momento ya me sabían a despedida.
Yo sabía que mi relación con él estaba en un punto sin retorno así que solo me dediqué a complacerlo por última vez.

Fui por el culo de Andrés y Roberto vino por el mío, fue muy rico sentirlo y formar un dulce tren entre los tres, donde yo tenía el mejor papel del juego, penetrando a Andrés mientras recibía por detrás el amor de mi jefe.
Hicimos muchas locuras, las últimas en una historia marchita.

Andrés se fue ese día con el culo roto y el estómago lleno de leche, hastiado de chuparnos la verga a ambos, Roberto, una vez más satisfecho por cumplir sus locuras, esta vez con dos putitos para él, y yo, con la certeza de que ya no habría retorno.

Poco tiempo después surgiría una vacante en el mercado que estaba cerca de casa, apenas a diez minutos a pie, y no dudé un segundo en pedir el traslado, algo que se daría lógicamente, todos querían trabajar en la sucursal céntrica y también todos les escapaban a los locales de la periferia de la ciudad.
Así me despedí de mis compañeros de trabajo, y de Roberto, el pareció no entender que sucedía, algo que para mí estaba por demás de claro. Para él, la despedida era algo más que un adiós laboral, él estaba perdiendo su juguete sexual, y ese fue su reproche, estaba tan cegado en su ego que nunca pudo advertir que yo perdía más que eso, yo me quedaba sin el hombre del cual me había enamorado.

Pasó el tiempo, me acostumbré a su ausencia y hoy en día, si bien tuve otras experiencias amorosas, lo llevo en un lugar especial de mi corazón, él fue mi primer hombre


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2 comentarios - Mi primer hombre

Osval2233 +1
Buen relato de como disfrutaron los dos t van los 10