Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 11: Hoy y ahora (Rochi)
- ¡Basta amiga! ¡No podés estar así! ¡Te vas a terminar volviendo loca!- Me decía Carolina desde el otro lado de la mesa.
Era sábado, eran las dos de la mañana y estaba fuera de mis cabales. Me encontraba sentada escribiendo mensajes a toda velocidad, tratando de conseguir una respuesta en ese momento de parte de mi novio. Javier no me respondía tan rápido como yo quería y en mi mente solo pasaba la idea de que era porque estaba con otra mujer. Las peleas, discusiones y comentarios hirientes fueron escalando luego de que yo tomara la iniciativa y estuviera con él de forma sugestiva y dominante. Al principio pensé que eso iba a ayudar a reconstruir nuestra relación, pero rápidamente me di cuenta que eso solo me había dado más dudas que certezas.
- ¿Y si le gustó lo que hice y ahora quiere hacerlo con otra? ¿Y si está cogiéndose a una cualquiera porque coge mejor que yo? ¡Por algo dejó de responderme de golpe!- Le contesté a Carolina que seguía insistiendo en que estaba actuando como loca.
Y seguramente tenía razón. Era evidente que estaba comportándome de manera tóxica al exigirle a mi novio que me respondiera los mensajes y que me mandara su ubicación para saber si de verdad estaba en su casa. Yo nunca había sido así, yo siempre había confiado en él y le había creído incondicionalmente. Pero en ese momento sentía unos celos que me envolvían todo el cuerpo y una desconfianza inmensa que me hacían confirmar (sin prueba alguna) que mi novio me estaba engañando con otra mujer. Estaba segura que en ese momento estaba cogiendo con una chica que seguramente hacía todas las cosas que yo no hacía con él.
Lo único certero que sabía era que Dante y Ramiro habían ido a su casa a tomar algo y que estaban debatiendo si salían a bailar o no. El último mensaje que tenía de él era una respuesta poco feliz a un comentario que yo le había hecho pidiéndole que por favor no hiciera cualquiera esa noche. “No sé a qué te referís con eso Ro. Yo nunca hice cualquiera. Cualquier es este mensaje que me acabás de mandar” me contestó él y enseguida empecé a mandarle un montón de mensajes haciéndole saber que conocía de sus salidas clandestinas, que sabía que habían ido compañeras de su facultad al departamento y que en una oportunidad se lo había prestado a Dante para que cogiera con una chica. Todos datos que me había enterado gracias a que Tomás se puso verborrágico el domingo que nos volvimos al pueblo luego de haber pasado un fin de semana con ellos en la ciudad.
- ¡Basta Rochi! ¡En serio!- Me dijo de golpe Carolina y me sacó el celular estirando su cuerpo encima de la mesa.
Yo traté de arrebatárselo de las manos, pero ella fue mucho más rápida y salió corriendo hacia su habitación. Las dos estábamos solas, sus padres se habían ido unos días de viaje, por lo que no tuve problema en gritarle como loca para que me devolviera mi teléfono. “¡No! ¡Estas haciendo cualquiera!” dijo ella y sin previo aviso se lo metí en la remera escondiéndolo entre sus enormes tetas. Yo me paré a un metro de distancia, la miré fijo a los ojos y le pregunté si de verdad creía que eso iba a hacer que no siguiera queriendo mi celular. “¡Rochi, en serio! Tenés que calmarte” me dijo mi amiga pero yo miraba directo a su pecho viendo la marca que mi celular formaba debajo de su remera.
Sin dudarlo, di un paso hacia adelante, metí mi mano por encima de su ropa y entré a buscar mi celular tocando sus tetas. Ella me agarró de la muñeca, pero yo seguí metiendo mi mano haciendo que esta desapareciera por completo adentro de su remera. “¡Basta Rochi!” me dijo Carolina empezando a reír por mi acción sorpresiva. Con su otra mano empezó a hurgar por debajo de la remera y consiguió agarrar su celular al mismo tiempo que yo lo hacía por arriba. Allí estábamos, las dos paradas frente a frente con nuestras manos tirando de mi celular por adentro de su musculosa que empezaba a estirarse de los tirones que dábamos.
- Esto me está excitando.- Me dijo ella logrando que yo me tentara y perdiera el control del teléfono.
Pero antes de que pudiera sacármelo, metí mi otra mano adentro de su remera por debajo y comencé a tirar con las dos a la vez. Mi cuerpo estaba casi pegado al suyo y mis manos rozaban sus enormes pechos mientras trataban de lograr que ella soltara el celular. Carolina se reía descontroladamente y en mi boca se dibujaba una sonrisa pues la situación que estábamos viviendo me parecía hilarante. Sin embargo, tomándome totalmente desprevenida, sin siquiera pensar que eso podía llegar a pasar, mi amiga, la chica que había conocido ese año y que se había vuelto mi mayor confidente, me besó.
Fue un beso que duró apenas dos segundos, pero fue tan directo y shockeante que hizo que todo mi cuerpo se congelara de golpe. La miré abriendo los ojos de par en par y enseguida solté el celular y saqué mis manos de adentro de su remera provocando que ella se quedara con el control del teléfono. La seguí mirando mientras ella se reía como una tonta y se inclinaba hacia adelante tratando de apaciguar su risa. “¡Lo conseguí! ¡Lo conseguí! ¡Soltaste el teléfono!” gritaba ella festejando sin darse cuenta que yo seguía parada en el mismo lugar sin entender que había pasado. Levanté mi mano derecha, pasé mi dedo índice por mis labios y sentí el calor que emanaba mi boca después de haber recibido un beso perfecto.
Las peleas y discusiones con Javier siguieron luego de que Ludmila me confesara que ella estuvo esa noche en el boliche con ellos y que vio a los chicos bailando con unas amigas de la facultad de Javier. “¿Quiénes eran?” le pregunté inmediatamente a mi novio y en un principio él me negó que hubiesen ido amigas suyas al boliche esa noche. Sin embargo, cuando le dije que mi prima me había contado todo, no le quedó otra que confesarme que había invitado a algunos amigos de la facultad y entre ellos a varias chicas. “No te dije nada porque últimamente te pones celosa por cualquier cosa y no quería que te preocuparas al pedo” me escribió ya que desde hacía varios días no quería hablar con él por videollamada. Sin embargo esas palabras tuvieron un efecto adverso, ya que lo único que lograba al no decirme la verdad era hacerme dudar más y más de su fidelidad.
Las cosas no funcionaban bien en general. Mis padres hacían como que nada pasaba y a pesar de que era obvio que estaba pasando por un mal momento, me ignoraban por completo. Naiara, mi hermana mayor, insistía en que yo todavía era muy chica y que tenía mucho por vivir tratándome como una nena de 15 años. Valeria vivía en una nube de pedos total y desaparecía de la casa todo el tiempo, yéndose con sus amigas y volviendo a cualquier hora totalmente en pedo. No me sentía tranquila en mi casa, sentía que no encajaba en esa familia.
Es por eso que casi todos los días me largaba bien temprano y me encontraba con Carolina en su casa o en su trabajo para hablar y pasar el día con ella. Le contaba de mi vida, de mis intimidades con Javier o algunas peleas que había tenido con mi madre mientras ella escuchaba atentamente. Mi amiga se había convertido en la única persona en la que podía confiar y eso terminó en que me volviera muy dependiente de ella. Pero a Caro no parecía importarle, no le molestaba en absoluto que yo fuera a verla todos los días y que me quedara horas y horas con ella. De hecho, parecía gustarle.
- ¡Y sí! ¿Cómo no va a entenderte si te tiene ganas? ¡Es re torta tu amiga!- Me gritó un día después de que discutiéramos y yo le dijera que ella no me entendía.
Ese viernes a la tarde fui a visitarla al local mientras ella trabajaba y después nos volvimos a su casa a aprovechar que ese fin de semana iba a ser el último en el que sus padres estuvieran de viaje. Traté de no enfocarme mucho en Javier y de distraerme lo más que pude. El problema se dio cuando vi que una amiga de él de la facultad a la que yo seguía en Instagram, subió una historia junto a él en su departamento y decía “estudiando con el mejor”. Un ataque de ira se apoderó de mí que lo terminé llamando a Javier y preguntándole por qué esa mañana me había dicho que se iba a quedar estudiando solo. “Tranquila amor. Es solo una amiga que me propuso estudiar juntos” me dijo tratando de no darle importancia pero claramente eso no me ayudaba. La gota que rebalsó el vaso vino después cuando me confesó: “Si te estuviera engañando no subiría historias a Instagram”, algo que claramente terminó de confirmar mis sospechas.
Le corté el teléfono, apagué el celular y lo tiré a la cama de la habitación de Caro para no verlo más. “Me está cagando con otra” le dije totalmente convenida a mi amiga y le conté todo lo que habíamos hablado en casi diez minutos de conversación. Ella trató de quitarle importancia, pero yo solo pensaba en los cuernos que me estaban creciendo en ese momento en la cabeza. Mi novio, el chico con el que salía desde hacía años, la persona que más amaba en el mundo acababa de traicionarme y yo solo pensaba en vengarme. Quería salir en ese momento y chaparme al primer pibe que me cruzara por la calle. Pero no podía, era más fuerte que yo. No quería engañarlo. No era capaz de estar con otro pibe.
Fue después de decirle eso mi amiga, que ella se levantó, se paró frente a mí y agarrándome de las manos me dio un beso que duró unos segundos más que el anterior. Fue tan suave, gentil y delicado que no quería que se acabara. Cuando Carolina alejó su cabeza y me miró a los ojos para decirme que tenía que calmarle, vi de golpe a la mujer más hermosa del mundo parada en frente mío y sentí algo que nunca antes había sentido. No estaba preparada para estar con otro hombre. No estaba lista para engañar a mi novio de toda la vida con otro chico y sentir otra pija adentro de mi cuerpo. Pero no le veía ningún inconveniente a hacerlo con otra mujer. De hecho, en ese preciso momento, sentía un deseo muy fuerte de hacerle el amor a mi mejor amiga.
- Hacémelo.- Le pedí casi en un susurro pero que ella entendió perfectamente.
- ¿Qué?- Me preguntó Caro pero una sonrisa enorme se dibujó en su rostro.
- Hacémelo.- Repetí.- Haceme el amor.- Insistí y sin soltarle las manos fui caminando de espaldas hasta sentarme en la cama.
- Pero Rochi…- Trató de excusarse ella pero yo tiré de sus manos para volver a besarla.
Volver a sentir sus labios rosas y cálidos sobre los míos trajo un alivio inmenso a mi cabeza. En ese momento dejé de pensar en mi novio y la pendeja puta que se estaba cogiendo para dedicarme a pensar en ella, solo ella. En su hermoso rostro, en su cuerpo delicado, en sus enormes pechos y en sus manos que empezaban a acariciar mis músculos. Me costaba creer lo que estaba haciendo, pero estaba totalmente convencida de que eso era lo que quería. Si mi novio iba a cogerse a otras pibas, yo también iba a hacerlo, yo también iba a estar con toras mujeres. Lo sabía, estaba convencida del deseo que tenía mi amiga hacia mi persona, e internamente sabía que yo tenía el mismo deseo.
Nos fuimos recostando sobre el colchón y los besos se hicieron cada vez más y más fogosos, sin dejar de quitarle la ternura que nos caracterizaba. De golpe me di cuenta que nunca había estado con una mujer y que no sabía que era lo que debía hacer. Como si de una charla común entre amigas se tratase, se lo dije, le manifesté que nunca había hecho eso y que no tenía idea de cómo continuar. “Tranquila” me dijo ella pasando su mano por mi rostro y corriéndome los pelos de la cara. “Yo tengo bastante experiencia” me confesó Carolina y entonces confirmé lo que mi hermana me había dicho hacía unos días: Caro era lesbiana.
Poco a poco se fue sacando la ropa mientras me seguía besando y acariciando el cuerpo. Sus manos se movían de forma muy delicada y contrastaban con los roces bruscos que solía tener con Javier cuando lo hacíamos. Mi ropa también empezó a desaparecer del acto y con cada prenda que me sacaba, Caro besaba mi piel para calentarla con sus hermosos labios. Me sentía tunamente a gusto y sus labios y sus dedos lograban estimularme de una manera única, algo que pensé que nunca podía llegar a pasar. De vez en cuando subía su cabeza para besarme la boca, pero después volvía a bajar para continuar en mi abdomen, mi pecho y mis brazos.
Me desprendió el corpiño y sus manos se posaron encima de mis pequeños pechos, los cuales empezó a acariciar suavemente. Era como si Carolina supiese exactamente qué era lo que tenía que hacer para calentarme, como si conociese a la perfección mis gustos. Su boca no tardó en aparecer y me fue besando alrededor de los pezones hasta que su lengua entró en escena, moviéndola lentamente. Yo permanecía inmóvil, acostada boca arriba con parte del cuerpo de mí amiga sobre el mío, mirándola en silencio mientras ella seguía haciendo lo suyo. Poco a poco fue bajando una de sus manos hasta que la introdujo en mi pantalón y comenzó a acariciarme encima de la concha.
Noté como sus movimientos eran extremadamente sutiles y lograban dar en el punto justo. Mientras sus labios y su lengua seguían jugando con mis pezones, una de sus manos dibujaba pequeños círculos alrededor de mi entrepierna, calentándome poco a poco. Yo apenas me movía, pero notaba como mi cuerpo iba cediendo y como el nerviosismo y el miedo desaparecía a medida que la excitación subía. Caro me desabrochó el pantalón y me lo bajó un poco para meter su mano adentro de mi ropa interior y tocarme piel a piel.
Un acto reflejo me llevó a cerrar las piernas de golpe, pero la mano de mi amiga no se movió en ningún momento y eso hizo que sus dedos se apretaran contra mi conchita, la cual estaba bastante mojada. “Perdón” le dije sin pensarlo y ella elevó su cabeza para decirme que no pasaba nada. Aprovechó el momento para sacarme lo que me quedaba de ropa y desnudarse ella también. Me besó sutilmente y se acomodó entre sus piernas para ir bajando con su boca poco a poco por todo mi cuerpo, recorriendo nuevamente mi pecho, mis tetas y mi pancita. Cuando llegó a mi cintura, noté como mis piernas se abrían solas para darle lugar. Ella me sonrió, se inclinó hacia adelante y comenzó a lamerme como nunca antes lo habían hecho en mi vida.
Solo había estado con otra persona y esa era Javier, por lo que no tenía mucho punto de comparación, y a pesar de que me gustaba como mi novio me complacía oralmente, lo que Carolina hacía era indescriptible. Su boca abarcaba perfectamente mi entrepierna y su lengua aparecía suavemente por encima de mis labios para mojarlos poco a poco. A cada movimiento que daba le seguía uno que venía inmediatamente después, no dejando de jugar conmigo en ningún momento y provocándome pequeños shocks eléctricos que recorrían toda mi espalda. Sus manos, apoyadas en mis muslos, hacían una leve presión hacia abajo para que mis piernas no se cerraran y eso le facilitaba el trabajo.
El tiempo parecía no pasar y Carolina lo manejaba a la perfección. Sus labios y su lengua se fueron mojando poco a poco, en parte por su propia saliva y en parte pos los jugos que salían de mi cuerpo excitado. Su lengua se fue acelerando lentamente y sus manos se acercaban de manera muy sutil hasta mi concha. Cuando me di cuenta, mi amiga jugaba con uno de sus dedos adentro de mi cuerpo y yo gemía por lo bajo disfrutando de ese momento. Todo era tan perfecto que no quería que acabara y ella parecía darse cuenta, pues seguía moviendo su lengua y sus dedos a la perfección sobre mi cuerpo.
Terminé completamente empapada y con ganas de más cuando Caro comenzó a subir lentamente por encima de mí. Se colocó sobre mi cuerpo y dejando un distancia entre las dos, metió su mano rozando mi piel y volvió a colocarla en mi entrepierna. Me besó con esos labios totalmente mojados y continuó jugando con mi conchita, la cual estaba ardiendo de placer. No pude controlar un gemido que llegó a su rostro y provocó que una sonrisa se resaltara en sus labios. Era perfecta, era hermosa y me estaba volviendo loca. Nos mirábamos fijo a los ojos y disfrutábamos de ese momento increíble.
Entonces me dejé llevar por la calentura y subí una de mis manos hasta sus pechos y los empecé a tocar sutilmente mientras que ella seguía jugando con mi clítoris. Sin lugar a dudas, yo no era la primera mujer con la que mi amiga estaba y se notaba en la precisión de sus movimientos. Lograba sacarme pequeños espasmos que se reflejaban en los movimientos de mi cintura y en el temblor de mis piernas. Los besos, constantes y mojados, aparecían en el momento indicado. Carolina acercaba sus labios a los míos por unos segundos y luego los corría para dejarme respirar y largar un pequeño gemido que parecía encantarle. Yo no podía creer lo que estábamos haciendo, sin embargo me encantaba y no quería que terminara.
Me animé a meter mi mano entre nuestros cuerpos como la suya y a tocarla de la misma manera que ella lo estaba haciendo conmigo. Tuve que correr su bombacha totalmente mojada y cuando lo hice, me encontré con el cuerpo húmedo y caliente de mi amiga. Me animé, no lo dudé ni un segundo y despacio empecé a acariciar su concha de la misma manera que ella había acariciado la mía. Su respuesta fue casi instantánea. Carolina, al mismo tiempo que cerró los ojos, abrió la boca y dejó escapar un “¡Ay sí!” que me hizo saber que le encantaba lo que le estaba haciendo.
Mis dedos poco a poco fueron entrando en su cuerpo y cuando tuve dos falanges metidas en su interior, los empecé a hacer entrar y salir como lo había hecho cientos de beses con mi cuerpo. Así estábamos, dándonos placer la una a la otra, uniendo nuestros labios en besos bien babosos y calientes y gimiendo y gozando juntas. Ella arriba mío. Yo debajo de ella. Sus dedos adentro de mi cuerpo. Mis dedos adentro del suyo. El placer y el calor crecía a medida que pasaban los minutos y no podía creer lo mucho que me gustaba esa situación. Nunca me había sentido excitada de esa forma, complacida por completo.
Mi amiga aceleró su movimiento y supe que estaba a punto de acabar cuando liberé su cuerpo y mis manos se clavaron en sus brazos. “¡Ay!” dije, cerré los ojos y tiré la cabeza hacia atrás y ella se dio cuenta que estaba a punto de llegar al orgasmo. Sus dedos comenzaron a entrar y salir de mi cuerpo a toda velocidad mientras que con otro acariciaba mi clítoris en forma de círculos. El clímax no se hizo esperar y en medio de una tormenta de gemidos y movimientos frenéticos, noté como mi entrepierna se empapaba, mis piernas temblaban y mi boca dejaba escapar una gran cantidad de gritos de placer.
-¡Así! ¡Dale! ¡Acabá! ¡Acabame los dedos!- Me ordenaba Carolina al oído con voz suave pero firme y yo cumplí su deseo mojándole toda la mano.
Una vez que el placer máximo me invadió y que mi orgasmo había acabado, mi amiga volvió a besarme y se acostó al lado mío abrazándome sutilmente. Yo seguía jadeando, temblando y con el corazón palpitando a toda velocidad. Lo que acababa de vivir había sido increíble, hermoso y sumamente placentero, pero el sentimiento de culpa no tardó en llegar. ¿Qué acababa de hacer? ¿Acababa de engañar a mi novio y encima con una mujer? ¡Era la primera vez que hacía eso y encima con una chica, que para colmo era mi amiga! ¡Todo estaba mal! Sin decir nada, me levanté, me cambié a toda velocidad y salí corriendo de la casa de Carolina a pesar de los comentarios y explicaciones que me pedía mi amiga.
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2 comentarios - Las hermanas del pueblo. Capítulo 11
ese sentimiento de culpa es normal las primeras veces