No dejes de pasar por mi mejor post
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa.html
No te vas a arrepentir
La Mejor
Había fallado en la relación con mi esposa, es que por años me había empeñado en ser lo que se suponía que debía ser. Una novia, otra novia, otra más hasta que llegó la indicada, matrimonio feliz, familia feliz, el orgullo de papá y mamá.
Pero muy en lo profundo, en mi intimidad sabía que las mujeres no me llenaban por completo, la pasaba bien cierto, pero siempre me quedaba con un sabor agridulce. Y no es que me gustaran los chicos, solo pensar estar con alguien de mí mismo sexo hasta me causaba náuseas.
Un poco por curiosidad, cuando aún no llegaba a los treinta años tuve mi primera relación con una chica trans, una experiencia tan original como adictiva.
Fue algo prohibido, oculto y clandestino, en esos días aún estaba en pareja con quien era mi mujer, ella incluso estaba embarazada del que sería nuestro único hijo y si bien no es excusa, sentí que ella en su mundo materno me había dejado en segundo plano.
Recuerdo que habíamos discutido por una sonsera, una pavada, y una cosa trajo a otra e hizo de una leve ventisca una tormenta de verano. Solo me fui de casa por unas horas, quería acomodar mis ideas y le pedí que no me llamara, que me diera espacio.
Salí con el coche a dar vueltas, por cualquier lado, sin plan, sin destino, y solo me encontré por calle Corrientes, el lugar común donde las chicas trans suelen ofrecer su sexo.
Y bueno, solo se dio, mezcla de mi enfado y mi curiosidad, paré el coche por acá y por allá, hasta que di con ella, se hacía llamar Ornella, una rubia con cara de ángel y un cuerpo muy bonito, bastante rellenita, pero de lindas curvas.
Terminamos en un hotel de poca monta, apenas una hora, recuerdo que tenía la piel blanca como la leche y era muy femenina, demasiado, pasiva por completo. Tenía un pene pequeño, se lo chupé mucho pero no pude lograr que se pusiera dudo, a pesar de eso, me gustó la experiencia, era la primera vez que tenía 'eso' en mi boca.
Después ella me la chupó bastante y después le hice la cola un buen rato, por cierto, tema tabú con mi mujer.
Fue muy rico por ser mi primera vez, le di los billetes pactados y nos despedimos con un rico beso, ella me dijo que me si me había gustado ya sabía en que esquina encontrarla, le respondí con una sonrisa cómplice, le dije que seguramente no faltaría oportunidad, aunque yo sabía que esa historia no se repetiría.
Volví a casa, era tarde, mi mujer estaba en la cama leyendo un libro, yo fui por una ducha, me sentía sucio, aunque mi suciedad estaba por dentro. Luego fui a su lado y el enojo que teníamos me sirvió de pretexto para no tener que responder preguntas que no deseaba responder, solo apagué la luz volteé de lado y la dejé sola en su lectura dándole la espalda.
Ese encuentro con Ornella marcaría un antes y un después en mi vida, me di cuenta que siempre había hecho y me había portado como los demás querían que hiciera y me portara, descubrí que mi vida había sido una gran mentira y que tenía que tomar una decisión, o seguía viviendo en una nube de engaños o reseteaba todo y empezaba de nuevo.
Cambiar no fue fácil, no era solo 'apagar y encender', yo apreciaba mucho a Ana, mi esposa, teníamos una relación en común, compartíamos la casa, el coche, un negocio de ramos generales con el que nos ganábamos la vida, de alguna madera éramos esposos y socios, y lo más importante, mi hijo que venía en camino.
La separación me costó seis años de mi vida, tortuosos trámites con abogados de por medio, discusiones, acuerdos, litigios.
Me gané su odio, jamás supo de Ornella y de todas las chicas trans que fui frecuentando en esos días, solo le dije que ya no la amaba, solo eso, sin más excusas, sin más palabras.
Ana nunca se resignó a perderme, trató de reconquistarme, y solo cuando vio que no había retorno cambió de postura, trató de hundirme dolida en su amor propio.
Me pegó por todas partes y jugó las cartas más sucias, el pequeño Jerónimo, mi bebé, trató de apartarme de su lado y solo me hizo la vida imposible, solo exigía el dinero de la cuota alimentaria y la ley perversa estaba de su parte, como padre tenía pocos derechos y demasiadas obligaciones.
Pero esa es otra historia, solo lo quería dejar por escrito para dejar notar que nada fue fácil
Cuando logré encarrilar el tren, promediaba ya los treinta años, me acercaba a los cuarenta, las cosas con mi ex habían quedado lo más claras posible, incluso ella andaba mezclada en un nuevo romance, yo trabajaba en una cadena internacional de supermercados, la paga era buena, y alquilaba un monoambiente bastante coqueto en la zona norte de la ciudad.
Elegí vivir la vida a mi manera, y ya sin tener que dar explicaciones a nadie, empecé a gastar mis monedas en estas chicas especiales, y conocí muchas, demasiadas tal vez y podría narrar una historia con cada una de ellas.
Un amplio portfolio del tipo de mujeres que a mí me enloquecían, más altas, más bajas, más delgadas, más gorditas. rubias, morenas, pelirrojas, algunas introvertidas, otras extrovertidas.
Tuve en mi cama chicas totalmente pasivas, que solo disfrutaban cuando yo se la ponía, con penes flácidos, como Ornella había sido, otras más masculinas, con las que podía hacer juegos de roles, chicas con penes duros y jugosos.
Personalmente disfrutaba todo, sin reparos, sin tapujos, adoraba dar y que me dieran sexo oral y anal, y me di cuanta cuantos años de placer había perdido.
Mis encuentros eran siempre de una vez, rara vez repetía, y siempre buscaba nuevas experiencias, porque cada chica era diferente y especial a su manera.
En algún punto de la historia me había acostado con tantas que la materia prima había empezado a escasear y empecé a buscar por sitios de internet, a chatear, a meterme en foros y distintos sitios de gente que tenía mis mismos gustos, me hice un adicto a las chicas trans y un consumidor empedernido y más tenía más quería.
Me metí en un ambiente muy especial, en un mundo donde convivimos chicas con pene y varones adictos a ellas, era cuestión de narrar experiencias, quien era de tal manera, quien era de tal otra, y así recuerdo que alguien me recomendó a Moria, como se hacía llamar, me dijeron que habría un antes y un después de pasar por su cama.
La contacte por una página escort donde ella ofrecía sus servicios, varias fotos me dejaron adivinar quien era ella, Moria me causó sentimientos encontrados, por una parte su cuerpo se veía escultural, era la perfección en mujer, una pequeña cintura, unas piernas elogiables, un culo sobresaliente y ricos pechos con marcados pezones, las marcas blancas de su traje de baño luego de asolearse me resultaban irresistibles, pero por otro, su rostro no cuadraba con su cuerpo, no era bonita ni mucho menos, es más, los rasgos varoniles estaban muy marcados, demasiados para mi gusto, había estado con muchas chicas trans que ciertamente se veían femeninas, pero Moria tenía mucho que mejorar en ese punto.
Sin embargo, ella venía recomendada en muchos foros, y las fotos de su verga ciertamente eran intimidatorias hasta para el más valiente, supuse que hasta eran trucadas, pero como fuera, me masturbé en secreto solo imaginando lo que no tardaría en suceder.
Tomé su número y pasamos directamente al WhatsApp, no dimos muchos rodeos para acordar el encuentro.
Fui puntual esa tarde, según habíamos acordado, ella tenía departamento así que supuso una ventaja, igual, cotizaba muy bien su tiempo.
Me recibió con cortesía, con un beso en la mejilla dejándome impregnado con un abundante perfume femenino, Moria tenía un top ajustado que dibujaba sus pechos y una falda muy cortita al borde de lo imposible, su trasero se marcaba en una forma demasiado irresistible, lucía unas medias de red con ligas y se hacía muy sexi a la vista.
Noté también que estaba sobre unos finos zapatos de tacos altos y a pesar de ello, yo la superaba en altura, fue rápida en el primer movimiento, acariciando mi bulto por sobre el pantalón al tiempo que me dijo al oído que primero había que contar los billetes.
Hice mi parte, mientras ella contaba el dinero me quedé observándola y los veintitrés años que decía tener en la página me sonaron a poco, para mi rondaba los treinta.
Cuando terminó, fue por unas copas y un vino espumante, Moria me dijo entonces que ella no vendía sexo como todas, ella me ofrecía un servicio completo, lo cual me sonó muy convincente.
Bebimos, una copa y otra, me sentí desinhibido y avancé donde ella estaba, comencé a besarla, estaba hirviendo, pero ella se zafó de mis brazos y me pidió que la acompañara al cuarto, la seguí con mi vista clavada en su hermoso culo.
El dormitorio sí que se veía especial, la cama era enorme y a la antigua, con cuatro parantes en las esquinas que soportaban un pequeño techo, estaba a media luz, rodeado de pequeñas velas perfumadas que daban una esencia particular a la situación, me resultó muy original
Moria empezó a besarme y a levantar la temperatura, sentí su lengua en mi boca, y sus tetas pegadas a mi pecho, me fui desnudando con rapidez, contrastando con la lentitud con la cual ella lo hacía, busqué con desesperación su entrepierna, llegué a su bulto prominente, pero ella me la hizo a un lado con una sonrisa perversa. Me empujó sobre la cama haciéndome recostar y ella vino sobre mí, a cabalgarme, en una postura muy femenina, solté los breteles de su sostén y sus hermosas tetas quedaron flotando sobre mi rostro, se mostraban muy blancas con unos enormes pezones que se me hacían demasiado interesantes. Fui por uno, por el otro, volví a su boca y otra vez a sus tetas.
Mis manos inquietas habían levantado su pollera y jugaban con sus enormes glúteos, apenas protegidos por una tanga casi hilo dental.
Estaba caliente, Moría solo refregaba su verga contra la mía, a pesar que aún había prendas de por medio que hacía todo muy erótico, ella me miraba a los ojos y me preguntaba si me gustaba.
Fue a un lado para terminar de desnudarse, hice lo propio, entonces comprobé lo que había visto en las fotos, una pija enorme y majestuosa, dura como una barra de acero, impresionante, atemorizante.
Moria volvió a la carga, solo que, sobre mí, invertida, para empezar a chupármela y dejar que yo se la chupara.
Honestamente, no pude concentrarme mucho en lo que ella hacía, es que estaba perdido en lo que yo hacía, mis ojos se llenaban con el primer plano de su hermoso trasero, su esfínter todo depilado estaba todo dilatado y eso me gustaba mucho, sus bolas brillaban y su verga se incrustaba más y más en mi boca, al borde de lo imposible.
Pero aún no conocía nada de Moria y su fama, me había advertido que ella 'te mataba' y estaba a punto de descubrirlo.
Solo tomó la iniciativa, me sentó en la cama y mi espalda quedó apoyada en la pared, vino sobre mí, jugó con su verga enorme en mi rostro y me la metió en la boca para que se la chupara un poco, mucho más de la mitad quedaba fuera, entonces empezó a empujar, más y más, no podía con tanto y solo me violaba, adentro, milímetro a milímetro, se fue metiendo en mi garganta, casi no podía respirar, pero ella seguía empujando mientras me decía
Te la vas a comer toda!
No sé cómo lo hizo, pero su pubis depilado hacía tope en mis labios, empezó a cogerme, literal, apenas retrocediendo lo mínimo para volver a empujar muy profundo, yo no podía, y ella era una locomotora, imparable, mi glotis estaba anulada, no podía tragar, mi propia saliva chorreaba por mi boca y las lágrimas escapaban de mis ojos, me evadí de esa prisión con mucho esfuerzo, pero como si se tratara de una lucha de ring, Moria en un movimiento certero, como una anaconda, me había atrapado nuevamente, mi cuello estaba aprisionado entre sus piernas, ella las tenía cruzadas y con la fuerza de sus muslos empujaba tanto que nuevamente me obligaba a tragármela toda, estaba rendido, sin fuerzas, con más de veinte centímetros de carne incrustadas hasta el fondo de mi boca.
Me resigné, me entregué, no más resistir, y ella solo siguió cogiéndome con fuerzas
De pronto, sentí en lo profundo de mi esófago una espesa melaza, como una catarata interna de semen caliente me iba llenando, su pija latía en mi boca producto de la incesante eyaculación, sentía mi corazón latir al punto de escapar de mi pecho y mi propia verga demasiado caliente.
Cuando Moria se retiró satisfecha, mi rostro estaba todo babeado y mi boca sentía un amargor producto de toda la leche que había sido forzado a ingerir, respiraba tratando de recuperarme, con un dolor en la garganta por la terrible pija que me había comido.
Ella solo reía, se puso, en cuatro, era mi turno
No mucho por contar, estaba muy caliente, Moria era perfecta, un culo perfecto, un esfínter perfecto, una imagen perfecta, solo se la puse sin resistencia, y en un par de minutos me había acabado, tan rápido como un eyaculador precoz.
Mientras me sacaba el preservativo, ella hizo un rodeo y se apoyó sobre mi espalda, besó mi cuello, acarició mis hombros y sentí su enorme verga dura nuevamente jugando en mis nalgas.
Fue muy hábil en sus rodeos románticos, disimuladamente, sin que me diera cuenta, mientras me besaba pasó una soga por mi mano y en un parpadeo me tenía prisionero, fue original, y un poco entre forcejeos disimulados y pasividad por mi parte, me deje arrastrar en su original propuesta.
En unos minutos estaba boca abajo sobre el colchón, con ambas manos amarradas al barral posterior de la cama.
Ella se puso como cabalgando sobre mí, no alcanzaba a verla, pero ella se aseguró que notara como tomaba una de las tantas velas que iluminaba el cuarto
Ahora vamos a jugar - dijo en tono de pecado -
De pronto, mi espalda recibió una gota de cera caliente, lo cual desató una contracción involuntaria y un reclamo contenido, mordí mis labios y apreté mis puños, tiré con fuerzas, pero solo logré que la soga se anudara aún más, repitió el juego, una y otra vez, me excitaba esa perversión en la cual estaba entregado y nada podía hacer, ella tomaba su tiempo sentía su enorme pija descansar en mis nalgas.
Yo solo estaba entregado a toda esa locura, Moria se acercó a mi oído y me susurro que aún faltaba lo mejor.
Me beso el cuello acariciando mi espalda, esquivando la cera que se había solidificado en piel fue bajando lentamente llegando a mis nalgas, uso sus manos para separarlas, entonces sentí como me comía el culito con sus labios.
Me perdí irremediablemente, Moria me besaba y lamia muy rico mi culito, sentía su lengua introducirse en mi esfínter, ella me penetraba muy rico, me hacía desear, me hacía gemir, levantaba mi culito todo lo que podía para acercarme lo más posible, ella entonces me dio una fuerte nalgada y me dijo que ya me tenía donde quería tenerme.
Se tomo unos segundos, pude ver como se montaba un preservativo en su enorme miembro, y como le colocaba lubricante
Te gusta lo que ves? - pregunto al notar como yo miraba
Si! si Moria! lo deseo, rompeme todo... - respondí lleno de ganas
Ella volvió a acomodarse como para cabalgarme, jugo con su pene sobre mi esfínter yo busque que lo hiciera, probo suerte, pero era muy grande, muy grueso y me arranco un quejido de dolor, ni el trabajo de sus besos, ni el lubricante era suficiente, dolía, dolía mucho, pero ella me dijo
Aguantate puto! te la vas a comer hasta el fondo!
Volvió a la carga, una y otra vez, hasta que la sentí entrar toda, creí que moriría, me dolía demasiado, pero esa situación de violación y castigo, con un dolor que recorría mi espina dorsal solo me enloquecía.
Empecé a gritar, dolor y placer, placer y dolor, Moria me la hacía comer toda y me encantaba, aferré las sogas que me sostenían por las muñecas y me entregué al placer, dejé que hiciera lo que quisiera, que me abriera todo, que se diera el gusto
Moria me cogía el culo como un toro salvaje, se reclinaba sobre mi oído y me preguntaba si me gustaba, con palabras sucias que me calentaban demasiado.
Mi verga estaba dura, aprisionada entre mi vientre y las sábanas, y el roce permanente me llevaba a un desmesurado placer, me sentí venir nuevamente, es que me encantaba lo que ella hacía, sin quererlo mi esfínter tuvo esos espasmos naturales mientras el semen salía de mi verga, incontenible, furioso.
Ella siguió por un rato más, y hubiera deseado que ese momento no terminara nunca. De pronto Moria sacó su enorme pija de mi trasero, y la sentí masturbarse, los chorros de su leche caliente, tan caliente como había sido la cera, empezaron a rociar mi espalda, desde el cuello hacia abajo, uno y otro, sin paz, hasta que no hubo más.
Se quedó jugando unos minutos con su pija ya flácida en mis nalgas, dejando las últimas gotas de jugo sobre las mismas
Soltó mis muñecas, y me besó dulcemente, acariciando con sus tetas la leche aun tibia que tenía sobre mi piel.
Moria se transformaría en una chica diferente, sería su admirador número unos, volvería a ella una y otra vez, a pagarle para que me hiciera el culo, para que me violara por la boca obligándome a tragar sus jugos, solo me excito al pensar...
Si dudas la recomiendo, la chica trans más activa que se cruzó por mi vida...
Si te gustó la historia puedes escribirme con título 'LA MEJOR' a dulces.placeres@live.com
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No te vas a arrepentir
La Mejor
Había fallado en la relación con mi esposa, es que por años me había empeñado en ser lo que se suponía que debía ser. Una novia, otra novia, otra más hasta que llegó la indicada, matrimonio feliz, familia feliz, el orgullo de papá y mamá.
Pero muy en lo profundo, en mi intimidad sabía que las mujeres no me llenaban por completo, la pasaba bien cierto, pero siempre me quedaba con un sabor agridulce. Y no es que me gustaran los chicos, solo pensar estar con alguien de mí mismo sexo hasta me causaba náuseas.
Un poco por curiosidad, cuando aún no llegaba a los treinta años tuve mi primera relación con una chica trans, una experiencia tan original como adictiva.
Fue algo prohibido, oculto y clandestino, en esos días aún estaba en pareja con quien era mi mujer, ella incluso estaba embarazada del que sería nuestro único hijo y si bien no es excusa, sentí que ella en su mundo materno me había dejado en segundo plano.
Recuerdo que habíamos discutido por una sonsera, una pavada, y una cosa trajo a otra e hizo de una leve ventisca una tormenta de verano. Solo me fui de casa por unas horas, quería acomodar mis ideas y le pedí que no me llamara, que me diera espacio.
Salí con el coche a dar vueltas, por cualquier lado, sin plan, sin destino, y solo me encontré por calle Corrientes, el lugar común donde las chicas trans suelen ofrecer su sexo.
Y bueno, solo se dio, mezcla de mi enfado y mi curiosidad, paré el coche por acá y por allá, hasta que di con ella, se hacía llamar Ornella, una rubia con cara de ángel y un cuerpo muy bonito, bastante rellenita, pero de lindas curvas.
Terminamos en un hotel de poca monta, apenas una hora, recuerdo que tenía la piel blanca como la leche y era muy femenina, demasiado, pasiva por completo. Tenía un pene pequeño, se lo chupé mucho pero no pude lograr que se pusiera dudo, a pesar de eso, me gustó la experiencia, era la primera vez que tenía 'eso' en mi boca.
Después ella me la chupó bastante y después le hice la cola un buen rato, por cierto, tema tabú con mi mujer.
Fue muy rico por ser mi primera vez, le di los billetes pactados y nos despedimos con un rico beso, ella me dijo que me si me había gustado ya sabía en que esquina encontrarla, le respondí con una sonrisa cómplice, le dije que seguramente no faltaría oportunidad, aunque yo sabía que esa historia no se repetiría.
Volví a casa, era tarde, mi mujer estaba en la cama leyendo un libro, yo fui por una ducha, me sentía sucio, aunque mi suciedad estaba por dentro. Luego fui a su lado y el enojo que teníamos me sirvió de pretexto para no tener que responder preguntas que no deseaba responder, solo apagué la luz volteé de lado y la dejé sola en su lectura dándole la espalda.
Ese encuentro con Ornella marcaría un antes y un después en mi vida, me di cuenta que siempre había hecho y me había portado como los demás querían que hiciera y me portara, descubrí que mi vida había sido una gran mentira y que tenía que tomar una decisión, o seguía viviendo en una nube de engaños o reseteaba todo y empezaba de nuevo.
Cambiar no fue fácil, no era solo 'apagar y encender', yo apreciaba mucho a Ana, mi esposa, teníamos una relación en común, compartíamos la casa, el coche, un negocio de ramos generales con el que nos ganábamos la vida, de alguna madera éramos esposos y socios, y lo más importante, mi hijo que venía en camino.
La separación me costó seis años de mi vida, tortuosos trámites con abogados de por medio, discusiones, acuerdos, litigios.
Me gané su odio, jamás supo de Ornella y de todas las chicas trans que fui frecuentando en esos días, solo le dije que ya no la amaba, solo eso, sin más excusas, sin más palabras.
Ana nunca se resignó a perderme, trató de reconquistarme, y solo cuando vio que no había retorno cambió de postura, trató de hundirme dolida en su amor propio.
Me pegó por todas partes y jugó las cartas más sucias, el pequeño Jerónimo, mi bebé, trató de apartarme de su lado y solo me hizo la vida imposible, solo exigía el dinero de la cuota alimentaria y la ley perversa estaba de su parte, como padre tenía pocos derechos y demasiadas obligaciones.
Pero esa es otra historia, solo lo quería dejar por escrito para dejar notar que nada fue fácil
Cuando logré encarrilar el tren, promediaba ya los treinta años, me acercaba a los cuarenta, las cosas con mi ex habían quedado lo más claras posible, incluso ella andaba mezclada en un nuevo romance, yo trabajaba en una cadena internacional de supermercados, la paga era buena, y alquilaba un monoambiente bastante coqueto en la zona norte de la ciudad.
Elegí vivir la vida a mi manera, y ya sin tener que dar explicaciones a nadie, empecé a gastar mis monedas en estas chicas especiales, y conocí muchas, demasiadas tal vez y podría narrar una historia con cada una de ellas.
Un amplio portfolio del tipo de mujeres que a mí me enloquecían, más altas, más bajas, más delgadas, más gorditas. rubias, morenas, pelirrojas, algunas introvertidas, otras extrovertidas.
Tuve en mi cama chicas totalmente pasivas, que solo disfrutaban cuando yo se la ponía, con penes flácidos, como Ornella había sido, otras más masculinas, con las que podía hacer juegos de roles, chicas con penes duros y jugosos.
Personalmente disfrutaba todo, sin reparos, sin tapujos, adoraba dar y que me dieran sexo oral y anal, y me di cuanta cuantos años de placer había perdido.
Mis encuentros eran siempre de una vez, rara vez repetía, y siempre buscaba nuevas experiencias, porque cada chica era diferente y especial a su manera.
En algún punto de la historia me había acostado con tantas que la materia prima había empezado a escasear y empecé a buscar por sitios de internet, a chatear, a meterme en foros y distintos sitios de gente que tenía mis mismos gustos, me hice un adicto a las chicas trans y un consumidor empedernido y más tenía más quería.
Me metí en un ambiente muy especial, en un mundo donde convivimos chicas con pene y varones adictos a ellas, era cuestión de narrar experiencias, quien era de tal manera, quien era de tal otra, y así recuerdo que alguien me recomendó a Moria, como se hacía llamar, me dijeron que habría un antes y un después de pasar por su cama.
La contacte por una página escort donde ella ofrecía sus servicios, varias fotos me dejaron adivinar quien era ella, Moria me causó sentimientos encontrados, por una parte su cuerpo se veía escultural, era la perfección en mujer, una pequeña cintura, unas piernas elogiables, un culo sobresaliente y ricos pechos con marcados pezones, las marcas blancas de su traje de baño luego de asolearse me resultaban irresistibles, pero por otro, su rostro no cuadraba con su cuerpo, no era bonita ni mucho menos, es más, los rasgos varoniles estaban muy marcados, demasiados para mi gusto, había estado con muchas chicas trans que ciertamente se veían femeninas, pero Moria tenía mucho que mejorar en ese punto.
Sin embargo, ella venía recomendada en muchos foros, y las fotos de su verga ciertamente eran intimidatorias hasta para el más valiente, supuse que hasta eran trucadas, pero como fuera, me masturbé en secreto solo imaginando lo que no tardaría en suceder.
Tomé su número y pasamos directamente al WhatsApp, no dimos muchos rodeos para acordar el encuentro.
Fui puntual esa tarde, según habíamos acordado, ella tenía departamento así que supuso una ventaja, igual, cotizaba muy bien su tiempo.
Me recibió con cortesía, con un beso en la mejilla dejándome impregnado con un abundante perfume femenino, Moria tenía un top ajustado que dibujaba sus pechos y una falda muy cortita al borde de lo imposible, su trasero se marcaba en una forma demasiado irresistible, lucía unas medias de red con ligas y se hacía muy sexi a la vista.
Noté también que estaba sobre unos finos zapatos de tacos altos y a pesar de ello, yo la superaba en altura, fue rápida en el primer movimiento, acariciando mi bulto por sobre el pantalón al tiempo que me dijo al oído que primero había que contar los billetes.
Hice mi parte, mientras ella contaba el dinero me quedé observándola y los veintitrés años que decía tener en la página me sonaron a poco, para mi rondaba los treinta.
Cuando terminó, fue por unas copas y un vino espumante, Moria me dijo entonces que ella no vendía sexo como todas, ella me ofrecía un servicio completo, lo cual me sonó muy convincente.
Bebimos, una copa y otra, me sentí desinhibido y avancé donde ella estaba, comencé a besarla, estaba hirviendo, pero ella se zafó de mis brazos y me pidió que la acompañara al cuarto, la seguí con mi vista clavada en su hermoso culo.
El dormitorio sí que se veía especial, la cama era enorme y a la antigua, con cuatro parantes en las esquinas que soportaban un pequeño techo, estaba a media luz, rodeado de pequeñas velas perfumadas que daban una esencia particular a la situación, me resultó muy original
Moria empezó a besarme y a levantar la temperatura, sentí su lengua en mi boca, y sus tetas pegadas a mi pecho, me fui desnudando con rapidez, contrastando con la lentitud con la cual ella lo hacía, busqué con desesperación su entrepierna, llegué a su bulto prominente, pero ella me la hizo a un lado con una sonrisa perversa. Me empujó sobre la cama haciéndome recostar y ella vino sobre mí, a cabalgarme, en una postura muy femenina, solté los breteles de su sostén y sus hermosas tetas quedaron flotando sobre mi rostro, se mostraban muy blancas con unos enormes pezones que se me hacían demasiado interesantes. Fui por uno, por el otro, volví a su boca y otra vez a sus tetas.
Mis manos inquietas habían levantado su pollera y jugaban con sus enormes glúteos, apenas protegidos por una tanga casi hilo dental.
Estaba caliente, Moría solo refregaba su verga contra la mía, a pesar que aún había prendas de por medio que hacía todo muy erótico, ella me miraba a los ojos y me preguntaba si me gustaba.
Fue a un lado para terminar de desnudarse, hice lo propio, entonces comprobé lo que había visto en las fotos, una pija enorme y majestuosa, dura como una barra de acero, impresionante, atemorizante.
Moria volvió a la carga, solo que, sobre mí, invertida, para empezar a chupármela y dejar que yo se la chupara.
Honestamente, no pude concentrarme mucho en lo que ella hacía, es que estaba perdido en lo que yo hacía, mis ojos se llenaban con el primer plano de su hermoso trasero, su esfínter todo depilado estaba todo dilatado y eso me gustaba mucho, sus bolas brillaban y su verga se incrustaba más y más en mi boca, al borde de lo imposible.
Pero aún no conocía nada de Moria y su fama, me había advertido que ella 'te mataba' y estaba a punto de descubrirlo.
Solo tomó la iniciativa, me sentó en la cama y mi espalda quedó apoyada en la pared, vino sobre mí, jugó con su verga enorme en mi rostro y me la metió en la boca para que se la chupara un poco, mucho más de la mitad quedaba fuera, entonces empezó a empujar, más y más, no podía con tanto y solo me violaba, adentro, milímetro a milímetro, se fue metiendo en mi garganta, casi no podía respirar, pero ella seguía empujando mientras me decía
Te la vas a comer toda!
No sé cómo lo hizo, pero su pubis depilado hacía tope en mis labios, empezó a cogerme, literal, apenas retrocediendo lo mínimo para volver a empujar muy profundo, yo no podía, y ella era una locomotora, imparable, mi glotis estaba anulada, no podía tragar, mi propia saliva chorreaba por mi boca y las lágrimas escapaban de mis ojos, me evadí de esa prisión con mucho esfuerzo, pero como si se tratara de una lucha de ring, Moria en un movimiento certero, como una anaconda, me había atrapado nuevamente, mi cuello estaba aprisionado entre sus piernas, ella las tenía cruzadas y con la fuerza de sus muslos empujaba tanto que nuevamente me obligaba a tragármela toda, estaba rendido, sin fuerzas, con más de veinte centímetros de carne incrustadas hasta el fondo de mi boca.
Me resigné, me entregué, no más resistir, y ella solo siguió cogiéndome con fuerzas
De pronto, sentí en lo profundo de mi esófago una espesa melaza, como una catarata interna de semen caliente me iba llenando, su pija latía en mi boca producto de la incesante eyaculación, sentía mi corazón latir al punto de escapar de mi pecho y mi propia verga demasiado caliente.
Cuando Moria se retiró satisfecha, mi rostro estaba todo babeado y mi boca sentía un amargor producto de toda la leche que había sido forzado a ingerir, respiraba tratando de recuperarme, con un dolor en la garganta por la terrible pija que me había comido.
Ella solo reía, se puso, en cuatro, era mi turno
No mucho por contar, estaba muy caliente, Moria era perfecta, un culo perfecto, un esfínter perfecto, una imagen perfecta, solo se la puse sin resistencia, y en un par de minutos me había acabado, tan rápido como un eyaculador precoz.
Mientras me sacaba el preservativo, ella hizo un rodeo y se apoyó sobre mi espalda, besó mi cuello, acarició mis hombros y sentí su enorme verga dura nuevamente jugando en mis nalgas.
Fue muy hábil en sus rodeos románticos, disimuladamente, sin que me diera cuenta, mientras me besaba pasó una soga por mi mano y en un parpadeo me tenía prisionero, fue original, y un poco entre forcejeos disimulados y pasividad por mi parte, me deje arrastrar en su original propuesta.
En unos minutos estaba boca abajo sobre el colchón, con ambas manos amarradas al barral posterior de la cama.
Ella se puso como cabalgando sobre mí, no alcanzaba a verla, pero ella se aseguró que notara como tomaba una de las tantas velas que iluminaba el cuarto
Ahora vamos a jugar - dijo en tono de pecado -
De pronto, mi espalda recibió una gota de cera caliente, lo cual desató una contracción involuntaria y un reclamo contenido, mordí mis labios y apreté mis puños, tiré con fuerzas, pero solo logré que la soga se anudara aún más, repitió el juego, una y otra vez, me excitaba esa perversión en la cual estaba entregado y nada podía hacer, ella tomaba su tiempo sentía su enorme pija descansar en mis nalgas.
Yo solo estaba entregado a toda esa locura, Moria se acercó a mi oído y me susurro que aún faltaba lo mejor.
Me beso el cuello acariciando mi espalda, esquivando la cera que se había solidificado en piel fue bajando lentamente llegando a mis nalgas, uso sus manos para separarlas, entonces sentí como me comía el culito con sus labios.
Me perdí irremediablemente, Moria me besaba y lamia muy rico mi culito, sentía su lengua introducirse en mi esfínter, ella me penetraba muy rico, me hacía desear, me hacía gemir, levantaba mi culito todo lo que podía para acercarme lo más posible, ella entonces me dio una fuerte nalgada y me dijo que ya me tenía donde quería tenerme.
Se tomo unos segundos, pude ver como se montaba un preservativo en su enorme miembro, y como le colocaba lubricante
Te gusta lo que ves? - pregunto al notar como yo miraba
Si! si Moria! lo deseo, rompeme todo... - respondí lleno de ganas
Ella volvió a acomodarse como para cabalgarme, jugo con su pene sobre mi esfínter yo busque que lo hiciera, probo suerte, pero era muy grande, muy grueso y me arranco un quejido de dolor, ni el trabajo de sus besos, ni el lubricante era suficiente, dolía, dolía mucho, pero ella me dijo
Aguantate puto! te la vas a comer hasta el fondo!
Volvió a la carga, una y otra vez, hasta que la sentí entrar toda, creí que moriría, me dolía demasiado, pero esa situación de violación y castigo, con un dolor que recorría mi espina dorsal solo me enloquecía.
Empecé a gritar, dolor y placer, placer y dolor, Moria me la hacía comer toda y me encantaba, aferré las sogas que me sostenían por las muñecas y me entregué al placer, dejé que hiciera lo que quisiera, que me abriera todo, que se diera el gusto
Moria me cogía el culo como un toro salvaje, se reclinaba sobre mi oído y me preguntaba si me gustaba, con palabras sucias que me calentaban demasiado.
Mi verga estaba dura, aprisionada entre mi vientre y las sábanas, y el roce permanente me llevaba a un desmesurado placer, me sentí venir nuevamente, es que me encantaba lo que ella hacía, sin quererlo mi esfínter tuvo esos espasmos naturales mientras el semen salía de mi verga, incontenible, furioso.
Ella siguió por un rato más, y hubiera deseado que ese momento no terminara nunca. De pronto Moria sacó su enorme pija de mi trasero, y la sentí masturbarse, los chorros de su leche caliente, tan caliente como había sido la cera, empezaron a rociar mi espalda, desde el cuello hacia abajo, uno y otro, sin paz, hasta que no hubo más.
Se quedó jugando unos minutos con su pija ya flácida en mis nalgas, dejando las últimas gotas de jugo sobre las mismas
Soltó mis muñecas, y me besó dulcemente, acariciando con sus tetas la leche aun tibia que tenía sobre mi piel.
Moria se transformaría en una chica diferente, sería su admirador número unos, volvería a ella una y otra vez, a pagarle para que me hiciera el culo, para que me violara por la boca obligándome a tragar sus jugos, solo me excito al pensar...
Si dudas la recomiendo, la chica trans más activa que se cruzó por mi vida...
Si te gustó la historia puedes escribirme con título 'LA MEJOR' a dulces.placeres@live.com
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