No dejes de pasar por mi mejor post
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No te vas a arrepentir
SECRETOS BAJO EL AGUA
Las cosas como son, siempre me encantó el sexo, me encantaron las vergas, probé muchas, demasiadas, y puedo decir que para mí 'si' importa el tamaño, y soy una convencida de que aquellas dicen que el tamaño no importa, es porque son unas falsas, o nunca probaron una buena pija.
Por suerte la naturaleza había sido generosa conmigo, buenas tetas, buenas piernas, buenas proporciones y un culo perfecto, envidiable, mi mejor arma. Es cierto, tal vez de rostro no sea muy bonita pero mis curvas de sirena alcanzaban con creces para tener a los hombres a mis pies.
Y en mis días de adolescencia hice demasiadas locuras, siempre me gustó tomarme esas fotos de puta, casi desnuda y subirla a mis perfiles y compartirlas con chicos, me sabía linda y me excitaba que me lo dijeran.
No tenía novios como mis amigas, yo tenía amantes ocasionales y a todos los llamaba por apodos, 'amor', 'bicho', 'corazón' y otros que surgieran, había tantos abejorros tras la reina que solo confundía nombres y solo generaba problemas.
Había pasado los veinte cuando mi reputación distaba demasiado de ser al menos prolija, mujer fácil de llevar a la cama y mi sexualidad estaba en boca de muchos, solteros, casados, divorciados, jóvenes y no tanto, por placer y hasta por dinero.
Pero claro, toda esa vida que llevaba le pagaba de lleno a papá y a mamá, única hija. Ellos sufrían en silencio mi vida indiscreta y no les agradaba saber que su niña era una putita, en especial a papá quien tenía una reputación que mantener, que había conseguido con esfuerzo y dedicación y yo en un abrir y cerrar de ojos la había hecho añicos.
Estaba llegando a los treinta y aún vivía con ellos, solo me gustaba coger y en algún punto todo fue demasiado.
A la vieja usanza, como en otras épocas, mi padre me presentó un 'candidato' como lo llamaba, un tipo de cuarenta años, elegante, con muy buen pasar económico, yo lo veía muy mayor pero el tipo tenía dinero y podría darme la tranquilidad económica a un futuro cercano. Creo que fue como un negocio de partes, mis padres limpiaban el apellido familiar, yo me aseguraba una vida rodeada de billetes, y Andrés, mi futuro esposo se quedaba con una joven que jamás lo hubiera mirado de no ser por el tamaño de sus bolsillos.
Nos casamos, pude sentir la envidia en carne propia, 'no hay puta sin suerte' decían por ahí, pero hice oídos sordos a la chusma del barrio.
Andrés era un tipo de negocios y todo llevó a que me aburriera rápidamente de mi vida marital, ir al gimnasio a hacer pesas y fitness todos los días no era demasiado, quería llenar mi tiempo con algo más, quería hacer algo por mi cuenta, tener mi propia vida y empecé a buscar empleo por medio de viejos conocidos.
Así, golpeando puertas y más puertas llegue a 'Víctor Lewandoski e hijos'
Era una empresa familiar, el viejo Víctor había llegado al país de su Polonia natal y de la nada había hecho un imperio, noté que la estructura de la empresa era muy vertical, el viejo tenía su percepción de las cosas, la mano dura, férrea y la división de poderes y jerarquías.
Los puestos gerenciales estaban en la parte superior, en la planta alta donde podía verse toda la nave de producción, puestos reservados únicamente para la familia, eso era más importante que la capacidad, me sonó muy retro, pero eran las reglas
Cuando yo llegué a la empresa, el viejo ya pasaba los ochenta años y estaba casi retirado, solo muy de vez en cuando iba de visita para asegurarse que todo estuviera bien, al fin y al cabo, esa era 'su' empresa, era 'su' vida. Comprendí con rapidez que sus tres hijos estaban ahora al mando y que el viejo los había criado pensando en el futuro, y admito que el tipo había sido inteligente y visionario y era evidente que esté presente era consecuencia de su obrar en el pasado. Pero, sus tres hijos eran argentinos, otra generación, nunca habían pasado miserias, y obviamente no eran lo mismo, y era evidente que el puesto de secretaria gerencial solo lo había obtenido solo por un tema, por puta.
Pablo, de cuarenta y dos años, el mayor de los tres, ingeniero, ocupaba la oficina del ala izquierda, él manejaba todo el gerenciamiento de la producción, él decía que se hacía y que no se hacía, que máquinas de compraban, cuales se vendían, era quien tenía el ojo puesto en los camiones cargados de productos que salían por el portón este de la planta.
Estaba casado en esos días, pero supe que era su tercera pareja estable, era un tipo parco, discreto y quienes los conocían decían que era el que más se parecía a su padre, receloso y desconfiado por naturaleza.
Marcelo, de cuarenta, usaba la oficina central, su área era recursos humanos, y de la manera en que su hermano mayor manejaba la producción, él manejaba al personal, sueldos, recompensas, despidos, beneficios y toda esa parte del trato persona a persona, él fue quien me contrató y en esos primeros encuentros noté como me miraba y que mi cuerpo le interesaba más que mis palabras. Divorciado y mujeriego incurable, le gustaban todas según decían y no dejaba escapar a ninguna, un hombre peligroso, te envolvía con palabras y si lo dejabas hablar estabas en peligro.
A la derecha, Joaquín, el menor de los tres, casi mi edad, treinta y tres, era el contador, el que llevaba los números, las finanzas, el puente entre sus dos hermanos mayores, y quien en verdad tenía el control de la empresa, siempre vestía impecable, elegante, y era el más llamativo, por su perfil de hombre, por su inteligencia y por ser el único que portaba unos hermosos ojos azules.
Al igual que Marcelo, estaba divorciado, aunque él no cargaba con la fama de 'Don Juan'. Era también el más extrovertido y jocoso de los tres, pero sabía mejor que nadie guardar secretos cuando era conveniente, un lobo con piel de cordero.
Y ahí estaba yo, a un lado, la secretaria gerencial, pronto comprendí cómo funcionaba ese triunvirato y también vi que el viejo Lewandoski había sido un estratega espectacular, sus tres hijos eran su creación, y todo había salido como él lo había imaginado, una maquinaria de tres engranajes que trabajaban en sintonía.
Mi vida en esos días fue un cúmulo de cambios, ahora era una mujer casada fiel a su esposo, con un empleo digno, aprendiendo muchas cosas nuevas, atendiendo a tres jefes y ganándome un lugarcito.
Solo había un tema, en el fondo, seguía siendo una puta reprimida y añoraba las locuras de tiempos atrás y mi convivencia con los tres hermanos se hacía intrigante y peligrosa, en especial con Marcelo, que intentaba comerme en cada oportunidad que tenía, aunque a mí el que me quitaba el sueño era Joaquín. De todas maneras, sabía jugar el juego y sabía cómo una mujer debía vestir para enloquecer a los hombres, sabía cómo hablar, como gesticular, como mover mi cuerpo, sabía cómo hacerme la tontita para jugar mis cartas, era una experta y sabía cómo todo terminaría si yo lo seguía buscando.
Generalmente, llegaba tarde al empleo, no me daban los horarios del gimnasio con los laborales, y eran licencias que solo a mí me permitían, a ninguno de los otros empleados se le hubiera tolerado semejante desliz.
Y todo parecía estar bien, pero no siempre compraría a mis jefes con sonrisas, una mañana Marcelo me llamó en privado, y para mi sorpresa me enteré que era justo Joaquín era el que estaba removiendo el tema, decía que no estaba bien y que estaban dando un mal ejemplo al resto de los empleados, Marcelo me dijo que, para ser honestos, él no estaba equivocado y me propuso discutir algún punto intermedio.
Así se dieron las cosas, cada mañana, temprano iba al gimnasio, de ahí a la empresa y podía usar el baño gerencial para asearme, y después a trabajar, y debía quedarme después de hora para compensar lo perdido por la mañana.
Las cosas funcionaron, no tener que volver a casa a ducharme me significó ganar más de una hora y honestamente, el baño de gerencia era más grande que el de mi propia casa, lo limpiaban cada día y siempre estaba perfumado.
Y todo se fue dando para que pasara lo que pasó, es que los tres hermanos me veían cada mañana recién bañada, perfumada, vestida en forma sexi y noté como uno a uno me comían con la mirada, como las insinuaciones se hacían más y más evidentes, como todo se preparaba para que me cogieran, y realmente, quería que me cogieran. Con Andrés, mi marido, las cosas iban bien, él era ajeno a todo, pero yo jamás había sido mujer de un solo hombre, y la falta de verga me estaba matando.
Una mañana como todas llegué a la oficina, hacía calor, estaba transpirada, con unas calzas y un top ceñido, Marcelo estaba fuera de la ciudad por unos temas personales y Joaquín no acostumbraba a llegar temprano, solo Pablo estaba enfrascado en los problemas del día a día, lo saludé y le dije que iría por mi acostumbrada ducha, él levantó la vista y me miró con ojos de lobo, fue el afortunado de turno.
Fui al baño, y disimuladamente dejé la puerta entreabierta, simulando un descuido de mi parte, me desnudé, hacía una semana que mi esposo no me cogía y ya no me aguantaba, abrí el agua tibia y la dejé correr por mi rostro, por mi cuerpo, me puse champú para lavar mis cabellos, cerré los ojos y me dejé llevar con el ruido del agua corriendo por mi piel y el vapor que humectaba mis poros.
Al abrirlos nuevamente, el mayor de los hermanos me contemplaba desde la puerta, fue una sorpresa, o no tanto, no me incomodó en absoluto que me viera completamente desnuda, por el contrario, le regalé una sonrisa, me excitaba sentirme deseada, el, solo dejó caer sus ropas cerrando la puerta tras sus pasos, fue cuando vino la mejor parte, tenía terrible pija! como las que a mí me gustaban! gruesa, cabezona y llena de venas!
El vino a mi lado y se coló bajo el agua, como un pulpo se aferró a mis tetas, a mis nalgas y me besó profundamente, me dejé llevar, Pablo me comía a besos y lo mejor de todo fue volver a sentir esa sensación de libertad, de puta, de cualquiera, liberarme de las cadenas de la fidelidad que me oprimían, volver a ser yo misma.
Cuando Pablo me insinuó que 'era una puta, que lo calentaba un montón y quería que se la mamara', no me molestó, por el contrario, fue un cumplido.
Caí de rodillas, su verga estaba enorme, apetecible, empecé a chupársela con placer, muy rico, muy caliente, el me observaba desde arriba y yo trataba de devolverle la mirada, pero las gotas de la lluvia pegaban en mi rostro.
Era todo muy caliente, su enorme verga llenaba mi pequeña boca, su glande era suave y esponjoso, me estaba volviendo loca de placer y empecé a masturbar mi conchita debajo del agua, él me decía que era una puta y eso me desarmaba, es que me sentía tan puta, tan viva.
Pablo de repente sacó su pija de mi boca y mantuvo mi cabeza a prudente distancia, supe que haría, solo se masturbó con fuerza y su leche caliente saltó sobre mi rostro, un chorro, otro, y otro más, tuve que cerrar los ojos porque sus jugos se metieron en ellos y solo empecé a reírme porque el solo no paraba de acabar sobre mi cara, más y más, hasta que no quedó nada.
Pablo me había embardunado todo el rostro con semen, incluso los cabellos, el agua seguía pegando y haciendo una pegatina, no podía abrir los ojos, y me sentí muy perra por dejarlo hacer lo que deseaba hacer.
Cuando logré recobrarme y lavarme la cara con jabón, pude ver que Pablo ya estaba en otra cosa, terminaba de secarse y nuevamente estaba en la piel de jefe, me molestó un poco, puesto que estaba caliente y quería verga, pero pude entender cómo eran las cosas.
Esa noche me desquité con mi marido, solo estaba Andrés y no dude en tomar la oportunidad
Habría un antes y un después, cada vez que Pablo me miraba, recordaba lo que había sucedido bajo el agua, y si esas miradas antes eran sugestivas, ahora quemaban.
Apenas había pasado una semana, esta vez sí fui sorprendida pues la puerta estaba cerrada, Marcelo buscó lo que había encontrado su hermano, seguramente Pablo había abierto la boca y Marcelo era un depredador que olía la sangre de la presa con suma facilidad.
Cuando lo vi, le respondí con la misma cara de puta que le había respondido a su hermano y dejé que llenara su vista con mi cuerpo desnudo mientras el agua jabonosa corría por mi piel.
Él también se desnudó y también vi que tenía una verga enorme, se ve que los hermanos venían bien hechos de fábrica.
Marcelo eligió otro camino, no habló mucho, solo había venido a tomar su parte, hizo que girara y apoyara mis manos en la pared, que sacara culo apuntando a su lado, solo me le metió toda arrancándome un grito, es que la tenía demasiado grande, aun para mí.
Empezó a cogerme, más y más, y en cada empuje me llevaba a pararme en puntas de pies, me mataba y aunque no quería hacerlo mis gemidos se transformaron en gritos contenidos.
Mis manos trataban en vano de aferrarse a los cerámicos mientras me cogía en forma desenfrenada, me causaba mucho placer empujando en lo profundo de mi conchita, sentí deseos que me llenara de leche, cosa que no tardaría en suceder, lo sentí explotar dentro mío y fue un ahogo de gozo.
Cuando hubo terminado, al igual que su hermano no prestó mucha atención a mi persona, era obvio que yo solo era 'agujeros para saciar su placer' y no me molestó en absoluto, porque en el fondo para mí era lo mismo, solo me importaba mi placer, sentirme puta y bien cogida, sentirme deseada, sentirme irresistible, ellos eran 'pijas con ojos', nada más.
Recuerdo que cuando Marcelo me dejó a solas, aun me temblaban las piernas y me senté en el piso, bajo el agua tibia me masturbé como una adolescente, metiendo mis dedos profundos en mi sexo, con la excitación que me producía tener dentro su leche aun caliente.
Los días siguieron pasando, y solo me quedaba un objetivo, Joaquín, el menor de los hermanos, el que más me gustaba y quien aún no podía seducir.
Una mañana puse todas las fichas a ganador, me había llevado una falda blanca muy cortita, demasiado, dejaba mostrar mis muslos, se adhería de tal forma que mi culo se veía demasiado llamativo, incluso marcando en forma perversa la diminuta cola lees que llevaba adrede.
Si bien, ese día estaba un poco complicado con los temas laborales, pude jugar al gato y al ratón con los tres hermanos, era notorio como me miraban, sabía que les hacía parar la verga y que querían reventarme contra una pared, reía por dentro, era mi juego y me gustaba jugarlo.
A pesar de todo, las horas pasaban, y los problemas diarios traían atareados a mis jefes, en algún momento, Joaquín vino a mí por unos papeles y como quien no quiere la cosa tiré al aire
Andres no está en la ciudad hace unos días, la abstinencia me tiene mal, tengo unas ganas locas...
A última hora, parecía resignarme, sentía que tantos preparativos e indirectas caerían en saco roto, tenía la tanga empapada, la conchita hirviendo de tanto imaginar situaciones que no sucederían, en medio del deseo y la frustración, Joaquín me llamó a su oficina.
Entré, él estaba sentado en su escritorio, pero no pude cerrar la puerta, Marcelo estaba tras mis pasos y lo hizo por mí, no pude verlo y me vi sorprendida.
Me dejaron bien en claro lo puta que era, y me dijeron que me iban a dar mi merecido
Joaquín me pidió que me acercara a su lado, donde él estaba sentado mientras Marcelo quedó recostado contra la fuerte puerta de roble. Me moví meneando las caderas, le dije en forma provocativa que estaba recaliente y que necesitaba verga.
El menor de los hermanos hizo que recostara mi pecho contra su escritorio, mi culo hacia su lado, lo sentí levantar la pollera y hacer a un lado la tanga, me estremecí cuando sus dedos invadieron mi conchita abriendo la previa a lo que al fin quería, su verga.
El solo empezó a cogerme con fuerza, profundo, muy profundo, haciéndome sentir 'el gran hombre que era', mi vista me llevaba al otro extremo, a la puerta, donde Marcelo observaba lo que sucedía, era muy caliente, me guastaba su rol de observador, me gustaba que me miraran como cogía y la pija que recibía por detrás me enloquecía. Aferré unos papeles que había sobre el escritorio con fuerza, ya no podía, no podía mantener el contacto visual con el hermano del medio, solo me dejé llevar y disfruté los orgasmos que empezaron a llegar uno tras otro.
Me perdí en tiempo y espacio, Joaquín me puso frente a él y me rompió la boca de un beso, me levantó en el aire por debajo de mis muslos, me aferré con mis brazos por su cuello y me dejó caer para penetrarme nuevamente, mi Dios, era enorme y me lastimaba en lo profundo, trataba de evitarlo pero él una y otra vez aprovechando mi propio peso me dejaba caer y me rompía toda, gritaba de dolor, pero un dolor tan dulce que me enloquecía, le rogaba que no dejara de cogerme, que lo deseaba, que amaba su enorme verga, que era su puta y que haría cualquier cosa.
En ese torbellino de lujuria perdí de vista a Marcelo y fue su propio hermano quien me hizo notar que me estaba esperando desnudo con su sexo duro, semi sentado apoyado en el escritorio.
Joaquín me llevo a su lado, quedé de espaldas y entendí el juego, me dejaron caer lentamente para que él me la metiera por el culo, guau! dolió, pero era un doble placer, un hermano por el frente, otro por detrás, presa entre esos machos, con sus manos recorriendo mi piel, mis tetas, basando a uno a otro, entregada, reventada, me recordaron a mis tiempos de adolescente cuando me deleitaba haciendo estas locuras con los chicos del barrio.
Es que me excitaban mucho las dobles penetraciones, ser el centro del emparedado, sentir como me llenaban toda y justamente, doblegar mi propio placer.
Cuando se saciaron de darme por ambos lados me dejaron ir al suelo, una verga a cada mano, a masturbarlos y a chuparlos, a uno, al otro, saber que esos hombres se acabarían pronto en mi boca me excitaba demasiado y deseaba tocarme el clítoris para seguir teniendo orgasmos. Joaquín llegó primero, sabía que él quería ver como lo hacía, pero fui egoísta, solo quería chupársela y tragar todos sus jugos, así lo hice, su amargor invadió mi garganta y su néctar caliente me hizo llenar de placer. Luego fue el turno de Marcelo, misma historia, solo que sí, ya un poco más relajada, solo abrí mi boca para que el terminara su trabajo y ellos saciaran su vista, su semen lentamente fue colmando mi lengua mientras veía el placer en sus ojos y poco a poco dejaba correr su leche por mi boca y por mi garganta.
Las cosas cambiarían a futuro, de secretaria pasé a ser la puta de los hermanos Lewandoski, todo parecía irse de control, me cogían de a dos, a veces nos bañábamos los cuatro juntos y yo pasaba de mano en mano, hermano por hermano, a veces solo iba de oficina a oficina, uno tras otro y en algún momento todo fue demasiado.
Marcelo resultó ser el peor de los tres, un sádico amante del sexo anal, él solo me llamaba para dármela por el culo y yo no podía alejarme de toda esa droga, me encantaba complacerlos, que hicieran conmigo lo que quisieran hacer.
Llegaba a casa destruida, no podía con los tres, me dolía tanto la concha y tenía el culo tan dilatado que hasta me daba vergüenza tener sexo con mi propio esposo, ya no lo deseaba, solo quería descansar.
Las cosas se fueron desmadrando, los rumores, los chimentos, no poder mantener la boca cerrada, de un lado, de otro, los privilegios de la secretaria, los horarios, era un secreto a voces lo que sucedía, todos comentaban en la empresa y si bien nadie podía probarlo todos me veían como la puta del lugar, todos lo sabían.
Los rumores llegaron a oídos de la esposa de Pablo, el mayor, ella me esperó una tarde y me increpó armando un escándalo que solo entorpecieron y apresuraron las cosas.
También llegaron los rumorees a oídos del viejo Víctor, quien a pesar de sus años todavía mantenía un cierto control sobre la empresa, y su verticalismo anteponía ante todo el respeto a la figura paterna. Acomodó a la fuerza la situación con sus tres hijos, con mano férrea tuvo que regañarlos como si aun fueran pequeños.
La situación me costó el empleo para empezar, y el matrimonio con Andrés para finalizar, a decir verdad, mi situación de pareja con él era una mentira, solo fue un estado de conveniencia que alguna vez había ideado mi padre para que no vean a su hija como lo que siempre había sido, una puta cualquiera.
Hoy ha pasado el tiempo, no supe más de mis jefes y amantes, en especial Marcelo me llamó muchas veces 'para pasarla bien', pero yo ya había cerrado esa etapa de mi vida, apenas se chateamos de vez en cuando, mi ex, rehízo su vida con una mujer que supe que era su amante en nuestros días de convivencia, y soy lo que siempre quise ser, junté bastante dinero y prefiero vivir en soledad, amando vergas de ocasión, sin ataduras, sin compromisos,
Si te gustó la historia puedes escribirme con título SECRETOS BAJO EL AGUA a dulces.placeres@live.com
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No te vas a arrepentir
SECRETOS BAJO EL AGUA
Las cosas como son, siempre me encantó el sexo, me encantaron las vergas, probé muchas, demasiadas, y puedo decir que para mí 'si' importa el tamaño, y soy una convencida de que aquellas dicen que el tamaño no importa, es porque son unas falsas, o nunca probaron una buena pija.
Por suerte la naturaleza había sido generosa conmigo, buenas tetas, buenas piernas, buenas proporciones y un culo perfecto, envidiable, mi mejor arma. Es cierto, tal vez de rostro no sea muy bonita pero mis curvas de sirena alcanzaban con creces para tener a los hombres a mis pies.
Y en mis días de adolescencia hice demasiadas locuras, siempre me gustó tomarme esas fotos de puta, casi desnuda y subirla a mis perfiles y compartirlas con chicos, me sabía linda y me excitaba que me lo dijeran.
No tenía novios como mis amigas, yo tenía amantes ocasionales y a todos los llamaba por apodos, 'amor', 'bicho', 'corazón' y otros que surgieran, había tantos abejorros tras la reina que solo confundía nombres y solo generaba problemas.
Había pasado los veinte cuando mi reputación distaba demasiado de ser al menos prolija, mujer fácil de llevar a la cama y mi sexualidad estaba en boca de muchos, solteros, casados, divorciados, jóvenes y no tanto, por placer y hasta por dinero.
Pero claro, toda esa vida que llevaba le pagaba de lleno a papá y a mamá, única hija. Ellos sufrían en silencio mi vida indiscreta y no les agradaba saber que su niña era una putita, en especial a papá quien tenía una reputación que mantener, que había conseguido con esfuerzo y dedicación y yo en un abrir y cerrar de ojos la había hecho añicos.
Estaba llegando a los treinta y aún vivía con ellos, solo me gustaba coger y en algún punto todo fue demasiado.
A la vieja usanza, como en otras épocas, mi padre me presentó un 'candidato' como lo llamaba, un tipo de cuarenta años, elegante, con muy buen pasar económico, yo lo veía muy mayor pero el tipo tenía dinero y podría darme la tranquilidad económica a un futuro cercano. Creo que fue como un negocio de partes, mis padres limpiaban el apellido familiar, yo me aseguraba una vida rodeada de billetes, y Andrés, mi futuro esposo se quedaba con una joven que jamás lo hubiera mirado de no ser por el tamaño de sus bolsillos.
Nos casamos, pude sentir la envidia en carne propia, 'no hay puta sin suerte' decían por ahí, pero hice oídos sordos a la chusma del barrio.
Andrés era un tipo de negocios y todo llevó a que me aburriera rápidamente de mi vida marital, ir al gimnasio a hacer pesas y fitness todos los días no era demasiado, quería llenar mi tiempo con algo más, quería hacer algo por mi cuenta, tener mi propia vida y empecé a buscar empleo por medio de viejos conocidos.
Así, golpeando puertas y más puertas llegue a 'Víctor Lewandoski e hijos'
Era una empresa familiar, el viejo Víctor había llegado al país de su Polonia natal y de la nada había hecho un imperio, noté que la estructura de la empresa era muy vertical, el viejo tenía su percepción de las cosas, la mano dura, férrea y la división de poderes y jerarquías.
Los puestos gerenciales estaban en la parte superior, en la planta alta donde podía verse toda la nave de producción, puestos reservados únicamente para la familia, eso era más importante que la capacidad, me sonó muy retro, pero eran las reglas
Cuando yo llegué a la empresa, el viejo ya pasaba los ochenta años y estaba casi retirado, solo muy de vez en cuando iba de visita para asegurarse que todo estuviera bien, al fin y al cabo, esa era 'su' empresa, era 'su' vida. Comprendí con rapidez que sus tres hijos estaban ahora al mando y que el viejo los había criado pensando en el futuro, y admito que el tipo había sido inteligente y visionario y era evidente que esté presente era consecuencia de su obrar en el pasado. Pero, sus tres hijos eran argentinos, otra generación, nunca habían pasado miserias, y obviamente no eran lo mismo, y era evidente que el puesto de secretaria gerencial solo lo había obtenido solo por un tema, por puta.
Pablo, de cuarenta y dos años, el mayor de los tres, ingeniero, ocupaba la oficina del ala izquierda, él manejaba todo el gerenciamiento de la producción, él decía que se hacía y que no se hacía, que máquinas de compraban, cuales se vendían, era quien tenía el ojo puesto en los camiones cargados de productos que salían por el portón este de la planta.
Estaba casado en esos días, pero supe que era su tercera pareja estable, era un tipo parco, discreto y quienes los conocían decían que era el que más se parecía a su padre, receloso y desconfiado por naturaleza.
Marcelo, de cuarenta, usaba la oficina central, su área era recursos humanos, y de la manera en que su hermano mayor manejaba la producción, él manejaba al personal, sueldos, recompensas, despidos, beneficios y toda esa parte del trato persona a persona, él fue quien me contrató y en esos primeros encuentros noté como me miraba y que mi cuerpo le interesaba más que mis palabras. Divorciado y mujeriego incurable, le gustaban todas según decían y no dejaba escapar a ninguna, un hombre peligroso, te envolvía con palabras y si lo dejabas hablar estabas en peligro.
A la derecha, Joaquín, el menor de los tres, casi mi edad, treinta y tres, era el contador, el que llevaba los números, las finanzas, el puente entre sus dos hermanos mayores, y quien en verdad tenía el control de la empresa, siempre vestía impecable, elegante, y era el más llamativo, por su perfil de hombre, por su inteligencia y por ser el único que portaba unos hermosos ojos azules.
Al igual que Marcelo, estaba divorciado, aunque él no cargaba con la fama de 'Don Juan'. Era también el más extrovertido y jocoso de los tres, pero sabía mejor que nadie guardar secretos cuando era conveniente, un lobo con piel de cordero.
Y ahí estaba yo, a un lado, la secretaria gerencial, pronto comprendí cómo funcionaba ese triunvirato y también vi que el viejo Lewandoski había sido un estratega espectacular, sus tres hijos eran su creación, y todo había salido como él lo había imaginado, una maquinaria de tres engranajes que trabajaban en sintonía.
Mi vida en esos días fue un cúmulo de cambios, ahora era una mujer casada fiel a su esposo, con un empleo digno, aprendiendo muchas cosas nuevas, atendiendo a tres jefes y ganándome un lugarcito.
Solo había un tema, en el fondo, seguía siendo una puta reprimida y añoraba las locuras de tiempos atrás y mi convivencia con los tres hermanos se hacía intrigante y peligrosa, en especial con Marcelo, que intentaba comerme en cada oportunidad que tenía, aunque a mí el que me quitaba el sueño era Joaquín. De todas maneras, sabía jugar el juego y sabía cómo una mujer debía vestir para enloquecer a los hombres, sabía cómo hablar, como gesticular, como mover mi cuerpo, sabía cómo hacerme la tontita para jugar mis cartas, era una experta y sabía cómo todo terminaría si yo lo seguía buscando.
Generalmente, llegaba tarde al empleo, no me daban los horarios del gimnasio con los laborales, y eran licencias que solo a mí me permitían, a ninguno de los otros empleados se le hubiera tolerado semejante desliz.
Y todo parecía estar bien, pero no siempre compraría a mis jefes con sonrisas, una mañana Marcelo me llamó en privado, y para mi sorpresa me enteré que era justo Joaquín era el que estaba removiendo el tema, decía que no estaba bien y que estaban dando un mal ejemplo al resto de los empleados, Marcelo me dijo que, para ser honestos, él no estaba equivocado y me propuso discutir algún punto intermedio.
Así se dieron las cosas, cada mañana, temprano iba al gimnasio, de ahí a la empresa y podía usar el baño gerencial para asearme, y después a trabajar, y debía quedarme después de hora para compensar lo perdido por la mañana.
Las cosas funcionaron, no tener que volver a casa a ducharme me significó ganar más de una hora y honestamente, el baño de gerencia era más grande que el de mi propia casa, lo limpiaban cada día y siempre estaba perfumado.
Y todo se fue dando para que pasara lo que pasó, es que los tres hermanos me veían cada mañana recién bañada, perfumada, vestida en forma sexi y noté como uno a uno me comían con la mirada, como las insinuaciones se hacían más y más evidentes, como todo se preparaba para que me cogieran, y realmente, quería que me cogieran. Con Andrés, mi marido, las cosas iban bien, él era ajeno a todo, pero yo jamás había sido mujer de un solo hombre, y la falta de verga me estaba matando.
Una mañana como todas llegué a la oficina, hacía calor, estaba transpirada, con unas calzas y un top ceñido, Marcelo estaba fuera de la ciudad por unos temas personales y Joaquín no acostumbraba a llegar temprano, solo Pablo estaba enfrascado en los problemas del día a día, lo saludé y le dije que iría por mi acostumbrada ducha, él levantó la vista y me miró con ojos de lobo, fue el afortunado de turno.
Fui al baño, y disimuladamente dejé la puerta entreabierta, simulando un descuido de mi parte, me desnudé, hacía una semana que mi esposo no me cogía y ya no me aguantaba, abrí el agua tibia y la dejé correr por mi rostro, por mi cuerpo, me puse champú para lavar mis cabellos, cerré los ojos y me dejé llevar con el ruido del agua corriendo por mi piel y el vapor que humectaba mis poros.
Al abrirlos nuevamente, el mayor de los hermanos me contemplaba desde la puerta, fue una sorpresa, o no tanto, no me incomodó en absoluto que me viera completamente desnuda, por el contrario, le regalé una sonrisa, me excitaba sentirme deseada, el, solo dejó caer sus ropas cerrando la puerta tras sus pasos, fue cuando vino la mejor parte, tenía terrible pija! como las que a mí me gustaban! gruesa, cabezona y llena de venas!
El vino a mi lado y se coló bajo el agua, como un pulpo se aferró a mis tetas, a mis nalgas y me besó profundamente, me dejé llevar, Pablo me comía a besos y lo mejor de todo fue volver a sentir esa sensación de libertad, de puta, de cualquiera, liberarme de las cadenas de la fidelidad que me oprimían, volver a ser yo misma.
Cuando Pablo me insinuó que 'era una puta, que lo calentaba un montón y quería que se la mamara', no me molestó, por el contrario, fue un cumplido.
Caí de rodillas, su verga estaba enorme, apetecible, empecé a chupársela con placer, muy rico, muy caliente, el me observaba desde arriba y yo trataba de devolverle la mirada, pero las gotas de la lluvia pegaban en mi rostro.
Era todo muy caliente, su enorme verga llenaba mi pequeña boca, su glande era suave y esponjoso, me estaba volviendo loca de placer y empecé a masturbar mi conchita debajo del agua, él me decía que era una puta y eso me desarmaba, es que me sentía tan puta, tan viva.
Pablo de repente sacó su pija de mi boca y mantuvo mi cabeza a prudente distancia, supe que haría, solo se masturbó con fuerza y su leche caliente saltó sobre mi rostro, un chorro, otro, y otro más, tuve que cerrar los ojos porque sus jugos se metieron en ellos y solo empecé a reírme porque el solo no paraba de acabar sobre mi cara, más y más, hasta que no quedó nada.
Pablo me había embardunado todo el rostro con semen, incluso los cabellos, el agua seguía pegando y haciendo una pegatina, no podía abrir los ojos, y me sentí muy perra por dejarlo hacer lo que deseaba hacer.
Cuando logré recobrarme y lavarme la cara con jabón, pude ver que Pablo ya estaba en otra cosa, terminaba de secarse y nuevamente estaba en la piel de jefe, me molestó un poco, puesto que estaba caliente y quería verga, pero pude entender cómo eran las cosas.
Esa noche me desquité con mi marido, solo estaba Andrés y no dude en tomar la oportunidad
Habría un antes y un después, cada vez que Pablo me miraba, recordaba lo que había sucedido bajo el agua, y si esas miradas antes eran sugestivas, ahora quemaban.
Apenas había pasado una semana, esta vez sí fui sorprendida pues la puerta estaba cerrada, Marcelo buscó lo que había encontrado su hermano, seguramente Pablo había abierto la boca y Marcelo era un depredador que olía la sangre de la presa con suma facilidad.
Cuando lo vi, le respondí con la misma cara de puta que le había respondido a su hermano y dejé que llenara su vista con mi cuerpo desnudo mientras el agua jabonosa corría por mi piel.
Él también se desnudó y también vi que tenía una verga enorme, se ve que los hermanos venían bien hechos de fábrica.
Marcelo eligió otro camino, no habló mucho, solo había venido a tomar su parte, hizo que girara y apoyara mis manos en la pared, que sacara culo apuntando a su lado, solo me le metió toda arrancándome un grito, es que la tenía demasiado grande, aun para mí.
Empezó a cogerme, más y más, y en cada empuje me llevaba a pararme en puntas de pies, me mataba y aunque no quería hacerlo mis gemidos se transformaron en gritos contenidos.
Mis manos trataban en vano de aferrarse a los cerámicos mientras me cogía en forma desenfrenada, me causaba mucho placer empujando en lo profundo de mi conchita, sentí deseos que me llenara de leche, cosa que no tardaría en suceder, lo sentí explotar dentro mío y fue un ahogo de gozo.
Cuando hubo terminado, al igual que su hermano no prestó mucha atención a mi persona, era obvio que yo solo era 'agujeros para saciar su placer' y no me molestó en absoluto, porque en el fondo para mí era lo mismo, solo me importaba mi placer, sentirme puta y bien cogida, sentirme deseada, sentirme irresistible, ellos eran 'pijas con ojos', nada más.
Recuerdo que cuando Marcelo me dejó a solas, aun me temblaban las piernas y me senté en el piso, bajo el agua tibia me masturbé como una adolescente, metiendo mis dedos profundos en mi sexo, con la excitación que me producía tener dentro su leche aun caliente.
Los días siguieron pasando, y solo me quedaba un objetivo, Joaquín, el menor de los hermanos, el que más me gustaba y quien aún no podía seducir.
Una mañana puse todas las fichas a ganador, me había llevado una falda blanca muy cortita, demasiado, dejaba mostrar mis muslos, se adhería de tal forma que mi culo se veía demasiado llamativo, incluso marcando en forma perversa la diminuta cola lees que llevaba adrede.
Si bien, ese día estaba un poco complicado con los temas laborales, pude jugar al gato y al ratón con los tres hermanos, era notorio como me miraban, sabía que les hacía parar la verga y que querían reventarme contra una pared, reía por dentro, era mi juego y me gustaba jugarlo.
A pesar de todo, las horas pasaban, y los problemas diarios traían atareados a mis jefes, en algún momento, Joaquín vino a mí por unos papeles y como quien no quiere la cosa tiré al aire
Andres no está en la ciudad hace unos días, la abstinencia me tiene mal, tengo unas ganas locas...
A última hora, parecía resignarme, sentía que tantos preparativos e indirectas caerían en saco roto, tenía la tanga empapada, la conchita hirviendo de tanto imaginar situaciones que no sucederían, en medio del deseo y la frustración, Joaquín me llamó a su oficina.
Entré, él estaba sentado en su escritorio, pero no pude cerrar la puerta, Marcelo estaba tras mis pasos y lo hizo por mí, no pude verlo y me vi sorprendida.
Me dejaron bien en claro lo puta que era, y me dijeron que me iban a dar mi merecido
Joaquín me pidió que me acercara a su lado, donde él estaba sentado mientras Marcelo quedó recostado contra la fuerte puerta de roble. Me moví meneando las caderas, le dije en forma provocativa que estaba recaliente y que necesitaba verga.
El menor de los hermanos hizo que recostara mi pecho contra su escritorio, mi culo hacia su lado, lo sentí levantar la pollera y hacer a un lado la tanga, me estremecí cuando sus dedos invadieron mi conchita abriendo la previa a lo que al fin quería, su verga.
El solo empezó a cogerme con fuerza, profundo, muy profundo, haciéndome sentir 'el gran hombre que era', mi vista me llevaba al otro extremo, a la puerta, donde Marcelo observaba lo que sucedía, era muy caliente, me guastaba su rol de observador, me gustaba que me miraran como cogía y la pija que recibía por detrás me enloquecía. Aferré unos papeles que había sobre el escritorio con fuerza, ya no podía, no podía mantener el contacto visual con el hermano del medio, solo me dejé llevar y disfruté los orgasmos que empezaron a llegar uno tras otro.
Me perdí en tiempo y espacio, Joaquín me puso frente a él y me rompió la boca de un beso, me levantó en el aire por debajo de mis muslos, me aferré con mis brazos por su cuello y me dejó caer para penetrarme nuevamente, mi Dios, era enorme y me lastimaba en lo profundo, trataba de evitarlo pero él una y otra vez aprovechando mi propio peso me dejaba caer y me rompía toda, gritaba de dolor, pero un dolor tan dulce que me enloquecía, le rogaba que no dejara de cogerme, que lo deseaba, que amaba su enorme verga, que era su puta y que haría cualquier cosa.
En ese torbellino de lujuria perdí de vista a Marcelo y fue su propio hermano quien me hizo notar que me estaba esperando desnudo con su sexo duro, semi sentado apoyado en el escritorio.
Joaquín me llevo a su lado, quedé de espaldas y entendí el juego, me dejaron caer lentamente para que él me la metiera por el culo, guau! dolió, pero era un doble placer, un hermano por el frente, otro por detrás, presa entre esos machos, con sus manos recorriendo mi piel, mis tetas, basando a uno a otro, entregada, reventada, me recordaron a mis tiempos de adolescente cuando me deleitaba haciendo estas locuras con los chicos del barrio.
Es que me excitaban mucho las dobles penetraciones, ser el centro del emparedado, sentir como me llenaban toda y justamente, doblegar mi propio placer.
Cuando se saciaron de darme por ambos lados me dejaron ir al suelo, una verga a cada mano, a masturbarlos y a chuparlos, a uno, al otro, saber que esos hombres se acabarían pronto en mi boca me excitaba demasiado y deseaba tocarme el clítoris para seguir teniendo orgasmos. Joaquín llegó primero, sabía que él quería ver como lo hacía, pero fui egoísta, solo quería chupársela y tragar todos sus jugos, así lo hice, su amargor invadió mi garganta y su néctar caliente me hizo llenar de placer. Luego fue el turno de Marcelo, misma historia, solo que sí, ya un poco más relajada, solo abrí mi boca para que el terminara su trabajo y ellos saciaran su vista, su semen lentamente fue colmando mi lengua mientras veía el placer en sus ojos y poco a poco dejaba correr su leche por mi boca y por mi garganta.
Las cosas cambiarían a futuro, de secretaria pasé a ser la puta de los hermanos Lewandoski, todo parecía irse de control, me cogían de a dos, a veces nos bañábamos los cuatro juntos y yo pasaba de mano en mano, hermano por hermano, a veces solo iba de oficina a oficina, uno tras otro y en algún momento todo fue demasiado.
Marcelo resultó ser el peor de los tres, un sádico amante del sexo anal, él solo me llamaba para dármela por el culo y yo no podía alejarme de toda esa droga, me encantaba complacerlos, que hicieran conmigo lo que quisieran hacer.
Llegaba a casa destruida, no podía con los tres, me dolía tanto la concha y tenía el culo tan dilatado que hasta me daba vergüenza tener sexo con mi propio esposo, ya no lo deseaba, solo quería descansar.
Las cosas se fueron desmadrando, los rumores, los chimentos, no poder mantener la boca cerrada, de un lado, de otro, los privilegios de la secretaria, los horarios, era un secreto a voces lo que sucedía, todos comentaban en la empresa y si bien nadie podía probarlo todos me veían como la puta del lugar, todos lo sabían.
Los rumores llegaron a oídos de la esposa de Pablo, el mayor, ella me esperó una tarde y me increpó armando un escándalo que solo entorpecieron y apresuraron las cosas.
También llegaron los rumorees a oídos del viejo Víctor, quien a pesar de sus años todavía mantenía un cierto control sobre la empresa, y su verticalismo anteponía ante todo el respeto a la figura paterna. Acomodó a la fuerza la situación con sus tres hijos, con mano férrea tuvo que regañarlos como si aun fueran pequeños.
La situación me costó el empleo para empezar, y el matrimonio con Andrés para finalizar, a decir verdad, mi situación de pareja con él era una mentira, solo fue un estado de conveniencia que alguna vez había ideado mi padre para que no vean a su hija como lo que siempre había sido, una puta cualquiera.
Hoy ha pasado el tiempo, no supe más de mis jefes y amantes, en especial Marcelo me llamó muchas veces 'para pasarla bien', pero yo ya había cerrado esa etapa de mi vida, apenas se chateamos de vez en cuando, mi ex, rehízo su vida con una mujer que supe que era su amante en nuestros días de convivencia, y soy lo que siempre quise ser, junté bastante dinero y prefiero vivir en soledad, amando vergas de ocasión, sin ataduras, sin compromisos,
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