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Entregada Analia Belen

Analia volvió al salón marcando el paso con tremendos tacones. Colgó el teléfono despidiéndose de su amiga y dio una última vuelta para que la contemplara antes de salir por la puerta. Estaba guapísima maquillada, su pelo estaba increíblemente largo alisado, casi le llegaba hasta el culo... y ¡dios que culo!
 
Salió de casa provocándome con su sonrisa y un beso al aire. Sabía que arrastrábamos muchos días sin sexo y me pondría un poquito celoso al pensar que se iba como una conejita libre. Aquella colombiana pequeñita me volvía loco... y a mis amigos también. Había sido una de las chicas más deseadas del grupo de amigos hasta que empezó a salir conmigo. Ellos la tenían, y me tenían a mí, como en un pedestal del sexo, a pesar de que no sabían la verdad.
 
La verdad era que no follábamos tanto como pensaban todos aunque no podía quejarme, y la verdad también es que era una chica un poco delicada con el tema del sexo. Era muy sexual y sensual pero poco sexo oral y lo justo para preliminares, nada de sexo anal, nada de posturas fuera de lo común y nada de sexo muy duro. Con todo esto yo disfrutaba mucho de aquella tremenda gatita colombiana pero siempre sentí que me faltaba un poco más de morbo y excitación cuando se convirtió en rutina.
 
Puesto que no la esperaba hasta el día siguiente y además tarde, en cuanto se fue me dispuse a cenar algo rápido y disfrutar de una sesión de porno. Una con escenas que no podía replicar con Belén: folladas de boca, penetraciones anales y corridas en la cara. Finalmente la tremenda paja que me hice me dejó totalmente dormido en el sofá.
 
El vibrar del móvil en la pequeña mesa de cristal me sacó abruptamente del sueño. Tenía dos llamadas perdidas de Belén y ¡diecisiete mensajes! Los mensajes rezaban "¿Puedes venir a por mí", "¿Estás papi?", "Ven a por mí", "Estoy sola papi" y así repetitivamente. Me encantaba cuando decía papi, sonó en mi cabeza y no dudé en llamarla, su voz sonaba embriagada. Me refresqué la cara y salí a buscarla a la ubicación que me envió.
 
Al llegar allí me encontré un local de moda que no conocía. Mucha gente fuera estaba bebiendo y fumando e inmediatamente identifiqué a Belén, al lado de la puerta, con una copa enorme y hablando con un tipo. En cuanto me vio dejó la copa y se abalanzó a mi cuello al grito de ¡Mi amoooooor! Me besó de una forma muy lasciva que me gustaba, pero fue corto, inmediatamente dio la vuelta.
 
-Es mi novio -habló buscando al tipo de antes que ya no estaba allí.
-¿Quién era ese? -pregunté mientras la invitaba a dejar la copa en un lugar más seguro que su mano.
-No sé quién era ese man -dijo rápidamente con cara de sorpresa-, yo no di papaya, y no paraba de hablar de mi culo, que mamera, pero ni modo... -empezó un monólogo nerviosa.
 
Su embriaguez la hacía no parar de hablar y mezclar palabras colombianas y me costaba seguir su discurso hasta que llegamos al coche. Allí pareció tranquila, segura, feliz y acurrucó su cabeza en mi brazo mientras conducía. Al parecer, una de las amigas se fue pronto y la otra amiga, con la que ella pensaba quedarse a dormir, encontró un ligue esa noche. Había dejado "tirada" a mi novia "de mutuo acuerdo" con muchas copas de más.
 
La verdad es que nunca la había visto tan bebida. Ella estaba un poco fuera de sí y me sentía un poco avergonzado por su comportamiento, y hasta molesto, al pensar que pasaba en otras noches de amigas, o que habría podido pasar si no estoy yo allí esa noche. Creo que ella lo notó y volvió a dar muestras de ser otra Belén cuando su mano se posó en mi muslo.
 
-Relaja, papi -y ese papi era el papi sensual que usaba para derretirme o anunciar sexo.
 
De repente su mano subió hasta mi entrepierna, frotó un par de veces allí y no tardó en sentir que había vida palpitante. ¿Sexo oral en el coche? ¿Y yo conduciendo? Era una fantasía que le había comentado alguna vez pero a la que nunca le había mostrado el mínimo interés. Efectivamente su cabeza fue bajando por mi pecho cual gatita necesitada de roce hasta llegar a mi bragueta. Mordió, y sus manos se abrieron paso con maestría y volvió a morder sobre los bóxer.
 
Mordió y lamió a través de la tela hasta que se me puso tan dura que podía saborear la puntita que asomaba queriendo escapar. Belén en aquella posición y con aquella lujuria era una fantasía casi cumplida. Yo quería detener el coche en algún lugar oscuro y terminar de cumplirla pero ella insistió en ir a casa y el camino se me hizo largo.
 
Al llegar a casa tuve que ayudarla con las escaleras, el alcohol empezaba a pasarle factura. La llevé hasta la cama y la dejé caer allí con la desesperanza de que ya no estaba para muchos juegos. Sorprendentemente me atrapó con sus piernas atrayéndome y haciéndome caer sobre ella. Un beso lleno de lujuria, de esos que solo me daba cuando estaba muy muy caliente, me fundió con ella. Me mordió el labio y nuestras lenguas saborearon el pecado puro provocando que mi polla creciera al instante.
 
Bajé hasta su ombligo con nuevos besos mientras desabrochaba su pantalón. Era un pantalón muy ajustado pero lo saqué con fuerza hasta las rodillas. Sus piernas quedaron arriba atrapadas, sus muslos firmes y suaves se abrían ligeramente quedando todo su sexo expuesto a mí. Su postura era totalmente pornográfica y su precioso tanga estaba húmedo, casi devorado por sus labios vaginales. Lo subí junto con el pantalón.
 
Su coñito lubricado, enrojecido y caliente pedía guerra. Estaba disfrutando de la perra que llevaba dentro como pocas veces había podido hacerlo. Le di unos pocos lametones recorriendo toda su vagina. Suspiró de placer y su mano buscó instintivamente frotar su clítoris de forma acelerada, sin preámbulos, parecía querer correrse y rápido.
 
Saqué mi polla totalmente dura y la froté entre sus labios vaginales mojados anunciando una penetración inminente. Ella me miró con la furia y el deseo de "¡hazlo ya!". La contemplé unos segundos y su ano parecía dilatarse y contraerse con fuerza. Aquella imagen me perturbó hasta desear en lo más profundo de mi ser penetrarla analmente.
 
Sabía que su ano era casi sagrado y eso me daba más morbo. Según ella, solamente había tenido sexo anal una vez con otro chico y fue doloroso. Nosotros lo habíamos intentado un par de veces pero no conseguí penetrarla, ella se incomodaba y quejaba bastante, pero tenía muchísimas ganas de volverlo a intentar. ¿Sería el momento?
 
Ensalibé su agujerito y mi dedo entró suave. Belén gimió y era puro placer, seguía concentrada, con los ojos cerrados frotándose el clítoris casi poseída. Aproveché para dirigir mi polla a su culo, ya que estaba hambriento y dispuesto. Su ano parecía tragarse la punta con las mismas ganas con las que la expulsaba. Empujé cada vez más fuerte con el miedo de que a Belén se le cortara la excitación como otras veces, pero entonces me sorprendió.
 
Sus manos dejaron descansar a su coñito lubricado para invitarme a entrar mejor abriendo sus nalgas. Y entró. Ella soltó un nuevo gemido más agudo y yo la introduje lenta pero hasta el fondo. No podía creer que tuviera a Belén empalada por el culo, era otro de mis sueños morbosos. Me apretaba como un guante muy ajustado y era tan placentero que me inundaban las ganas de correr en los primeros movimientos, pero yo estaba dispuesto a que aquello durara el máximo posible.
 
Entraba y volvía a entrar sin salir completamente. La fina piel de su ano se comprimía con su coñito mojado y se estiraba de nuevo. Ella suspiraba acelerada como si fuera un parto abriendo bien sus nalgas. Seguí así hasta que estaba a punto de correrme y la saqué. Respiré con la polla palpitando y la metí de nuevo. Esta vez entró con algo menos de amor y Belén lanzó un grito ahogado. Sus manos volvieron a frotar su clítoris con fuerza y me miraba con furia mientras la penetraba de nuevo.
 
Esta vez sabía que no iba a poder parar y ella tampoco podría. Estaba tensa arqueada y de repente gimió. Gimió fuerte, gimió como una gata en celo, como en las mejores folladas que habíamos tenido. Se corría, su flujo blanquecino y caliente empezaba a caer alrededor de su ano. No pude más y me corrí dentro con todas mis fuerzas, me corrí tanto que se salió mi polla resbalada mezclando mi leche con la suya.
 
A partir de aquel día, los dos supimos que podíamos hacer un anal muy excitante y maravilloso y que repetiríamos muchas veces. Eso sí, siempre y cuando Analia tuviera unas copas de más, pero eso no sería un problema.

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