Como ya saben desde hace algunos años sostengo una relación de incesto con Adrián, mi único hijo. Pero eso no es todo, si recuerdan bien; también me involucro con dos de sus amigos y sus respectivas familias, es decir tenemos nuestro pequeño club de incesto.
Para los que no han leído lo relatos anteriores, todo comenzó cuando me entregue a los amigos de Adrián, Fabian y Alejandro. Para más tarde descubrir que mi hijo también quería participar de nuestro festín. Poco después tuve mi primera experiencia anal, entregándole el mejor regalo a mi hijo. Fue entonces que Teresa la hermana de Fabian se incluyó en las aventuras, y esa noche recibí mi primera doble y hasta triple penetración, incluida mi primera experiencia lésbica.
Después de eso, mi hijo y yo, comenzamos a tener una dinámica muy morbosa, las reglas entre nosotros quedaron de lado, teniendo largos y placenteros encuentros sexuales, muchísimo sexo oral, anal y cuando las cosas están lentas en la clínica, platicas llenas de fantasías y muchísimo morbo.
Como es una costumbre las vacaciones decembrinas se acercaban y como es tradición en la familia saldríamos de la ciudad para evitar el frio clima que reina en esas fechas en la ciudad en donde radicamos. Esta costumbre inicio desde que Adrián era un niño, y aún estaba casada con su padre, creo que eran de los pocos momentos en que mi ex esposo se ponía algo erótico y hasta perverso.
Pero eso es pasado, en el presente los planes entre mi hijo y yo, estaban en marcha, teniendo como destino las playas del puerto de Acapulco, así que empacamos y salimos un jueves por la tarde hacia nuestro destino.
Después de habernos instalado en el hotel que elegimos con anterioridad, salimos a caminar por las calles aledañas. Fue entonces que las cosas dieron un vuelco muy morboso.
Mientras caminábamos por la calle, nos encontramos con un acto pleno de la naturaleza animal, una jauría de perros copulando en plena vía publica. De golpe mi hijo se detuvo clavando su mirada en aquella hembra siendo montada por un perro grande, una sonrisa macabra y perversa se plantó en su cara y después de unos segundos de estar mirando aquel acto animal, mi hijo volteo sus ojos a mí.
- ¡Mama! ¿En toda tu vida de veterinaria, nunca sentiste curiosidad por tener sexo con un animal? – pregunto con tono calmo –
Su pregunta me tomo por sorpresa, debo admitirlo; mas no me espanto o algo parecido. Por unos segundos medite muy bien mi respuesta; ya que, si bien yo no tuve un acercamiento con un animal, si personas cercanas a mi durante la carrera de medicina veterinaria.
- ¡No! ¡Creo que no! Siempre he visto a los animales como un campo de estudio, no con morbo… - respondí calmada –
- ¡Entiendo! ¿Dime algo, con franqueza… no te gustaría probar? – volvió a preguntar Adrián mientras miraba de nuevo a la jauría –
Mire a mi hijo con un poco de extrañeza y a la vez con mucho morbo. En ese preciso momento tuve un flash back, regresando mi memoria a aquellos años cuando tenía 22 años y estaba por concluir mis prácticas profesionales en un poblado del estado de Veracruz. Y tuve mi primer encuentro indirecto con la zoofilia. Siendo una amiga muy cercana quien sostenía relaciones sexuales con casi cualquier animal, su nombre Fernanda, quien en ese entonces contaría con 21 años, una chica morena de buen cuerpo, cadera ancha, nalgas abultadas, tetas perfectas de tamaño mediano, en si un jovencita que cualquier compañero de la facultad habría querido tener en su cama por una noche.
Recordé que en varias ocasiones la vi cogiendo con perros, chupando el pene de un toro o masturbando a un caballo, hasta que una noche la confronté esperando que me aclarara un poco más el panorama acerca del tema. Fernanda dijo que era algo increíble, no solo placentero, sino algo que la llevaba al éxtasis; de hecho, trato de convencerme para que lo intentara, más en ese entonces mi experiencia en las cosas sexuales era limitada y casi nula, por lo que decidí mejor pasar de largo. La verdad me sentía asustada al pensar que sería violada por un animal.
Después de ese flash back y regresando a la realidad, mire a mi hijo quien seguía atento al show que aquellos canes le brindaban sin costo alguno.
- ¿Te gustaría que lo hiciera, cariño? – respondí en forma de pregunta –
Adrián, giro la cara para verme asombrado y gustoso, y sin un segundo que perder respondió.
- ¡Si! ¡Me encantaría! ¡Me gustaría verte hacer de todo… claro solo si tú estás de acuerdo! – exclamo sonriente –
- ¡Uhh! ¡Pervertido! ¡Cochinote! – dije abrazándolo por la cintura –
- ¿Quieres? – pregunto dudando –
- ¡No lo sé! ¿Primero, no podemos entrar al hotel con un perro callejero… segundo, tú has tenido experiencias con este tema? ¿Digo, por algo quieres que yo lo haga? – dije poco preocupada –
- Haha! ¡Yo no! ¡Tere… esa niña es una cabrona! – respondió mi hijo –
- Teresa? Ella… - dije asombrada –
- Aja! Ella lo hace con Mack y no solo ella Alexa también lo ha hecho… - comento Adrián sin la menor pena –
- Claudia, también? – pregunte –
- Ah! No ella aun no lo hace, bueno al menos no hasta ahora… - respondió morbosamente mi hijo –
Ambos comenzamos a reír, por aquel comentario. Adrián me dio un beso en la mejilla, abrazándome por los hombros, reanudando la caminata nocturna. La charla acerca de aquel tema quedo un poco en el olvido por ese momento, más al regresar al hotel y mientras tomábamos una ducha juntos volvió a salir a colación.
- ¿Entonces qué dices mama? ¿Te avientas a coger con un animal? – exclamo mi hijo nerviosamente –
- ¿Vaya creí que lo habías olvidado? Papi… será algo complicado en este momento, ya te dije porque… - respondí –
- Vamos mama… complicado? Eso es lo de menos, lo resolvemos en un tris… el hecho está en que tú quieras… - dijo mientras me acariciaba las nalgas –
Creo que no había escape alguno, además que podía perder.
- ¡Ok! ¡Está bien! ¡Pero dime como lo haremos… y otra cosa… tendremos cuidado… ok! – respondí suspirando, no sé si por miedo o por lujuria –
- ¿Bueno, primero rentamos un búngalo en las afueras de la ciudad, no te preocupes yo lo pagare con el dinero que me deposita papa, segundo buscamos a un invitado que te agrade, y por ultimo tomamos todas las medidas para que tu estés segura y te sientas cómoda… que dices? – exclamo Adrián mientras me separaba las nalgas introduciéndome su verga en el culo –
- Ahhh!! Uuhh! ¡Suena… mmh! Bien!! Ahhh! – exclame gimiendo de placer –
Esa noche tuvimos una buena sesión de sexo anal mientras nos duchábamos. Al día siguiente comenzamos la búsqueda del búngalo, consiguiendo uno a buen precio y en una localidad algo solitaria, pero segura. Era pequeño, pero como y confortable, algo que había exigido a mi hijo. Después comenzamos a buscar al invitado, no tardamos mucho para hallarlo. ya que de camino al hotel y no muy lejos del lugar donde se encontraba el búngalo, encontramos a un perro mestizo bi color, negro y café, un mestizaje entre rottweiler y callejero, fuera de una pequeña tienda, mientras mi hijo bajo a comprar unas botellas de agua. De inmediato Adrián pregunto al dueño del local si el perro era suyo, el dueño respondió que no, que el perro era vago y que solo los residentes de la zona lo alimentaban. El invitado perfecto, creo yo. Adrián no tardo mucho para cercarse al perro, teniendo cuidado en que este no lo agrediera.
De inmediato notamos que era un perro mazo y juguetón, por lo que mi hijo me miro en busca de aprobación. Misma que llego cuando sonreí tímidamente dentro del auto. Mi hijo subió al auto después de cuestionar un poco más al dueño de la tienda sobre aquel can.
- ¡Bien, al parecer no es de nadie y vaga por estas calles, es amistoso y esta grandote! – exclamo mi hijo al subir al auto –
- ¿Y? – dije ansiosa –
- ¿Pues que podríamos llevárnoslo sin que nadie lo notara, por la noche y regresarlo por la mañana, no crees? – dijo Adrián –
Al parecer, mi hijo tenía todo resuelto en su mente. No había duda que le gustaba la idea de ver a su madre siendo cogida por un animal. Una sonrisa pícara se dibujó en mi rostro, y solo moví la cabeza negando, pero al mismo aprobando lo que decía. Más tarde ese día, nos dedicamos a mirar videos en internet acerca del tema, buscando algunas medidas de seguridad para lo que estábamos por hacer. Y a decir verdad aproveche para observar un poco el teje y maneje de las cosas.
Serían las 18:00 horas cuando salimos del hotel con dirección al búngalo, con todo listo para ejecutar el acto bestial. En el trayecto mi hijo se detuvo frente a una farmacia, por lo que cuestione el porqué del tal hecho.
- ¿Para qué te detienes aquí? ¿Acaso le pondrás preservativo al perro? – pregunte asombrada –
- ¡no! ¡Solo quiero comprar algunas cosas! ¡Ya vuelvo! – exclamo mientras me besaba en la boca –
Dos personas que salían del establecimiento, nos miraron asombradas, debieron imaginar que el chico había conseguido a una madurita caliente para esa noche, crédulos; no se imaginaban que esa madurita era su madre y que estaba a punto de coger con un perro y su hijo al mismo tiempo. Cuando Adrián volvió de la farmacia, me entrego una bolsa con algunos artículos, vendas de algodón, lubricante vaginal, preservativos, enemas anales y pastillas de menta. El lubricante, los condones, los enemas y las pastillas me parecieron normales, es decir algo que usarías para refrescar tu aliento y para el sexo anal, pero las vendas de algodón me intrigaban.
Después de unos 20 minutos llegamos hasta la esquina en donde se ubica la pequeña tienda de abarrotes, Adrián volvió a bajar para adquirir algunas botellas de agua y algunas frituras.
- ¡Vaya, el señor dice que no ha visto al perro, tendremos que buscarlo! – exclamo algo molesto mientras subía al coche –
Solo sonreí, para dar paso a la búsqueda del animal, misma que tardo cerca de 1 hora, para al fin encontrarlo dormido frente a una banca del parque local. De inmediato Adrián hizo ruido para llamar la atención del can, mismo que moviendo el rabo se acercó hasta el auto. Mi hijo lo acaricio por algunos minutos, mientras le decía cosas para tratar de ganar su confianza. Fue entonces que decidí algo que me pareció increíble, si estaba a punto de ser cogida por aquel animal, al menos tenía que conectar con él, por lo que baje del auto y lo llame silbando un poco. El perro se acercó con rapidez, levantándose en sus patas traseras, fue allí que me di cuenta de su tamaño y peso reales, el perro parecía estarme abrazando con sus patas delanteras, mi hijo reía dentro del coche mientras me alentaba a abrazar al animal. Después de eso, mi hijo estaciono el auto, bajando del mismo, ambos nos sentamos en la banca del parque junto al perro, habiendo transcurrido unos cuantos minutos de mera observación, nos percatamos de que nadie parecía extrañado o preocupado porque dos extraños estuvieran con el perro en aquel lugar. Por lo que muy de prisa y sin mucho alarde, Adrián abrió la puerta trasera del auto, mientras yo alentaba al can para subir dentro del auto. Sin gran esfuerzo el perro entro en el auto, acomodándose en el asiento de atrás, Adrián cerró la puerta, yo subí de prisa, marcándonos a velocidad moderada. La adrenalina corría por mi cuerpo, era la primera vez que hacia algo así. Durante el breve camino hasta el búngalo, yo me conectaba más y más con aquel animal, acariciándolo y hablándole, una vez que el auto se detuvo frente al lugar alquilado, mi hijo bajo para abrir la puerta del búngalo, mientras yo seguía jugando con el animal, pocos minutos después todos estábamos dentro del búngalo, ansiosos, excitados y listos.
Lo primero que hice antes de cualquier otra cosa, fue bañar al perro ya que estaba sucio y muy desalineado. Fue entonces que mi hijo comenzó con el juego erótico de ese momento.
- ¡Ma! ¡Acaríciale el pito! – exclamó mi hijo sobre mi hombro mientras que yo tallaba a aquel percudido animal –
Sonreí morbosa, ya que en varias ocasiones antes de que mi hijo me pidiera hacer aquello, yo ya había pasado mi mano sobre los testículos y pene de aquel perro con cara de malo. Palpando el peso y grosor de su sexo.
- ¡Anda, ma! ¡Acaríciale el pito! – repitió mi hijo en mi oído –
Gire un poco para mirarlo mejor, mientras mi mano derecha iba en busca del pene del animal, encontrándolo casi de inmediato, lo sostuve como cualquier doctor haría en una palpación médica, más imagine que en esta ocasión debería hacerlo de forma diferente, mas… digamos perversa. Así que lo tome con mis dedos empezando a masturbar al perro quien solo nos miraba inquieto. Mi mano se movía despacio, mientras el pene rojo del aquel can salía por su prepucio.
- ¡No ma! ¡Mira! ¡Ya lo pusiste caliente, ma! – exclamo mi hijo quien ya se notaba excitado –
El pene poco duro de Adrián me rosaba la espalda, mientras yo seguía con mi labor manual. La sensación del pene de mi hijo frotándose contra mi espalda, mientras mi mano sacaba aquel pene rojo de su funda peluda, me estaban poniendo muy loca, por lo que exclame.
- ¡Quítate la ropa, papi! ¡Anda deja salir lo tuyo! – dije mientras me acomodaba sobre el sardinel de la regadera –
No pasaron ni dos segundos antes de que mi hijo estuviera completamente desnudo, su verga se mostraba hinchada, al igual que la de aquel can, que seguía jadeante y expectante. Sin más, tome la verga de Adrián cambiando de mano, ahora teniendo la verga del perro en la izquierda y la de mi hijo en la derecha, masturbando a ambos a la vez, pocos minutos después de haber comenzado aquel juego pervertido, fue mi hijo quien exclamo.
- ¡Encuérate mama! – dijo excitado y agitado –
Detuve mi trabajo manual en ambos penes, para despojarme de la ropa, quedando totalmente desnuda ante la mirada de mi hijo y el perro. Mismo que intento salir de la ducha para olerme. Por lo que tuve que meterme a la ducha con él, ya no importaba ahora estaba desnuda y bastante caliente. Mientras termine de asear al can, aproveche para mirar a mi hijo masturbarse frente a mí, al mismo tiempo en que yo hacía lo mismo con el perro. Allí me encontraba en cuclillas masturbando a un animal, mientras mi hijo se acariciaba el pito muy despacio.
El perro se mostraba inquieto lamiéndome cara que tenía oportunidad, de pronto aquel animal poderoso, me empujo contra la pared, haciendo que cayera de nalgas contra es suelo húmedo. Por reflejo intente alejar al animal con las manos, siendo un intento inútil el peso y la fuerza de aquel animal era demasiada, por lo que fácilmente se abrió paso entre mis manos, comenzando a lamer mi cara, mi pecho, tetas y estómago. Fue allí cuando aquel perro lamio por primera vez mis labios vaginales.
- ¡No! ¡No! Uhhh! ¡Dios! – exclame al sentir la lengua tibia del animal –
- ¿Te gusta mama? – pregunto Adrián lleno de morbo –
- ¡Aja! ¡Se siente rico! ¡Es como tener una fibra tibia en la panocha, nene! Ahh! – dije mientras gemia –
La lengua de aquel canino era enrome, por lo cual con cada pasada lograba abarcar mi vagina en su totalidad, incluso por momentos dejaba que esta se introdujera un poco. Aquel cunnilingus canino, me estaba llevando a la locura, perdí la noción del tiempo ya que me dediqué a disfrutar con ojos cerrados lo que aquel perrito me hacía sentir. Cuando volví a abrir mis ojos, Adrián ya estaba dentro de aquel pequeño espacio, con la verga completamente dura y su mano dándole unos jalones suaves, mientras sus ojos apreciaban lo que aquel perro le hacía a mi cosita. El chorro del agua de la regadera empapaba aquel miembro venoso y firme de mi hijo, haciéndolo lucir majestuoso.
- ¡Papi! ¡Terminemos de bañarlo, quiero ir a la cama! Uhh! ¡Este muñeco chupa muy rico! ¡Y quiero chuparte ese pito! Ahhh! ¡Dios! – exclame llena de placer –
Con algunos problemas logramos terminar de asear al can, quien se mostraba impaciente e inquieto por seguir lamiéndome allí abajo. Una vez que el perro estuvo completamente seco y limpio Adrián lo saco del cuarto de baño, para llevarlo a la habitación, donde ambos me esperaban. Después de tomarme un tiempo para secar mi cuerpo y enredarme una toalla en el cabello, Salí con las carnes al aire, el calor del clima y el del ambiente hacían más confortable aquel momento.
- ¡Agárralo bien! ¡Papi! Ahh! – dije al salir del acierto de baño, al sentir las patas del perro sobre mis tetas –
El pito del perro seguía colgando fuera de su prepucio, apreciándose lubricado y listo para la acción, mientras que el de Adrián se apreciaba algo flácido y con sus huevos colgando, mientras con ambas manos sujetaba al perro por el pecho. Muy lento y sin perder de vista a ambos, me recosté sobre la cama abriendo las piernas y sobando mis tetas.
- ¡Bien! ¡Ahora si, tráelo amor! – dije en un susurro –
- ¡Espera, mama! ¡Déjame hacer algo! – dijo mi hijo mientras arrastraba al perro fuera de la habitación –
Después de unos minutos de estar en espera, tocándome los pezones y la conchita, Adrián entro de nuevo a la habitación dejando libre al perro, quien de prisa salto en la cama, entrando en medio de mis piernas, comenzando a lamerle la pucha con euforia. Hasta ese momento pude apreciar que mi hijo había vendado las patas del perro, para que no me hiciera daño con las garras, ya que se mostraba torpe y acelerado por su excitación. Adrián tomo un lugar preferencial junto a la cama, mientras dejaba que su mano pusiera a tono aquel pene colgante.
- ¡Dios santo! Uhh! Ahhh! Mmmh! ¡Que lengua tan divina! Ahhh! – gemia yo –
- ¿Te la chupa mejor que Alex, Fabian o yo, ma? – exclamó mi hijo –
Hasta ese momento solo había existido una lengua que ma había dado tanto placer como la de aquel can, la de Teresa, aquella noche en la cabaña.
- Mmh! ¡No! Ahhh! ¡Aunque está más rasposa que la de ustedes! Huh! Mmmh! – gemí al responder tratando de no hacer sentir menos a mi hijo –
No paso mucho tiempo antes de que mi hijo subiera a la cama colocándose a mi lado, comenzando a masturbarse despacio mientras chupaba mis pezones. El placer era inmenso, los lengüetazos de aquel perro eran sonoros y repetidos, mientras que los labios de Adrián me alaban los pezones con fuerza.
- Ahhh! ¡Papi! Hmm! ¡Papi! ¡Dame esa verga! Mmh! ¡Así ahh! – exclame pidiendo el pene de mi hijo –
Sin perder tiempo alguno, Adrián me coloco su pene aun flácido en los labios, un pequeño rastro de líquido seminal, quedo depositado sobre ellos, comenzando a darle una buena mamada a mi hijo. Quien con sus dedos apretaba un poco mis pezones. Mientras que el perro seguía lamiendo mi pepa, de un momento a otro aquel can, dejo de lamer mi sexo, subiendo sus patas por mi torso, solo para intentar montarme de forma torpe.
- Ahh! Ma! Hmm! ¡Ya quiere! Ahhh! – dijo mi hijo mientras disfrutaba de mi boca –
Mire al perro agitar su cadera como si estuviera cogiéndose a una hembra en celo, su pito descargaba líquido seminal en mi abdomen, mismo que se sentía tibio.
- Mmhhggg! ¡Déjame voltearme amor! ¡Vamos a ver que puede hacer este cachorro! – exclame sacando el pene de Adrián de mi boca –
Con algo de esfuerzo, Adrián logro separar al canino de entre mis piernas. Rápidamente y siguiendo con lo aprendido en los diversos videos que había visto en internet, me coloque en posición de perrito, subiendo bien las nalgas y bajando mi torso para facilitar la correcta penetración.
- ¡Acércalo! ¡Despacio! ¡Amor! Uhh! ¡Esta que revienta! – exclame mirando la energía del perro –
Adrián, acerco lentamente al can, quien agitado trababa de montarme a como diera lugar. Cuando me tuvo a su alcance sus patas delanteras me aprisionaron con fuerza, mientas su cadera se agitaba con desenfreno y torpeza.
- ¡Uh! ¡Este wey está muy loco, no le atina mama! – exclamo mi hijo quien miraba como el can intentaba penetrar mi vagina –
Por mi parte podía sentir el pene húmedo de aquel perro restregándose en mis nalgas y por momentos rosar mis labios vaginales.
- ¡Ah! ¡Si! ¡Tienes, razón… ahh! ¡Déjame ver si lo puedo ayudar…! Ahh! – decía gimiendo –
Lentamente y como pude logre sujetar el resbaloso pene del can, dirigiéndolo a mi cola, no tardo mucho antes de que el perro, insertara aquel miembro húmedo y grueso en mi vagina, arrancándome un gemido placentero y sonoro.
- Uhhhhhhhmmmmm!!! – dije al sentir como el pene de aquel animal me abría la concha –
- Ahhh! ¡Sí, no mames! ¡Ya te la metió! Uhh! ¡No mames! – exclamo mi hijo quien miraba atento –
Aquel animal se movía como loco dentro de mí, provocando que mis gemidos y gritos se escucharan en todo aquel búngalo.
- Ahh! Ahh! ¡Dios! ¡Dios! ¡Si! ¡Si! Uhh! Uhh! Mmh! Mmh! ¡Si perrito! ¡Así! Ahh! Uhh! ¡Me está dando bien duro amor! Ahhh! Ahhh! ¡Dios! Sii! ¡Cógeme perro cochino! – gemia mientras decía cosas fuera de todo sentido o cordura –
Mis alaridos parecían los de una perra en brama, aquel pene canino me estaba llevando al éxtasis muy rápido. Mientras las patas del animal me aprisionaban con fuerza de la cadera, su pene comenzaba a hincharse dentro de mí, sabía lo que venía a continuación…
- ¡No mames! ¡No mames! ¡Mama! – exclamo Adrián al ver lo que sucedía –
- Ahhhh! Aaahhhuu!!!! – gemí al sentir el bulbo del perro entrar en mi vagina –
Aquella forma esférica ensancho drásticamente mis paredes vaginales, por lo que de inmediato relaje mi vientre dejando que mi orgasmo derramara una enorme cantidad de fluido vaginal, el cual escurría por la cara interna de mis muslos. Fue entonces que Adrián dejo su posición de espectador pasivo, acercándose a mi cara, ofreciéndome un caramelo para lamer y chupar.
- Diablos mama! Eres una tragona! ¡Chúpame un poco! – exclamo mi hijo en un estado de excitación superlativa –
Comencé a lamer el miembro de Adrián, mientras que aquel can seguía dándome una buena cogida, ya no con tanta intensidad, pero aun así llena de placer debido al bulbo insertado dentro de mí. Mientras le daba una buena mamada al pene de Adrián, la saliva de aquel perro, escurría en mi espalda, sabía que estaba próximo a descargar, y así fue, pocos segundos después aquel canino exploto dentro de mi vagina, inundándome de semen perruno, el cual se mezcló con mis fluidos escurriendo fuera de mí
- Uuhhmm! ¡Dios! ¡Este cabron me pego una cogida de antología! Ahh! Mmhhgg! Mmhhgg! ¿Te gusto papi? – pregunte a mi hijo quien no perdía detalle alguno –
- ¡Me encanto mama! ¡Dios estoy muy caliente! ¡Quiero metértela yo, también! Uhh! Ahh! – respondió Adrián ya perdido en la lujuria –
- ¡Si, papi, quiero que también me des leche! Ahhh! ¡Solo espera a que este cabron se salga! – dije entre pujidos –
Instintivamente el perro hizo el movimiento clásico de girar, para completar el coito animal, más lo impedí sujetándolo de una pata. Jadeante y aun vigoroso aquel animal termino por expulsar su semen dentro de mí, haciendo que el tamaño de aquel bulbo disminuyera. Fue entonces que con un ligero tronido saco su miembro de mi dolorida cola.
- Plop! – sonó cuando su miembro salió de mi cola –
- Auhh! Cabron perro! ¡Eso dolió! – dije imperativa –
- Haha! ¡Como si te entendiera mama! Haha! – respondió Adrián –
La verga de Adrián estaba muy hinchada sus huevos pegados a su vientre, eran señal de que se vendría pronto, por lo que muy aprisa me levante un poco, pidiéndole que se recostara, para montarlo un poco. Mientras que el can, se encargada de asear su miembro, lamiéndolo repetida y vigorosamente. Aun con los restos de semen y fluido escurriendo por mis muslos, tome la verga palpitante de mi hijo, colocándola en la entrada de mi almeja, bajando poco a poco mi cadera, hasta que se perdió en lo más profundo de mi ser.
- No mames mama! Estas ardiendo! Y bien mojada! Uhhh!! – dijo Adrián al sentir mi calor interior –
- Ahhh! Papi! Cógeme! ¡Cógeme como este animal! – exclame sintiendo cada centímetro de la penetración –
Las manos de mi hijo me tomaron de las nalgas, levantándome con relativa facilidad, para después dejarme bajar despacio encima de su miembro duro y sabroso. Después de unos cuantos sentones más, llego algo que ninguno de los dos esperamos en ese momento, aquel agitado y babeante can, se acercó a nosotros, olfateando nuestros sexos, su respiración era como una are salido del mismo infierno, mi hijo no hizo el mínimo comentario, el solo gemia y de daba verga, aunque yo gire un poco el torso tratando de ver lo que aquel animal hacia o estaba por hacer. Fue entonces que aquel animal comenzó a lamer nuestros sexos con rapidez y esmero.
- Ahh! Uhh! ¡Mama! ¡Eso se siente rico! Ahh! ¡Tú pucha y la uhh... lengua de este wey… ahh! ¡Es genial! Ahh! – exclamaba mi hijo vuelto loco –
- Uhh! ¡Dios! ¡Si! ¡Es intenso! – respondí –
Mientras el miembro de Adrián se hundía dentro de mí, la lengua del perro nos daba aún más placer del imaginado. Las manos de mi hijo dejaron mis nalgas, para dejar que lo montara sin restricciones, mismas que fueron hasta mis tetas apretándolas con cada sentón de mi almeja en su pene.
- ¡Ah! ¡Ah! ¡Mama… carajo… uhh! ¡Así muévete… ah! ¡Ah! ¿Te gusta? ¿Te gusta que mama te monte? ¿Uhm? ¡Aja! ¡Me gusta! ¡Uh! ¿Si? Ahh! ¡Dios me voy a venir de nuevo! Uhh! – gemíamos mientras disfrutábamos de nuestro acto bestial –
De pronto algo asombroso sucedió, el perro dejo de lamer nuestros fluidos montándose encima de mí de nuevo.
- ¡Dios! ¡Este chico es insaciable! – exclame lujuriosa –
- Wow! ¡En verdad te quiere coger de nuevo ma… uhh! – exclamo de nuevo Adrián –
Las patas de aquel perro, llegaron casi hasta mis hombros, su pene volvió a salir de su funda, restregándose en medio de mis nalgas, Adrián y yo paramos la cabalgata, para ver qué pasaba, fue entonces que mi hijo me jalo un poco hacia el frente, dando vía libre a nuestro amigo se abriera camino hasta llegar a mi ano.
- Ahh! ¡Me la va a meter en el culo! Uhh! ¡Dios! – exclame al sentir el pene del can encima de mi ano –
Adrián me abrazo con fuerza para que no escapara, mientras aquel perro se acomodara. Muy despacio y torpemente el animal consiguió hundir su glande en mi ano, fue esa la señal para comenzar a bombearme el culo con gran velocidad y fuerza, mientras que Adrián me daba lento por la vagina.
- ¡Dios! ¡Dios! Uhhh! Ahhh! Cabron… cabron… Ahhh! Noo! ¡Dios! ¡Me están matando! Ahhh! Uhh! ¡Déjalo ma! ¡Déjalo! Uhh! ¡Sé que lo disfrutas! ¡Vamos gime como perra! Ahh! Uhhhh! Uhhhh! Uhhh! Uhh! ¡Par de cabrones! Ahhhhh! – gemia mientras intentaba no desmayarme del placer –
El pito del perro parecía una broca abriendo mi esfínter, mas no me resultaba doloroso, debido a la buena lubricación de aquel miembro canino, mientras que la vergota de Adrián me perforaba la vagina despacio y muy suavemente. Y como bien lo dijo mi hijo, comencé a gemir como toda una perra en celo.
- Uhh! Uhh! ¡Vamos chicos llénenme de leche! Ahh! ¡Quiero… uhh… leche! Ahh! ¡Así! ¡Así perrito! ¡Dame verga papi! ¡Déjame llena de mecos! Uhh! ¡Si! – decía al sentir como estaba siendo cogida por dos animales –
Ambos penes comenzaban hacerme sentir muy caliente y en extremo deseosa de más. Por espacio de unos minutos más tanto mi hijo como aquel perro callejero me mantuvieron bien sujeta y repleta de verga, mas nada es para siempre. Debido al momento tan morboso, las palabras sucias, los gemidos, jadeos, pujidos y por momentos chillidos Adrián, fue quien exclamo.
- ¡Carajo… me voy a venir mama! Uhhh… ya no puedo aguantar más… Ahhh! – dijo alarmado –
- ¡Dámela! ¡Dámela ya! – grite –
Cuando la verga de mi hijo soltó el primer chorro de semen dentro de mi almeja, el perro dejo que su verga expulsara un nuevo chorro de esperma animal dentro de mi ano. Lo que provoco que mi cuerpo experimentara algo inigualable. Una descarga de adrenalina mezclada con algo eléctrico recorrió todo mi cuerpo, haciendo que mi cabeza se elevara y mis agujeros apretaran tanto como pudieron ambas vergas, para exprimirles todo lo que les quedaba en esos huevos.
- ¡Mama!! ¡Mama! ¡Carajo… ohh! Uhh! – decía Adrián mientras se derramaba dentro de mí –
- ¡Qué papi! ¿Que? Uhh! ¡Así llénenme! Uhh! – respondí gimiendo suavemente –
En esta ocasión el perro logro girar adoptando la clásica pose animal de un coito perfecto, mas esta vez su bulbo quedo fuera de mi culito. Por lo que no impedí su movimiento, fue entonces que exploté de nuevo, provocando que Adrián me apretara una teta, mientras con su otra mano me sujetaba con fuerza de la cadera.
- ¡No mames mama… me estas ahorcando la verga… uhhh! – exclamo placenteramente –
Después de unos momentos más, los tres participantes dejamos de derramar fluidos, la verga del perro salió de mi ano dejando escapar una buena cantidad de semen fuera del mismo, el cual escurrió hasta llegar a mi almeja, misma que se encontraba llena por la verga de mi hijo. Quien se mostraba jadeante sudoroso y muy complacido. Después de eso, el perro bajo de la cama, echándose a lamer su miembro por segunda vez.
- ¡Ayúdalo! ¡Ve ma! – susurro mi hijo fuera de si mismo –
Como una puta o una pendeja, me saque la verga de Adrián de la concha provocando que su semen saliera, escurriendo un poco. A gatas y como pude logre bajar de la cama, posicionándome a un lado del perro quien al verme intento levantarse, más mi mano lo sujeto de la cadera, impidiendo su escape, con la mano restante tome su miembro por la base, colocándome de rodillas frente a ese pito rojo y ensalivado, me lo metí en la boca probando un poco de ese semen animal. Por espacio de unos minutos el perro no se movió, hasta que el mismo fue quien salió por piernas escapando a un rincón cercano, para terminar de limpiarse y dormir profundamente.
Yo me quede allí, tirada en el suelo jadeante, rellena de semen y aun excitada. Adrián, hizo lo mismo pero el en la cama, después de unos minutos fue el quien exclamo.
- Esto fue genial! ¡Debemos tener un perro! ¿No crees? – dijo mi hijo –
No respondí nada a su cuestionamiento mas por mi cabeza pasaron toda clase de cosas sucias al respecto.
- ¿Mama? ¡Te adoro… eres increíble… vamos a hacer muchas cosas, a partir de ahora… ya verás!... – dijo con tono morboso –
La madrugada nos sorprendió, y como se había acordado, después de asearnos. Salimos de aquel búngalo, para dejar a nuestro amigo peludo en donde lo habíamos encontrado.
Creo que esa noche fue el destape de mis más bajas pasiones, ya que mil cosas más sucias y morbosas estarían por venir…
Continuara….
3 comentarios - Madre Desesperada. 6 : Merecidas Vacaciones.