Nunca fui un buen estudiante, siempre fui bastante promedio con mis notas, o así solía ser hasta que me encontré con mi profe de quinto año en la secu. Se apellidaba Zabala recuerdo, era alto, de pelo largo, cuerpo delgado y bastante peludo. Tenía un aire de intelectual y sátiro que me volvía loco, tan así que gran parte de las pajas de mi adolescencia fueron dedicadas a él. Su materia(Historia) era una de las pocas materias en las que ponía toda mi atención, siempre sacando diez y entregando todo a tiempo; me había convertido en un completo chupamedias, y a decir verdad, de chupar yo quería chuparle otra cosa. Me acuerdo que cuando él venía yo siempre traía un pantalón ajustado que me marcaba bien los cachetes del culo, y así me paseaba en su escritorio preguntándole cosas de la materia, teniendo roses “accidentales”. A la hora de salida, le clavaba la mirada desde el otro lado de la calle mientras esperábamos nuestros respectivos colectivos, mirada que él respondía lanzando una sonrisa pícara y un saludo con la mano. La verdad, pensaba que mi sueño adolescente de estar con mi profesor iba a quedar como algo platónico e irrealizable, o al menos así pensaba hasta que un día, de casualidad se me da por ir a su escritorio a preguntarle algo de un texto. Tan gentil como siempre, él se dispuso a explicarme el fragmento del texto que no entendía mientras ponía su mano tímidamente sobre mi espalda, esto no me pareció raro en absoluto, era normal un toque en la espalda o el hombro, hasta que en un momento siento como su mano lentamente va deslizándose hasta acabar en mi cola. Al principio me puse colorado y pensé que era algo accidental, pero entonces me dio un apretón que me sacó toda duda ¡Había sido a propósito! Mi profe me toqueteó el culo, y parece que por el barullo de la clase nadie se había percatado. Completamente atónito fui a sentarme para continuar estudiando mientras intentaba procesar lo que estaba pasando, cruce varias miradas incomodas con el profe durante la clase hasta que por fin me tomé una decisión. Supe al instante que no iba a tener otra oportunidad así, había estado esperando esto. Saqué el celu y le mandé un mensaje a mi vieja: “Ma, no voy hoy a casa, me voy a la casa de un amigo, ok? Te aviso cuando llego y cuando vuelo.” Esperé hasta la hora de salida, pero esta vez no saludé al profe desde el otro lado como siempre, esta vez me quedé esperando el mismo colectivo que él. Nos subimos al colectivo lleno y de nuevo cruzamos miradas, no nos decíamos nada, pero sabíamos por donde iba la cosa, lo que los dos queríamos. Cuando se empezó a vaciar, él se sentó y yo me senté al lado, pero de nuevo no nos decíamos nada, había este silencio lleno de tensión sexual que trate de romper apoyando mi mano sobre su rodilla. En ese momento él me lanza una de sus sonrisas pícaras y me agarra de la muñeca, pero no para sacarme la mano, sino para frotarla bien contra su bulto, haciéndome sentir una pija enorme a medio endurecer. Se me acercó al oído y me susurró:
–¿Te gusta sentir lo que te vas a comer?
–… – me había quedado mudo.–
–¿Sí?
–…Sí, profe, me gusta. –le dije en susurros.–
–En tres cuadras nos bajamos, así que andá preparándote.
Bajamos del colectivo y empezó a mirar a todas partes para percatarse de que nadie lo estaba espiando o siguiendo por llegar con alumno, caminamos 5 cuadras hasta que llegamos a su casa, ya estaba anocheciendo. Cuando llegamos me quedé paralizado en la puerta, duro por los nervios, quería entrar pero me daba miedo porque yo era virgen y sabía como esto iba a terminar. Él nota mi preocupación, me acaricia la cabeza y me dice “Pasá, dale, te juro que no te va a pasar nada que no quieras”. Era una casa chica, solo tenía cocina-comedor, una pieza y un baño. Apenas paso, Zabala cierra la puerta y ahí mismo me comenzó a besar, pude sentir su lengua desesperada en mi boca mientras me apretaba fuerte el culo, arrinconandomé contra una pared. Yo, sin mostrar oposición, lo tomo de la cara para besarlo mejor, chapando violentamente por unos cuantos minutos. Sin perder tiempo, me agarra de los hombros, me hace sentar en una silla de la cocina y ahí mismo pela la verga. Tenía unos huevos y una panza peluda junto a una pija gorda y venosa, se podía ver que por el besuqueo le había empezado a chorrear presemen. Yo no me resistí y seguí mi instinto más primitivo, empecé a chupar. Al principio lo hice despacio porque no me cabía bien y yo no sabía mucho, pero el profe empezó a dar movimientos pélvicos más y más fuertes, haciendo que me entre toda y me atragante en pija.
–Pero mirá que putito resultaste, alumno, me sorprende. Nah, si desde que te vi supe que esa boquita estaba hecha para complacer machos, era obvio.
–Mmmh – alcancé a gemir mientras tenía su chota en la boca–
–¿Que “Mmmh” ni “Mmmh? ¡Quiero escucharte decir que sos mi puto! –me dijo mientras me agarraba de la nuca y me mandaba la pija hasta al fondo, frotándome sus bolas peludas contra mi mentón–
–Soy… Soy su puto profe. –dije mientras tomaba aire después de la cogida de boca que me habían pegado–
–Muy bien, ahora sacate la ropa, que ya me cansé de ver ese orto sin una buena pija adentro.
Así obedecí y me empecé a sacar la ropa que tenía. Enseñándole que debajo de ese pantalón apretado que siempre traía, no traía ningún tipo de ropa interior.
–Ufff, que calienta machos que sos pendejo. –me dijo, y procedió a llevarme de la cintura y el cuello hasta la mesa de la cocina– Ahora quiero que te recuestes sobre la mesa y saques cola para mí ¿Ok?
Le hice caso de nuevo, había algo en la forma en la que me decía las cosas que me hacía querer obedecerlo siempre, complacerlo en su totalidad, quería que me aprobara. No sabía bien que iba a pasar en ese momento ya que era completamente virgen y había visto muy poco porno gay, tenía miedo de que me coja de la nada con ese pijón y que me lastime. Es entonces cuando siento su lengua humedeciendome toda la raya del culo. Me pide que me abra la cola con las manos y obedezco. Siento como a lengüetazos me va ablandando el culo, mientras su barba acaricia mis nalgas y mis bolas lampiñas. Yo quería decirle que mejor paráramos porque me sentía medio raro, pero jamás había sentido algo más placentero, me palpitaba la cola y la boca se me hacía agua. Fue tanta la excitación que tenía que en un momento empecé a sacar cola para que me comiera el orto mejor. Sentía como se me aflojaba todo y como mi pija empezaba a gotear, estaba en un estado de éxtasis. Finalmente, como frutilla del postre, me pega un escupitajo en el agujero y siento como me apoya la poronga completamente al palo.
–¿Alguna vez te hicieron la cola?
–No, nunca.
–Bueno, preparate porque te la voy a dejar bien abierta.
–Mmmm, no sé.
–Dale, quedate tranqui, confia en mí.
–Está bien, pero tené mucho cuidad- … ¡! –me había puesto la punta nomás y ya se me estremeció todo. Tenía los puños cerrados y las piernas me empezaron a temblar–
–Shhh shhh – me dijo mientras trataba de calmarme–
–¡Aaaagghh-mmmm! – me la empezó a meter entera y no me aguanté. Traté de gritar pero me tapó la boca con su mano, la cual era casi del tamaño de mi cara.–
–Shh putito, tranquilo, ya vas a ver que te va a gustar. Ufff, que apretadito que estás, eh. Vas a tener que relajar más esa cola –dijo mientras se escupía la pija a medio meter para lubricarla.–
Ahí mismo empezó a cogerme bestialmente. Sin escrúpulos, sin piedad. Yo no podía dejar de dar gritos ahogados contra su mano, me estaba abriendo la cola de manera literal. Si bien no quería que parara, me empezaron a caer unas lágrimas. Cosa que él noto y me dijo “Aaah, mirá como llora el putito ahora. Pero bien que te gustó tratar de calentarme en clase ¿No? ¿O te pensas que no me di cuenta? ¿Querías pija? Bueno ahora la tenes, bancatela.” Me sigo cogiendo duro y parejo hasta que llegue un punto donde tenía la mente como en trance, solo me dejé caer ahí tirado sobre la mesa, siendo penetrado y humillado verbalmente. Me acuerdo que dejé sobre la mesa una gran cantidad de saliva mientras tenía los ojos en blanco, no había sentido nada así nunca. Al final, se sentó sobre una silla y me ordeno que tomara asiento sobre su verga.
–Ahora es tu turno nene, cabalgame la pija.
–Es… Está bien profe.
Me metí la punta mientras me agarraba a los costados de la silla, sabía que esto iba a doler. Entonces el profe me sacó a propósito las manos de la silla haciendo que la gravedad haga su trabajo; me había entrado toda de una y me hizo largar un grito. Así con el orto adolorido y una pija adentro empecé a cabalgar. Seguía dando alaridos y quejidos, pero esta vez el profe no me tapó la boca, él lo estaba disfrutando. Esos quejidos no tardaron mucho envolverse gemidos, ya no era dolor lo que sentía, la estaba pasando …¿Bien? Tenía una pija enorme en la cola y me estaba haciendo sentir bien, ya no me estaba resistiendo, la estaba cabalgando como un verdadero puto.
–Mirá que si seguis moviendo el orto así te voy acabar adentro.
–Eso quiero.
–¿Ah, sí? Empezá a tocarte, quiero que acabemos juntos.
Así le obedecí mientras seguía moviendo el orto de arriba para abajo. Quería complacerlo a como de lugar, me encantaba sentir sus manos en mi cadera mientras no paraba de estimularme el culo con su verga.
–Ufff ¿Eso te gustaría? ¿Que te llene el ojete de leche?
–Sí, porfa profe, llenemé de leche. Quiero que me quede la cola bien abierta para usted.
–¡Aaagghh! ¡Hijo de puta!– gritó mientras me agarraba desesperado de la cintura, dandomé unos empujones bestiales. No dejaba de gruñir, podía sentir como su pija latía adentro mío. Me había llenado de wasca.–
Casi al instante, el hecho de tener la cola enlechada y a mi profe gimiendo como un animal me hizo venirme como nunca. Cuando me masturababa solo largaba uno o dos chorritos de leche, pero esa vez la leche no paraba de brotar enchastrando todo el piso. Cuando recobramos energía, Zabala me pasó una toalla para limpiarme, y me dejó cenar y dormir ahí hasta la mañana siguiente. Así lo hice, me acuerdo que cuando me estaba yendo él me dio un beso en la boca.
–¿Crees que nos podemos volver a ver un día de estos? –le dije–
–Jajaja, obvio. Yo sabía que ibas a querer volver.
–Y sí, es que me gustó mucho.
–Podes venir cuando quieras. Pero sé mas discreto en el salón ¿Te parece?
–Jaja, está bien, está bien. Yo ya me tengo que ir igual, nos vemos en clase, profe. –le dije y le di un pico–
Volvía mi casa y en el colectivo no podía dejar de pensar en lo surreal que fue toda la situación. Llegué, salude a mi familia y me fui a bañar. Cuando me estaba desnudando, puedo notar que mi pantalón está manchado; era una mancha de leche de mi profe, parece que había chorreado de mi cola mientras estaba vestido. Fue en ese momento que todo cambió, porque me di cuenta que era eso lo que quería para mi futuro, calentar y atraer machos, era lo que más me interesaba. Definitivamente siempre recordaré a Zabala por dos cosas, por ser el profesor que me hizo ponerme a estudiar y por ser el que me volvió el puto que soy ahora.
Gracias por leer. Punteen y digan que les pareció. Besos <3
9 comentarios - Yo y el profe de Historia (relato gay)
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