Me estaba bañando y ni me había dado cuenta que había dejado la puerta abierta. De repente, a través de la rendija abierta entre la puerta y la pared vi un ojo celeste. Atiné a taparme y después pensé: juguemos un rato, ¿que podría pasar? Ya me había lavado el pelo de modo que decidí empezar a jugar con el jabón. Me lo pasé alrededor de los pezones durante un rato hasta que se pusieron duritos, luego en el estómago, siempre muy despacio... después intenté hacerlo entrar en mi concha, acompañando cada intento con un inquietante jadeo. Me puse de espaldas al ojo celeste, saqué mi culito redondo para fuera y pasé el jabón con suavidad por la raya mientras apoyaba las tetas contra la pared. El agua caía a raudales por mi cuerpo, la ducha seguía abierta e imaginar la visión que generaba ese ojo celeste me excitaba tanto que pensé en llegar hasta el orgasmo sea como sea. Si el ojo quería acompañar mi vaivén yo no tendría problema. Cerré la ducha y me senté en uno de los laterales de la bañera, con las piernas abiertas, con mi conchita limpia mirando directamente al ojo celeste. Abrí la manguera y empecé a masturbarme con agua fría. El chorro que salía de esa pequeña flor era muy potente.
Lo pasé por mis pezones, en un ida y vuelta frenético mientras los tocaba con mi mano libre. Humm, me hacía doler un poco, pero me excitaba. Luego, sin dejar de tocar mis tetas, dirigí el chorro feroz a mi concha. Abrí mi vulvita a las aguas danzantes que golpeaban como miles de látigos y entre imágenes de ojos celestes mirándome y esos minitaladros en mi clítoris, que me hacían saltar de placer, acabé en un orgasmo saciador.
Cuando el ojo vio que ya estaba recuperada de mi vuelo orgásmico se transformó en toda una figura: mi hermana, la Menor. Y me hice la sorprendida...
-¿Dejo la ducha prendida?
-Sí, bueno, ehhh, si, dejala nomás que me voy a bañar yo también.
-¿Querés que te enjabone la espalda?−Pregunté
-No, no, no, yo puedo sola, gracias.
-Bueno, como quieras.
Nunca había tenido este tipo de experiencia, digo, no era mi primera vez masturbándome, pero era mi primera ante un ojo celeste. Y un ojo celeste conocido. Me “vestí” con un toallón y salí para mi habitación... Allí, mientras me ponía la bombacha y el corpiño pensé en mi hermana... tal vez ella estaría jugando como había jugado yo. En puntas de pie fui hasta el baño y ahora era mi ojo verde el que espiaba. Había dejado la puerta casi cerrada y no podía ver. Agucé el oído intentando oír algún jadeo, pero tampoco percibí nada. La puerta se abrió de repente. Casi ni me dio tiempo para disimular y faltó poco para que me le cayera encima. A ella no pareció interesarle mucho.
-Me arrepentí. ¿Me enjabonás la espalda?
-Claro. Estaba aún vestida con tanguita y corpiño. Se sacó el corpiño delante de mí como diciéndome que ella también podía dar shows. Sus tetitas tiernas saltaron, volviendo a su lugar enseguida. Las miré como seguramente ella había mirado las mías. Y luego, cuando tocó el turno de la tanguita, se dio vuelta, se agachó y fue bajando la tanguita de a poco haciéndome ver su pequeña vulvita peluda. Se metió en la ducha.
-¿No te bañás conmigo?
-Sí, claro. Me metí en la ducha después de sacarme la bombacha y el corpiño, la di vuelta y empecé a enjabonarle la espalda. Había una de esas esponjas ásperas. Ella tomó la esponja y me dijo:
-Limpiame toda con esto. Y limpiame fuerte, porque estoy muy sucia.
Empecé por su boca. Mientras la esponja enrojecía el contorno de sus labios mis dedos se metían en su boca, para con su misma saliva calmar la aspereza y suavizar el dolor. Su lengua jugaba frenéticamente con mis dedos. Mientras más duro refregaba, ella más gemía. Ahora estaba en sus pezones rosados y duros. Pasé esa lija por su sensibilidad y pareció explotar. Hizo que refregara cada vez más fuerte y guió mi otra mano hasta su conchita. Ella me mostró todo lo que quería que le hiciera: que no dejara de pasar la esponja por sus tetas mientras que con dos de mis dedos arremetía cada vez más fuerte contra su concha pulposa. Yo también estaba empezando a calentarme, pero ver a mi hermanita gozar era muy placentero. Disfrutaría el momento. Después vería que hacer.
Aún con el agua caliente cayendo sobre su cabeza y hombros me dio ganas de besarla. Metí la lengua en su boca dulzona mientras mis dedos seguían explorando su concha y su clítoris. Salió de la ducha y se acostó en el suelo.
-Haceme acabar con lo que se te ocurra
-¿Así que tengo una hermanita menor pervertida?
-Vos me calentaste antes. Ahora haceme acabar.
-¿Y quién me hace acabar a mí?
-Después vemos, ahora es mi turno. Dale.
Sería genial hacerla acabar con la manguera. Era doloroso pero placentero. Y por lo visto a ella le gustaba el dolor. Abrí la manguera y aún a riesgo de inundar el baño, estando ella en el suelo, le abrí las piernas, con mis dedos expuse su clítoris y lo apunté con esa flor salvaje de los mil dardos. Se retorció y gimió. Empezó a tocarse las tetas, a retorcerlas y a aprisionarlas entre sus dedos. Cuando estaba por acabar, saqué la manguera y le hice cerrar las piernas. Empecé a tocar su clítoris aprisionado y estalló enseguida. Y ahora era yo quien estaba en el suelo.
Mi hermanita menor había aprendido. Me apuntaba con la flor y tal cual yo había hecho con ella antes, hizo que juntara las piernas, con una mano me tocaba el clítoris mientras que, con la otra, levantando un poco la cola, me metía un par de dedos en la vagina. Ambas cosas me hicieron reventar enseguida. Me desperté. No podía creer el sueño que había tenido. No voy a negar que me había excitado sobremanera. Dos orgasmos en un sueño en el que estaba involucrada mi hermana, la Menor, había sido inusitado pero muy placentero. Sin embargo, me extrañó. No puedo decir que nunca he fantaseado que curtía con mi hermano, el Mayor, incluso había tenido fantasías con él en estado consciente, pero el fantaseo sexual con mi hermana y en vigilia estaba revelando otras cosas.
El deseo inconsciente era ahora deliberadamente consciente. Asumí mi perversión y volví a dormirme. Pasaron los días y no volví a soñar con mi hermana. Un día, de mucho frío y neblina inusual, vi llegar a la Menor como una tromba. Azotó la puerta de su habitación con furia y me levanté del sillón para ver qué pasaba. Toque a su puerta y pregunté.
-Ey, Menor (así nos llamamos, “Menor”, “Mayor” -mi hermano- y yo soy “Media”) ¿pasa algo? Abrió la puerta y dejándose caer en la cama entre sollozos ahogados dijo:
-Lucrecia me dejó.
-Es lo mejor que pudo haberte pasado. Es una yegua.
-Sí, pero yo quiero a esa yegua.
-Buscate otra, nena, está lleno de minas como esa. Dejate de joder.
De repente relacioné los sucesos. Quizá mi sueño perverso no había sido más que una representación de mi hermana y Lucrecia. La Menor se definía a sí misma como bisexual, pero había tenido más experiencias con chicas que con varones. Sus puteadas hicieron que me olvidara de lo que estaba pensando. La Menor sollozaba y puteaba al mismo tiempo. Me acosté a su lado en la cama. Se dio vuelta y quedamos frente a frente.
-Bueno, bueno, ya va a pasar. Hay miles de chicas disponibles que adorarían estar con vos. Podés tener a cualquiera que camine sobre dos patas con agujero o con palo. Incluidos los monos.
Se sonrió y me dio un beso apretado en la boca. Me sobresalté un poco y sentí que la sangre se me iba a la cabeza, más de vergüenza que por otra cosa. Vi sus ojos azules sobre los míos y me estremecí. Abrió un poco la boca y cerró los ojos. Con esa boca entreabierta besó mis labios al tiempo que me eché un poco hacia atrás. Abrió los ojos y enarcó las cejas. Volvió a sonreírme, pero de costado y mientras me miraba fijo volvió a besarme. Esta vez no retrocedí. Era un beso dulce y mientras sentía sus labios carnosos sobre los míos me tocó el pelo. Ahora su lengua intentaba abrirse paso en mi boca. Me resistí solo un momento, pero la abrí, recibiendo su lengua que me exploraba con delicadeza.
Decidí dejarme llevar. Después de todo había soñado con esto, y, por lo tanto, deduje que de alguna manera lo deseaba. Dejaría que ella lo hiciera todo. Abrí más la boca y nuestras lenguas empezaron a jugar al tiempo que apenas rozaba con uno de sus dedos mi pezón derecho. Ella tomó mi mano y la puso sobre una de sus tetas. Rozaba uno de sus pechos como ella hacía conmigo. Ahora me apretaba la punta del pezón sobre la remera mientras me miraba con esos profundos ojos azules. Hizo que sacara la mano de su teta y me acostó de espaldas. Se tumbó sobre mi cuerpo, recibiendo todo su peso mientras sentía sus tetas clavadas sobre las mías.
Me besó la boca, los ojos, el cuello, me lamió suavemente las orejas mientras sus manos subían y bajaban por mi cuerpo aún vestido. Se puso de costado y empezó a desabotonarme la camisa muy lentamente desde abajo. Sus ojos echaban chispas. Con cada botón que desabrochaba me exploraba primero con su dedo y luego con su mano. Sentir su mano en mi estómago hizo que me estremeciera. Sin dejar de acariciarme jugó con su lengua en mi ombligo. Así, lentamente, uno a uno de los botones. Sentí apenas sus dedos para luego sentir su lengua en el espacio de piel libre que dejaba mi corpiño. Me lamió los pliegues y el hueco entre las tetas. Sentí mojarme y deseaba que su lengua llegara a mis pezones rápidamente. Pero era su placer y estaba haciéndome involucrar completamente en él.
Guardó su ansiada lengua y me sacó la camisa por completo. Desabrochó mis pantalones y me los fue sacando despacio mientras me acariciaba las piernas. Me senté e intenté acariciarla, pero no me dejó. Se desvistió completamente delante de mi mientras yo seguía sentada no creyéndome del todo lo que me estaba pasando. Hizo que me acostara y pasó su mano por mi estómago. Ahora metía su mano en mi bombacha y enredaba sus dedos entre mis vellos, pero sin llegar a mi vulva en ningún momento. Con su otra mano fue bajando mi bombacha mientras no dejaba de acariciar mi pubis. La sacó por completo y la tiró a un lado. Se acercó, me giró hasta hacerme quedar de costado y me desabrochó el corpiño con delicadeza. Sentí una de sus manos rozando mi pecho desde atrás y por abajo. Levanté los brazos para sacar el corpiño y con ellos me ató a uno de los barrotes de cama. Volvió a ponerme de espalda. Se puso en cuatro patas sobre mi mientras me miraba a los ojos verdes.
Me besó en la boca con un poco más de violencia al tiempo que me mordía los labios. Me lamió y mordió el cuello pasando su lengua por él hasta llegar a mis tetas. Su lengua parecía miles de lenguas y me lamió un pezón mientras que con la otra mano me apretaba la punta del otro con cierta rudeza. Hizo que me estremeciera. Ahora mordía, chupaba, apretaba, estrujaba haciéndome vibrar de placer. Cada vez estaba poniéndose más violenta y mis jadeos se hacía también más profundos. Sus dientes se clavaban en mis tetas y sus dedos retorcían mis pezones, todo a la vez. Cuanto más jadeaba, ella más apretaba y mordía al punto de me llevó a un orgasmo intenso con solo jugar con mis tetas. En el medio del máximo placer puso una de sus tetas en mi boca. Besé y lamí despacio, luego empecé a morderlas. Mientras yo chupaba y mordía con tanta violencia como había hecho ella, la Menor se estrujaba la otra teta y se tocaba la vulva. Así estuvimos un rato hasta que volvió a ponerse en cuatro patas, pero ahora mi boca estaba en su concha y su boca en la mía. Empezó a lamerme muy despacio. Yo empecé a chupar su clítoris pasando mi lengua y mis dientes por él. Mordí apenas su clítoris y la oí gemir. Volví a morder, esta vez más fuerte.
Aprisionaba su vulva en mi cara como pidiendo más. Ella había aflojado sus lamidas en mi concha, era ahora su turno orgásmico. Ahora yo mordía y lamía, mordía y lamía; con cada mordida la oía bufar y gemir de placer. Decidí aprisionar su clítoris entre mis dientes, apretando y aflojando, mordiendo y largando el bultito. Cada vez más fuerte, cada vez más rápido. Sus quejidos y gemidos se convirtieron casi en gritos hasta que acabó en mi boca. Se dejó caer hacia un lado y escuché:
-¡Lo sabía!!! ¡Sabía!!!, te lo dije, Menor, te dije que esto iba a pasar tarde o temprano.
Me sobresaltó escuchar la voz de mi hermano, el Mayor.
-Estaba seguro que ibas a caer en las garras de Menor, Media. Me dieron un precioso espectáculo. Pero ahora tengo un problema.
La Menor, ya repuesta, preguntó “inocentemente”:
-¿Qué te pasa Mayor?
-Es algo que provocaron ustedes, adivinen...
Yo estaba atónita. No solo había tenido sexo con mi hermana, sino que ahora también mi hermano estaba en llamas. No me salía palabra alguna. Mi hermana se levantó y besó a Mayor en la boca. Los miré incrédula.
-No pongas esa cara, ¿o me vas a decir que nunca se te pasó por la cabeza? Dijo Menor.
-Hasta la ataste!!!!!! No dije nada. Para que ponerme a negar lo obvio. Vi a Mayor desnudarse rápidamente. Se sentaron en la cama y empezaron a acariciarse y besarse. Me parecía que estaba otra vez soñado. El tocaba sus tetas y ella le acariciaba el pecho. La mano de Mayor estaba ahora en una de mis piernas, subiendo asombrosamente sobre mi vulva. Con un dedo empezó a tocarme. Me rodeaba el clítoris y no pude decir que no.
Ya dije que había fantaseado con él y no una sino varias veces y si había probado con Menor ¿por qué razón debía desperdiciar la oportunidad de probar con Mayor? Cuando ya me había entregado a saborear su dedo en mi concha, Mayor se levantó:
-Menor, ¿que te parece si le damos a Media todo lo que somos capaces de hacer? Será solo su gozo. El nuestro será su éxtasis...
-Me parece perfecto. Hoy será todo para ella.
-Que dicen?, balbuceé.
-Eso, que vamos a hacerte explotar como nunca antes... ¿querés? Con solo mirarlos se dieron cuenta que la respuesta había sido afirmativa. Mayor se recostó a mi lado y empezó a pasar su mano por mi cuerpo. Rápidamente fueron a dar a mis tetas. Sus dedos eran tan violentos como los de Menor. Ninguno de los dos era ajeno a propinar dolores, pero, para que negarlo, evidentemente, yo también era parte de aquella familia: el dolor me era igual de placentero. Menor pasaba sus manos por mi estómago e iba y venía de atrás para adelante en mi vulva para lubricarme nuevamente.
Casi sincronizadamente comenzaron a usar sus bocas y sus lenguas. Menor mordía mis labios vaginales y Mayor mis pezones suavemente, como preparándome de a poco. Aquello era sublime, me estaban haciendo jadear locamente; sus lenguas y dientes aprisionados en mis carnes estaban al punto de llevarme otra vez al orgasmo. Cuanto más gemía, más violentamente me mordían. Ahora Menor tenía las manos sobre mis tetas y Mayor zarandeaba su poronga enorme sobre mi vulva. Sentir el paso de semejante pedazo yendo y viniendo en un sabroso refriegue sobre mi concha palpitante y toda mojada me hizo desear que me penetrara inmediatamente.
Violentamente me dio la vuelta, lamió mis nalgas y mordió los cachetes. Menor me lamía el cuello y me mordía la espalda tan intensamente que el conjunto de cosas estaba volviéndome loca de placer y deseo. Ahora Mayor me introducía un dedo, un aperitivo delicioso en mi cuerpo, dilatando mi ano de a poco, pero con violencia. Me excitaban cada vez, empecé a sentirme mareada, sentía miles de agujas sobre mi cuerpo, me faltaba el aire. Jadeaba intensamente. Me pusieron de costado. Menor me apretujaba y mordía las tetas por delante y Mayor ya había metido dos de sus dedos en mi ano más bien estrecho. Los movía con singular violencia. Vi que Menor sacaba de la mesita de luz un consolador. Mayor hizo que me pusiera en cuatro patas. Tuve que aferrarme a los barrotes de la cama pues seguía atada. Ahora tenía dentro mío tres dedos que ya había aceitado, agitándolos copiosamente dentro mí. Sentí que los sacaba y ahora era su pija la que se acercaba. La sentí en la puerta de mi ano.
Apenas metió la cabeza y el dolor fue intenso. Me quejé, tratando de expulsarlo, pero poco a poco el dolor fue cediendo hasta transformarse en un extremo placer. Ahora fue un poco más adentro, y más adentro, y más, hasta que me embistió con cierta brutalidad morbosa. Fue tan doloroso que me desmoroné. Solté los barrotes de la cama y caí rompiendo el corpiño que me tenía aprisionada. Mayor, a pesar de ello no se amedrentó y siguió dentro mío empezando a moverse de atrás para adelante, en un vaivén doloroso. Me dolía crudamente, su violencia hacía que mi cabeza palpitara. A punto del desmayo vi a Menor con esa sonrisa torcida que ya me había mostrado antes. Mayor salía y entraba con rudeza en mi culo dolorido.
Me rodeo con sus brazos por la cintura, y sin dejar de estar dentro mío hizo que me sentara encima de él. Se quedó un momento inmóvil. Había menguado bastante el dolor y era placentero sentir su cosa dentro de mí. De repente vi a Menor con su sonrisa torcida y el consolador en la mano. Me abrió las piernas y en ese instante Mayor empezó a moverse nuevamente. Menor pasaba el consolador en mi vulva, me tocó el clítoris con sus dedos y me penetró con el aparato. Mayor hacía rato que jadeaba sin cesar y yo estaba a punto de acabar. El dolor de las embestidas de Mayor era terriblemente placentero, Menor me perforaba con el aparato y me mordía las tetas violentamente.
Sentir esos pedazos incansables dentro de mí, la violencia en un enjambre de placer extremos, el dolor, los dientes aprisionando mis pezones rígidos, hicieron que estuviera a punto de llegar a otro orgasmo. Seguía jadeando y gritando, mis gritos eran cada vez más desgarradores y seguidos, me contorneaba para que fueran más violentos, para que la rudeza de ambos no tuviera límites. Lo entendieron enseguida. Mayor parecía contenerse a cada rato, porque frenaba su traqueteo infernal. Pero cada vez que arremetía me hacía doler de placer. Menor no paraba de agitar el consolador de un lado al otro hacia adentro pero también hacia los costados tocando todos los puntos sensibles de mi interior.
En el máximo de la violencia sentí desfallecer de placer. Aguijoneada extremamente estaba acabando yo también violentamente, nunca había sentido tanto placer. Me costaba llegar a tener un segundo orgasmo, solo en sueños sucedía, pero este que se avecinaba iba a ser aplanador. Sentí mi pubis moverse violentamente, es espasmos que me recorrían todo el cuerpo, y era algo tan intenso, tan excelso, que nunca había sentido antes, que quería que nunca terminaran. Los espasmos no terminaban y deseé no dar fin a tanto placer. Me moví sobre mi hermano a quien sentí acabar en mis adentros. Mientras Mayor seguía moviéndose para vaciarse por completo, clavó sus dientes en mi hombro y otra ola de espasmos me invadió pues Menor seguía penetrándome violentamente con el aparato.
Estos espasmos fueron más débiles, pero más profundos y en esa profundidad me dejé caer sobre Mayor. Ahí quedamos, Mayor acariciándome el pelo, Menor con su eterna risa torcida y yo exhausta, por tanto placer recibido...
Si el post les agrado o hizo llorar al tuerto dejen puntos 🙂
Lo pasé por mis pezones, en un ida y vuelta frenético mientras los tocaba con mi mano libre. Humm, me hacía doler un poco, pero me excitaba. Luego, sin dejar de tocar mis tetas, dirigí el chorro feroz a mi concha. Abrí mi vulvita a las aguas danzantes que golpeaban como miles de látigos y entre imágenes de ojos celestes mirándome y esos minitaladros en mi clítoris, que me hacían saltar de placer, acabé en un orgasmo saciador.
Cuando el ojo vio que ya estaba recuperada de mi vuelo orgásmico se transformó en toda una figura: mi hermana, la Menor. Y me hice la sorprendida...
-¿Dejo la ducha prendida?
-Sí, bueno, ehhh, si, dejala nomás que me voy a bañar yo también.
-¿Querés que te enjabone la espalda?−Pregunté
-No, no, no, yo puedo sola, gracias.
-Bueno, como quieras.
Nunca había tenido este tipo de experiencia, digo, no era mi primera vez masturbándome, pero era mi primera ante un ojo celeste. Y un ojo celeste conocido. Me “vestí” con un toallón y salí para mi habitación... Allí, mientras me ponía la bombacha y el corpiño pensé en mi hermana... tal vez ella estaría jugando como había jugado yo. En puntas de pie fui hasta el baño y ahora era mi ojo verde el que espiaba. Había dejado la puerta casi cerrada y no podía ver. Agucé el oído intentando oír algún jadeo, pero tampoco percibí nada. La puerta se abrió de repente. Casi ni me dio tiempo para disimular y faltó poco para que me le cayera encima. A ella no pareció interesarle mucho.
-Me arrepentí. ¿Me enjabonás la espalda?
-Claro. Estaba aún vestida con tanguita y corpiño. Se sacó el corpiño delante de mí como diciéndome que ella también podía dar shows. Sus tetitas tiernas saltaron, volviendo a su lugar enseguida. Las miré como seguramente ella había mirado las mías. Y luego, cuando tocó el turno de la tanguita, se dio vuelta, se agachó y fue bajando la tanguita de a poco haciéndome ver su pequeña vulvita peluda. Se metió en la ducha.
-¿No te bañás conmigo?
-Sí, claro. Me metí en la ducha después de sacarme la bombacha y el corpiño, la di vuelta y empecé a enjabonarle la espalda. Había una de esas esponjas ásperas. Ella tomó la esponja y me dijo:
-Limpiame toda con esto. Y limpiame fuerte, porque estoy muy sucia.
Empecé por su boca. Mientras la esponja enrojecía el contorno de sus labios mis dedos se metían en su boca, para con su misma saliva calmar la aspereza y suavizar el dolor. Su lengua jugaba frenéticamente con mis dedos. Mientras más duro refregaba, ella más gemía. Ahora estaba en sus pezones rosados y duros. Pasé esa lija por su sensibilidad y pareció explotar. Hizo que refregara cada vez más fuerte y guió mi otra mano hasta su conchita. Ella me mostró todo lo que quería que le hiciera: que no dejara de pasar la esponja por sus tetas mientras que con dos de mis dedos arremetía cada vez más fuerte contra su concha pulposa. Yo también estaba empezando a calentarme, pero ver a mi hermanita gozar era muy placentero. Disfrutaría el momento. Después vería que hacer.
Aún con el agua caliente cayendo sobre su cabeza y hombros me dio ganas de besarla. Metí la lengua en su boca dulzona mientras mis dedos seguían explorando su concha y su clítoris. Salió de la ducha y se acostó en el suelo.
-Haceme acabar con lo que se te ocurra
-¿Así que tengo una hermanita menor pervertida?
-Vos me calentaste antes. Ahora haceme acabar.
-¿Y quién me hace acabar a mí?
-Después vemos, ahora es mi turno. Dale.
Sería genial hacerla acabar con la manguera. Era doloroso pero placentero. Y por lo visto a ella le gustaba el dolor. Abrí la manguera y aún a riesgo de inundar el baño, estando ella en el suelo, le abrí las piernas, con mis dedos expuse su clítoris y lo apunté con esa flor salvaje de los mil dardos. Se retorció y gimió. Empezó a tocarse las tetas, a retorcerlas y a aprisionarlas entre sus dedos. Cuando estaba por acabar, saqué la manguera y le hice cerrar las piernas. Empecé a tocar su clítoris aprisionado y estalló enseguida. Y ahora era yo quien estaba en el suelo.
Mi hermanita menor había aprendido. Me apuntaba con la flor y tal cual yo había hecho con ella antes, hizo que juntara las piernas, con una mano me tocaba el clítoris mientras que, con la otra, levantando un poco la cola, me metía un par de dedos en la vagina. Ambas cosas me hicieron reventar enseguida. Me desperté. No podía creer el sueño que había tenido. No voy a negar que me había excitado sobremanera. Dos orgasmos en un sueño en el que estaba involucrada mi hermana, la Menor, había sido inusitado pero muy placentero. Sin embargo, me extrañó. No puedo decir que nunca he fantaseado que curtía con mi hermano, el Mayor, incluso había tenido fantasías con él en estado consciente, pero el fantaseo sexual con mi hermana y en vigilia estaba revelando otras cosas.
El deseo inconsciente era ahora deliberadamente consciente. Asumí mi perversión y volví a dormirme. Pasaron los días y no volví a soñar con mi hermana. Un día, de mucho frío y neblina inusual, vi llegar a la Menor como una tromba. Azotó la puerta de su habitación con furia y me levanté del sillón para ver qué pasaba. Toque a su puerta y pregunté.
-Ey, Menor (así nos llamamos, “Menor”, “Mayor” -mi hermano- y yo soy “Media”) ¿pasa algo? Abrió la puerta y dejándose caer en la cama entre sollozos ahogados dijo:
-Lucrecia me dejó.
-Es lo mejor que pudo haberte pasado. Es una yegua.
-Sí, pero yo quiero a esa yegua.
-Buscate otra, nena, está lleno de minas como esa. Dejate de joder.
De repente relacioné los sucesos. Quizá mi sueño perverso no había sido más que una representación de mi hermana y Lucrecia. La Menor se definía a sí misma como bisexual, pero había tenido más experiencias con chicas que con varones. Sus puteadas hicieron que me olvidara de lo que estaba pensando. La Menor sollozaba y puteaba al mismo tiempo. Me acosté a su lado en la cama. Se dio vuelta y quedamos frente a frente.
-Bueno, bueno, ya va a pasar. Hay miles de chicas disponibles que adorarían estar con vos. Podés tener a cualquiera que camine sobre dos patas con agujero o con palo. Incluidos los monos.
Se sonrió y me dio un beso apretado en la boca. Me sobresalté un poco y sentí que la sangre se me iba a la cabeza, más de vergüenza que por otra cosa. Vi sus ojos azules sobre los míos y me estremecí. Abrió un poco la boca y cerró los ojos. Con esa boca entreabierta besó mis labios al tiempo que me eché un poco hacia atrás. Abrió los ojos y enarcó las cejas. Volvió a sonreírme, pero de costado y mientras me miraba fijo volvió a besarme. Esta vez no retrocedí. Era un beso dulce y mientras sentía sus labios carnosos sobre los míos me tocó el pelo. Ahora su lengua intentaba abrirse paso en mi boca. Me resistí solo un momento, pero la abrí, recibiendo su lengua que me exploraba con delicadeza.
Decidí dejarme llevar. Después de todo había soñado con esto, y, por lo tanto, deduje que de alguna manera lo deseaba. Dejaría que ella lo hiciera todo. Abrí más la boca y nuestras lenguas empezaron a jugar al tiempo que apenas rozaba con uno de sus dedos mi pezón derecho. Ella tomó mi mano y la puso sobre una de sus tetas. Rozaba uno de sus pechos como ella hacía conmigo. Ahora me apretaba la punta del pezón sobre la remera mientras me miraba con esos profundos ojos azules. Hizo que sacara la mano de su teta y me acostó de espaldas. Se tumbó sobre mi cuerpo, recibiendo todo su peso mientras sentía sus tetas clavadas sobre las mías.
Me besó la boca, los ojos, el cuello, me lamió suavemente las orejas mientras sus manos subían y bajaban por mi cuerpo aún vestido. Se puso de costado y empezó a desabotonarme la camisa muy lentamente desde abajo. Sus ojos echaban chispas. Con cada botón que desabrochaba me exploraba primero con su dedo y luego con su mano. Sentir su mano en mi estómago hizo que me estremeciera. Sin dejar de acariciarme jugó con su lengua en mi ombligo. Así, lentamente, uno a uno de los botones. Sentí apenas sus dedos para luego sentir su lengua en el espacio de piel libre que dejaba mi corpiño. Me lamió los pliegues y el hueco entre las tetas. Sentí mojarme y deseaba que su lengua llegara a mis pezones rápidamente. Pero era su placer y estaba haciéndome involucrar completamente en él.
Guardó su ansiada lengua y me sacó la camisa por completo. Desabrochó mis pantalones y me los fue sacando despacio mientras me acariciaba las piernas. Me senté e intenté acariciarla, pero no me dejó. Se desvistió completamente delante de mi mientras yo seguía sentada no creyéndome del todo lo que me estaba pasando. Hizo que me acostara y pasó su mano por mi estómago. Ahora metía su mano en mi bombacha y enredaba sus dedos entre mis vellos, pero sin llegar a mi vulva en ningún momento. Con su otra mano fue bajando mi bombacha mientras no dejaba de acariciar mi pubis. La sacó por completo y la tiró a un lado. Se acercó, me giró hasta hacerme quedar de costado y me desabrochó el corpiño con delicadeza. Sentí una de sus manos rozando mi pecho desde atrás y por abajo. Levanté los brazos para sacar el corpiño y con ellos me ató a uno de los barrotes de cama. Volvió a ponerme de espalda. Se puso en cuatro patas sobre mi mientras me miraba a los ojos verdes.
Me besó en la boca con un poco más de violencia al tiempo que me mordía los labios. Me lamió y mordió el cuello pasando su lengua por él hasta llegar a mis tetas. Su lengua parecía miles de lenguas y me lamió un pezón mientras que con la otra mano me apretaba la punta del otro con cierta rudeza. Hizo que me estremeciera. Ahora mordía, chupaba, apretaba, estrujaba haciéndome vibrar de placer. Cada vez estaba poniéndose más violenta y mis jadeos se hacía también más profundos. Sus dientes se clavaban en mis tetas y sus dedos retorcían mis pezones, todo a la vez. Cuanto más jadeaba, ella más apretaba y mordía al punto de me llevó a un orgasmo intenso con solo jugar con mis tetas. En el medio del máximo placer puso una de sus tetas en mi boca. Besé y lamí despacio, luego empecé a morderlas. Mientras yo chupaba y mordía con tanta violencia como había hecho ella, la Menor se estrujaba la otra teta y se tocaba la vulva. Así estuvimos un rato hasta que volvió a ponerse en cuatro patas, pero ahora mi boca estaba en su concha y su boca en la mía. Empezó a lamerme muy despacio. Yo empecé a chupar su clítoris pasando mi lengua y mis dientes por él. Mordí apenas su clítoris y la oí gemir. Volví a morder, esta vez más fuerte.
Aprisionaba su vulva en mi cara como pidiendo más. Ella había aflojado sus lamidas en mi concha, era ahora su turno orgásmico. Ahora yo mordía y lamía, mordía y lamía; con cada mordida la oía bufar y gemir de placer. Decidí aprisionar su clítoris entre mis dientes, apretando y aflojando, mordiendo y largando el bultito. Cada vez más fuerte, cada vez más rápido. Sus quejidos y gemidos se convirtieron casi en gritos hasta que acabó en mi boca. Se dejó caer hacia un lado y escuché:
-¡Lo sabía!!! ¡Sabía!!!, te lo dije, Menor, te dije que esto iba a pasar tarde o temprano.
Me sobresaltó escuchar la voz de mi hermano, el Mayor.
-Estaba seguro que ibas a caer en las garras de Menor, Media. Me dieron un precioso espectáculo. Pero ahora tengo un problema.
La Menor, ya repuesta, preguntó “inocentemente”:
-¿Qué te pasa Mayor?
-Es algo que provocaron ustedes, adivinen...
Yo estaba atónita. No solo había tenido sexo con mi hermana, sino que ahora también mi hermano estaba en llamas. No me salía palabra alguna. Mi hermana se levantó y besó a Mayor en la boca. Los miré incrédula.
-No pongas esa cara, ¿o me vas a decir que nunca se te pasó por la cabeza? Dijo Menor.
-Hasta la ataste!!!!!! No dije nada. Para que ponerme a negar lo obvio. Vi a Mayor desnudarse rápidamente. Se sentaron en la cama y empezaron a acariciarse y besarse. Me parecía que estaba otra vez soñado. El tocaba sus tetas y ella le acariciaba el pecho. La mano de Mayor estaba ahora en una de mis piernas, subiendo asombrosamente sobre mi vulva. Con un dedo empezó a tocarme. Me rodeaba el clítoris y no pude decir que no.
Ya dije que había fantaseado con él y no una sino varias veces y si había probado con Menor ¿por qué razón debía desperdiciar la oportunidad de probar con Mayor? Cuando ya me había entregado a saborear su dedo en mi concha, Mayor se levantó:
-Menor, ¿que te parece si le damos a Media todo lo que somos capaces de hacer? Será solo su gozo. El nuestro será su éxtasis...
-Me parece perfecto. Hoy será todo para ella.
-Que dicen?, balbuceé.
-Eso, que vamos a hacerte explotar como nunca antes... ¿querés? Con solo mirarlos se dieron cuenta que la respuesta había sido afirmativa. Mayor se recostó a mi lado y empezó a pasar su mano por mi cuerpo. Rápidamente fueron a dar a mis tetas. Sus dedos eran tan violentos como los de Menor. Ninguno de los dos era ajeno a propinar dolores, pero, para que negarlo, evidentemente, yo también era parte de aquella familia: el dolor me era igual de placentero. Menor pasaba sus manos por mi estómago e iba y venía de atrás para adelante en mi vulva para lubricarme nuevamente.
Casi sincronizadamente comenzaron a usar sus bocas y sus lenguas. Menor mordía mis labios vaginales y Mayor mis pezones suavemente, como preparándome de a poco. Aquello era sublime, me estaban haciendo jadear locamente; sus lenguas y dientes aprisionados en mis carnes estaban al punto de llevarme otra vez al orgasmo. Cuanto más gemía, más violentamente me mordían. Ahora Menor tenía las manos sobre mis tetas y Mayor zarandeaba su poronga enorme sobre mi vulva. Sentir el paso de semejante pedazo yendo y viniendo en un sabroso refriegue sobre mi concha palpitante y toda mojada me hizo desear que me penetrara inmediatamente.
Violentamente me dio la vuelta, lamió mis nalgas y mordió los cachetes. Menor me lamía el cuello y me mordía la espalda tan intensamente que el conjunto de cosas estaba volviéndome loca de placer y deseo. Ahora Mayor me introducía un dedo, un aperitivo delicioso en mi cuerpo, dilatando mi ano de a poco, pero con violencia. Me excitaban cada vez, empecé a sentirme mareada, sentía miles de agujas sobre mi cuerpo, me faltaba el aire. Jadeaba intensamente. Me pusieron de costado. Menor me apretujaba y mordía las tetas por delante y Mayor ya había metido dos de sus dedos en mi ano más bien estrecho. Los movía con singular violencia. Vi que Menor sacaba de la mesita de luz un consolador. Mayor hizo que me pusiera en cuatro patas. Tuve que aferrarme a los barrotes de la cama pues seguía atada. Ahora tenía dentro mío tres dedos que ya había aceitado, agitándolos copiosamente dentro mí. Sentí que los sacaba y ahora era su pija la que se acercaba. La sentí en la puerta de mi ano.
Apenas metió la cabeza y el dolor fue intenso. Me quejé, tratando de expulsarlo, pero poco a poco el dolor fue cediendo hasta transformarse en un extremo placer. Ahora fue un poco más adentro, y más adentro, y más, hasta que me embistió con cierta brutalidad morbosa. Fue tan doloroso que me desmoroné. Solté los barrotes de la cama y caí rompiendo el corpiño que me tenía aprisionada. Mayor, a pesar de ello no se amedrentó y siguió dentro mío empezando a moverse de atrás para adelante, en un vaivén doloroso. Me dolía crudamente, su violencia hacía que mi cabeza palpitara. A punto del desmayo vi a Menor con esa sonrisa torcida que ya me había mostrado antes. Mayor salía y entraba con rudeza en mi culo dolorido.
Me rodeo con sus brazos por la cintura, y sin dejar de estar dentro mío hizo que me sentara encima de él. Se quedó un momento inmóvil. Había menguado bastante el dolor y era placentero sentir su cosa dentro de mí. De repente vi a Menor con su sonrisa torcida y el consolador en la mano. Me abrió las piernas y en ese instante Mayor empezó a moverse nuevamente. Menor pasaba el consolador en mi vulva, me tocó el clítoris con sus dedos y me penetró con el aparato. Mayor hacía rato que jadeaba sin cesar y yo estaba a punto de acabar. El dolor de las embestidas de Mayor era terriblemente placentero, Menor me perforaba con el aparato y me mordía las tetas violentamente.
Sentir esos pedazos incansables dentro de mí, la violencia en un enjambre de placer extremos, el dolor, los dientes aprisionando mis pezones rígidos, hicieron que estuviera a punto de llegar a otro orgasmo. Seguía jadeando y gritando, mis gritos eran cada vez más desgarradores y seguidos, me contorneaba para que fueran más violentos, para que la rudeza de ambos no tuviera límites. Lo entendieron enseguida. Mayor parecía contenerse a cada rato, porque frenaba su traqueteo infernal. Pero cada vez que arremetía me hacía doler de placer. Menor no paraba de agitar el consolador de un lado al otro hacia adentro pero también hacia los costados tocando todos los puntos sensibles de mi interior.
En el máximo de la violencia sentí desfallecer de placer. Aguijoneada extremamente estaba acabando yo también violentamente, nunca había sentido tanto placer. Me costaba llegar a tener un segundo orgasmo, solo en sueños sucedía, pero este que se avecinaba iba a ser aplanador. Sentí mi pubis moverse violentamente, es espasmos que me recorrían todo el cuerpo, y era algo tan intenso, tan excelso, que nunca había sentido antes, que quería que nunca terminaran. Los espasmos no terminaban y deseé no dar fin a tanto placer. Me moví sobre mi hermano a quien sentí acabar en mis adentros. Mientras Mayor seguía moviéndose para vaciarse por completo, clavó sus dientes en mi hombro y otra ola de espasmos me invadió pues Menor seguía penetrándome violentamente con el aparato.
Estos espasmos fueron más débiles, pero más profundos y en esa profundidad me dejé caer sobre Mayor. Ahí quedamos, Mayor acariciándome el pelo, Menor con su eterna risa torcida y yo exhausta, por tanto placer recibido...
Si el post les agrado o hizo llorar al tuerto dejen puntos 🙂
1 comentarios - Una ducha y mucho placer - Incesto