Esta es la historia de Fran, un joven bastante fachero que se está iniciando en su vida sexual y en el proceso va a conocer muchas experiencias, llenas de amigas, amigos, deporte, viajes y por supuesto, muchas historias sexuales. Es una ficción, aunque puede estar basado en algún que otro hecho real...
Capítulo 2: Las manos en la masa
Nunca tuve tanto miedo como en ese momento. Juro que mi vida estaba pasando frente a mis ojos. ¿Cómo pude ser tan boludo? La había cagado. Me quedaba solo medio año para terminar el secundario, pero la había cagado y ya no había marcha atrás. Ya veía todo: la preceptora me iba a llevar a su oficina, llamaría a mis padres y a la directora, y me expulsarían. Lo peor, todos se iban a enterar y se me cagarían de risa hasta el fin de mi miserable vida. No lo iba a poner más, me iba a tener que mudar a EEUU, a Japón, a la Conchinchina. Mi vida se había ido a la mierda, literalmente, por pajero.
Y entonces Sole (así se llamaba la preceptora) hizo un movimiento que cambiaría mi vida. Pero no como yo lo esperaba
...
Sole levantó la mano. Al principio pensé que estaba tan enojada que me iba a pegar una cachetada. Pero en lugar de eso, agarró mi pija. ¡Mi pija! Que no había perdido ni un centimetro de erección. La palpó, la analizó como si fuera un detective analizando el arma del crimen. Pero no cambió su expresión, seguía mirandome con una cara de reproche tremenda. Yo no entendía nada, no sabía si alegrarme ni preocuparme. Ese estado de incertidumbre pareció durar años, hasta que la naturaleza decidió por mí.
Sentí que la leche acumulada en esas horas corría presurosa hacia la salida. Iba a explotar en su mano. Me esforcé para contenerme, pero no podía. Por suerte, ella me salvó. Me apretó la pija con una fuerza inesperada. Cerró el puño justo abajo del glande, y apretó hasta que el dolor se hizo insuperable. Pensé que me iba a triturar el pene, que me iba a castrar como castigo ejemplar.
- Ni se te ocurra acabar, pendejo pajero- me dijo, mirandome con odio.
Sin soltar mi pija, cerró la puerta del baño y también la del cubículo donde estaba. Y entonces, ante mi absoluto desconcierto, me empezó a pajear. Su cara no mostraba ninguna emoción, pero su mano se movía. Primero despacio, al rato empezaba a acelerar.
Me lanzó una última mirada de desprecio y se agachó para meterse mi pija en la boca. Al principio solo besó la cabecita y la empezó a chupar lentamente como si fuera un chupetín. Al mismo tiempo, me apretaba los huevos como si quisiera arrancármelos. Sacó la lengua y me lamió el agujero por el que empezaba a salir gotitas de líquido preseminal. Rodeó el glande con sus labios y empezó a succionar las gotas a medida que salían.
Entonces volvió a mover la mano para masturbarme. Sus labios y su lengua subían y bajaban por mi pija recorriendola de arriba abajo, en sentido inverso a su mano. Estaba tan húmeda que sus dedos se deslizaban sin problemas, como si tuviera puesto guantes.
El placer era enorme y empecé a gemir. Al principio me quería contener, pero era más fuerte que yo. Estaba recibiendo una tirada de goma espectacular de la docente más linda de la escuela. Acaricié su espalda y empecé a deslizar mi mano hacia su culo. Estaba completamente vestida, pero igual se podía ver que era por lejos su mejor atributo. Lo acaricié sobre el jean, mientras luchaba con todas mis fuerzas para no correrme demasiado rápido.
Ella seguía chupando con ganas. Veía su cabeza subir y bajar con una velocidad vertiginosa. Notaba sus labios recorriendo toda mi pija. En un momento se frenó con su boca rodeando mi glande, y apretó los dientes. El dolor me golpeó tan fuerte que casi suelto un grito. Comenzó a rozar la cabecita con sus dientes, provocandome escalofríos de placer. Entonces empezó la avanzada final.
Comenzó a hacer movimientos cada vez más largos. Se empezaba a tragar entera mi pija, a una velocidad de Fórmula 1. Yo ya no me podía mantener en pie y estaba apoyado contra la pared. Sole me estaba cogiendo con su boca, literal. El placer me consumía y me acercaba cada vez más al orgasmo.
Entonces, Sole hizo el jaque mate. Dio una última cabeceada que la llevó a poner su nariz en medio de mi vello púbico (no lo tenía afeitado). Cuando sentí sus lentes rebotar contra mi ombligo exploté. Comencé a expulsar leche como una canilla. Los chorros no paraban de salir. Me estaba deshidratando a través de mi pija.
Lo mejor de todo fue que Sole no sacó ni un centimetro de pija de su boca. Se tragó hasta la última gota. Apenas se dio cuenta que me había vaciado, se paró y se alejó en dirección a la puerta. La abrió y se frenó, y me habló dándome la espalda:
- Esto no se termina acá- y se fue.
¿Qué significaba eso? La verdad, no sabía ni me paré a pensarlo. Me quedé atontado mirando su cola mientras se iba. Era increíble como siendo tan flaquita podía tener ese pedazo de culo. Era desproporcionadamente grande para ese cuerpo, pero a la vez bien formado. Cuando caminaba se movía con una delicadeza de princesa, y parecía que se movía a cámara lenta para que se pudiera disfrutar mejor. Sole no tenía tetas ni otras curvas, pero ese culo era hipnotizante.
Tan hipnotizante que yo salí como un boludo a seguirlo, como esos perros que persiguen a los autos sin saber para qué. Apenas había salido del baño cuando unas risitas como de niñas de 8 años me sacó de mi ensoñamiento. Miré asustado, y ví a dos chicas un par de cursos menores que reían como tontas por los pasillos. No tenían 8 años, claro, pero sus voces eran chillonas como si lo fueran. Entonces una de ellas clavó su mirada en mí.
Digo "clavó" porque su mirada era como un cuchillo. Tenía unos preciosos ojos azules, delicados y llamativos. Pero a la vez era un poco inquietante, su mirada te traspasaba y parecía que podía leer lo que pensabas. Y en ese momento me miraba con una expresión rara, mezcla de curiosidad y reproche. ¿Había visto algo?
Me fui rápidamente a mi aula. Seguro eran puras paranoias. Los días siguientes me trajeron tranquilidad. Nadie parecía saber de mi pequeño incidente. Me crucé un par de veces con Cande (la chica de mirada pentrante) y charlamos normal, no noté nada raro. Y Sole ni siquiera me dirigió una mirada cuando la cruzaba en el patio. Todo parecía tranquilo, y hasta me pregunté si no sería todo un sueño (húmedo, claro).
Como sea, el sábado a la noche salimos al cumple de una chica de hockey. Ahí había chicos de todos los deportes del club: hockey, rugby, basquet, fútbol... También había algunas compañeras del cole y conocidas del barrio. Me estaba divirtiendo mucho, y no iba con la intención de coger ni nada por el estilo. Es más, eran las 4 y ni siquiera me había chapado a nadie. Debía ser un récord.
En lo mejor de la noche me acerqué a una ronda de amigas. Estaban Carmi, Vale y un par de chicas más. Empecé a bailar con todas y hacer payasadas. Después de un par de giros, quedé juntó a Luciana, una chica que conocía hace años porque tenía casa de campo en el mismo lugar que yo pero no era demasiado amiga mía. Igual, nos pusimos a bailar en medio de la ronda mientras haciamos un bailecito lamentable y el resto se reía.
Luciana se puso de espalda y empezó a perrear hasta el suelo. Yo me puse atrás e intenté imitarla sin éxito, claro (mi flexibilidad no me da para tanto). Me empecé a mover para ir a otro lugar y sumarme a otra ronda donde mover mi esqueleto. Pero Luciana seguía moviendo las caderas sin mucho control y sin querer mi pelvis chocó contra su culo. Me disculpé rápidamente y giré, dispuesto a seguir mi camino, pero ella me agarró del brazo y me susurró al oido:
- ¿Adónde vas? ¿Vas a liberar tensión al baño? ¿O eso solo lo haces en el cole?
Me quedé helado. Giré para mirarla, pero Luciana se alejaba risueña junto a sus amigas. Parecía borracha, pero yo había escuchado clarísimo lo que me acababa de decir. ¿Cómo podía saber eso? ¿Alguien más lo sabía? ¿Y si se enteraban todos?
Que inocente que fui, cómo pude pensar que algo así iba a quedar en secreto...
CONTINUARÁ...
Capítulo 2: Las manos en la masa
Nunca tuve tanto miedo como en ese momento. Juro que mi vida estaba pasando frente a mis ojos. ¿Cómo pude ser tan boludo? La había cagado. Me quedaba solo medio año para terminar el secundario, pero la había cagado y ya no había marcha atrás. Ya veía todo: la preceptora me iba a llevar a su oficina, llamaría a mis padres y a la directora, y me expulsarían. Lo peor, todos se iban a enterar y se me cagarían de risa hasta el fin de mi miserable vida. No lo iba a poner más, me iba a tener que mudar a EEUU, a Japón, a la Conchinchina. Mi vida se había ido a la mierda, literalmente, por pajero.
Y entonces Sole (así se llamaba la preceptora) hizo un movimiento que cambiaría mi vida. Pero no como yo lo esperaba
...
Sole levantó la mano. Al principio pensé que estaba tan enojada que me iba a pegar una cachetada. Pero en lugar de eso, agarró mi pija. ¡Mi pija! Que no había perdido ni un centimetro de erección. La palpó, la analizó como si fuera un detective analizando el arma del crimen. Pero no cambió su expresión, seguía mirandome con una cara de reproche tremenda. Yo no entendía nada, no sabía si alegrarme ni preocuparme. Ese estado de incertidumbre pareció durar años, hasta que la naturaleza decidió por mí.
Sentí que la leche acumulada en esas horas corría presurosa hacia la salida. Iba a explotar en su mano. Me esforcé para contenerme, pero no podía. Por suerte, ella me salvó. Me apretó la pija con una fuerza inesperada. Cerró el puño justo abajo del glande, y apretó hasta que el dolor se hizo insuperable. Pensé que me iba a triturar el pene, que me iba a castrar como castigo ejemplar.
- Ni se te ocurra acabar, pendejo pajero- me dijo, mirandome con odio.
Sin soltar mi pija, cerró la puerta del baño y también la del cubículo donde estaba. Y entonces, ante mi absoluto desconcierto, me empezó a pajear. Su cara no mostraba ninguna emoción, pero su mano se movía. Primero despacio, al rato empezaba a acelerar.
Me lanzó una última mirada de desprecio y se agachó para meterse mi pija en la boca. Al principio solo besó la cabecita y la empezó a chupar lentamente como si fuera un chupetín. Al mismo tiempo, me apretaba los huevos como si quisiera arrancármelos. Sacó la lengua y me lamió el agujero por el que empezaba a salir gotitas de líquido preseminal. Rodeó el glande con sus labios y empezó a succionar las gotas a medida que salían.
Entonces volvió a mover la mano para masturbarme. Sus labios y su lengua subían y bajaban por mi pija recorriendola de arriba abajo, en sentido inverso a su mano. Estaba tan húmeda que sus dedos se deslizaban sin problemas, como si tuviera puesto guantes.
El placer era enorme y empecé a gemir. Al principio me quería contener, pero era más fuerte que yo. Estaba recibiendo una tirada de goma espectacular de la docente más linda de la escuela. Acaricié su espalda y empecé a deslizar mi mano hacia su culo. Estaba completamente vestida, pero igual se podía ver que era por lejos su mejor atributo. Lo acaricié sobre el jean, mientras luchaba con todas mis fuerzas para no correrme demasiado rápido.
Ella seguía chupando con ganas. Veía su cabeza subir y bajar con una velocidad vertiginosa. Notaba sus labios recorriendo toda mi pija. En un momento se frenó con su boca rodeando mi glande, y apretó los dientes. El dolor me golpeó tan fuerte que casi suelto un grito. Comenzó a rozar la cabecita con sus dientes, provocandome escalofríos de placer. Entonces empezó la avanzada final.
Comenzó a hacer movimientos cada vez más largos. Se empezaba a tragar entera mi pija, a una velocidad de Fórmula 1. Yo ya no me podía mantener en pie y estaba apoyado contra la pared. Sole me estaba cogiendo con su boca, literal. El placer me consumía y me acercaba cada vez más al orgasmo.
Entonces, Sole hizo el jaque mate. Dio una última cabeceada que la llevó a poner su nariz en medio de mi vello púbico (no lo tenía afeitado). Cuando sentí sus lentes rebotar contra mi ombligo exploté. Comencé a expulsar leche como una canilla. Los chorros no paraban de salir. Me estaba deshidratando a través de mi pija.
Lo mejor de todo fue que Sole no sacó ni un centimetro de pija de su boca. Se tragó hasta la última gota. Apenas se dio cuenta que me había vaciado, se paró y se alejó en dirección a la puerta. La abrió y se frenó, y me habló dándome la espalda:
- Esto no se termina acá- y se fue.
¿Qué significaba eso? La verdad, no sabía ni me paré a pensarlo. Me quedé atontado mirando su cola mientras se iba. Era increíble como siendo tan flaquita podía tener ese pedazo de culo. Era desproporcionadamente grande para ese cuerpo, pero a la vez bien formado. Cuando caminaba se movía con una delicadeza de princesa, y parecía que se movía a cámara lenta para que se pudiera disfrutar mejor. Sole no tenía tetas ni otras curvas, pero ese culo era hipnotizante.
Tan hipnotizante que yo salí como un boludo a seguirlo, como esos perros que persiguen a los autos sin saber para qué. Apenas había salido del baño cuando unas risitas como de niñas de 8 años me sacó de mi ensoñamiento. Miré asustado, y ví a dos chicas un par de cursos menores que reían como tontas por los pasillos. No tenían 8 años, claro, pero sus voces eran chillonas como si lo fueran. Entonces una de ellas clavó su mirada en mí.
Digo "clavó" porque su mirada era como un cuchillo. Tenía unos preciosos ojos azules, delicados y llamativos. Pero a la vez era un poco inquietante, su mirada te traspasaba y parecía que podía leer lo que pensabas. Y en ese momento me miraba con una expresión rara, mezcla de curiosidad y reproche. ¿Había visto algo?
Me fui rápidamente a mi aula. Seguro eran puras paranoias. Los días siguientes me trajeron tranquilidad. Nadie parecía saber de mi pequeño incidente. Me crucé un par de veces con Cande (la chica de mirada pentrante) y charlamos normal, no noté nada raro. Y Sole ni siquiera me dirigió una mirada cuando la cruzaba en el patio. Todo parecía tranquilo, y hasta me pregunté si no sería todo un sueño (húmedo, claro).
Como sea, el sábado a la noche salimos al cumple de una chica de hockey. Ahí había chicos de todos los deportes del club: hockey, rugby, basquet, fútbol... También había algunas compañeras del cole y conocidas del barrio. Me estaba divirtiendo mucho, y no iba con la intención de coger ni nada por el estilo. Es más, eran las 4 y ni siquiera me había chapado a nadie. Debía ser un récord.
En lo mejor de la noche me acerqué a una ronda de amigas. Estaban Carmi, Vale y un par de chicas más. Empecé a bailar con todas y hacer payasadas. Después de un par de giros, quedé juntó a Luciana, una chica que conocía hace años porque tenía casa de campo en el mismo lugar que yo pero no era demasiado amiga mía. Igual, nos pusimos a bailar en medio de la ronda mientras haciamos un bailecito lamentable y el resto se reía.
Luciana se puso de espalda y empezó a perrear hasta el suelo. Yo me puse atrás e intenté imitarla sin éxito, claro (mi flexibilidad no me da para tanto). Me empecé a mover para ir a otro lugar y sumarme a otra ronda donde mover mi esqueleto. Pero Luciana seguía moviendo las caderas sin mucho control y sin querer mi pelvis chocó contra su culo. Me disculpé rápidamente y giré, dispuesto a seguir mi camino, pero ella me agarró del brazo y me susurró al oido:
- ¿Adónde vas? ¿Vas a liberar tensión al baño? ¿O eso solo lo haces en el cole?
Me quedé helado. Giré para mirarla, pero Luciana se alejaba risueña junto a sus amigas. Parecía borracha, pero yo había escuchado clarísimo lo que me acababa de decir. ¿Cómo podía saber eso? ¿Alguien más lo sabía? ¿Y si se enteraban todos?
Que inocente que fui, cómo pude pensar que algo así iba a quedar en secreto...
CONTINUARÁ...
1 comentarios - Ojitos azules II