No dejes de pasar por mi mejor post
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa.html
No te vas a arrepentir!
DOBLE VIDA
La vida es un complejo rompe cabezas donde las piezas suelen no encajar en forma perfecta, y esa es mi historia con Andrea.
Hacía más de seis años que trabajaba en esa agencia de coches cuando la conocí. Me desempeñaba en todo el papeleo de gestoría que iba de la mano con la compra y venta de unidades mientras que ella ingresaba en la parte de facturación de la empresa y si bien nuestras tareas eran distintas, nuestros escritorios estaban a metros de distancia.
Andrea tenía casi mi edad, me pareció muy bonita y encantadora, de cara ovalada, tez morena y ojos negros, con una pequeña naricita aguileña, muy femenina, muy mujer. De contextura normal, pequeña de hombros, no muy alta, solía vestir con algún conjunto de pantalón y trajecito, con camisa, ella siempre trataba de disimular su pecho plano, se hacía evidente un complejo por casi no tener busto, pero tenía un trasero digno de envidia, perfecto de cualquier ángulo que se mirase, recuerdo con gracia que usaba unos calzones más grandes que los que usaba mi abuela.
Tenía una manía con el cabello, al conocerla lo usaba largo, castaño y enrulado, un día nos sorprendió con un corte a los hombros, lacio y rubio, para más adelante cortarlo más aun pasando a un negro azabache, como fuera, a mi lo único que me importaba es que haga lo que haga todo le quedaba bien.
Así nos fuimos conociendo, su vida, mi vida, sus gustos, mis gustos, sus problemas, mis problemas, todo era perfecto entre nosotros, y yo fui honesto con ella, le dije que estaba casado, que tenía un niño de tres años y que mi esposa estaba embarazada esperando nuestro segundo hijo, que en realidad era una niña.
Pero no más que eso, no me gustaba mezclar las cosas del trabajo con las cosas personales, y así ella, sin proponérselo me fue seduciendo, me encantaba la paz de su voz, con un tono tan bajo y dulce que debía esforzarme por escucharla, con ella se respiraba armonía.
Cuando me casé con Sheila pensé que estaba enamorado, pero con Andrea comenzaba a saber que significaba ese sentimiento, lástima que no hubiera llegado antes a mi vida…
Y yo era un caballero, estaba dispuesto a respetar a mi esposa, más en sus meses de embarazo, pero la realidad era que compartía más tiempo con Andrea en el trabajo que con Sheila en casa, igual, yo iba a morir de pie, me mordía los labios para no confesarle a Andrea lo que sentía por ella y una vez haciendo el amor con Sheila, mientras la penetraba y acariciaba su gorda panza casi se me escapa su nombre, ‘Andrea’.
Pero, el diablo mete la cola…
Ella tenía un hermano mayor, de unos treinta años, al que siempre se mostraba muy apegada y era su ángel protector, se llenaba la boca hablando de él, pero en un abrir y cerrar de ojos se quedó sin él, era policía y murió en una persecución, en defensa de la justicia.
A partir de ese día el mundo de Andrea se vino abajo, como un castillo de naipes, como una torre de arena en el mar, no tenía consuelo, y pasaba los días llorando a escondidas, con su alma herida, no sabía que hablar, que decir, como ayudarla, una y otra vez se abrazaba a mi solo para dejar sus lágrimas en mi traje, comenzó a quedarse más tarde, cuando todos se había ido, solo para distraerse y no tener que afrontar la realidad en la soledad de su departamento.
Esto hizo que yo comenzara a quedarme con ella, solo para acompañarla, metiendo excusas en casa y descuidando mi propia familia, día tras día.
Hace un tiempo pasó lo que tenía que pasar, eran cerca de las veinte, no quedaba nadie, solo ella y yo, era un día muy especial porque era el día del cumpleaños de su hermano, así que había llorado más de lo habitual, y a esa hora rompió en llantos, acudí a su lado como de costumbre, la abracé muy fuerte y ella buscó protección en mí, acaricié sus cabellos y perdí el control de la situación, tuve una erección lo que la apartó de mi por instinto, mirándome confundida, no sabía que decir, pero ella volvió a mi encuentro y me dio el beso más dulce y sabroso que me dieran en mi vida, su lengua se cruzó con la mía, sus prendas se pegaron a las mías, su respiración se cortaba con la mía, su saliva se mezclaba con la mía, sus brazos de fundían con los míos, y ya no pude controlarme, al fin la tenía a Andrea como mujer…
Y recorrí sus cabellos, besé su nariz, besé su cuello, besé sus ojos, sus manos recorrían mi cuerpo y yo respondía de la misma forma, centrándome en esos glúteos espectaculares.
El calor se sentía en el lugar y de a poco el grifo de sus lagrimales se fue cerrando, abriendo la caldera que estaba escondida en su interior, fuimos trastabillando lentamente, le hice recular hasta llegar a mi escritorio, sin dejar de besarla pasé una mano sobre el arrastrando lo que estaba a su paso con la idea de sentarla sobre él, pero no hizo falta ya que ella misma lo hizo.
Abrió sus piernas dejándome al medio, con prisa, torpeza y dificultades levantamos su pollera hasta su cintura, tomé la silla y me senté al medio para sacarle ese bombachón de vieja que traía, por primera vez contemplé su sexo desnudo, la traje lo más al borde posible y como si fuera un helado pasé mi lengua por el de punta a punta…
Andrea se estremeció ante el suave contacto, me dejó hacer, se entregó a mí, empecé a lamer su esfínter, en círculos, acariciando con mi lengua la piel amarronada y rugosa de su entrada, ella respiraba excitada, cerraba los ojos, me gustaba hacerla desear, empujaba con la punta de la lengua y su anillo cedía lentamente ante mi insistencia, sentía contraerse a medida que la invadía, fui a sus piernas, seguí con besos calientes en sus muslos, era hermosa…
Volví a su vulva, al siguiente paso, a su otro agujero, para enterrar mi lengua en su zanja caliente, llena de flujos, de incomparable sabor, busqué lamer lo más profundo posible, perderme en ella, al mismo tiempo que acariciaba en círculos con la yema de mi pulgar su esfínter, lo suficiente fuerte como para que supiera que estaba allí, lo suficiente débil como para que supiera que no iba a penetrarla, seguí por sus labios, por su pubis, por sus bellos íntimos…
Al fin llegué a su clítoris, estaba tan grande e hinchado que no me dio trabajo comerlo entre mis labios, ahora enterraba dos dedos en su argolla, buceando en su mar de miel, tan profundo como podía, buscando la entrada a su útero…
Andrea empezó a contraerse, gemía y más lo hacía más ritmo le daba al juego, al final apretando los labios y tragando sus gritos se acabó en mi boca, sus espasmos fueron violentos, unos tras otros hasta ya no soportarlo y cerrar las piernas con violencia para arrancarme del medio.
Me paré, y con su ayuda solté el cinto para liberar mi pija, la saqué y se la metí por completo hasta el fondo, la cogí como nunca había cogido a nadie, transpiraba, la deseaba, enloquecía, ella se prendía de mi cuello desacomodando mi peinado, contorsionándose al compás de los movimientos, me besaba y la sentía gemir en mis oídos, no aguanté demasiado, como hacerlo?
Saqué mi verga cuando no pude más y ella terminó masturbándome apuntando el cañón donde más quería, sobre su clítoris y los bellos que lo rodeaban, pronto descargué todo lo que tenía sobre ella quien disfrutaba con cada chorro de semen caliente que llegaba a su intimidad. Al final se la volví a meter para fundirnos en un último beso…
Era tarde, así que la llevé hasta su domicilio, ella me suplicó que le hiciera compañía, solo un rato, estaba demasiado sola. No podía dejarla, tomé el celular, llamé a Sheila y le mentí, aduciendo que tenía que terminar unos papeleos, ella, al otro lado me decía que me amaba, que me cuidara mucho y que no trabajara tanto, me partió el alma…
Subimos dos pisos por escalera en los cuales no pude sacarme la imagen de mi esposa embarazada y de mi hijo de la cabeza, una vez arriba me miró fijamente y me dijo:
Sabes… siempre tuve una fantasía recurrente contigo, de hecho, me he masturbado muchas veces imaginándola, y bueno, hoy quisiera hacerlo realidad, siempre te amé en silencio, pero nunca me animé a confesarlo…
Sabía que de esa mujer solo podían salir cosas buenas, así que me dejé llevar, me llevó al cuarto y me pidió que me desnudara mientras ella se ponía cómoda.
No perdí tiempo, con prisa tiré mis prendas y la esperé ansioso demoró más de lo previsto, al fin apareció con una sonrisa en los labios, una sonrisa que hacía tiempo había perdido…
Su torso casi desnudo por completo, casi sin pechos, más propio de una niña que de una mujer, lo que despertaba cierto morbo en mí, pero abajo lucía unas medias de encaje con portaligas negro y una minúscula tanga como nunca le había notado que se perdía entre sus cachetes, era sencillamente el culo más hermoso y perfecto que pudiera existir, miren por dónde lo miren…
Andrea se acercó a mí con un gran pañuelo entre sus manos y a medida que lo enrollaba lo pasaba por los barrales de la cama para finalmente anudarlo en mis muñecas, suavemente, para inmovilizarme, pero solo era un juego puesto que no me hubiera costado nada liberarme.
Luego vendría lo mejor, que jamás hubiera imaginado, puso aceite en mi verga, pasó una pierna al otro lado como para cabalgarme, sus cachetes estaban en primer plano ante mis ojos, eran dos terribles pedazos de carne, corrió la tanga, tomo mi miembro, apoyó su esfínter en él y se dejó caer lentamente. Mi carne se abrió paso en la suya sin demasiada resistencia, hasta llegar el fondo.
Empezó a moverse con cadencia, arriba y abajo, una y otra vez, sentía su anillo marrón comprimiendo mi sexo y la excitación era enloquecedora, tenía deseos de apretar su culo con fuerza, pero estaba atado, tenía ganas de embestirla como un animal, pero ella llevaba el ritmo.
Apenas veía el perfil de su rostro que trataba de ver el mío para preguntar:
Te gusta? te gusta? no sabes qué bueno es hacer mi sueño realidad…
Y siguió, con ese ritmo tan pausado, tan pausado como su delicada voz, no veía su mano, pero la sentía cada tanto acariciar mis bolas y la distinguí acariciando su clítoris, me sentía acabar, comencé a gemir, Andrea saltó de golpe para poner su cara a centímetros de mi pija, lo tomó con fuerza desnudando mi glande, casi no se movía, no soportaba, tenía ahí mi orgasmo, hasta que solo comenzó a chorrear, la mantenía fija mientras mis contracciones largaban más y más semen, sus ojos permanecían inmóviles, duros, mirando su objetivo.
Miré el reloj, era injustificablemente tarde, una locura, encima Andrea trató de retenerme, quería que me quedara a dormir con ella…
Ya no tendría escusas con Sheila, Andrea parecía no entender mi situación, estaba entre la espada y la pared, me suplicó al borde de las lágrimas que no me fuera, que no la dejara sola, me sentí una mierda, pero pausadamente traté de hacerla comprender.
Y así siguieron mis días, esa primera vez dio lugar a una segunda y a una tercera, y al día a día, nos transformamos en amantes clandestinos…
Hoy me encuentro enredado en una tela araña de la que no puedo zafar, por un lado mi familia, mi esposa ajena a todo, que me ama y es incondicional conmigo, a la que oculto mi doble vida, con la que cargo la cruz de mi vergüenza, por el otro la mujer que amo, Andrea, sabiendo que es la número dos, quien se pone cada vez más demandante, más exigente, todo por no saber frenar las cosas a tiempo…
Si te gustó esta historia, puedes escribirme a con título ‘DOBLE VIDA’ a DULCES.PLACERES@LIVE.COM
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No te vas a arrepentir!
DOBLE VIDA
La vida es un complejo rompe cabezas donde las piezas suelen no encajar en forma perfecta, y esa es mi historia con Andrea.
Hacía más de seis años que trabajaba en esa agencia de coches cuando la conocí. Me desempeñaba en todo el papeleo de gestoría que iba de la mano con la compra y venta de unidades mientras que ella ingresaba en la parte de facturación de la empresa y si bien nuestras tareas eran distintas, nuestros escritorios estaban a metros de distancia.
Andrea tenía casi mi edad, me pareció muy bonita y encantadora, de cara ovalada, tez morena y ojos negros, con una pequeña naricita aguileña, muy femenina, muy mujer. De contextura normal, pequeña de hombros, no muy alta, solía vestir con algún conjunto de pantalón y trajecito, con camisa, ella siempre trataba de disimular su pecho plano, se hacía evidente un complejo por casi no tener busto, pero tenía un trasero digno de envidia, perfecto de cualquier ángulo que se mirase, recuerdo con gracia que usaba unos calzones más grandes que los que usaba mi abuela.
Tenía una manía con el cabello, al conocerla lo usaba largo, castaño y enrulado, un día nos sorprendió con un corte a los hombros, lacio y rubio, para más adelante cortarlo más aun pasando a un negro azabache, como fuera, a mi lo único que me importaba es que haga lo que haga todo le quedaba bien.
Así nos fuimos conociendo, su vida, mi vida, sus gustos, mis gustos, sus problemas, mis problemas, todo era perfecto entre nosotros, y yo fui honesto con ella, le dije que estaba casado, que tenía un niño de tres años y que mi esposa estaba embarazada esperando nuestro segundo hijo, que en realidad era una niña.
Pero no más que eso, no me gustaba mezclar las cosas del trabajo con las cosas personales, y así ella, sin proponérselo me fue seduciendo, me encantaba la paz de su voz, con un tono tan bajo y dulce que debía esforzarme por escucharla, con ella se respiraba armonía.
Cuando me casé con Sheila pensé que estaba enamorado, pero con Andrea comenzaba a saber que significaba ese sentimiento, lástima que no hubiera llegado antes a mi vida…
Y yo era un caballero, estaba dispuesto a respetar a mi esposa, más en sus meses de embarazo, pero la realidad era que compartía más tiempo con Andrea en el trabajo que con Sheila en casa, igual, yo iba a morir de pie, me mordía los labios para no confesarle a Andrea lo que sentía por ella y una vez haciendo el amor con Sheila, mientras la penetraba y acariciaba su gorda panza casi se me escapa su nombre, ‘Andrea’.
Pero, el diablo mete la cola…
Ella tenía un hermano mayor, de unos treinta años, al que siempre se mostraba muy apegada y era su ángel protector, se llenaba la boca hablando de él, pero en un abrir y cerrar de ojos se quedó sin él, era policía y murió en una persecución, en defensa de la justicia.
A partir de ese día el mundo de Andrea se vino abajo, como un castillo de naipes, como una torre de arena en el mar, no tenía consuelo, y pasaba los días llorando a escondidas, con su alma herida, no sabía que hablar, que decir, como ayudarla, una y otra vez se abrazaba a mi solo para dejar sus lágrimas en mi traje, comenzó a quedarse más tarde, cuando todos se había ido, solo para distraerse y no tener que afrontar la realidad en la soledad de su departamento.
Esto hizo que yo comenzara a quedarme con ella, solo para acompañarla, metiendo excusas en casa y descuidando mi propia familia, día tras día.
Hace un tiempo pasó lo que tenía que pasar, eran cerca de las veinte, no quedaba nadie, solo ella y yo, era un día muy especial porque era el día del cumpleaños de su hermano, así que había llorado más de lo habitual, y a esa hora rompió en llantos, acudí a su lado como de costumbre, la abracé muy fuerte y ella buscó protección en mí, acaricié sus cabellos y perdí el control de la situación, tuve una erección lo que la apartó de mi por instinto, mirándome confundida, no sabía que decir, pero ella volvió a mi encuentro y me dio el beso más dulce y sabroso que me dieran en mi vida, su lengua se cruzó con la mía, sus prendas se pegaron a las mías, su respiración se cortaba con la mía, su saliva se mezclaba con la mía, sus brazos de fundían con los míos, y ya no pude controlarme, al fin la tenía a Andrea como mujer…
Y recorrí sus cabellos, besé su nariz, besé su cuello, besé sus ojos, sus manos recorrían mi cuerpo y yo respondía de la misma forma, centrándome en esos glúteos espectaculares.
El calor se sentía en el lugar y de a poco el grifo de sus lagrimales se fue cerrando, abriendo la caldera que estaba escondida en su interior, fuimos trastabillando lentamente, le hice recular hasta llegar a mi escritorio, sin dejar de besarla pasé una mano sobre el arrastrando lo que estaba a su paso con la idea de sentarla sobre él, pero no hizo falta ya que ella misma lo hizo.
Abrió sus piernas dejándome al medio, con prisa, torpeza y dificultades levantamos su pollera hasta su cintura, tomé la silla y me senté al medio para sacarle ese bombachón de vieja que traía, por primera vez contemplé su sexo desnudo, la traje lo más al borde posible y como si fuera un helado pasé mi lengua por el de punta a punta…
Andrea se estremeció ante el suave contacto, me dejó hacer, se entregó a mí, empecé a lamer su esfínter, en círculos, acariciando con mi lengua la piel amarronada y rugosa de su entrada, ella respiraba excitada, cerraba los ojos, me gustaba hacerla desear, empujaba con la punta de la lengua y su anillo cedía lentamente ante mi insistencia, sentía contraerse a medida que la invadía, fui a sus piernas, seguí con besos calientes en sus muslos, era hermosa…
Volví a su vulva, al siguiente paso, a su otro agujero, para enterrar mi lengua en su zanja caliente, llena de flujos, de incomparable sabor, busqué lamer lo más profundo posible, perderme en ella, al mismo tiempo que acariciaba en círculos con la yema de mi pulgar su esfínter, lo suficiente fuerte como para que supiera que estaba allí, lo suficiente débil como para que supiera que no iba a penetrarla, seguí por sus labios, por su pubis, por sus bellos íntimos…
Al fin llegué a su clítoris, estaba tan grande e hinchado que no me dio trabajo comerlo entre mis labios, ahora enterraba dos dedos en su argolla, buceando en su mar de miel, tan profundo como podía, buscando la entrada a su útero…
Andrea empezó a contraerse, gemía y más lo hacía más ritmo le daba al juego, al final apretando los labios y tragando sus gritos se acabó en mi boca, sus espasmos fueron violentos, unos tras otros hasta ya no soportarlo y cerrar las piernas con violencia para arrancarme del medio.
Me paré, y con su ayuda solté el cinto para liberar mi pija, la saqué y se la metí por completo hasta el fondo, la cogí como nunca había cogido a nadie, transpiraba, la deseaba, enloquecía, ella se prendía de mi cuello desacomodando mi peinado, contorsionándose al compás de los movimientos, me besaba y la sentía gemir en mis oídos, no aguanté demasiado, como hacerlo?
Saqué mi verga cuando no pude más y ella terminó masturbándome apuntando el cañón donde más quería, sobre su clítoris y los bellos que lo rodeaban, pronto descargué todo lo que tenía sobre ella quien disfrutaba con cada chorro de semen caliente que llegaba a su intimidad. Al final se la volví a meter para fundirnos en un último beso…
Era tarde, así que la llevé hasta su domicilio, ella me suplicó que le hiciera compañía, solo un rato, estaba demasiado sola. No podía dejarla, tomé el celular, llamé a Sheila y le mentí, aduciendo que tenía que terminar unos papeleos, ella, al otro lado me decía que me amaba, que me cuidara mucho y que no trabajara tanto, me partió el alma…
Subimos dos pisos por escalera en los cuales no pude sacarme la imagen de mi esposa embarazada y de mi hijo de la cabeza, una vez arriba me miró fijamente y me dijo:
Sabes… siempre tuve una fantasía recurrente contigo, de hecho, me he masturbado muchas veces imaginándola, y bueno, hoy quisiera hacerlo realidad, siempre te amé en silencio, pero nunca me animé a confesarlo…
Sabía que de esa mujer solo podían salir cosas buenas, así que me dejé llevar, me llevó al cuarto y me pidió que me desnudara mientras ella se ponía cómoda.
No perdí tiempo, con prisa tiré mis prendas y la esperé ansioso demoró más de lo previsto, al fin apareció con una sonrisa en los labios, una sonrisa que hacía tiempo había perdido…
Su torso casi desnudo por completo, casi sin pechos, más propio de una niña que de una mujer, lo que despertaba cierto morbo en mí, pero abajo lucía unas medias de encaje con portaligas negro y una minúscula tanga como nunca le había notado que se perdía entre sus cachetes, era sencillamente el culo más hermoso y perfecto que pudiera existir, miren por dónde lo miren…
Andrea se acercó a mí con un gran pañuelo entre sus manos y a medida que lo enrollaba lo pasaba por los barrales de la cama para finalmente anudarlo en mis muñecas, suavemente, para inmovilizarme, pero solo era un juego puesto que no me hubiera costado nada liberarme.
Luego vendría lo mejor, que jamás hubiera imaginado, puso aceite en mi verga, pasó una pierna al otro lado como para cabalgarme, sus cachetes estaban en primer plano ante mis ojos, eran dos terribles pedazos de carne, corrió la tanga, tomo mi miembro, apoyó su esfínter en él y se dejó caer lentamente. Mi carne se abrió paso en la suya sin demasiada resistencia, hasta llegar el fondo.
Empezó a moverse con cadencia, arriba y abajo, una y otra vez, sentía su anillo marrón comprimiendo mi sexo y la excitación era enloquecedora, tenía deseos de apretar su culo con fuerza, pero estaba atado, tenía ganas de embestirla como un animal, pero ella llevaba el ritmo.
Apenas veía el perfil de su rostro que trataba de ver el mío para preguntar:
Te gusta? te gusta? no sabes qué bueno es hacer mi sueño realidad…
Y siguió, con ese ritmo tan pausado, tan pausado como su delicada voz, no veía su mano, pero la sentía cada tanto acariciar mis bolas y la distinguí acariciando su clítoris, me sentía acabar, comencé a gemir, Andrea saltó de golpe para poner su cara a centímetros de mi pija, lo tomó con fuerza desnudando mi glande, casi no se movía, no soportaba, tenía ahí mi orgasmo, hasta que solo comenzó a chorrear, la mantenía fija mientras mis contracciones largaban más y más semen, sus ojos permanecían inmóviles, duros, mirando su objetivo.
Miré el reloj, era injustificablemente tarde, una locura, encima Andrea trató de retenerme, quería que me quedara a dormir con ella…
Ya no tendría escusas con Sheila, Andrea parecía no entender mi situación, estaba entre la espada y la pared, me suplicó al borde de las lágrimas que no me fuera, que no la dejara sola, me sentí una mierda, pero pausadamente traté de hacerla comprender.
Y así siguieron mis días, esa primera vez dio lugar a una segunda y a una tercera, y al día a día, nos transformamos en amantes clandestinos…
Hoy me encuentro enredado en una tela araña de la que no puedo zafar, por un lado mi familia, mi esposa ajena a todo, que me ama y es incondicional conmigo, a la que oculto mi doble vida, con la que cargo la cruz de mi vergüenza, por el otro la mujer que amo, Andrea, sabiendo que es la número dos, quien se pone cada vez más demandante, más exigente, todo por no saber frenar las cosas a tiempo…
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