Fué en el cumpleaños de mi cuñadita...
A veces juego al límite. Disfrutando de estar al borde de ese precipicio donde todo se puede ir al carajo en cualquier instante. Correr ese riesgo, pasar ese momento de desesperación, de locura, es quizá lo que realmente busco. ¿A vos te pasa algo así?
Por ahí opines que estoy loco. Puede ser, lo admito. No es algo que cualquiera se banque... Es que esa adrenalina me puede... Y esa noche que les voy a contar, me encegueció como nunca.
Julieta es la hermana de Mara.
Mara es mi mujer hace dos años.
En realidad son dos años de matrimonio. Pero hace cuatro que estamos juntos y un poco más de conocernos.
Mara me encanta, me gusta, me calienta, me estimula. Es una mina genial. Divertida y juguetona. Compartimos muchas cosas. Le gusta coger tanto como a mí, por ejemplo. Le gusta provocarme. De todas las maneras posibles.... Y sabe que me puede. Me pone loco. Aquella noche, por ejemplo, me excitó tanto que terminamos cogiendo en el baño del sum dónde festejaba el cumpleaños Julieta, su hermana menor... Cuando salí del baño (yo primero, para disimular), acomodándome la camisa, la única que puso cara fue ella, mi cuñada. Jajaja, pobre. ¡La cara mezcla de enojo y reproche que me puso...! Igual duró un segundo. Después sonrió, se mordió el labio de abajo y me hizo un gesto como diciendo: "ustedes no cambian más ...". Y tiene razón. Pero si Julieta hubiera visto cómo su hermana me mostraba disimuladamente la tanga que tenía puesta y cómo le calzaba... Ay, la hija de puta me dijo al oído que se había olvidado de tomar la pastilla pero que estaba excitada, así que me rogó que buscaramos algún rincón y que se la metiera, directamente, en el orto... Me llevó al baño de la mano, me dió la espalda y así nomás, sin sacarle la tanga se la metí, mientras ella, con una mano se sostenia el vestido y con la otra se acariciaba la concha, mirándome en el reflejo del espejo, apurándome para calentarme más: "Metémela toda", ."¡Toda!", "¡Más fuerte...!¡Más!","Haceme doler..."rompéme el culo"
Se apoyaba en la bacha y yo la agarraba con fuerza de las caderas. Con bronca y calentura la embestía como un animal...
A cada embestida la hacía irse hacia adelante , hasta que la cara le quedó pegada al espejo. Ella no dejaba de tocarse ni yo de metérsela... Ya le veía la cara roja. La conozco, estaba por explotar. Apenas podía ver cómo su mano se movía entre sus piernas . Yo tampoco daba más... Me apoyé sobre ella, metiéndole toda la extensión de la verga, hasta que mi pelvis se fundió con su culo. Apoyé mi mano en su cara, aplastándola un poco más hacía el espejo. Ella bufaba, con los ojos cerrados, besando mis dedos que se metían en su boca y besando también, a la vez, el reflejo de su propia cara...
Esa imagen me mató.
Su lengua lamiendo sus propios labios en el vidrio...
Descargué varios chorros de leche.
Sentí la leche espesa, picante, abandonando mi cuerpo y vertiéndose en ella. Aún después de largar todo seguí moviéndome dentro suyo porque la sensación del éxtasis se prolongaba. Ella pasó del gemido del placer propio, egoísta, a ese otro gemido como de aliento, estimulándome a que yo la disfrutara al máximo.
Es una puta divina Mara. Es hermosa.
Su imagen, esa noche, me resulta inolvidable: vestido largo y rojo, ella misma sosteniéndolo con una mano para desnudar solo lo necesario. La tanga corrida, embadurnada de mi semen. Las gotas transparentes, desborde de su propio orgasmo, que le resbalaban por el interior de sus piernas.
Recuerdo mirar el vidrio babeado que duplicaba su rostro y su sonrisa después de ese momento de pasión...
No se merecía lo que iba a hacerle... Esa misma noche... Aunque merecer es una palabra grande. ¿Quien puede juzgarme? En todo caso fui fiel a mi deseo.
"Bueno. Andá. Salí.", me dijo de repente. "Meté la pija adentro del pantalón y salí que no quiero tener quilombo con mi hermana, yo me limpio un poco y salgo, no quiero manchar el vestido..."
La miraba relamiéndome... ¡Cómo me la hubiera cogido, denuevo, ahí nomás!
"Dale amor. Salí. Andate...", me insistió.
Riéndonos nos besamos los labios con ternura y salí.
Afuera la música, la oscuridad y las luces de colores estaban al máximo y, salvo Julieta, nadie me puso cara. Nadie se enteró.
Me quedé cerca de una mesa picando algo. Empezó a sonar un tema bien movido. De repente me abrazan de atrás y me obligan a menearme un poco. Muevo el culo mientras trato de tragar un bocadillo. Mi mujer se me pega a la espalda, apoyándome bien las tetas (sentía la punción de sus pezones duros), aferrando sus dedos en mi cintura. Le tomo las manos y al ritmo de lo que suena se las voy bajando despacito, disimuladamente, hacia mi entrepierna. Quería que sintiera el bulto que todavía no me había bajado del todo... Llegué a hacerle palpar el tronco aún semirrígido. Entonces sentí su boca acercarse a mi nuca y decir:
- Pero... ¿Que hacés cuñadito?
Las palabras me llegaron como desde lejos. Cuando entendí todo sentí un baño de frío recorriendome el cuerpo. ¡Era Julieta! ¡La puta madre! Era la hermana de Mara...
No sé qué cara puse pero me dí vuelta al instante y ella se reía.
- ¿Que pasó? ¿Seguís caliente después del rapidito que se hecharon en el baño? Jajaja
¡Que linda que estaba Julieta esa noche! Una pollerita negra, mínima. Una musculosa que era casi un top. Mucha piel a la vista. ¡23 años cumplía la pendeja! Sin dudas estaba en su mejor momento. Los ojitos, enmarcados en un rimel intenso y trabajado, parecían brillar.
Yo me repuse un poco a la vergüenza. Ella igual siguió lanzando golpes: - ¿Qué onda? ¿No llegaste a acabar que la tenés dura?
Mi mente era un infierno. La miraba a Julieta y la quería partir ahí nomás. ¡Encima la había hecho tocarme la pija! Pero era mucho...
Es que la conozco hace tanto...
Lo peor es que yo sé que le gusto. Lo sé hace tiempo. De hecho, no voy a contar mi vida, pero a ella la conocí primero. Ella me miraba con ojitos enamorados desde antes de que conociera a Mara. Y en aquel entonces yo soñaba con desvirgarla...
Pero no daba.
Después me metí con su hermana y todo quedó ahí.
La ví crecer de cerca. La ví ponerse muy buena.
Aunque, debo admitir, nunca pude olvidarme de esas ganas que siempre le tuve. Además, saber que yo también le generaba algo, que de alguna manera soy el hombre que quiso pero que no pudo tener, me levantaba el ego, me ponía en un lugar de poder frente a ella.
Yo siempre jugaba la del indiferente, el desentendido.
Hasta esa noche...
Tal vez fue la calentura del momento, lo linda y atrevida que estaba mi cuñada, la manera en que me miraba, el hecho de que su mano me hubiera rozado la pija o la dureza de sus pezones apoyados en mi espalda. No sé. Se dió así. Ninguno de los dos dijo mucho, ni en ese instante, ni luego.
Esta vez la llevé yo de la mano, asi como 15 minutos antes me había llevado su hermana. Nos escabullimos hasta el fondo, donde un pasillo oculto dá al cuarto dónde se apilan las cosas después de las fiestas. La apoye contra la pared y le comí la boca. No hubo resistencia en absoluto. Al contrario, ella fué la primera en atacar con la lengua. El corazón me pegaba martillazos en el pecho. Sentía su agitación. Sin dejar de besarla, acaricié sus pechos. Los tomé con cuidado, los sostuve. Toqué sus pezones. Los rozé con la yema de los dedos y después los pellizqué suavemente. El gemido que soltó Julieta terminó cuando, con mucha calentura, me mordió el labio inferior al mismo tiempo que sus manos me agarraban y apretaban intensamente la cola.
La tenía contra la pared. Mi cuerpo acaparaba el de ella. La sentía levantar de temperatura. Me invadía la boca y la nariz el sabor de su aliento. No nos decíamos nada. Todo era pura acción y sensación. Mis manos acariciaron sus muslos. Le levanté la pollera y tomé sus nalgas con mis manos, las apreté intensamente. Después busqué lugar entre sus piernas. Llegué a su sexo. Lo encontré húmedo y caliente. Jugué con mis dedos en él. Al mismo tiempo disfrutaba sus manos metiéndose en mi pantalón, agarrando mi pija, liberando y agitando el miembro ya plenamente duro. Mis dedos seguían introduciéndose en ella y estimulando su clítoris. Me apoyé más sobre su cuerpo, contra la pared, aplastándola. Mi cabeza empujaba su cabeza. Nuestras bocas juntas, abiertas, respirando con jadeos uno a través del otro. Sentía sus dientes apretarse a los míos.
Tuvo un pequeño orgasmo, sentí sus piernas temblar y mis dedos bañarse en su excitación. Quise lamerme la mano, probar ese jugo. Tenía que sentir ese sabor. Llevé los dedos a mi nariz y los olí, después los chupé. Ella me besaba y pasaba la lengua por mis labios, probándolo conmigo.
Entonces la levanté y la penetré. Sin dilaciones. Agarrándola del culo, alzándola y apoyándola contra la pared, le metí la pija entera. Julieta me mordía el cuello, gimiendo. Zamarreaba su cuerpo, clavándola, con la verga palpitante que agitaba dentro suyo, mientras con un dedo trataba de llegar hasta su ano para acariciarlo. Traté de besar sus tetas y no pude, la posición no me lo permitía. Ella se dio cuenta y con una mano se agarró un pecho y me lo regaló en la boca. Se escucharon ruidos cerca. No nos importó nada. Pero sabíamos que estábamos muy expuestos, que no podíamos demorar mucho más.
Nos miramos y nos entendimos. "Dámela..." me dijo, implorándome. "Dejame todo adentro, por favor..."
Y eso fue todo lo que hablamos.
Acabé con una intensidad increíble. Ella, al ver mi cara, al sentir mi leche liberándose en su interior, desató un nuevo orgasmo. Terminamos abrazados, comiéndonos la boca, para ahogar nuestros gritos.
Después nos miramos y caímos en la realidad. ¡Qué habíamos hecho! ¿Cómo nos pudimos ir tan al carajo?
Salimos sin volver a mirarnos, yo hacia un lado y Julieta hacia el otro. A los dos pasos me cruzó Mara, mi mujer.
Me quería morir. Su cara lo decía todo: miedo, nervios, enojo.
- ¿Qué pasó?- me dijo.
Yo no podía ni reaccionar...
-¿Qué pasó con Julieta...?- me insistió en un tono más alto.
- No... Amor. No sé que pasó...- empecé a balbucear.
- ¿Se enojó?- me dijo. Y no entendí nada.
-¿Qué pasó?¿Se enojó porque nos metimos en el baño, te agarró y te cagó a pedos? Jajaja...- me dijo sonriendo con cara de pícara.
- Ah... si... ¡Sí! Se enojó un poco pero ya la tranquilicé. - me apuré a decir.
- ¡Ufa! Amor. Mirá. - me dijo mostrándome una mancha en el vestido.- Me quiero matar, se me manchó con tu leche y no sale. No me quiero quedar así, me da vergüenza... ¿Nos vamos?
La situación no pudo caerme más conveniente.
-Saludo a mi hermana y vamos.- me dijo levantando la vista buscándo a julieta en el tumulto de invitados.
Yo la agarré de la mano y le dije. - Dejala tranquila a tu hermana, mejor. Se quedó un poco caliente, en realidad... Vamonos ahora. En la semana la llamas y le pedís perdon...
- Sí, mejor... Tenés razón. Si me ve con el vestido así va a ser peor...
Y despacito nos fuimos acercando a la salida .
..
Gracias por leer hasta el final.
Si algo de lo que leíste en esta historia te gustó (o no), dejame un comentario.
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A veces juego al límite. Disfrutando de estar al borde de ese precipicio donde todo se puede ir al carajo en cualquier instante. Correr ese riesgo, pasar ese momento de desesperación, de locura, es quizá lo que realmente busco. ¿A vos te pasa algo así?
Por ahí opines que estoy loco. Puede ser, lo admito. No es algo que cualquiera se banque... Es que esa adrenalina me puede... Y esa noche que les voy a contar, me encegueció como nunca.
Julieta es la hermana de Mara.
Mara es mi mujer hace dos años.
En realidad son dos años de matrimonio. Pero hace cuatro que estamos juntos y un poco más de conocernos.
Mara me encanta, me gusta, me calienta, me estimula. Es una mina genial. Divertida y juguetona. Compartimos muchas cosas. Le gusta coger tanto como a mí, por ejemplo. Le gusta provocarme. De todas las maneras posibles.... Y sabe que me puede. Me pone loco. Aquella noche, por ejemplo, me excitó tanto que terminamos cogiendo en el baño del sum dónde festejaba el cumpleaños Julieta, su hermana menor... Cuando salí del baño (yo primero, para disimular), acomodándome la camisa, la única que puso cara fue ella, mi cuñada. Jajaja, pobre. ¡La cara mezcla de enojo y reproche que me puso...! Igual duró un segundo. Después sonrió, se mordió el labio de abajo y me hizo un gesto como diciendo: "ustedes no cambian más ...". Y tiene razón. Pero si Julieta hubiera visto cómo su hermana me mostraba disimuladamente la tanga que tenía puesta y cómo le calzaba... Ay, la hija de puta me dijo al oído que se había olvidado de tomar la pastilla pero que estaba excitada, así que me rogó que buscaramos algún rincón y que se la metiera, directamente, en el orto... Me llevó al baño de la mano, me dió la espalda y así nomás, sin sacarle la tanga se la metí, mientras ella, con una mano se sostenia el vestido y con la otra se acariciaba la concha, mirándome en el reflejo del espejo, apurándome para calentarme más: "Metémela toda", ."¡Toda!", "¡Más fuerte...!¡Más!","Haceme doler..."rompéme el culo"
Se apoyaba en la bacha y yo la agarraba con fuerza de las caderas. Con bronca y calentura la embestía como un animal...
A cada embestida la hacía irse hacia adelante , hasta que la cara le quedó pegada al espejo. Ella no dejaba de tocarse ni yo de metérsela... Ya le veía la cara roja. La conozco, estaba por explotar. Apenas podía ver cómo su mano se movía entre sus piernas . Yo tampoco daba más... Me apoyé sobre ella, metiéndole toda la extensión de la verga, hasta que mi pelvis se fundió con su culo. Apoyé mi mano en su cara, aplastándola un poco más hacía el espejo. Ella bufaba, con los ojos cerrados, besando mis dedos que se metían en su boca y besando también, a la vez, el reflejo de su propia cara...
Esa imagen me mató.
Su lengua lamiendo sus propios labios en el vidrio...
Descargué varios chorros de leche.
Sentí la leche espesa, picante, abandonando mi cuerpo y vertiéndose en ella. Aún después de largar todo seguí moviéndome dentro suyo porque la sensación del éxtasis se prolongaba. Ella pasó del gemido del placer propio, egoísta, a ese otro gemido como de aliento, estimulándome a que yo la disfrutara al máximo.
Es una puta divina Mara. Es hermosa.
Su imagen, esa noche, me resulta inolvidable: vestido largo y rojo, ella misma sosteniéndolo con una mano para desnudar solo lo necesario. La tanga corrida, embadurnada de mi semen. Las gotas transparentes, desborde de su propio orgasmo, que le resbalaban por el interior de sus piernas.
Recuerdo mirar el vidrio babeado que duplicaba su rostro y su sonrisa después de ese momento de pasión...
No se merecía lo que iba a hacerle... Esa misma noche... Aunque merecer es una palabra grande. ¿Quien puede juzgarme? En todo caso fui fiel a mi deseo.
"Bueno. Andá. Salí.", me dijo de repente. "Meté la pija adentro del pantalón y salí que no quiero tener quilombo con mi hermana, yo me limpio un poco y salgo, no quiero manchar el vestido..."
La miraba relamiéndome... ¡Cómo me la hubiera cogido, denuevo, ahí nomás!
"Dale amor. Salí. Andate...", me insistió.
Riéndonos nos besamos los labios con ternura y salí.
Afuera la música, la oscuridad y las luces de colores estaban al máximo y, salvo Julieta, nadie me puso cara. Nadie se enteró.
Me quedé cerca de una mesa picando algo. Empezó a sonar un tema bien movido. De repente me abrazan de atrás y me obligan a menearme un poco. Muevo el culo mientras trato de tragar un bocadillo. Mi mujer se me pega a la espalda, apoyándome bien las tetas (sentía la punción de sus pezones duros), aferrando sus dedos en mi cintura. Le tomo las manos y al ritmo de lo que suena se las voy bajando despacito, disimuladamente, hacia mi entrepierna. Quería que sintiera el bulto que todavía no me había bajado del todo... Llegué a hacerle palpar el tronco aún semirrígido. Entonces sentí su boca acercarse a mi nuca y decir:
- Pero... ¿Que hacés cuñadito?
Las palabras me llegaron como desde lejos. Cuando entendí todo sentí un baño de frío recorriendome el cuerpo. ¡Era Julieta! ¡La puta madre! Era la hermana de Mara...
No sé qué cara puse pero me dí vuelta al instante y ella se reía.
- ¿Que pasó? ¿Seguís caliente después del rapidito que se hecharon en el baño? Jajaja
¡Que linda que estaba Julieta esa noche! Una pollerita negra, mínima. Una musculosa que era casi un top. Mucha piel a la vista. ¡23 años cumplía la pendeja! Sin dudas estaba en su mejor momento. Los ojitos, enmarcados en un rimel intenso y trabajado, parecían brillar.
Yo me repuse un poco a la vergüenza. Ella igual siguió lanzando golpes: - ¿Qué onda? ¿No llegaste a acabar que la tenés dura?
Mi mente era un infierno. La miraba a Julieta y la quería partir ahí nomás. ¡Encima la había hecho tocarme la pija! Pero era mucho...
Es que la conozco hace tanto...
Lo peor es que yo sé que le gusto. Lo sé hace tiempo. De hecho, no voy a contar mi vida, pero a ella la conocí primero. Ella me miraba con ojitos enamorados desde antes de que conociera a Mara. Y en aquel entonces yo soñaba con desvirgarla...
Pero no daba.
Después me metí con su hermana y todo quedó ahí.
La ví crecer de cerca. La ví ponerse muy buena.
Aunque, debo admitir, nunca pude olvidarme de esas ganas que siempre le tuve. Además, saber que yo también le generaba algo, que de alguna manera soy el hombre que quiso pero que no pudo tener, me levantaba el ego, me ponía en un lugar de poder frente a ella.
Yo siempre jugaba la del indiferente, el desentendido.
Hasta esa noche...
Tal vez fue la calentura del momento, lo linda y atrevida que estaba mi cuñada, la manera en que me miraba, el hecho de que su mano me hubiera rozado la pija o la dureza de sus pezones apoyados en mi espalda. No sé. Se dió así. Ninguno de los dos dijo mucho, ni en ese instante, ni luego.
Esta vez la llevé yo de la mano, asi como 15 minutos antes me había llevado su hermana. Nos escabullimos hasta el fondo, donde un pasillo oculto dá al cuarto dónde se apilan las cosas después de las fiestas. La apoye contra la pared y le comí la boca. No hubo resistencia en absoluto. Al contrario, ella fué la primera en atacar con la lengua. El corazón me pegaba martillazos en el pecho. Sentía su agitación. Sin dejar de besarla, acaricié sus pechos. Los tomé con cuidado, los sostuve. Toqué sus pezones. Los rozé con la yema de los dedos y después los pellizqué suavemente. El gemido que soltó Julieta terminó cuando, con mucha calentura, me mordió el labio inferior al mismo tiempo que sus manos me agarraban y apretaban intensamente la cola.
La tenía contra la pared. Mi cuerpo acaparaba el de ella. La sentía levantar de temperatura. Me invadía la boca y la nariz el sabor de su aliento. No nos decíamos nada. Todo era pura acción y sensación. Mis manos acariciaron sus muslos. Le levanté la pollera y tomé sus nalgas con mis manos, las apreté intensamente. Después busqué lugar entre sus piernas. Llegué a su sexo. Lo encontré húmedo y caliente. Jugué con mis dedos en él. Al mismo tiempo disfrutaba sus manos metiéndose en mi pantalón, agarrando mi pija, liberando y agitando el miembro ya plenamente duro. Mis dedos seguían introduciéndose en ella y estimulando su clítoris. Me apoyé más sobre su cuerpo, contra la pared, aplastándola. Mi cabeza empujaba su cabeza. Nuestras bocas juntas, abiertas, respirando con jadeos uno a través del otro. Sentía sus dientes apretarse a los míos.
Tuvo un pequeño orgasmo, sentí sus piernas temblar y mis dedos bañarse en su excitación. Quise lamerme la mano, probar ese jugo. Tenía que sentir ese sabor. Llevé los dedos a mi nariz y los olí, después los chupé. Ella me besaba y pasaba la lengua por mis labios, probándolo conmigo.
Entonces la levanté y la penetré. Sin dilaciones. Agarrándola del culo, alzándola y apoyándola contra la pared, le metí la pija entera. Julieta me mordía el cuello, gimiendo. Zamarreaba su cuerpo, clavándola, con la verga palpitante que agitaba dentro suyo, mientras con un dedo trataba de llegar hasta su ano para acariciarlo. Traté de besar sus tetas y no pude, la posición no me lo permitía. Ella se dio cuenta y con una mano se agarró un pecho y me lo regaló en la boca. Se escucharon ruidos cerca. No nos importó nada. Pero sabíamos que estábamos muy expuestos, que no podíamos demorar mucho más.
Nos miramos y nos entendimos. "Dámela..." me dijo, implorándome. "Dejame todo adentro, por favor..."
Y eso fue todo lo que hablamos.
Acabé con una intensidad increíble. Ella, al ver mi cara, al sentir mi leche liberándose en su interior, desató un nuevo orgasmo. Terminamos abrazados, comiéndonos la boca, para ahogar nuestros gritos.
Después nos miramos y caímos en la realidad. ¡Qué habíamos hecho! ¿Cómo nos pudimos ir tan al carajo?
Salimos sin volver a mirarnos, yo hacia un lado y Julieta hacia el otro. A los dos pasos me cruzó Mara, mi mujer.
Me quería morir. Su cara lo decía todo: miedo, nervios, enojo.
- ¿Qué pasó?- me dijo.
Yo no podía ni reaccionar...
-¿Qué pasó con Julieta...?- me insistió en un tono más alto.
- No... Amor. No sé que pasó...- empecé a balbucear.
- ¿Se enojó?- me dijo. Y no entendí nada.
-¿Qué pasó?¿Se enojó porque nos metimos en el baño, te agarró y te cagó a pedos? Jajaja...- me dijo sonriendo con cara de pícara.
- Ah... si... ¡Sí! Se enojó un poco pero ya la tranquilicé. - me apuré a decir.
- ¡Ufa! Amor. Mirá. - me dijo mostrándome una mancha en el vestido.- Me quiero matar, se me manchó con tu leche y no sale. No me quiero quedar así, me da vergüenza... ¿Nos vamos?
La situación no pudo caerme más conveniente.
-Saludo a mi hermana y vamos.- me dijo levantando la vista buscándo a julieta en el tumulto de invitados.
Yo la agarré de la mano y le dije. - Dejala tranquila a tu hermana, mejor. Se quedó un poco caliente, en realidad... Vamonos ahora. En la semana la llamas y le pedís perdon...
- Sí, mejor... Tenés razón. Si me ve con el vestido así va a ser peor...
Y despacito nos fuimos acercando a la salida .
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Gracias por leer hasta el final.
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8 comentarios - Fué en el cumpleaños de mi cuñadita...
+10. te sigo.!
segui así...