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Visita a la cabaña

Permanecí intrigado con mi cuñada por las fotos que observé en su celular y mi mente se la pasaba recreando las escenas de morbo lésbico de ella y su cuñada. En esos días planeábamos visitar el fin de semana la cabaña de mis suegros para descansar y hacer labores del campo. Llegó el día en que salimos rumbo a la cabaña. Mi suegro decidió llevarnos en la camioneta, a mi esposa, mi suegra, mi cuñada y a mí. Sin embargo, él debía regresar para encargarse de otras labores de campo y se nos uniría dos días después.

Cuando llegamos todo estuvo tranquilo, acomodamos lo que llevábamos y emprendimos a organizar y limpiar para acomodarnos. El tiempo pasó rápido y se nos hizo tarde. La cabaña está a gran altura y por el bosque alrededor oscurece un poco más temprano. Hay que resaltar que no hay fluido eléctrico, pero llevamos un banco de energía o batería cargada suficiente para mantener unas lámparas de luz para la noche y recargar nuestros celulares. Allá solo existe una habitación amplia en una segunda planta de la cabaña en donde hay suficientes camas para dormir. Toda la cabaña está hecha de madera y con algunos detalles de bambú, por lo que de noche suele hacer mucho frío.

En la noche después de cenar, decidimos subir a dormir y descansar para poder tener energías para el día siguiente. Me acomodé con mi esposa en una de las camas más amplias y mi suegra decidió dormir con mi cuñada. Todo estuvo normal, hasta había empezado a olvidar las fotos de mi cuñada.

Al día siguiente bien temprano antes del amanecer despertó mi suegra a poner café y comenzó a preparar el desayuno. Decidí junto a mi esposa ayudarle. Bajamos, mi esposa ayudaba a mi suegra en la cocina y yo fui a cortar leña para tener suficiente para los días que íbamos a permanecer allí. Recogí suficiente leña y corté los pedazos más grandes para tener lista cuando lo necesitáramos.

Desayunamos y me puse a hacer otras cosas que necesitaban para organizar una huerta. Mientras mi cuñada seguía durmiendo, al igual que en su casa se levantaba bastante tarde. Mi suegra y mi esposa se entretuvieron limpiando la maleza de la huerta. Les dije que iba a reposar a un rato arriba. Subí y me acosté en la cama.

Mi cuñada seguía aparentemente durmiendo, estaba arropada de pies a cabeza. Yo traté de relajarme y descansar un rato, cuando de repente mi cuñada cubierta con las cobijas empezó a levantar las piernas. Empezó a realizar movimientos lentos con sus piernas. Desconfié si sabía que estaba en la habitación. Empezó a gemir de placer y eso despertó todo el morbo que había sentido en esos días después de ver sus fotos en su celular. Sigilosamente me acerqué para ver si tal vez estaba teniendo algún sueño erótico o realmente se estaba masturbando aun sabiendo de mi presencia.

Me acosté en su cama y comencé a destaparla lentamente, cuando noto que tenía su mano dentro de su tanga. Efectivamente se estaba masturbando, a pesar que parecía somnolienta. Dudé en cómo actuar, pero pudieron más mis ganas y deseo por ella. Mi mano recorrió su cuerpo con seducción, recorrí su cintura, sus amplias caderas y por encima de la tanga empecé a acariciársela. Ella se dejó; todo fue en un total silencio. No sé qué estaría imaginando, lo cierto es que ya ella era consciente que era yo quien la tocaba, me siguió el juego y me puse al cien con una rápida erección. Le hice notar mi erección, pero me dijo un “no” rotundo. – solo mastúrbame con tus dedos, no quiero nada más, quieres o sigo yo? – me cuestionó.

No respondí a su pregunta, solo acaté su deseo. Metí mi mano por debajo de su tanga, estaba húmeda. Con mis dedos empecé a jugar con su clítoris, mientras abría cada vez más sus piernas. No bajé su tanga, simplemente la estiraba para que me permitiera maniobrar mis movimientos en su vulva. Era muy poca la visión que tenía, pues a pesar de ya haber entrado bien el día, la habitación era oscura y entraba muy poca luz. Sin embargo, disfrutaba cada fluido que corría por su coño, entrelazaba mi experiencia con sus fotos que tenía grabada en mi mente y a su trasero que en esos días le había puesto más atención. Con mi mano derecha jugaba con mi dedo índice y medio en un vaivén entre su vulva y el clítoris, y con mi mano izquierda empecé a acariciar sus senos que estaban duros y erectos. –Chúpamelos. No tardo en decirme eso, cuando ya saboreaba sus tetas recorriendo sus pezones con mi lengua, sin dejar de introducir mis dedos por debajo de su tanga. Eso la estalló de placer. Gemía cada vez más seguido. Hasta que con voz entrecortada expresó “me orino, m e o r i n o oh oh oh”. Literalmente empapó mi mano de excreciones vaginales. Quedó exhausta. Esperaba a que se repusiera del éxtasis para que intentara complacerme. De repente, se sintió que alguien subía las escaleras, por ser de madera, el sonido era inminente. Esto hizo que me trasladara inmediatamente a la otra cama y hacernos los desentendidos de todo.

Realmente era mi esposa quien subió a buscarme para que les ayudara con una carga de piedras que había que mover para delimitar la huerta. Para no despertar sospecha salí inmediatamente y me dispuse a ayudarles. Todo con mi cuñada quedó aplazado, aunque ella si al parecer quedó satisfecha, salió al baño a ducharse supuestamente recién levantada. Solo esperaba que en alguna otra oportunidad me atendería o tal vez nos involucraríamos mejor en lo que empezamos. Lo cierto es que regresamos a casa de mis suegros después de eso y por razones obvias volvimos a nuestra casa que es lejos de donde viven mis suegros. Fue una tortura esos días antes de regresar a la rutina, observar a mi cuñada en shorts cortos donde dejaba entrever sus protuberantes nalgas. Hasta ahora no se ha presentado la oportunidad de concretar lo que muchas veces proyecto en mis pensamientos una vez tenga vacaciones y visitemos a mis suegros, volver a tener a mi cuñada mojada entre mis manos.

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