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Las hermanas del pueblo. Capítulo 3

Las hermanas del pueblo. Capítulo 3

Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 3: Rebelde (Valeria)
   El problema con los adolescentes es que todo el mundo quiere ser uno de manera eterna, pero nadie está dispuesto a entenderlos cuando ya se pasó esa etapa. Los ojos críticos de la sociedad están en todos lados y se presentan desde señoras anticuadas con peinados raros, hasta hombres de negocios que creen que solo pueden confiar en alguien se saco y corbata. Los adultos se olvidan por completo que ellos también fueron jóvenes y que hicieron cosas que para sus padres eran totalmente inaceptables. Salir de fiesta con tus amigos, tomar alcohol de manera desmedida, querer probar el cigarrillo así como alguna otra droga y tener la necesidad de experimentar el sexo parece ser aceptado para los mayores, pero una locura para los adolescentes.
   Y eso es lo que me pasa a mí, una chica de 18 años, que vive su último año de secundaria y a la que solo le interesa pasarla bien, divertirse y querer disfrutar el momento. ¿Está mal que una chica de mi edad quiera estar bien y ser feliz sin preocuparse por lo que otros consideran importante? Según los profesores, nosotros (los de 5to año) no tenemos idea de lo que es la vida y creemos que nos la sabemos todas. Desde el punto de vista de mi hermana, yo soy una malcriada a la que mis padres me dieron todo lo que quería y que no valoro a nadie y a nadie. Pero para ellos, yo solo soy una niña buena que de vez en cuando se manda alguna macana y que no tenga nada de maldad en mi interior. Si tan solo supieran lo que su “niña perfecta” hace cuando ellos no están presentes y las luces se apagan.
   Por suerte llegó Naiara, mi hermana más grande y quien siempre tuvo bien en claro lo que quería de su vida. Nosotras, las mujeres, somos muy criticadas a nivel social y ella lo sabía desde un principio. Nos tenemos que vestir elegantes y maquillar, nuestro cabello tiene que estar siempre arreglado y si decimos alguna mala palabra nos miran como si fuéramos monstruos. Ni hablar de que para muchos hombres, no podemos disfrutar el sexo. Es como si en su cabeza, solo ellos son capaces de darnos placer y de hacernos felices a la hora de un encuentro íntimo. ¿Quiénes se creen que son? Pero como decía, por suerte Naiara volvió al pueblo para ayudarme a entender que todas esas cosas que yo misma pensaba de mí, estaban equivocadas y que yo soy libre de hacer lo que quiero.
   Durante una de nuestras primeras charlas le conté de Mateo, el chico con el que estoy saliendo hace un tiempo y a quien presento como mi novio. Mis padres no lo quieren, de hecho lo detestan. Dicen que no puede ser que un chico un año más grande que yo y que trabaja en la farmacia de sus padres no tenga dobles intenciones conmigo. Lo ven como un vago, alguien que no se quiso ir a estudiar a la ciudad, que no tiene ningún futuro y que puede llegar a ser una mala influencia para mí. ¿Irónico no? Es raro que mis padres opinen eso de él cuando criticaron la decisión de Naiara de irse a estudiar medicina y aplaudieron el hecho de que Rochi, la hija más brillante y chica diez, se quedara en el pueblo para pintar cuadros horrendos.
   - ¿Y ya lo hicieron?- Me preguntó Nai luego de hablarle un poco de la pelea que habíamos tenido con mamá tras presentarle a Mateo.
   - Obvio boluda.- Le respondí yo riéndome y ella me devolvió una sonrisa.
   Mateo fue mi primera vez hace ya bastante tiempo. Antes de que tuviéramos algo formal, yo estaba viéndome con él y obviamente quise saber lo que se sentía tener sexo. ¿Y saben qué? ¡Me encantó! La pasé tan bien que no pude aguantar ni una semana para pedirle de volver a vernos y hacerlo de nuevo. Pero no era el único chico con el que me divertía a nivel íntimo. También me estuve viendo con Nicolás, un chico de su misma promoción y que cuando se mudó a la ciudad para estudiar, se cortó todo. Allí fue cuando Mateo vio la oportunidad de formalizar un poco las cosas y me propuso ser novios. Enseguida le dije que no, no tenía ganas de estar en algo serio con él y se avecinaba mi último año de secundaria, el cual estaba convencida que me iba a dar oportunidades de hacer mil locuras. Pero entonces Cintia y Clara, dos de mis mejores amigas del colegio, me convencieron de que oficializara la relación con él y le terminé diciendo que sí, que quería ser su novia.
   - ¿Y qué tal va eso?- Me preguntó mi hermana mayor luego de que le contara todas nuestras idas y vueltas.
   - Hace tres meses que estamos de novios de forma oficial.- Le respondí yo mirando hacia otro lado y ella se dio cuenta que algo más pasaba por mi cabeza.
   Es por eso que amaba tanto a Naiara, ella siempre sabía cuándo algo me pasaba y tenía el poder de sacarme todo de la mente. Rápidamente le conté que había otro chico en mi vida, nadie importante a nivel sentimental, pero sí muy protagonista en cuando a lo que sexo se refería. Se trata de Gian Franco un compañero mío del colegio que me viene encarando desde hace muchísimo tiempo. Transamos un par de veces antes de que yo estuviera con Mateo y luego de la partida de Nicolás tuvimos sexo alguna que otra vez. Sin embargo, cuando me puse de novia de forma oficial, lo nuestro pasó a la clandestinidad total. Es que Gian Franco me calienta muchísimo. Está muy bueno, tiene un cuerpo perfecto, unos ojos claros que me matan y me coge de una manera increíble. No tengo ganas de renunciar a eso y él no está dispuesto a dejar lo nuestro de lado, me lo dejó bien en claro desde el principio. Es solo sexo, eso. Pero es sexo incríble.
   - Vale, si no tenés ganas de estar con Mateo, se lo decís y punto.- Me respondió Nai luego de que yo le contara lo mucho que disfrutaba acostarme con Gian Franco.- Él tiene que respetar tu decisión y no tiene por qué enojarse.
   Mi hermana tenía razón y yo lo sabía. El problema era que Naiara había vivido ocho años en la ciudad y allí las cosas funcionan de manera totalmente distintas. En el pueblo los rumores pueden cavarte una tumba enorme en la cual podes caer y allí no hay escaleras o cuerdas para trepar. A pesar de la desaprobación de mis padres, todo el mundo saber que yo soy la “noviecita” del hijo del farmacéutico y dejarlo para estar con otro chico, me pondría el cartel de puta en la frente. A decir verdad, poco me importa tener ese cartel encima de mi cabeza, pues yo no siento ninguna culpa de las cosas que hago. Pero un poco de culpa me agarra cada vez que pienso en que alguien pueda enterarse de lo que estoy haciendo y la idea de los ojos juzgándome es algo que no me agrada.
   Por suerte para mí, las palabras de mi hermana en aquella primera conversación que tuvimos me sirvieron demasiado y me ayudaron a entender que yo no tenía que tener miedo y que poco me tenía que importar lo que los demás decían. Mi idea a futuro era marcharme de ese pueblo y hacer mi vida en la ciudad, en donde quería salir de fiesta con mis amigas y disfrutar del sexo con hombres sin que nadie me juzgara. Algo así como Naiara hizo durante muchísimo tiempo. Es por eso que estaba dispuesta a seguir con mi aventura con Gian Franco y a aprovechar ese último año de secundaria que estaba convencida que iba a ser sumamente alocado.
   A ver, para aclarar… A Mateo lo quiero, me divierto mucho estando con él y a pesar de lo que digan mis padres el chico es un buen pibe y me cuida muchísimo. Es cierto que es bastante vago y que solo consiguió trabajo en la farmacia porque su padre es el dueño, pero él tiene ganas de ahorrar su plata y salir a viajar por el mundo, conocer diferentes lugares y pasarla bien. Cuando estamos solos la pasamos bien, a veces fumamos algo y siempre que tenemos la oportunidad cogemos con ganas. Está un poco obsesionado con hacerlo por atrás, algo que hasta ahora no me animo a hacer, pero a pesar de eso en el sexo la pasamos muy bien. Pero por alguna razón no lo amo. Siento que es una excelente persona, alguien muy compañero y con quien puedo vivir hermosos momentos, pero no es más que eso. Pero bueno, será cuestión del tiempo ver si lo nuestro funciona o no. Por ahora, vivo el momento.
   Y eso es lo que hicimos la noche que nos juntamos con mis compañeros del secundario para festejar el último primer día de clases. En realidad es una excusa perfecta para que todos nos juntáramos en la casa de campo de uno de los chicos a tomar, bailar y divertirnos toda la noche. Mucho alcohol, música bien fuerte y ningún adulto que nos juzgara con sus miradas, algo sin lugar a dudas increíble. Cintia, Clara y yo nos juntamos previamente en mi casa, para cambiarnos y asegurarnos de conseguir alcohol suficiente. Azul y Luciana, otras dos amigas nuestras, vinieron un rato más tarde con una mochila llena de botellas y le avisamos a los chicos que nos pasaran a buscar para ir a la fiesta.
   Todos estaban en esa fiesta. Desde Manuel y Santiago, dos de los pibes más lindos del curso, hasta Gabriel, el nerd de la escuela que solía ser bastante tímido y callado. Gian Franco obviamente estaba ahí y tas beber varios tragos y recordar la conversación que había tenido con Naiara, me animé a encarármelo en frente de todos. Él no dudó ni un segundo y me comió la boca estando al lado de Cintia y Luciana, quienes sorprendidas miraron pensando que se trataba de otra persona. Cuando se dieron cuenta que era yo la que estaba a los besos con nuestro compañero de curso, vinieron a separarme y Cintia alegó mis acciones a que estaba demasiado en pedo para darme cuenta. Rápidamente le dije que no, que no estaba borracha y que de verdad quería estar con Gian Franco.
   - ¡Soy libre de hacer lo que se me da la gana!- Le dije gritando y Gabriel que justo pasaba por ahí al lado con un vaso de alcohol me miró sobresaltado.- ¡¿Qué me mirás?!- Le grité y siguió caminando.
   Enseguida, me di vuelta y tomé a Gian Franco de la mano y atravesé el patio en el que estábamos para entrar a la casa. Allí también sonaba música y había varios chicos bailando y divirtiéndose. Sin pensarlo, apunté hacia las escaleras a pesar de que el dueño de la casa nos había dicho que la planta alta estaba totalmente prohibida. No pensaba, solo actuaba. Subimos apresurados ante la mirada de algunos que se sorprendían al ver a la “noviecita” del hijo de farmacéutico con otro chico y entramos a la primara habitación que vimos. Cerré la puerta de un portazo y me asomé a la ventana para ver el patio desde allí. Mis amigas seguían cuchicheando a lo lejos y al parecer Cintia y Luciana le contaban a Azul y a Clara lo que habían visto.
   Pero todo eso desapareció de mi mente cuando Gian Franco se acercó por detrás y me abrazó apoyando su cuerpo contra el mío. “¿Qué pasa Vale?” me preguntó y rápidamente me di vuelta para volver a besarlo con ganas. La habitación estaba totalmente a oscuras y solo se iluminaba por las luces de colores que provenían del patio. Poco a poco nos fuimos acercando a la cama y nos tiramos en ella, cayendo yo encima del cuerpo de Gian Franco. “¿Por qué los hombres están obsesionados con decirnos a las mujeres lo que podemos o no hacer?” le pregunté a mi amante mientras me sacaba la remera y él me miraba con cara de baboso. “A mí, haceme lo que quieras” dijo él y su comentario logró sacarme una sonrisa.
   Enseguida me abalancé sobre él y volvimos a besarnos apasionadamente mientras nuestras manos se descontrolaban. La ropa empezaba a molestar y los dos nos dimos cuenta, por lo que nos la empezamos a sacar de forma acelerada hasta quedar casi desnudos. Mis besos comenzaron a cubrir todo su cuerpo, desde su boca hasta su cuello, sus hombros y su pecho. Él me tocaba como loca, acariciándome los brazos, agarrándome las tetas y pasando sus dedos por mi espalda. Poco a poco nos fuimos acomodando en la cama, él colocándose en el centro y yo escabulléndome entre sus piernas para tener su pija a mi alcance. No recuerdo quien me había dicho hacía un tiempo que chupar una pija era algo horrible, pero quien me lo dijo claramente no sabía lo que se estaba perdiendo.
   Saqué la verga del bóxer de Gian Franco y empecé a masturbarlo a toda velocidad, moviendo mi mano hacia arriba y hacia abajo mientras que con la otra seguía frotando sus muslos. Él me miraba desde la cabecera, con una sonrisa morbosa en el rostro y sus ojitos claros que brillaban en la oscuridad. Rápidamente pasé mi lengua por su verga de abajo hacia arriba, recorriéndola toda y humedeciéndola con mi saliva. A pesar de que la música se escuchaba muy fuerte en la habitación, pude oír el ruido de sus gemidos cuando repetí el movimiento y posé mi lengüita en su cabeza para dibujar pequeños circulitos sobre ella. “¡Ufff!” dijo cuándo me metí toda su pija en la boca y empecé a petearlo con ganas.
   Me encantaba la idea de tener una verga entre mis labios y poder provocar placer con ellos. Me calienta mucho el sabor que tienen, como palpitan sobre tu lengua cuando hacer el movimiento exacto y la cara de placer que los hombres ponen cuando lo estás haciendo. En esa oportunidad se la chupé como loca, moviendo mi cabeza aceleradamente hacia arriba y hacia abajo para tragármela toda. Con una mano sujetaba su verga, la cual estaba bien firme y dura, mientras que con la otra acariciaba su cuerpo y sentía la firmeza de sus músculos. Mi lengua se volvía loca al llegar a su cabeza y se la chupaba con todas mis ganas.
   Luego de varios minutos de deleitarme con su pija, volví a colocarme encima suyo y a besarlo con ganas. Él de entrada me corrió la boca, como si le diera asco que lo besara con la misma boca que acababa de chuparle la pija, pero yo le agarré firme la cara y le di un beso con mis labios bien babosos. Acto seguido empecé a mover mi cintura en forma de círculos encima suyo, sintiendo su verga rozar mi piel una y otra vez, como si me pidiera entrar. Sus manos iban desde mi cintura hasta mis tetas, acariciándome todo el cuerpo y tocándome cada centímetro de piel que encontraba. “¡Que buena que estás Vale!” me dijo y ese comentario estúpido logró sacarme una sonrisa.
   Empezamos a coger con ganas. Luego de meterme su pija en mi conchita completamente empapada, empecé a cabalgarlo rápidamente y a gozar de su cuerpo adentro del mío. Elevé mis manos hasta llevarlas a mi nuca y él posó las suyas en mis tetas, para agarrarlas con fuerza mientras saltaban con cada movimiento que daba. Yo no decía nada, solo me movía y dejaba que la música que provenía del patio fuera el ruido de fondo de nuestro encuentro. Gian Franco, por su parte, dejaba escapar algún que otro gemido y de vez en cuando me decía que siguiera, que no me detuviera.
   Poco a poco fui dejando a mi cuerpo ser libre de mi mente y este se fue moviendo de manera más violenta. Comencé a saltar sobre la cintura de mi amante, clavándome su pija bien a fondo y sintiendo como este se retorcía de placer con cada movimiento. La cama empezaba a rechinar y nuestros cuerpos transpiraban en la oscuridad mientras seguíamos gozando. De vez en cuando me inclinaba hacia adelante y lo besaba con ganas, le mordía los labios y hasta le pasaba la lengua por la cara. Él permanecía inmóvil debajo de mi cuerpo, disfrutando de mi locura y divirtiéndose con mis tetas que no dejaba de tocar.
   Supe que estaba a punto de acabar cuando vi que cerraba los ojos y se mordía la boca. Enseguida, volví a colocarme entre sus piernas y lo empecé a pajear una vez más, con su pija adentro de mi boca. Gian Franco no tardó en acabar entre mis labios y en llenarme de semen bien caliente y salado. Lo saboreé, lo relamí y me lo tragué demostrándole lo mucho que me gustaba hacerlo venir con mi boca. Él permaneció recostado, con la pija totalmente dura y respirando agitadamente envuelto en una ola de placer. Yo seguí disfrutando de ese momento, pajeándolo con tranquilidad y apreciando su carita hermosa.
   Tras pasar unos segundos en silencio, decidimos que lo mejor era cambiarnos y volver a la fiesta, por lo que nos vestimos a las apuradas y bajamos las escaleras como si nada hubiera pasado. Gian Franco se quedó adentro de la casa, ya que Santiago y Manuel estaban allí junto a otros chicos de su grupo. Yo salí al patio y me sumé a mis amigas que estaban bailando la canción que sonaba en ese momento. Ellas me miraron algo desentendidas, pero yo no les dije nada y seguí bailando mientras le agarraba el vaso de cerveza a Azul. Ya iba a haber tiempo para hablar de lo que había pasado, en ese momento solo quería disfruta del presente.


SIGUIENTE


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3 comentarios - Las hermanas del pueblo. Capítulo 3

Hernann27 +1
que linda la actitud de ésta hermana!
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Jajaja gracias!
garcheskikpo +1
Muchas veces la rebeldía es contraproducente, pero esta chica ni cabida!
Van puntos
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Muchas gracias!
Pablito1977 +1
por ahora mi preferida de las 3. van unos puntitos 😉
HistoriasDe
Gracias!!