Ella y yo usamos Telegram para nuestras conversaciones. Una cuenta anónima que nos permite cierta intimidad y juegos íntimos. Un día me manda una manito saludándome… otro día una boca, solo una boca, porque sabe que su boca me mata.
Otras, sus ojos pícaros. O fotos de su jean roto en su butaca, mientras está trabajando. Cada tanto, una foto de su desnudez.
Pero lo que me mandó hoy, y por eso este post urgente, rápido, ustedes sabrán entender, fue arrasador:
“-Buen día, Agus. Te voy a contar algo que suele pasarnos a muchas mujeres. Por lo menos a mí. Hay días en que necesito que me cojan. Urgente. Y sinceramente, me importa una mierda quien me coje o con qué. Solo necesito tener entre mis piernas algo que se mueva y penetre de un modo que me provoque un orgasmo. No importa si es un dildo, un negro, un gordo, un viejo, un cliente o el que me viene a arreglar la persiana del local.
En esos momentos yo cierro los ojos y me dejo llevar por el ritmo, el roce, la caricia. Y te juro que me da exactamente igual cómo o quien.
Nada. Solo quería decirte que hoy es uno de esos días. Así que si querés, vos podes ser lo que, no se, en dos horas, podría estar entre mis piernas.
Si no, ya veré como me las arreglo.”
No fue más que leer el mensaje y sentir una inmediata erección. Así que saqué rápidamente la cuenta (para algunas cuentas soy rapido), hice dos llamadas telefónicas cancelando reuniones para el lunes porque “me surgió una urgencia que atender”.
El frio que hacía en la calle era tremendo. Pero el mensaje parecía lo suficientemente claro como para dejarlo pasar.
Llegué a su casa, y cuando me abrió la puerta me sorprendió, porque tenía puesto un sobretodo largo.
-Salís? Le pregunté. Y no me contestó sino con un beso profundo, penetrándome la boca con su lengua, mientras me agarraba de la pija por encima del pantalón.
Sin dudas estaba urgida, y yo la dejaría hacer. No porque sea sumiso, sino porque conozco ese estado en el que suele embriagarse.
Le desprendí el sobretodo, y allí entendí. Debajo del abrigo solo tenía lencería. Su corpiño y sus medias negras. Portaligas. Vaya si estaba preparada. Dejó caer la ropa en el suelo, la mía, y la de ella y me tumbó en el sillón, y sin otros preámbulos se dejó caer sobre mi pija, y entró a cabalgarme duramente, cerrando los ojos.
Tenía entre sus piernas eso que necesitaba para apagar todo el fuego.
En ese estado alucinante, llegó su primer orgasmo. Rápido, potente. Húmedo. Me besó la boca y se rió. Y sin decirme nada, me llevó hasta su cama y se tiró como una niña pícara boca abajo, y me dejó parado al borde de la cama.
Me saboreó la pija lentamente, solo la punta. Su mirada indicaba que la estaba disfrutando, y yo, qué puedo decir, ya deliraba de placer.
Pero no iba a dejar mi rol pasivamente toda la mañana. Agarré mi corbata roja, una de mis preferidas y até una muñeca. Como ella bien sabe lo que estaba por suceder, dejó escapar un gemido de placer. Crucé su mano atada por la espalda, y la junté con su otra muñeca. Como si la esposara con mi corbata. Ya no serviría más, pero no me importaba.
Ahora tendría su merecido, y la monté por atrás. Mi pija estallaba de hinchada, y de ganas, y de excitación, y se la dejé en la punta del orto. Y la dejé resbalar profundamente, abriéndome camino en su ogete. Y empecé a darle una estocada tras otra, saliendo, entrando, entrando y saliendo, bombeándole con ganas, con sus manos atadas en su espalda, y con mi pija en su culo, y empezó a acabar, por segunda vez, con mucha potencia.
Su orgasmo anal, hacia que su culo me apretara la pija, y como si me estuviera ordeñando, empecé a acabar yo también, llenándole la cola de leche.
Cuando volvía a casa, me di cuenta de que no hacia tanto frío como a la mañana.
Otras, sus ojos pícaros. O fotos de su jean roto en su butaca, mientras está trabajando. Cada tanto, una foto de su desnudez.
Pero lo que me mandó hoy, y por eso este post urgente, rápido, ustedes sabrán entender, fue arrasador:
“-Buen día, Agus. Te voy a contar algo que suele pasarnos a muchas mujeres. Por lo menos a mí. Hay días en que necesito que me cojan. Urgente. Y sinceramente, me importa una mierda quien me coje o con qué. Solo necesito tener entre mis piernas algo que se mueva y penetre de un modo que me provoque un orgasmo. No importa si es un dildo, un negro, un gordo, un viejo, un cliente o el que me viene a arreglar la persiana del local.
En esos momentos yo cierro los ojos y me dejo llevar por el ritmo, el roce, la caricia. Y te juro que me da exactamente igual cómo o quien.
Nada. Solo quería decirte que hoy es uno de esos días. Así que si querés, vos podes ser lo que, no se, en dos horas, podría estar entre mis piernas.
Si no, ya veré como me las arreglo.”
No fue más que leer el mensaje y sentir una inmediata erección. Así que saqué rápidamente la cuenta (para algunas cuentas soy rapido), hice dos llamadas telefónicas cancelando reuniones para el lunes porque “me surgió una urgencia que atender”.
El frio que hacía en la calle era tremendo. Pero el mensaje parecía lo suficientemente claro como para dejarlo pasar.
Llegué a su casa, y cuando me abrió la puerta me sorprendió, porque tenía puesto un sobretodo largo.
-Salís? Le pregunté. Y no me contestó sino con un beso profundo, penetrándome la boca con su lengua, mientras me agarraba de la pija por encima del pantalón.
Sin dudas estaba urgida, y yo la dejaría hacer. No porque sea sumiso, sino porque conozco ese estado en el que suele embriagarse.
Le desprendí el sobretodo, y allí entendí. Debajo del abrigo solo tenía lencería. Su corpiño y sus medias negras. Portaligas. Vaya si estaba preparada. Dejó caer la ropa en el suelo, la mía, y la de ella y me tumbó en el sillón, y sin otros preámbulos se dejó caer sobre mi pija, y entró a cabalgarme duramente, cerrando los ojos.
Tenía entre sus piernas eso que necesitaba para apagar todo el fuego.
En ese estado alucinante, llegó su primer orgasmo. Rápido, potente. Húmedo. Me besó la boca y se rió. Y sin decirme nada, me llevó hasta su cama y se tiró como una niña pícara boca abajo, y me dejó parado al borde de la cama.
Me saboreó la pija lentamente, solo la punta. Su mirada indicaba que la estaba disfrutando, y yo, qué puedo decir, ya deliraba de placer.
Pero no iba a dejar mi rol pasivamente toda la mañana. Agarré mi corbata roja, una de mis preferidas y até una muñeca. Como ella bien sabe lo que estaba por suceder, dejó escapar un gemido de placer. Crucé su mano atada por la espalda, y la junté con su otra muñeca. Como si la esposara con mi corbata. Ya no serviría más, pero no me importaba.
Ahora tendría su merecido, y la monté por atrás. Mi pija estallaba de hinchada, y de ganas, y de excitación, y se la dejé en la punta del orto. Y la dejé resbalar profundamente, abriéndome camino en su ogete. Y empecé a darle una estocada tras otra, saliendo, entrando, entrando y saliendo, bombeándole con ganas, con sus manos atadas en su espalda, y con mi pija en su culo, y empezó a acabar, por segunda vez, con mucha potencia.
Su orgasmo anal, hacia que su culo me apretara la pija, y como si me estuviera ordeñando, empecé a acabar yo también, llenándole la cola de leche.
Cuando volvía a casa, me di cuenta de que no hacia tanto frío como a la mañana.
5 comentarios - Una mañana fría en el barrio