Estaba harta de mi marido. 23 años juntos y no había forma me tomara en serio. Por cierto, me llamo Olga y tengo 48 años.
En la oficina conocí a Mark. Un simpático negro de origen senegalés. Siempre me gustaron los chicos negros y siempre me gustaron los hombres con sentido del humor.
Tendría como unos 30 años y era realmente atractivo solo que yo le sacaba 18 años. En una ocasión quedamos en el bar de debajo de la oficina después de trabajar, nos tomamos unas cervezas y le conté que mi marido no me trataba como yo quería en la cama.
-Te gustaría probar conmigo?.
Me dijo un poco ruborizado. Al principio no sabía si lo estaba diciendo en broma o en serio. Sea lo que fuere, noté como mi vagina se ponía húmeda. Dándome todo vueltas me fui al baño y regresé decidida a decirle que si. Por el camino notaba como los labios de mi concha mojaban mis bragas sin cuento.
Nos montamos en un taxi y me llevó a su apartamento. Nos besamos en la entrada y me desabrochó la blusa. Me cogió fuerte por la cintura y mi estómago entrechocó con su bulto a esas alturas en erección.
-Ven... me dijo asiéndome de las manos.
Me llevó a su cama y comenzó a besar mis pechos. Para aquella él iba tan solo en calzoncillos pero hizo lo posible por no quitárselos. Depositario de unas manos negras enormes me sentía completamente poseída por ellas y su fuerte pecho. Pensé en que mi marido nunca me trató de esa forma y me sentí una zorra. Me gustaba eso. Besó mi boca, cuello, pechos y manos. Ni un solo centímetro de mi piel quedó huérfano de sus labios de negro hasta que con sus dedos palpó si estaba o no preparada para ser penetrada. Pese a estarlo bajó hasta mi coño y comenzó a besarlo y chuparlo lentamente. Separó mis labios e introdujo su lengua dentro de mi chorreante vagina a punto de estallar. Por si no fuera poco trabajó mi ano indistintamente de mi clítoris y vagina y cuando introdujo su anular en el di un respingo para luego estallar en un profundo orgasmo que surgió desde mi cerebro bajando por mi espina dorsal hasta la punta de los dedos de mis pies. Indefectiblemente... mi marido no sabía hacer eso.
Me abrazó agarrando mi cuerpo en sus estertores y me sentía una niña pequeña consolada en brazos de su madre. Mark era perfecto. Un caballero.
-Te ha gustado, corazón???.
-Si, amor. Pero faltas tu. Yo quiero...
Repuesta tras un cuarto de hora me senté en la cama. Él se puso delante de mi y bajé sus calzoncillos de CK de los cuales brotó una enorme verga de unos 19 centímetros en erección. Perfectamente rasurados sus huevos se los comí apartando tamaño instrumento de ébano del cual brotaba una pequeña gota de semen la cual sorbí. Pequeña antesala de una tremenda corrida se iba a meter en mi boca.
Mark comenzó a gemir y mover su cadera hasta el límite justo de no hacerme daño introduciendo su aparato en mi boca a una escasa cuarta parte de su tamaño. Me esforcé por alcanzar hasta la mitad pero no podía más ahíta de polla negra a punto siempre de eyacular en mi garganta. Mi marido me forzaba siempre de esta forma con sus escasos 10 asquerosos centímetros eyaculando para olvidarse de mi. No entendía como pude tener dos hijos con ese haragán a la vez que patán.
Mark, captando a la primera mi apuro se separó de mi y se puso encima posición misionero. Nunca imaginé como un hombre podía penetrarme hasta el fondo de mi útero con tanto cuidado y cariño a la vez de diciéndome cosas maravillosas. Con mi edad, estaba ya un poco gordita y mis pechos ya no eran firmes ni turgentes pero él me dijo estaba preciosa de esa forma. La mujer más bella y válida con la había estado nunca. Él, mientras tanto no dejaba de bombear y cuando me tuvo preparada introdujo de golpe su verga hasta lo más fondo de mi ser.
-Ohhhhh!!!!... Mark. Sigue así. Nunca me había sentido tan llena de amor... mientras el roce de su verga dentro de mi coño emitía un sonido a húmedo al entrar y salir.
Estallé en otro orgasmo. Esta vez más brutal por lo poseída de ese hombre negro y caí envuelta entre las sábanas tal que un ovillo.
-Buffff... Mark... otra vez me voy a tener que reponer para ti...
Así su verga y la tanteé entre mis manos. Estaba monstruosa y llena de unas venas negras que surcaban desde sus huevos a lo largo de todo su tronco. Y comencé otra vez a chupar saboreando una mezcolanza de flujo y sudor de polla negra. La trabajé lo mejor que pude chupando su glande y huevos agarrándola a la vez fuertemente con mis pequeñas manos mientras él acariciaba mi cabeza y me animaba a seguir diciéndome cosas preciosas. Ansiaba beber de su semen como si libase néctar. Hubo un momento Mark no pudo más y se derramó en mi boca emitiendo el gemido de un animal salvaje. Su esperma era realmente delicioso y hasta que no descargó su última gota en mi boca no retiró su verga de ella entre estertores y palpitaciones.
En la oficina conocí a Mark. Un simpático negro de origen senegalés. Siempre me gustaron los chicos negros y siempre me gustaron los hombres con sentido del humor.
Tendría como unos 30 años y era realmente atractivo solo que yo le sacaba 18 años. En una ocasión quedamos en el bar de debajo de la oficina después de trabajar, nos tomamos unas cervezas y le conté que mi marido no me trataba como yo quería en la cama.
-Te gustaría probar conmigo?.
Me dijo un poco ruborizado. Al principio no sabía si lo estaba diciendo en broma o en serio. Sea lo que fuere, noté como mi vagina se ponía húmeda. Dándome todo vueltas me fui al baño y regresé decidida a decirle que si. Por el camino notaba como los labios de mi concha mojaban mis bragas sin cuento.
Nos montamos en un taxi y me llevó a su apartamento. Nos besamos en la entrada y me desabrochó la blusa. Me cogió fuerte por la cintura y mi estómago entrechocó con su bulto a esas alturas en erección.
-Ven... me dijo asiéndome de las manos.
Me llevó a su cama y comenzó a besar mis pechos. Para aquella él iba tan solo en calzoncillos pero hizo lo posible por no quitárselos. Depositario de unas manos negras enormes me sentía completamente poseída por ellas y su fuerte pecho. Pensé en que mi marido nunca me trató de esa forma y me sentí una zorra. Me gustaba eso. Besó mi boca, cuello, pechos y manos. Ni un solo centímetro de mi piel quedó huérfano de sus labios de negro hasta que con sus dedos palpó si estaba o no preparada para ser penetrada. Pese a estarlo bajó hasta mi coño y comenzó a besarlo y chuparlo lentamente. Separó mis labios e introdujo su lengua dentro de mi chorreante vagina a punto de estallar. Por si no fuera poco trabajó mi ano indistintamente de mi clítoris y vagina y cuando introdujo su anular en el di un respingo para luego estallar en un profundo orgasmo que surgió desde mi cerebro bajando por mi espina dorsal hasta la punta de los dedos de mis pies. Indefectiblemente... mi marido no sabía hacer eso.
Me abrazó agarrando mi cuerpo en sus estertores y me sentía una niña pequeña consolada en brazos de su madre. Mark era perfecto. Un caballero.
-Te ha gustado, corazón???.
-Si, amor. Pero faltas tu. Yo quiero...
Repuesta tras un cuarto de hora me senté en la cama. Él se puso delante de mi y bajé sus calzoncillos de CK de los cuales brotó una enorme verga de unos 19 centímetros en erección. Perfectamente rasurados sus huevos se los comí apartando tamaño instrumento de ébano del cual brotaba una pequeña gota de semen la cual sorbí. Pequeña antesala de una tremenda corrida se iba a meter en mi boca.
Mark comenzó a gemir y mover su cadera hasta el límite justo de no hacerme daño introduciendo su aparato en mi boca a una escasa cuarta parte de su tamaño. Me esforcé por alcanzar hasta la mitad pero no podía más ahíta de polla negra a punto siempre de eyacular en mi garganta. Mi marido me forzaba siempre de esta forma con sus escasos 10 asquerosos centímetros eyaculando para olvidarse de mi. No entendía como pude tener dos hijos con ese haragán a la vez que patán.
Mark, captando a la primera mi apuro se separó de mi y se puso encima posición misionero. Nunca imaginé como un hombre podía penetrarme hasta el fondo de mi útero con tanto cuidado y cariño a la vez de diciéndome cosas maravillosas. Con mi edad, estaba ya un poco gordita y mis pechos ya no eran firmes ni turgentes pero él me dijo estaba preciosa de esa forma. La mujer más bella y válida con la había estado nunca. Él, mientras tanto no dejaba de bombear y cuando me tuvo preparada introdujo de golpe su verga hasta lo más fondo de mi ser.
-Ohhhhh!!!!... Mark. Sigue así. Nunca me había sentido tan llena de amor... mientras el roce de su verga dentro de mi coño emitía un sonido a húmedo al entrar y salir.
Estallé en otro orgasmo. Esta vez más brutal por lo poseída de ese hombre negro y caí envuelta entre las sábanas tal que un ovillo.
-Buffff... Mark... otra vez me voy a tener que reponer para ti...
Así su verga y la tanteé entre mis manos. Estaba monstruosa y llena de unas venas negras que surcaban desde sus huevos a lo largo de todo su tronco. Y comencé otra vez a chupar saboreando una mezcolanza de flujo y sudor de polla negra. La trabajé lo mejor que pude chupando su glande y huevos agarrándola a la vez fuertemente con mis pequeñas manos mientras él acariciaba mi cabeza y me animaba a seguir diciéndome cosas preciosas. Ansiaba beber de su semen como si libase néctar. Hubo un momento Mark no pudo más y se derramó en mi boca emitiendo el gemido de un animal salvaje. Su esperma era realmente delicioso y hasta que no descargó su última gota en mi boca no retiró su verga de ella entre estertores y palpitaciones.
1 comentarios - La Madura y su Negrito.