You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Excarcelado...

Estoy saliendo de la oficina cuándo suena mi celular. Atiendo sin fijarme en el número, ya que estaba esperando la llamada de un asesor ejecutivo de la Compañia. Debido a la actual coyuntura económica, los siniestros estaban pagándose mucho más tarde de lo acostumbrado.
"Ésta llamada proviene de un Centro Penitenciario, de parte de... Cholo ..., si decide aceptarla, presione...", me informa una grabación. Pese a la sorpresa, presiono el número indicado.
Por supuesto sabía que el Cholo estaba preso. Había caído hace un tiempo por un tema de piratas del asfalto. La detención de la banda había tenido amplia cobertura mediática, aunque yo me enteré tiempo después, tras pasar varias veces por su casa y no encontrarlo. 
Mi rutina cada fin de semana que íbamos a San Justo era siempre la misma. El domingo me levantaba temprano y salía a correr, aunque lo hacía solo hasta la casa del Cholo, para seguir sudando en su cama.
Tras no encontrarlo en un par de oportunidades, a la tercera le pregunto a una vecina que estaba barriendo la vereda. No me olvidó más.  
-¿Sos una de sus putitas?- me preguntó la tipa, mirándome de una forma que nunca en la vida me sentí tan humillada.
Obviamente no le tenía demasiado aprecio al Cholo.
No le respondí, me di la vuelta y me alejé, aunque alcancé a escuchar que me decía:
-Andá buscándote otro machito, porque cayó en cana y con el prontuario que tiene van a pasar unos cuántos años para que salga...-
Esa fue la última vez que salí a correr en San Justo, sin el Cholo ya no tenía sentido.
Por distintas fuentes me fui enterando de la redada, la captura y la condena. Pensé en visitarlo alguna vez, pero siempre lo iba posponiendo, dejándolo para más adelante, y ahí estaba, llamándome.
La cuestión es que salía en unos días, y no tenía quién lo pasará a buscar. Obvio que me ofrecí a ayudarlo, y no sólo eso, sino que como la casa de San Justo estaba en litigio judicial, le busqué también un lugar dónde quedarse, por lo menos hasta que se resolviera el tema en la Justicia.
El día en que lo soltaban, me fui al penal de Ezeiza, que era dónde había cumplido su condena. Aunque la hora de liberación estaba pautada a las 11, salió casi cerca de la una. 
Lo estuve esperando frente a la entrada, comiéndome las uñas de los nervios, hasta que lo veo salir por la puerta enrejada, apenas con una bolsa de plástico en la mano. Pese a haber estado preso, no lo veía desmejorado, como una esperaría ver a un recién salido de la cárcel.
Me había hecho la película de verlo demacrado, ojeroso, con los huesos marcándosele debajo de la piel, pero ahí estaba, el mismo Cholo de siempre, un poco más musculoso, quizás.
Me bajo del auto, y cuando se acerca, lo saludo con un beso en la mejilla. Sin que me diga nada, le compro un pancho y una gaseosa en el kiosco, para que coma mientras vamos a la que será su nueva casa, por lo menos hasta que se resuelva lo de la suya.
Durante el trayecto hablamos de banalidades, en ningún momento le pregunto nada respecto a su detención o situación legal.
Antes de llegar a la pensión en dónde le había alquilado un cuarto, pasamos por un súper para abastecerlo. Aparte de comida y bebida, también le compré cigarrillos y una caja de preservativos, por supuesto.
La habitación que le alquilé estaba en un tercer piso. Había recorrido varias pensiones previamente, pero me decidí por esa porque tenía baño privado y era la única en ese piso. Recuerdo haber pensado: "Acá no va a haber problema con mis gritos...".
-Mañana paso y vamos a comprarte algo de ropa, ¿te parece?- le digo mientras guardo lo comprado en una pequeña alacena.
-Me parece bien...- asiente.
Me agacho para acomodar las bebidas en un frigobar que había traído de la oficina. 
-¡Listo!- exclamo cuándo ya está todo ordenado.
Me levanto y agarró mi bolso. 
-Entonces, nos vemos mañana...-
-¿Ya te vas a ir?- me pregunta sorprendido.
Está tirado en la cama, la cabeza apoyada en un brazo, mirándome como el lobo feroz miraría a Caperucita.
-Supongo que querés descansar- le digo, sin evidenciar si estoy por irme o quedarme.
-Ya descansé bastante, además un amiguito que estuvo muy sólo todo éste tiempo te quiere saludar- repone acariciándose la entrepierna con la mano libre.
-Jajaja...- me rio -Me vas a decir que ninguna de tus noviecitas fue a visitarte...-
-Algunas fueron, pero ninguna se compara con vos...- me asegura, deslizando ahora la mano por un entumecimiento aún más pronunciado.
-¿En serio?- le pregunto conmovida.
-Muy en serio- asiente, con esa sonrisa procaz que desarma cualquier posible negativa de mi parte.
Dejo la cartera y me acerco a la cama. Mirándolo a los ojos, me empiezo a sacar la ropa, a la vez que él se desabrocha la bragueta del pantalón y se saca la pija, para meneársela a gusto.
Desnuda me trepo encima suyo, lo beso en la boca, y voy bajando hasta vérmelas con aquel pequeño gigante.
Lo primero que hago es hundir la nariz en la esponjosa mata de pendejos y aspirar profundamente, para llenarme los pulmones con ese aroma que me resulta tan adictivo.
Después de haber estado varias veces con Víctor, el socio de mi marido, que se afeita toda esa zona, resulta regocijante restregar la cara por toda esa pelambre.
Lo beso en las bolas, y subo por su erección, delineando con la lengua el vigoroso entramado de venas que se extiende a todo lo largo. 
Llegando a la punta, se la lleno de besos, le suelto una escupidita y abriendo la boca, me la como hasta que rebota contra la pared de mi garganta.
La chupada que le hago, provoca que el Cholo se agarre de los bordes de la cama y suelte una exclamación tipo la de Héctor Alterio en "Caballos salvajes".
¡La puta, que vale la pena estar vivo...! 
O en el caso del Cholo, libre.
Mientras le saco los zapatos, las medias, el pantalón, el calzoncillo, revoleando todo por los aires, él mismo se pone uno de los forros que acabamos de comprar.
Me le subo encima, en cuclillas, se la agarro y me la acomodo entre los gajos, acusando recibo de ese choque eléctrico que se produce cuando dos cuerpos se acoplan de tal forma.
Bajo hasta llenarme bien de pija, me refriego contra su vientre y subo sin dejar que se salga, disfrutando toda esa extensión maravillosa que, adentro, parece alargarse mucho más todavía.
Durante un rato ahí está el eje de mi mundo, mi centro de gravedad, aquello sin lo cuál mi vida carecería de sentido.
Me muevo arriba y abajo, con mayor fluidez cada vez, rebotando contra su cuerpo, dejándome arrasar por ese torbellino de sensaciones que me nublan los sentidos.
Le desabrocho la camisa y me echo encima suyo, aplastando las tetas contra su pecho. Estiro las piernas, y dejo que ahora se mueva él, desde abajo, agarrándome por la cola, fluyendo impetuoso a través de mi jugoso interior.
Ahora sí, ése es el Cholo que conozco, el Cholo de San Justo,  el que extrañaba, el que me coje como un animal, como una bestia lujuriosa cuyo único objetivo es masacrar a su presa.
Mis gritos deben retumbar puertas afuera, pero estamos en el único cuarto de ése piso, así que no hay problema. Puedo gritar todo lo que quiera.
Ya completamente desatado, me tumba de espalda, se pone encima, y calzándose mis piernas en los hombros, arremete con todo.
Si no lo conociera, la cara de degenerado que tiene en ese momento, me paralizaría de miedo, pero ahí estoy, meándome de las ganas, de la calentura atroz que ese tipo me hace agarrar.
Es una cuestión física, estamos juntos, y la combustión es espontánea.
Ardemos, implosionamos, entregados a un goce que derrocha lujuria y pasión.
Hace años que no nos vemos, que no hablamos siquiera, pero aún así nuestros cuerpos se recuerdan, se reconocen, sabiendo muy bien lo que el otro desea y ansía.
Cuando acaba, me la deja adentro, dándome el tiempo suficiente para que yo acabe también, sumándome a ese empalagoso disfrute que tanto había extrañado.
Cuando sale y se echa de espalda, soltando un suspiro como si hubiera estado un buen rato inmerso en el agua y recién saliera a la superficie, le saco el forro y le chupo la pija, tragándome la mayor cantidad de leche posible.
Tras el disfrute, me levanto y camino hacia el baño, con ese sexy bamboleo de caderas que siempre dedico a mis amantes luego de hacer el amor. Me detengo en la puerta, y lo miro por encima del hombro, sonriéndole cómplice. Se levanta y viene hacía mí, con la pija todavía morcillona meciéndose pesadamente entre sus piernas.
Me abraza por detrás, estrujándome las tetas con las manos, mientras me hace sentir en la cola el rigor de su virilidad.
Que rico sentirla así, todavía impregnada de semen,  poniéndose dura de nuevo, creciendo, aumentando de tamaño como si no existiera ningún límite.
Sentir como se endurece entre mis nalgas es lo más glorioso que puede haber.
Nos besamos y entramos al baño, enredados en un abrazo del que parecemos no querer soltarnos. Nos metemos en la ducha y abrimos la canilla, mojándonos, dejando que el agua nos empape con su tibieza. 
Me arrincona de espalda contra los azulejos, y tras un largo y jugoso beso, baja hasta mis pechos para comérmelos a chupones. Estoy con los pezones erizados, en punta, tan duros que hasta me duelen, aunque sus chupadas son tan regocijantes, que el dolor se vuelve exquisito.
Baja un poco más y arremete contra mi concha, dándome una chupada que me hace ver las estrellas y las constelaciones más lejanas.
Se levanta, me da la media vuelta y poniéndome de cara contra los azulejos, se abre camino con la pija por toda la raya.
Sé lo que quiere, así que empujo la cola hacia atrás, buscando ese contacto tan anhelado. 
Me deja por un momento, pero cuando vuelve, ya con el forro puesto, me agarra con firmeza de la cintura, y mediante hábiles movimientos de su pelvis, me atraviesa el culo. Me estremezco al sentir ese dolor ya conocido.
Me relajo y me acomodo de forma tal que sus empujes resulten más efectivos. No estoy lubricada, por lo que la penetración resulta más dolorosa e incisiva, lo cuál se agradece. Quiero sentirlo plenamente, con placer y dolor, con goce y sufrimiento, sin límite ni restricciones.
Tanto tiempo a la sombra, el Cholo tiene bien merecido su desahogo..., y yo también, claro.
Empuja, empuja, empuja, y... ¡PLAC!, me la mete casi hasta la mitad, lo sé porque mediante otro empujón, vibrante, arrebatado, me ensarta todo el resto. 
Con todo adentro me muerde el cuello. Lo primero que se me pasa por la cabeza es que durante toda esa semana voy a tener que maquillarme, para que no se me noten las marcas de los chupones.
Sin darme ningún respiro, me agarra de los pelos, como si fuera la crin de una yegua, y me empieza a culear con un ritmo devastador, brutal, fulminante.
Con cada combazo parece que me llegara hasta el estómago, removiendo órganos e intestinos, empujándome las entrañas de un lado para el otro.
Culeada por un exconvicto, la sensación de placer no puede ser más intensa.
Sin dejar de bombearme, me clava dos dedos en la concha, como si fuera un gancho, y me masturba con fuerza, arrancándome un orgasmo que repercute hasta en mi nervio más íntimo.
Me sigue culeando un rato más, hasta que incapaz ya de sostener el ritmo, se arranca el forro y acaba, salpicándome la cola y la espalda con su agradable esencia. Me encanta sentir como se derrama sobre mi piel, cálido, espeso, fragante, formando vetas y surcos.
Nos quedamos ahí, abrazados, dejándonos envolver por la magia del momento.
Pese al polvo, la pija no le baja, sigue dura e intimidante, presta para volver a la acción.
-¿Querés seguir...?- le pregunto sin demasiada esperanza de que me diga que no.
Yo ya estaba aniquilada, me temblaban las piernas de estar ahí parada aguantando sus embestidas, y los agujeros me palpitaban de tanto que me había dado. Pero ajeno a cualquier lamento, el Cholo asiente con una sonrisa que promete descuartizamiento.
Me hinco de rodillas delante suyo y le chupo la pija, con la esperanza de que me acabe en la boca y ya no tenga fuerzas para más, pero esa poronga está con ganas de seguir trepanando orificios.
Me levanto y me vuelvo a poner de cara contra los azulejos, en posición de cacheo policial. Plantado tras de mí, el Cholo arremete de nuevo contra mi orificio más estrecho, ahora ensanchado al máximo para contener semejante enormidad.
La culeada que me pega en el baño de esa pensión es para poner una placa conmemorativa que recuerde para la posteridad ese día. Porque, no sé si es posible, pero lo que sentí es que me volvía a romper el culo. 
Después de tantos tipos, algo habrá quedado sano, sin fisurar todavía, que él se ocupó de romperme sin piedad. Los restos de sangre que le impregnan la poronga certifican esa nueva e inesperada rotura.
Ahora sí, tras ese polvo, el tercero al hilo que nos echamos, abrimos la canilla y nos duchamos. No se lo dije, pero me imaginaba el significativo cambio que debía representar para él haberse duchado hasta ayer nomás con una docena de monchos, y ahora estar ahí conmigo, enjabonando a discreción mi cuerpo.
Nos besamos, nos acariciamos, disfrutando del tacto, de la sensación del cuerpo del otro, entregándonos a ese deleite que trasciende todos los sentidos.
El Cholo había vuelto a mi vida, y mi cuerpo no podía estar más que agradecido...




 
Excarcelado...


putita

cuernos

infidelidad



























16 comentarios - Excarcelado...

couplehot
Buen relato!!! Hoy sale colita abajo de la ducha!!!
Pervberto
Una ayuda a la reinserción...
estebancito1982
Que rica que estás mami, como quisiera ser el cholo
pedagogo47 +1
Es impresionante como te gusta la pija y lo notable cómo lo narras. Q morbo para cogerte todo lo q se mueve.excelente relato.salu2
Desert-Foxxxx +1
Tremendo relato marita, y esas fotos un espectaculo. Aunque mejor es ver la carita de trola que tenés 🙂
gerardoriker
como lo envidio, quiero conocerte en una cama diosa, por favor
chelocabito
Excelente relato!!! queda corto solo dar 10 puntos,sin dudas fue la mejor liberación del Cholo y se nota que te extrañaba y parece que tu cola también lo extrañaba
Calle21
Hermoso relato como siempre... que lindos pezones que tenes, sos perfecta
Sute41
@Maritainfiel, genia... que relatos... siempre me llevas a cada lugar donde soltas las riendas a esa puta hermosa... y encima nos regalas esas fotos... cómo te comeria esas tetas y esa cola...
dantraloco
Seguro que en la cárcel tuvo novias jajajajja
Buen post, van diez puntos.
Más fotos que nunca.
DnIncubus
Bueno no se si es parecido en todos lados, a veces tienes "novias" a veces eres la "novia", pero imaginate tanto tiempo era para menos que tuviera ganas no, disfruta el regreso y sigue usando condones por eso de las "novias" Saludos
juaniyorio2
Diosa esperamos mas relatos pronto
Marc_2
Sale gang bang con amigos del presidió? Fueron 10