Escribo esto con la cabeza revuelta, el corazón explotando y mi ser sin lugar.
Soy un joven adulto ahora, he vivido con mi madrastra desde hace diez años y siempre la he visto como la mujer más sexy y hermosa.
En mi juventud pude disfrutar la dulce excitación de tener una madrastra que me atrajera tanto, con su cuerpo bien formado, unas tetas que siempre resaltaban, abdomen pequeño, piernas largas y un desafiante pelo rojo que hacían junto su piel blanca, cremosa y radiante que no pudiera dejar de pensar en ella.
Con el pasar de los años he vivido con ella en varias ocasiones, siempre viendola con leggins que marcaban todo su trasero, con blusas olgadas que transparentan sus pechos, los cuales en ocasiones estaban libres sin ataduras en los momentos más relajados en casa.
Al salir siempre ha sido muy recta en su forma de vestir, casi siempre vistiendo jeans azules y blusas a botones, mostrando perfectamente sus curvas sin tener que mostrar su piel, es rara la ocación al verla en vestidos o con falda, pero, ese cuerpo perfecto no lo puede esconder con nada.
Siempre la veía, convivíamos y no hemos tenido problemas, en los últimos años que he vivido con ella, se me ha hecho más difícil ser discreto frente a ella, teniendo erecciones al hablar con ella y al tocarme fantaseando el tenerla, a veces, con sus tangas en mano disfrutando de su olor maduro, mi fragancia preferida y dejando la mía chorreando entre sus tangas.
Al estar encerrados por la pandemia he estado más tiempo junto a ella, pasamos los días en casa juntos y no puedo dejar de mirar cada centímetro de mi diosa que es.
Nustras conversaciones siempre han sido muy propias, sin coqueteos, ni insinuando nos, pero, al empezar a pasar más tiempo juntos y ella notando mis regalos en sus tangas, las erecciones que me provocaba y con algunos roces que nos empezamos a dar en casa, provoco que habláramos más relajados y empezamos a hablar de una forma más sensual en el día a día, cuando ella notaba mis erecciones se me acercaba y hablamos, noto como me comía entero cada vez que hablamos, por momentos me acomodaba el paquete y así lo viera mejor, dejándola contemplar el como me sentía al estar junto a ella.
Esta noche he hablado con ella por horas, con la polla explotando en mi pantalón, la he visto recién salida del baño en tualla y ella se ha detenido a hablarme, mostrándome su piel recién lavada y con un aroma que te lleva al cielo, o al infierno que me ha llevado a mi, al hacerme perder mi cordura, intente apaciguar mis deseos por ella con sus prendes como acostumbro, pero, no fue suficiente, me quedé impregnado en su olor y mi deseo por ella excedió mis límites, deje atrás cualquier pensamiento y me adentre en su habitación.
Soy un joven adulto ahora, he vivido con mi madrastra desde hace diez años y siempre la he visto como la mujer más sexy y hermosa.
En mi juventud pude disfrutar la dulce excitación de tener una madrastra que me atrajera tanto, con su cuerpo bien formado, unas tetas que siempre resaltaban, abdomen pequeño, piernas largas y un desafiante pelo rojo que hacían junto su piel blanca, cremosa y radiante que no pudiera dejar de pensar en ella.
Con el pasar de los años he vivido con ella en varias ocasiones, siempre viendola con leggins que marcaban todo su trasero, con blusas olgadas que transparentan sus pechos, los cuales en ocasiones estaban libres sin ataduras en los momentos más relajados en casa.
Al salir siempre ha sido muy recta en su forma de vestir, casi siempre vistiendo jeans azules y blusas a botones, mostrando perfectamente sus curvas sin tener que mostrar su piel, es rara la ocación al verla en vestidos o con falda, pero, ese cuerpo perfecto no lo puede esconder con nada.
Siempre la veía, convivíamos y no hemos tenido problemas, en los últimos años que he vivido con ella, se me ha hecho más difícil ser discreto frente a ella, teniendo erecciones al hablar con ella y al tocarme fantaseando el tenerla, a veces, con sus tangas en mano disfrutando de su olor maduro, mi fragancia preferida y dejando la mía chorreando entre sus tangas.
Al estar encerrados por la pandemia he estado más tiempo junto a ella, pasamos los días en casa juntos y no puedo dejar de mirar cada centímetro de mi diosa que es.
Nustras conversaciones siempre han sido muy propias, sin coqueteos, ni insinuando nos, pero, al empezar a pasar más tiempo juntos y ella notando mis regalos en sus tangas, las erecciones que me provocaba y con algunos roces que nos empezamos a dar en casa, provoco que habláramos más relajados y empezamos a hablar de una forma más sensual en el día a día, cuando ella notaba mis erecciones se me acercaba y hablamos, noto como me comía entero cada vez que hablamos, por momentos me acomodaba el paquete y así lo viera mejor, dejándola contemplar el como me sentía al estar junto a ella.
Esta noche he hablado con ella por horas, con la polla explotando en mi pantalón, la he visto recién salida del baño en tualla y ella se ha detenido a hablarme, mostrándome su piel recién lavada y con un aroma que te lleva al cielo, o al infierno que me ha llevado a mi, al hacerme perder mi cordura, intente apaciguar mis deseos por ella con sus prendes como acostumbro, pero, no fue suficiente, me quedé impregnado en su olor y mi deseo por ella excedió mis límites, deje atrás cualquier pensamiento y me adentre en su habitación.
5 comentarios - Mi madrastra, mi perdición.