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Cinco minutos a solas con el cuñado.

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  Cuando recapacitó un segundo, se dijo que tal vez había entendido mal. No podía ser que el hermano de su marido le estuviera tirando indirectas. Se miró en el pequeño espejo que está antes de la puerta de la cocina y se dió cuenta que estaba ruborizada. Se quería matar. Cerró la puerta al entrar y se recostó sobre ella, aturdida. Una cosa era aceptar con altura cuando alguien le tiraba onda o pretendía algo, eso le gustaba sin dudas. Pero otra cosa muy distinta era quedar expuesta, con un rostro sonrojado, dando a entender que esas insinuaciones algo le removian en el interior de sus pensamientos, de sus fantasías. Se sentía vulnerada en el más oculto de sus secretos: ese que se había esforzado por esconder hasta de ella misma. 
   Era un viernes a la noche y Andrés, el hermano de Mariano, su marido, había venido invitado por su propio hermano. La idea era salir a cenar las dos parejas, aprovechando que estaban de visita en el país. Andrés y su mujer solo se quedarían dos semanas y ya había pasado una entera sin haber tenido tiempo de juntarse a charlar tranquilos un rato.
  Puntual a las 8 de la noche, sonó el timbre de arriba del departamento y Camila, con apenas una bata puesta, recién salida del baño, se sorprendió al descubrir que Andrés había llegado solo. Tras un cariñoso abrazo de reecuentro, que a Camila le pareció, quizá, un poco más extenso y apretado de lo necesario, lo hizo pasar y ponerse cómodo y se disculpó por tener que hacerlo esperar mientras se vestía. 
 - Pero si así estás perfecta...- le dijo jocosamente su cuñado, examinándola en todo lo largo y ancho de su extensión. 
 - Jajaja..-le respondió Camila.- ¿Tu mujer llega ahora o viene más tarde?


 Y mientras desaparecía en el pasillo que lleva a su habitación, lo escuchó decir que su mujer había aprovechado a verse con unas amigas y que se iba a juntar con ellos a la hora de los postres, más tarde, esa noche. 
 Esa respuesta la dejó un poco incómoda.
 
 Sobre el piso quedó la bata de baño. Su cuerpo desnudo la interpelaba desde el espejo. Sus pechos colgaban con gracia. Siempre le parecieron bonitos, bien proporcionados. El brillo en su cuerpo, producto de la crema que se había estado poniendo justo en el momento que sonó el timbre, le sacaba a su piel unos años de encima y eso, a ella, le encantaba. Sobre sus muslos descubrió un poco de crema sin esparcir. Al reclinarse, levemente, para masajearse, un pensamiento atrevido le cruzó la mente: estaba completamente desnuda a escasos 2 o 3 metros de su cuñado. Un hombre que, debía reconocer, siempre había sido más que interesante. Y aunque entre ellos hubiera dos paredes de por medio, el hecho de saberse así, desnuda de cuerpo entero, próxima a un hombre que no era su marido, con la cola un poco levantada hacia la puerta y los pechos colgando al vaivén del movimiento que se producía ella misma al rozar su piel, esparciendo la crema, le generaba algo extraño, una sensación nueva... 
 Entrecerró los ojos un instante, sintió un subidón de la temperatura y pronto comprendió que sus dedos seguían húmedos, pero ya no por la crema, sino por efecto de la excitación de su propio sexo, que era lo que realmente estaba acariciando... Alarmada, cortó el movimiento. Le pareció percibir en el espejo, un movimiento por detrás suyo. Con susto descubrió que la puerta de su habitación no había quedado bien cerrada. 
  Al mirar por el pasillo no vió nada. La sensación de inseguridad le carcomía la cabeza. ¿Alguien la había estado mirando o solo había sido el movimiento de la puerta lo que vió en el reflejo...?
  Por la culpa que sintió, tras el largo rato transcurrido desde que lo había dejado solo a su cuñado en el living, se acomodó el primer vestido que encontró, sin percatarse del todo, lo provocativo que era. Un pequeño vestido de un azul furioso, de una falda muy corta cuya tela traslucía lo profundo del calce de su tanga, cuando no directamente, en algunos movimientos rápidos, dejaba simplemente todo a la vista. El vestido era tan abierto que el escote también quedaba generosamente exhibido y permitía, a la vista sagaz, apreciar, según el movimiento, la redondez de los pechos e inclusive los pezones de su propietaria.
  Pronto Camila entendió esa situación en la que se puso. Las miradas y los comentarios de Andrés fueron evidentes. Lamentablemente, cambiarse ahora hubiera sido algo raro, como un desplante. Cuando le ofreció algo para tomar, su cuñado le contestó seriamente: 
 - De vos, tomo lo que quieras ofrecerme...


 Apoyada ahora sobre la puerta de la cocina pensaba en el desubicado de su cuñado. Era cierto que le agradaba, como mujer, que la halagaran así, que se le insinuaran. Eso le levantaba la estima. Pero Andrés... el hermano de Mariano... Sí, era un hombre deseable, claro. Pero era su cuñado... Siempre bien vestido, bien arreglado... Rico perfume... el aroma de su nuca y su cuello al abrazarlo más temprano la invadió de repente. Es verdad que es un hombre que se mantiene bien... recordó la fuerza con que la apretó antes, la fibrosidad de los músculos de sus brazos y su espalda cuando los rozó con la palma de la mano en ese abrazo...
  El celular sonó. Estaba ahí, apoyado sobre la mesada. Camila suspiró, saliendo confundida de su ensoñación. El mensaje era de Mariano. Era el quinto mensaje que recibía. Por lo visto había quedado atascado en medio de la Panamericana volviendo a su casa. Y el nivel de desahucio y calentura subía de mensaje en mensaje. En el último, entre puteadas, comprendía que la cosa era para un rato largo. Lo llamó enseguida. Le contó que el hermano recién llegaba y que lo estaban esperando para salir, que la mujer de él llegaba en cualquier momento seguro a tiempo para salir todos juntos. Que no se hicieran problema, que lo esperaban. De última pedían comida y cenaban ahí y después salían a tomar algo más tarde. Logró tranquilizarlo un poco. "Te quiero amor. Te espero. No tardes tanto. No me dejes sola acá clavada con tu hermano, jaja.."
  De la cocina salió con dos tragos preparados y cierta calma. La mirada caliente que su cuñado le lanzaba, ahora no la perturbaba tanto.
  Se sentó a su lado en el sofá. Levantando las piernas y apoyándolas, flexionadas, sobre el cuero, dejando a la vista su piel tersa y perfecta. Se inclinaba hacia adelante al charlar con Andrés y sus movimientos eran alegres, de exarcebada elocuencia. Tenia plena conciencia de la atención que sus pechos apenas cubiertos generaban. 
 Para la segunda ronda de tragos, la desinhibición de ambos era notoria y el clima que se había generado entre ellos era de total intimidad. 
  Camila sentía las miradas lascivas de Andrés casi como caricias en su piel. Lo miraba fijamente. Se concentró un rato en su boca, le gustó la forma de sus labios. Se preguntó si la saliva de Andrés tendría un gusto parecido a la de su hermano... 
  De a poco se fué animando a tocarlo. Los hombros primero. Un poquito. Le acomodó el cuello de la camisa. Con alguna excusa le puso las manos sobre el pecho, quería sentir el latido de su corazón. La turgencia de esos pectorales trabajados le hizo apretar las piernas. De pronto estaba tan cerca de su cuñado que podía sentir el aroma de su aliento. Se recostó sobre su pecho. Entendía que en esa posición sus pechos quedaban totalmente a la vista de Andres. Le gustó la sensación de dejarse ver por otro hombre que no fuera su marido. El hecho de que fuera su propio hermano lo hacía más picante. Se sentía osada. La excitación se marcaba en el centro de su bombacha blanca, que, a la vista, mostraba una mancha de humedad que aumentaba gradualmente su tamaño. Sus manos jugaban entre los botones de la camisa yendo de arriba a abajo. Sentía en su oído el corazón de su cuñado acelerarse al ir bajando. Cuando sus manos llegaron al cierre del pantalón, los golpes del corazón no solo podía oírlos, sino también sentirlos sobre la piel de su pecho. Antes de liberarle la pija, busco su boca. Fue besando hacia arriba, empezando por su pecho, pasando por su cuello, aspirando ese rico perfume que la enloqueció desde el primer momento y después la boca...
  Sus manos no se detuvieron, mientras lo besaba terminó de desabrochar el cierre. Cuando tuvo la poronga afuera, ya levemente erecta, la aferró con fuerza y la apretó hasta sentirla bien dura. El gemía, enloquecido. Ella le lamía la boca, encantada por el sabor de su saliva, tan distinto al que su hermano la había acostumbrado. En un momento, él se retorció, tal vez un poco sorprendido o adolorido por la presión de las manos de ella, pero claramente excitado. 
  Camila, arrodillada sobre el sofá, bajó lentamente el rostro hasta tocarle la pija con la punta de la lengua. La degustó suavemente porque hacía mucho tiempo que no probaba otra pija que la de su marido. Y no lo hacía porque la excitaba que el gusto fuera distinto. No. La excitaba que fuera otra pija, una distinta, pero sobre todo que fuera la pija del hermano de su marido...eso la hacía más rica aún. Notó que la forma era muy parecida, quizá un poco más gruesa, y disfrutó de antemano al pensar en sentirla metida, haciéndose camino dentro suyo.
  Él, a pesar de estar concentrado en disfrutar de la lengua de su cuñada, acercó sus manos hasta su cola y la acarició. Con suavidad llegó a si entrepierna. La recorrió con sus propios jugos. La hurgó con seguridad y conocimiento. Sus dedos, apretados por la tirantez de esa tanga diminuta, jugaron por fuera y por dentro. La boca de Camila, angurrienta de esa pija prohibida, se ayudaba de sus manos, que acariciaban tambien las bolas de Andrés, para generarle más placer. El cuerpo de ella bailaba para los dedos de él, el placer que sentía le provocaba ganas de morderle la pija, si hubiera podido, le habría comido un pedazo. 
 En lo mejor de ese momento, el teléfono sonó. La contrariedad la hizo patear el aparato que cayó al suelo, reproduciendo el mensaje de audio que acababa de llegar: "Amor, se destrabó la autopista. Espérenme ahí que en 5 minutos llego al departamento..."


 Se miraron un instante. Mariano podía llegar en cualquier momento... 
 Cinco minutos...
 La situación era extrema. La calentura que ambos tenían era impostergable, pero el riesgo era demasiado. 
 Se habían dejado llevar...
 Con la boca brillante de saliva, Camila giró la cabeza hacia Andrés, que lentamente había empezado a perder la erección. 
 Cuatro minutos.
 Todavía absortos por lo que acababa de pasar, ninguno se movía. El corazón, acelerado de Camila, no bajaba las revoluciones. Lo primero que pudo sentir despues fue bronca. Enojo con él por habersele insinuado tanto, por haberla provocado, por haberla dejado llegar hasta esta situación. Se asustaba al pensar que estuvieron a punto de ir a más...
 "No dá. No podemos hacerle esto a Mariano...", dijo Camila en voz alta. 
 Tres minutos.
  Pero notó que al decirlo el miembro semiflaccido de su cuñado retomó su rigidez... "no dá que me coja al hermano de mi marido...", repitió Camila esperando atentamente la reacción de él.
 Más dura se puso. 
 En ese instante, Andrés se preguntaba si su cuñada era capaz de provocarlo de esta manera y dejarlo como si nada. 'No puede ser tan calienta pijas. No. Esto así no puede terminar ', pensaba
  Con una sensación mezcla de enojo y excitación Camila empezó a gritarle a Andrés, pero para cuando terminó de decir: "Sos un hijo de puta si pensas que te vas a cojer a la mujer de tu hermano en su propia casa..." ya se había subido sobre él, meneandose para acomodarse y sentir bien adentro esa poronga predispuesta. 
  Los movimientos de su pelvis sobre él, lo dominaban completamente. En realidad ella se movía como más le gustaba hacerlo, de la forma en que más disfrutaba. Era exactamente la misma manera en que le gustaba cojerse a Mariano, pero esta vez cumpliendo una de sus fantasías: hacerlo con su cuñado...
  Dos minutos. 
  Muy cerca tenían sus caras enfrentadas y se sostenían la mirada... ella saltando sobre él. Él empujándosela más y más adentro, tratando de hacerle sentir su verga hinchada y caliente.
  "Te gusta cojerte a tu cuñada... ¿No? ¡hijo de puta!", le dijo ella con el rostro desencajado.
  "¿Y a vos, puta de mierda? ¿En tu propia casa le chupas la pija al hermano de tu marido...?", la embestía él, con bronca y calentura.
  "Sí. Me encanta tu pija. Siempre la quise probar. Me encanta que sea la tuya. Siiii. Siiii", admitió ella finalmente 
  Sus bocas jugaron, en ese momento, otro round de esta épica lucha.
  Un minuto.
 "¿Así que te gusta mi pija, hija de puta?¿Sí...? ¿Y la leche, la querés?¿La querés ahora?", le dijo él, totalmente sudado y con la cara enrojecida a punto de estallar.
 "Si. Si. Sí. Ahora la leche. Ahora." Le gritó ella en la cara y siguió pidiendo, "¡Damela! No me importa nada ¡Dame la leche ahora, cuñado...!"
 "Toma. ¡Tomaaaaa...!"- gritó Andrés clavándole la pija lo más adentro posible, esparciendo varios chorros, calientes, de semen, en el interior de su cuñada, la mujer de su hermano, que seguía moviéndose, espasmódicamente, gozando uno de los orgasmos más intensos de su vida, sobre él. 
 Puerta...










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Gracias por leer. 


  A cada historia le dedico varias de trabajo, ahora vos podes expresar tu opinión:
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1 comentarios - Cinco minutos a solas con el cuñado.

rom123lopz +1
Ufff excelente. Fantasías recurrentes con cuñadas.
martinfcd
Y si. Es mejor cuando hay un parecido o cuando no lo hay? Que opinas?