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Luchar sin armas

LUCHAR SIN ARMAS





Cabellos largos hasta la cintura, lacios, castaños, hermosos ojos negros de mirada pecaminosa, rostro de ángel, más propio a una niña que a una mujer, diminuta nariz donde unos elegantes anteojos de aumento hacían equilibrio, sus labios la fruta prohibida, centenares de sexis pecas poblando sus mejillas, pechos pequeños pero perfectos, cinturita de modelo y anchas caderas, un culito respingón y piernas talladas a mano, de baja estatura, como el veneno, en envase pequeño. Era esas chicas que todo chico giraría para verla al pasar y cada hombre casado podría haber tenido un problema con su esposa solo por mirarla.



Esa fue la impresión que tuve al conocer por casualidad a Rocío, en esos días ya tenía un local de ropas para mujeres, ropa formal, informal, lencería, de todo un poco.

Yo estaba de novio con una chica hacía ya algún tiempo, se acercaba el día de los enamorados y el destino me llevó a su negocio, solo quería regalarle un conjunto sexi de ropa interior y fue el momento de charlar con Rocío, siempre dijimos que fue amor a primera vista y el estar viendo con ella delicadas prendas íntimas femeninas tornó la conversación un tanto sensual.

Entre sonrisa y miradas cómplices la invité a salir y una cosa llevó a otra.



Lo curioso fue que nuestro primer año compartido fue una relación clandestina, ella también tenía un noviecito cuando la conocí y nos encontrábamos un tanto a escondidas, a espaldas de nuestras respectivas parejas. En algún punto fue una relación de amor y odio, la inseguridad no nos dejaba cortar nuestros lazos previos, y de la misma forma que le reclamaba y me molestaba saber que se acostaba con otro tipo y no me acostumbraba a imaginarla desnuda con otro, a ella tampoco le hacía gracia que yo estuviera al mismo tiempo con otra mujer y obviamente exigía que fuera solo para ella.



El tiempo hizo lo suyo, rompí con mi novia de común acuerdo, lo nuestro no funciona y al pocas semanas después su novio se enteró que le metía los cuernos conmigo con lo que también cortaron su relación.

Libre el camino de obstáculos oficializamos nuestra relación, se la presenté a mis padres, Rocío parecía ser esa chica que cada chico quiere presentar a sus padres y decirles ‘esta es la persona que elegí para compartir mi vida’ y añora que la acepten como una hija más.

Al tiempo nos casamos, todo fue perfecto al principio pero un par de años después tuvimos el primer desencuentro, la descubrí siéndome infiel, casualmente con el mismo noviecito al cual yo se la había robado, donde hubo fuego cenizas quedan…

Rocío ensayó miles de escusas, típicas de mujeres, con lágrimas en los ojos asumiendo un rol de víctima, ‘estoy confundida’ me dijo…



Nos distanciamos, dejamos el mundo girar y el tiempo curó las heridas, olvidamos el pasado y nos dimos una segunda oportunidad.



Ella llegaba a los treinta cuando quedó embarazada, nació la pequeña Rocío quien traería nuevos y frescos aires a la relación, pero Rocío no se mostraba muy feliz en su rol de madre, demasiado raro en una mujer, y muchas veces era yo quien solía hacer de papá y mamá al mismo tiempo.

Hoy me pregunto si dediqué demasiado tiempo y empeño a mi pequeña hija, me cuestiono si mi esposa en algún punto se sintió desprotegida, sola, desplazada, pero veía a mi niña tan frágil que no podía más que solo pensar en ella.



Casi un año atrás la pequeña Rocío cumplía cinco añitos, y en ese momento ya notaba la relación tensa, distante, mi esposa no parecía feliz a mi lado, o con su hija, o con la familia que formábamos, se la veía triste, ausente, encerrada en sus pensamientos y solo obtenía silencios a mis preguntas, disminuimos notablemente nuestros encuentros sexuales, y no porque yo no quisiera, ella parecía tener siempre alguna excusa, incluso más de una vez interrumpía el juego a mitad del río, así como así, de repente, sin excusas, sin palabras…

Empecé a sospechar que había un tercero en discordia, otra vez, tal vez ese noviecito, ya lo había hecho una vez, o quizás alguno que la enamoró en su tienda como yo lo había hecho una vez…



Unos meses atrás se confesó conmigo, luego de abrumadoras presiones de mi parte, después de cenar, cuando la pequeña Rocío ya se había dormido, nos sentamos frente a frente, café de por medio…



Bueno… es hora de sincerarme contigo, aunque me dé un poco de vergüenza, no sé qué pensarás de mi…
Vamos te escucho, tan tremendo no debe ser, aunque lo imagino…
No… créeme que no lo imaginas…
Adelante mujer, me tienes intrigado
Alguna vez te hablé de Samanta, una de mis tantas clientas del negocio, te acuerdas?
Si… - contesté apenas, jamás escuchaba a Rocío con demasiada atención cuando me narraba sus aburridas historias del negocio. -
Samanta es una de mis mejores clientas, siempre me pareció una chica especial, es muy bonita, sabes? Hace tiempo que la conozco del negocio.

Tiene una manera muy loca de ser, de tratar, ella siempre me dijo cosas como ‘hola mi amor’, o ‘que hermosa estas’, o ‘buen día bebe’, palabras que siempre tomé a la ligera asumiendo que era así con todo el mundo, una chica muy sencilla y extrovertida, sabes?


Rocío fue a servir nuevos cafés y hasta ahí no entendía porque me hablaba de esta chica, estaba confundido, esperando que me hablara de otro hombre que seguramente no tardaría en aparecer en la conversación.

Volvió, se sentó, y continuó narrando

Con el tiempo llegué a apreciarla y nuestras charlas esporádicas pasaron un poco del mero tema comercial, compraba ropas para salir y a veces me contaba algunos detalles de sus salidas, pero todo cambiaría entre nosotras, esto pasó hace un tiempo ya…


Mi esposa hizo una pausa, llenó con aire sus pulmones y exhaló con fuerza, como tomando coraje para proseguir



No se cómo sucedió, esa tarde faltaba apenas media hora para cerrar cuando ella llegó, se la notaba un poco apurada y ansiosa, me dijo que tenía una cena importante y que quería ir un tanto llamativa, la ayudé con algunas sugerencias y entre ambas elegimos cinco o seis vestidos, se fue con todo al probador y me desentendí de ella porque había más gente a la que estaba atendiendo en el local. Samanta se probó un vestido y salió del probador para que la mirara y le diera mi opinión, pero como yo estaba ocupada no logró toda mi atención, repitió lo mismo con el segundo, y con el tercero.
Miré el reloj, habían pasado diez minutos la hora de cierre y dado que solo quedaba ella bajé las persianas para ir cerrando el día. Samanta, al escuchar el ruido se asomó pidiéndome disculpas, puesto que ya era tarde y por su culpa yo me estaba retrasando. Le dejé bien en claro que eligiera tranquila, que no había apuros, era una de mis mejores clientas…



Rocío narraba un tanto excitada y mientras escuchaba sus palabras a mi mente vinieron fantasías recurrentes típicas en los hombres, mi esposa, Samanta y yo, los tres en la cama, ella pareció adivinar mis pensamientos y preguntó directamente


Luchar sin armas



Qué estás pensando?
Nada, nada – solo respondí sintiéndome sorprendido en mi intimidad, como si estuviera leyendo mi mente.
Sigo entonces… Samanta no perecía decidirse por lo que busqué algunos modelos más para ofrecerle, algún ruido interno, presentimiento femenino quizás me decía que había algo más en todo este embrollo, como decir, sentí mariposas en la panza.

Encontré entre varios un pequeño vestido negro de amplio escote y bien cortito, de licra ajustado, con un cierre a un costado, más propio de una jovencita adolescente que de una mujer que había pasado los treinta años, como fuera, se lo alcancé como opción.


En ese punto ya empezaba a imaginar cómo seguiría su relato, y sentía una irrefrenable excitación por lo que vendría.



Cuando Samanta salió del probador como hacía con cada vestido que le ofrecía realmente me quedé como una tonta observándola, sus enormes pechos parecían saltar por el escote, y la lycra se pegaba a la perfección de su silueta, era demasiado corto, destacando un generoso trasero y sus largas y torneadas piernas, ella buscaba tirarlo hacia abajo porque se le subía donde empiezan los glúteos, pero al hacerlo corría riesgos de desnudar sus pechos, era la historia de la frazada corta, o tapaba un lado o tapaba otro, ella meneó la cabeza asumiendo que no era para ella, tal vez no se daba cuenta que en ese momento yo sentía una peligrosa picazón en mi cuerpo producto de la situación.
Entonces trató de bajar el cierre bajo uno de sus brazos para sacarse el vestido y dado que pareció haberse trabado me pidió ayuda por miedo a romperlo



Quería hablar, pero solo traté de no interrumpirla e imaginaba la situación cuadro por cuadro según mi esposa iba narrando.



Cuando me acerque a su lado sabía que me acercaba a un precipicio, Samanta tenía un dulce perfume que me deleitaba, una exquisita fragancia, propia de su elegancia, bajé el cierre con el corazón palpitando con fuerza, tenía las manos transpiradas, ella giró y con soltura solo se sacó la prenda a centímetros de donde yo estaba. Te cuento, ella es alta, bah, cualquier persona para mi es alta, por lo que sus pechos quedaron casi a la altura de mis ojos, estaba hipnotizada, sin saber qué hacer, se me hicieron tan hermosos…
Me retiré por instinto, un tanto asustada, por miedo a lo desconocido, mi concha estaba afiebrada y húmeda, Samanta solo tenía una pequeña tanga, la cual sacó ante mi perpleja mirada desnudándose por completo, solo se sentó a un costado sin perder un directo contacto visual conmigo, abrió sus piernas u empezó a masturbarse.

Con unas mano acariciaba dulcemente sus pechos, con la otra en pequeños y constantes círculos su conchita, lentamente, cada tanto introducía un par de dedos en su hueco, noté que todo lo hacía para provocarme…



Y entonces? – interrumpí ansioso ya sin poder evitarlo


Entonces me dijo que me acercara, que no tuviera miedo y que ella tenía un sexto sentido, que ella conocía a las mujeres de su clase solo con observarlas. Me pareció raro, pero como si alguien me empujara fui a su encentro, paso a paso, entre sus piernas abiertas, me arrodillé rendida, entregada, Samanta me abrazó y me dio un dulce beso en la boca, luego metió su lengua buscando la mía, me di cuenta que estaba perdida, que no habría vuelta atrás, nos besamos con locura, acariciando nuestros cabellos, llevé mis manos a sus pechos y los acaricié, eran tan suaves, tan tiernos, en silencio bajé y empecé a lamerlos, la piel rugosa de sus pezones, mientras ella se dedicaba a desnudar al mismo tiempo mi torso.


Y te gustaba?


Me encantaba, me parecía súper normal, como comer, como dormir, me incorporé un poco y empezamos a jugar tetas contra tetas, pezones contra pezones, dulce, simple, perfecto. Ambas gemíamos con ternura, volvíamos a besarnos, estaba tan caliente, tan mojada, fue entonces cuando me tomó de los hombros y con delicadeza me hizo descender lentamente mientras se abría toda de piernas, pasé por su vientre y quedamos frente a frente, mi rostro con su concha regordeta, cerré los ojos y empecé a lamerla, sus labios, su clítoris, su ano, metí la lengua pare beber sus jugos, mis dedos como si fuera un pene, estaba tan caliente y la veía tan caliente que no pude evitar llevar mi mano libre a mi concha, a masturbarme sobra la ropa mientras se la chupaba.


Era todo tan loco, no podía creer lo que escuchaba…



Samanta retomó el control del juego, me separó de su lado e hizo que terminara de desnudarme, luego me hizo sentar en su lugar y abrió mis piernas por completo, cruzó una de las suyas. Entonces apoyó su argolla caliente contra la mía y empezó a moverse en un dulce rozamiento, tan perfecto que no podría describirlo, estaba tan caliente por todo lo vivido que fueron instantes lo que tarde en acabarme como nunca me había acabado en mi vida, es más, Samanta aún no había llegado y se vio sorprendida por mi rapidez, pero no dijo nada, cero reproches, solo volvió a sentarse, me pidió que le lamiera los pechos nuevamente mientras ella se masturbaba hasta el final…


En las palabras de mi esposa, en el énfasis que ponía al relatar, en el brillo de sus ojos me di cuenta que mi fantasía de a tres era solo mi fantasía de hombre, que jamás encuadraría en su mundo femenino y que ella tenía bien en claro su relación conmigo por un lado y su relación con ella por otro. Me di cuenta que la naturaleza en mi carácter de macho me había desarrollado para competir con otros machos por una hembra, acaso como ese noviecito que tenía, al que un día se la robé y que una vez casi me la roba, pero esto era diferente, como pelear contra una mujer, no podía pelear en desventaja, en ese momento se me cerró la garganta y comprendí que no podía luchar sin armas.



Rocío terminó la historia narrándome que hacía algún tiempo que esa semilla había germinado y tenía un nuevo romance a mis espaldas, me explicó que necesitaba tiempo y quería redescubrirse como mujer, cuáles eran sus verdaderos sentimientos y decidir qué camino tomar



Las cosas se precipitaron mas rápido de lo deseado, blanqueada la situación una tarde Roció me presentó a su mujer, esas fueron sus palabras y aun hoy me suena raro, realmente era hermosa, y maldije para mis adentros, como diablos podía ser que dos hembras tan hermosas fueran… lo que eran.

Me comentaron que había decidido viajar un par de semana a Europa, como novias, para despejar la mente y decidir sobre el futuro, pero al día de hoy ya van dos meses que no tengo noticias de ella, de mi mujer lesbiana y su novia, bloquea cada mensaje, cada correo, cada whatsapp que le mando, parezco ser una molestia, y no me molesta que ya no piense en mí, porque puedo entenderlo, pero acaso no recuerda que dejó una niña, la pequeña Rocío que a cada minuto pregunta por su mamá?


Me gustaría saber tu opinión sobre este relato, escríbeme con título ‘LUCHAR SIN ARMAS’ a dulces.placeres@live.com

1 comentarios - Luchar sin armas

DnIncubus +2
Creo que dejó bien claro que ya no le gustan los hombres, es su gusto, sus preferencias ok, bien, pero esta siendo egoísta y mal ejemplo como madre al desentenderse de su hija, es una pena, pero tendrás que salir adelante solo por tú hija, Ánimo bro.