100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.
CAPITULO 1
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Capítulo 19:
Nos lanzamos una mirada cómplice y supimos que teníamos que aprovechar el momento para hacerlo puesto que de lo contrario, podíamos perder la oportunidad. Salimos de la habitación totalmente desnudos y sin importarnos nada entramos en el pequeño cuarto que se encontraba al fondo del departamento y cerramos la puerta entre risas. Lo abracé por encima de sus hombros y lo besé mientras que él aún seguía riendo. “¿Cómo vamos a hacer?” me preguntó el mirando alrededor y yo le dije que no tenía la más mínima idea. Miré alrededor y encontré algo que podía ayudarnos a cumplir nuestra fantasía, por lo que se lo señalé a mi novio con la mirada y él me devolvió una sonrisa morbosa que me terminó de calentar al máximo.
Me llamo Micaela, tengo 25 años y estoy de novia con Iván hace ocho meses. Empezamos a salir cuando un amigo en común nos presentó. Lo conocí una noche en un boliche y a pesar de que pensé que era un lindo pibe, decidí no darle bola a pesar de sus insistencias en estar conmigo. No fue hasta dos semanas después, cuando volvimos a encontrarnos en un boliche, que terminamos besándonos apasionadamente contra una de las paredes del lugar. En el medio, habían pasado muchas conversaciones calientes que nos habían llevado a provocarnos mutuamente y a tentarnos de verdad.
Esa misma noche tuvimos nuestra primera vez, la cual sucedió en su auto ya que los dos aún vivíamos con nuestros padres y no teníamos casa para hacerlo. Después de eso, empezamos a vernos más seguido y dado el problema de vivir con nuestras familias, solíamos coger en su auto (que en realidad era de sus padres) o aprovechar los pocos momentos en los que alguna de las casas estaba vacía. Era una relación bastante caliente, en la cual disfrutábamos mucho de sentir la piel desnuda del otro y que poco a poco se fue volviendo más pasional.
Se lo presenté a mi familia luego de que él me confesara que se estaba enganchando conmigo. Una semana más tarde, me propuso ser su novia y yo acepté feliz de la vida pues me había dado cuenta que Iván era más que un pibe con el que me gustaba coger. Su familia no me aceptó tan felizmente, sobre todo su madre, que seguía creyendo que su hijo era un nene de mamá al que podía mimar por toda su vida. A pesar de eso, la relación seguía avanzando y a mi poco me importaba las indirectas que mi suegra me lanzaba pues, al fin y al cabo, yo me estaba cogiendo a su hijo. De hecho, por alguna extraña razón, el lugar donde más disfrutaba de tener sexo con él, era en su propia casa, ya que por mi mente pasaba la idea de su madre sabiendo que eso sucedía.
Otra de las cosas que me encantaba hacer con Iván era experimentar cosas nuevas. Nuestra relación había arrancado con sexo en el auto, algo bastante inusual para una primera vez entre dos personas. A eso, le había seguido un pete en el ascensor del edifico y un rapidito en la terraza de mi casa, para que nadie pudiera vernos. Es por eso que, cuando blanqueamos la relación, nos propusimos no volvernos monótonos en cuanto al sexo y no pasar a hacerlo siempre en la cama. Él, contento con mi libertad sexual y con la forma en la que le planteaba las cosas, aceptó la propuesta y me propuso distintos lugares en los que podíamos tener sexo.
Pero más allá de los diferentes espacios de una casa, yo tenía bien en mente un lugar u objeto en el cual quería probar. Lo había leído por primera vez en una nota en la que se hablaba de sexo y de cómo salir de la rutina. Me había quedado en la cabeza y mi curiosidad me llevó a preguntarle a alguna de mis amigas si había vivido dicha experiencia. Me sorprendí al encontrarme con que dos de mis mejores amigas ya había probado de hacerlo allí y con que las dos habían confesado que se sentía sumamente estimulante. Es por eso, que se lo terminé confesando a Iván y que le remarqué el hecho de que me calentaba mucho pensar en ello.
Un día, fui a su casa a almorzar y luego de comer nos encerramos en la pieza para ver una película. Él sabía que yo estaba caliente, ya que se lo había dicho antes de ir a su casa y además estaba en condimento de coger con su madre deambulando por la casa. Sin embargo, Iván estaba esperando que sus padres se llevaran a su hermano al shopping, lo cual no sabíamos cuando iba a suceder. Mi insistencia, fue mucho mayor que su resistencia y mientras la película seguía pasando en el televisor y nosotros estábamos acostados en la cama, empezamos a toquetearnos.
Rápidamente, la pelea entre el protagonista y el antagonista pasó a un segundo plano cuando me metí debajo de las sábanas y buscando entre sus ropas llegué a agarrarle la pija. Para esas alturas, Iván ya estaba completamente duro y no opuso resistencia alguna cuando se la empecé a lamer delicadamente. Con mi lengua comencé a mojar la cabeza de su verga y noté como esta se iba agrandando más y más al pasar los segundos. Cuando ya la tuvo completamente al palo, aproveché para metérmela en la boca y chupársela lentamente para no hacer ningún ruido (a pesar de que la película tapaba cualquier sonido).
En medio de esa mamada, la cual se ponía más y más intensa, escuchamos que tocan la puerta y yo salí rápidamente de debajo de las sábanas y me limpié la boca mientras que Iván decía “pasá”. Su padre entró en la habitación y nos avisó de que se estaba yendo al shopping en ese momento y que después iban a ver una película. A pesar de que nos invitaron, mi novio rechazó la oferta pues aún tenía la pija dura y quería terminar lo que habíamos empezado. Su padre nos despidió y su madre hizo lo propio desde el comedor. Segundos después escuchamos como la puerta de entrada se cerraba y nos miramos con una sonrisa cómplice sabiendo que los dos estábamos solos.
Rápidamente volvimos a lo nuestro. La película seguía corriendo, pero ya habíamos perdido el hilo y no sabíamos de qué se trataba. Nos sacamos la ropa de forma acelerada y las sábanas desaparecieron permitiéndome volver a ponerme su pija en la boca y así seguir dándole placer a mi novio. Él, estiraba su mano por mi cuerpo y me tocaba las tetas, disfrutando de mi cuerpo también con sus manos. La puerta, abierta de par en par, me seguía calentando muchísimo a pesar de que sabía que mis suegros y mi cuñadito no estaban en la casa.
Tras chupársela por un buen rato y dejársela al palo, me acosté en la cama e Iván se colocó entre mis piernas. Pasó su lengua rápidamente por encima de mi concha y comenzó a chupármela de una manera increíble. Si había algo que me gustaba muchísimo era la manera en la que mi novio me daba placer con su boca. Lo hacía de una manera increíble, logrando que me mojara toda y poniéndome a temblar casi de golpe. Estiré mi mano y la llevé a su nuca, enredando mis dedos entre sus pelos casi al mismo momento en el que su lengua dibujaba círculos encima de mi clítoris. Comencé a gemir de placer, haciéndole saber que me estaba volviendo loca lo que estaba haciendo. Sentía que podía llegar al orgasmo casi en cualquier momento. Cuando de golpe…
¡Riiiing!
Su teléfono empezó a sonar y el ruido hizo que me distrajera rápidamente. Aprovechando que yo estaba más cerca de la mesita de luz, tomé su celular y me indigné al ver que se trataba de mi suegra la que estaba llamando. “Tu madre” le dije ofuscada y le alcancé el celular a mi novio que permanecía hundido entre mis piernas. Atendió rápidamente y luego de un “hola” fugaz, puso el celular en altavoz y aprovechó la verborragia de su madre para seguir lamiéndome la concha. Pero escuchar la voz de mi suegra me la secó de tal manera que decidí agarrarlo de los pelos y sacarlo de mi entrepierna.
- Ivancito…- Dijo con su voz chillona y la odié por habernos interrumpido en ese momento.- Decile a Mica que cuando termine el lavarropas que yo puse te ayude a colgar las cosas, ella que es tan buena.- Dijo y rápidamente mi novio y yo nos miramos.
- Si má, nosotros la colgamos.- Le respondió él enseguida sin dejar de mirarme con las cejas en alto.- Te dejo que estamos viendo la peli. Chau, chau.
Cortó la llamada a pesar de que su madre seguía hablando y los dos nos lanzamos una sonrisa cómplice, pues sabíamos que teníamos que aprovechar el momento. El lugar en el que yo había leído que había que tener sexo se trataba ni más ni menos que del lavarropas y en ese momento teníamos uno funcionando a nuestra disposición. Salimos corriendo de su pieza los dos desnudos y entramos en el lavadero para volver a besarnos al lado del objeto en cuestión. Era alto, sobrepasaba nuestras cinturas, por lo que no sabíamos muy bien cómo íbamos a hacer para vivir esa experiencia.
Iván me preguntó cómo podíamos hacer para que funcionara y de golpe yo vi una escalerita chiquita (de dos escalones) en la otra esquina de la habitación. Rápidamente, él la agarró y la colocó en frente del lavarropas que de momento se movía lentamente pues aún estaba en proceso de limpiado. Una vez que me senté encima de este, noté como todo mi cuerpo temblaba cada vez que el equipo lo hacía y no pude evitar sentir un cosquilleo en todo mi cuerpo. Mi novio se rio al verme allí sentada, pero se paró en frente mío para darme un beso bien apasionado y volver a frotar su cuerpo contra el mío.
- Creo que estábamos en medio de algo…- Le dije abriendo mis piernas y sugiriendo que tenía que volver a darme placer oral.
Enseguida, él se agachó en frente mío y colocando su cabeza entre mis muslos, volvió a lamerme la concha como bien sabía hacerlo. Sentía su boca pasar por encima de mis labios y eso me encantaba. Me volvía loca la forma en la que su lengua rozaba mi clítoris y como sus dedos entraban y salían de mi cuerpo constantemente. Pero lo que más me gustaba era sentir todo eso en el momento exacto en el que el lavarropas se movía y me provocaba un temblor que sacudía todo mi cuerpo. Mi cintura vibraba y la cabeza de mi novio también, dándome pequeños shocks eléctricos que me erizaban los pelos de la nuca.
Cuando ya no podíamos más de la calentura y el lavarropas empezaba a moverse a toda velocidad, Iván acercó nuevamente la escalerita al electrodoméstico y se paró en el último escalón. La altura era perfecta, pues su cintura quedaba en perfecto posición, permitiendo que yo lo abrazara con mis piernas. Me la metió en un momento en el que el lavarropas estaba quieto y cuando este empezó a vibrar de nuevo, tanto mi cuerpo como el suyo temblaron por completo. Los dos nos miramos sonriendo y nos besamos apasionadamente, dejando que el equipo hiciera los primeros movimientos.
Iván no tardó en arrancar a moverse hacia adelante y hacia atrás y yo no pude controlar los gemidos que empezaron a salir de mi boca. Era una sensación increíble, pues cada vez que el lavarropas vibraba, todo mi cuerpo lo hacía y también su pija. Esa vibración me causaba un placer mucho mayor al que había sentido en otra oportunidad y mi novio se daba cuenta de ello, por lo que hacía lo posible para no alejarse mucho del equipo. Yo me aferraba a él tanto con mis piernas como con mis brazos, trayendo su cuerpo hacia el mío y tratando de que él también sintiera las vibraciones del lavarropas.
Estuvimos un buen rato cogiendo de esa manera, en la que con movimientos cortos y profundo, Iván aprovechaba las vibraciones del electrodoméstico para hacerme sentir aún más placer. Él, se deleitaba con mis gemidos y disfrutaba de todo mi cuerpo, manoseando mi cola y chupándome las tetas como podía. Sin lugar a dudas era una experiencia increíble que estaba disfrutando con el morbo de saber que su madre no tenía idea lo que estaba pasando. Sentía la pija de mi novio bien adentro de mi cuerpo y notaba como esta vibraba cada vez que el lavarropas de movía de un lado al otro.
Entonces empezó el proceso de centrifugado y las cosas se pusieron mucho más intensas. El electrodoméstico empezó a temblar de tal manera que no se detenía en ningún momento. Mi cuerpo y el de mi novio hicieron lo mismo y el placer empezó a crecer. Iván comenzó a moverse de manera más acelerada hacia adelante y hacia atrás, cogiéndome como loco, al mismo tiempo que yo temblaba sentada encima del lavarropas. Sentía un calor abrazador apoderarse de mí. Metí mi mano entre mis piernas y rocé mi clítoris una y otra vez con mis dedos temblorosos. De mi boca salían gemidos de placer que resonaban en el pequeño cuartito en el que estábamos. Mi novio seguía besándome el cuello y pasando su lengua por mis hombros sin dejar de moverse a toda velocidad.
De golpe noté un calor abrumador recorrer todo mi cuerpo y sentí como mi entrepierna empezaba a mojarse. Grité desesperada, disfrutando de ese increíble orgasmo que acababa de tener gracias a esa nueva experiencia. El lavarropas seguía vibrando e Iván se seguía moviendo como loco, dejándome así gozar por un tiempo mucho más largo. Luego de eso, me bajé del equipo, me arrodillé frente a mi novio y lo pajeé hasta que se vino en mi boca y me la llenó de semen, el cual me tragué para no dejar ninguna prueba del delito. Acto seguido me levanté y lo besé apasionadamente, mientras escuchábamos el lavarropas vibrar al lado nuestro.
Volvimos a la cama y nos acostamos desnudos mientras que tratábamos de entender algo de lo que sucedía en la película. Minutos más tarde escuchamos el chirrido del equipo y nos vestimos para ir a colgar la ropa, dándonos cuenta de que sobre la parte de arriba había quedado una mancha de mi orgasmo. Riendo, la limpiamos y después nos encargamos de colgar la ropa en el tender para después volver a la cama y dormir una siesta los dos abrazados. Pero mientras tratábamos de conciliar el sueño, a mí me surgió una duda y tuve la necesidad de planteársela a mi novio en ese mismo instante.
- ¿En dónde podemos coger la próxima vez?- Le pregunté y él, con los ojos aún cerrados, esbozó una sonrisa.
Lugar n° 19: Lavarropas
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