GloriaCapítulo 3
Se abre la puerta de lacalle.
—Hola papis, ya estoy encasa… — Sandra sorprendida — ¿Quiénesson mamá?
—La familia española deun amigo de Pablo, hija.
—Pues mucho gusto. Pablono nos ha hablado de ustedes… — Se acercó a su madre y la besó, después,tímidamente, inició el acercamiento hacia mí, la estreché entre mis brazos y labesé suavemente en los labios.
—Esta es Sandra, mi hija.Se ha comportado como una hija de verdad desde que la conozco. Esta es Marta,la exesposa de Martin, Carlos el hijo que lo repudió y Eloísa, la hija. Megustaría que llegarais a ser buenas amigas.
La situación no podía sermás tensa. No obstante Sandra se acercó a Eloísa, la abrazó y le dio dos besos.Lo mismo hizo con Carlos y Marta. Que, sorprendentemente, no la rechazaron.Claro que si lo hubieran hecho…
—Chicas, suban lasmaletas arriba. Marta, acompáñeme, por favor; vamos a preparar la comida.Carlos… ¿Quiere usted una cerveza? — Las órdenes de Gloria dulcificaron algo eltenso ambiente.
Poco después pudeescuchar las risas de las chicas arriba. Gloria vino con dos cervezas paranosotros y regresó a la cocina.
A continuación nossentábamos a la mesa en medio de un silencio tenso. Solo roto por las risitas ymiradas cómplices de las dos jóvenes.
—Papito, Eloísa y yopodemos dormir juntas, la cama es grande y cabemos bien…
—¿Podemos Pablo? — Preguntó Eloísa
—Si estáis de acuerdo lasdos, por mí no hay problema. Carlos y Marta pueden dormir en el colchón queguardamos en el trastero, hay que bajarlo al despacho. Bajaré la mesa y elordenador a la salita. La convertiremos en oficina hasta que…
—Hasta que te hartes denosotros ¿no, Pablo?. Ya veo que te has adaptado bien a esta tierra y a sugente. Eres muy cariñoso, besas a tu mujer cada vez que os cruzáis. ¿Y en lacama, cómo es Gloria?
—Marta, no creo que seamomento de hablar de estos temas delante de sus hijos, pero… Le responderé. Esdulce, un amante delicado, ha aprendido a pulsar todos los resortes de micuerpo hasta hacerme la mujer más feliz del mundo. Me proporciona placeres queyo desconocía. Y le puedo asegurar que tengo experiencia para saberlo. Peronunca he estado con un hombre tan ardiente y tierno a la vez.
No pude evitaremocionarme con el discurso de mi amor, Gloria. Me giré y nos unimos en un besoque hizo sonreír a las jovencitas y poner un gesto hosco a Marta y a Carlos.
—Vamos, en marcha. Sandradígale donde están las cosas y luego se viene con nosotros, tenemos que hablar.— Ordenaba Gloria. Marta, con cara de pocos amigos fue con las chicas.
Me salí al jardincitotrasero e hice algunas llamadas con el celular.
Cuando entré estabanGloria y Sandra hablando.
—Lo sé, mamá. Tendrécuidado. Por eso le he dicho a Eloísa que durmiéramos juntas… Además, no megusta cómo me mira Carlos. No es buena persona.
—¿Qué ocurre Gloria?¿Algún problema?
—No Pablo, solo que ledecía a Sandra que…
—Ya sé lo que le decías,pero ¿ha pasado algo? ¿Carlos se ha propasado?
—No, Pablo, no ha pasadonada, es solo que… por si acaso…
—Bien de todos modos creoque tengo la solución. ¡Marta! ¡Baja, tenemos que hablar!
No tardo en aparecer.
—¿Qué ocurre, Pablo?
—Bien, supongo quetendréis un permiso de turistas y eso no os permite estar más de unos mesesaquí. Tendréis que volver a España. He hablado con una inmobiliaria a la que leencargué la venta una casa en La Carolina y sigue sin venderse. He ordenado queno lo hagan. Tendréis casa donde vivir y os pasaré una pensión para que nosufráis penalidades durante seis meses, después os tendréis que apañar solos.Es todo lo que puedo hacer.
—Vaya… Pronto te deshacesde nosotros… — A Marta le temblaba la barbilla de ira.
—No, Marta, quierodeshacerme de ti. No te portaste bien con Martin. Él me contó lo que ocurrió.No os debo nada y aun así os ofrezco una salida decente. Lo que tú no fuistecon él. ¿Sabes cómo se enteró de lo tuyo con el tipo ese? Todo el club de Campolo sabía. Lo llamaban Martin el cornudo y se reían de él. Hasta que un buenamigo, no pudo más y se lo dijo. No puedes imaginar la vergüenza que pasó. Poreso, desde unos meses antes de vuestra separación no puso un pie en el club.Por cierto, también le ponías los cuernos a tu amante con otro chico. Me mostrófotos, grabaciones de audio y de video… cuando quieras las puedes ver, asítendrás algo con que masturbarte.
—¡Pablo, por Dios cálleseusted! — Me sorprendió la exclamación de Gloria.
Al entrar las chicas, conCarlos al frente me contuve. Marta lloraba.
—¿Qué pasa mamá? —Preguntó Eloísa.
—Nada hija, que Pablo nosfactura para España. No nos quiere aquí. — Exclamó Marta llorando.
—No, Eloísa, eso no escierto. ¡A tu madre no la quiero aquí! Si tú quieres puedes quedarte…
—¿Y mi hermano?
—¡Yo no quiero quedarme!Prefiero ir con mamá de vuelta a España. — Exclamó Carlos.
—Entonces ¿qué vas ahacer tú, Eloísa? — Pregunté.
Eloísa me abrazó.
—Yo me quedo con Pablo.No quiero seguir viendo lo que hacías tú y tú novio y lo de…
—¡¡Cállate!! — GritóMarta.
—Dime lo que sea, despuésde lo que habéis oído, poco nos vamos a asustar. — Dije.
Mi hija temblaba.
—Damiány ella se lo montaban Pablo. Los vi, pero no solo eso, también estaba Carlos.Los tres juntos en la cama… ¡Joder que vergüenza! No puedo seguir con ellos,déjame quedarme contigo.
—Note preocupes chiquilla. Te quedas.
Seestrechó más en mi pecho, me besó en la mejilla llorando… Le sequé las lágrimasde su cara con mi mano y besé su frente.
Le hice una señal aSandra que ella entendió. Vino a nosotros, se abrazaron las dos y se fueronarriba, a la habitación.
Le di la mano a Gloria yme la llevé al patio, donde teníamos dos mecedoras. Nos besamos y nos sentamos.
—Pablo… Yo tengo algo quedecirle. No sé cómo se lo tomará usted, pero no quiero ocultárselo. Cuando nosconocimos yo buscaba trabajo porqué quería alejarme de algo…
—No sigas Gloria… Lo sé.Tu hija me lo insinuó, pero investigué y lo sé todo. Tuve que saber a quéatenerme con tu ex para estar preparado. Eso para mí no es un problema. Lo quehicieras antes de yo conocerte es algo que has sufrido, lo siento, pero no meafecta, siento que no siempre fuera agradable para ti.
—¿Agradable dice, Pablo?— La pena la ahogaba — Si horroroso era el recuerdo de mi violación, junto a mimadre, fue infernal verme en aquel prostíbulo…
—¡Ya, Gloria! Todo esopasó. Quiero que sepas que te quiero y no dejaré que vuelvas a vivir en eseinfierno, trata de olvidar, yo te ayudaré. — Se vino encima y me besó cómo sino hubiera fin.
Sentada en mis rodillas,con su cabeza reposando en mi pecho… Embriagándome con el aroma de su pelo,acariciando su brazo, observando cómo se le erizaba la piel y sintiendo susestremecimientos.
Cuando alcé mis ojos vi alas dos jovencitas, de pie en la puerta de salida, mirándonos tiernamente, consus manos entrelazadas.
Recordar lo acontecidoentre Sandra y yo unas semanas antes fue algo que me hizo sentir mal y al mismotiempo un sentimiento de amor inexplicable hacia ella y hacia su madre, ahoraacurrucada en mi pecho.
Vienen Carlos y Marta.
—¡Ni hablar, yo no duermoen el suelo! Pablo… Dame dinero para un hotel. — Grita Marta sofocada.
—¿Cómo dices, Marta? Estoo pasáis la noche en un banco del parque. ¿No te das cuenta que no os debo naday solo hago esto por el recuerdo de un amigo?
—Vamos mamá, aguantaremosesta noche aquí, no podemos hacer otra cosa.
Gloria tomó las riendasde la situación, llamó a Carlos y a las chicas para que la ayudaran a bajar elcolchón de la buhardilla que teníamos en la planta superior, junto a laterraza.
Marta se quedó a mi lado.
—Pablo, ¿podemos hablar?
—Tú dirás, Marta.
Se situó a mi espaldaabrazándome y hablándome al oído.
—Se que eres Martin.Aunque hayas cambiado la cara y el nombre, a mí no me engañas y aunque no locreas sigo queriéndote. Tal vez podríamos intentarlo de nuevo…
—Si Marta, soy Martin…¿Pero, tú crees que puedo olvidar lo que hiciste? Las veces que me engañaste.Aquí, con Gloria, he sabido lo que es amar. Aquí tengo una nueva familia, unanueva vida…
—O sea, que follas todoslos días… eso es lo que yo necesitaba antes, por eso hice lo que hice. Tambiénaprendí cosas que jamás hice contigo, porqué tú no estabas nunca, Pablo. Perosi quisieras podríamos…
—Bueno, no te digo queno. Solo que tendrías que obedecerme sin rechistar…
—Lo haré, Pablo, lo quequieras hacer conmigo. Gloria dice que en la cama eres muy bueno… Me gustaríacomprobarlo.
—Te tomo la palabra,Marta. Pero ya sabes, al menor indicio de desobediencia… Estáis en España, tú yCarlos.
Me rodeó para abrazarme ybesarme. Me supo a falso, pero correspondí. Gloria nos vio y se sorprendió.Alzó los hombros como preguntando en silencio que ocurría. Le guiñé un ojo ysonreí, sin que Marta me viera.
Tras la cena las chicassubieron a acostarse. Carlos dijo que estaba muy cansado y también se retiró.Nos quedamos los tres en el salón. Tomamos unas copas, que serví yo.
—Gloria, Marta me hahecho una propuesta. Que considere la posibilidad de intentarlo otra vez… Y lehe dicho que… Quizás, como la canción. Una de las condiciones es que tú, estésde acuerdo y que… participes.
—Pablo, ya sabes quepuedes contar conmigo para lo que quieras, incluso… — Dijo Gloria.
—De acuerdo pues. Subamosa la habitación. Aquí nos pueden sorprender. — Dije agarrándolas de las manos ytirando de ellas hacia la escalera.
Al llegar al dormitoriocerré la puerta.
—Desnudaos… las dos. —Les ordené.
Obedecieron con presteza.La diferencia entre Marta y gloria era evidente. Marta tenía veinte años másque Gloria, pero aun así su mayor estatura y los años de gimnasio y… tenis…hacía que su cuerpo fuera atractivo.
—Gloria, túmbate deespaldas en la cama, por favor. — Lo hizo con las piernas estiradas y losmuslos juntos.
—Abre las piernas Gloria.Y tú Marta… cómele el coño. Tienes que hacer que se corra…
—¿Cómo? ¡Pe…pero Pablo…es una mujer!… yo jamás he hecho algo así.
—Pues ya era hora. Queella te guie hasta que aprendas a hacerlo bien…
Ambas me mirabansorprendidas.
—Pablo… no creo que esto…— Gloria parecía no estar de acuerdo.
—Marta me ha dicho queestá dispuesta a hacer “lo que sea” con tal de que volvamos a intentarlo. Yesta es una de las condiciones. Deberá estar disponible para darte placer a tiy a mí cuando se lo solicitemos… Y sin rechistar. ¿Estás dispuesta Marta?¡Cómeselo!
Marta se arrodillo entrelas piernas de Gloria, hundió su rostro entre los muslos y comenzó a lamer. Conun gesto le indiqué a Gloria que la obligara, que le indicara donde le producíamás placer.
Ver las nalgas de Marta,cómo no las había podido admirar nunca, me excitó. Me desnudé. Pasé mi mano porsu vulva… Estaba seca, como siempre.
De todos modos con midedo medio acaricié el clítoris suavemente, un respingo me indicó que acertaba.Seguí excitándola, introduciéndole un dedo en su vagina, después de humedecerlocon saliva.
Gloria respondía. Cerrabalos ojos indicándome que se sentía bien. Marta también; la humedad lo indicaba.Mi pene segregaba líquido preseminal que usé en la grieta de Marta. Esta,sorprendida, se giró para mirarme. Al verla le di una fuerte cachetada en lanalga. Gritó. Y le di otra. Sin decir nada siguió lamiendo la vagina de Gloriaque ya daba síntomas de llegar al orgasmo. Y este no se hizo esperar. Momentoque aproveché para insertar mi daga en la vaina de Marta. Esta vez el grito fuemayor. No creo que por dolor, sino por la sorpresa que se llevó al sentirse empalada.
La cara de placer deGloria me excitaba. Bombeaba en el coño de mi ex sin compasión, con fiereza.Alcancé sus tetas y retorcí sus pezones hasta hacerla gritar, pero observé querespondía su intimidad empapando mi verga y chorreando líquido por sus muslos. Al parecer la iba el sexoduro. Gemía. Gloria la empujó de nuevo hacia su papaya tirándole de loscabellos. Se colocó un cojín bajo sus caderas para obligar a Marta a lamerle elano. Al principio intentó negarse, pero la forcé a hacerlo… y lo hizo. Gloriase masturbaba sin descanso. Su rostro era la lujuria personificada.
Pasado un tiempo, Gloria,me hizo señas para que me acercara a ella. Empujó a Marta para apartarla, searrodillo y apoyándose en los codos, junto a Marta.
—¡Por el culo Pablo!¡Dámela por el culo! — Gritó Gloria, ofreciéndome sus redondas y nacaradasnalgas.
Extendí fluidos del coñode Marta en el ano de Gloria. Extraje mi miembro del sexo de Marta para, sindudar, insertarlo en el ano de Gloria. Entro con inusitada facilidad. Desdeluego no era su primera vez. Sin embargo para mí sí lo era. No me habíaatrevido jamás a pedírselo a Marta, cuando estábamos casados y a Gloria tampocoaunque lo había pensado, pero no había encontrado el momento adecuado… Hastaahora.
La sensación eradistinta, agradable, la compresión era mayor y parecía ordeñarme con susmovimientos.
No aguanté mucho, Gloriase dedeaba su clítoris durante la acción. No tardó en gritar su orgasmo… y yoel mío. Casi simultáneos… Marta nos miraba entre sorprendida y excitada.
Me dejé caer junto aGloria que aún se estremecía presa de convulsiones. Poco a poco nosnormalizamos.
—Marta, límpianos… Chúpanos a Gloria y a mí. — Le ordene.
—¿Cómo? ¿Qué os chupe alos dos? ¡Qué guarrería!
—Hazlo o ya sabes,recoges tu ropa y te vas ahora mismo. — Dije con firmeza.
Con gran aprensión searrodillo tras Gloria, que se había colocado en posición y comenzó a lamer condificultad por las náuseas que sentía.
Tras dejar limpio el anode Gloria se puso sobre mí, realizando una felación de maestra.
—Vaya, Marta… Se te damuy bien mamar vergas ¿no? Esta faceta tuya no la conocía. Ahora termina el trabajo, cómo se lo hacías atu amante… Chúpame el culo… A mí no me lo han hecho nunca y tengo curiosidad.¡Vamos!
No dudó, me giré y sentí,por primera vez en mi vida, una lengua, su lengua, hurgando mi ano. Y meresultó agradable. Gloria me forzó a ponerme de forma que podía penetrarla, porla vagina, mientras Marta lamía mi culo.
Gloria se movía bajo micuerpo de forma magistral. No tardé en sentir los primeros síntomas queanunciaban mi corrida. En el último momento me aparté para introducirla en laboca de Marta, hasta el fondo. Descargando en su garganta. Lloraba y tosía, sele salía el semen por la nariz…
Gloria me abrazaba ybesaba. Acariciaba mi pene y poco después estaba dispuesto para una nuevasesión. Mi asignatura pendiente.
—Marta ponte en cuatro. —Ordené.
Se colocó y penetré suvagina de golpe, bombeé varias veces mientras engrasaba su ano con saliva. Segiró y me miró con ira. Introduje un dedo en su ano.
No dudé saqué mi miembrode su vagina y lo apunté al orificio anal, empujé, Gloria se abrió de piernasante ella para que le comiera la almejita.
Y presioné. Emitió ungrito desgarrador y se relajó, facilitó la entrada y pude, por fin, realizar loque ahora deseaba. El no encontrar resistencia en la entrada me dio a entenderque no era la primera vez que lo había practicado. Gloria no tardó en corrersey yo poco después en el intestino de Marta.
Su excitación habíadesaparecido. Ahora solo sentía odio hacia nosotros, sobre todo hacia mí. Unodio que se reflejaba en su rostro. Por fin había comprendido que yo jamásvolvería con ella.
—Sabes que te puedodenunciar, que puedo arruinar tu vida y la de estas mosquitas muertas que dicesson tu familia. ¿Lo sabes?
—Debes saber que misfaltas han prescrito ya, según la ley española. Pero no debes olvidar, nunca…Repito, nunca… Que, a una orden mía, aún desde la cárcel, un sicario acabaríacontigo y con ese mal nacido de tu hijo. Así que acepta lo que buenamente te doyo te quedaras sin nada, puede que hasta sin la vida. ¿Lo sabes?
Recogió su ropa y se marchó desnuda por elpasillo hacia el dormitorio donde la esperaba Carlos. Supuse que lo utilizaríapara consolarse.
Pocos minutos despuésescuchamos gemidos procedentes del dormitorio. Al parecer se entendían bastantebien. Eran tal para cual.
Gloria y yo, de la mano,fuimos hasta el baño para asearnos. Al pasar por el dormitorio de las niñasescuchamos cuchicheos, las chicas hablaban, pero Eloísa lloraba.
Golpeé la puerta,suavemente, con los nudillos y se callaron. Abrí y miramos al interior. Con laluz del pasillo pudimos ver a nuestras dos hija desnudas, abrazadas ybesándose. Nos miraron y sonrieron. Cerramos la puerta y las dejamostranquilas.
En el baño, bajo el aguade la ducha, nos excitamos de nuevo y nos enzarzamos en un juego delicioso ypara mí desconocido. Al parecer era la noche en la que yo perdería todas misvirginidades. Con Gloria aprendí a disfrutar de la lluvia dorada.
Sentir, ver, cómo de suvulva salía el cálido líquido y se derramaba sobre mi cuerpo. Orinar sobre surostro, sus pechos, abrazarnos empapados del líquido elemento. Besándonos,saboreando nuestras emisiones de la boca del otro, era algo nuevo, extraño,distinto a lo que había experimentado jamás. Y me encantaba. Alcanzamos elorgasmo casi simultáneamente. Gloria era experta en retrasarlo o adelantarlopara que coincidiera con el mío y eso era muy placentero.
Los dos caímos rendidosen el plato de la ducha. Acariciándonos, dejando que el agua resbalara pornuestros cuerpos.
Nos terminamos de asear yenvueltos en sendas toallas fuimos al cuarto donde nos acostamos, quedandodormidos de inmediato.
Me despiertan los ruidosdel trasteo en la cocina. Estoy solo, desnudo. Me pongo un pantalón corto, conlo que suelo estar en casa y bajo a ver qué hacen.
Las dos jovencitas estánhablando con Gloria.
—Siéntate y desayunapapá, porque, tu eres mi papá… ¿no? Mamá me ha dicho lo que yo ya sabía… Tehemos preparado un par de huevos fritos con bacon. Lo necesitas después de lanochecita que nos has dado. Jajaja. — Casi no recordaba la risa de mi hija.
Doy buena cuenta de loshuevos y el café.
Vienen Carlos y Marta.
—¡Ni hablar, yo no duermomás en el suelo! ¡Pablo!… ¡Dame dinero para un hotel! — Grita Marta sofocada.
—Ni lo sueñes Marta. Noos entregaré ni un euro. Haciendo un esfuerzo esta noche la pasaréis los dos enun hostal; mañana tendréis los pasajes para Bogotá y enlazaréis con un vuelopara España. Lo tengo ya programado. Esto o pasáis la noche en un banco delparque.
—¿Cómo vamos al hotel?
—Os llevará un taxi.Ahora bien, si no cumplís yo no quiero saber nada de vosotros.
La despedida entreEloísa, su hermano y su madre fue fría, sin afecto… Me preguntaba ¿Qué lehabría ocurrido a mi hija para comportarse así?
Ya tenía la reserva hechaen un hotel cercano donde me alojé cuando llegué a esta ciudad, hasta queencontré mi casa. Una agencia de viajes con la que trabajaba tenía ya lasreservas de los pasajes de avión y la orden de llevarlos al hotel. En este lesentregarían algún dinero para gastos de viaje, comidas…
Les di de plazo tres díaspara llegar a La Carolina. Pasado este periodo y a una hora determinada lesllamaría al teléfono de un bar del pueblo. Abrirían una cuenta en un banco y medarían los datos para ingresarles la paga mensual durante seis meses. Después,me desentendería de ellos.
Efectivamente los plazosse cumplieron y nosotros reanudamos nuestra vida casi normalmente. Pasaron unassemanas.
Una noche, tras la cena…
—Pablo, tenemos quehablar… No quiero que te enfades.
—Tú dirás, Gloria. ¿Quéocurre?
—Pues que… las niñasestán liadas…
—¿Cómo que liadas?
—Síi, liadas; que secomen la papaya, vamos.
—Bueno, ¿y qué pasa? Silo pasan bien y no le hacen daño a nadie…
—Entonces ¿no te preocupaque sean lesbianas?
—Pues no. ¿Y a ti? ¿Tepreocupa? Yo ya hace años que no veo lo de la homosexualidad como algo malo. Esotra forma de entender el sexo; si se quieren ¿quiénes somos nosotros parajuzgarlas? Peor me hace sentir lo que ocurrió entre nosotros tres y lo hesuperado. Y de todos modos no creo que sean lesbianas… En todo caso bisexuales,o sea, podrán disfrutar más que los heteros… ¿no?
—Aquí vienen…
—Papá, queremos hablarcontigo de algo…
—Ya lo sé, Eloísa. Habéisdescubierto otra forma de amar ¿no? ¿Sois felices?
—¿Ya se lo habías dichomamita?… Sí, papito, quiero a mi hermana, somos felices y solo me entristecíaque tú no vieras bien lo que hacemos. Además… le he contado lo que ocurrióentre nosotros… — Dijo Sandra.
—¿Y tú, que piensasEloísa?
—¿Te digo la verdad? Silo que me ha dicho Sandra es cómo ocurrió, siento envidia por no haber sido yoquien perdiera la virginidad contigo… Por qué… Para mí fue un horror… — Comenzóa llorar… Nos abrazamos y traté de calmarla, acariciar su cabello, enjugar suslágrimas…
—¿Qué te pasó pequeña?
—Fue por culpa de mamá.Tras descubrir que se acostaba con Carlos y Damián me obligaron a acostarme conellos y sacar fotos y videos para que no pudiera decir nada. La primera vez mesujetaron mamá y Carlos para que Damián me… ¡Qué vergüenza! Lo pasé muy mal, papá. Fue un bruto y me dolió mucho,sangré; pero no contentos con lo que me hizo él, Carlos, mi hermano, mi ídolo…También me poseyó, no solo por delante… También por detrás. Fue la peorexperiencia de mi vida… Al venir aquí, ver cómo te comportas con Sandra yGloria… Me di cuenta de que todo lo que nos había contado mamá sobre ti erafalso. Y cuando Sandra me explicó cómo lo hiciste con ella, la cara defelicidad de Sandra recordando… Quise sentirte a través de ella, que me lohiciera a mí como tú se lo hiciste. Después os hemos escuchado a ti y a Gloriay… Bueno, cómo no encajáis la puerta pues también… hemos visto el cariño conque os amáis.
—Y cada vez que os havisto se ha puesto a llorar cómo una Magdalena, papi. Y al intentar calmarlapues… Nos dimos cuenta de que podíamos hacérnoslo entre nosotras y disfrutar delos orgasmos que desde hace tiempo me niegas… papito. Que últimamente mami teacapara, te tiene para ella sola y yo en la cama comiéndome las uñas…
—Perdóname Sandra. Peroya sabes que hacía verdaderos esfuerzos para estar contigo y lo pasaba mal, sino te amaba me faltaba algo, te quiero mucho Sandra… y te deseo, pero… por otraparte pensaba que no estaba bien lo que hacíamos…
—¿Y a mí, papá? ¿Algunavez podré probar lo que me cuenta Sandra?
—No lo sé. Contigo es másdifícil, eres mi hija… — Eloísa se retorció las manos nerviosa…
—Papá. Lo que te voy adecir puede dolerte mucho y no quiero causarte ningún daño, pero creo que debessaberlo. Es sobre mamá y tú.
—Tú dirás que es eso quetienes que contarme.
—Cuando os separasteismamá empezó a beber, no sé si por soberbia, porqué eras tú quien la habíadejado… En fin; una noche no vino Damián a casa y ella se pasó con el ron cola.La acostamos entre Carlos y yo. Entonces, balbuceando, nos dijo algo que se mequedó grabado a fuego… Ni yo ni mi hermano éramos tus hijos…
Tras la confesión mequedé callado y sonreí.
—¿No te lo crees? Esverdad papá. Nos dijo que tras intentarlo por un tiempo, al no quedarembarazada, recogió semen tuyo y lo llevó a analizar, comprobando que carecíade espermatozoides. O sea, eras estéril y no podías tener hijos. Pero no tedijo nada. Simplemente se dedicó a acostarse con un amigo suyo, de la universidad,hasta que se quedó embarazada y nació Carlos. Cuando le pareció que habíapasado suficiente tiempo volvió a estar con el amigo y quedo embarazada denuevo y nací yo. También nos dijo que ese amigo, nuestro padre biológico,falleció en un accidente de tráfico. Y ahora que lo sabes todo ¿qué piensashacer?
—¿Qué crees que voy ahacer? ¿Decirte que te vayas porque no eres mi hija biológica? No Eloísa… No meconoces. Mira a Sandra, ella tampoco lo es y la quiero cómo si lo fuera… Yapenas hace unos meses no la conocía. Y a ti, que te conozco desde que naciste…¿No te voy a querer? Os considero, sois mis hijas y Gloria mi mujer, vuestramadre. Y si me has dicho esto para que puedas acostarte conmigo, al no haberconsanguineidad, no era necesario. Lo que me frena para tener relacionescarnales con Sandra y contigo es el posible daño que podáis sufrir, el daño quepueda haceros en vuestras futuras relaciones. Respecto a la historia que noshas contado… Yo lo sabía todo. Desde el principio. Porqué tuve unas fiebressiendo niño que me convirtieron en estéril. Cuando supe que tu madre estabaembarazada sabía que el padre era otro y lo averigüé. Y no fueron dos, ni tresveces que follaron los dos. Es más hubo otro amigo que también participó, perono dije nada. Pensé que Marta tenía derecho a ser madre y lo dejé correr. Entreotras cosas porqué lo hizo de forma discreta, nadie lo supo en nuestro entorno.Además el accidente que se llevó por delante a tu progenitor me llevó a pensarque no debíais quedaros sin padre. Todo fue bien hasta que pasaron los años ytu madre se desmadró. Lo que yo no podía soportar es que sus correrías fueranla comidilla de nuestros conocidos y se mofaran en mi cara. Eso fue lo que meocurrió en el Club de Campo. Tú y tu hermano ya erais mayores y podríaisdefenderos solos. Tú no eres responsable de lo que hizo tu madre.
—Vaya, yo no sabía nadade eso. Y supongo que mamá tampoco era conocedora de que tú ya lo sabias.Entonces podemos… — Eloísa dudaba
—¿Tener sexo? ¿Terefieres a eso? — Pregunté.
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