TENERCORAZON
Soy una pelotuda. Lo sé. Escorpiana terca, siempre quiero lo que me dicen que no es para mÃ. Y lo querÃa a él. Lo bueno de mis cuarenta y tantos es que ya pensaba menos con el bobo y los impulsos lograba dominarlos. Casi siempre. HabÃa decidido no volver a verlo después de esa noche. Tuvimos tan buen sexo que inspiró todas mis pajas por 15 dÃas. Pero no se lo dije. A los lindos no hace falta inflarles el ego, porque si se les pincha pierden la gracia. Él me escribÃa, y yo intentaba ser cortés y no traslucir nada de lo que sentÃa. Me tiró de vernos varias veces, y puse algunas excusas muy creÃbles .Una tarde me llamó, y no sé si es porque estaba ovulando o mà concha lo extrañaba, acepté verlo .Otra vez dije a cuál telo querÃa ir. Pasó a las 9 de la noche súper puntual .Cuando Ãbamos en camino, agarró para otro lado. Pregunté. "Vamos a mi casa". Odio ir a las casas. Algunos no tienen un toallón limpio y otros son tan histéricos que un poco más y me hacen dejar la cama tendida. Y ni hablar si me excito mucho y empiezo a mojar. Tengo que estar frenando a cada rato para cuidarles el colchón. Una verga y de las feitas. Llegamos. Estacionó, bajamos y me invitó a pasar. Todo muy pulcro. La observación me duró poco. Otra vez me estampó contra la pared. Me besaba y me olvidé de todo. No les ha pasado que hay momentos con personas que les hacen irse de este mundo ? Él hacÃa eso. Nos comÃamos las bocas, mordidas, chupones. Succioné su lengua, y élla mia. TenÃa un poco de barba crecida y hasta sentir como me raspaba la piel del cuello ylos hombros me calentaba. Nos tocábamos por encima de la ropa. Susurraba palabras cargadas de belleza contra los muros de mi cordura. Respiraba su perfume, lo besaba de nuevo, hasta quedarme sin aire. Nos separamos porque necesitaba desnudarlo. Me llevó de la mano al living, un vino y dos copas. No. No. No. Estaba cebada y lo querÃa a él. Le desprendà el jean lo suficiente para sacar su pija dura y húmeda. Lo empujé contra el respaldo del sillón. Me arrodillé entre sus piernas y lo adoré. Mientras jugaba con el glande, fui bajando el pantalón junto con el bóxer. Hasta que quedó desnudo de la cintura para abajo. Sus piernas eran hermosas. Las acaricié mientras mà lengua saboreaba el precum. Empecé a chupar con todo el amor del mundo. A tragar hasta que las lágrimas llenaban mis ojos. Sin dejar de mirarlo. Escupiendo saliva y volviendo a chupar. Bajando hasta sus huevos. Por Dios. Perfectos. Suaves. Lo masturbaba mientras los lamÃa. Suavemente fui bajando un poco más. Pocos hombres reconocen que mueren por un beso negro. Subà otra vez al glande y le pregunté si podÃa hacérselo. "Haceme lo que quieras" Lo hubiese encadenado en mà sótano si tuviera uno. Pero no se lo dije. Lo hice que se pare, lo terminé de desnudar. Y ahora si, en cuatro. Admiré su cuerpo. Y aún más, su entrega. Acaricié ese culo perfecto, empecé a morderlo suavemente, mientras lo masturbaba. "Abrite para mÃ" Lo hizo. Pude ver su agujero apretado, mientras en mis manos su pija se endurecÃa todavÃa más. Primero fue un roce demi boca, que sintiera mi aliento sobre la piel. Lo humedecÃ. Froté con mis labios, la saliva caliente del hambre que ese hombre me despertaba. Empecé a chuparlo, a intentar abrirlo con mà lengua. Sus gemidos me guiaban. El temblor de su cuerpo. SentÃa como se aflojaba y mà lengua ya lo penetraba, rendido a mÃ. Humedecà un dedo y lo penetré, se tensó. Lamà sus huevos, mientras mà otra manolo masturbaba suavemente. Se relajó otra vez y seguà penetrándolo. La rugosidad de su punto P me dio la bienvenida. El gemido y los jadeos suyos, me lo confirmaron…Empecé a masajearlo. Lo hice incorporarse para poder acompañar el masaje y la paja que le estaba haciendo. Faltaba nada para que acabe. Empecé a hablarle sucio. A exigirle que me diera su leche, sus morbos. Estaba al borde. Y lo empujé hacia el abismo. Acabó de una manera brutal. Con un grito. En mi mano yen la suya. Se mareó un poco. Lo sostuve hasta que logro derrumbarse sobre el sillón. Con los ojos cerrados. Y el pecho agitado. Lo contemplé. Quienes carecemos de belleza, cuando la vemos, la valoramos más. Busqué el baño. Me lavé las manos. Acomodé un poco mi maquillaje y mi pelo. Cuando volvà al living estaba dormido. Llamé un taxi. Mientras esperaba, descorché el vino y me tomé una copa a su salud. SabÃa que no lo podÃa ver otra vez. Cuando llegó el auto, lo besé apenas y me fui. Le di la dirección de un chongo con el que nos conocÃamos desde hace mucho. Le avisé que iba. Un "Ok" Llegué al departamento, y solo le dije "Cógeme" Estaba empapada. Cómo a él le gusta. Me chupó la concha como sabÃa que me gusta. Me mandó la verga en el ángulo exacto que nos queda cómodo a los dos. Bombeó lo suficiente para que nos alcance el orgasmo casi al mismo tiempo. Y me dejó la leche en las tetas como cada vez que nos vemos. Solo que cuando fui a ducharme, en lugar de decirle queme dé más pija, le pedà que me abrace y me largué a llorar. Los monstruos tenemos corazón. Ya veces es tan terco, que nos mata de amor.
Soy una pelotuda. Lo sé. Escorpiana terca, siempre quiero lo que me dicen que no es para mÃ. Y lo querÃa a él. Lo bueno de mis cuarenta y tantos es que ya pensaba menos con el bobo y los impulsos lograba dominarlos. Casi siempre. HabÃa decidido no volver a verlo después de esa noche. Tuvimos tan buen sexo que inspiró todas mis pajas por 15 dÃas. Pero no se lo dije. A los lindos no hace falta inflarles el ego, porque si se les pincha pierden la gracia. Él me escribÃa, y yo intentaba ser cortés y no traslucir nada de lo que sentÃa. Me tiró de vernos varias veces, y puse algunas excusas muy creÃbles .Una tarde me llamó, y no sé si es porque estaba ovulando o mà concha lo extrañaba, acepté verlo .Otra vez dije a cuál telo querÃa ir. Pasó a las 9 de la noche súper puntual .Cuando Ãbamos en camino, agarró para otro lado. Pregunté. "Vamos a mi casa". Odio ir a las casas. Algunos no tienen un toallón limpio y otros son tan histéricos que un poco más y me hacen dejar la cama tendida. Y ni hablar si me excito mucho y empiezo a mojar. Tengo que estar frenando a cada rato para cuidarles el colchón. Una verga y de las feitas. Llegamos. Estacionó, bajamos y me invitó a pasar. Todo muy pulcro. La observación me duró poco. Otra vez me estampó contra la pared. Me besaba y me olvidé de todo. No les ha pasado que hay momentos con personas que les hacen irse de este mundo ? Él hacÃa eso. Nos comÃamos las bocas, mordidas, chupones. Succioné su lengua, y élla mia. TenÃa un poco de barba crecida y hasta sentir como me raspaba la piel del cuello ylos hombros me calentaba. Nos tocábamos por encima de la ropa. Susurraba palabras cargadas de belleza contra los muros de mi cordura. Respiraba su perfume, lo besaba de nuevo, hasta quedarme sin aire. Nos separamos porque necesitaba desnudarlo. Me llevó de la mano al living, un vino y dos copas. No. No. No. Estaba cebada y lo querÃa a él. Le desprendà el jean lo suficiente para sacar su pija dura y húmeda. Lo empujé contra el respaldo del sillón. Me arrodillé entre sus piernas y lo adoré. Mientras jugaba con el glande, fui bajando el pantalón junto con el bóxer. Hasta que quedó desnudo de la cintura para abajo. Sus piernas eran hermosas. Las acaricié mientras mà lengua saboreaba el precum. Empecé a chupar con todo el amor del mundo. A tragar hasta que las lágrimas llenaban mis ojos. Sin dejar de mirarlo. Escupiendo saliva y volviendo a chupar. Bajando hasta sus huevos. Por Dios. Perfectos. Suaves. Lo masturbaba mientras los lamÃa. Suavemente fui bajando un poco más. Pocos hombres reconocen que mueren por un beso negro. Subà otra vez al glande y le pregunté si podÃa hacérselo. "Haceme lo que quieras" Lo hubiese encadenado en mà sótano si tuviera uno. Pero no se lo dije. Lo hice que se pare, lo terminé de desnudar. Y ahora si, en cuatro. Admiré su cuerpo. Y aún más, su entrega. Acaricié ese culo perfecto, empecé a morderlo suavemente, mientras lo masturbaba. "Abrite para mÃ" Lo hizo. Pude ver su agujero apretado, mientras en mis manos su pija se endurecÃa todavÃa más. Primero fue un roce demi boca, que sintiera mi aliento sobre la piel. Lo humedecÃ. Froté con mis labios, la saliva caliente del hambre que ese hombre me despertaba. Empecé a chuparlo, a intentar abrirlo con mà lengua. Sus gemidos me guiaban. El temblor de su cuerpo. SentÃa como se aflojaba y mà lengua ya lo penetraba, rendido a mÃ. Humedecà un dedo y lo penetré, se tensó. Lamà sus huevos, mientras mà otra manolo masturbaba suavemente. Se relajó otra vez y seguà penetrándolo. La rugosidad de su punto P me dio la bienvenida. El gemido y los jadeos suyos, me lo confirmaron…Empecé a masajearlo. Lo hice incorporarse para poder acompañar el masaje y la paja que le estaba haciendo. Faltaba nada para que acabe. Empecé a hablarle sucio. A exigirle que me diera su leche, sus morbos. Estaba al borde. Y lo empujé hacia el abismo. Acabó de una manera brutal. Con un grito. En mi mano yen la suya. Se mareó un poco. Lo sostuve hasta que logro derrumbarse sobre el sillón. Con los ojos cerrados. Y el pecho agitado. Lo contemplé. Quienes carecemos de belleza, cuando la vemos, la valoramos más. Busqué el baño. Me lavé las manos. Acomodé un poco mi maquillaje y mi pelo. Cuando volvà al living estaba dormido. Llamé un taxi. Mientras esperaba, descorché el vino y me tomé una copa a su salud. SabÃa que no lo podÃa ver otra vez. Cuando llegó el auto, lo besé apenas y me fui. Le di la dirección de un chongo con el que nos conocÃamos desde hace mucho. Le avisé que iba. Un "Ok" Llegué al departamento, y solo le dije "Cógeme" Estaba empapada. Cómo a él le gusta. Me chupó la concha como sabÃa que me gusta. Me mandó la verga en el ángulo exacto que nos queda cómodo a los dos. Bombeó lo suficiente para que nos alcance el orgasmo casi al mismo tiempo. Y me dejó la leche en las tetas como cada vez que nos vemos. Solo que cuando fui a ducharme, en lugar de decirle queme dé más pija, le pedà que me abrace y me largué a llorar. Los monstruos tenemos corazón. Ya veces es tan terco, que nos mata de amor.
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