(marce)
La verdad que le era muy difícil a Alejandra convivir con su hermano mayor, éste vivía acosándola como si fuera la única mujer que había en la faz de la tierra. Se pasaba la vida encerrado en su cuarto esperando a que ella llegara para hacerle la vida imposible.
Que adonde había ido, que con quien se había encontrado, porque tardó tanto en regresar a su hogar, así hubiera regresado antes de que oscureciese. La celaba tanto como si fuese su novio y era solamente su hermano mayor.
Además Alejandra estaba segura que su hermano la espiaba cuando ella estaba en su cuarto, lo supo desde la vez que lo pescó espiándole mientras se daba una ducha o mejor dicho mientras se secaba después de la ducha.
Fue en esa oportunidad que mientras ella observaba su cuerpo desnudo en el espejo del baño, sintió un pequeño ruido tras la puerta que le pareció muy sospechoso y entonces se agachó para mirar por el agujero de la cerradura y vio que alguien había allí observando y éste era su hermano.
- Lucio – le gritó – que haces? Me estás espiando, maldito degenerado.
- Para lo que hay que ver – le contestó descarado y sintió que se marchaba de su lugar tras la puerta.
- Le voy a contar a mamá, no te la vas a llevar de arriba, pajero.
Pero Alejandra no le contó a la madre, porque ella tampoco estaba limpia de conciencia, ya que sabía que su hermano estaba al tanto de alguna de sus correrías, por ejemplo había descubierto accidentalmente un par de porros en la mesa de luz del dormitorio de ella, lo que dio lugar a una pequeña discusión entre ellos.
- Hermanita, me puedes decir que hacen esos dos porros en el cajón de tu mesa de luz?
- Pero como te atreves a revisar mis cosas, basura?
- Cuidado como te diriges a mi, eh? Mejor explícame lo que te pregunté?
- Olvídate del asunto, quieres? Te pido perdón por haberte tratado mal – concluyó Alejandra para terminar la discusión, poniéndole cara de buenita a su hermano para conmoverlo.
- Así me gusta, pero cuídate con lo que fumas por ahí, Ale.
Por esa causa no se animó a hablar con su madre de la conducta del hermano, ya que ella consideraba que era más grave lo suyo que una simple mirada a través de una puerta de baño.
En este estado de cosas, Lucio se envalentonó y supo que podía continuar con su plan de avance hacia su hermana y se dispuso a observar lo que sucedía puertas adentro del cuarto de Alejandra. Se propuso quedarse en la casa cuando ni su hermana, ni sus padres estaban en ella, para meterse en el cuarto de Alejandra a merodear para ver que más encontraba.
Uno de esos días que estaba husmeando dentro del vestidor de Alejandra, fue sorprendido por la muchacha encargada de la limpieza, que se llamaba Yolanda.
- Que buscas aquí Lucio? Quieres que te ayude? – le dijo la muchacha.
- Eh, no, solo estaba buscando unas llaves que le presté a Ale, no, no te preocupes, tienes que limpiar acá? – el indiscreto muchacho se puso nervioso al ser descubierto por Yolanda y ésta se dio cuenta que mentía por la forma de contestar.
- Si, tengo que hacer el cuarto de tu hermana, pero si tú quieres, vuelvo más tarde.
- No está bien, yo ya me iba, no encuentro mis llaves.
Yolanda era una chica de origen humilde, que había abandonado sus estudios para dedicarse a trabajar, ya que quería salir de la vecindad en donde vivía, abrumada por las malas condiciones de vida, no solo por lo precaria de la vivienda que compartía con su familia, sino también por la presencia de algunos vecinos inescrupulosos, que la asediaban desde pequeña.
A sus 19 años, se había desarrollado con plenitud, a pesar de todas las carencias que tuvo que soportar y se había transformado en una mujer hermosa, bonita de rostro y armónica con su cuerpo. Le gustaba vestir bien, pero su falta de dinero hacía que solo luciera ropa de segunda mano, que la obtenía de donaciones que se hacían en la iglesia de su barrio.
Sabía perfectamente lo que buscaba, quería crecer y ser alguien, por eso se había propuesto trabajar en una casa de familia de buena posición. Entre todos los pedidos de trabajo que encontró, seleccionó los mejores barrios y se ofreció en las casas que a su juicio, pertenecían a gente rica.
Otro requisito que para Yolanda era indispensable, era que los habitantes de la casa que la contratasen a ella, fueran gente de agradable presencia y buen nivel de educación, porque de ellos debía aprender modales y costumbres, para poder equipararse en un futuro a ese tipo de vida.
- - -
Así fue como conoció a Luciana, la madre de Alejandra y Lucio, una mujer que a sus pasados cuarenta años, se la veía joven y saludable, bella de una belleza natural de la cabeza a los pies, además vestía elegantemente y era gustosa de llevar puesto los más ricos perfumes.
Luciana, era de tez blanca, cabello castaño claro, 1.65 metros de estatura y cuerpo generoso, de buenas medidas, bien proporcionado, de largas piernas, pechos turgentes y caderas armoniosas. Sus ojos azules, sus labios carnosos, la hacían ver como una mujer muy atractiva, sensual y siempre dispuesta a regalar una hermosa sonrisa a quien se le dirigiera.
Se había casado muy joven con Francisco, un empresario de la decoración, que había sabido cosechar buenos clientes para el rubro de su negocio y eso lo había encumbrado sobre un pedestal, que hacia que todos aquellos que iniciaban un negocio quisieran contratarlo para que éste les diseñara el interior, las vidrieras y oficinas.
Francisco era un seductor nato, asechado no solo por las mujeres que se conectaban con él por cualquier causa, sino también por algunos hombres. El gustaba y lo sabía y explotaba ese don natural que tenía para seducir a la gente. Así conseguía contrataciones, influencias y sexo.
Luciana se esforzaba al máximo por cuidar a su esposo, que nada le faltara, porque conocía muy bien los dones que tenía para atraer a la gente, que a pesar de estar llegando a los cincuenta años, mantenía intacto su magnetismo.
Luciana fue la encargada de atender y entrevistar a Yolanda, cuando ésta se presentó para cubrir la vacante de mucama en su casa.
- Como es tu nombre? – preguntó Luciana.
- Yolanda, señora.
- Tienes referencia de trabajos anteriores?
- No señora, este será mi primer trabajo si Usted me contrata.
- Entonces te tomaré a prueba, ven que te enseño la casa y te indico tus tareas – le contestó Luciana dándole a entender que la estaba contratando.
La alegría de Yolanda fue máxima, ya que mientras recorría la casa, pudo ver los cuadros con fotos del resto de los integrantes y todos ellos le gustaron. Se trataba de una casa de gente rica, educada y fina, que era todo lo que ella buscaba. Estaba feliz, porque se mudaría a esa casa y viviría con ellos, aprendería sus secretos, sus relaciones y todo lo relativo a su mundo.
Ahora se había encontrado en la habitación de Alejandra, con el hermano de ésta, Lucio, a quien había sorprendido hurgando en el vestidor de la chica. La excusa que puso el muchacho era que buscaba unas llaves, cosa que por supuesto Yolanda no creyó, porque a quien se le podría ocurrir buscar un llavero en una habitación que no es la propia?
No, aquí hay gato encerrado, se dijo Yolanda y ella misma, mientras hacía la limpieza se dispuso a prestar más atención a todo lo que veía o encontraba en esa habitación y más precisamente en el vestidor.
Comenzó a abrir y cerrar todos los cajones, con todo cuidado para no ser descubierta ella misma o dejar algo desacomodado que pudiera llamar la atención de Alejandra.
Pudo encontrar desde vibradores, hasta consoladores, de todo tipo y tamaño, con o sin pilas, con o sin cable, preservativos, cigarrillos, perfumes íntimos, cremas lubricantes y hasta gel íntimo masculino. Yolanda se sonreía porque estaba conociendo un poco más a la hija de su patrona, Alejandra, quien tenía todo el aspecto de una niña inocente, pero que a todas luces no lo era.
Por supuesto que nada tocó, todo quedó en su lugar y a partir de ahora estaría un poco más alerta, para que nada pudiera pasar sin que ella se entere.
Y porque no espiar dentro del cuarto de Lucio, se preguntó. Pero en ese momento no podía hacerlo, él estaba en la casa, más bien se dedicaría a tratar de descubrir que buscaba Lucio dentro de la habitación de su hermana.
En realidad ni Lucio mismo sabía que buscaba, hasta ese momento él solo le había podido descubrir un par de porros en la mesa de luz, que le sirvieron para que Alejandra no lo denunciase ante su madre por espiarla mientras se bañaba.
Lucio sabía que había más, pero no sabía donde buscar. Además quedo mal cuando fue sorprendido por Yolanda, no supo como explicar su actitud y estaba seguro que la villera esa se había dado cuenta que no buscaba llave alguna.
Por un momento se puso a pensar en Yolanda, estaba tirado en su cama, mirando hacia el cielorraso, tratando de hilvanar las ideas. Pensaba en su hermana y también en Yolanda. Ahora se concentraba más en ésta última, estaba buena la morocha, se decía, poniéndole algo de ropa fina, arreglándole el cabello y con un poco de perfume, podría llegar a ser un plato interesante.
Tendría novio? Sería virgen? Y si no era virgen, ya habría estrenado todos sus agujeros o le quedaría alguno virgen?
Sin darse cuenta, entre tanto pensamiento caliente, se estaba tocando la verga por sobre el pantalón y ésta se estaba poniendo dura. Se levantó, cerró la puerta de su cuarto, puso algo de música para ahogar cualquier ruido incómodo y se dispuso a hacerse una buena paja pensando en Yolanda. En esa linda negra villera, que tenía un hermoso orto, que cada vez que se agachaba dejaba ver el inicio de su raya de atrás y eso a él lo ponía loco.
Además tenía un hermoso par de tetas, no se las podía ver bien, porque al estar en invierno, la chica vestía siempre con bastante abrigo y no había forma de poder imaginarse el volumen de esos pechos.
Y de pronto se dio cuenta que estaba acabando, es que con tanto pensamiento concentrado en piernas, ortos y tetas, se había puesto muy caliente y no pudo disfrutar mucho su paja, pero si de su acabada, que fue excelente.
Ahora jugaba con su leche, que había derramado sobre una toallita descartable que siempre le sacaba a su madre del baño. Tocaba su leche para poder palpar su consistencia, espesa, calentita y la llevaba con el dedo hasta su nariz, para sentir su aroma y hasta la punta de la lengua, para conocer su gusto.
A todo esto, Yolanda no estaba ajena a lo que estaba pasando en el cuarto de Lucio, si bien no pudo espiar, porque desde el agujero de la cerradura no se alcanzaba a divisar la cama donde éste se pajeaba, pudo escuchar nítidamente cuando le llegó el orgasmo y se retorcía acabando como un caballo. Yolanda, en ese momento sonrió, pensando en el muy pajero que se encontraba tras la puerta y luego se retiró silenciosamente para no ser descubierta por el muchacho, quien saldría en momentos para ir hasta el cuarto de baño a higienizarse.
Ella se quedó a distancia prudencial, para constatar que Lucio hiciera lo que ella imaginaba que iba a hacer. Y acertó. Al momento, Lucio salió con la cara colorada y llevaba dentro de su puño algo que escondía tras su cuerpo, que después supo que era una toallita en donde había derramado su semen. Lo constató cuando el muchacho abandonó el baño. Ella entró para revisar que había cambiado allí desde que hiciera la limpieza y lo único que había cambiado fue una toallita femenina que estaba tirada en el cesto de desperdicios, empapada con un líquido espeso, que supo enseguida que era semen.
Ese aroma ella conocía muy bien, no estaba confundida para nada. Volvió a sonreír, ahora tenía algo de Lucio y algo de Alejandra. Era cuestión de seguir investigando y algo interesante se podría llegar a presentar, estaba segura.
De la cocina de la casa, estaba encargado Tomás. Este señor tenía aproximadamente cincuenta años, era la persona más grande de la casa. Era un hombre pequeño, de contextura física menuda, de baja estatura, de buen humor y muy dicharachero. Le encantaba contar anécdotas de su vida, según él, había sido un don Juan en su juventud, no había mujer que se le resistiera, pero nunca se había casado, ni formado una familia.
Lo que no contaba Tomás era que su atractivo, estaba dado en el tamaño miembro que tenía y eso lo sabían todas las chicas, que hacían cola para estar con él.
Sin embargo hablaba y hablaba, como si se las supiera todas. Eso ponía frenética a Yolanda, pero bueno, era su compañero en la casa y a él ella le preguntaba muchas cosas del movimiento de la familia, como para ubicarse bien y responder de la mejor manera a su trabajo.
Con alguien tenía que hablar y nadie conocía a la familia Paredes como Tomás. El le había contado de las continuas peleas del matrimonio, que por suerte no duraban mucho y no eran fuertes y lo mismo de los hijos de la pareja, restándole importancia a la pelea entre hermanos, que no duraban de un día para el otro.
Tomás trabajaba en esta casa ya que conocía a Luciana desde la infancia, situación ésta que la desconocía Francisco.
Entre su esposa y el cocinero se había dado una relación muy especial, ya que en una oportunidad ella estaba con un noviecito es una plaza, cuando se le aparecieron dos chicos más grandes, que luego de robar y darle una paliza al muchacho, pretendieron violarla a ella. Esto fue advertido por Tomás, que a pesar de no ser un muchacho robusto, se acercó en su ayuda y terminó hospitalizado por los golpes y heridas recibidas en la pelea con los delincuentes. Merced a eso, Luciana salió indemne del atraco que sufrió.
Más adelante quiso el destino que fuera Tomás quien se presentara a cubrir la vacante de cocinero y era Luciana quien entrevistaba a los postulantes. Lo tomó como reconocimiento al gran favor que le había prestado, pero con la condición de que no revelara ante su marido que se conocían de antes de su matrimonio.
- Tomás, no te parece extraño el comportamiento de Lucio con su hermana? – le preguntó Yolanda al cocinero.
- No, para nada, es natural que los hermanos tengan rencillas, además no duran mucho – respondió Tomás.
- Es que hoy lo sorprendí a Lucio revisando el vestidor de Alejandra.
- Tal vez no estaba revisando, porque piensas eso?
- Porque lo vi con mis propios ojos, estaba buscando algo y me dijo que eran unas llaves suyas, yo no le creí por supuesto.
- Porque te pareció que mentía?
- No creo que pueda encontrar unas llaves entre la ropa de su hermana, me entiendes?
- Si, es raro, tienes razón. Mejor no te metas en esas cuestiones, nena.
Pero Yolanda no le hizo caso y siguió hurgando, algo iba a encontrar, su intuición no le podía fallar.
El matrimonio de Luciana y Francisco iba viento en popa, ya había cumplido las bodas de plata, no tenía a los ojos de los demás, fisura alguna. Sin embargo las había, solo que ellos tenían voluntad de repararlas, más que nada privaba la firme decisión de Luciana, quien luchaba a brazo partido cada vez que se encontraba con una piedra en el camino.
Y esas piedras se presentaban a menudo por la condición innata de seductor de su marido. Francisco era un hombre infiel por naturaleza, jamás le había podido ser fiel a ninguna de las tantas novias que tuvo durante su época de soltería y tampoco lo fue cuando se casó con Luciana.
Una de las características de Francisco, era la facilidad que tenía para entablar conversación de cualquier tipo y naturaleza, con personas de distintas edades, sexo y clase social. De esas charlas cada vez que podía sacaba algo a su favor, la amistad de esa persona, una posibilidad de trabajo, de diversión o algo más.
A favor de Francisco jugaba su porte de hombre arrollador, buen mozo, de físico robusto, muy cuidado en su forma de vestir, de arreglarse, que lo hacía muy atractivo, algo muy necesario para el trabajo que el desarrollaba.
Durante el viaje de bodas contrataron un crucero por el Caribe, el barco se desplazaba de una isla a otra y todo era maravilloso para la pareja, tenían mucho sexo, ricas comidas, bailaban a la noche en las discotecas del barco, se mimaban el uno al otro.
Un día de esos, mientras el barco estaba en altamar, Luciana le avisó a su esposo que quería arreglar su cabello en la peluquería de a bordo, lo que le llevaría unas dos o tres horas. Francisco le dijo que se tomase el tiempo que le fuese necesario, que él aprovecharía para recorrer algunas partes del barco que no conocía. Sin embargo lo primero que hizo fue lanzarse a la caza de alguna dama para complacer sus deseos sexuales que no podía reprimir.
Y damas había muchas, de todas las etnias y edades, solteras y casadas. No le fue difícil conseguir una pareja a Francisco, para someter a sus necesidades. Pero en esa oportunidad no se desahogó con una dama, sino que lo hizo con el segundo oficial de la nave, un señor que posiblemente le doblaba en edad, muy apuesto, simpático y extremadamente cariñoso, sobre todo con los hombres con los que conseguía mantener la mirada fija. Y ese había sido el caso de Francisco.
El caminaba por una de las cubiertas del barco, cuando en sentido contrario venía caminando este oficial, cuando levantó la vista para mirar quien venía, notó que esta persona lo venía mirando a los ojos, con una mirada que decía mucho. Por eso Francisco se animó a devolver la mirada, que hizo que el oficial se detuviera y lo invitara a conocer la sala de mandos de la nave.
Así se inició la relación que terminó con Francisco apoyado en una puerta, avistando el horizonte, mientras el oficial arrodillado en el piso le hacía una rica mamada.
- Mmm te gusta como te la chupo? – le decía el oficial.
- Si, sigue, que quiero terminarte, mmm ahh que bueno mmm.
- Vamos a mi camarote, así podemos estar más cómodos.
- No, no tengo tiempo, solo una chupada, si puedo zafar de mi mujer, te busco y te cojo, si?
- Te tomo la palabra, Fran.
Y el oficial se la siguió chupando hasta que recibió la descarga de leche en la boca, que hizo que Francisco lo abandonara para ir en busca de su mujer.
Esa no había sido la primera vez que un hombre se la chupaba a Francisco, ya antes de casarse había tenido otras historias con chicos y con hombres, las que recordaba permanentemente, pero lo correcto en la sociedad y lugar en donde vivía era que los hombres tuviesen parejas mujeres y para no desairar a la familia, él cumplió con ese mandato.
A Francisco le encantaban las mujeres, no podía vivir sin ellas, caminaba por la calle y les decía piropos a lindas y feas, se daba vuelta para mirarles el culo y admiraba las minas con buenos pechos. Aún así, mantenía relaciones con hombres, era su costado oculto, esa faceta de su vida lo convertía en bisexual.
En cambio Luciana siempre tuvo una vida más clara y transparente. Ella era abiertamente heterosexual y practicante del sexo desde muy pequeña. Su primera vez fue con un compañerito de escuela, al que comenzó tocándosela, más tarde haciéndole la paja y terminó chupándosela en su propio dormitorio. Después lo siguió haciendo en el patio, en el baño de su casa, en el de la escuela, atrás de un árbol, en cualquier sitio que le pidiera, porque se había enviciado con esa práctica sexual.
Había días que se la chupaba varias veces, se había convertido en una experta mamadora y eso fue durante su adolescencia. Pero este chico fue rápidamente suplantado por otro mayor, que no se conformó con una simple mamada después del baile y le pidió más.
Luciana no quiso arriesgar más su cuerpo, ya que tenía muy claro que llegaría virgen al matrimonio, así la habían enseñado en su casa y ella estaba dispuesta a obedecer porque le parecía sensato eso que le pedían sus mayores. Por supuesto que nadie le habló del sexo oral y tampoco lo hicieron respecto del sexo anal, así que como este joven era muy apuesto y además tenía un buen tamaño de verga para lo que ella quería, se dispuso a entregarle su colita.
Luciana tomó esta decisión porque una amiga suya siempre le aconsejaba que tener sexo por la cola era muy placentero, pero además le aseguraba no quedar embarazada.
- Mira, he tomado la decisión de ir a la cama contigo, pero solo si lo hacemos por atrás – le dijo a su novio, tratando de convencerlo.
- De acuerdo, lo haremos como tu dices – por algo se empieza, pensó el muchacho, una vez que la tenga desnuda, veremos como hace para defender su cachucha.
A pesar del pensamiento que tenía el muchacho, Luciana pudo defender su parte de adelante y llegar al matrimonio “virgen”.
- Tienes que venir a mi casa a la hora de la siesta, que a esa hora no hay nadie en casa de mi familia – le había dicho Luciana a su chico.
- Después de la escuela paso, como algo en casa y me voy para la tuya.
Luciana le había pedido a su chico que tuviera las máximas precauciones, ya que iba a ser su primera vez. Incluso había tratado de convencerlo de las ventajas del sexo oral, pero no pudo lograrlo y su suerte estaba echada, debería entregar su cola si quería conservar a su noviecito.
- Ven, pasa, entra rápido que no quiero que nadie te vea. A la chica que limpia, le diré que vino una amiga a estudiar y que no nos moleste para nada – y así hizo y en aquel entonces, Luciana contó con la suerte de no tener una empleada en su casa, de los kilates de Yolanda.
- Dale, te sigo – dijo el muchacho sin agregar palabra, venía por la cola de Luciana y su parte de adelante, si las cosas le salían bien.
- Entra, ven – Luciana cerró la puerta de su dormitorio y abrazó a su chico, se apretó contra él tratando de sentir su verga como endurecía con su contacto corporal.
Bajó las manos para tocar ese bulto que se insinuaba cada vez más, hasta que no se pudo contener y se arrodilló a los pies del muchacho, colocando su rostro contra el bulto, tirando mordiscos por sobre el pantalón que agradaban y enardecían más a la verga que permanecía encerrada bajo la ropa. El chico apretó la cabeza de Luciana contra su vientre, bombeando contra ella, ejerciendo presión con sus manos sobre la nuca de la chica, para que no se despegara de donde estaba.
Mucho más no iba a poder aguantar, de un rápido movimiento, sacó la verga afuera y se la ofreció a su novia para que la chupara. Luciana la tomó con sus manos y la metió dentro de su boca, mientras esto hacía miraba desde su posición a su macho con ojos implorantes, de sumisión, de perversión, de lujuria.
Esa tarde, Luciana llevaba puesta una pollerita escocesa, corta, amplia y tableada, medias verdes hasta la rodilla, una polera blanca con un saco colorado, vestimenta que la hacía ver como la típica colegiala buscona.
El muchacho se desesperó con la chupada que le estaba haciendo Luciana, trató de despegarse de ella, cuando vio que iba a acabar, pero la chica se la siguió chupando con más ganas que al principio cuando sintió los primeros temblores que eran señal inequívoca de que venía la leche en segundos.
- Ah perra, no quería terminar así, ahh que putita que eres, ahh mmm toma, perra, más te vale que no derrames nada en el piso, eh? – y el muchacho se vació dentro de la boca de Luciana, muy entrenada en estas cosas.
- Mmm te gustó como te la chupé? Dime que si, mmm glup glup glup.
- Si, pero no te vas a salvar, de aquí no me voy sin cogerte, perrita.
- No quieres que te la vuelva a chupar otro poquito, se buenito.
- No, solo quiero cogerte, te la quiero poner. Ven, suelta la verga y párate.
- Mmm, deja que le doy otros besitos, mmm glup.
- No, ya basta de chupar, sácatela de la boca, no seas puta, quieres?
- Soy tu puta, no te gusta eso?
- Si eres mi puta, vamos a tu cama que te cojo.
- Espera, te la chupo un poquito más.
Fue en esa oportunidad que el chico, la levantó de los pelos y la llevó a los empujones hasta su cama, adonde la tiró boca abajo, levantándole la pollera y corriéndole la tanguita, todo contra la voluntad de Luciana que se resistía tibiamente a abrir sus piernitas y a poner su colita en pompa.
Ahí fue donde se sintió un fuerte azote que le dio el muchacho con la mano abierta y que le cruzó las dos nalgas, dejándole marcados los dedos de la mano en su culito, que se veía de un color rojo vivo, casi en sangre.
- Ay pero que bruto que eres, como me vas a pegar así, eh? – protestó Luciana.
- Te voy a pegar mucho más si no me abres las piernas de una vez.
- Espera, espera, despacio – le decía Luciana cuando sentía el cuerpo del muchacho sobre el suyo y la verga presionando para entrarle en su culo, por cualquier parte menos por el debido.
- Es que así no te va a entrar, ahí no es, ay espera bruto.
- Abre las piernas o te doy más azotes hasta que te dejes coger.
- Yo me dejo, pero ahí no tengo el orto, ay no, ahí no, me haces doler.
Siguieron forcejeando sin éxito, hasta que Luciana le dijo que de esa forma no le iba a entrar por más fuerza que hiciera.
- Déjame que me pongo crema y tú te pones en tu pito, para que patine y entre.
- Bueno trae crema, que estoy muy caliente y no aguanto más.
Luciana sabía esto y quiso aprovechar que su chico estaba a punto de acabar otra vez, sería un polvo muy cortito y tal vez ni le dolería. Se decidió a hacerlo calentar más aún de lo que estaba y antes de alcanzarle la crema se decidió a llevar a su chico al límite de la eyaculación.
- Te gusta mi culito, amor? Mira como me pongo la cremita, vez donde tengo el culito, a ver si ahora me aciertas y me la pones?
Muy descaradamente, había tomado el pote de crema, había girado su cuerpo dándole la espalda al muchacho para que su culo quedara bien expuesto y abriendo bien sus piernas, pasaba su dedo encremado por toda su raya, metiendo algo de lubricante adentro de su orto, siempre a la vista del chico.
Este no podía de la calentura y masajeaba su verga con sus manos, que parecía que iba a estallarle. Luciana se acercó con la crema para pasarla sobre la verga que la iba a penetrar, pero antes de hacerlo le pegó una mamada corta pero intensa, con un mete y saca que casi le provoca el segundo orgasmo.
Cuando lo sintió temblar, se la sacó de la boca y despaciosamente se la untó con bastante crema, para luego darle la espalda en señal de que le entregaba su culo.
- Toma mi culito, te pido por favor que me la metas despacito, eres mi primer hombre, mmm.
- Tendríamos que estar haciéndolo por adelante, pero bueno, vamos puta, agárrala y métela adentro de tu culito rápido porque ya no me aguanto.
- Mmm si, despacito ahh.
- Ahí entra, la sientes?
- Siii, mmm despacito, mmm ahh – era su primera vez, era lógico que le doliera, aunque Luciana no había perdido tiempo y se había dilatado bastante con un aparatito que le había prestado su amiga y mentora, por eso le era soportable la penetración, por eso y porque el pito de su chico no era de los llamados grandes, sino más bien tirando a pequeño.
Su compañera de colegio le había dado todas las indicaciones del caso. Cuando te decidas a hacerlo, tienes que buscarte un muchacho que la tenga chica, para empezar es lo conveniente. Y antes de eso, te aconsejo que te consigas un dilatador anal y lo utilices dos o tres días antes, para que la relación te sea placentera y no sientas el dolor de la primera vez. Luciana siguió al pie de la letra todos los consejos de su amiga y pasó esa primera vez sin mayores inconvenientes.
El muchacho, después que sintió la cabeza de su verga dentro del culo de Luciana, pujó un poco y en dos o tres movimientos se la puso toda adentro. El mete y saca que vino después, habrá durado segundos, ya que en un mínimo tiempo acabó y se desplomó sobre el cuerpo de su chica.
- Uy que rapidito que terminaste, amor – le dijo Luciana, satisfecha de que la verga se fuera desinflando dentro de su culito.
- Es que estaba muy caliente, tienes un culo divino.
- Bueno, ahora déjame que quiero irme a lavar, me duele la colita.
- No quieres que te la haga de nuevo?
- No amor, por ser la primera vez, estuvo bueno, no crees?
Luciana quedó desencantada con el muchacho, ni siquiera se preocupó por acariciar o besar sus pechos, fue directo al grano y además le había dado un fuerte azote con su mano que no le había gustado para nada, se dijo que mejor sacárselo de encima, ya que como hombre no lo veía.
Y así empezó Luciana con ese chico primero y con otros después y siempre o por atrás o por la boca, ya que mantuvo su deseo de entregar la rotura de su himen a quien la llevara al altar, que fue precisamente Francisco.
Hay segunda parte
La verdad que le era muy difícil a Alejandra convivir con su hermano mayor, éste vivía acosándola como si fuera la única mujer que había en la faz de la tierra. Se pasaba la vida encerrado en su cuarto esperando a que ella llegara para hacerle la vida imposible.
Que adonde había ido, que con quien se había encontrado, porque tardó tanto en regresar a su hogar, así hubiera regresado antes de que oscureciese. La celaba tanto como si fuese su novio y era solamente su hermano mayor.
Además Alejandra estaba segura que su hermano la espiaba cuando ella estaba en su cuarto, lo supo desde la vez que lo pescó espiándole mientras se daba una ducha o mejor dicho mientras se secaba después de la ducha.
Fue en esa oportunidad que mientras ella observaba su cuerpo desnudo en el espejo del baño, sintió un pequeño ruido tras la puerta que le pareció muy sospechoso y entonces se agachó para mirar por el agujero de la cerradura y vio que alguien había allí observando y éste era su hermano.
- Lucio – le gritó – que haces? Me estás espiando, maldito degenerado.
- Para lo que hay que ver – le contestó descarado y sintió que se marchaba de su lugar tras la puerta.
- Le voy a contar a mamá, no te la vas a llevar de arriba, pajero.
Pero Alejandra no le contó a la madre, porque ella tampoco estaba limpia de conciencia, ya que sabía que su hermano estaba al tanto de alguna de sus correrías, por ejemplo había descubierto accidentalmente un par de porros en la mesa de luz del dormitorio de ella, lo que dio lugar a una pequeña discusión entre ellos.
- Hermanita, me puedes decir que hacen esos dos porros en el cajón de tu mesa de luz?
- Pero como te atreves a revisar mis cosas, basura?
- Cuidado como te diriges a mi, eh? Mejor explícame lo que te pregunté?
- Olvídate del asunto, quieres? Te pido perdón por haberte tratado mal – concluyó Alejandra para terminar la discusión, poniéndole cara de buenita a su hermano para conmoverlo.
- Así me gusta, pero cuídate con lo que fumas por ahí, Ale.
Por esa causa no se animó a hablar con su madre de la conducta del hermano, ya que ella consideraba que era más grave lo suyo que una simple mirada a través de una puerta de baño.
En este estado de cosas, Lucio se envalentonó y supo que podía continuar con su plan de avance hacia su hermana y se dispuso a observar lo que sucedía puertas adentro del cuarto de Alejandra. Se propuso quedarse en la casa cuando ni su hermana, ni sus padres estaban en ella, para meterse en el cuarto de Alejandra a merodear para ver que más encontraba.
Uno de esos días que estaba husmeando dentro del vestidor de Alejandra, fue sorprendido por la muchacha encargada de la limpieza, que se llamaba Yolanda.
- Que buscas aquí Lucio? Quieres que te ayude? – le dijo la muchacha.
- Eh, no, solo estaba buscando unas llaves que le presté a Ale, no, no te preocupes, tienes que limpiar acá? – el indiscreto muchacho se puso nervioso al ser descubierto por Yolanda y ésta se dio cuenta que mentía por la forma de contestar.
- Si, tengo que hacer el cuarto de tu hermana, pero si tú quieres, vuelvo más tarde.
- No está bien, yo ya me iba, no encuentro mis llaves.
Yolanda era una chica de origen humilde, que había abandonado sus estudios para dedicarse a trabajar, ya que quería salir de la vecindad en donde vivía, abrumada por las malas condiciones de vida, no solo por lo precaria de la vivienda que compartía con su familia, sino también por la presencia de algunos vecinos inescrupulosos, que la asediaban desde pequeña.
A sus 19 años, se había desarrollado con plenitud, a pesar de todas las carencias que tuvo que soportar y se había transformado en una mujer hermosa, bonita de rostro y armónica con su cuerpo. Le gustaba vestir bien, pero su falta de dinero hacía que solo luciera ropa de segunda mano, que la obtenía de donaciones que se hacían en la iglesia de su barrio.
Sabía perfectamente lo que buscaba, quería crecer y ser alguien, por eso se había propuesto trabajar en una casa de familia de buena posición. Entre todos los pedidos de trabajo que encontró, seleccionó los mejores barrios y se ofreció en las casas que a su juicio, pertenecían a gente rica.
Otro requisito que para Yolanda era indispensable, era que los habitantes de la casa que la contratasen a ella, fueran gente de agradable presencia y buen nivel de educación, porque de ellos debía aprender modales y costumbres, para poder equipararse en un futuro a ese tipo de vida.
- - -
Así fue como conoció a Luciana, la madre de Alejandra y Lucio, una mujer que a sus pasados cuarenta años, se la veía joven y saludable, bella de una belleza natural de la cabeza a los pies, además vestía elegantemente y era gustosa de llevar puesto los más ricos perfumes.
Luciana, era de tez blanca, cabello castaño claro, 1.65 metros de estatura y cuerpo generoso, de buenas medidas, bien proporcionado, de largas piernas, pechos turgentes y caderas armoniosas. Sus ojos azules, sus labios carnosos, la hacían ver como una mujer muy atractiva, sensual y siempre dispuesta a regalar una hermosa sonrisa a quien se le dirigiera.
Se había casado muy joven con Francisco, un empresario de la decoración, que había sabido cosechar buenos clientes para el rubro de su negocio y eso lo había encumbrado sobre un pedestal, que hacia que todos aquellos que iniciaban un negocio quisieran contratarlo para que éste les diseñara el interior, las vidrieras y oficinas.
Francisco era un seductor nato, asechado no solo por las mujeres que se conectaban con él por cualquier causa, sino también por algunos hombres. El gustaba y lo sabía y explotaba ese don natural que tenía para seducir a la gente. Así conseguía contrataciones, influencias y sexo.
Luciana se esforzaba al máximo por cuidar a su esposo, que nada le faltara, porque conocía muy bien los dones que tenía para atraer a la gente, que a pesar de estar llegando a los cincuenta años, mantenía intacto su magnetismo.
Luciana fue la encargada de atender y entrevistar a Yolanda, cuando ésta se presentó para cubrir la vacante de mucama en su casa.
- Como es tu nombre? – preguntó Luciana.
- Yolanda, señora.
- Tienes referencia de trabajos anteriores?
- No señora, este será mi primer trabajo si Usted me contrata.
- Entonces te tomaré a prueba, ven que te enseño la casa y te indico tus tareas – le contestó Luciana dándole a entender que la estaba contratando.
La alegría de Yolanda fue máxima, ya que mientras recorría la casa, pudo ver los cuadros con fotos del resto de los integrantes y todos ellos le gustaron. Se trataba de una casa de gente rica, educada y fina, que era todo lo que ella buscaba. Estaba feliz, porque se mudaría a esa casa y viviría con ellos, aprendería sus secretos, sus relaciones y todo lo relativo a su mundo.
Ahora se había encontrado en la habitación de Alejandra, con el hermano de ésta, Lucio, a quien había sorprendido hurgando en el vestidor de la chica. La excusa que puso el muchacho era que buscaba unas llaves, cosa que por supuesto Yolanda no creyó, porque a quien se le podría ocurrir buscar un llavero en una habitación que no es la propia?
No, aquí hay gato encerrado, se dijo Yolanda y ella misma, mientras hacía la limpieza se dispuso a prestar más atención a todo lo que veía o encontraba en esa habitación y más precisamente en el vestidor.
Comenzó a abrir y cerrar todos los cajones, con todo cuidado para no ser descubierta ella misma o dejar algo desacomodado que pudiera llamar la atención de Alejandra.
Pudo encontrar desde vibradores, hasta consoladores, de todo tipo y tamaño, con o sin pilas, con o sin cable, preservativos, cigarrillos, perfumes íntimos, cremas lubricantes y hasta gel íntimo masculino. Yolanda se sonreía porque estaba conociendo un poco más a la hija de su patrona, Alejandra, quien tenía todo el aspecto de una niña inocente, pero que a todas luces no lo era.
Por supuesto que nada tocó, todo quedó en su lugar y a partir de ahora estaría un poco más alerta, para que nada pudiera pasar sin que ella se entere.
Y porque no espiar dentro del cuarto de Lucio, se preguntó. Pero en ese momento no podía hacerlo, él estaba en la casa, más bien se dedicaría a tratar de descubrir que buscaba Lucio dentro de la habitación de su hermana.
En realidad ni Lucio mismo sabía que buscaba, hasta ese momento él solo le había podido descubrir un par de porros en la mesa de luz, que le sirvieron para que Alejandra no lo denunciase ante su madre por espiarla mientras se bañaba.
Lucio sabía que había más, pero no sabía donde buscar. Además quedo mal cuando fue sorprendido por Yolanda, no supo como explicar su actitud y estaba seguro que la villera esa se había dado cuenta que no buscaba llave alguna.
Por un momento se puso a pensar en Yolanda, estaba tirado en su cama, mirando hacia el cielorraso, tratando de hilvanar las ideas. Pensaba en su hermana y también en Yolanda. Ahora se concentraba más en ésta última, estaba buena la morocha, se decía, poniéndole algo de ropa fina, arreglándole el cabello y con un poco de perfume, podría llegar a ser un plato interesante.
Tendría novio? Sería virgen? Y si no era virgen, ya habría estrenado todos sus agujeros o le quedaría alguno virgen?
Sin darse cuenta, entre tanto pensamiento caliente, se estaba tocando la verga por sobre el pantalón y ésta se estaba poniendo dura. Se levantó, cerró la puerta de su cuarto, puso algo de música para ahogar cualquier ruido incómodo y se dispuso a hacerse una buena paja pensando en Yolanda. En esa linda negra villera, que tenía un hermoso orto, que cada vez que se agachaba dejaba ver el inicio de su raya de atrás y eso a él lo ponía loco.
Además tenía un hermoso par de tetas, no se las podía ver bien, porque al estar en invierno, la chica vestía siempre con bastante abrigo y no había forma de poder imaginarse el volumen de esos pechos.
Y de pronto se dio cuenta que estaba acabando, es que con tanto pensamiento concentrado en piernas, ortos y tetas, se había puesto muy caliente y no pudo disfrutar mucho su paja, pero si de su acabada, que fue excelente.
Ahora jugaba con su leche, que había derramado sobre una toallita descartable que siempre le sacaba a su madre del baño. Tocaba su leche para poder palpar su consistencia, espesa, calentita y la llevaba con el dedo hasta su nariz, para sentir su aroma y hasta la punta de la lengua, para conocer su gusto.
A todo esto, Yolanda no estaba ajena a lo que estaba pasando en el cuarto de Lucio, si bien no pudo espiar, porque desde el agujero de la cerradura no se alcanzaba a divisar la cama donde éste se pajeaba, pudo escuchar nítidamente cuando le llegó el orgasmo y se retorcía acabando como un caballo. Yolanda, en ese momento sonrió, pensando en el muy pajero que se encontraba tras la puerta y luego se retiró silenciosamente para no ser descubierta por el muchacho, quien saldría en momentos para ir hasta el cuarto de baño a higienizarse.
Ella se quedó a distancia prudencial, para constatar que Lucio hiciera lo que ella imaginaba que iba a hacer. Y acertó. Al momento, Lucio salió con la cara colorada y llevaba dentro de su puño algo que escondía tras su cuerpo, que después supo que era una toallita en donde había derramado su semen. Lo constató cuando el muchacho abandonó el baño. Ella entró para revisar que había cambiado allí desde que hiciera la limpieza y lo único que había cambiado fue una toallita femenina que estaba tirada en el cesto de desperdicios, empapada con un líquido espeso, que supo enseguida que era semen.
Ese aroma ella conocía muy bien, no estaba confundida para nada. Volvió a sonreír, ahora tenía algo de Lucio y algo de Alejandra. Era cuestión de seguir investigando y algo interesante se podría llegar a presentar, estaba segura.
De la cocina de la casa, estaba encargado Tomás. Este señor tenía aproximadamente cincuenta años, era la persona más grande de la casa. Era un hombre pequeño, de contextura física menuda, de baja estatura, de buen humor y muy dicharachero. Le encantaba contar anécdotas de su vida, según él, había sido un don Juan en su juventud, no había mujer que se le resistiera, pero nunca se había casado, ni formado una familia.
Lo que no contaba Tomás era que su atractivo, estaba dado en el tamaño miembro que tenía y eso lo sabían todas las chicas, que hacían cola para estar con él.
Sin embargo hablaba y hablaba, como si se las supiera todas. Eso ponía frenética a Yolanda, pero bueno, era su compañero en la casa y a él ella le preguntaba muchas cosas del movimiento de la familia, como para ubicarse bien y responder de la mejor manera a su trabajo.
Con alguien tenía que hablar y nadie conocía a la familia Paredes como Tomás. El le había contado de las continuas peleas del matrimonio, que por suerte no duraban mucho y no eran fuertes y lo mismo de los hijos de la pareja, restándole importancia a la pelea entre hermanos, que no duraban de un día para el otro.
Tomás trabajaba en esta casa ya que conocía a Luciana desde la infancia, situación ésta que la desconocía Francisco.
Entre su esposa y el cocinero se había dado una relación muy especial, ya que en una oportunidad ella estaba con un noviecito es una plaza, cuando se le aparecieron dos chicos más grandes, que luego de robar y darle una paliza al muchacho, pretendieron violarla a ella. Esto fue advertido por Tomás, que a pesar de no ser un muchacho robusto, se acercó en su ayuda y terminó hospitalizado por los golpes y heridas recibidas en la pelea con los delincuentes. Merced a eso, Luciana salió indemne del atraco que sufrió.
Más adelante quiso el destino que fuera Tomás quien se presentara a cubrir la vacante de cocinero y era Luciana quien entrevistaba a los postulantes. Lo tomó como reconocimiento al gran favor que le había prestado, pero con la condición de que no revelara ante su marido que se conocían de antes de su matrimonio.
- Tomás, no te parece extraño el comportamiento de Lucio con su hermana? – le preguntó Yolanda al cocinero.
- No, para nada, es natural que los hermanos tengan rencillas, además no duran mucho – respondió Tomás.
- Es que hoy lo sorprendí a Lucio revisando el vestidor de Alejandra.
- Tal vez no estaba revisando, porque piensas eso?
- Porque lo vi con mis propios ojos, estaba buscando algo y me dijo que eran unas llaves suyas, yo no le creí por supuesto.
- Porque te pareció que mentía?
- No creo que pueda encontrar unas llaves entre la ropa de su hermana, me entiendes?
- Si, es raro, tienes razón. Mejor no te metas en esas cuestiones, nena.
Pero Yolanda no le hizo caso y siguió hurgando, algo iba a encontrar, su intuición no le podía fallar.
El matrimonio de Luciana y Francisco iba viento en popa, ya había cumplido las bodas de plata, no tenía a los ojos de los demás, fisura alguna. Sin embargo las había, solo que ellos tenían voluntad de repararlas, más que nada privaba la firme decisión de Luciana, quien luchaba a brazo partido cada vez que se encontraba con una piedra en el camino.
Y esas piedras se presentaban a menudo por la condición innata de seductor de su marido. Francisco era un hombre infiel por naturaleza, jamás le había podido ser fiel a ninguna de las tantas novias que tuvo durante su época de soltería y tampoco lo fue cuando se casó con Luciana.
Una de las características de Francisco, era la facilidad que tenía para entablar conversación de cualquier tipo y naturaleza, con personas de distintas edades, sexo y clase social. De esas charlas cada vez que podía sacaba algo a su favor, la amistad de esa persona, una posibilidad de trabajo, de diversión o algo más.
A favor de Francisco jugaba su porte de hombre arrollador, buen mozo, de físico robusto, muy cuidado en su forma de vestir, de arreglarse, que lo hacía muy atractivo, algo muy necesario para el trabajo que el desarrollaba.
Durante el viaje de bodas contrataron un crucero por el Caribe, el barco se desplazaba de una isla a otra y todo era maravilloso para la pareja, tenían mucho sexo, ricas comidas, bailaban a la noche en las discotecas del barco, se mimaban el uno al otro.
Un día de esos, mientras el barco estaba en altamar, Luciana le avisó a su esposo que quería arreglar su cabello en la peluquería de a bordo, lo que le llevaría unas dos o tres horas. Francisco le dijo que se tomase el tiempo que le fuese necesario, que él aprovecharía para recorrer algunas partes del barco que no conocía. Sin embargo lo primero que hizo fue lanzarse a la caza de alguna dama para complacer sus deseos sexuales que no podía reprimir.
Y damas había muchas, de todas las etnias y edades, solteras y casadas. No le fue difícil conseguir una pareja a Francisco, para someter a sus necesidades. Pero en esa oportunidad no se desahogó con una dama, sino que lo hizo con el segundo oficial de la nave, un señor que posiblemente le doblaba en edad, muy apuesto, simpático y extremadamente cariñoso, sobre todo con los hombres con los que conseguía mantener la mirada fija. Y ese había sido el caso de Francisco.
El caminaba por una de las cubiertas del barco, cuando en sentido contrario venía caminando este oficial, cuando levantó la vista para mirar quien venía, notó que esta persona lo venía mirando a los ojos, con una mirada que decía mucho. Por eso Francisco se animó a devolver la mirada, que hizo que el oficial se detuviera y lo invitara a conocer la sala de mandos de la nave.
Así se inició la relación que terminó con Francisco apoyado en una puerta, avistando el horizonte, mientras el oficial arrodillado en el piso le hacía una rica mamada.
- Mmm te gusta como te la chupo? – le decía el oficial.
- Si, sigue, que quiero terminarte, mmm ahh que bueno mmm.
- Vamos a mi camarote, así podemos estar más cómodos.
- No, no tengo tiempo, solo una chupada, si puedo zafar de mi mujer, te busco y te cojo, si?
- Te tomo la palabra, Fran.
Y el oficial se la siguió chupando hasta que recibió la descarga de leche en la boca, que hizo que Francisco lo abandonara para ir en busca de su mujer.
Esa no había sido la primera vez que un hombre se la chupaba a Francisco, ya antes de casarse había tenido otras historias con chicos y con hombres, las que recordaba permanentemente, pero lo correcto en la sociedad y lugar en donde vivía era que los hombres tuviesen parejas mujeres y para no desairar a la familia, él cumplió con ese mandato.
A Francisco le encantaban las mujeres, no podía vivir sin ellas, caminaba por la calle y les decía piropos a lindas y feas, se daba vuelta para mirarles el culo y admiraba las minas con buenos pechos. Aún así, mantenía relaciones con hombres, era su costado oculto, esa faceta de su vida lo convertía en bisexual.
En cambio Luciana siempre tuvo una vida más clara y transparente. Ella era abiertamente heterosexual y practicante del sexo desde muy pequeña. Su primera vez fue con un compañerito de escuela, al que comenzó tocándosela, más tarde haciéndole la paja y terminó chupándosela en su propio dormitorio. Después lo siguió haciendo en el patio, en el baño de su casa, en el de la escuela, atrás de un árbol, en cualquier sitio que le pidiera, porque se había enviciado con esa práctica sexual.
Había días que se la chupaba varias veces, se había convertido en una experta mamadora y eso fue durante su adolescencia. Pero este chico fue rápidamente suplantado por otro mayor, que no se conformó con una simple mamada después del baile y le pidió más.
Luciana no quiso arriesgar más su cuerpo, ya que tenía muy claro que llegaría virgen al matrimonio, así la habían enseñado en su casa y ella estaba dispuesta a obedecer porque le parecía sensato eso que le pedían sus mayores. Por supuesto que nadie le habló del sexo oral y tampoco lo hicieron respecto del sexo anal, así que como este joven era muy apuesto y además tenía un buen tamaño de verga para lo que ella quería, se dispuso a entregarle su colita.
Luciana tomó esta decisión porque una amiga suya siempre le aconsejaba que tener sexo por la cola era muy placentero, pero además le aseguraba no quedar embarazada.
- Mira, he tomado la decisión de ir a la cama contigo, pero solo si lo hacemos por atrás – le dijo a su novio, tratando de convencerlo.
- De acuerdo, lo haremos como tu dices – por algo se empieza, pensó el muchacho, una vez que la tenga desnuda, veremos como hace para defender su cachucha.
A pesar del pensamiento que tenía el muchacho, Luciana pudo defender su parte de adelante y llegar al matrimonio “virgen”.
- Tienes que venir a mi casa a la hora de la siesta, que a esa hora no hay nadie en casa de mi familia – le había dicho Luciana a su chico.
- Después de la escuela paso, como algo en casa y me voy para la tuya.
Luciana le había pedido a su chico que tuviera las máximas precauciones, ya que iba a ser su primera vez. Incluso había tratado de convencerlo de las ventajas del sexo oral, pero no pudo lograrlo y su suerte estaba echada, debería entregar su cola si quería conservar a su noviecito.
- Ven, pasa, entra rápido que no quiero que nadie te vea. A la chica que limpia, le diré que vino una amiga a estudiar y que no nos moleste para nada – y así hizo y en aquel entonces, Luciana contó con la suerte de no tener una empleada en su casa, de los kilates de Yolanda.
- Dale, te sigo – dijo el muchacho sin agregar palabra, venía por la cola de Luciana y su parte de adelante, si las cosas le salían bien.
- Entra, ven – Luciana cerró la puerta de su dormitorio y abrazó a su chico, se apretó contra él tratando de sentir su verga como endurecía con su contacto corporal.
Bajó las manos para tocar ese bulto que se insinuaba cada vez más, hasta que no se pudo contener y se arrodilló a los pies del muchacho, colocando su rostro contra el bulto, tirando mordiscos por sobre el pantalón que agradaban y enardecían más a la verga que permanecía encerrada bajo la ropa. El chico apretó la cabeza de Luciana contra su vientre, bombeando contra ella, ejerciendo presión con sus manos sobre la nuca de la chica, para que no se despegara de donde estaba.
Mucho más no iba a poder aguantar, de un rápido movimiento, sacó la verga afuera y se la ofreció a su novia para que la chupara. Luciana la tomó con sus manos y la metió dentro de su boca, mientras esto hacía miraba desde su posición a su macho con ojos implorantes, de sumisión, de perversión, de lujuria.
Esa tarde, Luciana llevaba puesta una pollerita escocesa, corta, amplia y tableada, medias verdes hasta la rodilla, una polera blanca con un saco colorado, vestimenta que la hacía ver como la típica colegiala buscona.
El muchacho se desesperó con la chupada que le estaba haciendo Luciana, trató de despegarse de ella, cuando vio que iba a acabar, pero la chica se la siguió chupando con más ganas que al principio cuando sintió los primeros temblores que eran señal inequívoca de que venía la leche en segundos.
- Ah perra, no quería terminar así, ahh que putita que eres, ahh mmm toma, perra, más te vale que no derrames nada en el piso, eh? – y el muchacho se vació dentro de la boca de Luciana, muy entrenada en estas cosas.
- Mmm te gustó como te la chupé? Dime que si, mmm glup glup glup.
- Si, pero no te vas a salvar, de aquí no me voy sin cogerte, perrita.
- No quieres que te la vuelva a chupar otro poquito, se buenito.
- No, solo quiero cogerte, te la quiero poner. Ven, suelta la verga y párate.
- Mmm, deja que le doy otros besitos, mmm glup.
- No, ya basta de chupar, sácatela de la boca, no seas puta, quieres?
- Soy tu puta, no te gusta eso?
- Si eres mi puta, vamos a tu cama que te cojo.
- Espera, te la chupo un poquito más.
Fue en esa oportunidad que el chico, la levantó de los pelos y la llevó a los empujones hasta su cama, adonde la tiró boca abajo, levantándole la pollera y corriéndole la tanguita, todo contra la voluntad de Luciana que se resistía tibiamente a abrir sus piernitas y a poner su colita en pompa.
Ahí fue donde se sintió un fuerte azote que le dio el muchacho con la mano abierta y que le cruzó las dos nalgas, dejándole marcados los dedos de la mano en su culito, que se veía de un color rojo vivo, casi en sangre.
- Ay pero que bruto que eres, como me vas a pegar así, eh? – protestó Luciana.
- Te voy a pegar mucho más si no me abres las piernas de una vez.
- Espera, espera, despacio – le decía Luciana cuando sentía el cuerpo del muchacho sobre el suyo y la verga presionando para entrarle en su culo, por cualquier parte menos por el debido.
- Es que así no te va a entrar, ahí no es, ay espera bruto.
- Abre las piernas o te doy más azotes hasta que te dejes coger.
- Yo me dejo, pero ahí no tengo el orto, ay no, ahí no, me haces doler.
Siguieron forcejeando sin éxito, hasta que Luciana le dijo que de esa forma no le iba a entrar por más fuerza que hiciera.
- Déjame que me pongo crema y tú te pones en tu pito, para que patine y entre.
- Bueno trae crema, que estoy muy caliente y no aguanto más.
Luciana sabía esto y quiso aprovechar que su chico estaba a punto de acabar otra vez, sería un polvo muy cortito y tal vez ni le dolería. Se decidió a hacerlo calentar más aún de lo que estaba y antes de alcanzarle la crema se decidió a llevar a su chico al límite de la eyaculación.
- Te gusta mi culito, amor? Mira como me pongo la cremita, vez donde tengo el culito, a ver si ahora me aciertas y me la pones?
Muy descaradamente, había tomado el pote de crema, había girado su cuerpo dándole la espalda al muchacho para que su culo quedara bien expuesto y abriendo bien sus piernas, pasaba su dedo encremado por toda su raya, metiendo algo de lubricante adentro de su orto, siempre a la vista del chico.
Este no podía de la calentura y masajeaba su verga con sus manos, que parecía que iba a estallarle. Luciana se acercó con la crema para pasarla sobre la verga que la iba a penetrar, pero antes de hacerlo le pegó una mamada corta pero intensa, con un mete y saca que casi le provoca el segundo orgasmo.
Cuando lo sintió temblar, se la sacó de la boca y despaciosamente se la untó con bastante crema, para luego darle la espalda en señal de que le entregaba su culo.
- Toma mi culito, te pido por favor que me la metas despacito, eres mi primer hombre, mmm.
- Tendríamos que estar haciéndolo por adelante, pero bueno, vamos puta, agárrala y métela adentro de tu culito rápido porque ya no me aguanto.
- Mmm si, despacito ahh.
- Ahí entra, la sientes?
- Siii, mmm despacito, mmm ahh – era su primera vez, era lógico que le doliera, aunque Luciana no había perdido tiempo y se había dilatado bastante con un aparatito que le había prestado su amiga y mentora, por eso le era soportable la penetración, por eso y porque el pito de su chico no era de los llamados grandes, sino más bien tirando a pequeño.
Su compañera de colegio le había dado todas las indicaciones del caso. Cuando te decidas a hacerlo, tienes que buscarte un muchacho que la tenga chica, para empezar es lo conveniente. Y antes de eso, te aconsejo que te consigas un dilatador anal y lo utilices dos o tres días antes, para que la relación te sea placentera y no sientas el dolor de la primera vez. Luciana siguió al pie de la letra todos los consejos de su amiga y pasó esa primera vez sin mayores inconvenientes.
El muchacho, después que sintió la cabeza de su verga dentro del culo de Luciana, pujó un poco y en dos o tres movimientos se la puso toda adentro. El mete y saca que vino después, habrá durado segundos, ya que en un mínimo tiempo acabó y se desplomó sobre el cuerpo de su chica.
- Uy que rapidito que terminaste, amor – le dijo Luciana, satisfecha de que la verga se fuera desinflando dentro de su culito.
- Es que estaba muy caliente, tienes un culo divino.
- Bueno, ahora déjame que quiero irme a lavar, me duele la colita.
- No quieres que te la haga de nuevo?
- No amor, por ser la primera vez, estuvo bueno, no crees?
Luciana quedó desencantada con el muchacho, ni siquiera se preocupó por acariciar o besar sus pechos, fue directo al grano y además le había dado un fuerte azote con su mano que no le había gustado para nada, se dijo que mejor sacárselo de encima, ya que como hombre no lo veía.
Y así empezó Luciana con ese chico primero y con otros después y siempre o por atrás o por la boca, ya que mantuvo su deseo de entregar la rotura de su himen a quien la llevara al altar, que fue precisamente Francisco.
Hay segunda parte
1 comentarios - La mucama y el cocinero