Solo soy producto de una noche de ebrios, mis padres se la pasaban discutiendo hasta el límite de la agresión física, en verdad se odiaban.
Mi madre se la pasaba fumando en una vida de holgazana tirada frente al tv, papá vivía de changas, solo para subsistir, y los pocos pesos que ganaba se los gastaba en alcohol, vivía ebrio y cuando el llegaba a casa solo eran problemas tras problemas.
Yo vivía inmersa en esa farsa de familia, muchas veces papá golpeaba a mamá abusando de su fuerza masculina, pero otras, cuando el se perdía en sus bebidas, mamá solía tomarse revanchas.
Los golpes, los gritos, los indultos, las roturas de las cosas de la casa eran moneda corriente.
Tenía apenas siete años cuando vi por última vez a mi madre, la cobarde solo desapareció de nuestras vidas, solo se esfumó, cansada de esa vida de perdedores, un día armó su maleta y solo se fue, a pesar de todas las amenazas que mi padre le tiró sonbre los hombros.
Papá y yo seguimos adelante pero las cosas solo empeoraron, me transformé en centro de todos sus insultos y frustraciones, por mi culpa mamá lo había abandonado, por mi culpa el estaba anclado a esa vida, por mi culpa, solo por mi culpa.
Yo había ocupado el lugar de mi madre con la diferencia que estaba en inferioridad de condiciones, yo solo era su hija.
Las cosas fueron cuesta abajo, todo perdía el sentido, el empezó a traer mujerzuelas a casa, vivía fuera de si, tenían relaciones sin importar que yo viera y a eso de los diez años, cuando las niñas aun juegan con muñecas, yo ya sabía casi todo acerca del sexo, nunca odié a nadie como odié a mi padre. De vez en cuando alguna prostituta de compadecía de mi, pero ella solo estaban vendiendo su tiempo.
Pronto empezarían mis rebeldías, los enfrentamientos, y el no estaba dispuesto a repetir conmigo los días que había vivido con mi madre, el notaba que estaba haciéndome mujer y que tenía dentro todo el odio de tantos años miserables.
Nuestra historia estaba rota y nada cambiaría eso.
Tenía catorce años cuando me hizo acompañarlo, tomamos un tren y paramos en un lugar que desconocía, fuimos con unos tipos raros, de los cuales desconfié, ellos me miraron como quien compra ganado, 'tiene futuro' dijeron, no entendía bien que sucedía, pero vi como le daban varios billetes a mi padre, el solo los contó, dio media vuelta y se fue, sin siquiera mirarme a los ojos, sin decirme una palabra.
Uno de los tipos me enlazó por una de mis muñecas para que no hullera y tuve que seguirlo a la fuerza.
En resumen, papá me había vendido a unos proxenetas que me llevaron a un club nocturno. Fue asqueroso soportar como revisaron mi dentadura, mi trasero y mis incipientes pechos, me manosearon un poco y reaccioné como un potro salvaje, los escupí y ellos solo se largaron a reir, 'es brava, ya la vamos a domesticar...', fue lo que dijeron, hablaban de mi como su nuevo proyecto, calculando cuanto dinero ganarían con alguien tan joven y que obviamente aun era virgen.
Me explicaron como funcionaban las cosas en ese pueblo del infierno, si habría la boca, ellos me encontrarían, si intentaba escapar, ellos me encontrarían, si no trabajaba, no comería, y de mi trabajo dependería mi suerte.
Llamaron a una de las mujeres, Sara, quien era la mujer de confianza, la mano derecha, para que me 'adoctrinara'
Ella me mostró las instalaciones, el escenario donde las chicas bailaban, me explicó que me enseñarían todo sobre el pole dance y me dijo que los tipos iban todas las noches a dejar sus billetes mientras tomaban alguna cerveza.
Me dijo que me acostumbraría a ese mundo, tarde o temprano, todas se acostumbran, también me confió que bailar era bueno, pero era solo el principio, el dinero se hacía en los privados que estaba a los lados, sencillamente si 'enganchabas' a alguien lo llevabas a ese sitio y hacías lo que el te pedía que hicieras, solo bailar en privado para que el tipo se masturbe era lo básico, lo mas barato, seguía chupar un pito, luego oral y vaginal, y lo mas caro era el completo que incluía el anal, demás perversiones solo dependía de cada una.
Mi regalo de quince años fue debutar en esa pasarela, casi desnuda y sentir las manos de extraños poner billetes en mi tanga, ya tenía un cuerpo llamativo y pechos que aun se estaban desarrollando y sentí por primera vez la vida que tendría por delante, danzando en tacos altos, con tangas enterradas en mi culo, con las tetas desnudas solo para extraños desconocidos.
Ya se que estarán pensando, las leyes, la prostitución, menoría de edad, a la mierda con toda esa basura que suena muy lindo para un programa de televisión, en el 'Ciervo Tuerto', como se llamaba el lugar iban todos a comer del mismo plato, como cerdos revolcándose en un chiquero, policías, políticos y jueces se disputaban las chicas en alquiler.
No había lugar donde huir, donde escapar, y estar en ese sitio pestilente era solo una manera de sobrevivir.
A los veinte ya tenía buena reputación, sobresalía por ser mas bonita que la media de las chica, ya era una mujer con muy buenas tetas y mi sensualidad en el caño enloquecía a los hombres, Evaristo y Sandro, los tipos que habían puesto la plata a mi padre, la estaban recuperando con creces con el sudor de mi concha.
Y mi fama también pasaba por lo que sucedía en los privados, era una máquina de sexo, todo por dinero, chupaba entre cinco y ocho vergas cada noche, todos los días, todas las semanas, todos los meses, todos los años. Por dinero hacía todo, vaginal, anal, perversos, sádicos, hice cornuda a la esposa del comisario, de varios políticos, empresarios, y aunque parezca increíble, muy a escondidas atendía al padre Aldo, el cura del pueblo, quien tenía terribles problemas de conciencia, quien me cogía hasta llenar su preservativo de semen, me chupaba las tetas en forma enfermiza, luego se arrodillaba y yo debía azotarlo por la culpa que sentía.
A los veintisiete estaba en la cresta de la ola, tenía el número nocturno central y me había convertido en la joya preciosa del Ciervo Tuerto, Evaristo había fallecido en un accidente, así que Sandro estaba al frente y se estaba llenando de billetes, el ya no quería que fuera a los privados y yo me había puesto exigente, no muchos podían pagar mis tarifas y sabía que tenía que disfrutar mi estrellato mientras durara, era consciente que había algunas jovencitas nuevas que venían empujando muy fuerte desde abajo.
Fue cuando Matías Cervantes apareció en mi vida, un empresario forestal que estaba de paso por el pueblo, con algunos proyectos, con dinero para hacer mas dinero. La noche lo trajo de visita al Ciervo Tuerto y no tardaría en captar su atención, un tipo cuarentón, bien puesto, elegante, de cabellos prematuramente encanecidos y unos peligrosos ojos azules. No tardamos en ir a uno de los privados, el me pidió que bailara para el y que dejara el tiempo fluir, que tal vez una buena mamada no estaría mal.
Cerré los cortinados, solo una tenue luz roja iluminaba el reducido espacio y el aire acondicionado daba un poco de alivio a las altas temperaturas del lugar. Matías lucía una remera blanda super adherida al cuerpo y pude notar que para su edad tenía un pecho y un vientre muy bien dibujado, era evidente que pasaba largas horas en gimnasio, también algo llamativo, pantalón y saco azul oscuro, nadie iba tan elegante a beber unos tragos y pagar por alguna prostituta de ocasión. Olía muy bien, muy rico, con un perfume que adiviné demasiado costoso.
Yo estaba casi desnuda, esa noche tenía unas botas a la rodilla, con mas de veinte centímetros de taco, una tanga hilo dental en dorados apenas cubría mi conchita, mis pechos desnudos, mi cabello recogido, aros y sensual maquillaje con largas pestañas postizas.
Solo empecé a mover mis caderas de lado a lado al compás de la música, sensual, provocativa, noté de inmediato como los ojos de Matías se perdían irremediablemente admirando el tamaño de mis tetas, me susurró que bonitos eran mis pezones e intentó acariciarlos. Solo retrocedí lo suficiente para que el no llegara a tocarlos, lo justo y necesario para que estirando su brazo, sus dedos inquietos quedaran a centímetros de mi piel, yo solo me seguía moviendo y le regalé una sonrisa, él viendo mi reacción me susurró
Te gusta jugar a ala mala?
Fue cuando me arrodillé y como una tigresa caminé a su encuentro en cuatro patas, el abrió sus piernas y me permitió avanzar, besé su sexo por encima del pantalón, noté una rica dureza contenida, lo miré a los ojos, fijamente, quemándolo con la mirada, mis manos expertas aflojaron su cinturón, soltaron el botón y bajaron su cremallera, saqué entonces su verga, de normal tamaño, tirando a pequeña, empecé a masturbarlo y normalmente debería haber colocado un preservativo, pero no lo hice, en años de prostituta sería la primera vez, fue un instinto femenino.
Bajé mi rostro y empecé a chupársela muy rico, yo siempre lo hacía a gusto del cliente y noté como el empujaba mi cabeza hacia abajo dándome a entender que quería que se la comiera toda, empuje un poco y otro poco más hasta que mis labios llegaron a sus testículos, sentía su glande acariciar mi garganta y ahí me quedé jugando, lentamente, muy lentamente, sin prisa, sin pausa, era la mejor del lugar y se lo estaba probando.
Sentí sus gemidos, sentí sus contracciones, solo seguí jugando, solo lo dejé venir, mi boca se llenó con su semen caliente, traté de no tragar todo pero acababa como un caballo, yo solo seguí jugando hasta que nada mas salió de su verga.
Tenía mi boca llena se leche que poco a poco diluía con saliva, el me miraba recobrando el aliento entonces dejé caer lentamente la mezcla por mis labios, por mi pera, por mi cuello, el líquido rodó por mis tetas y me unté con el los pezones. Matías me llevó a su lado, frente a frente, abrí mis piernas y me senté sobre las suyas, mis tetas quedaron a la altura de su rostro y dejé que me las comiera a besos y mordiscos, sus manos se prendieron a mis glúteos y por primera vez, la fría máquina sexual en la que me había transformado estaba en problemas, sentí tambalear toda mi vida a su lado, era hipnótico, busqué su boca con mi boca y nos fundimos en un enorme beso en el cual sentí su lengua meterse hasta el fondo de mi garganta.
En lo mejor, Matías me apartó de su lado y dijo
Suficiente por hoy.
Al tiempo que contaba sus billetes para pagar mis servicios, yo estaba acostumbrada a esto, así terminaban las cosas pero por alguna extraña razón le dije que volviera a visitarme.
Nunca voy a olvidar que cuando fui a la cama repensé todo lo sucedido, lo había besado y mi regla era no besar a nadie en la boca jamás, pero Matías era diferente, acaricié mis pezones sin quererlo, y acaricié mis curvas imaginando que el me acariciaba, bajé mi tanga, mi vagina estaba toda mojada, acaricié mi clítoris enorme a tacto, que mierda, me puse de lado, sentía mis jugos chorrear por mis piernas, metí mis dedos en mi conchita y me masturbé con locura con fiereza y no paré hasta tener un enorme orgasmo.
Llevé mis dedos mayor y anular desde los profundo de mi sexo a lo profundo de mi boca, me gustaba mi sabor, me gustaba como sabía y siempre que me masturbaba terminaba bebiéndome mis propios jugos, solo que esta vez, imaginaba que era Matías quien me lamía los dedos.
Con el correr de los días Matías se haría costumbre en mi vida, el me visitaba noche a noche y gastaba fortunas por mi compañía, pagó por un oral, pagó por un vaginal, y también pagó por un anal, una, diez, cien veces. Hablábamos mucho, le conté mi historia de vida, de mi infancia, de como había llegado a ese lugar, el me habló de su frígida esposa a quien ya no amaba y como se metían los cuernos mutuamente, también de sus hijos, y también de sus proyectos, me dijo que era un trotamundos y que solo buscaba oportunidades y negocios, y me dijo que como había llegado, algún día se iría.
El solo tenía palabras dulces para con mi persona, me traía regalos cada noche, después de mi show y antes del sexo me daba algún que otro chocolate, yo lo retaba porque me haría engordar pero ciertamente se me hacían irresistibles.
El me preguntaba después de coger si yo me iría con el si se diera la oportunidad, hasta me dijo que me amaba.
Y Matías me daba alas para creer, me decía que era especial, única, no quería que tuviera sexo con nadie mas que no fuera el y yo solo naufragué sin proponérmelo, fue tarde cuando me di cuenta lo que sucedía, cometí el error que una mujer de mi target no puede cometer, me había enamorado de mi cliente, me había creído el cuento de Cenicienta y vi en el ese príncipe perfecto con el que todas sueñan alguna vez.
Por primera vez en mi vida de prostituta dejé de usar preservativos, por primera vez alguien me llenaba la vagina de semen y por primera vez no sentía asco cuando un tipo me tocaba, por primera vez sentí mariposas en el estómago, por primera vez me sentía mujer en esa mierda de vida que llevaba y pro primera vez mis orgasmos no eran fingidos.
Llegó el embarazo, no lo busqué, solo llegó, y fue cuando mi castillo de cristal se hizo añicos.
Conocería al verdadero Matías, el tipo de negocios, frío y calculador, cuando le conté que sería padre se empezó a reir, 'él padre? que chiste, que yo fuera madre no implicaba que él fuera padre, no podía hacerle bromas de tan mal gusto, si yo solo era una prostituta que me acostaba con cualquiera, cuales serían las posibilidades de que el fuera padre? uno sobre cien?'
Qué iba a decirle? que sentido tenía? me rompió el corazón, lo mio era solo un acto de tonto amor, y si bien el siguió asistiendo por un tiempo al pub, ya jamas volvimos a hablarnos, me daba asco solo sentir su presencia y me ponía a llorar como una tonta, él lo había dejado muy claro, yo era solo una prostituta del montón.
El siguiente tema sería enfrentar a Sandro, yo pisaba los treinta y ya estaba cansada de esa vida, además una mujer embarazada no cuadraría en ese sitio. El me escuchó atentamente, y su propuesta era la lógica, la salida que proponía siempre, lo que sucedía siempre, un aborto, el tenía los lazos con un par de médicos que casualmente eran clientes del Ciervo Tuerto y siempre atendía a las chicas que se equivocaban, como el decía.
Pero yo no quería abortar, lo que tenía en el vientre era fruto de mi amor, de mi ilusión y le propuse una locura, seguir bailando, como fuera, dejando a los clientes ver como poco a poco crecía mi panza. No lo convencí de inmediato, es mas, Sandro rehusaba a darme la derecha, pero en verdad el sabía que estaba en deuda conmigo, naturalmente yo debería haberlo odiado por la vida que me había dado, pero asumo que en esos años con las chicas fui mas feliz que con mis propios padres.
Pasados los primeros días de náuseas naturales, mi pancita empezó a crecer lentamente, y juro que fueron los días mas felices de mi vida, nadie bailaba con un embarazo, nadie tenía sexo en el Ciervo Tuerto con un embarazo, sin embargo los tipos se volvían locos, pagaban fortunas para cogerse ala embarazada, muchos disfrutaban tirando el semen sobre mi vientre y fui una pionera en el lugar bailando pool dance con una enorme panza. Me sentía feliz, quería vivir mi presente y vivir a pleno mis nueve lunas, no me interesaba el futuro que se avecinaba, pensar que haría con un niña? porque ya sabía que era niña.
Cursaba mi octavo mes de gestación, sentía los movimientos inquietos de Malena en mi vientre, inquieta como la madre, y en esos días tuve la suerte que nadie tiene, Sandro venía con unos problemas de salud, le encontraron un cáncer de próstata fulminante, no había mucho por hacer, vivía con sobredosis de morfina para soportar los dolores de una metástasis incontrolable, el futuro del Ciervo tuerto estaba a la deriva y Berenice, una chica afro de piel negra como la noche venía a ocupar mi lugar, era sencillamente perfecta y los tipos del pueblo se enamoraron de ese cuerpo especial, fuera de lo común, mi ocaso había llegado.
Mi último baile fue solo dos días antes de parir, con quince quilos de sobrepeso, me sentía hermosa, haciendo un baile en el caño completamente desnuda, con mi enorme panza, mostrando mi sexo a quien quisiera verlo, y sintiendo los silbidos entre aroma a cigarros y ruidos de botellas de cerveza, y sabía que sería mi despedida de ese antro, no pensaba volver y solo busqué mi momento para escapar de esa prisión eterna.
Llegó el parto, todo fue de maravillas y apenas pude ponerme de pie tomé un tren con destino incierto, mientras mas lejos mejor.
Hoy Malena tiene cinco años y ya cursa sus primeros años de estudio, es mi razón de vivir y le doy todo el amor que me faltó en mi infancia, para ella soy una mamé perfecta, algun día tendré que sentarme a contarle mi vida, y quien fue su padre.
Entre otras cosas con las que me gano la vida, hoy dedico mi tiempo a una ONG, a sacar chicas abusadas como yo lo fui, de hogares donde no hay amor, y de prostíbulos corruptos como el Ciervo Tuerto, donde pequeñas inocentes son obligadas a prostituirse cuando deberían aun jugar con muñecas.
Si te gustó esta historia puedes escribirme con título '9 LUNAS, MIS DIAS MAS FELICES' a dulces.placeres@live.com
Mi madre se la pasaba fumando en una vida de holgazana tirada frente al tv, papá vivía de changas, solo para subsistir, y los pocos pesos que ganaba se los gastaba en alcohol, vivía ebrio y cuando el llegaba a casa solo eran problemas tras problemas.
Yo vivía inmersa en esa farsa de familia, muchas veces papá golpeaba a mamá abusando de su fuerza masculina, pero otras, cuando el se perdía en sus bebidas, mamá solía tomarse revanchas.
Los golpes, los gritos, los indultos, las roturas de las cosas de la casa eran moneda corriente.
Tenía apenas siete años cuando vi por última vez a mi madre, la cobarde solo desapareció de nuestras vidas, solo se esfumó, cansada de esa vida de perdedores, un día armó su maleta y solo se fue, a pesar de todas las amenazas que mi padre le tiró sonbre los hombros.
Papá y yo seguimos adelante pero las cosas solo empeoraron, me transformé en centro de todos sus insultos y frustraciones, por mi culpa mamá lo había abandonado, por mi culpa el estaba anclado a esa vida, por mi culpa, solo por mi culpa.
Yo había ocupado el lugar de mi madre con la diferencia que estaba en inferioridad de condiciones, yo solo era su hija.
Las cosas fueron cuesta abajo, todo perdía el sentido, el empezó a traer mujerzuelas a casa, vivía fuera de si, tenían relaciones sin importar que yo viera y a eso de los diez años, cuando las niñas aun juegan con muñecas, yo ya sabía casi todo acerca del sexo, nunca odié a nadie como odié a mi padre. De vez en cuando alguna prostituta de compadecía de mi, pero ella solo estaban vendiendo su tiempo.
Pronto empezarían mis rebeldías, los enfrentamientos, y el no estaba dispuesto a repetir conmigo los días que había vivido con mi madre, el notaba que estaba haciéndome mujer y que tenía dentro todo el odio de tantos años miserables.
Nuestra historia estaba rota y nada cambiaría eso.
Tenía catorce años cuando me hizo acompañarlo, tomamos un tren y paramos en un lugar que desconocía, fuimos con unos tipos raros, de los cuales desconfié, ellos me miraron como quien compra ganado, 'tiene futuro' dijeron, no entendía bien que sucedía, pero vi como le daban varios billetes a mi padre, el solo los contó, dio media vuelta y se fue, sin siquiera mirarme a los ojos, sin decirme una palabra.
Uno de los tipos me enlazó por una de mis muñecas para que no hullera y tuve que seguirlo a la fuerza.
En resumen, papá me había vendido a unos proxenetas que me llevaron a un club nocturno. Fue asqueroso soportar como revisaron mi dentadura, mi trasero y mis incipientes pechos, me manosearon un poco y reaccioné como un potro salvaje, los escupí y ellos solo se largaron a reir, 'es brava, ya la vamos a domesticar...', fue lo que dijeron, hablaban de mi como su nuevo proyecto, calculando cuanto dinero ganarían con alguien tan joven y que obviamente aun era virgen.
Me explicaron como funcionaban las cosas en ese pueblo del infierno, si habría la boca, ellos me encontrarían, si intentaba escapar, ellos me encontrarían, si no trabajaba, no comería, y de mi trabajo dependería mi suerte.
Llamaron a una de las mujeres, Sara, quien era la mujer de confianza, la mano derecha, para que me 'adoctrinara'
Ella me mostró las instalaciones, el escenario donde las chicas bailaban, me explicó que me enseñarían todo sobre el pole dance y me dijo que los tipos iban todas las noches a dejar sus billetes mientras tomaban alguna cerveza.
Me dijo que me acostumbraría a ese mundo, tarde o temprano, todas se acostumbran, también me confió que bailar era bueno, pero era solo el principio, el dinero se hacía en los privados que estaba a los lados, sencillamente si 'enganchabas' a alguien lo llevabas a ese sitio y hacías lo que el te pedía que hicieras, solo bailar en privado para que el tipo se masturbe era lo básico, lo mas barato, seguía chupar un pito, luego oral y vaginal, y lo mas caro era el completo que incluía el anal, demás perversiones solo dependía de cada una.
Mi regalo de quince años fue debutar en esa pasarela, casi desnuda y sentir las manos de extraños poner billetes en mi tanga, ya tenía un cuerpo llamativo y pechos que aun se estaban desarrollando y sentí por primera vez la vida que tendría por delante, danzando en tacos altos, con tangas enterradas en mi culo, con las tetas desnudas solo para extraños desconocidos.
Ya se que estarán pensando, las leyes, la prostitución, menoría de edad, a la mierda con toda esa basura que suena muy lindo para un programa de televisión, en el 'Ciervo Tuerto', como se llamaba el lugar iban todos a comer del mismo plato, como cerdos revolcándose en un chiquero, policías, políticos y jueces se disputaban las chicas en alquiler.
No había lugar donde huir, donde escapar, y estar en ese sitio pestilente era solo una manera de sobrevivir.
A los veinte ya tenía buena reputación, sobresalía por ser mas bonita que la media de las chica, ya era una mujer con muy buenas tetas y mi sensualidad en el caño enloquecía a los hombres, Evaristo y Sandro, los tipos que habían puesto la plata a mi padre, la estaban recuperando con creces con el sudor de mi concha.
Y mi fama también pasaba por lo que sucedía en los privados, era una máquina de sexo, todo por dinero, chupaba entre cinco y ocho vergas cada noche, todos los días, todas las semanas, todos los meses, todos los años. Por dinero hacía todo, vaginal, anal, perversos, sádicos, hice cornuda a la esposa del comisario, de varios políticos, empresarios, y aunque parezca increíble, muy a escondidas atendía al padre Aldo, el cura del pueblo, quien tenía terribles problemas de conciencia, quien me cogía hasta llenar su preservativo de semen, me chupaba las tetas en forma enfermiza, luego se arrodillaba y yo debía azotarlo por la culpa que sentía.
A los veintisiete estaba en la cresta de la ola, tenía el número nocturno central y me había convertido en la joya preciosa del Ciervo Tuerto, Evaristo había fallecido en un accidente, así que Sandro estaba al frente y se estaba llenando de billetes, el ya no quería que fuera a los privados y yo me había puesto exigente, no muchos podían pagar mis tarifas y sabía que tenía que disfrutar mi estrellato mientras durara, era consciente que había algunas jovencitas nuevas que venían empujando muy fuerte desde abajo.
Fue cuando Matías Cervantes apareció en mi vida, un empresario forestal que estaba de paso por el pueblo, con algunos proyectos, con dinero para hacer mas dinero. La noche lo trajo de visita al Ciervo Tuerto y no tardaría en captar su atención, un tipo cuarentón, bien puesto, elegante, de cabellos prematuramente encanecidos y unos peligrosos ojos azules. No tardamos en ir a uno de los privados, el me pidió que bailara para el y que dejara el tiempo fluir, que tal vez una buena mamada no estaría mal.
Cerré los cortinados, solo una tenue luz roja iluminaba el reducido espacio y el aire acondicionado daba un poco de alivio a las altas temperaturas del lugar. Matías lucía una remera blanda super adherida al cuerpo y pude notar que para su edad tenía un pecho y un vientre muy bien dibujado, era evidente que pasaba largas horas en gimnasio, también algo llamativo, pantalón y saco azul oscuro, nadie iba tan elegante a beber unos tragos y pagar por alguna prostituta de ocasión. Olía muy bien, muy rico, con un perfume que adiviné demasiado costoso.
Yo estaba casi desnuda, esa noche tenía unas botas a la rodilla, con mas de veinte centímetros de taco, una tanga hilo dental en dorados apenas cubría mi conchita, mis pechos desnudos, mi cabello recogido, aros y sensual maquillaje con largas pestañas postizas.
Solo empecé a mover mis caderas de lado a lado al compás de la música, sensual, provocativa, noté de inmediato como los ojos de Matías se perdían irremediablemente admirando el tamaño de mis tetas, me susurró que bonitos eran mis pezones e intentó acariciarlos. Solo retrocedí lo suficiente para que el no llegara a tocarlos, lo justo y necesario para que estirando su brazo, sus dedos inquietos quedaran a centímetros de mi piel, yo solo me seguía moviendo y le regalé una sonrisa, él viendo mi reacción me susurró
Te gusta jugar a ala mala?
Fue cuando me arrodillé y como una tigresa caminé a su encuentro en cuatro patas, el abrió sus piernas y me permitió avanzar, besé su sexo por encima del pantalón, noté una rica dureza contenida, lo miré a los ojos, fijamente, quemándolo con la mirada, mis manos expertas aflojaron su cinturón, soltaron el botón y bajaron su cremallera, saqué entonces su verga, de normal tamaño, tirando a pequeña, empecé a masturbarlo y normalmente debería haber colocado un preservativo, pero no lo hice, en años de prostituta sería la primera vez, fue un instinto femenino.
Bajé mi rostro y empecé a chupársela muy rico, yo siempre lo hacía a gusto del cliente y noté como el empujaba mi cabeza hacia abajo dándome a entender que quería que se la comiera toda, empuje un poco y otro poco más hasta que mis labios llegaron a sus testículos, sentía su glande acariciar mi garganta y ahí me quedé jugando, lentamente, muy lentamente, sin prisa, sin pausa, era la mejor del lugar y se lo estaba probando.
Sentí sus gemidos, sentí sus contracciones, solo seguí jugando, solo lo dejé venir, mi boca se llenó con su semen caliente, traté de no tragar todo pero acababa como un caballo, yo solo seguí jugando hasta que nada mas salió de su verga.
Tenía mi boca llena se leche que poco a poco diluía con saliva, el me miraba recobrando el aliento entonces dejé caer lentamente la mezcla por mis labios, por mi pera, por mi cuello, el líquido rodó por mis tetas y me unté con el los pezones. Matías me llevó a su lado, frente a frente, abrí mis piernas y me senté sobre las suyas, mis tetas quedaron a la altura de su rostro y dejé que me las comiera a besos y mordiscos, sus manos se prendieron a mis glúteos y por primera vez, la fría máquina sexual en la que me había transformado estaba en problemas, sentí tambalear toda mi vida a su lado, era hipnótico, busqué su boca con mi boca y nos fundimos en un enorme beso en el cual sentí su lengua meterse hasta el fondo de mi garganta.
En lo mejor, Matías me apartó de su lado y dijo
Suficiente por hoy.
Al tiempo que contaba sus billetes para pagar mis servicios, yo estaba acostumbrada a esto, así terminaban las cosas pero por alguna extraña razón le dije que volviera a visitarme.
Nunca voy a olvidar que cuando fui a la cama repensé todo lo sucedido, lo había besado y mi regla era no besar a nadie en la boca jamás, pero Matías era diferente, acaricié mis pezones sin quererlo, y acaricié mis curvas imaginando que el me acariciaba, bajé mi tanga, mi vagina estaba toda mojada, acaricié mi clítoris enorme a tacto, que mierda, me puse de lado, sentía mis jugos chorrear por mis piernas, metí mis dedos en mi conchita y me masturbé con locura con fiereza y no paré hasta tener un enorme orgasmo.
Llevé mis dedos mayor y anular desde los profundo de mi sexo a lo profundo de mi boca, me gustaba mi sabor, me gustaba como sabía y siempre que me masturbaba terminaba bebiéndome mis propios jugos, solo que esta vez, imaginaba que era Matías quien me lamía los dedos.
Con el correr de los días Matías se haría costumbre en mi vida, el me visitaba noche a noche y gastaba fortunas por mi compañía, pagó por un oral, pagó por un vaginal, y también pagó por un anal, una, diez, cien veces. Hablábamos mucho, le conté mi historia de vida, de mi infancia, de como había llegado a ese lugar, el me habló de su frígida esposa a quien ya no amaba y como se metían los cuernos mutuamente, también de sus hijos, y también de sus proyectos, me dijo que era un trotamundos y que solo buscaba oportunidades y negocios, y me dijo que como había llegado, algún día se iría.
El solo tenía palabras dulces para con mi persona, me traía regalos cada noche, después de mi show y antes del sexo me daba algún que otro chocolate, yo lo retaba porque me haría engordar pero ciertamente se me hacían irresistibles.
El me preguntaba después de coger si yo me iría con el si se diera la oportunidad, hasta me dijo que me amaba.
Y Matías me daba alas para creer, me decía que era especial, única, no quería que tuviera sexo con nadie mas que no fuera el y yo solo naufragué sin proponérmelo, fue tarde cuando me di cuenta lo que sucedía, cometí el error que una mujer de mi target no puede cometer, me había enamorado de mi cliente, me había creído el cuento de Cenicienta y vi en el ese príncipe perfecto con el que todas sueñan alguna vez.
Por primera vez en mi vida de prostituta dejé de usar preservativos, por primera vez alguien me llenaba la vagina de semen y por primera vez no sentía asco cuando un tipo me tocaba, por primera vez sentí mariposas en el estómago, por primera vez me sentía mujer en esa mierda de vida que llevaba y pro primera vez mis orgasmos no eran fingidos.
Llegó el embarazo, no lo busqué, solo llegó, y fue cuando mi castillo de cristal se hizo añicos.
Conocería al verdadero Matías, el tipo de negocios, frío y calculador, cuando le conté que sería padre se empezó a reir, 'él padre? que chiste, que yo fuera madre no implicaba que él fuera padre, no podía hacerle bromas de tan mal gusto, si yo solo era una prostituta que me acostaba con cualquiera, cuales serían las posibilidades de que el fuera padre? uno sobre cien?'
Qué iba a decirle? que sentido tenía? me rompió el corazón, lo mio era solo un acto de tonto amor, y si bien el siguió asistiendo por un tiempo al pub, ya jamas volvimos a hablarnos, me daba asco solo sentir su presencia y me ponía a llorar como una tonta, él lo había dejado muy claro, yo era solo una prostituta del montón.
El siguiente tema sería enfrentar a Sandro, yo pisaba los treinta y ya estaba cansada de esa vida, además una mujer embarazada no cuadraría en ese sitio. El me escuchó atentamente, y su propuesta era la lógica, la salida que proponía siempre, lo que sucedía siempre, un aborto, el tenía los lazos con un par de médicos que casualmente eran clientes del Ciervo Tuerto y siempre atendía a las chicas que se equivocaban, como el decía.
Pero yo no quería abortar, lo que tenía en el vientre era fruto de mi amor, de mi ilusión y le propuse una locura, seguir bailando, como fuera, dejando a los clientes ver como poco a poco crecía mi panza. No lo convencí de inmediato, es mas, Sandro rehusaba a darme la derecha, pero en verdad el sabía que estaba en deuda conmigo, naturalmente yo debería haberlo odiado por la vida que me había dado, pero asumo que en esos años con las chicas fui mas feliz que con mis propios padres.
Pasados los primeros días de náuseas naturales, mi pancita empezó a crecer lentamente, y juro que fueron los días mas felices de mi vida, nadie bailaba con un embarazo, nadie tenía sexo en el Ciervo Tuerto con un embarazo, sin embargo los tipos se volvían locos, pagaban fortunas para cogerse ala embarazada, muchos disfrutaban tirando el semen sobre mi vientre y fui una pionera en el lugar bailando pool dance con una enorme panza. Me sentía feliz, quería vivir mi presente y vivir a pleno mis nueve lunas, no me interesaba el futuro que se avecinaba, pensar que haría con un niña? porque ya sabía que era niña.
Cursaba mi octavo mes de gestación, sentía los movimientos inquietos de Malena en mi vientre, inquieta como la madre, y en esos días tuve la suerte que nadie tiene, Sandro venía con unos problemas de salud, le encontraron un cáncer de próstata fulminante, no había mucho por hacer, vivía con sobredosis de morfina para soportar los dolores de una metástasis incontrolable, el futuro del Ciervo tuerto estaba a la deriva y Berenice, una chica afro de piel negra como la noche venía a ocupar mi lugar, era sencillamente perfecta y los tipos del pueblo se enamoraron de ese cuerpo especial, fuera de lo común, mi ocaso había llegado.
Mi último baile fue solo dos días antes de parir, con quince quilos de sobrepeso, me sentía hermosa, haciendo un baile en el caño completamente desnuda, con mi enorme panza, mostrando mi sexo a quien quisiera verlo, y sintiendo los silbidos entre aroma a cigarros y ruidos de botellas de cerveza, y sabía que sería mi despedida de ese antro, no pensaba volver y solo busqué mi momento para escapar de esa prisión eterna.
Llegó el parto, todo fue de maravillas y apenas pude ponerme de pie tomé un tren con destino incierto, mientras mas lejos mejor.
Hoy Malena tiene cinco años y ya cursa sus primeros años de estudio, es mi razón de vivir y le doy todo el amor que me faltó en mi infancia, para ella soy una mamé perfecta, algun día tendré que sentarme a contarle mi vida, y quien fue su padre.
Entre otras cosas con las que me gano la vida, hoy dedico mi tiempo a una ONG, a sacar chicas abusadas como yo lo fui, de hogares donde no hay amor, y de prostíbulos corruptos como el Ciervo Tuerto, donde pequeñas inocentes son obligadas a prostituirse cuando deberían aun jugar con muñecas.
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