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Cuando perdí mi virginidad

 Antes de comenzardebo admitir que este escrito es como una especie de terapia. Necesitocontextualizar un poco desde muy atrás y en algún momento llegaré a mi debutcomo frutilla del postre.
 
 Los primeros años dela secundaria fueron durísimos para mi. Mi capacidad para comunicarme era casinula y eso dificultaba la chance de tener amigos o romances. He sido sumamentedespistado. En mi adolescencia hablaba bajito y sin articular. Nunca mearreglaba en lo más mínimo. Me costó pegar el estirón hasta los catorce y eragordito y muy bajito.
 Todo esto hizo que elbulllying no tardara en llegar. La impotencia de no saber defenderme y el rechazo de mis compañeros mehundieron en una depresión que duró años.
 Por otra parte,encarar a una mujer era una tarea titánica, y más con mis complejos. A lo largode la pubertad noté que me había desarrollado más lento que mis vecinos ycompañeros. Eso llegué a comprobarlo cuando hice mi primer y últimamasturbación grupal. Estábamos tres, cada uno con su miembro, y el mío era elmás pequeño, el que no tenía vello púbico. Recuerdo bien que en esa época lospelos eran sinónimo de virilidad.
 El problema seacentuó cuando unos vecinos me bajaron los pantalones y comenzaron a tratarmede manicero. Las burlas sepultaron mi autoestima y yo me sentía cada vez másresignado con mi sexualidad. No me animaba a desnudarme frente a nadie porvergüenza. En los baños no hacía pis en los urinales por nada en el mundo. Lomismo sucedía con los calzoncillos, obviamente no iba a usar algo que demuestremis flaquezas. Desaprovechaba todas las oportunidades incluso de besarme porqueno asumía que alguien llegase a gustar de mi. Veía pornografía y los enormesmiembros viriles me desalentaban cada vez más. En aquellos tiempos la educaciónsexual era aprendida en la calle y a los tropezones, a través del porno ypelículas de comedia como American Pie.
 Pasó el tiempo y mefui desarrollando. Pegué un estirón, los bigotes comenzaron a asomarlentamente. Me preocupaba un poco más por mi imagen. Logré socializar gracias aque me esforcé mucho. Estaba atento a cada detalle, la forma de hablar,conversar, mirar, cómo tener tacto. Poco a poco fui haciendo amistades yganando respeto. Pero las mujeres seguían siendo un enigma. A duras penas pudedar mi primer beso a los quince, y mis besos eran muy esporádicos. En mi viajede egresados no pude siquiera acercarme a los labios de una mujer.
 Así terminé lasecundaria con cierto gusto amargo, porque sentí que me estaba adaptando y nohabía terminado de disfrutarla como hubiese querido. Sin embargo, en launiversidad me adaptaba más rápido y gradualmente me olvidé de mis compañeros yvecinos.
 En algún momento demi vida me sentí decidido a perder la virginidad. Mi mayor anhelo era hacerlocon una mujer que apenas conociera, alguien que no me conozca lo suficientecomo por si las burlas volvían. Y es que… Mi autoestima ya daba por sentado queprobablemente sea un bochorno. Y más con el miedo de que vuelva la eyaculaciónprecoz que en algún momento me trajo problemas. Entonces pensé: La gente yatarde o temprano se entera de que soy virgo, al menos me sacaría las ganas. Es importantedestacar que mis complejos con el tamaño en ese momento seguían existiendo, muyfuertes, pero como había pasado mucho tiempo y crecí, realmente no sabía quétanto había crecido mi pene.
 Un día contacté aVirginia (No es simbólico, así se llamaba en realidad), una chica con la quehice un curso de pintura. Hacía siglos que no la veía, pero con ella tuvimos unabonita amistad en mis primeros años de secundaria. Después se fue a la capitalde la provincia y nos distanciamos. Ella me contó que estaba estudiando artesvisuales y que cada tanto volvía a la ciudad a visitar a sus parientes yamigos.
 Cuando nos encontramosen una fiesta under recordamos aquellos momentos significativos y nos invadióla nostalgia. Apenas nos veíamos en la salida, y conversábamos, pero a pesar derelacionarnos poco, había una conexión importante. La pasión por el arte nosúnica, y con ella me sentía cómodo, genuino, natural. Esa noche no me atreví abesarla, el miedo me amilanaba completamente. La noche terminó sin que pudieradespedirme siquiera, ya que me fui con mucha prisa por un percance.
 -Perdón por nodespedirme, mi amigo me dijo que nos fueramos y andábamos en su auto- Le dijeuna noche por mensaje.
 -No hay problema, lapasé bien.
 -¿Qué haces?
 -Estoy en mi casa. Meestoy enfiestando sola.
 -¿Puedo acompañarte?
 -Sí, venite.
 Tomé el auto y fuientusiasmado, intrigado. “¿Será que esta noche se me da?”, me pregunté. En esemomento deseaba tomar alcohol y relajarme, pero el auto y los medicamentos nome lo permitían. Era noche de verano. Ella me atendió, luciendo un vestido muysuelto y fino. Su pelo dorado le llegaba hasta el cuello. Tenía algunas pecas.Los labios eran muy finos. Virginia me llegaba casi a la altura del cuello yera delgada.
 -Permiso, qué lindacasa.
 -¿Querés estaradentro?
 -Vamos afuera, queestá caluroso.
 -Dale
 -¿Qué banda es esa?
 -Perota Chingó. ¿Tegusta?
 -Sí.
 La rubia puesto velasy la casa tenía un ambiente muy acogedor y hasta afrodisíaco.
 -¿Qué fue de la vidade la Mili?-Preguntó
 -Se metió a turismo.Y sigue de novia, no sé si se habrá casado ya.
 -Sí, me acuerdo, desdela secundaria.
 Sí, qué aguante. Yono sé estar de novio.- Presumía, aunque en verdad tampoco sabía estar con unamujer casualmente- Hace poco encaré a una amiga y no tuve suerte.- Dije, y lamiré directo a los ojos. Mis palabras eran sinceras y a la vez funcionaron comoindirecta.
 -A veces hay quearriesgarse, hacelo- Propuso
 Un brillo recorriómis ojos.
 -¿Querés poner músicavos?
 -Bueno. Escuchá esto-Dije, y dejé sonar “Bocanada” de Cerati
 El temor me recorríael cuerpo. Tanto, que ya había pasado la noche y aún no podía si quiera decirleun piropo. Nos sentamos en el sillón y le dije:
 -¿Sabés que cuandoibamos al curso me gustabas?
 -¿Sí?
 -Y me seguísgustando.
 La besé. Vi su rostroy noté algo que nunca había notado tanto en mis anteriores besos. Ella cerrabalos ojos, en su cara había deleite, se dejaba llevar. La acariciaba lentamentey con mucho respeto. Me contenía, pero por dentro estaba muy ardiente ypensativo a la vez. Decidí relajarme, pensé que era mejor fingir que sabía loque hacía.
 La toqué. Mis manosle desacomodaban el corpiño. Sus pechos eran puntiagudos y de pezones grandes.No había tocado muchos pechos en mi vida, y nunca por tanto tiempo. Meencantaba. Seguía excitado, y mi mano bajó. Por primera vez pude rozar unavagina. En eso momento sentí una excitación que no recuerdo haber sentidoantes. Era muchas cosas nuevas para mi. Ella se estremeció.
 Aquí es donde algo deteoría que había aprendido de grande me vino bien. Tenía en cuenta que debíajugar un poco antes de la penetración, y así lo hicimos. Yo tocaba su vagina,ella me masturbaba para calentarme. De repente, Virginia se subió sobre mi,ambos teníamos el torso desnudo y nos besábamos. Sólo tenía ropa interior, y semovía haciendo que me sobrecalentara. Yo le besaba todo el cuerpo y le acariciabala espalda. No podía disimular la felicidad que tenía.
 Después la senté enel mismo sillón y le quité su ropa interior. Comencé a chupárselo sin tener lamás mínima idea de lo que hacía. Virginia me tomaba de la cabeza con laspiernas abiertas. Comencé a sentir humedad, con mi excasa experiencia, pensabaque se trataba de un squirt. Estaba ardiendo.
 -¿Tenés preservativo?
 -Uno solo.
 Saqué de mi bolsilloel único profiláctico que tenía y me acosté sobre ella. Acomodé mi pene paratener sexo y se sentía raro, pero lindo. Todo estaba saliendo mucho mejor de loque me imaginaba. Apoyé mis brazos sobre el sofá y me movía mientras le dababesos en el cuello y en todo su torso.
 -Despacio, despacio-Decía ella.
 Trate de tenersuavidad. Me propuso cambiar de posición y así lo hicimos. Me montó y ahí pudesentir la comodidad en su máxima expresión. Ya mi miedo a la precocidad y altamaño había desaparecido por completo. Estaba muy relajado. Sentí como si lamasturbación fuera mucho menos duradera que el sexo.
 Ella comenzó amoverse muy rico, rebotaba con solvencia y le costaba hablar, pero algo mequería decir. Se acercó a mi oido y me dijo algo entre el sexo que se me quedógrabado para siempre:
 -Te puedo… Decir…Algo… De verdad… Nunca… He visto una pija… Tan grande.
 Y estallé. Ella me“cogió”. Sentí que no me podía contener, algo que no me pasaba cuando memasturbaba, que yo sabía cuando acababa y dejaba de tocarme. Pero como siguiócabalgando, tuve sensaciones placenteras y únicas.
 Tiré el preservativo,me acomodé, me puse los pantalones y la abracé. Ella seguía desnuda.
 -¿Te… Te gustó?
 -Tuve mis momentos.
 -¿En verdad crees quela tengo grande?
 -No creo, la tenésmuy grande.
 Dejé de preguntar,pero por dentro estaba perplejo. Sumamente confundido.
 -No sabés cuánto teextrañaba.- Mencioné
 -Yo también, cuandoéramos compañeros, me re gustabas.
 Era demasiadainformación nueva para mi, ¿Una gringa muy angelical gustaba de un gorditodesaliñado? ¿En qué momento pasé de ser un incel, un manicero, un virgo a unsemental? Empecé a sentir que mis fantasmas estaban injustificados, que habíaperdido mucho tiempo, pero a la vez estaba muy de ánimo.
 Nos despedimos ysalimos un par de veces más, cuando podía venir a visitarme. Después se puso denovia y me dolió un poco la distancia. Ella probablemente se olvidó de mi, perosiempre va a tener un lugar en mi corazón.
 Desde ese momentocambió totalmente mi vida. Paulatinamente fui tomando confianza y rompiendotabúes. Intenté tomarme revancha con muchas chicas con las que tenía duda sobresi gustaban de mi o no. En muchos casos no tuve suerte, pero me sentí bien. Ylo más importante, me informo, trato de aprender sobre el sexo. Ya no piensocomo antes, he descubierto qué les gusta a las mujeres porque hablo con ellas.Intento darlo todo y ya no dejarme llevar por esa chusma que desinforma y noaporta nada.

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