No leíste la primera o la segunda parte de "Chica de ciudad"? En total son 25 capítulos super calientes y te van a encantar! Acá te dejo el link para que entres y te deleites:
PRIMER AÑO. CAPITULO 1
SEGUNDO AÑO. CAPITULO 1
Esta es la historia de Celeste, una pueblerina que a los 20 años sigue viviendo su experiencia como chica de la gran ciudad y se va entrelazando con distintas personas con el sexo como único fin tras un año lleno de fracasos amorosos. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 6: Juego de seducción
Tras pasar mi noche con Lorenzo pensé que algo entre nosotros dos se iba a dar, aunque fuese algo netamente sexual, pero estaba convencida que no iba a quedar todo en nada. Lamentablemente me equivocaba. No solo no hizo alusión alguna a lo sucedido esa noche, sino que además comenzó a chamuyarse a Guillermina en frente de todos y de una manera muy evidente. Tiempo después me enteré que fue Maipi quien habló con él para decirle que Guille le tenía ganas y aparentemente a él también le gustaba ella. Por un momento una sensación de odio me invadió por completo, volví a repetirse la misma historia pero con otros personajes, ya que en 2015 habían sido Facundo y Vanina, pero Ahora eran Guille y Lorenzo. Sin embargo esta vez propuse no enojarme y por alguna extraña razón logre procesarlo. Meses después, antes de que la relación siguiera progresando entre ellos dos, cerré el capítulo de Lorenzo con una charla bastante sincera con él.
La facultad empezó a consumirme mucho más tiempo del que ya me venía consumiendo. Con las chicas nos juntábamos a estudiar bastante seguido, hacíamos trabajos y nos pasábamos noches enteras leyendo apuntes y distinta bibliografía. Mateo y Nicolás se habían propuesto un sistema de división de apuntes y después se juntaban a comentar lo que él otro había leído, algo que Maipi y Guille intentaron impulsarlo, pero que fue totalmente descartado por mi y por Martina.
Ya que estamos hablando de Marti, ella tampoco estaba pasando un buen momento emocional. El chico con el que estaba saliendo la había dejado por ser muy “chiquilina” (él tenía 3 años más que ella y ya estaba trabajando) y a ella le había pegado muy mal esa separación. En muchas oportunidades se deprimía de la nada o se iba al baño a llorar y en algunas ocasiones directamente ni aparecía en nuestras juntadas de estudio, cosa que nos preocupaba a todas. Sin embargo la facultad la terminaba consumiendo, nos terminaba consumiendo a todos.
Mis tardes de gimnasio con Paulina eran la única salida que tenía de toda esa pila de apuntes y libros por leer. Ella siempre termina convenciéndome para ir a entrenar a pesar de que siempre empezaba negándome, pero termina agradeciéndole por haber insistido. Era una hora en la que mi mente se relajaba mientras que era mi cuerpo el que se fortalecía y para colmo me ayudaba mucho al autoestima verme así de bien. Era mi mejor momento, con una cintura bien marcada y una cola completamente parada. Hubo una persona en particular que se dio cuenta de eso.
Tomás, el chico que asistía a las clases en las que yo era ayudante de cátedra junto a Santino, me agregó al Facebook al igual que muchos de los demás chicos y chicas del curso, ya que usábamos mucho esa herramienta para despejar dudas. Pero en el caso de él no tenía ningún inconveniente en darle me gusta a muchas de mis fotos y sobre todo en las que se veía mi cuerpo entero. También se había tomado el atrevimiento de buscarme en Instagram, en donde también le ponía me gusta a casi todas mis fotos y siempre veía mis historias entrenando en el gimnasio. Fue en ese entonces cuando empezó una especie de seducción silenciosa en la que yo me animaba a subir fotos más zarpadas o reveladoras en las que mostraba la cola y él las veía siempre.
No fue hasta un día de mediados de Mayo que me respondió una historia. “Increíble profe. Siempre entrenando. Muy bien” me escribió pro privado al ver una historia de Instagram en la que Paulina me había filmado haciendo sentadillas. “Hay que ponerse las pilas para el verano” le respondí en forma de chiste pero su siguiente comentario fue mucho más directo. “A vos no te hace falta profe, si ya estás 10 puntos” me escribió y el corazón me empezó a latir un poco más fuete. Seguimos hablando casi todo el día, yo haciéndome la tonta y él tirando algunos palazos más a ver si reaccionaba, sin embargo no fue hasta la noche que su propuesta fue totalmente directa. “Algún día te voy a cocinar algo y vas a ver qué cocino re bien. Es más porque no arreglamos para este finde?” me dijo después de que yo le dijera que no me lo veía a él cocinando. Dudé unos segundos, pero terminé diciéndole que me parecía buena su idea y que después organizábamos mejor.
La semana se pasó de manera muy lenta. El martes después de esa charla tuvimos clases con Vanina y Azul y poco podía concentrarme en lo que decía el profesor por más que las chicas me insistían en que preste atención. El miércoles volví a ir al gimnasio y nuevamente subí una historia con la idea de llamar la atención de Tomás, pero él recién me escribió varias horas más tarde diciendo que no lo había visto en su momento porque estaba estudiando con Ramiro, el chico con el que siempre se sentaba en clases. El jueves volvió a ser un día totalmente dedicado al estudio y hasta terminé ignorando uno de sus mensajes en los que me preguntaba que estaba haciendo. No fue hasta el viernes a la tarde que me escribió para ver si seguía en pie lo de ese fin de semana. En ese mismo momento vi a Lorenzo pasar caminando con Guillermina y sin dudarlo, le dije que sí, que quería reunirme con él.
Ese sábado 13 de Mayo a la noche me puse la ropa más ajustada que encontré. Abajo tenía una tanguita negra minúscula que se me metía por los cachetes de la cola y arriba un corpiño oscuro de encaje que levantaba mucho mis tetas. Arriba de eso me había puesto un pantalón negro bien ajustado y una remera de varios colores que quedaba apretada a la altura del pecho y algo suelta por debajo. También tenía un abrigo bastante simple, pero poco me duró tras entrar al departamento de Tomás.
Él vivía con otro chico de su pueblo, que en ese momento no estaba ahí, por lo que teníamos la casa para nosotros solos. Cuando llegué ya pude denotar el olor a comida y era exquisito. Me senté en el comedor y mientras íbamos hablando me contó que me había preparado unas pastas con una salsa boloñesa que era algo así como su especialidad. Mientras que fuimos comiendo seguimos hablando, al principio un poco de generalidades y después sobre distintos temas que se iban dando a lo largo de la noche. Antes de ir estaba algo nerviosa, sobre cómo sería pasar una situación así con un alumno, pero en ese momento la cosa se dio tan natural que no llegué a pensar en eso y todo siguió como si nada.
Después de un rato propuso de ir a sentarnos al sillón así estábamos más cómodos y yo obviamente acepté su propuesta, el se preparó un fernet y yo acepté uno para mí y mientras lo íbamos tomando seguía la conversación. De a poco iba notando como Tomás se soltaba cada vez más y como iba acercando su cuerpo al mío hasta que terminamos casi pegados. “¿Te puedo hacer una pregunta, profe?” me dijo entonces y yo le respondí que sí por más que yo le había dicho durante toda la noche que no me diga “profe”. Me miró fijo.
- ¿Qué te parece si nos vamos a acostar a la cama un rato?- Me preguntó mirándome directo a los ojos, esos ojos verdes que me penetraban la mirada.
- Dale.- Le respondí yo con una sonrisa y él se levantó enseguida y me tomó de la mano.
Entramos a su pieza que estaba bastante desordenada y me recostó en la cama para luego tirarse encima de mí. Entonces empezamos a besarnos suavemente a medida que nos acomodábamos y nuestros labios fueron los protagonistas del momento. Tomás era muy impulsivo, no solo lo había sido durante toda la noche con sus comentarios y sus acciones, sino que lo fue en ese momento al meter rápidamente su mano por debajo de mi remera e ir subiéndola hasta encontrarse con mi corpiño. “Que linda que te vestiste para mí esta noche, profe” me dijo entre sonrisas y nos seguimos besando. En ese momento me di cuenta de que la razón por la que me había llamado así toda la noche era porque lo excitaba y al final de cuentas a mí también me calentaba mucho.
De a poco nos fuimos sacando la ropa. Comenzó sacándome la remera y al instante se enfocó en mis tetas, besándolas y tocándolas con ganas. Después fue él quien se quedó en cuero y me derretí al ver que tenía un cuerpo bien trabajado y marcado. Tomás seguía besando y tocándome con muchas ganas, recorriendo cada centímetro de mi cuerpo y levantando la temperatura del ambiente con sus dedos que acariciaban de manera muy excitante mi piel. Fue bajando por mi cuello, mis hombros, mi pecho, mi panza y cuando llegó a mi cintura desabrochó el pantalón y me lo sacó para llevarse una sorpresa hermosa al ver esa tanga diminuta sobre mi cuerpo.
- ¡Que atrevida la profe!- Dijo sonriendo y me sacó una leve carcajada que rompió un poco la tensión que seguía quedando.
Entonces abrí mis piernas y le di lugar para que me tocara con su mano mientras que con la otra acariciaba todo mi cuerpo. Levemente fue inclinándose hacia adelante, colocando su enorme pecho entre mis piernas y sentí su respiración caliente sobre mi piel. Su rostro desapareció y un segundo después una llama se encendió en mi concha al sentir su lengua mojada pasar rápidamente. Comenzó a chupármela suavemente, pero en tan solo un instante lo hacía de manera muy acelerada. El reflejo me llevó a cerrar las piernas y él quedó prisionero entre ellas, pero sin siquiera molestarse por eso, siguió lamiendo mi conchita con ganas y volviéndome loca de a poco. Sin dudas quería esforzarse por quedar bien en nuestra primera vez.
Tomás se levantó tras unos minutos de volverme loca con su boca y me sacó la tanga de un tiró para dejarme completamente desnuda. Después se empezó a bajar el pantalón y el bóxer y dejó al descubierto su pija que ya estaba totalmente dura. Me levanté para quedar sentada frente a él y tomándola con la mano me la metí en la boca. Sí él me había hecho gozar de esa manera yo le iba a devolver el favor. Comencé a chupársela con muchas ganas y lo hacía mientras lo pajeaba de manera acelerada. “¡Que linda boquita, profe!” dijo él recogiendo mi pelo y acompañando mis movimientos con su mano. Yo se la chupaba como loca, disfrutando a pleno de su verga entre mis labios y mi lengua, con ganas de calentarlo al máximo para que después me cogiera como loco. Y lo hizo.
Minutos más tarde Tomás me recostó sobre la cama y volvió a colocarse encima de mí tras ponerse a las apuradas un preservativo y me metió su pija hasta el fondo. Yo pegué un grito que mezclaba varias sensaciones y comencé a disfrutar de cómo él me cogía de manera bien acelerada. Se movía de forma desestructurada hacia arriba y hacia abajo, pero su cintura hacía un trabajo perfecto mientras que su verga me penetraba una y otra vez. “¿Te gusta, profe?” me preguntó y yo le gemí al oído diciéndole que sí. Él se emocionó con mi respuesta y me siguió cogiendo bien fuerte mientras que su boca besaba mis labios y mi cuello.
Lentamente empezó a levantar su pecho y a despegarlo del mío hasta que quedó semi arrodillado frente a mí. Entonces abrió lo más que pudo mis piernas y apoyando sus manos en mis rodillas y haciendo fuerza hacia abajo sobre ellas me siguió cogiendo. Era una penetración bien profunda y podía sentir como su pija entraba hasta lo más produnfo de mi cuerpo y me hacía gemir del placer. Yo lo miraba fijo y el observaba la situación con total fascinación, apreciando mi cuerpo con brillo en los ojos y casi a punto de babear. No debía de poder creer lo que había conseguido y mucho menos se debía imaginar que yo la estaba pasando muy bien con él.
Seguimos cogiendo durante un buen rato. Después de que él fuera el que hiciera todo el trabajo me dio lugar a mí y mientras se relajaba boca arriba en la cama, yo cabalgaba sobre su pija que entraba y salía de mi cuerpo con cada salto que daba. Sin embargo Tomás no resistía mucho tiempo sin hacer nada y a los pocos minutos se levantó y sentado llevó sus manos hasta mi cola y empezó a mover sus brazos hacia arriba y hacia abajo provocando que mi cuerpo saltara sobre el suyo.
De vez en cuando me decía algún comentario bien caliente, “¡Qué bien que cogés, profe!” o “¡Como me gustan tus tetas, profe!” siempre terminando las frases con la palabra profe. Fue entonces cuando se me ocurrió algo que podía ayudar a cumplir al máximo su fantasía y que iba a ser que se terminara de volver loco. Cuando me estaba cogiendo en cuatro con sus manos aferradas a mi cintura volví a decirme lo mucho que le gusta mi cola y agregó al final la palabra “profe”. En ese momento le dije:
- ¿Querés sacarte un diez, alumnito? ¡Llename toda la cola de leche!
Tomás de golpe se volvió loco. Apretó aun más fuerte sus manos contra mi cintura y se empezó a mover de una manera descontrolada hacia adelante y hacia atrás, cogiéndome a toda velocidad y provocando que mis gemidos de placer se convirtieran en gritos desenfrenados. Se puso totalmente violento de golpe y me pegó un chirlo en la cola que hizo vibrar todo mi cuerpo, mientras que seguía dándome bien duro en esa posición.
Entonces sacó su pija de adentro de mi cuerpo y segundos más tarde sentí como acababa encima del mío. Toda su leche empezó a caer en mi cola y a los pocos segundos la tenía llena de su semen calentito. Tomás se quedó quieto, con una de sus manos aun en mi cintura y respirando de manera muy agitada. Yo también seguía inmóvil, por más que mi pecho se inflaba y desinflaba con mi respiración acelerada y mi cuerpo transpiraba del calor. Todo había sucedido de una menara muy extraña y mi cerebro todavía no lo había podido procesar. Entonces él habló para romper el hielo.
- ¡Increíble la profe!- Dijo y giré la cabeza para verlo sonreír una vez más.
SIGUIENTE
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1 comentarios - Chica de ciudad: Tercer año. Capítulo 6
Muy excitante el relato, como siempre!