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Encuentro furtivo y metafóricamente incestuoso

-Necesito verte, ahora


-¿Pasó algo malo?


-No, para nada, van a pasar un montón de cosas buenas, si nos vemos.


Cuando ella llama a cualquier hora, y me habla asi, se que si no voy me voy a arrepentir. No porque sea vengativa, sino porque esa voz grave, gutural anuncia un encuentro furioso, de esos que no se olvidan fácilmente.


Llegué a la esquina en que habíamos quedado, y se subió al auto.


-¿Me vas a contar qué pasa?


-Si, después. Ahora cerrá los ojos. Bien, me gusta que estés obediente. Aspirá fuerte y decime qué olés.


-Te huelo a vos, a tu concha cuando estás muy caliente- Me había puesto su calzón en mi cara, para hacérmelo oler, pero también para que yo sepa que debajo de la pollera no traía nada.


-Muy bien, Agustín, veo que no me olvidás, y que no tenés Covid. También veo más cosas- decía mientras pasaba su mano abierta por sobre mi pantalón. Siempre tuve debilidad por oler bombachas y reconocer los aromas de ciertos flujos. Los de ella, los tenía muy presente, y no pude disimular mi inmediata erección. Fetiches, que le dicen.


-Quiero que me cuentes qué es lo que te pasa


-Mi hijo, Jeremías, se fue anoche de casa, volvió a la mañana, estaba muy raro, dejó toda la ropa tirada, y se metió en su cama rapidamente. Pensé que había venido borracho, así que fui a mirar al dormitorio y lo vi- Mientras me contaba, me desabrochaba el pantalón, y empezó a pajearme, contándome que había visto a su hijo adolescente masturbándose, gimiendo, y acabando, y que su pija le había recordado a la mía, y que por eso no dudó en momento en llamarme.


Pero por lo que estaba pasando arriba de mi auto supe que me estaba mintiendo. Y en un ratito, nada más, lo iba a confirmar. Decidí hacer algo que hacía mucho tiempo tenía ganas: llevé el auto al estacionamiento del supermercado, y dejé que ella hiciera con mi pija lo que quería, que básicamente, consistía en dos cosas. Quería metérselo en la boca, y quería subirse sobre él.


Lo saboreó con furia, tragándosela toda, hasta la garganta, pero después, se rió maléfica, cuando rozándola con la lengua en el glande, me salió un gemido de placer. Y ahí me agarró de los huevos, y me empezó a chupar la pija de un modo similar a como haría si me estuviera cogiendo.


De repente, y sin aviso, se subió encima mío, y se clavó la pija y empezó a moverse convulsivamente. Estaba realmente ardiente, y con muy pocos movimientos iba a lograr su orgasmo, cuando mi sospecha terminó confirmándose.


-Si, sí, sí, me viene, cogeme Jeremías, dale, dale, dale


Yo la agarré fuerte de sus caderas, y me moví debajo de ella, siguiéndole las oleadas de placer, y disfrutando en mi pija, las contracciones de su concha, a medida de que un fabuloso orgasmo la traspasaba.


Y sin embargo, no se detenía, y yo jamás le diría, que en sus movimientos posesos, en vez de decir mi nombre, me gritaba el nombre de su hijo, a quien se estaba cogiendo a través mío, en una fenomenal y metafórica historia de incestos prohibidos.


Lo bueno fue que la metáfora fui yo, y yo fui quien terminó derramando el semen dentro suyo, susurrándole


-Te acabo mami...  



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