Esto ocurrió antes de que comenzara la pandemia. Soy maestro asesor, doy asesorías a alumnos que están rezagados con sus materias y cursos para exámenes de ingreso a nivel medio superior y superior.
Los padres de esta chica me contrataron para esto último, su hija mayor estaba por terminar la preparatoria y necesitaba estudiar para su examen en la facultad de medicina, así que comencé a ir a darle clases a la chica. No la conocía, pero había trabajado con el hermano menor en la primaria, durante el corto período que duraron mis prácticas escolares, así que conocía a los señores de ante mano, y si el trabajo implicaba ver a la mamá del niño, que tambié está buenísima, acepté el trabajo a la primera.
Cuando llegué el primer día quedé fascinado con la morrita, chaparrita, de aproximadamente 1.50 m, flaquita, morenita, con unos ojos enormes y labios gruesos que, aunque disimulaba ante la familia (pues son profundamente católicos, al punto que muchas cosas de la cultura popular actual las satanizan) se notaba eran perfectos al momento de chupar una verga, algo que gustoso decubriría más tarde. Pero lo más llamativo de ella eran esos enormes y jugosos melones que tiene, que con la blusa que usaba aquel día resaltaban enormemente; además de ese precioso culo que también sobresalía de la larga falda que llevaba. Afortunadamente, llovía y con la gabardina que llevaba aquel día pude disimular, ante los padres, la enorme erección que me causó al verla llegar, pues corrió, huyendo de la lluvia, para llegar a dónde estábamos destinados a trabajar, que era debajo del despacho de su papá en la casa, y obviamente sus tetazas brincotearon todo el camino, un espectáculo divino.
Fue un trabajo al cual me esforcé a diario por estar a la hora exacta, pues incluso rechacé varios más que me pedían en un horario anterior a la hora que tenía que verla a ella con tal de no tener motivo por el cual llegar tarde y perderme un sólo segundo de tan maravillosa hembrita, que me prendía incluso con aquella ropa tan conservadora y poco reveladora que sus padres le obligaban a llevar.
Sin embargo, lo putita lo traía de nacimiento, y casi me da un infarto un día que, visitando a mi hermano, que vive cerca de donde vive ella, la vi a la salida de la escuela y llevaba una ropa que obviamente no se atrevería a usar frente a sus papás. Llevaba un pantaloncito corto que se ajustaba perfecto a es culito, y que se notaba lo subió con dificultad sobre aquellas preciosas piernas torneadas, además de que se metía un poco por entre sus nalgas, y una blusa que se notaba ella misma había recortado de las mangas y la parte inferior, por lo que cada que alzaba los brazos, podías notar la parte baja de sus tetas (no usaba sostén en ese momento, así que también podía notarse la forma perfecta de su pequeño pezón). Iba con tres amigas, todas buenísimas, pero ella sobresalía por entre las 4. En cuanto me vio, se notó lo nerviosa que se puso, creyendo que iría a contarles a los padres aquella situación, pues aprovechando que ambos habían salido, le daba rienda suelta a su libertinaje.
"¡Ay, maestro! ¿Cómo está?," me dijo al no poder evitar pasar al lado mío, arrastrada por las amigas, algo que agradecí muchísimo, pues así pude darme un taco de ojo con esta niña que me endurecía la verga con su presencia, y de paso, también con ellas, que, repito, también estaban buenísimas y vestidas de forma similar.
"Muy bien, Lupita. Vine a ver a mi hermano y a su familia, hoy que tengo un rato libre," dije, tratando de disimular el enorme bulto que traía en el pantalón con las putitas frente a mí, aunque fue por poco tiempo, pues así como las amigas la arrastraron hasta donde estaba, así se la llevaron del lugar, por lo que sólo pudimos despedirnos con un seco "Hasta mañana".
Ese día, al volver a mi departamento, no pude hacer más que masturbarme con mayor ímpetu del habitual al recordar aquella imagen, poco después de acabar por segunda vez recibí un Whattsapp, no tenía el número registrado, pero acostumbrado a recibir mensajes de alumnos nuevos recomendados por anteriores, lo abrí, sin más. Era Lupita, mi alumna, que, habiendo tomado el mi número del teléfono de su papá, me rogaba que no fuera a contarle a sus papás lo que había visto aquel día, por miedo a que la regañaran y castigaran, pues ya se estaba escondiendo porque ese mismo día estuvo tomando, ya que una semana antes, ella y su mejor amiga, habían cumplido años y celebraron su mayoría de edad con una botella de tequila en casa de otra amiga. Le dije que por mi parte yo no iba a decirle nada a los papás, que estaba segura conmigo. Entonces la conversación se volvió más amena, me empezó a hablar con mayor naturalidad, como si fuéramos amigos, y siguió así por varios días, aunque siempre borraba las conversaciones pues sus papás revisan su teléfono.
Como dije, nos mensajeábamos de manera cotidiana, y aunque era más cercano a ella, por así decirlo, no me atrevía a dar lanzarle indirectas más obvias de mis verdaderas intenciones, hasta un día en que coincidió que sus padres salieron y tuve clase con ella. Sus papás me la encargaron por el rato que coincidía mi estancia en la casa, aunque la verdad no creían llegar sino hasta entrada la noche. Entonces supe que era mi oportunidad, esa perrita sería mía, no había de otra.
Para mi sorpresa, fue ella quién dio el paso, esperó a que los papás se hubieran ido con el hermanito y salió del aula diciendo que necesitaba usar el sanitario, así que me quedé atrás, pensando la forma de abordarla y saciar esta lujuria que me traía loco, cuando volvió, traía aquella diminuta ropa con la que semanas antes la había encontrado en la calle, junto a algo nuevo que no se notaba ese día, debajo de los pantaloncitos traía nada más que una tanga, cuyo elástico dejaba entrever en su cintura sobresaliendo, y que sin duda, también escondía de su familia. Con una risa coqueta argumento que tenía calor, y sabiendo que ni ella ni yo le diríamos nada a sus padres, aprovechaba la oportunidad de usar eso.
Yo estaba a punto de explotar, entramos al salón, decididos a comenzar la clase, aunque yo desde ese momento estaba arrancándole la ropa en mi mente. Se sentó y me pidió que me sentara junto a ella, con la idea de entender mejor la clase. Aunque no pasaron ni cinco minutos cuando cambió por completo el tema.
"¿Sabes?," dijo, hablándome de manera informal por primera vez. "He notado cómo me miras. En especial cómo me viste hace unas semanas en la calle cuando me viste con esto."
"¿Ah, sí?," respondí, fingiendo inocencia. "¿Y cómo te veo?"
"¡No te hagas! Sabes bien cómo te me quedas viendo, eres igual a todos los chavos de la escuela, apenas aparezco y ya todos tienen los ojos en mis tetas o en mis nalgas. ¡Me caga cuando hacen eso!"
Me disculpé, creyendo que mis intenciones se verían frustradas ese día.
"No te disculpes, dije que me caga cuando ellos hacen eso, pero cuando lo haces tú ¡me encanta! ¿Sabes? Me excita mucho cuando los hombres más grandes que yo me ven, y aunque no eres mucho más grande que yo (8 años), me excita también cuando me ves."
Mientras decía esto, ella se acercaba más y más a mí, al punto que sentía su temperatura en mi cuerpo y me estremecía. No podía soportar más, esa hembrita tenía que ser mía.
"¡Oye!," continuó, poniendo una de sus piernas sobre las mías y acercándose más. "Quiero pedirte un favor."
Para este momento ya no tenía control sobre mí, le dije a duras penas que me pidiera lo que deseara.
"Mis amigas y yo hicimos una apuesta, antes de salir de la prepa debemos perder la virginidad, dos de ellas ya lo cumplieron, hace meses que cogen con sus novios, pero el último novio que tuve era un pendejo, además, apenas comenzaba a chuparle el pito y acababa, pitochico y precoz el culero. Así que quiero que seas mi primera vez, y, ¿quién sabe?, tal vez también la segunda y la tercera, o muchas primeras veces, ¿qué dices?" Lo dijo con una sonrisita pícara y un tono de voz más agudo que me prendía más, si eso era posible.
Y pues, ¡a darle! Diciéndole que las veces que ella quisiera, le comí la boca mientras mis manos comenzaban a tocar esa delicia de cuerpo, confirmando de nuevo que no llevaba sujetador, pues al meter mi mano en la blusa pude sentir sus tetas desnudas.
Ni lerda ni perezosa, se bajo y sacó mi miembro erecto, y afirmando que era el más grande que había visto hasta ahora, lo puso en su boca, que, cómo imaginé, era experta en chupar pijas. Yo por lo mientras, le quitaba la ropa, dejando al descubierto ese delicioso culo con el que tantas veces había soñado, le moví la tanguita a un lado y descubrí lo húmeda que estaba, parecía una fuente de lo mucho que escurría su conchita, que, para gran placer mío, estaba peludita. Ni bien le metí un dedo en su coñito cuando ella soltó un grito que me ensordeció de placer, y estuve dedeándola hasta que se vino con un squirt maravilloso, algo que me confesó, sólo había podido hacer una vez mientras se masturbaba a los 15 años.
Inmediatamente después, comenzamos con lo bueno. La levanté y acostándola en el sillón, y con la tanguita aún de lado, la penetré al instante, soltó ese grito que tanto me fascina, y comencé a cogerla viendo el maravilloso espectáculo que eran esas chichotas brincando, mientras ella, retorciéndose, gritaba, gemía y balbuceaba incoherencias con la mirada bizca de placer, mientras mi verga se llenaba con su sangre virginal.
Ella se vino otras tres veces, la última de nuevo con squirt, momento en el cual yo también acabé, cubriendo sus tetotas con mi semen, que limpió después con su lengua.
Pasados unos minutos, nos metimos en la casa, donde nos bañamos, ella tratando de ocultar cualquier signo que pudiera delatarnos, y donde también pude saborear su coñito.
Seguimos cogiendo cada que tenía oportunidad de llevarla a mi departamento, ella con la excusa de que iría a estudiar o a hacer alguna cosa en casa de una amiga, hasta que finalmente cayó la cuarentena y dejamos de vernos, hace unos meses la acompañé a hacer un trámite de la escuela, momento que aprovechamos para un buen revolcón como teníamos acostumbrado, pero ninguno podrá superar aquel primer encuentro.
Los padres de esta chica me contrataron para esto último, su hija mayor estaba por terminar la preparatoria y necesitaba estudiar para su examen en la facultad de medicina, así que comencé a ir a darle clases a la chica. No la conocía, pero había trabajado con el hermano menor en la primaria, durante el corto período que duraron mis prácticas escolares, así que conocía a los señores de ante mano, y si el trabajo implicaba ver a la mamá del niño, que tambié está buenísima, acepté el trabajo a la primera.
Cuando llegué el primer día quedé fascinado con la morrita, chaparrita, de aproximadamente 1.50 m, flaquita, morenita, con unos ojos enormes y labios gruesos que, aunque disimulaba ante la familia (pues son profundamente católicos, al punto que muchas cosas de la cultura popular actual las satanizan) se notaba eran perfectos al momento de chupar una verga, algo que gustoso decubriría más tarde. Pero lo más llamativo de ella eran esos enormes y jugosos melones que tiene, que con la blusa que usaba aquel día resaltaban enormemente; además de ese precioso culo que también sobresalía de la larga falda que llevaba. Afortunadamente, llovía y con la gabardina que llevaba aquel día pude disimular, ante los padres, la enorme erección que me causó al verla llegar, pues corrió, huyendo de la lluvia, para llegar a dónde estábamos destinados a trabajar, que era debajo del despacho de su papá en la casa, y obviamente sus tetazas brincotearon todo el camino, un espectáculo divino.
Fue un trabajo al cual me esforcé a diario por estar a la hora exacta, pues incluso rechacé varios más que me pedían en un horario anterior a la hora que tenía que verla a ella con tal de no tener motivo por el cual llegar tarde y perderme un sólo segundo de tan maravillosa hembrita, que me prendía incluso con aquella ropa tan conservadora y poco reveladora que sus padres le obligaban a llevar.
Sin embargo, lo putita lo traía de nacimiento, y casi me da un infarto un día que, visitando a mi hermano, que vive cerca de donde vive ella, la vi a la salida de la escuela y llevaba una ropa que obviamente no se atrevería a usar frente a sus papás. Llevaba un pantaloncito corto que se ajustaba perfecto a es culito, y que se notaba lo subió con dificultad sobre aquellas preciosas piernas torneadas, además de que se metía un poco por entre sus nalgas, y una blusa que se notaba ella misma había recortado de las mangas y la parte inferior, por lo que cada que alzaba los brazos, podías notar la parte baja de sus tetas (no usaba sostén en ese momento, así que también podía notarse la forma perfecta de su pequeño pezón). Iba con tres amigas, todas buenísimas, pero ella sobresalía por entre las 4. En cuanto me vio, se notó lo nerviosa que se puso, creyendo que iría a contarles a los padres aquella situación, pues aprovechando que ambos habían salido, le daba rienda suelta a su libertinaje.
"¡Ay, maestro! ¿Cómo está?," me dijo al no poder evitar pasar al lado mío, arrastrada por las amigas, algo que agradecí muchísimo, pues así pude darme un taco de ojo con esta niña que me endurecía la verga con su presencia, y de paso, también con ellas, que, repito, también estaban buenísimas y vestidas de forma similar.
"Muy bien, Lupita. Vine a ver a mi hermano y a su familia, hoy que tengo un rato libre," dije, tratando de disimular el enorme bulto que traía en el pantalón con las putitas frente a mí, aunque fue por poco tiempo, pues así como las amigas la arrastraron hasta donde estaba, así se la llevaron del lugar, por lo que sólo pudimos despedirnos con un seco "Hasta mañana".
Ese día, al volver a mi departamento, no pude hacer más que masturbarme con mayor ímpetu del habitual al recordar aquella imagen, poco después de acabar por segunda vez recibí un Whattsapp, no tenía el número registrado, pero acostumbrado a recibir mensajes de alumnos nuevos recomendados por anteriores, lo abrí, sin más. Era Lupita, mi alumna, que, habiendo tomado el mi número del teléfono de su papá, me rogaba que no fuera a contarle a sus papás lo que había visto aquel día, por miedo a que la regañaran y castigaran, pues ya se estaba escondiendo porque ese mismo día estuvo tomando, ya que una semana antes, ella y su mejor amiga, habían cumplido años y celebraron su mayoría de edad con una botella de tequila en casa de otra amiga. Le dije que por mi parte yo no iba a decirle nada a los papás, que estaba segura conmigo. Entonces la conversación se volvió más amena, me empezó a hablar con mayor naturalidad, como si fuéramos amigos, y siguió así por varios días, aunque siempre borraba las conversaciones pues sus papás revisan su teléfono.
Como dije, nos mensajeábamos de manera cotidiana, y aunque era más cercano a ella, por así decirlo, no me atrevía a dar lanzarle indirectas más obvias de mis verdaderas intenciones, hasta un día en que coincidió que sus padres salieron y tuve clase con ella. Sus papás me la encargaron por el rato que coincidía mi estancia en la casa, aunque la verdad no creían llegar sino hasta entrada la noche. Entonces supe que era mi oportunidad, esa perrita sería mía, no había de otra.
Para mi sorpresa, fue ella quién dio el paso, esperó a que los papás se hubieran ido con el hermanito y salió del aula diciendo que necesitaba usar el sanitario, así que me quedé atrás, pensando la forma de abordarla y saciar esta lujuria que me traía loco, cuando volvió, traía aquella diminuta ropa con la que semanas antes la había encontrado en la calle, junto a algo nuevo que no se notaba ese día, debajo de los pantaloncitos traía nada más que una tanga, cuyo elástico dejaba entrever en su cintura sobresaliendo, y que sin duda, también escondía de su familia. Con una risa coqueta argumento que tenía calor, y sabiendo que ni ella ni yo le diríamos nada a sus padres, aprovechaba la oportunidad de usar eso.
Yo estaba a punto de explotar, entramos al salón, decididos a comenzar la clase, aunque yo desde ese momento estaba arrancándole la ropa en mi mente. Se sentó y me pidió que me sentara junto a ella, con la idea de entender mejor la clase. Aunque no pasaron ni cinco minutos cuando cambió por completo el tema.
"¿Sabes?," dijo, hablándome de manera informal por primera vez. "He notado cómo me miras. En especial cómo me viste hace unas semanas en la calle cuando me viste con esto."
"¿Ah, sí?," respondí, fingiendo inocencia. "¿Y cómo te veo?"
"¡No te hagas! Sabes bien cómo te me quedas viendo, eres igual a todos los chavos de la escuela, apenas aparezco y ya todos tienen los ojos en mis tetas o en mis nalgas. ¡Me caga cuando hacen eso!"
Me disculpé, creyendo que mis intenciones se verían frustradas ese día.
"No te disculpes, dije que me caga cuando ellos hacen eso, pero cuando lo haces tú ¡me encanta! ¿Sabes? Me excita mucho cuando los hombres más grandes que yo me ven, y aunque no eres mucho más grande que yo (8 años), me excita también cuando me ves."
Mientras decía esto, ella se acercaba más y más a mí, al punto que sentía su temperatura en mi cuerpo y me estremecía. No podía soportar más, esa hembrita tenía que ser mía.
"¡Oye!," continuó, poniendo una de sus piernas sobre las mías y acercándose más. "Quiero pedirte un favor."
Para este momento ya no tenía control sobre mí, le dije a duras penas que me pidiera lo que deseara.
"Mis amigas y yo hicimos una apuesta, antes de salir de la prepa debemos perder la virginidad, dos de ellas ya lo cumplieron, hace meses que cogen con sus novios, pero el último novio que tuve era un pendejo, además, apenas comenzaba a chuparle el pito y acababa, pitochico y precoz el culero. Así que quiero que seas mi primera vez, y, ¿quién sabe?, tal vez también la segunda y la tercera, o muchas primeras veces, ¿qué dices?" Lo dijo con una sonrisita pícara y un tono de voz más agudo que me prendía más, si eso era posible.
Y pues, ¡a darle! Diciéndole que las veces que ella quisiera, le comí la boca mientras mis manos comenzaban a tocar esa delicia de cuerpo, confirmando de nuevo que no llevaba sujetador, pues al meter mi mano en la blusa pude sentir sus tetas desnudas.
Ni lerda ni perezosa, se bajo y sacó mi miembro erecto, y afirmando que era el más grande que había visto hasta ahora, lo puso en su boca, que, cómo imaginé, era experta en chupar pijas. Yo por lo mientras, le quitaba la ropa, dejando al descubierto ese delicioso culo con el que tantas veces había soñado, le moví la tanguita a un lado y descubrí lo húmeda que estaba, parecía una fuente de lo mucho que escurría su conchita, que, para gran placer mío, estaba peludita. Ni bien le metí un dedo en su coñito cuando ella soltó un grito que me ensordeció de placer, y estuve dedeándola hasta que se vino con un squirt maravilloso, algo que me confesó, sólo había podido hacer una vez mientras se masturbaba a los 15 años.
Inmediatamente después, comenzamos con lo bueno. La levanté y acostándola en el sillón, y con la tanguita aún de lado, la penetré al instante, soltó ese grito que tanto me fascina, y comencé a cogerla viendo el maravilloso espectáculo que eran esas chichotas brincando, mientras ella, retorciéndose, gritaba, gemía y balbuceaba incoherencias con la mirada bizca de placer, mientras mi verga se llenaba con su sangre virginal.
Ella se vino otras tres veces, la última de nuevo con squirt, momento en el cual yo también acabé, cubriendo sus tetotas con mi semen, que limpió después con su lengua.
Pasados unos minutos, nos metimos en la casa, donde nos bañamos, ella tratando de ocultar cualquier signo que pudiera delatarnos, y donde también pude saborear su coñito.
Seguimos cogiendo cada que tenía oportunidad de llevarla a mi departamento, ella con la excusa de que iría a estudiar o a hacer alguna cosa en casa de una amiga, hasta que finalmente cayó la cuarentena y dejamos de vernos, hace unos meses la acompañé a hacer un trámite de la escuela, momento que aprovechamos para un buen revolcón como teníamos acostumbrado, pero ninguno podrá superar aquel primer encuentro.
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