You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

mudanza



Hacía un tiempo que vivíamos en Parque Patricios (dos años, desde el 92), y para el 94 teníamos pensado mudarnos. Me voy a presentar, mi nombre es Federico, tengo actualmente 46 años y les quiero contar algo que tuvo lugar en ese entonces. Pero primero la voy a presentar a ella, Roxana, la protagonista principal de esta historia. En aquel momento tenía 22 años y era mi novia, con quien convivíamos desde 1991. Rubia, cabello corto, pechos prominentes, buena figura, y una carita hermosa que encandilaba a cualquiera. Yo estaba profundamente enamorado de ella. Era muy simpática y entradora, por cierto, algo que me iba a traer varias complicaciones a corto y mediano plazo. Como les decía, nos íbamos a mudar en marzo del 94; ya tenía todo arreglado con mi viejo para que me cediera su antiguo departamento del centro de la ciudad, tal es así que habíamos hecho todos los trámites de sucesión para que la propiedad quedara a mi nombre. Era cuestión de tiempo hasta que los decoradores pusieran todo a punto; mientras tanto, seguíamos alquilando en la casa tipo chorizo de Patricios. Hasta que sucedió algo que iba a cambiar el curso de nuestras vidas. Fue la aparición de nuevos vecinos en la casa (nosotros alquilábamos el departamento de atrás), que se mudaron a la parte de adelante en el mes de enero. Se trataba de cuatro tipos, entre los cuales había dos hermanos, Damián, al que apodaban “el mono” y Carlos; los otros eran el “negro” Benítez y Alfonso. Tenían todos un aspecto de cuidado; parecían tipos “pesados”, y de hecho algunos vecinos del barrio comentaban que eran personajes que andaban en el afano y la venta de drogas. Tendrían alrededor de 30 años promedio; Damián y Carlos eran morochos y corpulentos (no eran mellizos, pero parecían dos gotas de agua), en tanto que Benítez y Alfonso también eran morochos, pero bajitos y de cuerpo más bien flaco. La llegada de ellos iba a modificar sustancialmente las conductas de mi novia Roxana.
Roxy, que siempre había sido bastante recatada a la hora de vestirse, comenzó a usar ropas más “ligeras” (jeans cortados, pantalones cortos apretados bien en el culo, remeras ajustadas que le remarcaban las tetas, etc.). Yo lo atribuía al verano, pero sin dudas había algo más.  A todo esto hay que decir que todos ellos se llevaron bien con ella desde el principio. La saludaban en la puerta de casa o en la calle, le decían cosas agradables, como por ejemplo, “hola hermosa, ¿cómo estás hoy?”, sin importar que yo estuviera presente. A mí me molestaba, ciertamente, pero Roxy siempre me consolaba: “ay amor, son chicos atentos, nada más”, y reía, con esa soltura y simpatía que la caracterizaba. A mí, en cambio, me tenían reservado otro tipo de trato. Sus miradas eran hostiles, sobre todo las de Carlos. El “mono” Damián era más bien distante, y tal vez el único que amagaba a acercarse era Alfonso, que a veces me observaba fijo y me largaba alguna frase del estilo: “¿cómo anda compadre?”. Yo le contestaba con un tibio “hola”, o “chau”, según el caso, y la cosa quedaba ahí. Pero Roxana fue entrando cada vez más en confianza con ellos, sobre todo con el “mono” Damián. Ella tenía un empleo de medio tiempo en una tienda de mascotas por la tarde, mientras que a la mañana iba a la facultad donde estaba haciendo la carrera de Veterinaria. Yo llegaba de la oficina a las 20 horas, y Roxy ya estaba en casa desde las 17. Más de una vez en esos días, cuando volvía de trabajar, la encontraba conversando muy animadamente con el “mono” por el pasillo de la casa. Pero el día que la vi cebándole mate a él y a su hermano Carlos en la escalera de la entrada, me dije que lo mejor iba a ser mudarnos de allí lo antes posible. Recuerdo la incomodidad de aquel encuentro. Mi novia estaba a carcajadas limpias y ellos la lisonjeaban de lo lindo. Cuando llegué Roxy me saludó como si nada, mientras que Carlos me lanzaba una mirada de odio. El “mono”, en cambio, sonreía a la distancia con suficiencia, como si intuyera que eso que pasaba no me gustaba para nada. Roxy, en tanto, aprovechó para despedirse muy cariñosamente de ellos:”chau chicos, un besito a los dos, me voy con mi novio que llegó del trabajo y está cansado, mañana seguimos charlando”. Una sensación horrible me invadió, porque mi novia tenía demasiada confianza con estos extraños y deduje que la única manera de frenar esto era hablando claramente con ella de la situación, para que la cosa no se ponga más complicada de allí en adelante. 
-Te digo que quiero que dejes de tratarlos, no me gusta cómo te miran, y tampoco me gusta la confianza que vos les das.
-Pero Fede, mi amor, me estás haciendo un planteo ridículo, son solamente vecinos. Quiero que se sientan cómodos en su nueva casa, nada más.
-No me gustan Roxy, son tipos pesados, andan en cosas raras, se la pasan todo el día acá adentro escuchando cumbia. Además entra y sale gente de su casa a cada rato. Te repito que no quiero que los frecuentes.
-Mejor me voy a dormir cielo, cuando te ponés así de celoso sos insoportable. Chau.
Me dejó sólo en el comedor y se fue a la habitación. Supuse que había ganado la batalla y que todo volvería a la normalidad luego de la charla. Sobre todo con una noticia que me vino al pelo y de la que me notificaron al día siguiente. Estaba en la oficina, como de costumbre, cuando la secretaria me dijo que había alguien que se quería comunicar conmigo en la línea dos. Era el decorador del departamento del centro (que ahora era mío, y de Roxy, por supuesto), para avisarme que estaba todo listo, que el lugar estaba en condiciones para que nos mudáramos cuando quisiéramos. Mi alegría no podía ser mayor. Ese día volvía a casa para comentarle a Roxy la buena nueva, cuando en la escalera de entrada a la casa vi algo que me dejó helado. Estaban los cuatro personajes allí y mi novia sentada sobre las rodillas del “mono” Damián. Todos riendo a carcajadas, y de fondo, el sonido de la cumbia que provenía de la casa de los susodichos. El “mono” le tocaba las piernas descaradamente y no se detuvo por mi llegada. Roxy, sin moverse de donde estaba, me saludó como si nada.
-Hola amor, estoy acá con los chicos, me están enseñando canciones de cumbia. Es divertido, no te das una idea de todo lo que saben.
-Sí, sabemos bastante -intervino Alfonso- y a tu novia parece que le copa…
Los demás soltaron algunas risitas (incluida Roxy). Yo no atinaba a reaccionar. El hijo de puta este de Damián le dio un beso en el cuello a mi novia sin que ésta dijera absolutamente nada. Ahí traté de ponerme firme y le dije a Roxy:
-Mi amor, vamos para casa que tengo que hablarte.
-Ufa-espetó mi novia.
-Bueno boys, tengo que irme, ya saben lo pesado y aburrido que se pone Federico a veces. Mañana los veo y me cuentan más sobre la cumbia, ¿eh?
Antes de irnos le dio un beso muy cariñoso a cada uno. Al “mono” Damián le dio un beso fuerte en la mejilla que duró varios segundos y con abrazo incluido. Éste aprovechó para tocarle disimuladamente el orto.
-Sos una descarada Roxana -le solté cuando llegamos a nuestra casa- no viste como te toqueteaba ese tipo. ¡Y vos no le decías nada!
-Pero amor, es sólo de cariño que lo hace. Si Damián es un dulce.
Observé cómo se puso luego de emitir esa frase. Parecía transportada hacía otra galaxia. Era evidente que ese Damián la podía.
-No me gusta nada -atiné a decir, aunque sin demasiada firmeza- menos mal que todo terminará pronto.
-¿Qué es lo que se va terminar? -preguntó Roxy extrañada.
-Era la sorpresa que te traía hasta que me topé con ese mazazo ahí afuera. Está todo listo para que hagamos la mudanza. Me llamaron los de la decoración y me dijeron que podemos ocupar el departamento cuando queramos –dije, aunque con tono desganado.
-No sé, mi amor -atinó a comentar ella- ahora que lo pienso mejor ese departamento es chiquito y acá estamos más cómodos. Esperemos un tiempo más hasta juntar algo de guita y comprar algo más grande.
-¡Pero no Roxy! -me desesperé- ¡nos tenemos que mudar ya!
-No, cambié de opinión. Además me gusta el barrio -añadió ella.
-Me tenés harto -le dije- ahora porque están esos tipos te querés quedar. Realmente creo que a veces te importa un carajo lo que yo siento.
Acto seguido ella se largó a llorar. Yo intenté volver sobre mis dichos, pero ella lloraba cada vez más. Me decía que era un egoísta, porque no pensaba en ella, ni en sus deseos. Yo me conmoví. Realmente la amaba, y verla así llorando me llenaba de angustia. La consolé como pude, e inmediatamente intenté contemporizar:
-Bueno Roxy, tomémonos un par de días para ver lo de la mudanza, vos lo pensás bien y después decidimos, ¿dale?
Ella no contesto. Simplemente se levantó del lugar adonde estaba (la cama) y me informó lo siguiente:
-El sábado estamos invitados a un asado que van a hacer los vecinos en la terraza. Bah, sólo me invitaron a mí, pero por supuesto yo te quiero ahí conmigo. Si no querés venir me avisás, y si venís no pongas cara de culo, no quiero que ellos piensen que estoy con un pelotudo.


Llegó el sábado y desde temprano sonaba la cumbia a todo volumen en la terraza. Estábamos listos para salir de casa, y ver como Roxy se había arreglado para la ocasión me puso entre incómodo y excitado. Caí en la cuenta que desde hacía varios días no teníamos sexo, y observarla con su pollera de jean corta, zapatos de taco y una remera escotada me hizo parar la pija de pronto.
-Che, Roxy, ¿qué te parece si hacemos algo antes de ir para el asado? Hace varios días que no…
-Ay mi amor -me interrumpió ella -¿justo ahora?- si nos demoramos nos perdemos las entradas. Dale, vamos que los chicos me prometieron unos chorizos…
Subimos a la terraza y el griterío de fondo se me hizo más patente. De movida nos recibió Alfonso, quien nos saludó de forma simpática, aunque un poco extrañado:
-Vaya linda, parece que se nos vino acompañada, je, je. En fin, donde comen dos comen tres, pero te aseguro que hoy la que va a comer más vas a ser vos…
-¡Ay, Alfonso! -Soltó mi novia- y rió divertida.
A mí eso no me gustó nada, pero no me sentía en igualdad de condiciones para enfrentar la situación y poner los puntos desde el vamos. Mucho menos cuando todos los demás me vieron llegar con Roxy. A más de uno le disgustó mi presencia.
-Pero nena -dijo Benítez- te esperábamos a vos sola, mirá que ahora no se si vas a tener tanta carne…
Todos los demás rieron, alrededor de ocho o nueve tipos, más una mina que estaba sentada al lado de la parrilla.
-Sí, va a alcanzar -sostuvo Damián, que oficiaba de parrillero con el torso desnudo- para Roxy tenemos bastante carne…
-Ja, ja -reían a coro- algunos ya estaban bastante chupados.
-¿En serio tus amigos creen que hoy no me va a alcanzar la carne? -le dijo Roxy al “mono” en tono demasiado familiar.
Acto seguido se acercó y lo saludó de manera especial. Fue un saludo efusivo, con besos, mimos y abrazo incluido. Continuaron abrazados mientras conversaban animadamente, mientras los otros hablaban a los gritos. Yo, a esta altura, me sentía un boludo y tenía ganas de rajar y llevarme a mi novia. Carlos me miraba con bronca, como si me tuviera odio, y eso me perturbaba. Estaba incómodo con la situación. Mientras tanto, Alfonso me hablaba de cualquier cosa y yo hacía como que lo escuchaba. En eso viene la mina esta que estaba sentada y me ofrece cerveza. Me dispuse a tomar y Alfonso me comentó que a ella la llamaban “la china”, y que andaba noviando con el “negro” Benítez.
Al cabo de varios minutos mi novia se puso eufórica. Coqueteaba con todos, aunque más bien se comportaba como si los estuviera provocando. El efecto de la marihuana que consumía, y que circulaba por toda la terraza, evidentemente le estaba haciendo efecto. Se agachaba cada vez que podía y dejaba que se le viera la bombacha. Además le hacían todo tipo de comentarios con doble sentido, que a ella, lejos de amilanarla, la empujaban a seguir con su juego. Llegó a mojarse con agua la remera por intermedio de una manguera que había allí (lo que provocó el festejo de todos); de esa forma se le remarcaban todavía más esas enormes y hermosas tetas suyas.  Eso me molestó mucho porque además de los vecinos había cuatro o cinco tipos más (con un aspecto bastante desagradable cada uno de ellos; algunos gordos y viejos inclusive) que observaban la situación con ganas de cogerse a mi novia y de asaltarme a mí en cualquier momento. En eso aproveché para decirle a Roxy:
-Roxy, dejá de actuar así, parecés una puta provocando de esa manera -le dije visiblemente molesto.
-¡¿Qué?! -me repuso ofendida- ¿porqué no me dejás de joder? Te dije que si ibas a estar con cara de orto y mala onda no vinieras. Mejor andate y dejame disfrutar. Aparte no van a ver nada que no hayan visto antes…
Todos enseguida pretendieron interactuar con ella, así que la cosa quedó allí. Me quedé atragantado con lo último que me dijo, pero no tuve más remedio que tratar de acomodarme a la situación. No obstante, luego de tomar tres o cuatro vasos de cerveza comencé a relajarme. Bueno, al menos esto lo va a hacer más llevadero, pensé. Pero un efecto extraño me estaba sacudiendo por dentro. No sabía qué carajo era. Lo que recuerdo es que los ojos se me cerraban. Por un momento desperté y vi una imagen que me causó profundo escozor; era la del “mono” Damián manoseándole el culo descaradamente a mi novia al lado de la parrilla. Después siguieron otras, las de la mayoría de ellos comiendo y gritando al mismo tiempo. Finalmente, cuando desperté completamente, noté que Roxy no estaba. Tampoco estaba el “mono” Damián ni su hermano. La “china” y Benítez también estaban ausentes. Sólo había algunos tipos dormidos sobre las sillas y Alfonso conversando y riendo a los gritos con un chabón bastante colocado. En eso me acerqué a ellos:
-Parece que se levantó el amigo- me tiró Alfonso. El otro me miraba con la cara demacrada de tanto chupi y porro.
-¿Dónde está mi novia?-pregunté.
-No sé, si no sabés vos -contestó Alfonso.
-En eso me acerqué para ver hacia el lado de la calle por la baranda de la terraza. Estaba ocupada solamente por los que habían venido al asado. Llegué a reconocer a la “china” y a Benítez sentados en el cordón de la vereda de enfrente, besándose. Había otras personas alrededor, pero no podía identificarlas desde allí por la oscuridad. Miré el reloj y vi que habíamos pasado la medianoche. Bajé enseguida con el corazón latiéndome a mil. Alfonso intentó detenerme. Sin embargo, logré eludirlo y llegué a la calle. Lo primero que hice fue ir hasta la esquina más próxima, aunque allí no había nadie. Luego pensé en volver a casa, pero presentía que Roxy no iba a estar allí. Me dispuse a buscar el auto para tratar de localizarla (teníamos un Fiat que yo usaba para ir al laburo y también para llevar a Roxy a la facultad por las mañanas) que estaba estacionado cerca de la otra esquina. De pronto caí en la cuenta que no tenía las llaves; Roxy me las debe haber sacado cuando estábamos en la terraza. A medida que me aproximaba al auto, no daba crédito a lo que veían mis ojos: mi novia entre Damián y Carlos (el primero arriba y el segundo abajo) recibiendo una doble penetración dentro del coche. Cuando Damián me vio, abrió la ventanilla e increpó a Alfonso, que llegó atrás mío y que me venía siguiendo desde la terraza:
-Boludo, ¿por qué no lo retuviste?
-Es que se le pasó el efecto de la pastilla y salió volando -le contestó el otro.
Me acerqué más y observé una sincronización casi perfecta en el acto sexual. Bajaban y subían al ritmo de los gemidos de Roxana. En eso Roxy me ve, y me dice, con cara de lujuria:
-Esto es lo que vengo haciendo desde hace un par de días amorcito, no sabés que rico que se siente.
El “mono” y Carlos bramaban mientras le seguían dando. Roxy comenzó a pedir: ¡cójanme chicos! ¡Así!, ¡quiero dos pijas juntas, vamos!
Yo no lo podía creer. Roxy, que siempre había sido tan pura, tan jovial, ahora parecía una puta poseída. A mi lado Alfonso observaba todo con una sonrisa ladina. Una mezcla de excitación y dolor me invadió del todo. En eso Roxy lo llamó al otro:
-Vení que te tiro la goma Alfonso.
-¡Roxy! -le grité-. Ella sólo se limitó a sonreír. Alfonso había sacado la poronga afuera y enseguida se la puso a Roxana en la boca. Ella lo mamaba con locura. A mi rara vez me la chupaba. Me decía que le daba asco.
-Te la voy a llenar toda de besos y mimos -le decía Roxy entre chupadas, mientras continuaba subiendo y bajando de las pijas de los otros dos.
-Sí putita, es toda para vos -acotó Alfonso.
Hasta que entraron en escena la “china” y Benítez. El “negro” peló la verga ahí nomás y se la metió en la boca a mi novia, compartiendo el espacio con Alfonso. La “china” se apartó a un costado y se puso a mirar. Y allí estaba la atorranta de Roxy, disfrutando de cuatro garlopas, que no iban a ser las únicas que se iba a comer aquella noche (y las noches y los días y los meses y los años siguientes); enseguida aparecieron el resto de los hombres que estaban en el asado, todos haciendo fila para cogerse a mi novia; gordos y viejos desagradables, pero algunos con penes descomunales. Aunque para ello debieron esperar a que los hermanos acabaran con la doble penetración. Cuando estaban por acabar le gritaban de todo a Roxy: ¡puta!, ¡tiragomas! ¡Cerda!, y Roxy parecía regocijarse. Es más, se daba tiempo para contestarles: ¡Sí, soy una puta barata, y quiero que me revienten el culo entre todos mientras mi novio mira! Yo no lo podía creer, nunca había visto a Roxy actuar de esa manera. Finalmente Carlos y el “mono” le acabaron adentro; Damián le llenó el culo y Carlos la concha. Salieron del auto y Carlos se dirigió a mí:
-Linda puta tu novia.
-Damián, en tanto, me mostró la verga todavía en estado de erección. Era una pija de proporciones gigantes. Con un gesto altivo me señaló:
-Con ésta me la vengo cogiendo a Roxy todas las tardes.
Todos rieron. Yo no contesté porque eran demasiados y no quería lola. Sin embargo, sentí una gran impotencia por la situación. Roxy, en tanto, seguía dentro del auto pero ahora con Benítez y Alfonso. Sacaba la cabeza por la ventanilla para chuparles las pijas a los gordos y a los viejos. Se sacó una pija de la boca por un momento y me comentó con impudicia:
-Mi amor, hace rato que sos cornudo. Los vecinos ya me cogieron todos en estas últimas semanas. Ahora tengo que complacer a sus amigos, je je.
Yo estaba al borde de las lágrimas; más cuando uno de los viejos le acabó en la boca y ella se relamió para sorber todo el esperma, mientras Benítez y Alfonso la penetraban anal y vaginalmente.
-¡Que rico esperma, mi vida! -dijo ella muy alegre- aunque la leche de Damián es la más sabrosa -agregó.
-Uh!- Dijeron varios, y volvieron a reír. El “mono” me miró con aire triunfal.
-Es la que toma todas las tardes -me dijo.
Aquella noche la usaron todos a su antojo. Yo sólo me limité a observar. Junto con la “china” éramos espectadores de lujo. Aunque yo llevaba la peor parte, claro. La “china” me miraba con lástima mientras se enfiestaban a Roxy. Seguramente debía pensar que yo era bastante boludo para dejar que a mi novia se la cogieran así. Por un momento pensé que ella pasaba por algo parecido, ya que Benítez -su novio- también se cogía a Roxy. Sin embargo averigüé más tarde que ella y Benítez no eran pareja, sino que cogían de cuando en cuando. En el momento que me tocó llevarme a Roxy a casa ya estaba amaneciendo y casi todos se habían ido. Estaba completamente cubierta de semen, de los pies a la cabeza. Chorreaba leche por ambos agujeros y la cara la tenía toda embadurnada de esperma. Varios restos de leche ya se habían secado en su rostro, y lo demás, que todavía estaba fresco, era aprovechado por ella para llevárselo a la boca y tragarlo, para agregar más semen a su estómago de todo el que había comido durante toda la noche. Por fin llegamos a casa.
-Pero Roxy, no me podés hacer esto -le decía yo- te cogieron todos, mirá como estás… ¿Qué vamos a hacer a partir de ahora?
-Vos no sé, pero yo no me voy a perder esta hermosa locura -me sostuvo mientras intentaba engullir con el dedo un hilo de leche que le colgaba por el mentón- olvidate por ahora de la mudanza, aunque eso sí, si querés nos podemos casar, como me habías pedido en un momento –me propuso mientras saboreaba con su lengua y deglutía finalmente ese hilo de leche de vaya a saber quién.
Era increíble que me dijera eso en ese momento. ¡Estaba empapada de esperma de viejos, gordos y maleantes y me proponía matrimonio así nomás, como quien no quiere la cosa! Yo no le contesté, pero iba a aceptar, porque además era cierto que ya se lo había pedido antes. Es que estaba enamorado de esa hermosura y con todo esto nuevo tenía mucho miedo de perderla. Era un desafío por el que debía atravesar para tratar de conservar el cariño de Roxy, y que mejor que el casamiento para fortalecer ese amor.


El lunes fui a trabajar, como siempre. Roxy no iba a la facultad porque estaba dolorida del sábado anterior. Imagínense, el culo le quedó como un colador de tantas pijas que recibió. La concha también le ardía, y la quijada de la boca le quedó a la miseria de tanto chupar. Por otra parte, había ingerido mucho alcohol (además de semen), y le había dado bastante a la fumata; eso también contribuyó para que no quiera salir esa mañana de casa. Era temprano, pero en la puerta de calle estaban Carlos y Benítez con dos tipos más. Se burlaron de mí ni bien me vieron salir.
-Ahí se va el cornudo -dijo Carlos.
-Chau corneta -me tiró Benítez.
Los otros dos se reían. Yo no les contesté pero me puse furioso por dentro. Esos hijos de puta se habían cogido Roxy, y seguramente se la seguirían cogiendo si continuábamos viviendo allí. Me preocupé al subir al auto, ya que Roxy estaría todo el día en casa, y yo no regresaría hasta las 20. ¡Y esos tipos a esa hora ya estaban en la puerta de calle! Me mortificó el asunto, pero tuve que ir a trabajar, no tenía alternativa si, como decía Roxy, había que juntar más guita para mudarnos a una casa más grande. Cuando subí al coche, el olor a sexo que había allí dentro todavía era impresionante; había manchas de semen y flujos secos por todas partes. Ya en la oficina estuve bastante preocupado por mi novia. La llamé varias veces a casa pero no atendía el teléfono. Habrá salido para despejarse, supuse. Por fin, luego de un día donde mi cabeza estuvo en otro lado, terminó mi jornada laboral. A las 19.30 ya había subido al coche rumbo a casa, preocupado por mi novia Roxana, sola con todos esos degenerados que tenemos de vecinos. Cuando llegué, abrí la puerta de calle con mucha desesperación, me dirigí lo más rápido que pude hacia el fondo donde vivíamos y encontré la puerta de nuestro hogar entreabierta. Al entrar escuché gemidos que provenían de la habitación; la angustia se estaba apoderando de mí alma. Entré en la pieza, donde la puerta también estaba entreabierta, y vi a Roxy en cuatro patas sobre nuestra cama recibiendo la carne de Damián por detrás; no alcanzaba a ver si le estaba penetrando la concha o el orto porque la tenía de frente. Cuando Roxy me vio, comenzó a gritar lo siguiente:
-¡Ahí llegó el cornudo, bebé!, dale, ¡garchame más fuerte! ¡Haceme un hijo para que lo crie él! ¡Ahora que me voy a casar con el guampudo quiero llegar preñada al altar por otro macho! ¡Por uno de verdad, como vos!
Allí me di cuenta que le estaba cogiendo la concha. No obstante, ese lenguaje provocaba algo extraño en mí, como dolor, impotencia y también calentura sexual; esto último algo que mi pantalón no podía disimular. El “mono” la seguía surtiendo y me gritaba:
-¡Te la reviento a pijazos, cornudo! Ahhhhh!
-¡Sí! -Decía Roxy- ¡rompeme toda! Pero no me acabes adentro, quiero saborear tu leche en mi boca, papi.
-¡Te la doy! ¡Te acabo en la cama que compartís con el cornudo! ¡Te lleno de semen las sábanas, putona!
-Dejó de darle pija. La tomó por su cabeza y le puso la poronga a la altura de la boca. No necesitó sacudirse mucho la verga, ya que el chorro de leche se disparó enseguida sobre la cara de mi novia y parte también en sus tetas. Aunque fue tanta cantidad que varios disparos ensuciaron las sábanas desechas de la cama. Damián salió de la escena enseguida y se topó conmigo que continuaba estupefacto sobre la entrada. Quería ir al baño a limpiarse:
-Correte guampas, que me voy a limpiar de la cogida que le pegué a tu novia.
Roxy seguía arrodillada sobre la cama, con la boca llena de semen del “mono”. Chupaba y tragaba como una posesa la leche que le cubría toda la cara.
-Hola mi amor -me dijo despreocupada- ¿Cómo te fue hoy?
La miré contrariado. Le dije “bien”, pero pensé para mis adentros que era una desconsiderada; yo preocupado por ella durante todo el día, y no fue capaz de atender el teléfono porque se estaba haciendo dar matraca por ese salvaje.
-¡Que cara cornudín! -me largó Damián que volvía del baño. Agarró el pantalón y la camisa que estaban en el piso y fue hasta la cocina, donde escuché que abría la heladera. Regresó con la ropa puesta y con una cerveza en lata. Una que había comprado yo, por supuesto. Saludó a mi novia y le dijo que mañana iba a traer dos amigos más para que siguiera probando pijas nuevas. Se sacó su verga ahora flácida del pantalón y le dijo a Roxy:
-Dale un beso de despedida, putita, je je.
-Mi novia rió divertida y le dio un chupón a la cabeza rosácea de la prominente verga del “mono”. Fue un beso tierno a la herramienta que estaba enamorando a Roxy poco a poco. Damián se fue ignorándome por completo. Cuando estuve sólo con Roxana le dije:
-Sos una desfachatada, te estuve llamando todo el día y no me atendiste.
-Sí, perdóname mi vida, lo que pasa es que me agarró Damián desde temprano y me bombeó duro y parejo. Esa verga me pierde, no lo puedo evitar -dijo sincera.
-Además, mirá como me tratás –le recriminé- me llamás “cornudo” y le pedís a ese que te haga un hijo. No lo puedo soportar -dije con un nudo en la garganta.
-Ay mi amor, esas son cosas que una dice cuando la están garchando. No vas a creer que es en serio, ¿o sí? -repuso ella.
Me dispuse a sacar las sábanas. Roxy me paró en seco, como alarmada:
-¿Qué vas a hacer? -me dice.
-Voy a cambiar las sábanas -respondí- están todas manchadas.
-¡No! – Se sobresaltó ella- Dejá las sábanas en paz que no es para tanto…
-¡Pero Roxy! Están todas cubiertas con el esperma de ese vago.
-¿Y que tiene? – me replicó- Si es una delicia esa leche. Quiero dormir ahí para disfrutar del olor de ese manjar exquisito.
Lo de Roxy ya me parecía repugnante. No podía entender como se había vuelto tan puta. Ese tipo la tenía engatusada o algo así. Me fui al comedor a buscar un refresco de la heladera, a ver si podía descansar un poco, por lo menos. En eso Roxy me advirtió:
-Y no se te ocurra volver a decirle vago. No quisiera que se enterara y que tuvieras problemas…
Era el colmo. Mi propia novia me amenazaba con ese tipo. Esa noche tuve que dormir junto a ella sobre las sábanas embadurnadas con el esperma de su macho. Pero lo peor todavía no había llegado. En las sucesivas semanas Roxy se iba a transformar en la putita del “mono”, y en definitiva, en la putita de todos los vecinos. Cada vez le traían más machos para que se la cojan. Los fines de semana mi casa se llenaba de machos que se la venían a empomar a Roxy. Y machos distintos. ¡Llegué al punto de tener que atenderlos sirviéndoles bebidas o café! Algunos me dejaban mirar mientras se la cogían (y yo me hacía la paja, por lo menos), pero otros no querían saber nada y me tenía que quedar en el comedor mirando televisión mientras la surtían en la pieza. Venían de a uno, de a dos, de a tres, de a cuatro; hasta la enfiestó un plantel completo de jugadores de fútbol de un club de Primera C (originario de la zona). Pero no sólo los jugadores (tanto los titulares como los suplentes), también vinieron los integrantes del cuerpo técnico: el DT, el médico, el utilero, los ayudantes de campo, ¡y hasta los directivos! Cuando se corrió definitivamente la bola en el club, vinieron algunos socios, también los “hinchas caracterizados”, y tres pibes alcanza-pelotas, que no eran pibes sino tipos grandes, en este caso, pero que también le dieron a Roxy su ración de pija y semen. ¡Hasta los vitalicios de la platea se hicieron tirar la goma por mi novia! No se la podían coger porque en ese entonces no había viagra, pero Roxy se las ingenió para sacarles la poca leche que tenían. Se la tomó toda, como el resto de la leche de los otros tipos. Y los viejos la miraban complacientes mientras ella los observaba con los restos de sus leches por toda su carita, felices por tener a esta altura de las circunstancias a una atorranta que les diera una alegría (alegría que por otro lado no les daba su club, que siempre jugaba en la misma categoría). Pero después de esa bacanal (un fin de semana completo, prácticamente), mi novia sintió náuseas y mucho malestar estomacal. Tuve que llevarla al hospital de la zona, donde le tuvieron que hacer un lavaje de estómago por la cantidad de semen que había ingerido. Y menos mal que este equipo no tenía tanta convocatoria (entre todos los que se la cogieron no habrán sido más de 250, contando futbolistas, cuerpo técnico, directivos, socios e hinchas). Cuando se recuperó y me dejaron verla en la sala del sanatorio le dije dramáticamente:
-Mi amor, tenés que parar con esta locura. Esto que te pasó te tiene que servir como lección. Aprovechemos y mudémonos cuanto antes.
-Ay mi amor -me dijo ella sonriendo- ¿vos pensás que por esto que me pasó yo voy a dejar mi nueva vida? Estás equivocado. Ahora estoy empachada, pero mañana voy a tener hambre de leche de macho nuevamente. ¿Realmente crees que voy a renunciar a la verga de Damián y a las pijas del resto de los tipos que él me trae? Estás loco si pensás eso. Ahora si vos te querés ir es problema tuyo. Eso sí, olvidate del casamiento, olvidate de mí, y olvidate de todo.
Me estremecí. No soportaba la idea de separarnos. La amaba con locura, era una sinrazón impresionante la que me invadía cuando miraba su carita. Una carita angelical, jovial y despreocupada, aunque detrás de eso se escondiera una terrible puta come vergas con ansias de bajarse a cuanto macho se le cruzara por la vida. Menos a mí, por supuesto, desde que Damián le prohibió volver a coger conmigo, aduciendo que yo era poco hombre para poseer a una hembra como ella.


El año 94 transcurrió con Roxy cada vez más emputecida, y yo cada vez más sumiso a sus caprichos. Me llamaba directamente “cornudo”, sobre todo cuando estaba en compañía de su macho, el “mono” Damián. Éste la cogía cada vez que se le antojaba, y era raro volver a casa todos los días después de trabajar y que él o su hermano, u otros machos más, no se la estuvieran taladrando. El “mono” había decidido que Roxy cogiera con los comerciantes de la zona para tener acceso ellos a los bienes de consumo indispensables para la subsistencia humana. Por eso me vi llevando a mi novia a los comercios del barrio para que los hombres dueños de las tiendas la repasaran cuando se les viniera en gana, a cambio, por supuesto, de suministros para los vecinos. En el último semestre del año ya se habían cogido a Roxy los de la panadería, el fiambrero, los soderos, el carnicero, el verdulero, y los de la gomería (que eran como 10), más otros comerciantes de otros rubros. Los gomeros se llevaron a Roxy un fin de semana completo a una quinta en Moreno y la hicieron coger hasta por los caseros. Ella me contó que aquella vez la mearon entre 30 o 40 tipos (porque invitaron a varios amigos más a la faena) y le calzaron por primera vez tres pijas en forma simultánea: dos en la concha y una en el orto. Sin embargo, lo más humillante para mí era tener que ofrecerla cada vez que salíamos “de compras”. Damián me obligaba a decirle a los comerciantes: “señor, soy un cornudo sumiso que viene a ofrecer a su novia en forma de trueque por víveres para sus machos”. Y los tipos reían. El verdulero, un viejo degenerado que se la cogió un par de sábados por la tarde, gustaba introducir pepinos y bananas en el culo de Roxy, que gozaba como una yegua con ese tratamiento. Como recompensa Roxy le tiraba la goma y le tragaba la leche, y cada vez que lo hacía me miraba con cara lasciva, sonriendo y con expresión de puta. Recuerdo los sábados a la noche ¡por favor! Eso sí que era tortuoso. Machos entrando y saliendo de la casa a cada rato. Y más machos. Venían tipos de otros lugares, pero todos se cogían a Roxy como querían. Y yo debía servir las bebidas y después limpiar todo, ya sea en mi casa o en la de los vecinos. Se acercaban gordos desagradables, desaliñados, con olor a vino encima. Me costaba, por otro lado, creer que Roxy, una bella muchacha de 22 años, criada en San Isidro, católica practicante e hija de un prestigioso Juez de la Nación, se dejara hacer todas esas perrerías. Sí ustedes supieran lo que me costó conquistarla, ¡los peros que me ponía la madre!, “no, mi hija es una señorita muy fina, no puede ir a cualquier lado, usted le tiene que dar los mismos gustos que nosotros le dimos”. Me rompí el culo para mantenerla y dárselos. Hasta tuve que esperar un año para poder cogérmela. Y mírenla ahora, como una cerda reventada haciéndose coger el culo hasta por el cartero (se lo garchó una tarde, de aburrida que estaba, nomás). También venían a la casa viejos demacrados que se hacían tirar un rato la goma y nada más, como Don Gervasio, que vivía enfrente y que apenas se movía. Damián lo trajo y le dijo “abuelo, hoy se va a dar un gustito”. Roxy casi lo mata. Le chupó la verga hasta que al viejo le empezó a dar un ataque de espasmos. Y casi se muere de un infarto cuando Roxy lo miraba y le mostraba su leche ya transparente, jugando con ella y llevándosela a la boca. Un sábado de esos fue cuando decidieron entre todos los machos de la casa y también los de afuera poner a Roxy en el centro de una habitación y hacerse tirar la goma en masa, pero esta vez conmigo al lado de Roxy, agachado, y con los tipos acabándole, meandola y escupiéndole, salpicándome a mí gran cantidad de flujos, líquidos y saliva.
-¡Sí hijos de puta!, ¡quiero sus leches! ¡Vamos, dámela toda Carlos, vos también Benítez; dame la tuya Dami, mi amor! ¡Soy la puta de Parque Patricios! Les decía Roxy aquella noche, que chupaba verga y les lamía las bolas a todos, mientras algunos le cogían la boca con fuerza.
Los turros le gritaban; “Cerda”, tiragomas”, “putona”, “chupapijas”. “atorranta”, “catadora de esperma”, “exploradora de braguetas”, y muchísimas cosas más. Terminé “mojado” con Roxy al lado totalmente empapada de leche masculina, de meo y escupitajos. Ella se cagaba de risa y me gritaba: “¡cornudo, esto te pasa por nabo! ¡Sos un pajero inútil! ¡Los demás me cogen y vos sólo te pajeás! ¡Inservible! ¡Tenés la pija muy chica!” Los otros le festejaban la ocurrencia y me pegaban con la mano abierta en la cabeza (sobre todo Carlos, aunque no demasiado fuerte). Y así continuó la cosa hasta diciembre, mes en el que preparamos todo para el casamiento, que iba a tener lugar en enero del 95. Aprovecharíamos para irnos de vacaciones con luna de miel incluida. Claro que no iba a ser yo quien disfrutara de Roxy en esas instancias, ya que tanto en la fiesta de casamiento como en la luna de miel-vacaciones, (donde se la cogieron hasta los mozos del hotel), no pude siquiera tocarle las tetas a mi flamante esposa.  


continuara

3 comentarios - mudanza

arielmont84 +4
Yo la dejo que se quede cogiendo y me voy a mi nuevo departamento y que se cague 😂
Necrosfire +1
muere de sida y un monton de cosas mas en el cap 2 sale todo
Sexcafe
@Necrosfire final feliz? Continuara?
Sexcafe
@Necrosfire el tema es q el morbo de el prota es ser cornudo. Es otro level de cukold con humillación. No lo comparto. Pero para gustos los colores. Hace poco fui cornudo y lo lei como un thriller jajajajaJ
3239
hermosa puta la Roxi tremenda traga leche tremenda historia mis 10 puntos
lmoren21
mas que calentarme me hace pensar en lo terriblemente pelotudo que sos man