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Amiga casada

(los nombres, oficios, y demás datos de caracter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados)

Hace muchos años, en un foro de rock y heavy metal, la conocí. Su nombre era rubia_explosiva90. Al principio solo intercambiábamos enlaces con música que nos molaba. Pero, de casualidades de la vida, terminamos hablando un poco más. Y al final, nos terminamos agregando al Facebook, pues era más fácil chatear por ahí que en el foro, que solo podíamos mandarnos mensajes privados.

Así aprendí que su nombre era Carla… y que tenía mucho de rubia. Y de explosiva. Claro, yo cuando me dijo su nombre para que la buscara, me quedé flipando al ver su foto de perfil, desmelenada en una playa, y tapándose las tetas con el brazo porque solo llevaba puesta la parte de abajo del bikini.

“Hola, guapo”, me escribió por el chat. “No te ha costado encontrarme, ¿verdad? Jijijijiji”

“No, primer resultado”, le dije. “Poca gente tienes agregada, ¿no?”

“Muchos me dan solicitud porque les pongo cachondos”

“¿En serio?”

“Coño, mira”

Y me pasó unas capturas de algunos mensajes que le habían dejado esos “moscones” que decían “vamos, tia buena”, “¿quieres pasar un buen rato?”, “vaya par de tetas” y mensajes por el estilo.

“La gente ya no se corta un pelo. Ni siquiera cuando ven que estás comprometida”

“Calla, que uno me dijo que si no me venía bien un amante. Jajajajajaja”

Siendo sinceros, no podía culparles. Sí, Carla, que así me enteré que se llamaba gracias a buscarla en Facebook, estaba muy buena. No solo en su foto de perfil, sino que se le podían ver en varias fotos que iba subiendo. Era guapa, sin duda. Tenía dos ojos azules preciosos. Su cuerpo podía tener la señal de “curvas peligrosas” al ver su cintura.

Claro, cuando salió el WhatsApp me añadió y solíamos hablar de vez en cuando. Yo no hacía ninguna gilipollez. Es decir, sabía que estaba comprometida, así que yo no tiraba ficha ni nada. Nos echábamos unas risas. Claro, tampoco soy gay y sé reconocer cuando una tía está buena. Y no me hubiera importado que decidiera dejar a su marido por mi. Pero claro, eso no iba a pasar.

El caso es que hace cosa de un mes, me preguntó si podía quedarse un fin de semana en mi casa. Claro, ella es valenciana, y tenía que venir por mi zona por un trabajo. Si tenéis alguna duda, es modelo. No de fama internacional, pero se dedica a ello y al parecer, trabajo no le falta. Le dije que claro, que sin problemas, con total confianza. Además, solo nos habíamos visto un par de veces. Una vez que fui para allá en verano (cuando no había pandemia en el mundo) y otra el día de su boda, que tuvo el detalle de pagarme la habitación de hotel para que pudiera ir. Lo mínimo era darle alojamiento gratuito.

“Oye, tengo la sesión temprano. ¿Te importa si voy ya por la noche?”, me preguntó.

“Claro, sin problema. ¿Quieres que pida algo para cenar?”

“¡Comida china!”

“Pues comida china. ¿Tallarines, pollo y ternera?”

“¡Perfecto! ¡Gracias!”

Había venido en tren, así que me acerqué a buscarla con el coche cuando terminó. Me saludó con un par de besos en las mejillas y conduje hasta mi casa. La ayudé a sacar su bolsa de equipaje (ligero, total, iban a ser dos noches) y la dejé entrar en mi piso.

“¡Qué cuco!”, dijo.

“Para vivir yo solo, da de sobra”, dije. “Perdona el desastre”

“Pues chico, no está tan mal”, dijo cuando vio la habitación que le tenía preparada. Cuando me compré el piso, solo dejaron una cama individual. La dejé en la habitación más pequeña, y la dejé con sábanas. Y aunque pronto se había convertido en un trastero, había apartado todo lo necesario para que mi invitada estuviera cómoda.

Pedí comida al chino, y en vez de poner la tele, pusimos música rock de fondo mientras cenábamos. Me contó cómo había pasado el día, y quedamos con que al día siguiente daríamos un paseo por la ciudad.

“La verdad, estoy un poco cansada. Voy a cambiarme y me voy a dormir”

“Descansa”, le dije. Yo iba a quedarme un rato viendo la tele.

Fue a acostarse y yo aproveché que estaban echando un maratón de House para pillar el sueño. No se si llevaba dos o tres episodios vistos cuando sentí la llamada de la naturaleza y me levanté para ir al baño.

Fue a la vuelta cuando me di cuenta de que la puerta del cuarto improvisado de Carla estaba abierta. Miré, por casualidad, al interior. Y madre mía. Carla estaba tumbada en la cama. Bocarriba, destapada, con las tetas al aire. No, no se estaba tocando, veía sus manos por encima de las sábanas, pero era una imagen hipnótica. De pronto se giró, mirando hacia la puerta. Me aparté. ¿Habría abierto los ojos? Parecía que no. Con mucho cuidado, entorné la puerta y volví al comedor a apagar la tele.

Por la mañana desayunamos en una cafetería y luego estuvimos dando un paseo por unos jardines que hay en la ciudad. Un entorno precioso, y estuvimos hablando de muchas cosas. Solo por curiosidad, pregunté sobre su matrimonio, y al parecer estaban muy bien. Aún así, aún no tenían intención de tener hijos, y no sabían si habría un buen momento para ello. Mi subconsciente me decía que “mientras una mochila no la ate a otro hombre tengo alguna posibilidad”, pero no, eso no era posible. Una pena, y más después de haber visto sus atributos.

Después pasamos por un sitio que me conocía de comida para llevar y fuimos a casa a disfrutarla.

“Pues estaba muy bueno”, dijo Carla mientras se echaba hacia atrás en mi sofá.

“Te lo dije. Uf, qué pereza”, dije mientras imitaba su posición. “¿Sabes qué palo me da tener que fregar?”

“Luego puedo fregar yo”, se ofreció.

“Ni de coña, eres mi invitada”

“Pero no me voy a morir por fregar dos platos y dos vasos”

“¡Que no! ¡Prohibido! ¡Ahí quieta!”, le avisé, riéndome.

“Vale, vale, tú mandas”, dijo. “Pero no hace falta que recojas ahora, ¿no?”

“Cierto”, dije, y puse la tele. A esas horas, toda la programación era para poder echarte la siesta sin perderte ningún programa o película de calidad.”Tú ponte cómoda”

Y de pronto me vi apresado por Carla, que puso la cabeza sobre mi hombro y me pasó un brazo por encima.

“¡Carla!”

“¿Qué pasa? Me has dicho que me ponga cómoda”, bromeó. “Además, somos amigos. No pasa nada por dormir así”

La teoría era buena. Pero era Carla, que estaba buenísima. Y olía muy bien. Y solo deseé que el pantalón vaquero fuera capaz de disimular la erección que empezaba a tener solo por eso. Debería ser delito estar tan buena. No se si terminó viendo la película, pero yo cerré los ojos e intenté dormir.

Cuando los abrí, tenía a Carla envuelta con un brazo, mientras ella se había hecho un ovillo y apoyaba la cabeza en mis piernas. Se me puso dura otra vez, e intenté aguantar la respiración para obligarla a bajarse. Pero era difícil.

“Hola”, saludó de pronto Carla, con voz dormida. “Vaya siesta”.

“Eeeeeeh, sí, la verdad”, dije, mirando el reloj. Dos horas habíamos estado durmiendo. Nada mal.

Sin prisa Carla se incorporó y yo aparté el brazo para dejarla levantarse. No estaba alterada por aquella cercanía, así que yo debía disimular. Ponerme nervioso sería delatador.

“¿Qué vamos a hacer esta tarde?”, me preguntó.

“¿Qué te apetece?”

“No lo sé. ¿Algún sitio bueno para cenar? Y te voy a invitar yo, que llevas todo el día pagando”

“Porque tengo dinero”

“Y yo también lo tengo”

“Bueno. Hay un sitio al que tenemos que ir pronto”, le dije. “Con el horario de la pandemia y eso, la gente va a cenar y se llena. Ya, es una mierda”.

“No pasa nada. Si está rico, me vale”

“Pues si te parece me voy a dar una ducha”, le dije. “Y podemos ir”

“Perfecto. Te espero” dijo, apoderándose del mando a distancia.

Fui a mi habitación a por ropa para cambiarme, y luego entré en el baño. Me desnudé y entré en la ducha. Agüita caliente, me sentaba muy bien. Y por suerte, mi polla se había aflojado, porque es muy incómodo ducharse con una erección. Y apenas me estaba enjabonando la cabeza cuando, de pronto, alguien abrió la cortina de la ducha.

“¡Carla!”

“¡Hooooola!”, saludó ella como si fuera lo más normal. “Me aburro viendo la tele. ¿Te puedo acompañar?”

“¿Qué dices?”, pregunté mientras la veía quitarse la camiseta.

“Hazme un hueco”, dijo después de bajarse el pantalón y quitarse las bragas.

Me eché a un lado y el agua cayó sobre nosotros.

“¿Tienes más champú?”, me preguntó.

“Carla, ¿qué haces aquí dentro?”, pregunté mientras me giraba y le daba la botella.

“Comprobaba mi teoría”

“¿Teoría?”

“Sé que anoche me viste en top-less, te vi. Y aún así no has intentado hacer nada conmigo”.

“Somos amigos. Y estás casada”

“Lo sé, y aún así hay muchos tíos que me han pretendido tirar la ficha a ver si cedía”

“… ¿Sabes que me gustan las mujeres, verdad?”

“Sí, claro. Si no pienso en ti como mi amigo gay. Solo con alguien de confianza que no se aprovecharía de la situación. Pero vamos, que no me escandalizaría que me vieras desnuda”

Eso lo dijo porque yo miraba la pared.

“Se me hace raro”

“Me lo imagino. Pero vamos, no va a hacer daño que me mires”

“Si me doy la vuelta también me verás tú”

“Eso es. ¿Y?”

Le daba tan igual que acepté y me giré. Nos vimos frente a frente, sin ropa de por medio. Y sí, tuve una erección muy dolorosa por culpa de la visión. De hecho, se compadeció de mi.

“Debí imaginar que no eras inmune”, comentó. “Tranquilo. Es una reacción natural del cuerpo”

“Me da vergüenza”

“No pienso humillarte, tranquilo. Vamos, en serio. Bañémonos y llévame a ese sitio”.

De modo que enjaboné mi cuerpo. Dejé que el agua cayera luego sobre mi. No se me escapó el detalle de que Carla estaba mirándome en todo momento. Esa noche me tendría que cascar tres o cuatro pajas por lo menos para aliviarme.

Salí de la ducha con una toalla, y saqué otra del armario para Carla. Envuelta, se fue a la habitación a ponerse la ropa mientras me dejaba a mi que me vistiera allí. Pensé en aliviarme en ese momento, pero sería tan obvio que me parecía una falta de respeto, así que me vestí y aguardé un poco hasta que mi pene estuvo otra vez relajado antes de irnos a por la cena.

“Este sitio es cojonudo”, dijo Carla.

“Me alegro de que te guste…”, respondí. Yo estaba un poco ausente porque me acordaba de…

“Sigues pensando en la ducha, ¿verdad?”

“Sí. Carla… ¿por qué?”

“Te lo dije en serio. Quería saber que no te aprovecharías de mi”, me contó Carla. “No podía contarte nada”

“¿Contarme qué?”

“Ismael y yo somos… poliamorosos”, me confesó.

“Oh…”

“Él y yo tenemos… algunas personas con las que nos gusta hacerlo de vez en cuando”, dijo. Había bajado la voz. Y la gente hablaba en voz alta, así que no nos podían escuchar. “Ya sabes. Nos amamos pero…”

“Os podéis acostar con otros, sí, lo pillo”.

“Eso es. Y he estado un tiempo pensando en ti”

Me atraganté.

“Carla…”

“Escucha. Yo tengo una condición para el sexo. No me pueden acosar. Y tú me has visto desnuda en la cama. Nos hemos duchado juntos. Y no ha pasado nada. Bueno… casi nada”, dijo y me guiñó el ojo. Obviamente, se refería a que me había empalmado.

“Si es una broma, no tiene gracia”

“Lo que pasa es que no te podía decir mi idea. O a lo mejor te habrías contenido a posta. Perdona que sea desconfiada. Es que uno ya me engañó una vez”.

“Ya veo…”

“¿Yo te pongo?”

“Claro que me pones, joder. Uno no es de piedra”

“Espero que me lo demuestres”, dijo. “Tenía muchas ganas de esta visita”.

Yo pensaba todavía que me estaba tomando el pelo. Incluso si era verdad que eran poliamorosos. ¿Iba a venir tan lejos solo para echar un polvo? Que no, que no me lo creía. Pero bueno, seguimos cenando y tras disfrutar de un rico postre, volvimos a mi casa.

Ya era tarde, por lo que eché la llave. Y en ese momento, Carla me abrazó por la espalda y sentí que me mordisqueaba el lóbulo de la oreja.

“Carla…”

“¿Aún no te crees? Quiero que follemos”, me dijo. “Por favor… Si no quieres te soltaré ahora mismo”

“Suéltame”, le pedí.

Y apenas me liberó me di la vuelta y la atrapé yo. La besé con ganas. Quería proba cada parte de su cuerpo, la quería solo para mi. Y me enfurecía pensar que había otros hombres que podían disfrutar de su compañía.

“Sí… soy tuya, bebé”, susurró en mi oído mientras le besaba el cuello. “¿Vas a follarme?”

“Sí. Eres mía”, le dije. “Solo mía”

“Claro que si. Demuestralo”, me provocó.

Busqué su pantalón y tiré hacia abajo de él con ganas. Hice lo mismo con sus bragas, ya no las iba a necesitar. La sujeté por el culo y la puse en el mueble del recibidor. Me desabroché el pantalón. Mi picha ya estaba bien dura. Y sin pensarlo mucho, se la metí.

Se sujetó a mi mientras se la metía. Yo me movía deprisa, sentía su coñito abrirse poco a poco a mi rabo. Se sentía tan bien dentro de ella. Mientras me la follaba empezó a quitarse la parte de arriba de la ropa, y en ese momento le comí las tetas, esas grandes tetas del tamaño de media cabeza. Chupé y lamí esos pezones mientras la jodía.

“Carla, me corro”, le dije.

“Yo también, bebé. Córrete, córrete para mi”, pidió.

Y dejé que mi lefa se escurriera dentro de su coñito. Otra embestida, y otra, y otra más. Vacié una buena carga en su interior. Me miró a los ojos y sonrió complacida.

“Joder. Te he provocado mucho, ¿eh?”

“Muchísimo”, dije, con mi falo aún dentro de ella. Me moví suavemente, manteniendo la penetración

“Sádico”, susurró mientras me sentía aún dentro de ella. “Vamos a tu cama”

Dejé que bajara del mueble y en ese momento junté mi polla con su culo. La refroté con ganas.

“Vamos”, dijo y nos movimos despacio. Mi polla seguía frotándose con su culo. Tenía ganas de metérsela. Estuve a punto de follarle el culo mientras entrábamos en mi cuarto, pero aguanté las ganas hasta que se puso en cuatro, apoyando las manos en el colchón. “No aguanto más… hazlo”

“¿Segura?”

“¡Fóllame el culo!” pidió.

Y aunque tenía ganas de clavársela de un movimiento, lo hice con cuidado. Dejé mi punta dentro de ella, y poco a poco metí el resto de mi polla dentro de ella. Cada centímetro que la atravesaba la hacía gemir. Lo estaba disfrutando mucho. Me sujeté a su cadera y empecé a follármela con ganas. Tenía un culo exquisito.

“¿Te gusta, nena?”

“Mucho”, dijo con una voz muy aguda. “Fóllame, bebé. Tu nena quiere que la folles”.

“Voy a follarte hasta que nos desmayemos”, le dije y aumenté el ritmo de mis estocadas. Ella separó las piernas para mi, facilitándome entrar dentro de su culo, hasta que me corrí nuevamente dentro de ella.

Carla cayó sobre la cama, cansada, y yo me senté a su lado. Vi su culo desprotegido hacia arriba, y le di un fuerte azote.

“Joder. Tendría que haber venido antes”, dijo, con una sonrisa idiota.

“¿Tanto te gusta?”

“Amo el sexo. Me encanta follar. Quiero seguir toda la noche”

Sonreí. Podía aceptar su propuesta encantado.

“Quédate”, le dije de pronto.

“¿Qué?”

“Que te quedes aquí conmigo”, le dije. “No quiero renunciar a ti”

Carla suspiró. Se incorporó y se sentó encima de mis piernas. Empezó a hacerme una paja.

“No voy a dejar a Ismael. Te he dicho que le amo. Y le amo mucho. Y él me ama a mi. Yo soy un capricho que tienes”

“Eso no es cierto”

“¿Ah, no? ¿Me pedirías algo así si no hubiéramos follado?”

“¿Y tú amas a Ismael? Me he…”

“Sí, te has corrido dentro de mi. Dos veces. Y espero que muchas más”, dijo Carla. “Quiero que lo hagamos hasta que no nos queden fuerzas. Pero solo podemos ser follamigos, tienes que entenderlo”.

“No quiero compartirte. Quiero que seas mía”

“Soy tuya esta noche”

“Eso no es suficiente”

Carla no respondió. Me hizo separar las piernas y en ese momento, me la empezó a chupar. Su boca era excelente. Sus labios jugaron con mi glande y su lengua hizo lo mismo cuando me engulló el rabo. Notaba sus manos en mis huevos, dándome leves caricias mientras disfrutaba de mi sabor.

Noté que usaba mi pene como si fuera un lapiz labial, recorriéndo sus labios con mi glande y mi líquido preseminal. Se los limpió con la lengua y me dedicó una sonrisa antes de hacerme una garganta profunda, y otra, y otra y me la volvió a chupar hasta que me corrí dentro de su boca.

“¿Cómo te puedes correr más cada vez?”, preguntó sorprendida.

“Me pones mucho”, le dije. “Y me la has chupado muy bien”

“Me alegro de que te guste, bebé. Esta noche soy tuya. Soy tu putita. La zorrita que quiere sexo”

Pero en ese momento me puse después. No podía aguantar aquello.

“Oye”

“Carla, no puedo. Si hoy hacemos esto y luego me haces renunciar, no quiero eso”

“Me has pedido que renuncie a mi marido”, me recordó.

“Y no vas a hacerlo”

“Claro que no”. Pero sí que puedo hacer algo por ti.

“¿El qué?”

Se puso de pie y me obligó a girarme para mirarla. Me dio un beso en los labios. Un sabor salado, el que yo le había provocado por correrme en su boca. Pero daba igual.

“Puedo renunciar a los demás”

“¿A los demás?”

“Ya te he dicho que tengo otros amigos con los que me veo para follar si me apetece. ¿Es suficiente si dejo de verlos?”

“Carla…”

“Te lo digo en serio. Serás mi único amante. Solo Ismael y tú podréis follar conmigo. Te doy esa exclusividad sobre mi”.

“¿En serio quieres renunciar a ellos?”

“Bueno. Vas a tener que compensarme”, insinuó Carla. “Tienes que seguir corriéndote para mi, ¿vale? Vamos, bebé… demuestra que mereces que sea tuya”

La empujé sobre la cama, y me arrodillé. Hundí la cabeza entre sus piernas y devoré su coñito. Me gustaba mucho. Era maravilloso escucharla gemir gracias a mi. Pero no la hice correrse. No. Quería que la follara y eso iba a hacer. Me incorporé y se la volví a meter. Ella cerró las piernas alrededor de mi cintura y me apoyé en la cama para follarla. Nuestras bocas se encontraron mientras gozábamos de aquel momento. Logré correrme dentro de ella, que parecía encantada con la situación.

“Me gustha”, comentó Carla mientras me la volvía a chupar. “Esh perfecta… Tu polla me uelve loca…”, y en ese momento le sujeté la cabeza. Aguantó sin moverse mientras le follaba la boca. Quería correrme dentro nuevamente. Ella usaba la lengua para darme más placer, y llené su boquita con mi leche. “Eresh malo”, protestó mientras se aseguraba de dejármela bien limpia y mojadita.

“Te gusta”, le dije.

“Me gusta”, reconoció. “¿Qué vas a hacerme, bebé?”, preguntó.

“Date la vuelta”

“¿Quieres mi culo?”, preguntó mientras me lo ofrecía.

“Claro que lo quiero”, dije, y aproveché que me la había lubricado con su saliva para metérsela. Su culo estaba apretado a pesar de habérmelo follado hacía un rato, pero ahora entraba más fácilmente dentro de ella. Se amoldaba a mi polla con facilidad. Sonreí mientras ella solo gemía y me pedía más. Dejé mi semilla dentro de su goteante culo y volví a azotarla.

“¿Ya estás cansado?”, me preguntó. Yo me había tumbado en la cama.

“Solo necesito un momento”

“De eso nada”

Y montó sobre mi, y empezó a frotar su coñito contra mi polla hasta que la tuve erecta y volvió a metérsela. Empezó a cabalgar sobre mi a buen ritmo. Era inagotable. Dejé que hiciera lo que quisiera hasta que me corrí por tercera vez dentro de su coñito. Cuando se sacó mi polla pude ver que mi leche escurría entre sus piernas.

“Eres una zorrita de verdad”, le dije.

“Sí. Te lo he dicho. Voy a ser tuya cada vez que nos veamos”

“¿Y entonces… no vas a follar con nadie más?”

“No. Pero claro, eso va a suponer que nos tendremos que ver con más frecuencia”, me dijo.

“¿En tu casa?”

“No siempre. Ismael está allí este fin de semana. Y seguro que se ha llevado a alguna amiga suya”

“Vaya. Se me hace tan raro que no lo digas enfadada…”

“Que lo disfrute. Yo estoy aquí contigo. ¿Quieres ver una porno?”

“¿En serio?”

“A lo mejor nos da ideas”, dijo con una sonrisa.

Mi zorrita y yo terminamos de follar a eso de las siete de la mañana aquella noche, así que nos saltamos todas las horas hasta que tocaba comer para dormir y recuperar las fuerzas. Fue difícil despedirnos en la estación, pero me prometió que pronto volveríamos a quedar para otra noche inolvidable.

Hace dos semanas volvimos a vernos, y me mostró un tatuaje que se había hecho cerca de la pelvis. Un corazón envuelto dos veces por una cinta. Podía leer el nombre de Ismael… y el mío.

“Vuelvo a ser tuya, bebé”, dijo antes de besarme.

Así que ya estoy esperando de nuevo nuestra próxima quedada.

Sobre todo porque esta mañana recibí un paquete. Muy envuelto, sin origen. Lo abrí. Era un collar de sumisa. Llevaba un adorno en forma de corazón. “Pertenece a…” y mi nombre. Pues pienso darle un buen uso la próxima vez que nos veamos. No será del todo mía. Pero tengo mucha suerte de contar con ella.

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4 comentarios - Amiga casada

robby13
Sorprendente!!... y muy bueno.
robby13
Sorprendente!!... y muy bueno.