El capÃtulo 1 pueden encontrarlo acá:
https://m.poringa.net/posts/relatos/3933856/Lujuria-en-el-tren-Sarmiento-Capitulo-1.html
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LA VIEJA TROLA Y MI PRIMERA PIJA
El siguiente es un relato doble, mi idea era contarlo por separado pero como sucedió el mismo dÃa con tan solo unos 20 minutos uno del otro decidà meter los dos en uno.
       Ese dÃa tenÃa que estar a las 7 cerca del obelisco. SabÃa que tenÃa al menos una hora y media de viaje asà que salà a las 5 de casa para llegar tranquilo. Llegué a la estación de Merlo y ya habÃa mucha gente en el andén esperando el tren. Sin perder tiempo comencé a buscar a mi presa, ver si cruzaba alguna mirada con alguna hembra y buscar viajar pegadito a su culo.
        Recorrà un poco el andén y la vi a ella, una gordita culona con una calza (leggins) bien entangada que se partÃa sola. Llega el tren y ya venÃa bastante gente, en el tumulto pierdo a la gordita, ya no podÃa acomodarme y mucho menos acercarme a ella que quedó como a 3 metros de donde yo estaba. Me acomodo detrás de una vieja, 60 años aproximadamente. Petisa, llevaba una calza también con un culo apretadito pero nada del otro mundo. No habÃa otra opción mejor y no estaba conforme con lo que habÃa quedado. La gorda tenÃa un culo tremendo y la habÃa perdido.
       Disimulando comencé a rozarla un poco, un roce muy sutil para ver qué reacción tenÃa. QuerÃa asegurarme de que estuviera de acuerdo antes de lanzarme se llano a apoyarla. He visto muchas veces cuando un hombre se comió un cachetazo o que los mismos pasajeros que estaban alrededor bajaron a golpes de puño a algun pajero desubicado.
       Claro, yo también era un pajero pero no del todo desubicado, tanteaba el territorio, rozaba una o dos veces y si me miraban mal o buscaban acomodarse de otra forma ya desistÃa del intento.
       TenÃa la mochila sujetada con mi mano derecha, de la manija de arriba como si fuera una bolsa. Con mis nudillos rozaba un poco el culo de la vieja. A la segunda o la tercera ella empujó el culito hacia atrás. No estaba seguro lo que eso significaba asà que volvÃa hacerlo unas veces más y la reacción de ella era siempre la misma. Estaba regalada, le acomodé la pija cerca del culo, y con el movimiento del tren aproveché para apoyarla. Ella respondÃa empujando su culito hacia atrás una y otra vez.
       No tardé en tener una erección, llegó un momento que ni nos despegábamos. Quedábamos quietos haciendo presión uni con el otro. El tren estaba repleto y nadie estaba atento a la situación. En un momento siento su mano acariciándome la verga, ya la tenÃa durÃsima pero no le alcanzó con acariciarme. Buscaba meter la mano dentro de mi pantalón.
       Ya habÃa apoyado antes a otras mujeres, pero nunca me habÃa pasado lo que sucedÃa en ese momento. Con mi mano separé mi pantalón y le di espacio suficiente para que ingresara su mano. Yo no usaba ropa interior, era más placentero a la hora de apoyar a aguien. La vieja me agarró la verga y empezó a pajearme. Estaba como loco, la vieja me tenÃa hirviendo de calentura. Decidà hacer lo mismo, le pasé mi mano por la cintura llevándola hacia su vientre y le acaricié la concha durante varios minutos.
       La situación me estaba volando el cerebro, me pajeaba sin parar y continuaba acariciando esa pussy marcadita en la calza. Hasta que me animé a más y metà la mano dentro de la calza. La vieja estaba empapada, totalmente húmeda. Con mi dedo Ãndice frotaba su clÃtoris, ella cada tanto hacÃa un movimiento de golpe y era probable que llamase la atención de alguien. TenÃa la tanga toda pegajosa, esa concha jugosa pedÃa más e introduje dos dedos en esa pequeña concha. Nos pajeamos unos 15 minutos.
       Cuando estamos llegando a Liniers, ella quita su mano y mueve la mÃa también. Me di cuenta que ya se bajaba, me acomodé detrás de ella como si también tuviera que bajar. Cuando el tren frena en la estación bajé seguido a ella, tenÃa la esperanza de poder continuar con lo que estuvimos haciendo pero se encontró con un viejo que la estaba esperando en la estación. Se besaron y se fueron caminando juntos. El tren ya se habÃa ido, tuve que esperar el próximo.
       HabÃa quedado con una calentura terrible. Mi idea era subirme al próximo tren y buscar otra presa para acechar pero no fue posible, el tren no estaba tan lleno, por lo que era imposible apoyar a alguien. Llegué a la estación de Once donde termina el recorrido, desde ahà tenÃa que subir al subte (metro). Bajo en Once y tenÃa muchas ganas de mear.
       El baño de Once es probablemente uno de los más desagradables de Buenos Aires. Entra tanta gente constantemente que necesitas un buen tiempo para ingresar, especialmente cuando arriba un tren.
       El baño de hombres en Buenos Aires es un lugar muy particular, insoportable para algunos, excitante para otros. Aproximadamente el 90% de las veces que entré a un baño público en Buenos Aires, habÃa al menos un hombre pajeándose. No es que entrás y te pelan la pija en la cara. Sino que simulan estar orinando y aprovechan para espiar vergas ajenas. Yo ya estaba curtido, andaba todo el tiempo en la calle y en cierta forma me habÃa acostumbrado. Además, si bien ya habÃa tenido algún encuentro con otro hombre, solo me la habÃan chupado, a veces me detenÃa a mirar algún pedazo o mostrarle la verga al de al lado mientras me pajeaba.
       Ese dÃa estaba re caliente, la vieja me habÃa dejado con muchas ganas de coger asà que cuando entré al baño hice pis y me la sacudà con energÃa. Un tipo de unos 40 años al lado se estaba pajeando también. Estuve unos minutos y me fui. Cuando estoy saliendo de la estación, rumbo a la entrada del subte alguien me habla. Me doy vuelta y era el sujeto que estaba en el baño.
Desconocido: -Hey, te va hacer algo? Vivo acá enfrente. Me dijo señalando el otro lado de la plaza.
Yo: -Dale, vamos.
       Ni lo pensé, agarré viaje de una. QuerÃa descargarme esa calentura que llevaba dentro. La pija estaba semidura, se negaba a aflojar del todo. Llegamos al edificio, subimos al departamento. Yo encendà un cigarrilló, estaba parado. El se sentó en un sillón y sacó la verga. No le habÃa prestado mucha atención en el baño, era una pija enorme, calculo que unos 20 centÃmetros.
Desconocido: -Nene, chupamela un poco.
       Quedé petrificado. De la calentura ni pregunté qué querÃa hacer antes de aceptar la invitación. Asumà que querÃa chuparme la pija pero estaba equivocado, querÃa que yo le chupara la verga a él.
       Era una fantasÃa para mi, ya lo habÃa imaginado en muchas ocasiones pero no habÃa tenido una oportunidad clara para comer una pija. Nunca ando con vueltas, me agaché y empecé a chuparle la verga. No conocÃa el sabor, no sabÃa que se sentÃa tenerla en la boca. Con todo el porno que habÃa visto en mi vida mas las veces que ne la habÃan chupado a mi ya sabÃa cómo hacerlo, pero no es lo mismo verlo que hacerlo. Fui medio torpe, me dijo que le raspaban mis dientes con lo que tenÃa que abrir la boca más grande.
      Mientras se la chupaba me pajeaba a mi mismo, hacÃa mi mejor esfuerzo, ponÃa todo mi empeño. A los 2 o 3 minutos el tipo empezó a acabar, yo como buen virgo me la saqué de la boca y lo pajée hasta que terminó.
Desconocido: -Qué linda chupada.
Yo sabÃa perfectamente que habÃa sido malÃsima pero acepté el halago. Gracias, le respondÃ. ¿Me la chupás a mi ahora?
Desconocido: -Ah no, yo no hago eso.
Yo: -Bueno, dije muriéndome de tristeza por dentro. Nos despedimos y seguà mi camino.
       Fue todo muy frustrante. La vieja que me dejó re caliente y el otro hijo de puta que no me la quiso chupar. Al menos habÃa probado una pija por primera vez.
       Esa fue la primera, llegaron muchas más con los años.
FIN.
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LA VIEJA TROLA Y MI PRIMERA PIJA
El siguiente es un relato doble, mi idea era contarlo por separado pero como sucedió el mismo dÃa con tan solo unos 20 minutos uno del otro decidà meter los dos en uno.
       Ese dÃa tenÃa que estar a las 7 cerca del obelisco. SabÃa que tenÃa al menos una hora y media de viaje asà que salà a las 5 de casa para llegar tranquilo. Llegué a la estación de Merlo y ya habÃa mucha gente en el andén esperando el tren. Sin perder tiempo comencé a buscar a mi presa, ver si cruzaba alguna mirada con alguna hembra y buscar viajar pegadito a su culo.
        Recorrà un poco el andén y la vi a ella, una gordita culona con una calza (leggins) bien entangada que se partÃa sola. Llega el tren y ya venÃa bastante gente, en el tumulto pierdo a la gordita, ya no podÃa acomodarme y mucho menos acercarme a ella que quedó como a 3 metros de donde yo estaba. Me acomodo detrás de una vieja, 60 años aproximadamente. Petisa, llevaba una calza también con un culo apretadito pero nada del otro mundo. No habÃa otra opción mejor y no estaba conforme con lo que habÃa quedado. La gorda tenÃa un culo tremendo y la habÃa perdido.
       Disimulando comencé a rozarla un poco, un roce muy sutil para ver qué reacción tenÃa. QuerÃa asegurarme de que estuviera de acuerdo antes de lanzarme se llano a apoyarla. He visto muchas veces cuando un hombre se comió un cachetazo o que los mismos pasajeros que estaban alrededor bajaron a golpes de puño a algun pajero desubicado.
       Claro, yo también era un pajero pero no del todo desubicado, tanteaba el territorio, rozaba una o dos veces y si me miraban mal o buscaban acomodarse de otra forma ya desistÃa del intento.
       TenÃa la mochila sujetada con mi mano derecha, de la manija de arriba como si fuera una bolsa. Con mis nudillos rozaba un poco el culo de la vieja. A la segunda o la tercera ella empujó el culito hacia atrás. No estaba seguro lo que eso significaba asà que volvÃa hacerlo unas veces más y la reacción de ella era siempre la misma. Estaba regalada, le acomodé la pija cerca del culo, y con el movimiento del tren aproveché para apoyarla. Ella respondÃa empujando su culito hacia atrás una y otra vez.
       No tardé en tener una erección, llegó un momento que ni nos despegábamos. Quedábamos quietos haciendo presión uni con el otro. El tren estaba repleto y nadie estaba atento a la situación. En un momento siento su mano acariciándome la verga, ya la tenÃa durÃsima pero no le alcanzó con acariciarme. Buscaba meter la mano dentro de mi pantalón.
       Ya habÃa apoyado antes a otras mujeres, pero nunca me habÃa pasado lo que sucedÃa en ese momento. Con mi mano separé mi pantalón y le di espacio suficiente para que ingresara su mano. Yo no usaba ropa interior, era más placentero a la hora de apoyar a aguien. La vieja me agarró la verga y empezó a pajearme. Estaba como loco, la vieja me tenÃa hirviendo de calentura. Decidà hacer lo mismo, le pasé mi mano por la cintura llevándola hacia su vientre y le acaricié la concha durante varios minutos.
       La situación me estaba volando el cerebro, me pajeaba sin parar y continuaba acariciando esa pussy marcadita en la calza. Hasta que me animé a más y metà la mano dentro de la calza. La vieja estaba empapada, totalmente húmeda. Con mi dedo Ãndice frotaba su clÃtoris, ella cada tanto hacÃa un movimiento de golpe y era probable que llamase la atención de alguien. TenÃa la tanga toda pegajosa, esa concha jugosa pedÃa más e introduje dos dedos en esa pequeña concha. Nos pajeamos unos 15 minutos.
       Cuando estamos llegando a Liniers, ella quita su mano y mueve la mÃa también. Me di cuenta que ya se bajaba, me acomodé detrás de ella como si también tuviera que bajar. Cuando el tren frena en la estación bajé seguido a ella, tenÃa la esperanza de poder continuar con lo que estuvimos haciendo pero se encontró con un viejo que la estaba esperando en la estación. Se besaron y se fueron caminando juntos. El tren ya se habÃa ido, tuve que esperar el próximo.
       HabÃa quedado con una calentura terrible. Mi idea era subirme al próximo tren y buscar otra presa para acechar pero no fue posible, el tren no estaba tan lleno, por lo que era imposible apoyar a alguien. Llegué a la estación de Once donde termina el recorrido, desde ahà tenÃa que subir al subte (metro). Bajo en Once y tenÃa muchas ganas de mear.
       El baño de Once es probablemente uno de los más desagradables de Buenos Aires. Entra tanta gente constantemente que necesitas un buen tiempo para ingresar, especialmente cuando arriba un tren.
       El baño de hombres en Buenos Aires es un lugar muy particular, insoportable para algunos, excitante para otros. Aproximadamente el 90% de las veces que entré a un baño público en Buenos Aires, habÃa al menos un hombre pajeándose. No es que entrás y te pelan la pija en la cara. Sino que simulan estar orinando y aprovechan para espiar vergas ajenas. Yo ya estaba curtido, andaba todo el tiempo en la calle y en cierta forma me habÃa acostumbrado. Además, si bien ya habÃa tenido algún encuentro con otro hombre, solo me la habÃan chupado, a veces me detenÃa a mirar algún pedazo o mostrarle la verga al de al lado mientras me pajeaba.
       Ese dÃa estaba re caliente, la vieja me habÃa dejado con muchas ganas de coger asà que cuando entré al baño hice pis y me la sacudà con energÃa. Un tipo de unos 40 años al lado se estaba pajeando también. Estuve unos minutos y me fui. Cuando estoy saliendo de la estación, rumbo a la entrada del subte alguien me habla. Me doy vuelta y era el sujeto que estaba en el baño.
Desconocido: -Hey, te va hacer algo? Vivo acá enfrente. Me dijo señalando el otro lado de la plaza.
Yo: -Dale, vamos.
       Ni lo pensé, agarré viaje de una. QuerÃa descargarme esa calentura que llevaba dentro. La pija estaba semidura, se negaba a aflojar del todo. Llegamos al edificio, subimos al departamento. Yo encendà un cigarrilló, estaba parado. El se sentó en un sillón y sacó la verga. No le habÃa prestado mucha atención en el baño, era una pija enorme, calculo que unos 20 centÃmetros.
Desconocido: -Nene, chupamela un poco.
       Quedé petrificado. De la calentura ni pregunté qué querÃa hacer antes de aceptar la invitación. Asumà que querÃa chuparme la pija pero estaba equivocado, querÃa que yo le chupara la verga a él.
       Era una fantasÃa para mi, ya lo habÃa imaginado en muchas ocasiones pero no habÃa tenido una oportunidad clara para comer una pija. Nunca ando con vueltas, me agaché y empecé a chuparle la verga. No conocÃa el sabor, no sabÃa que se sentÃa tenerla en la boca. Con todo el porno que habÃa visto en mi vida mas las veces que ne la habÃan chupado a mi ya sabÃa cómo hacerlo, pero no es lo mismo verlo que hacerlo. Fui medio torpe, me dijo que le raspaban mis dientes con lo que tenÃa que abrir la boca más grande.
      Mientras se la chupaba me pajeaba a mi mismo, hacÃa mi mejor esfuerzo, ponÃa todo mi empeño. A los 2 o 3 minutos el tipo empezó a acabar, yo como buen virgo me la saqué de la boca y lo pajée hasta que terminó.
Desconocido: -Qué linda chupada.
Yo sabÃa perfectamente que habÃa sido malÃsima pero acepté el halago. Gracias, le respondÃ. ¿Me la chupás a mi ahora?
Desconocido: -Ah no, yo no hago eso.
Yo: -Bueno, dije muriéndome de tristeza por dentro. Nos despedimos y seguà mi camino.
       Fue todo muy frustrante. La vieja que me dejó re caliente y el otro hijo de puta que no me la quiso chupar. Al menos habÃa probado una pija por primera vez.
       Esa fue la primera, llegaron muchas más con los años.
FIN.
7 comentarios - Lujuria en el tren Sarmiento. CapÃtulo 2.