Atrapada sin salida
Le contaba a Adela Batista por teléfono cómo había sido mi parto, lo feliz que era y
lo orgullosa que me sentía por haber traído a mi
hijo al mundo como Dios manda.
Adela no entendía cómo la gente nos desea que el parto sea “una horita corta”.
Tener a mis hijo en casa me ha llevado, además de las once horas de trabajo de parto,meses de angustia desde el primer día que supe que estaba embarazada.
Pero al final fué una preparacion.
Para todo lo bueno que ha venido.
¿Y las maravillosas horas, semanas y meses de postparto
que estoy viviendo?
Qué triste sería si yo pudiera reducir todo lo vivido a una cosa de un rato.
De ninguna manera quisiera que mi parto hubiera durado “una horita corta”.
Me ha dolido mucho, muchísimo.
😭
Yo esperaba que fuera un parto indoloro, dulce, como mis anteriores embarazos y ha
sido doloroso y animal.
Pero por nada del mundo lo cambiaría por un “buen parto
hospitalario con su epidural”.
Y eso que juro que durante unas horas bendije a la
médica que la inventó y me arrepentí de no haber acudido a un hospital.
La vida de repente se torno dura,y en algún momento hostil.
Ha sido un largo camino que empezó tomando las
riendas de mi embarazo, intentando llenarlo de paz y
alejarme lo más posible de cualquier contacto que me
perjudicase, empezando por la gente que me prejuzgaba.
Así que huí, buscando tranquilidad.
Me pareció mucho más importante evitar
complicaciones que buscarlas.
No me hice más pruebas que una ecografía en ese último mes, eso no quiere decir que no haya controlado mi embarazo.
Al revés, lo he
cuidado muchísimo, pero prestando atención a mi
alimentación, haciendo ejercicio y descansando.
Para ese momento
notaba que mi tripa era enorme y me faltaba el aire.
Este bebe se desarrollo por completo y todo indicaba sería del mismo genotipo de su padre.
Que suerte.
¿Por qué?
Porque sí, este niño tiene la misma fortaleza que tuvo Gerson.
Será lo suficientemente fuerte,como para poder tener el mundo a sus pies.
Su padre fue malo,pero este niño será lo contrario.
Si este niño es hijo de alguien que fue una amenaza para la sociedad, Minor ( así se llama 😍) será una bendición.
Y de eso me encargo yo.
Dan ganas de salir corriendo ¿no?
Pues eso me dije, “corre,
Melissa, corre“.
Al principio, el hecho de que no hubiera nadie diciéndome lo que
tenía que hacer, citándome tal día a tal hora, aprobándome o bien regañándome por si
había equivocado o no me pareció irreal.
¡Cuánta libertad!
Sentí el mismo placer y el
mismo hormigueo que la adolescente que por primera vez en su vida desafía la
autoridad del padre.
Luego,me fui de a poco acostumbrandome a tomar mis propias decisiones, fui
rechazando una a una la mayoría de las pruebas habituales,o lo que no me apetecía.
Decidí dar un paso más en el uso de mi nueva libertad y parir en el lugar en donde yo
realmente me sentía más segura y donde quería que
naciese mi hijo: en su hogar.
¿Por qué renunciar
a ello?
Hacerlo sería una forma de dejarme condicionar por la maldición de la infidelidad, por algo ajeno a mí y a mi hijo, un problema que nunca busque, pero me lo achacaban los demás.
Así pues el 15 de septiembre,
Me puse de parto a la una y veinte de la tarde.
Esa tarde tropecé en la calle y casi me caigo de
bruces contra el suelo, mientras salí a tirar la basura.
Sentí mi inmensa tripa
moverse violentamente de un lado a otro y me asusté.
Me vio un vecino y nos
quedamos mirándonos en silencio.
Me preguntó si estaba bien y le dije que me había
asustado mucho.
“Y yo también”,
me dijo.
¿Puedo ayudarte?
Con el susto en el cuerpo,
intentando tranquilizarme, le alargué la bolsa de la basura.
Se la llevó sin rechistar hacia
los contenedores y yo me metí a la casa.
Demasiado movimiento para mis cinco kilos de bebé, cuatro litros de líquido amniótico, y kilo y
medio de placenta.
A los 9 meses de embarazo exactos.
Avance solo un poco por el pasillo, cuando iba a mi habitación.
Entonces súbitamente y nada más al llegar a la cama rompí aguas.
Junto con el líquido
amniótico salió mucha sangre que empapó mi bata y chorreó por mis piernas.
Me asusté mucho...
Me quité la bata y lo tire para recoger la sangre del suelo.
Lo puse en una bolsa de basura junto con las bragas para esconderlo, no quería que mis hijas y Nana vieran aquello.
Yo tampoco quería verlo. Después me duché y me puse una compresa.
Cada vez salía menos sangre, pero no dejaban de temblarme las piernas pensando que aquello podía significar desprendimiento de placenta o cualquier cosa peor.
Me acordé de la vez que esperando a Nina paso algo similar,ese día Tomás llegó a tiempo y nos fuimos pitando al hospital por el sangrado.
Sin embargo,no pasó nada. Recordé las palabras de una matrona: sangrar
un poco es normal, la sangre puede venir del cervix, pero si sangras a cucharadas,
entonces hay que marcharse pitando al hospital. ¿Cucharadas soperas o de café?
¿Cuántas cucharadas?
Aquello eran muchos cucharones soperos, pero aun así prefería
que me viera Nana antes de hacer algo.
Entonces grité;
Pidiendo ayuda,la primera en llegar fue Nina,que al verme desnuda y en el baño no dejaba de estar sorprendida.
Le dije a mi hija que había roto aguas disimulando una sonrisa y llamé a Nana.
hecha un manojo de nervios. Apenas dos veces y su voz tranquila y cálida
me confirmo que ya venía.
No debió de tardar más de un par de minutos.
Lo primero que miró fue el sangrado y le pareció normal.
La verdad es que para
entonces la hemorragia se había cortado y apenas manchaba. Pensé que quizás la
sangre había ocurrido al tropezar y al acumularse cayó de golpe y eso hizo que pareciera un sangrado grande.
Nana escuchó el corazon de mi bebé: latía con fuerza durante las contracciones, que ya eran regulares y cada pocos minutos.
Estaba estupendo.
¡Qué alegría! ¡Qué descanso!
Nana dijo que era el momento de
tomar decisiones, de decidir si quería parir en casa o en el hospital. ¿Hospital? ¿Qué
hospital? Si mi bebé estaba
bien eso era todo lo que yo
necesitaba saber.
A la mierda el hospital.
Me sentía feliz y llena de
energía.
Nana me exploró:
tenía dos centímetros dilatados
y el cuello centrado y borrado.
Pensaba que pariría en unas
cinco horas.
Nana y mi hija
se echaron un rato a descansar y
yo me puse a preparar la ropa
para el bebé, toallas,
plásticos, y todo lo que pensé
que podría necesitar para el
parto.
Había elegido la habitación abuhardillada de la planta de arriba de la casa para parir, así que me pasé
una hora subiendo y bajando las escaleras y sintiendo cómo las contracciones se hacían
más y más poderosas cada vez. Ya apenas me daba tiempo a hacer nada entre ellas y
tenía que detenerme para respirar porque era como si mi útero consumiera con su
trabajo todo el oxígeno que circulaba por mi cuerpo.
A las tres horas de comenzar el parto, cuando llegaron Paola y Beatriz.
Estaba feliz, descansando y disfrutando de las contracciones.
Qué placer, cuánto había deseado sentir aquellas contracciones.
Era increíble cómo trabajaba el cuerpo, con qué regularidad, con qué sistema.
Hice compota de manzana y
Grité para mandar un mensajito. Estaba tan emocionada que no podía dejar de anunciar
que el parto había empezado, quería compartirlo con ellas. ¡Qué noche tan mágica!
Sentí deseos de salir a la calle, había una temperatura estupenda y un cielo precioso.
El día patrio estaba por comenzar y pronto habrían fiesta y algarabía,cohetes y música mexicana a todo volumen.
Pero no me atreví.
¡Qué tonta! 🤭
Seguro que había algún motivo por el que mi instinto
me impulsaba a salir de casa.
Llamé a Montserrat Cob, profesora de yoga y doula que había querido estar en el parto.
Dudé mucho entre decirle que sí o que no, pues quería intimidad e imaginé que no me
gustaría tener muchas personas alrededor. ¡Menos mal que dije que sí!
Montse se presentó enseguida, fresca como una lechuga a pesar de ser un día festivo, llena de optimismo y energía positiva.
Me dijo que sería una noche preciosa y que yo estaba muy guapa.
La recuerdo sonriendo casi todo el tiempo, o al menos yo sentía una sonrisa en ella.
Fue una presencia dulce, amiga, cálida.
Me sentí muy unida a ella a
pesar de que apenas habíamos tenido tiempo de conocernos. Montse me traía infusiones, agua, me daba masajes en la espalda, y se ocupaba de toda la logística, como encontrar esto o aquello en una casa extraña para ella.
Cuando las contracciones se
hicieron dolorosas me
prepararon una bañera de
agua muy caliente y
realmente fue un alivio.
Montse, Nana y las niñas
permanecieron mucho
tiempo alrededor de la
bañera, echándome agua y
hablándome.
-Oh mis mujeres,tan divinas ellas...
Me gustaba mucho charlar con ellas entre contracción y
contracción.
Era la gloria.
A las cinco horas de
comenzar el parto el dolor
empezó a ser insoportable y
quise gemir y sacarlo de mí.
😱
Todas me animaron y recuerdo haber hecho muchos
“oms” con Montse, como cuando la conocí en clase de yoga para el parto.
La dinámica de las contracciones era muy buena decía Nana.
Eso me sonó bien y me sonó a rayos al mismo tiempo.
Bien porque el parto avanzaba estupendamente.
A rayos porque las
contracciones ya no me daban descanso, ocurrían cada minuto, y hubiera querido una
dinámica “menos buena”.
Las últimas tres horas de
dilatación fueron muy duras.
Era un alivio poder gemir y
quejarme, estar rodeada de
mis hijas pendientes de mis
deseos.
Pensé en todas las
mujeres que parían en
hospitales, que en ese
momento estaban pariendo en
una sala aséptica, tumbadas
boca arriba, sin poder
moverse, sin poder beber, sin
poder gritar...
Yo, que sentía un dolor tan inmenso, me figuré parir así como la más horripilante de las torturas y casi quise llorar por todas ellas.
Salí del agua, me acordé
del dr Camarena, que contaba que a veces los partos se detenían por permanecer demasiado tiempo en agua caliente.
Fue un error, aquello no lo paraba nadie.
Nada que yo hiciera podía detener a mi cuerpo.
¡Ojalá hubiera podido parar un poco!
Ya apenas tenía tiempo para hablar con mis ángeles de la guarda, así les sentí a todas, ni Nana,
ni conocida, ni hijas, eran mis ángeles.
Pensé que querría estar sola durante el parto y me ocurrió todo lo contrario, necesitaba estar acompañada cada segundo.
Estaba en mi mundo, y en ese mundo nadie podía ayudarme, tenía que hacerlo yo, el dolor era mío, pero siempre supe que “allá fuera” estaban ellas, esperando, acompañándome.
Casi toda la dilatación la
pasé tumbada sobre el
costado izquierdo, con un
cojín entre las piernas.
El bebé estaba colocado en posterior así que ya sabía que no iba a ser el parto dulce que yo
pase en mis anteriores embarazos.
Estaba muy resignada a que me
doliera, lo sabía por
el tamaño enorme de este bebé,que superaba con creces a cualquiera de mis hijas.
También el parto
de Montse había sido en
posterior.
Le pregunté si
le había dolido mucho.
En realidad quería
expresar mi incredulidad
de que a alguien en el
planeta tierra pudiera
dolerle algo tanto como a mí me estaba doliendo dar a luz.
Me consoló saber que el
parto de Montse había sido difícil, muy doloroso, y aunque finalmente el bebé nació
naturalmente hubo que trasladarla a un hospital.
Había una gran solidaridad en ella.
Nadie,ni nana ni por supuesto mis hijas podían saber lo que me estaba pasando.
Montse sí...
Hay una parte del parto en que se pasa mal, pero teniendo consuelo y apoyo nunca
falla el ánimo.
Mi Nana supo estar en todo momento, nunca se asustó ni interfirió,pidió a las chicas salir para tener más espacio,que es lo que yo necesitaba.
Y así lo hicieron ellas,un poco tristes pero obedientes.
Nana lo tomó todo con una naturalidad que casi me chocó.
Creo que hubo muy buen entendimiento y cordialidad entre élla,y Montse y eso me encantó.
Pedí que me prepararan otra bañera y me metí dentro.
Esta vez apenas sentí ningún
consuelo, sólo me quedaba gemir y gemir.
Montse me trajo una infusión de propoleo con miel que tomé con pajita, ya que no podía incorporarme.
Debí pasar así una hora más y
Nana me exploró.
Ya estaba en dilatación completa. ¡Qué alivio! ¡Qué poco faltaba ya para ver a mi hijo!
😭😍
Nana me dijo que si quería “podía ir empujando”.
¿Empujando?
No tengo ganas, dije
¿Qué hago?
¿La respiración bloqueada? Empuja como quieras!!
contestó ella.
Llené los pulmones de aire y contuve la respiración para
que el aire empujara el útero hacia abajo.
Era una tontería, no me salía, el cuerpo no me lo pedía.
Aunque quería que llegase el expulsivo, si no tenía ganas no pensaba empujar.
Yo no vi nacer a mi hijas, pero ahora no sería así,quería ver a mi pequeño.
Observar al bebé que Gerson me impregnó,una noche.
Inducida por las drogas que la maldita de Marisa me puso en un trago, pero que a pesar de todo yo amaba con todo mi ser...
Me pusieron un trapo sobre las rodillas y el apareció por
encima, como asoma un títere por encima de los faldones del teatrillo.
No podía imaginarme cómo iba a salir mi hijo de mi vagina.
Tenía que visualizarlo, pero no
podía.
Metí los dedos en mi vagina para intentar tocar la cabeza de mi hijo, sentir que era verdad, que estaba ocurriendo, que iba a salir por ahí.
Pero mis dedos no alcanzaban
la cabeza, eso no iba a funcionar. Sabía que ese momento más que nunca tenía qué “creer”
en el parto, convencerme y convencer a mi cuerpo de que mi hijo saldría por donde
tenía que salir.
Cada mujer ha de usar sus propios recursos, buscar dentro de sí misma
y olvidar lo que dicen los libros
-Gerson, Gersooooon!!!!
Empecé a llamar por su nombre, en voz alta, al
padre de mis hijo pidiéndole por favor que viniese conmigo.
Así como el lo prometió un día en mi sueño.
Entonces me cubrí de un
sudor frío y me sentí perdida, ida. El dolor era tan intenso que
pensé que no iba a
aguantarlo mucho más.
Se extendió por todo el
cuerpo y pensé que tenía fiebre.
Debía moverme, pero no sabía
cómo.
Me puse a cuatro patas pero el dolor era el mismo, llamé a mi
difunto marido y me apoyé en
él.
No, no podía moverme, cada vez era peor.
Entonces chillé con mucho coraje.
-Gerson tu tienes la culpa!!!!
😠
Mira lo que tengo adentro por culpa de tu pija!!
Me está destrozando al salir!!
Ya no puedo más!! 😭😭
Pero Nana y Montse
insistieron en que
aquello “había que moverlo”, así que con mucho esfuerzo me pusieron de pié e hicieron
que dibujara ochos con la cadera apoyada en ellas.
Tenían que sujetarme las dos. Hice gestos para que me sentaran en un sillón grande que hay en la habitación y lo manché
todo de sangre.
Había visto a muchas mujeres parir así, recostadas en un sillón o sobre un marido-sillón.
Pero no, no pasaba nada, sólo más sudor frío y un dolor insuperable, aplastante.
Por él supe que aquello no iba a durar mucho más, porque si duraba mucho más simplemente me desmayaría.
Metí mis manos en la vagina y fue como meterlas en
un cubo de cola de empapelar: chorreaba gelatina y eso también era un signo de que el expulsivo era inminente.
Decidí sentarme en el sillón improvisando como zona de
parto, más que pensando que
mi hijo iban a nacer ya, para
“llamarlo”, para “forzar al
cuerpo”, para “crear la
situación”.
Y funcionó,
porque apenas me senté se me
fue definitivamente la cabeza
y empecé a gemir con
desesperación, de una forma
muy animal, totalmente
entregada al cuerpo.
-Argggggggg,argggggg
inmensas fueron mis lamentos y llego el “anillo de fuego”.
Cerré los ojos y las pasé berreando colgada del cuello de Montse.
Mi sollozo fue poderoso y no había nada que yo pudiera hacer.
Minutos antes de que naciera mi hijo.
El sudor que me resbala
por la cara y los hombros, intensifica el calor corporal que ahora tengo, supongo ya muy cercano a una fiebre.
Estoy sentada en el sillón de partos, y Montse Cob, mi querida doula, me reconforta.
De repente sucedió, una fuerza irresistible como una ola que te arroja contra las rocas
hizo que la cabeza de mi hijo descendiera por mi vagina.
Grité con todas mis fuerzas y
cuando pude abrir los ojos
vi en el espejo de enfrente mi
vulva totalmente abierta como una puerta y una cabecita de
color marrón asomando.
🤩
No vi nada más hasta que nació mi hijo, porque
inmediatamente siguieron
dos contracciones brutales,
Mientras Montse me decía que no empujase, que recordase mi periné.
-Recuerda el periné!!
Pero no pude hacer nada.
En ese momento mi útero había tomado las riendas de mi cuerpo y yo no tenía ningún poder sobre las contracciones.
La fuerza de las olas es imparable, sólo puedes
dejarte llevar o luchar, pero la lucha es inútil.
Decirme que cuidase mi periné me sonó como si le dijesen a alguien que es lanzado contra las rocas por una ola gigante que
ponga cuidado en no lastimarse el cutis cuando choque.
¡Qué absurdo!
Esos movimientos de mi interior eran como si un aspirador gigante tirase de mi bebé
fuera y arrastrase consigo mi útero y todo mi ser.
Fue algo totalmente involuntario
Cuando noté el “anillo de
fuego”, esa abrasión del Perine
en dónde se producen o no se producen los desgarros.
Sentí pequeños arañazos y raspaduras.
En mi perine y recordé que las mujeres justo en ese momento desean poner sus manos justo en ese lugar.
Tampoco pude probar esto
porque cuando la marea te
lleva tampoco puedes elegir
dónde poner las manos.
Simplemente sucede.
Las olas, en su retirada, me
restregaban contra las
piedrecillas de la orilla.
no me había muerto en él
choque.
Al tercer pujo mi hijo nació.
Un fuerte chillido anuncio su llegada a este mundo,justo en el momento en que los cohetes atronaron y la multitud del pueblo en la plaza del pueblo gritaba eufórica Viva México!!
Que locura,comencé a llorar de pura alegría,junto a Minor.
Y grité ;
Qué viva México,que viva la vida,que viva el amor 💕
Solo quién haya experimentado un sinfín de sentimientos,podrá entenderlo.
Un rato después;
Nana tomo al niño,lo limpio y verifico que el bebé estaba en excelente estado de salud.
Ella y Montse;
Me dijeron “aqui está tu hijo”. Entonces abrí los ojos, mire hacia abajo, y vi un bebé regordete de
5.400 de peso.
Minor me miró a los ojos tan
profundamente para sacarme de mi incredulidad.
Debimos estar así, mirándonos, los dos embobados de puro amor.
Minor es bastante tranquilo y tiene unos ojazos de color azul 🤩
(Algo tenía que heredar de su mami)
Que contrastan con su color chocolate.
En su corta vida, ya puede presumir de que ha estado metido en una aventura que la vida le ha puesto como prueba.
Una vez que le incubó Montse
durante toda la noche, piel con piel, al dejarlo en la cama le pillo recostado con las manos detrás de la nuca, sonriendo como un hombretón después de hacer el amor,con la chica más guapa del baile.
Sólo le faltaba dar una calada profunda a un cigarrillo.
Es tan reconfortante observar que todo salió bien.
Estoy contenta de haber tenido a Montse a mi lado.
Una doula es una mujer que siempre tiene la palabra justa para decirle a la parturienta, una palabra sanadora y consoladora. Una buena doula, como Montse, es una mujer sabia y valiente que se compadece de la mujer,
que la acompaña, que la sostiene, que le recuerda el sentido del dolor y le permite
expresarlo y sentirse orgullosa de lo que está haciendo.
Gracias a Montse supe que no
tenía que estar triste por todo lo acontecido, porque había visto a mi hijo nacer con mi ser más profundo.
Finalmente el niño se
acurrucó en mi pecho y comenzó a mamar como un desesperado.
Hasta en eso se parece a su padre.
Al revisarme Montse notó qué mi periné estaba intacto y sólo tenía un pequeño corte en los labios
que se arreglaba con dos
puntos.
No quise que Nana me cosiera. El corte estaba justo en el lugar en el que me cerraron la vagina
de más tras la episiotomía
anterior.
Dos puntos eran los puntos extra que me habían dado para “dejarme virgen” y dar gusto a Gerson en su momento.
Ese corte era la
reparación de aquella vejación, así que estaba bien como estaba y ya sanaría solo y de la mejor forma para mí.
Además, lo último que quería en aquel momento era oír hablar de puntos y agujas.
Nana insistió, con razón, pero se encontró a una
cabezota irreductible.
En ningún momento durante el parto sentí miedo o pensé que algo malo podía pasarle a
mi hijo.
Le oí llorar y sabía que estaba bien, lo abracé y me pareció el ser más perfecto del universo.
Apenas disfruté de unos minutos
mirándole cuando Montse y mi
Nana tuvieron que cogerle de
nuevo porque sentí unas
contracciones fortísimas.
Como dijo Nana “ahora hay que
alumbrar”.
Me sonó raro lo de
“hay que”, como si fuera un trabajo o algo que había que hacer conscientemente.
¡Pero si las placentas resbalaban solas!
Yo lo vi en muchos vídeos de partos.
¿Es que había que hacer algo especial?
Las contracciones eran seguidas y terriblemente dolorosas.
¿Qué era aquello?
¿Qué estaba pasando?
Me sorprendió de nuevo un dolor insoportable y sin descanso entre contracciones.
Me llevé las manos a la cabeza y me tiré del pelo muchas
veces y estuve hora y media retorciéndome y mordiendo la almohada.
Grité preguntando a Nana
¿Qué es esto?
¿Qué es este dolor?
¿Por qué tiene que dolerme
ahora?
“Es injusto, quiero estar con mi hijo”.
😭
Repetí muchas veces que era un dolor injusto.
Estaba muy enfadada,me sentía “abusada por la naturaleza”.
Mi hijo habíanacido, yo había “hecho mi parte”, había pagado
el precio, había sufrido,
había soportado mi dolor con dignidad.
¿Por qué más dolor ahora?
¿Qué necesidad había de aquello?
Tanto hablar del parto y no sabía que alumbrar podía ser doloroso. No tenía ni idea, en esos
vídeos que vi, las placentas se resbalaban dulcemente mientras la parturienta miraba a su
bebé extasiada, sin enterarse.
Si lo hubiera sabido quizás hubiera asumido mejor ese dolor. Fue la peor parte del parto.
La placenta no salían y Nana
dijo que si no hacía pis tendría que sondarme.
Casi pego un respingo a pesar de mi estado, porque eso de sondar me recordó al hospital y de ninguna manera quería tubos
ni tijeras en mi parto.
Con mucho esfuerzo llegué al baño e hice pis.
Inmediatamente la placenta, de kilo y medio de peso en total, salió de mi vagina resbalando como un pez.
Ese fue el final...
No más dolor,no tuve entuertos, sentía el útero moverse
cuando el niño mamaba pero sin ninguna molestia.
Me pareció interesante observar
cómo esta bola dura se movía como un ser vivo arriba y debajo de mi tripa.
Lo tomé como una experiencia científica.
Ese dolor “de los entuertos”, para el que sí estaba preparada, no vino.
El mundo del revés.
Como mi tensión era muy baja, 6/3, tuve que quedarme tumbada en el suelo del cuarto de baño.
Intentaron levantarme varias veces pero me mareaba y sentía una angustia de muerte.
Así, tumbada en el suelo, estaba en la gloria y sonreía a Nana sin parar.
Ella se sentó a mis pies y me los sujetó en alto, dándome un masaje.
Ya estaba, había parido a
mi hijo,el estaba en el mundo, esperando a que su mamá le abrazara.
Luego de eso;
La tensión no tenía ninguna importancia para mí, soy bajo tensa y le dije a Nana que no se
preocupara.
No paré de hablar todo el rato para que supieran que estaba bien.
Pregunté tímidamente si podía tomar café y Nana“me recetó” dos.
Fue tomarme el cafecito y
una sopa de mijo y sentirme Superwoman.
Entonces entró Nina en la habitación y nos abrazamos.
Después Paola y Beatriz entraron por la puerta y me eché a
llorar.
¡Lo habíamos conseguido!
siempre hay un momento en
que la emoción embarga a todos
los presentes.
Nunca antes había sentido así el calor de la tribu.
Mi tribu, que hubiera sido de mi,sin el apoyo de todas ellas.
me han ayudado, acompañado, protegido y mimado cuando estaba embarazada y cuando he dado a luz, y después han cuidado a mi cría como si fuera de ellas.
Eso es lo que he sentido compartiendo mi embarazo con ellas.
Después de parir, y durante todo el mes siguiente, tuve la sensación de estar
colocada.
Recuerdo mi primer paseo en
solitario, a los tres días de dar a luz.
Todo el pueblo estaba afuera y hacía un sol espectacular.
Las montañas estaban
preciosas.
Yo no me podía creer estar
así, una mañana tan bonita, recién parida y caminando. Respirar aire puro mientras disfrutaba del paisaje y los
recuerdos de lo que acababa de vivir hacía que me sonriera pensando en el aire corrupto y el ambiente cerrado que
estaría respirando ahora de haber parido en un hospital.
Nina me da de comer un riquísimo caldo de
verduras que me hizo al enterarse de que estaba
dando a luz.
Trajo muchas más comidas ricas a casa para el puerperio.
Disfrutaba pensando que, al volver a casa, me estaba esperando mi bebé precioso
que no había sufrido ni un pinchazo, que no había sido tocado por ningún extraño,
que había nacido en el mismo lugar cálido y seguro en el que fue concebido.
En mi anterior parto (hospitalario) no pude ponerme de pié hasta quince días después, y dos meses más tarde aún caminaba con dificultad. Estaba muy traumatizada, extenuada, llena de ira.
Ahora estaba aquí, como una rosa, paseando por el pueblo y con un subidón de endorfinas que me hacía flotar.
Drogas gratis durante días y días y con el único efecto secundario de enamorarte ciegamente de tu bebé.
¡Sí, por favor! Eso y mucho más es lo que nos perdemos con la epidural.
En mi caso creo que, la naturaleza me hizo una oferta especial de ración doble y por eso me sentía tan-tan-
eufórica.
Nunca probé la heroína, pero esto debe enganchar lo mismo, porque ha sido parir, con todo lo que me ha dolido, y he pasado.
no me arrepiento de nada,ni tengo nada que lamentar.
La vida es preciosa,y yo fui una mujer temerosa.
He pasado por cosas increíblemente difíciles,pero aquí estoy.
Dando guerra y luchando por mi y mis hijos.
Hoy estoy convencida,el mañana está en mis manos...
Fin.
2 comentarios - Atrapada sin salida XXXII Final.
Y al final Melissa le hace saber que ya no le interesa estar con el a pesar de qué le pidió perdón.