Soy un tipo de 41 años, de mente abierta, bisexual en la situación adecuada.
Era un sábado por la noche, mi mujer de ese entonces (hoy ex), había decidido dedicarse a dar clases de salsa y los fines de semana se ausentaba ya que después de las clases, se juntaban a cenar y luego iban a alguna salsera. Yo nunca pude bailar nada, gracias que me muevo un poco con alguna cumbia pero solo si es para acercarme a alguna mujer, así que obviamente yo no la acompañaba.
Esos fines de semana solo aprovechaba y salía a reventarla. Mi mujer salía y yo no me iba a quedar en casa haciéndome una paja.
A raíz de esta soltura, empecé a frecuentar todo tipo de lugares. Salía solo, me iba a comer a un restaurant. Y luego hacía la previa en el cine ABC de la calle Esmeralda. A eso de las 2 de la mañana, me iba a alguna disco de levante.
Para los que no conocen, había varios cines porno en Buenos Aires. Visité la gran mayoría. Solían tener varias salas donde proyectaban porno heterosexual y gay.
El cine ABC era hacia abajo, tipo sótano, con una barra en el entrepiso donde podías tomar algo.
Viernes y sábados, en el entrepiso donde estaba la barra habilitaban un sector exclusivo de parejas. Como prácticamente el total de los clientes de los cines porno son hombres, habían hecho un apartado para que las parejas disfrutaran tranquilas.
Al ser habitué de ese antro, hice amistad con el hombre que atendía la barra, se llamaba Tito. Más de 50 años, un viejo copado y muy simpático que le gustaba el billete.
La mayoría de las parejas que iban a ese lugar buscaban tríos o un poco de voyeur. Tito me explicó que si me quedaba cerca de la barra a veces salían los maridos a buscar un tercero que se cogiera a su mujer.
Yo soy un tipo con buena onda, simpático y respetuoso. Siempre bien arreglado y con estilo, nunca me faltaron mujeres. Y en ese lugar, la competencia no estaba muy a la altura que digamos, con lo que siempre alguna pareja me invitaba a jugar un rato.
Después de un tiempo, me hice más amigo de Tito y como sabía que yo no molestaba a las parejas y sabía ubicarme, me ofreció dejarme pasar a cambio de unos billetines. Adentro había sillones, se veían las pantallas con porno de todo tipo. Yo me sentaba a ver un poco y siempre alguien invitaba a la diversión.
Pero esa noche era diferente, estaba lloviendo desde tremprano y habia dos o tres parejas bien dispersas. Hice el recorrido habitual y me quede cerca de una pareja de unos 45 años. Ella rubia, en cuatro patas en el sillon, tenía un cuerpo delgado y un vestido que lo tenía levantado por la cintura, con el culito entangado apuntando el techo. Le estaba chupando la pija al marido. Se pusieron más intensos, era fija que se debía a mi presencia.
Al toque me senté al lado de ella, me había quedado el culo casi al lado de mi cara. Juro que podía sentir latir esa conchita que apenas estaba cubierta por la tanga que llevaba puesta.
Cruzamos una mirada con el marido, hizo un gesto como que estaba todo bien y metí mi cara en ese culo. Le corrí la tanga y empece a lamer esa conchita deliciosa. Un poco la concha y otro poco el culo. Que lo movia de la calentura.
El marido le dice algo al oído, ella se para y se sienta a mi lado, quedando yo en el medio de los dos. Me toca la pija por encima del pantalón, lo desabrocha y empieza a chuparmela. No era muy buena haciéndolo pero la situación era extremadamente caliente como para compensarlo. Ella se incorporó y empezó a besarme al ritmo de una paja que me hacía con su mano izquierda, le liberé las tetas y comencé a chuparlas.
La calentura iba creciendo cada vez más. Seguía perdido entre medio de esas dos tetas modestas naturales cuando siento una lengua en la pija. No tuve intención de ver qué sucedía. Ella se movió un poco hacia atrás y la escena se reveló ante mis ojos, el marido me estaba comiendo la pija mejor que ella. Se la sacó de la boca y se la ofreció a ella. Sin dudarlo comenzó a mamarla, se la pasaban un rato cada uno. Ambos estaban en 4 patas, uno de cada lado. Ella volvió a acomodarse y nos dio un lindo pete a ambos.
El se puso en 4 patas, y ella me dijo: -Cogelo.
La calentura ya me había desinhibido totalmente, me puse de pie, ella me chupo la pija para lubricarla y se la puse un poco, la sacaba y ella me la chupaba.
Asi estuvimos un ratito, hasta que ella se puso en cuatro y el se la puso, yo estaba como loco, quería probar esa conchita también pero me daba la sensación de que ella no estaba interesada en que la penetre.
Así que me lo cogí mientras él le enterraba la pija a su mujer. Estuve bombeando un rato hasta que la saqué de golpe. Ambos se agacharon y recibieron mi lechazo mientras jugaban con sus lenguas.
Los saludé, me tomé una birra con Tito y me fui a casa con una sonrisa.
Fin de este capítulo.
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Hay muchos capítulos de cine porno. Este es el comienzo.
Era un sábado por la noche, mi mujer de ese entonces (hoy ex), había decidido dedicarse a dar clases de salsa y los fines de semana se ausentaba ya que después de las clases, se juntaban a cenar y luego iban a alguna salsera. Yo nunca pude bailar nada, gracias que me muevo un poco con alguna cumbia pero solo si es para acercarme a alguna mujer, así que obviamente yo no la acompañaba.
Esos fines de semana solo aprovechaba y salía a reventarla. Mi mujer salía y yo no me iba a quedar en casa haciéndome una paja.
A raíz de esta soltura, empecé a frecuentar todo tipo de lugares. Salía solo, me iba a comer a un restaurant. Y luego hacía la previa en el cine ABC de la calle Esmeralda. A eso de las 2 de la mañana, me iba a alguna disco de levante.
Para los que no conocen, había varios cines porno en Buenos Aires. Visité la gran mayoría. Solían tener varias salas donde proyectaban porno heterosexual y gay.
El cine ABC era hacia abajo, tipo sótano, con una barra en el entrepiso donde podías tomar algo.
Viernes y sábados, en el entrepiso donde estaba la barra habilitaban un sector exclusivo de parejas. Como prácticamente el total de los clientes de los cines porno son hombres, habían hecho un apartado para que las parejas disfrutaran tranquilas.
Al ser habitué de ese antro, hice amistad con el hombre que atendía la barra, se llamaba Tito. Más de 50 años, un viejo copado y muy simpático que le gustaba el billete.
La mayoría de las parejas que iban a ese lugar buscaban tríos o un poco de voyeur. Tito me explicó que si me quedaba cerca de la barra a veces salían los maridos a buscar un tercero que se cogiera a su mujer.
Yo soy un tipo con buena onda, simpático y respetuoso. Siempre bien arreglado y con estilo, nunca me faltaron mujeres. Y en ese lugar, la competencia no estaba muy a la altura que digamos, con lo que siempre alguna pareja me invitaba a jugar un rato.
Después de un tiempo, me hice más amigo de Tito y como sabía que yo no molestaba a las parejas y sabía ubicarme, me ofreció dejarme pasar a cambio de unos billetines. Adentro había sillones, se veían las pantallas con porno de todo tipo. Yo me sentaba a ver un poco y siempre alguien invitaba a la diversión.
Pero esa noche era diferente, estaba lloviendo desde tremprano y habia dos o tres parejas bien dispersas. Hice el recorrido habitual y me quede cerca de una pareja de unos 45 años. Ella rubia, en cuatro patas en el sillon, tenía un cuerpo delgado y un vestido que lo tenía levantado por la cintura, con el culito entangado apuntando el techo. Le estaba chupando la pija al marido. Se pusieron más intensos, era fija que se debía a mi presencia.
Al toque me senté al lado de ella, me había quedado el culo casi al lado de mi cara. Juro que podía sentir latir esa conchita que apenas estaba cubierta por la tanga que llevaba puesta.
Cruzamos una mirada con el marido, hizo un gesto como que estaba todo bien y metí mi cara en ese culo. Le corrí la tanga y empece a lamer esa conchita deliciosa. Un poco la concha y otro poco el culo. Que lo movia de la calentura.
El marido le dice algo al oído, ella se para y se sienta a mi lado, quedando yo en el medio de los dos. Me toca la pija por encima del pantalón, lo desabrocha y empieza a chuparmela. No era muy buena haciéndolo pero la situación era extremadamente caliente como para compensarlo. Ella se incorporó y empezó a besarme al ritmo de una paja que me hacía con su mano izquierda, le liberé las tetas y comencé a chuparlas.
La calentura iba creciendo cada vez más. Seguía perdido entre medio de esas dos tetas modestas naturales cuando siento una lengua en la pija. No tuve intención de ver qué sucedía. Ella se movió un poco hacia atrás y la escena se reveló ante mis ojos, el marido me estaba comiendo la pija mejor que ella. Se la sacó de la boca y se la ofreció a ella. Sin dudarlo comenzó a mamarla, se la pasaban un rato cada uno. Ambos estaban en 4 patas, uno de cada lado. Ella volvió a acomodarse y nos dio un lindo pete a ambos.
El se puso en 4 patas, y ella me dijo: -Cogelo.
La calentura ya me había desinhibido totalmente, me puse de pie, ella me chupo la pija para lubricarla y se la puse un poco, la sacaba y ella me la chupaba.
Asi estuvimos un ratito, hasta que ella se puso en cuatro y el se la puso, yo estaba como loco, quería probar esa conchita también pero me daba la sensación de que ella no estaba interesada en que la penetre.
Así que me lo cogí mientras él le enterraba la pija a su mujer. Estuve bombeando un rato hasta que la saqué de golpe. Ambos se agacharon y recibieron mi lechazo mientras jugaban con sus lenguas.
Los saludé, me tomé una birra con Tito y me fui a casa con una sonrisa.
Fin de este capítulo.
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Hay muchos capítulos de cine porno. Este es el comienzo.
5 comentarios - Cine Porno. Capítulo 1. Un trío diferente.