Y así fue mi primera vez. Fue hace muchos años. Vivía en unmono ambiente en Buenos Aires con mi mamá. Cabe destacar que ella era mi únicafamilia. Mi padre nos había abandonado cuando yo era chico y ella no habíavuelto a formar una pareja estable. Si tuvo o no algún amante perdido, nunca melo comentó. Ella trabaja mucho para mantenernos y siempre llegaba con lo justo.Es por eso que alquilaba para nosotros un hogar tan pequeño. Al entrar, habíaun pequeño pasillo. A la derecha, la puerta del baño y al final del pasillo, ala derecha, embutida en la pared, la cocina y el resto de aquel cuadrado, elespacio que servía de comedor y de habitación para ambos. Ella tenía una camagrande de dos plazas y en otro rincón la mía, obviamente más pequeña.
Mi mamá llegaba con la plata justa, pero siempre ahorrabaalgo. Una valiosa lección que aprendí de ella.
Llegó mi adolescencia en aquel tiempo en que estaba de modaque los padres o tíos lo lleven a uno a debutar, pero mi padre habíadesaparecido y mi madre era hija única como yo. Apenada por aquello yconociendo de mi más que evidente virginidad, decidió ponerse en acción y,antes que lo pienses, no. No es una historia de incesto, pero sí de amor. Delamor de una madre hacia un hijo.
Un día de semana como cualquier otro, en el que yo buscaríainventarme un plan para no quedarme encerrado el resto del día en aqueldiminuto departamento, recibí la instrucción de mi madre. Debía volver a mihogar ya que recibiríamos visitas importantes. No quiso decirme de quien setrataba para que yo decidiera si valía o no la pena volver, pero obedecí ya queesa era mi respuesta habitual.
Llegué, y al parecer, justo a tiempo. Mi mamá me pidió queme bañara. Parecía ansiosa y no estaba dispuesta a revelarme quien vendría.Salí de ducharme y me senté en mi cama a esperar. Ella, en cambio, se quedó allado de la puerta.
Tres golpes llamaron y mi madre abrió. Detrás de esa puerta,una hermosa mujer. Morocha, de pelo largo y ojos azules. Labios carnosos,enormes y firmes tetas que resaltaban con aquel top negro. Su abdomen plano ydesnudo y sus anchas caderas contenidas en un jean elastizado y sus pies,pequeños, en zapatos de cuero negro y tacos altos. Todo contenido en un metrosesenta de estatura.
Despidió la última bocanada de humo del cigarrillo que veníafumando y lo apagó con la suela de su zapato. Sonrió al ver que la puerta seabría. Su sonrisa y ella eran una hermosa aparición.
Mi mamá le pidió que pase y cerró rápido la puerta. Al verlamás de cerca, podría decir que tenía la edad de mi mamá, o tal vez dos años máso dos años menos.
-Ella es Karina- dijo mi mamá –Y él es Axel, mi hijo-terminó de presentarnos mi mamá y nos dimos un beso en la mejilla. –Pasa yponete cómoda- terminó diciendo mi mamá mientras me hacía señales para que lasiga al baño.
Una vez allí, con la puerta cerrada, me preguntó - ¿Te gusta?-
Yo, sin saber que estaba pasando le respondí que sí.
-Se que sos virgen, esos no es ningún secreto. Y tampoco loes que te vivís tocando día y noche. Esto tendría que hacerlo tu papá o algúntío, pero me tocó a mi-.
Yo la miré con cara de extrañado porque seguía sin entenderqué era lo que estaba pasando.
-Karina te va a hacer debutar. Sé que no es una chica de tuedad, pero la verdad, es lo único que pude conseguir. Espero que te guste. Hayforros en mi mesita de luz. Es importante para mi saber que todo salga bien. Note voy a interrumpir, pero me voy a quedar en el pasillo-.
Me abrió la puerta y salí. Al terminar de recorrer elpasillo, la vi sentada en la cama de mi mamá. Karina tenía puesto un corpiño deencaje negro que hacía juego con la tanga de igual tenor. Se paró, sonrió y seme acercó. Sin sus zapatos, era más baja que yo. - ¿Empezamos? – preguntó. Nosabía si se dirigía a mi o a mi mamá. Mi mamá respondió nerviosa que sí y seescondió en el pasillo.
-Usen mi cama- fue lo último que dijo.
Karina se me abalanzó y me comió la boca. Su aliento acigarrillo y chicle de menta se mezclaba con su dulce, dulce perfume. Despuésde un largo rato de profundos y sonoros besos que sirvieron para ponermeerecto, Karina se sacó el corpiño. Yo no sabía dónde poner mis manos, peroella, experta, me guío. Una de mis manos fue a su enorme teta izquierda. Suspezones eran grandes y estaban erectos. Mi otra mano fue a su cola. Por favor…quegrande era su cola. La más dura que toqué en mi vida.
Se apartó un poco de mí y comenzó a desnudarme. Quedeparado, desnudo, delante de ella, que se bajó su tanga, sonrió y se arrodilló. Suboca era caliente y su lengua extremadamente movediza. Comenzó comiendo habilidosamentela cabeza, la que dejó muy babosa. Pasó con ganas por el tronco para luego tragársela.La punta, luego hasta la mitad y después toda, hasta tener una arcada. Yo, sinquererlo, jadeaba y gemía. Sentía como se debilitaban mis piernas. Solo lasacaba de su boca para preguntarse con voz sensual si estaba bien como lo hacíay para pasar a lamerme los testículos. Después de un rato de aquel ruidoso ybaboso sexo oral, que pensé que iba a llevarse mi primero orgasmo, Karina separó.
Me preguntó si tenía forros, pero no me salían las palabras.Después de aquel sexo oral, quedé balbuceando.
- ¡Si! ¡En mi mesa de luz! – exclamó mi madre desde elpasillo.
-¡Gracias!- dijo riendo Karina. Y luego me pidió que meacostara.
La cama de mi madre era blanda y cómoda y mi pija era dura,como la piedra. Karina me colocó el preservativo con la boca…hasta la base, ydespués de montó.
Sus movimientos hacia adelante y hacia atrás eran frenéticos,haciendo que la cama de mi madre golpeara contra la pared. Karina me daba en laboca sus enormes tetas que apreté y chupé hasta el hartazgo, intercalando consus hermosos besos. Ella se sacudía y gemía y yo, me volvía loco.
Sentí un calor entre las piernas, que vino después de ungemido de Karina. Ahí entendí que no era yo, sino que ella había acabado encimade mí. Se recostó con su pecho sobre el mio y jadeando me dijo -¡pendejo hijode puta!- y eso me calentó.
Como pudo se acostó al lado mio y me pidió que subiera.Acomodó mi pija entre sus piernas y la penetré bruscamente hasta el fondo.Instintivamente entre y salí con toda la fuerza de un joven de mi edad y ellaparecía disfrutarlo tanto como yo. Sonreía, gemía, jadeaba y la cama golpeabacon furia la pared. Yo me hice una fiesta chupando sus enormes tetas,apretándolas, mordiendo sus pezones y explorando con mi lengua el fondo de suboca.
Me pidió que parara y que baje. No entendía que pasaba.Estaba furioso y sediento de seguir. Se puso en cuatro y me dijo que esa era laposición final. Si no acababa con eso, no iba a acabar con nada. Ante mitorpeza, volvió a acomodar mi pija entre sus piernas y volví a penetrarlafuriosamente. La agarraba fuertemente de sus caderas y Karina, gimiendo, mepedía que le pegue en la cola. Después pedía que le pegue mas fuerte. Otro másde sus lastimosos gemidos me dio la señal de su segundo orgasmo pero esta vezno paré porque yo acabé no más de dos minutos después, estando profundamentedentro de ella.
Después de eso nos recostamos y ella rio.
Mi mamá preguntó si terminamos y llamó a Karina. Conesfuerzo ella fue desnuda hasta la punta del pasillo. Mi mamá le dio variosbilletes que Karina guardó dentro de su carteta. Sacó un cigarrillo y preguntósi podía fumar ahí.
-Sí, respondió mi mamá, pero él no. Todavía es chico y no lodejo-.
-¿Cuántos años tiene?- preguntó Karina y, antes la respuestade mi mamá replicó –Bueno…cada vez me tocan más chicos. El más chico hastaahora- terminó de reflexionar, mientras exhalaba el humo de su cigarrillo.
Volvió a la cama conmigo. Miré el reloj. Había pasado casicuarenta minutos. Me extendió el brazo para que me recostara en su pecho,quedando ella más elevada, fumando…
Agarró mi mano y la llevó entre sus piernas. Hizo que uno demis dedos frotara sus clítoris. -¡Rápido!- me pidió. -Que me quedé con ganas deacabar-. Después de cinco minutos mojó mi mano e intentó ahogar en vano sugemido. Terminó su cigarrillo y se vistió. El tiempo se había terminado.
Después de eso, aun desnudo en su cama, le agradecí a mimamá por aquella hermosa experiencia que juró, feliz, que volvería a repetirsecuando pudiera juntar más plata.
Mi mamá llegaba con la plata justa, pero siempre ahorrabaalgo. Una valiosa lección que aprendí de ella.
Llegó mi adolescencia en aquel tiempo en que estaba de modaque los padres o tíos lo lleven a uno a debutar, pero mi padre habíadesaparecido y mi madre era hija única como yo. Apenada por aquello yconociendo de mi más que evidente virginidad, decidió ponerse en acción y,antes que lo pienses, no. No es una historia de incesto, pero sí de amor. Delamor de una madre hacia un hijo.
Un día de semana como cualquier otro, en el que yo buscaríainventarme un plan para no quedarme encerrado el resto del día en aqueldiminuto departamento, recibí la instrucción de mi madre. Debía volver a mihogar ya que recibiríamos visitas importantes. No quiso decirme de quien setrataba para que yo decidiera si valía o no la pena volver, pero obedecí ya queesa era mi respuesta habitual.
Llegué, y al parecer, justo a tiempo. Mi mamá me pidió queme bañara. Parecía ansiosa y no estaba dispuesta a revelarme quien vendría.Salí de ducharme y me senté en mi cama a esperar. Ella, en cambio, se quedó allado de la puerta.
Tres golpes llamaron y mi madre abrió. Detrás de esa puerta,una hermosa mujer. Morocha, de pelo largo y ojos azules. Labios carnosos,enormes y firmes tetas que resaltaban con aquel top negro. Su abdomen plano ydesnudo y sus anchas caderas contenidas en un jean elastizado y sus pies,pequeños, en zapatos de cuero negro y tacos altos. Todo contenido en un metrosesenta de estatura.
Despidió la última bocanada de humo del cigarrillo que veníafumando y lo apagó con la suela de su zapato. Sonrió al ver que la puerta seabría. Su sonrisa y ella eran una hermosa aparición.
Mi mamá le pidió que pase y cerró rápido la puerta. Al verlamás de cerca, podría decir que tenía la edad de mi mamá, o tal vez dos años máso dos años menos.
-Ella es Karina- dijo mi mamá –Y él es Axel, mi hijo-terminó de presentarnos mi mamá y nos dimos un beso en la mejilla. –Pasa yponete cómoda- terminó diciendo mi mamá mientras me hacía señales para que lasiga al baño.
Una vez allí, con la puerta cerrada, me preguntó - ¿Te gusta?-
Yo, sin saber que estaba pasando le respondí que sí.
-Se que sos virgen, esos no es ningún secreto. Y tampoco loes que te vivís tocando día y noche. Esto tendría que hacerlo tu papá o algúntío, pero me tocó a mi-.
Yo la miré con cara de extrañado porque seguía sin entenderqué era lo que estaba pasando.
-Karina te va a hacer debutar. Sé que no es una chica de tuedad, pero la verdad, es lo único que pude conseguir. Espero que te guste. Hayforros en mi mesita de luz. Es importante para mi saber que todo salga bien. Note voy a interrumpir, pero me voy a quedar en el pasillo-.
Me abrió la puerta y salí. Al terminar de recorrer elpasillo, la vi sentada en la cama de mi mamá. Karina tenía puesto un corpiño deencaje negro que hacía juego con la tanga de igual tenor. Se paró, sonrió y seme acercó. Sin sus zapatos, era más baja que yo. - ¿Empezamos? – preguntó. Nosabía si se dirigía a mi o a mi mamá. Mi mamá respondió nerviosa que sí y seescondió en el pasillo.
-Usen mi cama- fue lo último que dijo.
Karina se me abalanzó y me comió la boca. Su aliento acigarrillo y chicle de menta se mezclaba con su dulce, dulce perfume. Despuésde un largo rato de profundos y sonoros besos que sirvieron para ponermeerecto, Karina se sacó el corpiño. Yo no sabía dónde poner mis manos, peroella, experta, me guío. Una de mis manos fue a su enorme teta izquierda. Suspezones eran grandes y estaban erectos. Mi otra mano fue a su cola. Por favor…quegrande era su cola. La más dura que toqué en mi vida.
Se apartó un poco de mí y comenzó a desnudarme. Quedeparado, desnudo, delante de ella, que se bajó su tanga, sonrió y se arrodilló. Suboca era caliente y su lengua extremadamente movediza. Comenzó comiendo habilidosamentela cabeza, la que dejó muy babosa. Pasó con ganas por el tronco para luego tragársela.La punta, luego hasta la mitad y después toda, hasta tener una arcada. Yo, sinquererlo, jadeaba y gemía. Sentía como se debilitaban mis piernas. Solo lasacaba de su boca para preguntarse con voz sensual si estaba bien como lo hacíay para pasar a lamerme los testículos. Después de un rato de aquel ruidoso ybaboso sexo oral, que pensé que iba a llevarse mi primero orgasmo, Karina separó.
Me preguntó si tenía forros, pero no me salían las palabras.Después de aquel sexo oral, quedé balbuceando.
- ¡Si! ¡En mi mesa de luz! – exclamó mi madre desde elpasillo.
-¡Gracias!- dijo riendo Karina. Y luego me pidió que meacostara.
La cama de mi madre era blanda y cómoda y mi pija era dura,como la piedra. Karina me colocó el preservativo con la boca…hasta la base, ydespués de montó.
Sus movimientos hacia adelante y hacia atrás eran frenéticos,haciendo que la cama de mi madre golpeara contra la pared. Karina me daba en laboca sus enormes tetas que apreté y chupé hasta el hartazgo, intercalando consus hermosos besos. Ella se sacudía y gemía y yo, me volvía loco.
Sentí un calor entre las piernas, que vino después de ungemido de Karina. Ahí entendí que no era yo, sino que ella había acabado encimade mí. Se recostó con su pecho sobre el mio y jadeando me dijo -¡pendejo hijode puta!- y eso me calentó.
Como pudo se acostó al lado mio y me pidió que subiera.Acomodó mi pija entre sus piernas y la penetré bruscamente hasta el fondo.Instintivamente entre y salí con toda la fuerza de un joven de mi edad y ellaparecía disfrutarlo tanto como yo. Sonreía, gemía, jadeaba y la cama golpeabacon furia la pared. Yo me hice una fiesta chupando sus enormes tetas,apretándolas, mordiendo sus pezones y explorando con mi lengua el fondo de suboca.
Me pidió que parara y que baje. No entendía que pasaba.Estaba furioso y sediento de seguir. Se puso en cuatro y me dijo que esa era laposición final. Si no acababa con eso, no iba a acabar con nada. Ante mitorpeza, volvió a acomodar mi pija entre sus piernas y volví a penetrarlafuriosamente. La agarraba fuertemente de sus caderas y Karina, gimiendo, mepedía que le pegue en la cola. Después pedía que le pegue mas fuerte. Otro másde sus lastimosos gemidos me dio la señal de su segundo orgasmo pero esta vezno paré porque yo acabé no más de dos minutos después, estando profundamentedentro de ella.
Después de eso nos recostamos y ella rio.
Mi mamá preguntó si terminamos y llamó a Karina. Conesfuerzo ella fue desnuda hasta la punta del pasillo. Mi mamá le dio variosbilletes que Karina guardó dentro de su carteta. Sacó un cigarrillo y preguntósi podía fumar ahí.
-Sí, respondió mi mamá, pero él no. Todavía es chico y no lodejo-.
-¿Cuántos años tiene?- preguntó Karina y, antes la respuestade mi mamá replicó –Bueno…cada vez me tocan más chicos. El más chico hastaahora- terminó de reflexionar, mientras exhalaba el humo de su cigarrillo.
Volvió a la cama conmigo. Miré el reloj. Había pasado casicuarenta minutos. Me extendió el brazo para que me recostara en su pecho,quedando ella más elevada, fumando…
Agarró mi mano y la llevó entre sus piernas. Hizo que uno demis dedos frotara sus clítoris. -¡Rápido!- me pidió. -Que me quedé con ganas deacabar-. Después de cinco minutos mojó mi mano e intentó ahogar en vano sugemido. Terminó su cigarrillo y se vistió. El tiempo se había terminado.
Después de eso, aun desnudo en su cama, le agradecí a mimamá por aquella hermosa experiencia que juró, feliz, que volvería a repetirsecuando pudiera juntar más plata.
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