Con un movimiento torpe de su pulgar escribió el mensaje, siempre le costaba usar ese celular y digamos la verdad, nunca fue bueno para eso, pero el mensaje era clarito: "Licenciada, le comento que tengo la necesidad de hacer un viaje al sur; pero también tengo una necesidad casi mamífera de llenar todos sus orificios de fluido blanco y pegajoso ¿le interesa?".
Sonrió imaginándola dando ese gritito a medio camino entre excitada y risueña, y el mensaje de respuesta no tardó en llegar: " Ayy Licenciado, ud me tienta". "¿cuándo voy?"
La presa había caído, pero había que enterrar mas el anzuelo: "A las once sale de retiro el Plusmar para Monte Hermoso y llega a las ocho de la mañana. Si te apurás puedo iniciar el abuso cuanto antes.
Y la respuesta no de demoró: "Ok, preparo todo y salgo". El chacal no pudo evitar la sonrisa imaginándola tratando de cerrar los últimos papeles, dando instrucciones apresuradas a su secretaria, corriendo a retiro a comprar el pasaje y luego, pagando una fortuna en taxi para viajar a Haedo a preparar las valijas.
Estaba decidido, tenía que preparar el terreno: comprar comida, acomodar y limpiar la cabaña, avisar a los conocidos que no iba a estar disponible. Todo debía estar listo para perder el menor tiempo posible, estaba dispuesto a gozar con ganas de tan voluntario banquete.
Esa noche durmió poco, a las seis de la mañana ya estaba duchado y se limitaba a mirar un video mientras tomaba mate. Afuera ya empezaba a apretar en calor mañanero de febrero, solo faltaban dos horas para que el colectivo llegara. Hizo tiempo hasta las 7.20 hs, se subió al auto y manejó tranquilamente hasta la terminal. Aún en el fin de temporada, la terminal suele ser un caos, solo que los locales saben de otra entrada, la misma que usan los taxis, que los deja al lado mismo de los colectivos.
Y todo salió a pedir de boca, apenas había estacionado cuando vio entrar al Plusmar y dirigirse al andén. Después de unos segundos de espera la vio bajar. Si, vestida con un descuido muy estudiado su cuerpo prometía infinitas delicias. ¿Cómo podía ser que esta mujer mas que madura se conservara tan bien? El abrazo recatado confirmaba, a través de la tela, se podía sentir ese cuerpo trabajado.
¿Vamos a desayunar a "revoque" o compramos algo en el camino y vamos a casa?
-Mejor vamos a tu casa. decía mientras denotaba cierto nerviosismo refregándose las manos.
La charla se arrastró intrascendente, al parecer los nervios la reducían a respuestas cortas mientras observaba la ruta y preguntaba ¿falta mucho? No faltaba mucho, no es mucha la distancia entre la terminal y la casa de Barrio Parque Dufaur. Solo hubo una parada en la famosa panadería "Costa Bonita", donde compró unas delicatessen para el desayuno. Y en menos de lo que lleva contarlo llegaron a la cabaña. A poco de entrar y depositar las valijas en el suelo, ella se volvió y se arrojó en sus brazos, tratando al parecer de deglutirlo con su boca hambrienta. Él no se demoró de devolver todo el calor de su abrazo, y entre besos apasionados deslizó las manos dentro de la calza para apoderarse de esos encantadores y redondos cachetes. Ella dio un respigo y emitió un gemido, su seria carita era la perfecta máscara de la lujuria, y lo fue mas cuando el intruso dedo comenzó a masajear los bordes de su ano. Él repitió su beso, mas masajes y suspiros; vio su rostro encenderse. Se entendían a la perfección, y mientras le arrancaba la ropa y la arrastraba hacia la habitación, ella lo dejó hacer, quedando totalmente desnuda y en sus brazos, como una muñeca caliente. Era un verdadero deleite sentir todo ese cuerpo encendido y totalmente dispuesto.
Ella permaneció inactiva mientras se sometía encantada a un obsceno manoseo, pero llegó un punto en que su lujuria le reclamaba inmediata satisfacción. Y se invirtieron los roles, y ella comenzó a desvestirlo casi con furia, y al final, cuando bajó juntos pantalón y calzoncillo vio como la peligrosa serpiente saltaba directamente hacia su nariz como un resorte. Resulta difícil describir el frenesí que se apoderó de la mujer ante la gloriosa vista del nervudo campeón que se balanceaba frente a su rostro.
La mujer se apoderó del endurecido músculo, y dándole unos lengüetazos preliminares lo deslizó dentro de su boca, estimulando el blande y el tallo con lujuriosos jugueteos de su legua y de sus labios. Ejercía su arte con la habilidad de una consumada chipriota. Tantas eran las sensaciones que provocaba que el hombre le advirtió que estaba por obligarlo a eyacular. Contrariamente a lo pensado, eso pareció enloquecerla y redobló sus esfuerzos.
Y el delicioso final no se hizo esperar, él sintió sus piernas aflojarse, su pene se hinchó dolorosamente, la vena distal latió espasmódicamente. Sin poder resistirse, el bruto la tomó por los cabellos rizados con ambas manos y se ensartó en su boca hasta donde pudo, justo a tiempo para derramar en su garganta el producto de una muy prolongada abstinencia. Chorro tras chorro llenaron la cavidad bucal y ella se lo bebió todo, aún las gotas que escaparon por la comisura o que adornaban sus tetas.
Es de pensarse que semejante dosis habrían sofocado algo del fuego de tanta pasión, pero el hombre la empujó a la cama y abrió sus piernas. Solo se tomó unos segundos para solazarse con esa húmeda y rosada grieta, en la que un hermoso clítoris sobresalía atrevido y desafiante. Y sin pensarlo mucho sumergió su rostro en él.
-Te portaste mal, y voy a castigarte.
Y acto seguido, su lengua comenzó a juguetear y obsequiarle unas caricias tan exquisitas que la mujer difícilmente podía contener sus gritos. Su cuerpo se arqueaba, sus manos solo tenían a su alcance sus propios pechos, por lo que se los exprimía y retorcía sus pezones. Todo en la habitación vibraba y participaba de ese acto de placer. Ella se encabritaba, gritaba, gemía, por momentos parecía quedarse sin aire en un agónico lamento. Él lamía, chupaba, mordisqueaba, y al final, introdujo sus dedos y masajeó la parte interna del clítoris, provocándole los espasmos de un insoportable placer.
No se puede saber cuántas veces la obligó a acabar en su boca, pero sin duda fueron varias, y cuando se levantó después del último y explosivo orgasmo, sonrió al ver su vagina hinchada y colorada por el maltrato sufrido, mientras en la sabana se veía un enorme manchón provocado por sus amorosos jugos.
La Licenciada yacía como muerta; con un brazo se cubría el rostro y apenas se la veía respirar. Él se recostó a su y sin darle tiempo para el descanso comenzó nuevamente a chupar sus tetas. Mientras tanto atrapó el clítoris entre el pulgar y el índice. Demás esta decir que el pequeño órgano todavía estaba duro y sensible por el atrevido trato, lo que provocó un grito desmayado y un inútil intento de fuga. Con una risita satisfecha el hombre se introdujo entre sus piernas, y apoyando la cabeza de su pene en la entrada empujó resueltamente. Antes de decir nada la punta golpeó contra su útero y con un grito de desmayo ella eyaculó abundantemente sobre la intrusa cabeza.
Sin darle tiempo a reflexiones la cabalgó como poseído. Ella se agitaba, arañaba su espada, besaba su pecho, sacudía su cabeza de un lado al otro. El frenesí se había apoderado de ambos, él daba estocadas, se refregaba contra su pubis estrujaba la espada de la mujer, mordisqueaba su cuello. Nuevamente la licenciada sucumbió ante tanto ataque, su boca se abrió desmesuradamente en un grito sordo y su espalda se arqueó para caer con fuerza. Otra vez la victoria había sido de él, e insatisfecho por no haber eyaculado retiró su pene de la vagina y la dio vuelta para exhibir impúdicamente sus deliciosas nalgas. Sus intenciones fueron mas que evidentes cuando, untando sus dedos en el abundante flujo vaginal, los introdujo muy adentro de su ano. Habiendo dilatado y lubricado el orificio, encaminó su pene hacia él y lentamente penetró en sus entrañas.
La mujer sintió la estocada y mecánicamente se abrazó a la almohada. Sentía claramente la totalidad del miembro en su lento ir y venir. Su ano se abría rítmicamente para recibir la intruso. Él sentía las contracciones del esfínter pellizcando su pene como algo sublime, de ninguna manera quería apresurar su placer, con lentos movimientos disfrutaba de sentir como el ano estrujaba su miembro. Hasta que la naturaleza se impuso y su pene estalló en una profusa catarata. Para su sorpresa, su compañera emitió otro grito ahogado y su vagina estalló en una tremenda explosión de jugos.
Agotados se besaron y abrazaron, era mas del mediodía, y para su sorpresa descubrieron que habían estado casi cuatro horas cogiendo.
Ella dijo: -Llegaste como la caballería, justo a tiempo. y dicho esto, ambos cayeron en un pesado sueño.
Continuará
Sonrió imaginándola dando ese gritito a medio camino entre excitada y risueña, y el mensaje de respuesta no tardó en llegar: " Ayy Licenciado, ud me tienta". "¿cuándo voy?"
La presa había caído, pero había que enterrar mas el anzuelo: "A las once sale de retiro el Plusmar para Monte Hermoso y llega a las ocho de la mañana. Si te apurás puedo iniciar el abuso cuanto antes.
Y la respuesta no de demoró: "Ok, preparo todo y salgo". El chacal no pudo evitar la sonrisa imaginándola tratando de cerrar los últimos papeles, dando instrucciones apresuradas a su secretaria, corriendo a retiro a comprar el pasaje y luego, pagando una fortuna en taxi para viajar a Haedo a preparar las valijas.
Estaba decidido, tenía que preparar el terreno: comprar comida, acomodar y limpiar la cabaña, avisar a los conocidos que no iba a estar disponible. Todo debía estar listo para perder el menor tiempo posible, estaba dispuesto a gozar con ganas de tan voluntario banquete.
Esa noche durmió poco, a las seis de la mañana ya estaba duchado y se limitaba a mirar un video mientras tomaba mate. Afuera ya empezaba a apretar en calor mañanero de febrero, solo faltaban dos horas para que el colectivo llegara. Hizo tiempo hasta las 7.20 hs, se subió al auto y manejó tranquilamente hasta la terminal. Aún en el fin de temporada, la terminal suele ser un caos, solo que los locales saben de otra entrada, la misma que usan los taxis, que los deja al lado mismo de los colectivos.
Y todo salió a pedir de boca, apenas había estacionado cuando vio entrar al Plusmar y dirigirse al andén. Después de unos segundos de espera la vio bajar. Si, vestida con un descuido muy estudiado su cuerpo prometía infinitas delicias. ¿Cómo podía ser que esta mujer mas que madura se conservara tan bien? El abrazo recatado confirmaba, a través de la tela, se podía sentir ese cuerpo trabajado.
¿Vamos a desayunar a "revoque" o compramos algo en el camino y vamos a casa?
-Mejor vamos a tu casa. decía mientras denotaba cierto nerviosismo refregándose las manos.
La charla se arrastró intrascendente, al parecer los nervios la reducían a respuestas cortas mientras observaba la ruta y preguntaba ¿falta mucho? No faltaba mucho, no es mucha la distancia entre la terminal y la casa de Barrio Parque Dufaur. Solo hubo una parada en la famosa panadería "Costa Bonita", donde compró unas delicatessen para el desayuno. Y en menos de lo que lleva contarlo llegaron a la cabaña. A poco de entrar y depositar las valijas en el suelo, ella se volvió y se arrojó en sus brazos, tratando al parecer de deglutirlo con su boca hambrienta. Él no se demoró de devolver todo el calor de su abrazo, y entre besos apasionados deslizó las manos dentro de la calza para apoderarse de esos encantadores y redondos cachetes. Ella dio un respigo y emitió un gemido, su seria carita era la perfecta máscara de la lujuria, y lo fue mas cuando el intruso dedo comenzó a masajear los bordes de su ano. Él repitió su beso, mas masajes y suspiros; vio su rostro encenderse. Se entendían a la perfección, y mientras le arrancaba la ropa y la arrastraba hacia la habitación, ella lo dejó hacer, quedando totalmente desnuda y en sus brazos, como una muñeca caliente. Era un verdadero deleite sentir todo ese cuerpo encendido y totalmente dispuesto.
Ella permaneció inactiva mientras se sometía encantada a un obsceno manoseo, pero llegó un punto en que su lujuria le reclamaba inmediata satisfacción. Y se invirtieron los roles, y ella comenzó a desvestirlo casi con furia, y al final, cuando bajó juntos pantalón y calzoncillo vio como la peligrosa serpiente saltaba directamente hacia su nariz como un resorte. Resulta difícil describir el frenesí que se apoderó de la mujer ante la gloriosa vista del nervudo campeón que se balanceaba frente a su rostro.
La mujer se apoderó del endurecido músculo, y dándole unos lengüetazos preliminares lo deslizó dentro de su boca, estimulando el blande y el tallo con lujuriosos jugueteos de su legua y de sus labios. Ejercía su arte con la habilidad de una consumada chipriota. Tantas eran las sensaciones que provocaba que el hombre le advirtió que estaba por obligarlo a eyacular. Contrariamente a lo pensado, eso pareció enloquecerla y redobló sus esfuerzos.
Y el delicioso final no se hizo esperar, él sintió sus piernas aflojarse, su pene se hinchó dolorosamente, la vena distal latió espasmódicamente. Sin poder resistirse, el bruto la tomó por los cabellos rizados con ambas manos y se ensartó en su boca hasta donde pudo, justo a tiempo para derramar en su garganta el producto de una muy prolongada abstinencia. Chorro tras chorro llenaron la cavidad bucal y ella se lo bebió todo, aún las gotas que escaparon por la comisura o que adornaban sus tetas.
Es de pensarse que semejante dosis habrían sofocado algo del fuego de tanta pasión, pero el hombre la empujó a la cama y abrió sus piernas. Solo se tomó unos segundos para solazarse con esa húmeda y rosada grieta, en la que un hermoso clítoris sobresalía atrevido y desafiante. Y sin pensarlo mucho sumergió su rostro en él.
-Te portaste mal, y voy a castigarte.
Y acto seguido, su lengua comenzó a juguetear y obsequiarle unas caricias tan exquisitas que la mujer difícilmente podía contener sus gritos. Su cuerpo se arqueaba, sus manos solo tenían a su alcance sus propios pechos, por lo que se los exprimía y retorcía sus pezones. Todo en la habitación vibraba y participaba de ese acto de placer. Ella se encabritaba, gritaba, gemía, por momentos parecía quedarse sin aire en un agónico lamento. Él lamía, chupaba, mordisqueaba, y al final, introdujo sus dedos y masajeó la parte interna del clítoris, provocándole los espasmos de un insoportable placer.
No se puede saber cuántas veces la obligó a acabar en su boca, pero sin duda fueron varias, y cuando se levantó después del último y explosivo orgasmo, sonrió al ver su vagina hinchada y colorada por el maltrato sufrido, mientras en la sabana se veía un enorme manchón provocado por sus amorosos jugos.
La Licenciada yacía como muerta; con un brazo se cubría el rostro y apenas se la veía respirar. Él se recostó a su y sin darle tiempo para el descanso comenzó nuevamente a chupar sus tetas. Mientras tanto atrapó el clítoris entre el pulgar y el índice. Demás esta decir que el pequeño órgano todavía estaba duro y sensible por el atrevido trato, lo que provocó un grito desmayado y un inútil intento de fuga. Con una risita satisfecha el hombre se introdujo entre sus piernas, y apoyando la cabeza de su pene en la entrada empujó resueltamente. Antes de decir nada la punta golpeó contra su útero y con un grito de desmayo ella eyaculó abundantemente sobre la intrusa cabeza.
Sin darle tiempo a reflexiones la cabalgó como poseído. Ella se agitaba, arañaba su espada, besaba su pecho, sacudía su cabeza de un lado al otro. El frenesí se había apoderado de ambos, él daba estocadas, se refregaba contra su pubis estrujaba la espada de la mujer, mordisqueaba su cuello. Nuevamente la licenciada sucumbió ante tanto ataque, su boca se abrió desmesuradamente en un grito sordo y su espalda se arqueó para caer con fuerza. Otra vez la victoria había sido de él, e insatisfecho por no haber eyaculado retiró su pene de la vagina y la dio vuelta para exhibir impúdicamente sus deliciosas nalgas. Sus intenciones fueron mas que evidentes cuando, untando sus dedos en el abundante flujo vaginal, los introdujo muy adentro de su ano. Habiendo dilatado y lubricado el orificio, encaminó su pene hacia él y lentamente penetró en sus entrañas.
La mujer sintió la estocada y mecánicamente se abrazó a la almohada. Sentía claramente la totalidad del miembro en su lento ir y venir. Su ano se abría rítmicamente para recibir la intruso. Él sentía las contracciones del esfínter pellizcando su pene como algo sublime, de ninguna manera quería apresurar su placer, con lentos movimientos disfrutaba de sentir como el ano estrujaba su miembro. Hasta que la naturaleza se impuso y su pene estalló en una profusa catarata. Para su sorpresa, su compañera emitió otro grito ahogado y su vagina estalló en una tremenda explosión de jugos.
Agotados se besaron y abrazaron, era mas del mediodía, y para su sorpresa descubrieron que habían estado casi cuatro horas cogiendo.
Ella dijo: -Llegaste como la caballería, justo a tiempo. y dicho esto, ambos cayeron en un pesado sueño.
Continuará
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