Un día, casi veinticuatro horas, me separan de la experiencia que les voy a relatar a continuación.
Ciertamente lograr describir mi sexualidad mediante un relato genera en mí una perversión inimaginable, hacerlo en una red social mucho más, y posiblemente el estar sola, sin compromisos, me da la libertad de llevar adelante cada fantasía y deseo que cruce mi cabeza.
Ayer desperté sumamente excitada, creo que saber que mi forma de ser sexualmente les gusta es estimulante, amanecí planificando una experiencia para poder relatar, algo literalmente a propósito, casi con un guion a mi medida.
Desayune pensando la intensidad de lo que quería hacer y me imagine una situación transgresora, una situación fuera de lo común. El paso siguiente era elegir con que hombre hacerlo, por un momento pensé en estar con más de un hombre, pero decidí dejarlo para más adelante. Revise los contactos en mi celular, y como si fuese un concurso, conté los hombres con los que había tenido sexo resultando un numero revelador, 43. Por lo visto no tenía noción de lo activa que había estado últimamente, sobre todo porque en ese número faltan los hombres con los que tuve sexo sin haber compartido mi número.
Hice un filtro de esos amantes provisorios, algunos fijos por un par de meses, y otros que llegaron momentáneamente a ser novios,teniendo en cuenta su actitud, su tamaño (para mi, muy importante) su disponibilidad y el nivel de perversión que habían demostrado. De esa formal legue a quedar pensando en tres hombres.
Omar, repositor de Makro, fuimos amantes durante tres meses,casado, 34 años, con una verga muy muy ancha y no tan larga, pero algo tímido.
Martín, dueño de una remiseria, 44 años, de novio, con un tamaño normal, pero con una esencia pervertida y descontracturada.
Leo, Profesor de Hockey, 30 años, soltero, agrandado,musculoso, tamaño normal pero excelentemente usada, amo el sexo anal con él.
Envié los mensajes por Whatsapp, y curiosamente todos respondieron al instante, seguramente la imagen de mi cara chupando sus vergas se les cruzo por un momento. Solo Martín podía verme aunque estaba a cargo dela remiseria ya que había faltado la coordinadora. Intercambiamos mensajes normales al principio, calientes después. Mi temperatura fue en aumento con las cosas que él recordaba explícitamente de mí.
Como Martín no podía dejar su negocio un asalto de perversión me lleno por completo, recordé que su local, como muchas remiserias posee un cuarto de descanso para los chóferes, y sin dudarlo le ofrecí tener nuestro reencuentro allí, ya que él no podía salir y yo moría de ganas. La idea decoger en un cuarto desde donde todos los chóferes puedan escucharme me hizo delirar, me imagine gimiendo y a pesar de ser una “concheta” como me llama Martín, dar rienda suelta al vocabulario más sensual, salvaje y porno que se me ocurriera. Quería nuevamente dejar mi marca en cada recuerdo de cada uno de los tipos presentes, quería quemarles la cabeza y freír las demás fantasías que no me tengan de protagonista, y de paso traer como premio este relato.
Arreglamos mi visita para las 17 horas, para mi fueron minutos a pesar de que faltaban dos horas. Me duche pensando en detalles, en la ropa que usaría, en la forma de entrar y saludar a cada chófer, me tilde pensando en los comentarios y caras que pondrían ellos durante mi estadía en el cuarto que les pertenece, me pregunte si alguno se animaría a asomarse y sacar una foto, o si alguno se negaría a salir con un viaje para vivir a pleno la presencia de esa mujer sin tapujos que llego para llevarse uno (o varios)orgasmos además del semen del jefe.
Sé que Martín, como tantos otros, ama mi culo en calzas, con poca humildad debo decir que el hockey me ha ayudado mucho físicamente,entonces decidí ir de calzas y un top deportivo que se asemejaba mas a un corpiño que a una prenda exterior. Poco maquillaje, mis adorados aros argolla,y una colita en el pelo, que llegaba a mitad de mi espalda. En mi botiquín hay una caja de preservativos siempre disponible, tal vez por adrenalina o transgresora decidí no llevarlos.
Subí a mi camioneta, y maneje totalmente absorta, pensando solo en la forma de transformar esta experiencia en algo mas, en algo bizarramente sexual, y al cabo de 15 minutos ingresaba con mi camioneta al estacionamiento interno que poseen los chóferes, un galpón no muy cuidado, con un auto viejo oxidado, con materiales de construcción por doquier, una parrilla y una mesa hecha de tablones.
Baje de la camioneta y apareció Martín por la entrada del estacionamiento, me dio un abrazo y no comimos las lenguas por un algunos segundos, me apretó contra la puerta trasera de mi vehículo y casi me deja sin aire con sus besos profundos en mi boca. Hacía tiempo que no compartía tanta saliva. Enloquecí.
Caminamos hacia la vereda para ingresar por el frente al local, para mi sorpresa había más chóferes de lo habitual, mas tarde me enteraría que sabiendo de mi presencia, algunos decidieron no salir a trabajar y algunos adelantaron su turno para estar presentes. Conté ocho además de Martín. Fui saludando uno a uno, con una sonrisa amplia y alguna risa cómplice, los tome delos hombros para darles un beso en la mejilla, estuvieron los tímidos con manos en los bolsillos y los atrevidos que me tomaron de la cintura, era obvio que Martín había dado un perfil de mi liberalidad sexual, todos sabían que iba en conquista de buen sexo.
Antes de ingresar al cuarto de descanso, charlamos unos pocos minutos entre todos, como para simular algo que ya todos sabían, pero me sirvió para ver otra vez como varios ojos se perdían en mi escote, en mi concha marcada por mi calza, en mis pulseras esclavas o en mi pelo negro atado. Martín le pide a uno de ellos que ponga el cartel de “cerrado” y descuelgue el teléfono,por un momento creí que ingresaríamos los nueve al cuarto, pero fue solo una falsa ilusión, me tomo de la mano y caminamos seis pasos hasta ingresar al lugar, sentí que las miradas se derretían en mi culo.
La habitación tenía dos sillones de un cuerpo sin apoya brazos,una cama de una plaza, una tv apagada y un póster de Mónica Farro en desnuda, y no poseía puerta que la aislara del resto del local, era un absoluto tugurio pero por alguna razón que aun no entiendo me excitaba. Nos volvimos a besar desesperadamente, era1.85 metros de pervertida calentura contra mis 1.64 metros de excitación, el manoseo fue intenso, parecían multiplicarse sus manos en cada rincón de mi cuerpo inestable y caluroso.
Sin poder adivinarlo, metió la mano por dentro de la calza negra y tomo mi concha con toda la palma de su mano, mientras me agarraba del pelo recogido con la otra. Encontró mis labios mojados, necesitados de fricción irreverente, sedientos de embestidas salvajes que presagien un orgasmo soñado. El silencio que provenía desde el cuarto donde quedaron los chóferes era sepulcral, y no pude evitar pedirle a Martín que me diga “puta”. Me bajo las calzas y me arranco la diminuta tanga negra que había llevado puesta, siempre me hizo lo mismo, ahora lo recordaba, se desnudo y tomando del brazo me obligo a arrodillarme, cumpliendo a cada momento mi pedido de llamarme puta.
Arrodillada, sumisa, entregada, me di a la tarea de endurecer por completo esa verga, me atragante con ella para que el sonido a arcadas llegue a los testigos, cada vez que él la sacaba, quedaba un hilo semiblanco de mi saliva colgando entre mi labio inferior y su glande. Yo podría haber tenido mi primer orgasmo allí pero me contuve. Aun arrodillada me tomo con ambas manos del cuello, como si fuese a ahorcarme y me empujo a la cama, me saque zapatillas, calzas y top. Se acostó encima de mí, con su cabeza entre mis piernas dejando su pija en mi boca, nos chupamos fervientemente, y mis gemidos no se hicieron esperar, sus dedos revolvían mi culo mientras me besaba y se tomaba mi excitación. No pude saberlo aun, pero creo que los dedos en mi cola fueron cuatro, dejándome dilatada y lista para lo que vendría.
Algunos minutos después, se sentó en uno de los sillones sin apoyabrazos, me pidió que lo montara, atléticamente camine desde la cama y me senté sobre ese poderoso y firme miembro. Mientras cabalgaba desesperadamente mientras él me besaba las tetas (amo eso) gire mi cabeza a un costado y estaban todos los chóferes mirando y filmando, fue demasiado para mi, tuve un orgasmo inmediato, grite como si hubiese perdido mi ser entero por mi concha, tanto placer que se convierte en una adicción permanente. No hay regreso al llegar a este punto. Como si fuese un sismo permanente, mi cuerpo gozaba de los espasmos musculares, la boca se llena desaliva nuevamente, y la presencia de extraños me puso en carrera nuevamente en segundos. Decidida a hacer algo diferente, me coloque en cuatro patas en la cama nuevamente y con el peor vocabulario le pedí a Martin “ahora quiero que me hagas el orto” y lo dije tan fuerte como pude, para estar segura de que quedaría grabado en esos celulares.
En cuestión de segundos Martin ya tenía su cabeza en lapuerta de culo lubricado y dilatado, menciono lo increíble de la vista que tenía desde allí arriba, y deslizo toda su verga dentro de mí. No se detuvo a ver si me molestaba o dolía, simplemente entro hasta donde pudo, yo me convertí en una maquina repetitiva de gemir, gemidos que con los minutos se convirtieron en gritos de placer y expresiones bizarras que jamás creí saldrían de mi boca.
Martín sacaba su verga, me abría de nalgas, y me decía que melo estaba dejando destrozado (dude que fuese tanto) me tomo de la cola de mi pelo negro y brilloso y entro por última vez, lo más profundo que pudo, sesiente que saldrá por la boca de a momentos, y cuando estuvo listo, en una maniobra atlética me acosté boca arriba en la cama, de frente a la puerta inexistente, permitiendo que Martin, parado a mi lado derrame toda su leche en mi cara y mi boca, sus gritos fueron los de un animal herido, conté 4 chorros grandes y algunos goteos posteriores, luego se derrumbo en uno de los sillones,el que había dejado mojado en mi primer orgasmo.
Quede recostada sintiendo como latía mi cola, notando como el semen en mi rostro se diluía y bajaba de mi mejilla a mi cuello por ambos lados de mi cara, saboreando las gotas que habían caído sobre mi lengua, sintiéndome infinitamente sensual, erótica y puta. Tanto así, que abrí mis piernas ante la mirada atónita de los chóferes y con los dedos en mi concha me genere un nuevo orgasmo, hasta retorcerme una y otra vez en esa cama de sabanas baratas. Martín aun no podía creer en lo que me había convertido, ya no era la chica de clase alta, con novio que se animaba a ser infiel momentáneamente, me había convertido en una mujer plenamente sexual y sin miedos.
Me reí, solté una carcajada al dejar de sentir las repercusiones de mi orgasmo, y a forma de alago, chiste o lo que sea, recibí aplausos de los choferes y de Martin. Uno de ellos me alcanzo un rollo de servilletas de papel y otro una botella cerrada de agua mineral.
Plenitud es lo que sentía, no me preocupo a falta de preservativo, las fotos o filmaciones, la presencia de extraños, ni lo que dirán de mí. Conseguí lo que buscaba.
Limpie como pude mi rostro, mi cuello, y vestí nuevamente mi calza, sin ropa interior, ya que la tanga estaba en el piso absolutamente destrozada,zapatillas y top.
Salí de ese cuarto a través de un pasillo humano formado por los choferes, llena de halagos y pedidos de regreso, todos, absolutamente todos me acompañaron hasta la camioneta que estaba en la parte de atrás del terreno, curiosamente ninguno quiso darme un beso, solo abrazos y algo de manoseo, manoseo que les permití brevemente.
Conduciendo hacia casa, supe que esto es el comienzo de un nuevo estilo de vida y que me animo a mucho más, sobre todo porque acaban de responder Omar (repositor de Makro) confirmando que está libre a las 19.30 horas y Leo (Profe de Hockey) a las 23 horas.
Doblo en Gabriela Mistral para retomar Constituyentes y esperar a la salida de Omar, el recuerdo de su verga gruesa me deja perpleja y me vuelve insaciable una vez más, y por suerte mi uniforme de Hockey siempre está disponible en el baúl, para que Leo pueda cumplir su eterna fantasía.
Me perfumo, recuerdo que no tengo ropa interior, me doy cuenta que perdí un aro en la remiseria, la boca de Martín dejo un moretón en una teta, pero allá voy por Omar y luego por Leo. Sedienta.
Ciertamente lograr describir mi sexualidad mediante un relato genera en mí una perversión inimaginable, hacerlo en una red social mucho más, y posiblemente el estar sola, sin compromisos, me da la libertad de llevar adelante cada fantasía y deseo que cruce mi cabeza.
Ayer desperté sumamente excitada, creo que saber que mi forma de ser sexualmente les gusta es estimulante, amanecí planificando una experiencia para poder relatar, algo literalmente a propósito, casi con un guion a mi medida.
Desayune pensando la intensidad de lo que quería hacer y me imagine una situación transgresora, una situación fuera de lo común. El paso siguiente era elegir con que hombre hacerlo, por un momento pensé en estar con más de un hombre, pero decidí dejarlo para más adelante. Revise los contactos en mi celular, y como si fuese un concurso, conté los hombres con los que había tenido sexo resultando un numero revelador, 43. Por lo visto no tenía noción de lo activa que había estado últimamente, sobre todo porque en ese número faltan los hombres con los que tuve sexo sin haber compartido mi número.
Hice un filtro de esos amantes provisorios, algunos fijos por un par de meses, y otros que llegaron momentáneamente a ser novios,teniendo en cuenta su actitud, su tamaño (para mi, muy importante) su disponibilidad y el nivel de perversión que habían demostrado. De esa formal legue a quedar pensando en tres hombres.
Omar, repositor de Makro, fuimos amantes durante tres meses,casado, 34 años, con una verga muy muy ancha y no tan larga, pero algo tímido.
Martín, dueño de una remiseria, 44 años, de novio, con un tamaño normal, pero con una esencia pervertida y descontracturada.
Leo, Profesor de Hockey, 30 años, soltero, agrandado,musculoso, tamaño normal pero excelentemente usada, amo el sexo anal con él.
Envié los mensajes por Whatsapp, y curiosamente todos respondieron al instante, seguramente la imagen de mi cara chupando sus vergas se les cruzo por un momento. Solo Martín podía verme aunque estaba a cargo dela remiseria ya que había faltado la coordinadora. Intercambiamos mensajes normales al principio, calientes después. Mi temperatura fue en aumento con las cosas que él recordaba explícitamente de mí.
Como Martín no podía dejar su negocio un asalto de perversión me lleno por completo, recordé que su local, como muchas remiserias posee un cuarto de descanso para los chóferes, y sin dudarlo le ofrecí tener nuestro reencuentro allí, ya que él no podía salir y yo moría de ganas. La idea decoger en un cuarto desde donde todos los chóferes puedan escucharme me hizo delirar, me imagine gimiendo y a pesar de ser una “concheta” como me llama Martín, dar rienda suelta al vocabulario más sensual, salvaje y porno que se me ocurriera. Quería nuevamente dejar mi marca en cada recuerdo de cada uno de los tipos presentes, quería quemarles la cabeza y freír las demás fantasías que no me tengan de protagonista, y de paso traer como premio este relato.
Arreglamos mi visita para las 17 horas, para mi fueron minutos a pesar de que faltaban dos horas. Me duche pensando en detalles, en la ropa que usaría, en la forma de entrar y saludar a cada chófer, me tilde pensando en los comentarios y caras que pondrían ellos durante mi estadía en el cuarto que les pertenece, me pregunte si alguno se animaría a asomarse y sacar una foto, o si alguno se negaría a salir con un viaje para vivir a pleno la presencia de esa mujer sin tapujos que llego para llevarse uno (o varios)orgasmos además del semen del jefe.
Sé que Martín, como tantos otros, ama mi culo en calzas, con poca humildad debo decir que el hockey me ha ayudado mucho físicamente,entonces decidí ir de calzas y un top deportivo que se asemejaba mas a un corpiño que a una prenda exterior. Poco maquillaje, mis adorados aros argolla,y una colita en el pelo, que llegaba a mitad de mi espalda. En mi botiquín hay una caja de preservativos siempre disponible, tal vez por adrenalina o transgresora decidí no llevarlos.
Subí a mi camioneta, y maneje totalmente absorta, pensando solo en la forma de transformar esta experiencia en algo mas, en algo bizarramente sexual, y al cabo de 15 minutos ingresaba con mi camioneta al estacionamiento interno que poseen los chóferes, un galpón no muy cuidado, con un auto viejo oxidado, con materiales de construcción por doquier, una parrilla y una mesa hecha de tablones.
Baje de la camioneta y apareció Martín por la entrada del estacionamiento, me dio un abrazo y no comimos las lenguas por un algunos segundos, me apretó contra la puerta trasera de mi vehículo y casi me deja sin aire con sus besos profundos en mi boca. Hacía tiempo que no compartía tanta saliva. Enloquecí.
Caminamos hacia la vereda para ingresar por el frente al local, para mi sorpresa había más chóferes de lo habitual, mas tarde me enteraría que sabiendo de mi presencia, algunos decidieron no salir a trabajar y algunos adelantaron su turno para estar presentes. Conté ocho además de Martín. Fui saludando uno a uno, con una sonrisa amplia y alguna risa cómplice, los tome delos hombros para darles un beso en la mejilla, estuvieron los tímidos con manos en los bolsillos y los atrevidos que me tomaron de la cintura, era obvio que Martín había dado un perfil de mi liberalidad sexual, todos sabían que iba en conquista de buen sexo.
Antes de ingresar al cuarto de descanso, charlamos unos pocos minutos entre todos, como para simular algo que ya todos sabían, pero me sirvió para ver otra vez como varios ojos se perdían en mi escote, en mi concha marcada por mi calza, en mis pulseras esclavas o en mi pelo negro atado. Martín le pide a uno de ellos que ponga el cartel de “cerrado” y descuelgue el teléfono,por un momento creí que ingresaríamos los nueve al cuarto, pero fue solo una falsa ilusión, me tomo de la mano y caminamos seis pasos hasta ingresar al lugar, sentí que las miradas se derretían en mi culo.
La habitación tenía dos sillones de un cuerpo sin apoya brazos,una cama de una plaza, una tv apagada y un póster de Mónica Farro en desnuda, y no poseía puerta que la aislara del resto del local, era un absoluto tugurio pero por alguna razón que aun no entiendo me excitaba. Nos volvimos a besar desesperadamente, era1.85 metros de pervertida calentura contra mis 1.64 metros de excitación, el manoseo fue intenso, parecían multiplicarse sus manos en cada rincón de mi cuerpo inestable y caluroso.
Sin poder adivinarlo, metió la mano por dentro de la calza negra y tomo mi concha con toda la palma de su mano, mientras me agarraba del pelo recogido con la otra. Encontró mis labios mojados, necesitados de fricción irreverente, sedientos de embestidas salvajes que presagien un orgasmo soñado. El silencio que provenía desde el cuarto donde quedaron los chóferes era sepulcral, y no pude evitar pedirle a Martín que me diga “puta”. Me bajo las calzas y me arranco la diminuta tanga negra que había llevado puesta, siempre me hizo lo mismo, ahora lo recordaba, se desnudo y tomando del brazo me obligo a arrodillarme, cumpliendo a cada momento mi pedido de llamarme puta.
Arrodillada, sumisa, entregada, me di a la tarea de endurecer por completo esa verga, me atragante con ella para que el sonido a arcadas llegue a los testigos, cada vez que él la sacaba, quedaba un hilo semiblanco de mi saliva colgando entre mi labio inferior y su glande. Yo podría haber tenido mi primer orgasmo allí pero me contuve. Aun arrodillada me tomo con ambas manos del cuello, como si fuese a ahorcarme y me empujo a la cama, me saque zapatillas, calzas y top. Se acostó encima de mí, con su cabeza entre mis piernas dejando su pija en mi boca, nos chupamos fervientemente, y mis gemidos no se hicieron esperar, sus dedos revolvían mi culo mientras me besaba y se tomaba mi excitación. No pude saberlo aun, pero creo que los dedos en mi cola fueron cuatro, dejándome dilatada y lista para lo que vendría.
Algunos minutos después, se sentó en uno de los sillones sin apoyabrazos, me pidió que lo montara, atléticamente camine desde la cama y me senté sobre ese poderoso y firme miembro. Mientras cabalgaba desesperadamente mientras él me besaba las tetas (amo eso) gire mi cabeza a un costado y estaban todos los chóferes mirando y filmando, fue demasiado para mi, tuve un orgasmo inmediato, grite como si hubiese perdido mi ser entero por mi concha, tanto placer que se convierte en una adicción permanente. No hay regreso al llegar a este punto. Como si fuese un sismo permanente, mi cuerpo gozaba de los espasmos musculares, la boca se llena desaliva nuevamente, y la presencia de extraños me puso en carrera nuevamente en segundos. Decidida a hacer algo diferente, me coloque en cuatro patas en la cama nuevamente y con el peor vocabulario le pedí a Martin “ahora quiero que me hagas el orto” y lo dije tan fuerte como pude, para estar segura de que quedaría grabado en esos celulares.
En cuestión de segundos Martin ya tenía su cabeza en lapuerta de culo lubricado y dilatado, menciono lo increíble de la vista que tenía desde allí arriba, y deslizo toda su verga dentro de mí. No se detuvo a ver si me molestaba o dolía, simplemente entro hasta donde pudo, yo me convertí en una maquina repetitiva de gemir, gemidos que con los minutos se convirtieron en gritos de placer y expresiones bizarras que jamás creí saldrían de mi boca.
Martín sacaba su verga, me abría de nalgas, y me decía que melo estaba dejando destrozado (dude que fuese tanto) me tomo de la cola de mi pelo negro y brilloso y entro por última vez, lo más profundo que pudo, sesiente que saldrá por la boca de a momentos, y cuando estuvo listo, en una maniobra atlética me acosté boca arriba en la cama, de frente a la puerta inexistente, permitiendo que Martin, parado a mi lado derrame toda su leche en mi cara y mi boca, sus gritos fueron los de un animal herido, conté 4 chorros grandes y algunos goteos posteriores, luego se derrumbo en uno de los sillones,el que había dejado mojado en mi primer orgasmo.
Quede recostada sintiendo como latía mi cola, notando como el semen en mi rostro se diluía y bajaba de mi mejilla a mi cuello por ambos lados de mi cara, saboreando las gotas que habían caído sobre mi lengua, sintiéndome infinitamente sensual, erótica y puta. Tanto así, que abrí mis piernas ante la mirada atónita de los chóferes y con los dedos en mi concha me genere un nuevo orgasmo, hasta retorcerme una y otra vez en esa cama de sabanas baratas. Martín aun no podía creer en lo que me había convertido, ya no era la chica de clase alta, con novio que se animaba a ser infiel momentáneamente, me había convertido en una mujer plenamente sexual y sin miedos.
Me reí, solté una carcajada al dejar de sentir las repercusiones de mi orgasmo, y a forma de alago, chiste o lo que sea, recibí aplausos de los choferes y de Martin. Uno de ellos me alcanzo un rollo de servilletas de papel y otro una botella cerrada de agua mineral.
Plenitud es lo que sentía, no me preocupo a falta de preservativo, las fotos o filmaciones, la presencia de extraños, ni lo que dirán de mí. Conseguí lo que buscaba.
Limpie como pude mi rostro, mi cuello, y vestí nuevamente mi calza, sin ropa interior, ya que la tanga estaba en el piso absolutamente destrozada,zapatillas y top.
Salí de ese cuarto a través de un pasillo humano formado por los choferes, llena de halagos y pedidos de regreso, todos, absolutamente todos me acompañaron hasta la camioneta que estaba en la parte de atrás del terreno, curiosamente ninguno quiso darme un beso, solo abrazos y algo de manoseo, manoseo que les permití brevemente.
Conduciendo hacia casa, supe que esto es el comienzo de un nuevo estilo de vida y que me animo a mucho más, sobre todo porque acaban de responder Omar (repositor de Makro) confirmando que está libre a las 19.30 horas y Leo (Profe de Hockey) a las 23 horas.
Doblo en Gabriela Mistral para retomar Constituyentes y esperar a la salida de Omar, el recuerdo de su verga gruesa me deja perpleja y me vuelve insaciable una vez más, y por suerte mi uniforme de Hockey siempre está disponible en el baúl, para que Leo pueda cumplir su eterna fantasía.
Me perfumo, recuerdo que no tengo ropa interior, me doy cuenta que perdí un aro en la remiseria, la boca de Martín dejo un moretón en una teta, pero allá voy por Omar y luego por Leo. Sedienta.
8 comentarios - Barbara O. Capitulo 3. Remiseria.