Todo sucedió sin haberlo previsto. Mi nombre es Esteban, tengo 45 años y soy medico. Estoy felizmente casado hace 10 años con Mariela y no tenemos hijos pues mi esposa y yo hemos privilegiado nuestras carreras. Jamás tuve inclinaciones extrañas, por eso, esto que estoy a punto de relatarles, resultó una sorpresa para mí. Tenemos una hermosa casa en un barrio privado y ejerzo mi profesión en un hospital muy importante. Nuestros vecinos son amigos desde hace años, y cada tanto sabemos compartir una cena juntos. Ellos son un matrimonio también de profesionales, Carlos de 43 años, ingeniero, y Laura, de 40 años dedicada a la enseñanza. Ellos tienen dos hijos, Pedro un niño de 11 años y Gaby, una hermosa niña de tan solo 16 años. Mi mujer y yo hacía poco habíamos retornado de nuestras vacaciones. Ella ya se debía incorporar a la empresa en la que se desempeñaba con cargo ejecutivo, a mí, todavía me quedaba una semana más para volver al hospital en donde me desempeñaba como médico clínico. Tenía una semana más para holgazanear en mi casa y dedicarme a mi pasatiempo favorito que era no hacer nada.
Aquella noche de domingo, nos juntamos con la familia de Carlos a compartir un buen asado. Después de comer y charlar largo y tendido mostrando nuestras fotos de vacaciones, Laura me pidió un favor.
-Esteban, te quiero pedir un favor. -dijo Laura
-Adelante,
-Se que aun estas de vacaciones, pero necesito que veas a Gabi
-¿Está enferma? Yo la veo muy bien de salud. -dije sonriendo mirando a la hermosa niña.
-No, no. Lo que pasa es que la he inscripto para que vaya a natación, y en el club me piden un certificado de salud. Ya sabes lo meticuloso que son. Solo necesito un certificado firmado por un doctor. ¿Tú la podrías ver mañana?
-Seguro. No tengo montado un consultorio en casa pero siempre ando con mi maletín y los papeles. Si quieres, te extiendo un certificado ahora y listo.
-Me gustaría que la revises. En las piletas de natación se cuidan mucho que no tenga hongos, o problemas cardiacos. Se que mi hijita es sana, pero quiero que la veas para estar segura de enviarla a hacer ejercicios. Te dejo pagada la consulta ahora.
-¡Por favor Laura! Una consulta a mis amigos no se cobra.
-¡Gracias Esteban! Mañana Gaby viene a verte por la mañana. Yo no puedo acompañarla por que estoy dando clase.
-Está bien. Que venga la princesita.
Al otro día me quedé solo en casa. Mi mujer llegaría recién a las ocho de la noche y la empleada se retiraba a las cuatro de la tarde.
A las cinco, yo estaba echado sobre el sofá leyendo un libro. Hacía calor y estaba vestido con una remera y unos short. Me había olvidado por completo de la cita médica con Gaby, la nena de 17 años. El timbre me sobresaltó. Me puse de pie y fui abrir la puerta.
-¡Gaby! -le dije a la niña, sonriendo con mi libro en mano.
-Vine para la consulta, Esteban –
-Pasa, pasa. Ya estoy contigo. ¿Tienes sed?
-Sip –
-Ahora te traigo un poco de gaseosa.
La niña estaba vestida con una blusa de color rosa y la combinaba con unas polleritas vaquero, calzaba unas zapatillas rosa y medias blancas. A pesar de sus 16 años, ya era muy coqueta. Usaba aros y tenia sus manos pobladas pulseras. Gaby era una niña muy hermosa. De ojos claros, tirando a verdes, combinaba perfectamente con su cabello largo y rubio que llegaba hasta su cintura. Su cuerpo de niña estaba muy bien proporcionado y seguramente, cuando creciera, sería toda una sex simbol.
Le di su vaso de gaseosa.
¿me va a doler?
-¿Qué? -dije asombrado.
-¿Me vas a poner una inyección? -dijo asustada
-¡No, no, linda! Te voy a revisar nomás. A ver, déjame pensar. Bueno. Como camilla no tengo, ven acá al sofá y recuéstate. Esperarme allí que voy a buscar mi maletín. ¿Si?
Se fue correteando hasta el sofá y se recostó. Cuando llegué con mi maletín, y la vi. allí recostada, tan inocente, tan frágil, sentí por primera vez aquello. Al principio traté de reprimirlo, me dije que no era normal, que era enfermo de mi parte, pero no podía evitar sentirme excitado por aquella niña.
Saqué de mi maletín el estetoscopio.
-Desabróchate la blusa que vamos a escuchar el corazón como suena.
Se desabrochó la blusa dejando al descubierto su cuerpito. Tenía una piel hermosa, bronceada por aquellos días de calor. Su pechitos como dos pequeñísimos montículos. Apoyé el estetoscopio y comencé a auscultarla.
-Respira hondo y larga el aire con fuerza.
Fui recorriendo con el instrumento distintas partes de su pecho.
-Mmm, tu corazoncito suena perfecto. ¿Quieres escuchar?
Me dijo que sí con un movimiento de cabeza y coloqué el estetoscopio en sus oídos.
-¡Qué fuerte suena! -me dijo sonriendo.
-Si. El estetoscopio aumenta el sonido varias veces. Bueno, ahora vamos a seguir revisando. Levanta los brazos, vamos a mirar tus axilas a ver si no hay ningún honguito.
Levantó los brazos y le hice un poco de cosquillas.
-Nada por acá -dije sonriendo.
Ella seguía recostada y yo, para ponerme a su altura, me había arrodillado en la alfombra del piso. Comencé a palpar su estómago y fui subiendo mi mano. Para esto, ya no podía ponerme de pie, pues la erección que experimentaba era muy notoria bajo el short que llevaba puesto. Mi posición tan cercana a la niña, me permitía deleitarme con todo su cuerpo a escasos centímetros, y, para colmo de mi calentura, su pollerita vaquero era tan cortita que me permitía vislumbrar en su entrepierna unas braguitas de color rosa . Palpe sus pechitos, rozando sus pezones con la punta de mis dedos. Por una acción lógica, estos se endurecieron.
-Hasta acá, está todo perfecto, Gaby. Ahora vamos a revisar la zona inferior. ¿Si? No tengas vergüenza pues hago esto todo los días.
Le desabroché los tres botones metálicos de su pollerita y la deslicé hacia abajo hasta sacarlas por completo. Tenía ante mí a una pequeña niña, completamente inocente de mis bajos instintos y absolutamente creyente de que estaba siendo solo revisada por un doctor, en braguitas y con blusa abierta de par en par.
-A ver tus pies.
Comenzó a reírse pues sentía muchas cosquillas cuando entreabría sus deditos. Cabe decir que no tenía absolutamente nada. La niña estaba perfectamente bien, pero no iba a desaprovechar la ocasión para seguir con el teatro, sobre todo con la cabeza de mi pene pugnando por salir de su prisión.
-Hasta acá, todo bien señorita, pero falta que veamos entre tus piernitas. Allí siempre se acumula humedad y es una zona propensa para los honguitos. Te voy a bajar las bragas.
Pero Gaby no me prestaba mucha atención, estaba jugando con el estetoscopio auscultándose a si misma, tarareando una canción de niños, tan ensimismada estaba en sus juegos infantiles que ni siquiera se distrajo cuando le deslicé lentamente sus braguitas hasta los tobillos y se las saqué por completo.
-A ver… que tenemos aquí -dije mirándola de reojo, a ver si mostraba alguna preocupación por lo que yo estaba haciendo. Pero no. Para ella era perfectamente normal. Ella siguió jugando con el aparato puesto en sus oídos y su vista fija en el mismo.
Separé sus piernitas dejando bien expuesto ante mis ojos, a tan solo 30 centímetros de mi cara, su hermoso conchita lampiña.
Mi excitación era extrema y no pude soportar extraer mi miembro. Recuerden que esto ella no lo podía observar pues yo estaba de rodillas sobre la alfombra del piso, quedando oculto por el mismísimo sillón, pude menear mi polla con una mano, mientras que con la otra comencé a toquetear su coño. Pasé mis dedos sobre su rajita, deslizándolo lentamente de arriba hacia abajo y viceversa. Luego, sin poder contenerme, entreabrí sus labios, dejando al descubierto su pequeño clítoris. Lo rocé con la yema de los dedos y un pequeño estremecimiento sacudió el cuerpo de la niña que recién ahí me miró.
-¡Me haces cosquillitas! -dijo inocentemente.
-Está bien. Mira. Voy a tener que revisarte a fondo acá, pues me parece haber visto algo. Te voy aplicar un líquido para poder facilitar la inspección y no te vaya a molestar. ¿Ok?
-¿Me va a doler? -dijo preocupada
-No creo. Pero tienes que estar relajadita. Cierra los ojitos y respira hondo. Yo ya vengo.
La niña cerró sus ojos y comenzó a respirar como le ordené. Aproveché para ponerme de pie con mi polla a mil. Fui hasta el baño y saqué del botiquín una botellita de glicerina. Cuando salí del baño y me asome de nuevo al comedor, no podía creer hasta que punto yo había llegado. Allí tenia a mi merced una preciosa niña de 18 años, recostada en el sofá, con sus ojitos cerrados, totalmente desnuda y sus piernitas abiertas, mostrándome sus pechitos planos y su coñito.
-Bien. Ya estamos acá. Sigue con los ojos cerrados, yo te avisaré cuando los tienes que abrir.
Destapé la botellita de glicerina para disponerme a untar su entrepierna, pero fue ahí que se me ocurrió algo más audaz. Aprovechando que la niña estaba con sus ojos cerrados, acerqué mi cara hasta casi rozar su coñito, sintiendo su olor, luego, entreabrí sus labios, y sin más miramientos, deslicé mi lengua cargada de saliva sobre su pequeño orificio. ¡Qué placer que sentí el poder comerme esa conchita virgen! Gaby, por supuesto que solo pensaba que le estaba colocando un líquido, sin saber que era mi lengua la que hurgaba en su interior. A punto estuve de acabar en seco con tanta calentura. Me dediqué de lleno a frotar su clítoris, mirando de reojo su rostro. Era indudable que estaba experimentando placer, pues este se contraía y se sonrojaba. Su clítoris se había puesto duro y su conchita se vio invadido por sus líquidos.
-Bien, vamos bien -dije para disimular un poco.
-Seguí con tus ojos cerrados. Tengo que inspeccionar más adentro.
Procedí a dar un paso más. Si ya había llegado hasta allí, una mancha más al tigre que le haría me dije. Con su coñito lubricado por mi saliva y sus jugos, introduje la punta de mi dedo índice hasta la primera falange. Lo saque lentamente y lo volví a introducir cada vez mas profundo. Poco a poco su vagina iba cediendo, lubricándose más y más. Involuntariamente Gaby lanzó un suspiro.
-¿Estas bien? -pregunté sabiendo que estaba mucho más que bien, estaba disfrutando.
-Sip -dijo sin poder quizás comprender el calor que sentía en su entrepierna.
Para esto ya mi índice llegaba hasta el fondo, fue cuando decidí cambiar por el dedo mayor. El placer que estaba experimentado Gaby ya no lo podía contener. Indudablemente no comprendía lo que le sucedía y fue por eso que me habló.
- siento mucho calor y cosas raras.
-¿Cosas feas? -pregunté.
-Nop, cosas como que me gusta que me revises ahí.
-Ah. Está bien, eso es normal que suceda. Si sientes deseos de gemir no lo reprimas, es normal. Tengo que seguir con esto, ya falta poco. Quiero que sigas así con tus ojitos cerrados y te pongas ahora boca abajo.
Inmediatamente se puso boca abajo. Aproveché la ocasión para colocarle un almohadón bajo su pelvis y su culito hermoso quedó levantado, dejando bien expuesto su coñito y su agujerito anal.
Abrí sus cantos y comencé a lamer su ano, bajando con mi lengua hasta su coño y nuevamente subía. Ella gemía de tanto en tanto, manteniendo siempre sus ojos cerrados, y moviendo sus caderas involuntariamente. Esta vez apliqué un poco de glicerina en su ano y le introduje el dedo meñique. Con una sola mano penetraba su ano y su coñito. Estaba claro que si seguía así, la niña experimentaría de un momento a otro su primer orgasmo, pero no quería que esto sucediera… aún.
Solo faltaba un último paso para concretar mi perversión. Ya sin poder contenerme, me puse de pie y baje mis short. Cuidadosamente, sin que la niña sospechara nada, acerqué la punta de mi pene a su orificio vaginal. Comencé a frotar su coñito con la cabeza de mi polla cada vez con mayor vehemencia. ¿Y si me arriesgo aun mas? pensé, y entonces lo hice. Poco a poco fui presionando su pequeña entrada que estaba ya dilatada. No tenía intenciones de desvirgarla, pero logré introducir la cabeza de mi miembro dentro de su coñito apretado. ¡Qué placer! ¡Qué ajustado se sentía!
-¡Ay! -dijo Gaby -Me duele un poquito.
-Ya va a pasar. Falta este examen y acabo, seguro que acabo. -Dije un tanto sofocado por la calentura.
Extraje mi miembro, y volví a introducirlo esta vez con menos resistencia. Una y otra vez, una y otra vez, cada vez más profundo.
-¿Te duele ahora? -Pregunté
-Ya. Ya no – contestó suspirando la niña
Casi sin darme cuenta, miré azorado que mi pene estaba clavado en su coñito un poco más de la mitad. Justo ahí me topé con el himen. No quise desvirgarla. Si alguna vez, alguien se enteraba de esto, esa sería una prueba condenatoria. Me deleité con sacar y meter mi polla hasta ese tope. Gaby se arqueaba levantado su culito para que la penetrara más. Mete y saca, mete y saca, cada vez mas rápido, ella acabó un segundo antes de que yo le llenara su vagina por completo de leche.
Saqué mi polla y me subía rápido los short.
-Ya casi terminamos, linda. Te voy a limpiar un poco y listo.
La limpié bien y le pedí que abriera los ojos. Estaba colorada y feliz sin saber que había experimentado su primer orgasmo.
-Acá tienes tu certificado, estas en perfectas condiciones, estas… muy, pero muy bien, princesita.
Aquella noche de domingo, nos juntamos con la familia de Carlos a compartir un buen asado. Después de comer y charlar largo y tendido mostrando nuestras fotos de vacaciones, Laura me pidió un favor.
-Esteban, te quiero pedir un favor. -dijo Laura
-Adelante,
-Se que aun estas de vacaciones, pero necesito que veas a Gabi
-¿Está enferma? Yo la veo muy bien de salud. -dije sonriendo mirando a la hermosa niña.
-No, no. Lo que pasa es que la he inscripto para que vaya a natación, y en el club me piden un certificado de salud. Ya sabes lo meticuloso que son. Solo necesito un certificado firmado por un doctor. ¿Tú la podrías ver mañana?
-Seguro. No tengo montado un consultorio en casa pero siempre ando con mi maletín y los papeles. Si quieres, te extiendo un certificado ahora y listo.
-Me gustaría que la revises. En las piletas de natación se cuidan mucho que no tenga hongos, o problemas cardiacos. Se que mi hijita es sana, pero quiero que la veas para estar segura de enviarla a hacer ejercicios. Te dejo pagada la consulta ahora.
-¡Por favor Laura! Una consulta a mis amigos no se cobra.
-¡Gracias Esteban! Mañana Gaby viene a verte por la mañana. Yo no puedo acompañarla por que estoy dando clase.
-Está bien. Que venga la princesita.
Al otro día me quedé solo en casa. Mi mujer llegaría recién a las ocho de la noche y la empleada se retiraba a las cuatro de la tarde.
A las cinco, yo estaba echado sobre el sofá leyendo un libro. Hacía calor y estaba vestido con una remera y unos short. Me había olvidado por completo de la cita médica con Gaby, la nena de 17 años. El timbre me sobresaltó. Me puse de pie y fui abrir la puerta.
-¡Gaby! -le dije a la niña, sonriendo con mi libro en mano.
-Vine para la consulta, Esteban –
-Pasa, pasa. Ya estoy contigo. ¿Tienes sed?
-Sip –
-Ahora te traigo un poco de gaseosa.
La niña estaba vestida con una blusa de color rosa y la combinaba con unas polleritas vaquero, calzaba unas zapatillas rosa y medias blancas. A pesar de sus 16 años, ya era muy coqueta. Usaba aros y tenia sus manos pobladas pulseras. Gaby era una niña muy hermosa. De ojos claros, tirando a verdes, combinaba perfectamente con su cabello largo y rubio que llegaba hasta su cintura. Su cuerpo de niña estaba muy bien proporcionado y seguramente, cuando creciera, sería toda una sex simbol.
Le di su vaso de gaseosa.
¿me va a doler?
-¿Qué? -dije asombrado.
-¿Me vas a poner una inyección? -dijo asustada
-¡No, no, linda! Te voy a revisar nomás. A ver, déjame pensar. Bueno. Como camilla no tengo, ven acá al sofá y recuéstate. Esperarme allí que voy a buscar mi maletín. ¿Si?
Se fue correteando hasta el sofá y se recostó. Cuando llegué con mi maletín, y la vi. allí recostada, tan inocente, tan frágil, sentí por primera vez aquello. Al principio traté de reprimirlo, me dije que no era normal, que era enfermo de mi parte, pero no podía evitar sentirme excitado por aquella niña.
Saqué de mi maletín el estetoscopio.
-Desabróchate la blusa que vamos a escuchar el corazón como suena.
Se desabrochó la blusa dejando al descubierto su cuerpito. Tenía una piel hermosa, bronceada por aquellos días de calor. Su pechitos como dos pequeñísimos montículos. Apoyé el estetoscopio y comencé a auscultarla.
-Respira hondo y larga el aire con fuerza.
Fui recorriendo con el instrumento distintas partes de su pecho.
-Mmm, tu corazoncito suena perfecto. ¿Quieres escuchar?
Me dijo que sí con un movimiento de cabeza y coloqué el estetoscopio en sus oídos.
-¡Qué fuerte suena! -me dijo sonriendo.
-Si. El estetoscopio aumenta el sonido varias veces. Bueno, ahora vamos a seguir revisando. Levanta los brazos, vamos a mirar tus axilas a ver si no hay ningún honguito.
Levantó los brazos y le hice un poco de cosquillas.
-Nada por acá -dije sonriendo.
Ella seguía recostada y yo, para ponerme a su altura, me había arrodillado en la alfombra del piso. Comencé a palpar su estómago y fui subiendo mi mano. Para esto, ya no podía ponerme de pie, pues la erección que experimentaba era muy notoria bajo el short que llevaba puesto. Mi posición tan cercana a la niña, me permitía deleitarme con todo su cuerpo a escasos centímetros, y, para colmo de mi calentura, su pollerita vaquero era tan cortita que me permitía vislumbrar en su entrepierna unas braguitas de color rosa . Palpe sus pechitos, rozando sus pezones con la punta de mis dedos. Por una acción lógica, estos se endurecieron.
-Hasta acá, está todo perfecto, Gaby. Ahora vamos a revisar la zona inferior. ¿Si? No tengas vergüenza pues hago esto todo los días.
Le desabroché los tres botones metálicos de su pollerita y la deslicé hacia abajo hasta sacarlas por completo. Tenía ante mí a una pequeña niña, completamente inocente de mis bajos instintos y absolutamente creyente de que estaba siendo solo revisada por un doctor, en braguitas y con blusa abierta de par en par.
-A ver tus pies.
Comenzó a reírse pues sentía muchas cosquillas cuando entreabría sus deditos. Cabe decir que no tenía absolutamente nada. La niña estaba perfectamente bien, pero no iba a desaprovechar la ocasión para seguir con el teatro, sobre todo con la cabeza de mi pene pugnando por salir de su prisión.
-Hasta acá, todo bien señorita, pero falta que veamos entre tus piernitas. Allí siempre se acumula humedad y es una zona propensa para los honguitos. Te voy a bajar las bragas.
Pero Gaby no me prestaba mucha atención, estaba jugando con el estetoscopio auscultándose a si misma, tarareando una canción de niños, tan ensimismada estaba en sus juegos infantiles que ni siquiera se distrajo cuando le deslicé lentamente sus braguitas hasta los tobillos y se las saqué por completo.
-A ver… que tenemos aquí -dije mirándola de reojo, a ver si mostraba alguna preocupación por lo que yo estaba haciendo. Pero no. Para ella era perfectamente normal. Ella siguió jugando con el aparato puesto en sus oídos y su vista fija en el mismo.
Separé sus piernitas dejando bien expuesto ante mis ojos, a tan solo 30 centímetros de mi cara, su hermoso conchita lampiña.
Mi excitación era extrema y no pude soportar extraer mi miembro. Recuerden que esto ella no lo podía observar pues yo estaba de rodillas sobre la alfombra del piso, quedando oculto por el mismísimo sillón, pude menear mi polla con una mano, mientras que con la otra comencé a toquetear su coño. Pasé mis dedos sobre su rajita, deslizándolo lentamente de arriba hacia abajo y viceversa. Luego, sin poder contenerme, entreabrí sus labios, dejando al descubierto su pequeño clítoris. Lo rocé con la yema de los dedos y un pequeño estremecimiento sacudió el cuerpo de la niña que recién ahí me miró.
-¡Me haces cosquillitas! -dijo inocentemente.
-Está bien. Mira. Voy a tener que revisarte a fondo acá, pues me parece haber visto algo. Te voy aplicar un líquido para poder facilitar la inspección y no te vaya a molestar. ¿Ok?
-¿Me va a doler? -dijo preocupada
-No creo. Pero tienes que estar relajadita. Cierra los ojitos y respira hondo. Yo ya vengo.
La niña cerró sus ojos y comenzó a respirar como le ordené. Aproveché para ponerme de pie con mi polla a mil. Fui hasta el baño y saqué del botiquín una botellita de glicerina. Cuando salí del baño y me asome de nuevo al comedor, no podía creer hasta que punto yo había llegado. Allí tenia a mi merced una preciosa niña de 18 años, recostada en el sofá, con sus ojitos cerrados, totalmente desnuda y sus piernitas abiertas, mostrándome sus pechitos planos y su coñito.
-Bien. Ya estamos acá. Sigue con los ojos cerrados, yo te avisaré cuando los tienes que abrir.
Destapé la botellita de glicerina para disponerme a untar su entrepierna, pero fue ahí que se me ocurrió algo más audaz. Aprovechando que la niña estaba con sus ojos cerrados, acerqué mi cara hasta casi rozar su coñito, sintiendo su olor, luego, entreabrí sus labios, y sin más miramientos, deslicé mi lengua cargada de saliva sobre su pequeño orificio. ¡Qué placer que sentí el poder comerme esa conchita virgen! Gaby, por supuesto que solo pensaba que le estaba colocando un líquido, sin saber que era mi lengua la que hurgaba en su interior. A punto estuve de acabar en seco con tanta calentura. Me dediqué de lleno a frotar su clítoris, mirando de reojo su rostro. Era indudable que estaba experimentando placer, pues este se contraía y se sonrojaba. Su clítoris se había puesto duro y su conchita se vio invadido por sus líquidos.
-Bien, vamos bien -dije para disimular un poco.
-Seguí con tus ojos cerrados. Tengo que inspeccionar más adentro.
Procedí a dar un paso más. Si ya había llegado hasta allí, una mancha más al tigre que le haría me dije. Con su coñito lubricado por mi saliva y sus jugos, introduje la punta de mi dedo índice hasta la primera falange. Lo saque lentamente y lo volví a introducir cada vez mas profundo. Poco a poco su vagina iba cediendo, lubricándose más y más. Involuntariamente Gaby lanzó un suspiro.
-¿Estas bien? -pregunté sabiendo que estaba mucho más que bien, estaba disfrutando.
-Sip -dijo sin poder quizás comprender el calor que sentía en su entrepierna.
Para esto ya mi índice llegaba hasta el fondo, fue cuando decidí cambiar por el dedo mayor. El placer que estaba experimentado Gaby ya no lo podía contener. Indudablemente no comprendía lo que le sucedía y fue por eso que me habló.
- siento mucho calor y cosas raras.
-¿Cosas feas? -pregunté.
-Nop, cosas como que me gusta que me revises ahí.
-Ah. Está bien, eso es normal que suceda. Si sientes deseos de gemir no lo reprimas, es normal. Tengo que seguir con esto, ya falta poco. Quiero que sigas así con tus ojitos cerrados y te pongas ahora boca abajo.
Inmediatamente se puso boca abajo. Aproveché la ocasión para colocarle un almohadón bajo su pelvis y su culito hermoso quedó levantado, dejando bien expuesto su coñito y su agujerito anal.
Abrí sus cantos y comencé a lamer su ano, bajando con mi lengua hasta su coño y nuevamente subía. Ella gemía de tanto en tanto, manteniendo siempre sus ojos cerrados, y moviendo sus caderas involuntariamente. Esta vez apliqué un poco de glicerina en su ano y le introduje el dedo meñique. Con una sola mano penetraba su ano y su coñito. Estaba claro que si seguía así, la niña experimentaría de un momento a otro su primer orgasmo, pero no quería que esto sucediera… aún.
Solo faltaba un último paso para concretar mi perversión. Ya sin poder contenerme, me puse de pie y baje mis short. Cuidadosamente, sin que la niña sospechara nada, acerqué la punta de mi pene a su orificio vaginal. Comencé a frotar su coñito con la cabeza de mi polla cada vez con mayor vehemencia. ¿Y si me arriesgo aun mas? pensé, y entonces lo hice. Poco a poco fui presionando su pequeña entrada que estaba ya dilatada. No tenía intenciones de desvirgarla, pero logré introducir la cabeza de mi miembro dentro de su coñito apretado. ¡Qué placer! ¡Qué ajustado se sentía!
-¡Ay! -dijo Gaby -Me duele un poquito.
-Ya va a pasar. Falta este examen y acabo, seguro que acabo. -Dije un tanto sofocado por la calentura.
Extraje mi miembro, y volví a introducirlo esta vez con menos resistencia. Una y otra vez, una y otra vez, cada vez más profundo.
-¿Te duele ahora? -Pregunté
-Ya. Ya no – contestó suspirando la niña
Casi sin darme cuenta, miré azorado que mi pene estaba clavado en su coñito un poco más de la mitad. Justo ahí me topé con el himen. No quise desvirgarla. Si alguna vez, alguien se enteraba de esto, esa sería una prueba condenatoria. Me deleité con sacar y meter mi polla hasta ese tope. Gaby se arqueaba levantado su culito para que la penetrara más. Mete y saca, mete y saca, cada vez mas rápido, ella acabó un segundo antes de que yo le llenara su vagina por completo de leche.
Saqué mi polla y me subía rápido los short.
-Ya casi terminamos, linda. Te voy a limpiar un poco y listo.
La limpié bien y le pedí que abriera los ojos. Estaba colorada y feliz sin saber que había experimentado su primer orgasmo.
-Acá tienes tu certificado, estas en perfectas condiciones, estas… muy, pero muy bien, princesita.
3 comentarios - Fantasia morbosa..... el doc y la pendex