Los capítulos anteriores:
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Yo estaba confuso. Y por un momento tuve mis dudas de si Marta realmente había pasado la noche conmigo. ¿O acaso había sido todo un sueño? Pero no, yo estaba seguro de que había sido muy real. Pero aún así tenía que hablar con ella, porque no entendía nada de su comportamiento.
Desayuné y me puse a trabajar, pero era difícil. Después de lo que había ocurrido, pensaba que en cualquier momento Marta volvería a llamar a mi puerta para volver a follar. Y en ese momento me acordé de que no era la única mujer en mi vida, así que envié un mensaje a Carol. “Buenos días, ¿cómo te encuentras?”. Me respondió dos horas después con un “Hoy me duele más :(”
Así que al terminar de trabajar decidí subir a ver qué tal estaba. Y sí, me preocupaba qué podría ocurrir si Marta se iba de la lengua, pero en el fondo contaba con que no le hubiera contado nada a su compañera de piso. Al fin y al cabo, ella venía a verme en secreto. Como mucho pensaría en chantajearme, pero tampoco lo había hecho.
Reconozco que me enfadó que Marta abriera la puerta. Era una actriz estupenda, porque otra vez me esquivaba la mirada y me hablaba desde la distancia. O a lo mejor mi polvo la había decepcionado, yo que sé. Pero en ese momento no subía a hablar con ella. No en primer lugar.
“Hola”, saludé entrando con cuidado en el cuarto de Carol.
“... Hola…”, saludó ella. Tenía muy mal aspecto. Me di cuenta de que tenía ojeras, así que no habría dormido mucho. Me acojoné. ¿Nos habría oído follar por la noche? ¿Y habría llorado por ello? “No seas tan presumido ”, me dije.
“¿Cómo estás?”
“Me duele mucho”, me respondió. “Estoy como con pinchazos”.
“¿Quieres que te lleve al médico?”
“Tranquilo. Me acabo de tomar un naproxeno”, me respondió. “Pronto se me pasará un poco. Pero gracias por ofrecerte”.
“Es lo menos que puedo hacer por ti”, me tumbé en la cama de costado, frente a ella.
“Lo que menos podrías hacer es nada”, dijo sonriendo. “No me quiero acostumbrar a que me cuides tanto”.
“¿Por qué no?”
“A ver si me voy a enamorar”.
“¿Y eso qué tendría de malo?”, pensé. Pero claro. Carol quería dejar claro que no éramos más que amigos con privilegios. Follamigos había sido la palabra que ella había usado cuando nos definió. De pronto me sentía un poco menos culpable por haberme follado a Marta. Aún así debía hablar con ella.
“Pues más te vale no hacerlo”, bromeé y le saqué la lengua. De pronto me plantó un beso y jugó con mi lengua, pero parece que aquel juego le costó un pinchazo más en la tripa y tuvo que retroceder.
“Ay”, protestó.
“No hagas esfuerzos”, le dije. Me acerqué a su orejita para susurrarle. “Prepárate, porque si mañana estás bien, no vas a salir de la cama en toda la noche”
“Eso espero”, me respondió.
“Descansa entonces”
“Gracias. Le he dicho a Marta que baje a cenar contigo, por cierto”
“¿Ah, sí?”
“Sí, yo no estoy operativa, pero me da cosa ella cenando sola en el salón y tú en el tuyo”
“Bueno, no me iba a morir por eso, pero vale”, le dije. “¿No prefieres que cenemos aquí contigo?”
“No. Quiero descansar”
“Como veas. Si cambias de idea, ya sabes que tienes mi número”
“Lo se”
Y le robé un beso antes de salir de allí.
Marta me asaltó por el pasillo antes de que me fuera.
“¿Quieres que prepare algo de cena?”
“… No te preocupes, ya me ocupo yo”, le dije. Otra vez estaba enfadado. ¡Mírame a los ojos, coño!
“Bajaré un poco de pastel de postre”, dijo, y se marchó a la cocina.
Bajé resoplando. Seguía sin entenderla. Pero coño, me vendría bien cenar con ella a solas. Así la podría interrogar. Bueno, lo mismo si lo hacía no me la podía follar esa noche, pero tampoco tenía garantías de que fuera a ocurrir. Y por lo menos me serviría para saber qué tenía en la cabeza. O lo mismo, ni siquiera me respondía y me tiraba contra el sofá para echar un polvo.
Fui calentando una pizza en el horno mientras esperaba a que bajase Marta. Llamó a mi puerta y fui a abrirla.
“Hostias”
“¿Qué pasa? ¿Demasiado atrevido?”
Se había puesto una minifalda y una camiseta de tirantes ceñida que permitía ver todo su escote.
“Supuse que te gustaría. Se te van los ojos con Carol”, comentó mientras entraba en casa. Conté hasta diez, porque admito que tenía ganas de darle tres voces. “Qué bien huele. ¿Pizza?”
“De seis quesos”, respondí. “Y debe estar a punto. Ve al comedor”, dije y fui a sacar la pizza del horno. Una delicia, sin duda.
“Seis quesos, menuda burrada”, comentó Marta mientras hacía los cortes. “Va a haber que hacer mucho ejercicio para bajar esto”
“¿Eso es que vamos a follar?”, le pregunté. Ella me miró, pero rápidamente apartó la mirada, con una sonrisa.
“Eso depende. ¿A ti te apetece?”
“Claro que sí. Aunque ayer fuiste bastante más directa”
“¿Y eso no te gusta?”
“Quiero saber qué coño pasa contigo”, le dije, mientras le daba un bocado a la pizza. “Y me gustaría que me mirases cuando hablamos. Pero de continuo”
Pero ella parecía fingir que la conversación no iba con ella.
“¡Marta!”, dije enfadado.
“Qué”
“Que me mires”
“No me atrevo. No si estás enfadado”, dijo.
“¿Y cómo quieres que esté?”, le solté. “No entiendo de qué vas. Me esquivas la mirada, pero te quedas mirando cuando estoy follando con Carol. O me la chupas en la cocina. O vienes de noche para decirme de follar”
“¿Es que a ti no te gusta eso?”
“No he dicho que no me guste”
“Pues, ¿dónde está el problema?”
“Que no te entiendo”
“¿Quieres entender a una chica?”
“Te quiero entender a ti”
Marta tragó.
“Supongo que es lo justo. Carol ya te contó lo que me pasó hace un tiempo, ¿verdad?”, me dijo. Y yo asentí. Por lo menos me miraba cuando hablaba. Vi que agachó la cabeza, pero mantuvo la mirada. “Pues desde entonces no he vuelto a follar con nadie. Ha sido mucho tiempo. Sinceramente, no me atrevía. Por si me pasaba algo. En su lugar, era más cómodo comprar mis juguetes y masturbarme con ellos. Y sinceramente, han sido mejor que los tíos con los que lo he hecho”
“Menudo listón”
“Ya ves. El caso es que no me ha ido mal. Y me vino bien tener la compañía de Carol. Pero mis juguetes solo saben dar orgasmos. Yo luego me quedaba fría. Sin nadie conmigo”, me contó. “Y bueno, cuando te conocimos, ya vi cómo mirabas a Carol. Pensé que ni de coña te acostarías conmigo. Te lo dije: no me hubieras tocado con mi ropa, ¿verdad? De hecho me protegía”
“¿Protegerte?”
“De ti. No sabía quién ni cómo eras”, dijo. “Solo sabía que eras guapo y que tenías química con Carol. Yo me sentía a salvo si no me mirabas como la mirabas a ella. Pero cuando os acostásteis, os vi. Me daba curiosidad. Y esa noche, me pillaste tocándome”
“¿Lo supiste?”
“Sí. No es que disimules mucho. De hecho no entiendo que Carol no me haya pillado mientras os espiaba. Pero lo más importante: no me atacaste. No entraste a mi cuarto, no me tocaste sin permiso, no me forzaste. Estuvo feo que me mirases, pero no puedo juzgar lo que yo hago”.
Su voz se había ido debilitando.
“Y entonces pensé que podríamos acostarnos, pero no sabía ni cómo decírtelo. Siempre he sido un poco hostil contigo. Solo se me ocurría intentar que me volvieras a ver, llamar tu atención. Pero cuando nos mirábamos mientras nos tocábamos, tampoco hiciste nada. Y cuando la otra noche vi que no ibas al servicio, te busqué en la cocina. Así que te lancé un mensaje más claro, y tampoco lo entendiste”
“¿Un mensaje claro? ¿Eso es una mamada en mitad de la noche? ¿Un mensaje claro?”
“Dices que no me entiendes. Pero tampoco te entiendo yo a ti. Siempre te he visto tonteando con Carol. Ella dice que solo sois amigos con privilegios, pero ¿cómo podía saber yo si te gustaba? Ni siquiera lo sé ahora”
Por lo menos había sido franca, y sin bajar los ojos. Aunque su mirada de pena me conmovía.
“Claro que me gustas. Y sí. Tienes razón. Tu ropa no es muy llamativa. No deja adivinar lo buena que estás”, ya que estábamos siendo sinceros, qué más daba reconocerlo. “Pero, ¿sabes? A lo mejor si no hubieras sido tan fría conmigo me podría haber fijado en ti”
“Mentiroso”
“Eso no puedes saberlo”, le dije. “Tengo una pregunta más. Esta mañana te fuiste antes de que me despertara. ¿Por qué?”
“Porque aunque Carol dice que solo sois amigos, no sé si le gustaría compartirte. No quiero que se enfade conmigo. Así que me fui antes de que su hora de despertar”
“¿Y me avisarás?”
“¿Cuándo?”
“Cuando te vayas mañana. Si te quieres quedar”, le ofrecí.
“¿De verdad quieres que me quede?”
“Quiero follar, Marta. Lo de ayer me gustó mucho. Quiero que te quedes”, le dije.
Ella asintió. Sonrió.
“Sabía que te gustaría mi camiseta”, me dijo mientras se acercaba.
“No te equivoques”, la empujé contra el sofá y quedó bocarriba. Me puse sobre ella. “Me gustas tú. No quiero que imites a Carol para seducirme. Me gustas tal como eres”
Sentí que tenía un escalofrío. Eso me gustaba. La besé. Ya estaba bien de tonterías aquella noche. Si Teníamos todo claro, podíamos pasar una buena noche. Para lo cual no hacía falta ni esa camiseta sin sujetador, ni el pantalón descubierto, ni sus bragas.
“¿Te gusta mi cuerpo?”
“Me encanta”, dije y empecé a chuparle las tetas. “Me gusta mucho”
“Oye, espera”, dijo porque yo había empezado a bajar por su tripita. “Ayer ya hiciste eso pero hoy me toca hacerlo por ti”
“Esto no es una competición”
“Lo sé. Pero quiero hacerlo de verdad”
“¿Seguro?”
Y me tomó la mano y empezó a chuparme un dedo. Jodidamente excitante. Sonriendo, me incorporé y empecé a quitarme la ropa. Pero Marta tenía más prisa por empezar y me bajó el pantalón. Me puse en pie en el sofá para dejarle quitármelos, y luego me bajó el calzoncillo.
“Buf. Espero que te guste”
“Seguro que si”
Me apoyé en el respaldo del sofá y empezó a chupármela. Iba despacio. Su lengua iba lenta por mi falo, que desapareció parcialmente dentro de su boca. Se la introdujo un poco más en la boca. Y un poco más. Y por fin la tenía por completo dentro.
“¿Te gusta?”, preguntó en una pausa antes de volver a devorármela.
“Mucho, Marta. Eres muy buena”
En realidad le notaba un poco la falta de práctica, pero no iba a decirlo. La chica se estaba esforzando por darme placer y eso me ponía más cachondo. Sus manos me acariciaban la polla, haciéndome una paja mientras me chupaba la punta. Sentía también sus labios moviéndose por toda la cabeza.
“¡Joder!”, grité cuando me corrí, de pronto. Sin previo aviso. “¡Lo siento!”
“No pasa nada”, dijo ella. Mierda, la había manchado la cara. “Había tiempo que no… pasaba esto, no importa”
“Espera”, dije mientras le acercaba unas servilletas para limpiarse. “No quería hacer eso”
“¿Pero te ha gustado?”
“Sí, claro que sí. Me has hecho correrme muy rápido”
“Perfecto. Pues te perdonaré por correrte en mi cara. Si me follas como ayer”, pidió.
Separé sus piernas suavemente. Eso le gustaba a Marta, el sexo lento. Casi tierno. Pues lo iba a tener. Mi polla endurecida entró de un movimiento dentro de ella, y gimió.
“Más suave”, gimió.
“Perdona”, dije mientras me movía dentro de ella más despacio. “¿Qué tal así?”
“Muy bien, sí”, dijo mientras se abrazaba a mi. “¿A tí te gusta?”
“Claro que sí”
Disfrutaba más de ella haciéndolo despacio. Su coñito apretaba mi rabo. Era extraño, a pesar de sus juguetes, casi parecía como si fuera virgen. Y me volvía loco sentir esa presión y leve resistencia que me daba. La besé y nuestras lenguas salieron a paseo mientras tanto.
“¿Sabes? Llevo todo el día pensando en esto”, me dijo Marta.
“¿Ah, sí?”
“Sí. Echaba de menos el sexo. Y me gusta cómo follas conmigo. Sé que Carol…” la callé con un beso.
“Ella no está aquí. Estamos tú y yo”, dije. Y la castigué metiéndosela un poco más deprisa de lo que le gustaba. “¿verdad?”
“Sí, perdona. Sigue como antes”, pidió. Aunque juraría que le gustaba, pero volví a relajar el ritmo. Aún así se la metí más profundo cada vez, me aseguraba de que toda mi polla entraba dentro de ella. “Me gusta mucho. Estoy empapada”
Yo se lo había notado, ese punto donde nos juntábamos estaba mojado y yo lo notaba en toda mi pelvis. Apreté un poco el ritmo, iba a correrme. Marta tenía las piernas cerradas en mi espalda. Me corrí dentro de ella, que seguía chorreando. Sus piernas se debilitaron y me soltó, aunque sus brazos seguían alrededor de mi cuello.
“¿Por qué se siente tan bien?”, preguntó.
“No lo se, pero no me preocupa”, respondí. “Con que te guste…”
“Mucho. ¿Sabes? Estaba pensando una cosa”
“Dime”
“Perdona por mencionarla, pero cuando te he visto con Carol… nunca te he visto hacérselo por el culo. ¿No te deja o no os he visto?”
“No quiere”, dije encogiendo los hombros.
“¿Y tú quieres?”
“Me gustaría… ¿Me lo estás ofreciendo?”
“Sí. Quiero poder hacer algo nuevo contigo”, me dijo. “Solo te pido que lo hagas igual de lento. Ya sabes, para que no me duela”
“Tranquila, muñeca. Pienso ser muy cuidadoso contigo”
Le dejé espacio para moverse. Se dio la vuelta y apuntó con su culo hacia mi. Estilo perrito. Casi se me puso dura al instante al verla. Toqué su culo, y mientras jugaba con sus nalgas, se las fui separando. Su agujerito parecía ansioso por sentirme dentro. Pero antes, un chorrito de saliva…
“Mi pantalón”, dijo Marta
“¿Qué?”
“Mira en mi pantalón, corre”
Me di cuenta de que estaba colorada. Yo busqué en su pantalón, donde tenía un botecito de lubricante.
“¿Lo tenías todo pensado?”
“Solo una parte”, confesó, más colorada aún.
Dejé que un chorrito del lubricante le cayera en el culo y con el dedo empecé a dilatárselo. Marta respiraba muy rápidamente, estaba nerviosa por lo que iba a hacer. Probé a meterle un segundo dedo y gimió todavía más. Mucho cuidado tuve, pero notaba que su culo empezaba a ceder. Me fui echando un poco del gel por mi falo. Sé que a algunos les gusta con menos lubricación, pero era la primera vez que se lo iba a hacer a Marta y prefería pecar de cauto.
“¿Estás lista?”, pregunté mientras comprobaba que mis dedos escurrían fácilmente por su culo.
“Siiiiiiii, estoy lista”, gimió Marta. “No seas muy bruto”
Puse mi polla en posición y la fui metiendo. Apenas la punta al principio, y luego un poco más. Marta no protestaba, y sentía mi pene resbalando muy bien dentro de ella.
“¿Qué tal?”
“Es un poco incómodo”, dijo. “Aaaaa”, mi pene había entrado por completo dentro de ella. “Dios”
“Espera”, dije, y se la saqué. Un poco más de lubricante. Y se la volví a meter. Tuve que tener cuidado, resbalaba mucho y podría haberla hecho daño. “¿Mejor ahora?”
“Me encanta, sí”, suspiro ella. Agarró un cojín y se lo apoyó bajo las tetas, cediéndome todo el control.
Así que sujeté su culo mientras se la seguía metiendo. Era delicioso, aún más apretado que su coñito. Tenía que ir despacio, claro, el anal puede ser terrible si no se hace bien. Claro que yo tampoco la tengo del tamaño de un vaso de cubata, pero no importaba mucho, a Marta le encantaba que la follase.
“Sigue, porfa”, pidió. Noté algo raro, y me di cuenta de que se estaba masturbando. “Fóllame”
“Marta, estoy a punto de correrme”, le dije.
“Pues ya sabes qué hacer. No pares, no pares”, gimió. “Sigue, sigue”, aceleré un poco más, pero ella me pedía seguir. “Fóllame, así síííííí”
Y sin poder controlarme, me corrí dentro de ella. Qué rico. Se la saqué suavemente, y vi cómo unas gotitas se salían de su ano. Pero se tumbó por completo en el sofá, privándome la vida de su culo y su coñito. Así que le di un azote con la palma entera.
“¡Ay! ¿Por qué?”, protestó.
“Por ser tan fría conmigo cuando no estamos follando”, contesté. “Quiero que eso cambie”
“Es justo. Además, ya me cansaba de mantener la distancia. Pero no me azotes más”
“Prometido”
“Es decir… si no te lo pido”, dijo mientras se daba la vuelta y me guiñaba el ojo.
“¿Te quedas a dormir?”
“¿Me invitas?”
“Si mañana me avisas antes de volver a casa”
“Prometido”
Y me plantó un beso.
Fuimos a mi cama a dormir, y se acurrucó para dormir conmigo.
“¿Estrechando lazos?”
“Sólo pensaba en que no quiero que sea mañana”
“¿Ah, no?”
“Trabajarás todo el día. Y por la noche, te tirarás a Carol. Y se le habrán pasado los dolores de la regla”.
“¿Tú crees?”
“Sí. Como mucho te pedirá usar condón”
“Pues tendré que comprar”, dije. Noté que por mis palabras ella intentó apartarse de mi, pero la retuve. “No te habrás enfadado. O… ¿estás celosa?”
“Lo estoy. Soy tu amiga con beneficios, pero asumes que vas a hacerlo con ella mañana en vez de conmigo”, dijo. Sí, estaba molesta, se lo notaba en la voz. Casi prefería cuando me hablaba desde la distancia.
“Oye. Eres tú quien se lo quiere ocultar a Carol. Pero te puedo hacer una propuesta. ¿Y si cuando se duerma, voy a verte? Y me aseguro de que te corras”
“En casa. ¿Y si nos pilla?”
“Me da morbo”, reconocí.
“… Vale. Pero solo si prometes hacerlo como hasta ahora”
“Por supuesto. ¿Te vas a dormir?”
“Sí”, dijo, y se acurrucó un poco más contra mi. “Buenas noches”
Al día siguiente, Marta cumplió su promesa y me avisó cuando se subía de vuelta a casa. Las siete, vi en el reloj. A mi me quedaba un rato más de dormir, pero antes de irse me dijo al oído: “Recuerda tu promesa”. Claro que la recordaría.
Y tal vez por mis ganas de sexo indiscriminado aquel día, la mañana se me hizo más lenta de lo habitual. Además, cuando terminé, decidí bajar a la farmacia a comprar gomas, por si la predicción de Marta se cumplía y mi otra follamiga quería usar condones ese día. Y aparte, por tener un detalle, pasé por la pastelería y compré otra debilidad: trufas de chocolate como postre de la cena. Sí, tenía toda la intención de quemar esas calorías follando con ellas.
Volví a casa. Eché unos condones en la cartera (llevar la caja me parecía demasiado presumido) y subí a ver a mis chicas. Carol me recibió.
“Bue-”
No pude decir nada más. Mi rubia me había bajado la mascarilla y plantado un beso en los labios nada más verme. Se apegó a mi cuerpo y tuve que tener cuidado de que no estropease el chocolate. Sería una lástima. Había previsto una cosa.
“Te he echado de menos”
“Y yo a ti”, dije, y me dejó entrar. “Hola, Marta”.
“Hola. ¿Ya nos vas a cebar?”, bromeó, al ver la marca de la bolsa que llevaba.
“Solo un poquito”
Vi que me guió el ojo, pero Carol no pareció darse cuenta. Al contrario, le parecía bien que por fin su compañera de piso dejase las malas formas conmigo. Por suerte, Marta no era ninguna imbécil y no tonteó conmigo durante la cena. Claramente, no quería ponerse en evidencia. Y yo tampoco, claro.
Nos tomamos las trufas después de cenar, y Marta nos dejó solos. Sin comentarios mordaces. Creo que me miró, pero Carol ya parecía aguardarme con ganas. Nos fuimos a su habitación, tomados de la mano, y se sentó en la cama. Parecía un poco apagada. Tal vez no quería sexo, o sabía que algo había ocurrido entre Marta y yo. Pero ni lo uno ni lo otro.
“Hoy ya no me duele. Tanto. Es una pequeña molestia solo”, me dijo.
“¿Quieres hacerlo entonces?”
“Sí. Solo que me da un poco de cosa. ¿No tendrás algún preservativo?”
“Tengo cinco”, respondí con una sonrisa de picardía.
“Uy, qué predisposición”, se echó a reir.
“Hasta que nos aguante el cuerpo”, dije y le planté un beso. Tenía muchas ganas de follar, y al parecer ella también.
La tiré contra el colchón. Su camiseta voló por el aire. Me esperaba sin sujetador, así que le chupé una teta. Estaba más sensible de lo normal, tanto al tacto como por las reacciones de Carol. Tal vez se debía a su ciclo.
“¿Me esperas un momento? He recordado una cosa”
“No tardes”
Corrí a la cocina, busqué un cuchillo, y abrí la bolsa de la pastelería. Había dejado ahí una cuarta trufa. No había hablado de esto con Carol pero pensé que éramos tan lanzados que no le importaría. Con la trufa cortada, volví rápidamente a la habitación.
“¿Qué traes?”, me preguntó.
“Chocolate”
“Para ¿mis tetas?”
Dije que sí, por supuesto, así que puse un trocito de trufa encima de cada uno de sus pezones. Empecé atacando su teta izquierda, probando la mezcla de los dos sabores. El pezón y el chocolate. Me gustó mucho, pero me gustó más la teta derecha, porque la trufa había empezado a derretirse un poco. Un rico sabor aquel.
“Oyeeeeee, yo también quiero”
“¿El qué?”
“Chocolate”
Tomé otro trozo de trufa, y se lo acerqué a la boca. Sin dejarlo caer. Sonrió y para pillar el chocolate me tuvo que chupar los dedos, que es lo que yo buscaba. Y ella lo sabía y me seguía el juego. Luego tomé el otro trozo y se lo di de comer de la misma forma.
“Eso ha sido rápido”, dije cuando casi me quita el último trozo de los dedos. ¿Es que no quería jugar?
“Porque no me apetece chuparte… los dedos” me guiñó el ojo.
Yo estaba encima de ella, con las piernas pasadas sobre encima de su cuerpo, así que ella se escurrió hacia atrás, pero contraatacó para bajarme los pantalones. Con su habilidad me la empezó a chupar. Su boca se sentía muy bien. Pensaría que va un poco más lenta de lo habitual, pero no me importaba. La pobre lo había pasado mal con sus dolores, y aún así me daba mucho placer.
Me corrí en su boca, y Carol me la siguió chupando mientras lo hacía.
“Me podría volver adicto, ¿sabes?”, le dije.
“Creo que yo ya lo soy. Y ahora, fóllame”
Me puse un condón y se la metí. La notaba un poco más apretada de lo habitual. Ella parecía un poco incómoda, pero me seguía pidiendo que se la metiera. Por suerte, la gomita estaba lubricada, lo que facilitó mucho metérsela. Carol estaba muy entregada y movía su cuerpo al tiempo que me la follaba. Me miraba con deseo. Le acaricié la mejilla, y noté que me pretendía volver a chupar el dedo, la dejé hacerlo mientras bombeaba dentro de ella.
Volví a correrme, llenando el condón de mi lefa. Cuando se la saqué, pude ver algunas manchitas rojas en el plástico. Era obvio. Ella lo miró también.
“Oye, ¿te ha gustado?”
“Sí, pero. Bueno”
“¿“Bueno”?”
“Me ha dolido un poco”
“¡Habérmelo dicho!”
“A ti te gustaba”
“Pero podíamos parar y hacer otras cosas”
“¿Como jugar al Pictionary? Sé a qué subes, y sabes a qué bajo. Si no follamos, ¿qué podemos hacer?”
Eso era un poco molesto. Tenía muchos amigos y amigas con los que no follaba pero aún así podíamos echarnos unas risas y ver una película o algo. Pero bueno, estaba claro lo que ella pretendía conmigo.
“De acuerdo. ¿Me quedo a dormir o…?”
“Sí, sin problema. Me gusta el calorcito”
Joder, soy un puto hombre objeto, pensé, pero no dije nada. Ella se echó a dormir a mi lado y pronto cerramos los ojos.
Y como mostraba mi experiencia, me desperté no mucho más tarde. Miré la hora. La una de la mañana. Perfecto. Con cuidado salí de la cama, y me asomé a la puerta de Marta. Sonreí.
Ella me estaba esperando. Estaba viendo una película en su tablet, pero estaba completamente desnuda. Solo tenía puesta una bata, que la cubría la espalda y parte de las tetas, pero no tenía nada más puesto. Incluso podía ver su coñito. Me invitó a entrar.
“¿Se ha dormido?”
“Sí”
“¿Y quieres hacerlo??”
“Sí, ¿y tú?”
Dejó la tablet en la mesilla y me llamó con el dedo, así que me abalancé a por ella. No debíamos hacer ruido, pero no me resistí a besarla. A tocar su cuerpo metiendo las manos bato la bata para llegar a su culo, ni a manosearle las tetas. Ella parecía completamente entregada a mi, y eso me ponía muy burro.
“Oye, ¿te enfadaría si no te la chupo?”
“No estás obligada”
“Es que quiero que me la metas ya”, pidió. “No me niegues eso”
Y sin que pudiera responder, pasó la pierna por encima de mi y dejó que mi polla entrase en su apretado coño. Era la primera vez que la veía así de activa.
“Qué rico. Llevo todo el día recordando esta sensación”
Empezó a cabalgarme, ella llevaba el ritmo. Lento como le gustaba pero qué diablos, también a mi. Me besó y me rodeó con los brazos.
Admito que en ese momento empecé a pensar si no era mejor opción ella como follamiga. Carol me cortaba cualquier tipo de acercamiento que pudiera ser peligroso, pero Marta se había abierto a mi y me sentía más cómodo con ella.
Pero los movimientos de Marta me nublaban la mente, además ver subir y bajar sus tetas era hipnótico. Las probé y chupé y lamí todo lo que quise mientras ella me exprimía y finalmente me corrí dentro de ella. Y siguió moviendo sus caderas y mi orgasmo fue muy largo y muy rico. Y cuando acabó, mi polla continuó dentro de ella. No quería sacársela.
“Fóllame más”, pidió.
Pero un grito nos alertó en ese momento. Carol había entrado en la habitación.
CONTINUARÁ: PARTE 5
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Parte 3
Yo estaba confuso. Y por un momento tuve mis dudas de si Marta realmente había pasado la noche conmigo. ¿O acaso había sido todo un sueño? Pero no, yo estaba seguro de que había sido muy real. Pero aún así tenía que hablar con ella, porque no entendía nada de su comportamiento.
Desayuné y me puse a trabajar, pero era difícil. Después de lo que había ocurrido, pensaba que en cualquier momento Marta volvería a llamar a mi puerta para volver a follar. Y en ese momento me acordé de que no era la única mujer en mi vida, así que envié un mensaje a Carol. “Buenos días, ¿cómo te encuentras?”. Me respondió dos horas después con un “Hoy me duele más :(”
Así que al terminar de trabajar decidí subir a ver qué tal estaba. Y sí, me preocupaba qué podría ocurrir si Marta se iba de la lengua, pero en el fondo contaba con que no le hubiera contado nada a su compañera de piso. Al fin y al cabo, ella venía a verme en secreto. Como mucho pensaría en chantajearme, pero tampoco lo había hecho.
Reconozco que me enfadó que Marta abriera la puerta. Era una actriz estupenda, porque otra vez me esquivaba la mirada y me hablaba desde la distancia. O a lo mejor mi polvo la había decepcionado, yo que sé. Pero en ese momento no subía a hablar con ella. No en primer lugar.
“Hola”, saludé entrando con cuidado en el cuarto de Carol.
“... Hola…”, saludó ella. Tenía muy mal aspecto. Me di cuenta de que tenía ojeras, así que no habría dormido mucho. Me acojoné. ¿Nos habría oído follar por la noche? ¿Y habría llorado por ello? “No seas tan presumido ”, me dije.
“¿Cómo estás?”
“Me duele mucho”, me respondió. “Estoy como con pinchazos”.
“¿Quieres que te lleve al médico?”
“Tranquilo. Me acabo de tomar un naproxeno”, me respondió. “Pronto se me pasará un poco. Pero gracias por ofrecerte”.
“Es lo menos que puedo hacer por ti”, me tumbé en la cama de costado, frente a ella.
“Lo que menos podrías hacer es nada”, dijo sonriendo. “No me quiero acostumbrar a que me cuides tanto”.
“¿Por qué no?”
“A ver si me voy a enamorar”.
“¿Y eso qué tendría de malo?”, pensé. Pero claro. Carol quería dejar claro que no éramos más que amigos con privilegios. Follamigos había sido la palabra que ella había usado cuando nos definió. De pronto me sentía un poco menos culpable por haberme follado a Marta. Aún así debía hablar con ella.
“Pues más te vale no hacerlo”, bromeé y le saqué la lengua. De pronto me plantó un beso y jugó con mi lengua, pero parece que aquel juego le costó un pinchazo más en la tripa y tuvo que retroceder.
“Ay”, protestó.
“No hagas esfuerzos”, le dije. Me acerqué a su orejita para susurrarle. “Prepárate, porque si mañana estás bien, no vas a salir de la cama en toda la noche”
“Eso espero”, me respondió.
“Descansa entonces”
“Gracias. Le he dicho a Marta que baje a cenar contigo, por cierto”
“¿Ah, sí?”
“Sí, yo no estoy operativa, pero me da cosa ella cenando sola en el salón y tú en el tuyo”
“Bueno, no me iba a morir por eso, pero vale”, le dije. “¿No prefieres que cenemos aquí contigo?”
“No. Quiero descansar”
“Como veas. Si cambias de idea, ya sabes que tienes mi número”
“Lo se”
Y le robé un beso antes de salir de allí.
Marta me asaltó por el pasillo antes de que me fuera.
“¿Quieres que prepare algo de cena?”
“… No te preocupes, ya me ocupo yo”, le dije. Otra vez estaba enfadado. ¡Mírame a los ojos, coño!
“Bajaré un poco de pastel de postre”, dijo, y se marchó a la cocina.
Bajé resoplando. Seguía sin entenderla. Pero coño, me vendría bien cenar con ella a solas. Así la podría interrogar. Bueno, lo mismo si lo hacía no me la podía follar esa noche, pero tampoco tenía garantías de que fuera a ocurrir. Y por lo menos me serviría para saber qué tenía en la cabeza. O lo mismo, ni siquiera me respondía y me tiraba contra el sofá para echar un polvo.
Fui calentando una pizza en el horno mientras esperaba a que bajase Marta. Llamó a mi puerta y fui a abrirla.
“Hostias”
“¿Qué pasa? ¿Demasiado atrevido?”
Se había puesto una minifalda y una camiseta de tirantes ceñida que permitía ver todo su escote.
“Supuse que te gustaría. Se te van los ojos con Carol”, comentó mientras entraba en casa. Conté hasta diez, porque admito que tenía ganas de darle tres voces. “Qué bien huele. ¿Pizza?”
“De seis quesos”, respondí. “Y debe estar a punto. Ve al comedor”, dije y fui a sacar la pizza del horno. Una delicia, sin duda.
“Seis quesos, menuda burrada”, comentó Marta mientras hacía los cortes. “Va a haber que hacer mucho ejercicio para bajar esto”
“¿Eso es que vamos a follar?”, le pregunté. Ella me miró, pero rápidamente apartó la mirada, con una sonrisa.
“Eso depende. ¿A ti te apetece?”
“Claro que sí. Aunque ayer fuiste bastante más directa”
“¿Y eso no te gusta?”
“Quiero saber qué coño pasa contigo”, le dije, mientras le daba un bocado a la pizza. “Y me gustaría que me mirases cuando hablamos. Pero de continuo”
Pero ella parecía fingir que la conversación no iba con ella.
“¡Marta!”, dije enfadado.
“Qué”
“Que me mires”
“No me atrevo. No si estás enfadado”, dijo.
“¿Y cómo quieres que esté?”, le solté. “No entiendo de qué vas. Me esquivas la mirada, pero te quedas mirando cuando estoy follando con Carol. O me la chupas en la cocina. O vienes de noche para decirme de follar”
“¿Es que a ti no te gusta eso?”
“No he dicho que no me guste”
“Pues, ¿dónde está el problema?”
“Que no te entiendo”
“¿Quieres entender a una chica?”
“Te quiero entender a ti”
Marta tragó.
“Supongo que es lo justo. Carol ya te contó lo que me pasó hace un tiempo, ¿verdad?”, me dijo. Y yo asentí. Por lo menos me miraba cuando hablaba. Vi que agachó la cabeza, pero mantuvo la mirada. “Pues desde entonces no he vuelto a follar con nadie. Ha sido mucho tiempo. Sinceramente, no me atrevía. Por si me pasaba algo. En su lugar, era más cómodo comprar mis juguetes y masturbarme con ellos. Y sinceramente, han sido mejor que los tíos con los que lo he hecho”
“Menudo listón”
“Ya ves. El caso es que no me ha ido mal. Y me vino bien tener la compañía de Carol. Pero mis juguetes solo saben dar orgasmos. Yo luego me quedaba fría. Sin nadie conmigo”, me contó. “Y bueno, cuando te conocimos, ya vi cómo mirabas a Carol. Pensé que ni de coña te acostarías conmigo. Te lo dije: no me hubieras tocado con mi ropa, ¿verdad? De hecho me protegía”
“¿Protegerte?”
“De ti. No sabía quién ni cómo eras”, dijo. “Solo sabía que eras guapo y que tenías química con Carol. Yo me sentía a salvo si no me mirabas como la mirabas a ella. Pero cuando os acostásteis, os vi. Me daba curiosidad. Y esa noche, me pillaste tocándome”
“¿Lo supiste?”
“Sí. No es que disimules mucho. De hecho no entiendo que Carol no me haya pillado mientras os espiaba. Pero lo más importante: no me atacaste. No entraste a mi cuarto, no me tocaste sin permiso, no me forzaste. Estuvo feo que me mirases, pero no puedo juzgar lo que yo hago”.
Su voz se había ido debilitando.
“Y entonces pensé que podríamos acostarnos, pero no sabía ni cómo decírtelo. Siempre he sido un poco hostil contigo. Solo se me ocurría intentar que me volvieras a ver, llamar tu atención. Pero cuando nos mirábamos mientras nos tocábamos, tampoco hiciste nada. Y cuando la otra noche vi que no ibas al servicio, te busqué en la cocina. Así que te lancé un mensaje más claro, y tampoco lo entendiste”
“¿Un mensaje claro? ¿Eso es una mamada en mitad de la noche? ¿Un mensaje claro?”
“Dices que no me entiendes. Pero tampoco te entiendo yo a ti. Siempre te he visto tonteando con Carol. Ella dice que solo sois amigos con privilegios, pero ¿cómo podía saber yo si te gustaba? Ni siquiera lo sé ahora”
Por lo menos había sido franca, y sin bajar los ojos. Aunque su mirada de pena me conmovía.
“Claro que me gustas. Y sí. Tienes razón. Tu ropa no es muy llamativa. No deja adivinar lo buena que estás”, ya que estábamos siendo sinceros, qué más daba reconocerlo. “Pero, ¿sabes? A lo mejor si no hubieras sido tan fría conmigo me podría haber fijado en ti”
“Mentiroso”
“Eso no puedes saberlo”, le dije. “Tengo una pregunta más. Esta mañana te fuiste antes de que me despertara. ¿Por qué?”
“Porque aunque Carol dice que solo sois amigos, no sé si le gustaría compartirte. No quiero que se enfade conmigo. Así que me fui antes de que su hora de despertar”
“¿Y me avisarás?”
“¿Cuándo?”
“Cuando te vayas mañana. Si te quieres quedar”, le ofrecí.
“¿De verdad quieres que me quede?”
“Quiero follar, Marta. Lo de ayer me gustó mucho. Quiero que te quedes”, le dije.
Ella asintió. Sonrió.
“Sabía que te gustaría mi camiseta”, me dijo mientras se acercaba.
“No te equivoques”, la empujé contra el sofá y quedó bocarriba. Me puse sobre ella. “Me gustas tú. No quiero que imites a Carol para seducirme. Me gustas tal como eres”
Sentí que tenía un escalofrío. Eso me gustaba. La besé. Ya estaba bien de tonterías aquella noche. Si Teníamos todo claro, podíamos pasar una buena noche. Para lo cual no hacía falta ni esa camiseta sin sujetador, ni el pantalón descubierto, ni sus bragas.
“¿Te gusta mi cuerpo?”
“Me encanta”, dije y empecé a chuparle las tetas. “Me gusta mucho”
“Oye, espera”, dijo porque yo había empezado a bajar por su tripita. “Ayer ya hiciste eso pero hoy me toca hacerlo por ti”
“Esto no es una competición”
“Lo sé. Pero quiero hacerlo de verdad”
“¿Seguro?”
Y me tomó la mano y empezó a chuparme un dedo. Jodidamente excitante. Sonriendo, me incorporé y empecé a quitarme la ropa. Pero Marta tenía más prisa por empezar y me bajó el pantalón. Me puse en pie en el sofá para dejarle quitármelos, y luego me bajó el calzoncillo.
“Buf. Espero que te guste”
“Seguro que si”
Me apoyé en el respaldo del sofá y empezó a chupármela. Iba despacio. Su lengua iba lenta por mi falo, que desapareció parcialmente dentro de su boca. Se la introdujo un poco más en la boca. Y un poco más. Y por fin la tenía por completo dentro.
“¿Te gusta?”, preguntó en una pausa antes de volver a devorármela.
“Mucho, Marta. Eres muy buena”
En realidad le notaba un poco la falta de práctica, pero no iba a decirlo. La chica se estaba esforzando por darme placer y eso me ponía más cachondo. Sus manos me acariciaban la polla, haciéndome una paja mientras me chupaba la punta. Sentía también sus labios moviéndose por toda la cabeza.
“¡Joder!”, grité cuando me corrí, de pronto. Sin previo aviso. “¡Lo siento!”
“No pasa nada”, dijo ella. Mierda, la había manchado la cara. “Había tiempo que no… pasaba esto, no importa”
“Espera”, dije mientras le acercaba unas servilletas para limpiarse. “No quería hacer eso”
“¿Pero te ha gustado?”
“Sí, claro que sí. Me has hecho correrme muy rápido”
“Perfecto. Pues te perdonaré por correrte en mi cara. Si me follas como ayer”, pidió.
Separé sus piernas suavemente. Eso le gustaba a Marta, el sexo lento. Casi tierno. Pues lo iba a tener. Mi polla endurecida entró de un movimiento dentro de ella, y gimió.
“Más suave”, gimió.
“Perdona”, dije mientras me movía dentro de ella más despacio. “¿Qué tal así?”
“Muy bien, sí”, dijo mientras se abrazaba a mi. “¿A tí te gusta?”
“Claro que sí”
Disfrutaba más de ella haciéndolo despacio. Su coñito apretaba mi rabo. Era extraño, a pesar de sus juguetes, casi parecía como si fuera virgen. Y me volvía loco sentir esa presión y leve resistencia que me daba. La besé y nuestras lenguas salieron a paseo mientras tanto.
“¿Sabes? Llevo todo el día pensando en esto”, me dijo Marta.
“¿Ah, sí?”
“Sí. Echaba de menos el sexo. Y me gusta cómo follas conmigo. Sé que Carol…” la callé con un beso.
“Ella no está aquí. Estamos tú y yo”, dije. Y la castigué metiéndosela un poco más deprisa de lo que le gustaba. “¿verdad?”
“Sí, perdona. Sigue como antes”, pidió. Aunque juraría que le gustaba, pero volví a relajar el ritmo. Aún así se la metí más profundo cada vez, me aseguraba de que toda mi polla entraba dentro de ella. “Me gusta mucho. Estoy empapada”
Yo se lo había notado, ese punto donde nos juntábamos estaba mojado y yo lo notaba en toda mi pelvis. Apreté un poco el ritmo, iba a correrme. Marta tenía las piernas cerradas en mi espalda. Me corrí dentro de ella, que seguía chorreando. Sus piernas se debilitaron y me soltó, aunque sus brazos seguían alrededor de mi cuello.
“¿Por qué se siente tan bien?”, preguntó.
“No lo se, pero no me preocupa”, respondí. “Con que te guste…”
“Mucho. ¿Sabes? Estaba pensando una cosa”
“Dime”
“Perdona por mencionarla, pero cuando te he visto con Carol… nunca te he visto hacérselo por el culo. ¿No te deja o no os he visto?”
“No quiere”, dije encogiendo los hombros.
“¿Y tú quieres?”
“Me gustaría… ¿Me lo estás ofreciendo?”
“Sí. Quiero poder hacer algo nuevo contigo”, me dijo. “Solo te pido que lo hagas igual de lento. Ya sabes, para que no me duela”
“Tranquila, muñeca. Pienso ser muy cuidadoso contigo”
Le dejé espacio para moverse. Se dio la vuelta y apuntó con su culo hacia mi. Estilo perrito. Casi se me puso dura al instante al verla. Toqué su culo, y mientras jugaba con sus nalgas, se las fui separando. Su agujerito parecía ansioso por sentirme dentro. Pero antes, un chorrito de saliva…
“Mi pantalón”, dijo Marta
“¿Qué?”
“Mira en mi pantalón, corre”
Me di cuenta de que estaba colorada. Yo busqué en su pantalón, donde tenía un botecito de lubricante.
“¿Lo tenías todo pensado?”
“Solo una parte”, confesó, más colorada aún.
Dejé que un chorrito del lubricante le cayera en el culo y con el dedo empecé a dilatárselo. Marta respiraba muy rápidamente, estaba nerviosa por lo que iba a hacer. Probé a meterle un segundo dedo y gimió todavía más. Mucho cuidado tuve, pero notaba que su culo empezaba a ceder. Me fui echando un poco del gel por mi falo. Sé que a algunos les gusta con menos lubricación, pero era la primera vez que se lo iba a hacer a Marta y prefería pecar de cauto.
“¿Estás lista?”, pregunté mientras comprobaba que mis dedos escurrían fácilmente por su culo.
“Siiiiiiii, estoy lista”, gimió Marta. “No seas muy bruto”
Puse mi polla en posición y la fui metiendo. Apenas la punta al principio, y luego un poco más. Marta no protestaba, y sentía mi pene resbalando muy bien dentro de ella.
“¿Qué tal?”
“Es un poco incómodo”, dijo. “Aaaaa”, mi pene había entrado por completo dentro de ella. “Dios”
“Espera”, dije, y se la saqué. Un poco más de lubricante. Y se la volví a meter. Tuve que tener cuidado, resbalaba mucho y podría haberla hecho daño. “¿Mejor ahora?”
“Me encanta, sí”, suspiro ella. Agarró un cojín y se lo apoyó bajo las tetas, cediéndome todo el control.
Así que sujeté su culo mientras se la seguía metiendo. Era delicioso, aún más apretado que su coñito. Tenía que ir despacio, claro, el anal puede ser terrible si no se hace bien. Claro que yo tampoco la tengo del tamaño de un vaso de cubata, pero no importaba mucho, a Marta le encantaba que la follase.
“Sigue, porfa”, pidió. Noté algo raro, y me di cuenta de que se estaba masturbando. “Fóllame”
“Marta, estoy a punto de correrme”, le dije.
“Pues ya sabes qué hacer. No pares, no pares”, gimió. “Sigue, sigue”, aceleré un poco más, pero ella me pedía seguir. “Fóllame, así síííííí”
Y sin poder controlarme, me corrí dentro de ella. Qué rico. Se la saqué suavemente, y vi cómo unas gotitas se salían de su ano. Pero se tumbó por completo en el sofá, privándome la vida de su culo y su coñito. Así que le di un azote con la palma entera.
“¡Ay! ¿Por qué?”, protestó.
“Por ser tan fría conmigo cuando no estamos follando”, contesté. “Quiero que eso cambie”
“Es justo. Además, ya me cansaba de mantener la distancia. Pero no me azotes más”
“Prometido”
“Es decir… si no te lo pido”, dijo mientras se daba la vuelta y me guiñaba el ojo.
“¿Te quedas a dormir?”
“¿Me invitas?”
“Si mañana me avisas antes de volver a casa”
“Prometido”
Y me plantó un beso.
Fuimos a mi cama a dormir, y se acurrucó para dormir conmigo.
“¿Estrechando lazos?”
“Sólo pensaba en que no quiero que sea mañana”
“¿Ah, no?”
“Trabajarás todo el día. Y por la noche, te tirarás a Carol. Y se le habrán pasado los dolores de la regla”.
“¿Tú crees?”
“Sí. Como mucho te pedirá usar condón”
“Pues tendré que comprar”, dije. Noté que por mis palabras ella intentó apartarse de mi, pero la retuve. “No te habrás enfadado. O… ¿estás celosa?”
“Lo estoy. Soy tu amiga con beneficios, pero asumes que vas a hacerlo con ella mañana en vez de conmigo”, dijo. Sí, estaba molesta, se lo notaba en la voz. Casi prefería cuando me hablaba desde la distancia.
“Oye. Eres tú quien se lo quiere ocultar a Carol. Pero te puedo hacer una propuesta. ¿Y si cuando se duerma, voy a verte? Y me aseguro de que te corras”
“En casa. ¿Y si nos pilla?”
“Me da morbo”, reconocí.
“… Vale. Pero solo si prometes hacerlo como hasta ahora”
“Por supuesto. ¿Te vas a dormir?”
“Sí”, dijo, y se acurrucó un poco más contra mi. “Buenas noches”
Al día siguiente, Marta cumplió su promesa y me avisó cuando se subía de vuelta a casa. Las siete, vi en el reloj. A mi me quedaba un rato más de dormir, pero antes de irse me dijo al oído: “Recuerda tu promesa”. Claro que la recordaría.
Y tal vez por mis ganas de sexo indiscriminado aquel día, la mañana se me hizo más lenta de lo habitual. Además, cuando terminé, decidí bajar a la farmacia a comprar gomas, por si la predicción de Marta se cumplía y mi otra follamiga quería usar condones ese día. Y aparte, por tener un detalle, pasé por la pastelería y compré otra debilidad: trufas de chocolate como postre de la cena. Sí, tenía toda la intención de quemar esas calorías follando con ellas.
Volví a casa. Eché unos condones en la cartera (llevar la caja me parecía demasiado presumido) y subí a ver a mis chicas. Carol me recibió.
“Bue-”
No pude decir nada más. Mi rubia me había bajado la mascarilla y plantado un beso en los labios nada más verme. Se apegó a mi cuerpo y tuve que tener cuidado de que no estropease el chocolate. Sería una lástima. Había previsto una cosa.
“Te he echado de menos”
“Y yo a ti”, dije, y me dejó entrar. “Hola, Marta”.
“Hola. ¿Ya nos vas a cebar?”, bromeó, al ver la marca de la bolsa que llevaba.
“Solo un poquito”
Vi que me guió el ojo, pero Carol no pareció darse cuenta. Al contrario, le parecía bien que por fin su compañera de piso dejase las malas formas conmigo. Por suerte, Marta no era ninguna imbécil y no tonteó conmigo durante la cena. Claramente, no quería ponerse en evidencia. Y yo tampoco, claro.
Nos tomamos las trufas después de cenar, y Marta nos dejó solos. Sin comentarios mordaces. Creo que me miró, pero Carol ya parecía aguardarme con ganas. Nos fuimos a su habitación, tomados de la mano, y se sentó en la cama. Parecía un poco apagada. Tal vez no quería sexo, o sabía que algo había ocurrido entre Marta y yo. Pero ni lo uno ni lo otro.
“Hoy ya no me duele. Tanto. Es una pequeña molestia solo”, me dijo.
“¿Quieres hacerlo entonces?”
“Sí. Solo que me da un poco de cosa. ¿No tendrás algún preservativo?”
“Tengo cinco”, respondí con una sonrisa de picardía.
“Uy, qué predisposición”, se echó a reir.
“Hasta que nos aguante el cuerpo”, dije y le planté un beso. Tenía muchas ganas de follar, y al parecer ella también.
La tiré contra el colchón. Su camiseta voló por el aire. Me esperaba sin sujetador, así que le chupé una teta. Estaba más sensible de lo normal, tanto al tacto como por las reacciones de Carol. Tal vez se debía a su ciclo.
“¿Me esperas un momento? He recordado una cosa”
“No tardes”
Corrí a la cocina, busqué un cuchillo, y abrí la bolsa de la pastelería. Había dejado ahí una cuarta trufa. No había hablado de esto con Carol pero pensé que éramos tan lanzados que no le importaría. Con la trufa cortada, volví rápidamente a la habitación.
“¿Qué traes?”, me preguntó.
“Chocolate”
“Para ¿mis tetas?”
Dije que sí, por supuesto, así que puse un trocito de trufa encima de cada uno de sus pezones. Empecé atacando su teta izquierda, probando la mezcla de los dos sabores. El pezón y el chocolate. Me gustó mucho, pero me gustó más la teta derecha, porque la trufa había empezado a derretirse un poco. Un rico sabor aquel.
“Oyeeeeee, yo también quiero”
“¿El qué?”
“Chocolate”
Tomé otro trozo de trufa, y se lo acerqué a la boca. Sin dejarlo caer. Sonrió y para pillar el chocolate me tuvo que chupar los dedos, que es lo que yo buscaba. Y ella lo sabía y me seguía el juego. Luego tomé el otro trozo y se lo di de comer de la misma forma.
“Eso ha sido rápido”, dije cuando casi me quita el último trozo de los dedos. ¿Es que no quería jugar?
“Porque no me apetece chuparte… los dedos” me guiñó el ojo.
Yo estaba encima de ella, con las piernas pasadas sobre encima de su cuerpo, así que ella se escurrió hacia atrás, pero contraatacó para bajarme los pantalones. Con su habilidad me la empezó a chupar. Su boca se sentía muy bien. Pensaría que va un poco más lenta de lo habitual, pero no me importaba. La pobre lo había pasado mal con sus dolores, y aún así me daba mucho placer.
Me corrí en su boca, y Carol me la siguió chupando mientras lo hacía.
“Me podría volver adicto, ¿sabes?”, le dije.
“Creo que yo ya lo soy. Y ahora, fóllame”
Me puse un condón y se la metí. La notaba un poco más apretada de lo habitual. Ella parecía un poco incómoda, pero me seguía pidiendo que se la metiera. Por suerte, la gomita estaba lubricada, lo que facilitó mucho metérsela. Carol estaba muy entregada y movía su cuerpo al tiempo que me la follaba. Me miraba con deseo. Le acaricié la mejilla, y noté que me pretendía volver a chupar el dedo, la dejé hacerlo mientras bombeaba dentro de ella.
Volví a correrme, llenando el condón de mi lefa. Cuando se la saqué, pude ver algunas manchitas rojas en el plástico. Era obvio. Ella lo miró también.
“Oye, ¿te ha gustado?”
“Sí, pero. Bueno”
“¿“Bueno”?”
“Me ha dolido un poco”
“¡Habérmelo dicho!”
“A ti te gustaba”
“Pero podíamos parar y hacer otras cosas”
“¿Como jugar al Pictionary? Sé a qué subes, y sabes a qué bajo. Si no follamos, ¿qué podemos hacer?”
Eso era un poco molesto. Tenía muchos amigos y amigas con los que no follaba pero aún así podíamos echarnos unas risas y ver una película o algo. Pero bueno, estaba claro lo que ella pretendía conmigo.
“De acuerdo. ¿Me quedo a dormir o…?”
“Sí, sin problema. Me gusta el calorcito”
Joder, soy un puto hombre objeto, pensé, pero no dije nada. Ella se echó a dormir a mi lado y pronto cerramos los ojos.
Y como mostraba mi experiencia, me desperté no mucho más tarde. Miré la hora. La una de la mañana. Perfecto. Con cuidado salí de la cama, y me asomé a la puerta de Marta. Sonreí.
Ella me estaba esperando. Estaba viendo una película en su tablet, pero estaba completamente desnuda. Solo tenía puesta una bata, que la cubría la espalda y parte de las tetas, pero no tenía nada más puesto. Incluso podía ver su coñito. Me invitó a entrar.
“¿Se ha dormido?”
“Sí”
“¿Y quieres hacerlo??”
“Sí, ¿y tú?”
Dejó la tablet en la mesilla y me llamó con el dedo, así que me abalancé a por ella. No debíamos hacer ruido, pero no me resistí a besarla. A tocar su cuerpo metiendo las manos bato la bata para llegar a su culo, ni a manosearle las tetas. Ella parecía completamente entregada a mi, y eso me ponía muy burro.
“Oye, ¿te enfadaría si no te la chupo?”
“No estás obligada”
“Es que quiero que me la metas ya”, pidió. “No me niegues eso”
Y sin que pudiera responder, pasó la pierna por encima de mi y dejó que mi polla entrase en su apretado coño. Era la primera vez que la veía así de activa.
“Qué rico. Llevo todo el día recordando esta sensación”
Empezó a cabalgarme, ella llevaba el ritmo. Lento como le gustaba pero qué diablos, también a mi. Me besó y me rodeó con los brazos.
Admito que en ese momento empecé a pensar si no era mejor opción ella como follamiga. Carol me cortaba cualquier tipo de acercamiento que pudiera ser peligroso, pero Marta se había abierto a mi y me sentía más cómodo con ella.
Pero los movimientos de Marta me nublaban la mente, además ver subir y bajar sus tetas era hipnótico. Las probé y chupé y lamí todo lo que quise mientras ella me exprimía y finalmente me corrí dentro de ella. Y siguió moviendo sus caderas y mi orgasmo fue muy largo y muy rico. Y cuando acabó, mi polla continuó dentro de ella. No quería sacársela.
“Fóllame más”, pidió.
Pero un grito nos alertó en ese momento. Carol había entrado en la habitación.
CONTINUARÁ: PARTE 5
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