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Mi cuñada ....... 3

http://www.poringa.net/posts/relatos/3874863/Mi-cunada-2.html

 Pasaron unos cuantos días desde que mi mujer me dio la noticia de como Paula largó al novio. No pude pensar en otra cosa y me costó concentrarme en mis tareas, simplemente flotaba en una nube de erotismo que no me dejaba ver nada más. Paula me había dicho que tenía ganas de que se repitiera, pero no había hecho nada por concertar un encuentro. Pese a eso, me entero que corta con su «novio», hecho que me hacía muy feliz. Aunque la cosa no iba demasiado en serio de primera mano, según los dichos de mi mujer. Más de una mañana me masturbé pensando en que ella llegaba y me atacaba sexualmente como la primera vez. La deseaba, pero también había otra cuestión que me frenaba. Ella dejó al novio, previamente me dice que desea repetirlo. ¿Que tal si mi cuñada se estaba enganchando conmigo? Eso solo podía terminar de una manera, muy mal. Con divorcio y ruptura familiar en puerta. Como para apoyar ese temor, estuve hablando con una compañera de trabajo, con la cual tenemos una relación de confianza muy íntima, pero sin llegar a sentir atracción sexual, aunque si ahondamos en temas íntimos. Una vez surgió el tema de tener amante o tener una relación de solo sexo.
-¿Sabés las veces que me prometí que con «ese» no pasaría nada? Que solo era sexo, que no sentía nada. No importa lo que planees, te terminás enrollando con el tipo.-
Mi amante, mi filo, mi garche. Ya al decir «mi algo» estamos siendo posesivos, por eso mi compañera explicaba como es que se empezaba siempre a sentir algo más, primero por celos o temor a perder ese placer. Luego por costumbre. Aunque también aseguró que la mayoría de esas relaciones no prosperan.
Intenté olvidar todo y dejar que con Paula solo quedaramos con las ganas. En todo ese tiempo, conté mi historia, la primera parte al menos y escribí esa segunda que ya habrán leido, supongo. Me metí en varios sitios de internet, buscando, no se bien qué. Pasó un mes. Debo aclarar para quien lee, que con mi mujer no tenemos una mala intimidad, todo lo contrario. Ella es un poco estrecha, casi que a veces que asegura haberse vuelto «medio virgen» por ilógico que suene, si no lo hicimos desde hace varios días. Le duele un poco la brusquedad y por eso no lo hacemos fuerte, por lo menos al principio. Con Vero fantaseamos y actuamos. La enfermera, la esclava, la prosti, sexo lo tenemos cada semana, con o sin fantasías. Eso depende del humor del día y lo que nos de ganas. No es falta de pasión, es que simplemente esto sucedió y ahora no quiero dejarlo. Sin ir más lejos, hace dos domingos, mi mujer me despertó chupandomela. Luego terminamos haciendolo con la misma pasión de siempre. No es falta de amor a mi mujer, pero algo más tengo dentro. Antes que se vuelva un obsesión, quisiera cortar por lo sano. Pero Paula, es mucho más salvaje, no tiene problemas con hacerlo fuerte o más violento. Por lo menos, las veces que le acabé furiosamente adentro, no me contuve y ella no se quejó para nada. Veronica sufre pérdidas al día siguiente, si lo hicimos fuerte o si se la metí muy profundamente. Dependiendo de la posición, ella la siente más que en otras. Con mi cuñada tuve tres posiciones y pareció gozar mucho todas. Hace unos días nos encontramos en un asado familiar en la casa donde ella vive, en el conurbano  de capital federal. No pude hablarle a solas, y Paula tampoco lo buscó. Pero nuestras miradas se cruzaron varias veces y pude notar que había algo que nos debiamos. Una charla adeudada.
Como dije, pasó un mes, ese asado, muchos tormentos mentales y varias noticias filiales, como la ruptura con el novio. Vero iba a pasar unos días en lo de mi suegros, que viven a unos cuantos kilometros, aprovechando unos días libres que ella tenía en el trabajo. Yo no podía hacerlo, pese a que generalmente la acompaño. Justo esa semana sería de mucho trabajo. Ella se fue jueves (ayer en el momento que escribo esto) y vuelve el domingo a la noche-tarde. Estando en el trabajo el viernes, recibí una llamada de Paula, apenas reconocí el número de celular, temblé. Sospechaba lo que venía.
-Hola.-me dijo ella.
-Hola, Paula. ¿Que precisabas?- haciendome el desentendido.
-Quiero verte. Tenemos que ser discretos. No quiero lastimar a mi hermana. Pese a lo que me joden sus actitudes y la bronca que me da a veces.-
No tenía idea a que se refería exactamente, pero acepté mi propia teoría de las típicas rencillas de hermana. Sus carácteres son bien diferentes y por eso muchas veces, chocan. Mi cuñada es una mina muy demandante, al nivel de llegar a ser muy caprichosa. Esto era algo que me podía jugar muy en contra. Por eso es necesario extremar los cuidados e ir con pies de plomo.
No he podido controlar la ansiedad desde que corté el teléfono, esta noche se define todo. Por su tono, no puedo esclarecer si quiere continuar con esta infidelidad o quiere solo hablar, en vías de no seguir adelante. No se cual de las opciones me hace estremecer más. Me ha afectado a la concentración, por las dudas, compré un buen vino, ordené la casa. Estoy preparado para todo. 

Ese domingo a mediodía, era ilógico que alguien bajara las persianas y corriera las cortinas con el calor del verano. Pero yo me dediqué a hacer eso, tenía que oscurecer el departamento, mi casa. Paula se encontraba atada y vendada, sentada al borde de la cama. Su fantasía era practicar bondage, lo que su hermana le había contado. En parte, me molestó que mi mujer estuviera contando esas intimidades pero nada más podía hacer, excepto aprovecharme de la situación. Mi cuñadita estaba curiosa por saber que se sentía ser atada y sometida. Aunque en principio me negué, la tentación de la fantasía a cumplir pudo más. Le dije que yo solo lo hacía con alguien que me tuviera absoluta confianza, que sabía que nada de lo que dijera iba en serio. Podía tomarse en forma personal, mis insultos vejatorios al tenerla maniatada. Mi metódica sobre el bondage es que el sometido entrega el control por completo, por lo que debe existir un confianza muy fuerte para que este juego no dañe la relación real. Quizá no es lo que muchos entiendan como se estila este tipo de prácticas, pero es mi forma particular y personal de llevarlas a cabo. Así lo hice con las mujeres con las que estuve y con mi mujer lo hemos hecho así desde el principio. Al estar casados y tener una relación sexual más prolongada, es mucho más fácil crear esta confianza. Con mi cuñada Paula era más complicado, ya que las dos ocasiones anteriores no eran la gran experiencia. Pero era ahora o nunca, según lo que ella había prometido, ese era nuestro fin de semana. Después de eso, nunca más. Le avisé que una vez iniciado el juego de roles, no había vuelta atrás. Ni arrepentimiento, yo no me iba a detener hasta no acabar en su concha, ese era el final. Ella ignoraba que antes de eso, muchas cosas sucederían.
Puse una película porno en el DVD del dormitorio, una en la que Judith Fox es cogida por dos tipos. La escena empieza tranqui, pero termina con la porno star gimiendo como asfixiada. Yo dejaba que mi cuñada escuchara y ni me acercaba. Ella se mantenía quieta y me llamaba, pero yo no le respondía. Se quiso levantar y la empuje de nuevo a la cama, dejándola recostada.
-Quedate ahí quietita.-
Ella no respondió y permaneció allí, estaba asustada por la desorientación de caer y no ver donde lo hacía. Aunque bien sabía que estaba cerca de la cama. La peli continuaba, poniéndose más sonora y hard. Paula no comprendía para que el sonido de fondo. La porno no solo la ponía en ambiente y la desconcertaba, también tapaba el sonido de mis movimientos por el cuarto. Ella sentía algunos ruidos y se movía en su sitio. Los pies estaban juntos por los talones, las manos a la espalda con esposas. En los ojos tenía una de esas vendas para dormir, como las que usan en los aviones. Venda que ella misma compró hace tiempo, quejándose que al dormir en nuestra casa entraba mucha luz. Ironicamente, usada de otra manera en esta ocasión.
Fui hasta la mesita de luz y abrí el cajón, hecho que la sobresaltó. Allí guardo el anillo vibrador. Es un anillo de goma, con un aparatito que vibra en forma de huevo con un cable que le da poder. El anillo se une al aparato y genera vibración o se puede usar solo. Le abrí las piernas bruscamente a lo que Paula se soprendió.
-Así que querés ser mi putita? Tenés ganas de probar como es ser mi esclava?-
Ella asintió, dubitativa y en silencio, aunque bien podía hablar. Seguí en ese tono de reprimenda sádica.
-He tenido mejores putas en mi cama. No pendejas caprichosas como vos. Lo que necesítás es que te den unos buenos chirlos para que se te pasen los caprichitos.-
Acto seguido le di una buena palmada en la pierna, lo más cerca de la cola que pude, aunque estaba sentada. Ella se sintió sorprendida, en sus gestos se veía que tenía miedo. La volqué para ponerla de costado y ver su cola. Ella quiso protestar y agarré un pañuelo del cajón y se lo metí en la boca todo abollado.
-Te molesta? Mejor. Acá te voy a sacar todas las chiquilinadas y los caprichitos. Vas a hacer lo que yo diga. Abrí las piernas.-
Se negó y por eso recibió otra palmada, esta vez bien en la cola y un poco más fuerte que la anterior.
-Abrí las piernas te dije.-le reiteré más enfáticamente.
Obedeció. Estaba cediendo, me seguía el juego, cosa rara en mi cuñada. Paula es la clásica chica rebelde, eterna queja de mi suegra. Nada que ver con la hija mayor, mi mujer.
Al abrir las piernas, tomé su bombacha y por poco se la arranco junto con los pocos pelos que tenía. Le habían crecido desde la última vez. Pasé un dedo por su rayita, humedecido previamente en mi boca. Ella se agitó.
-Ya no te depilás? Me gusta depilada completa, no con bigote.-le dije como bromeando socarronamente.
Ella quiso responder y le saqué el pañuelo para que me respondiera.
-Duele mucho, por eso no lo hago más.-
Le volví a tapar la boca con el pañuelo.
-Sos una débil, yo te voy a mostrar lo que es dolor.-
Ella se quejó con la mordaza puesta, un típico “mmmm” y nada más. Le estaba dando miedo como me había transformado en este rol. Le puse una pierna en triangulo y la otra recostada. Fui jugueteando con su concha, lamiendo muy poco, hurgando con impunidad. Hasta que sus gemidos me indicaron que pedía por un cunnilingus. Lamí con ganas y despacio, surcando con la lengua su vulva entera, apretando su ingle con la mano. Sus gemidos apagados me decían que estaba gozándolo mucho. En un momento paré y me fui, ella protestó amordazada.
-Esperate un poco, que te pensás?-
La hice esperar un buen rato. Estaba de mal humor ya. Volví a hacerle un cunnilingus, pero ahora sumé el aparatito. Primero no respondió, el mal humor la dominaba, pero al sumar el aparato se estremeció. La goma le hacía vibrar toda la entrepierna y ella se arqueaba como convulsa. En un momento, consiguió escupir el pañuelo.
-Cojeme, cojeme de una vez.-
-Me estás rogando puta? Querés que te coja?-
-Si, dame pija.-
-No te voy a cojer. Así que no te ilusiones.-
Mentira, tenía unas ganas terribles de cojerla, aunque ya lo habíamos hecho todo el fin de semana, lograba renovarme la calentura rápidamente.
-Por favor, quiero tu pija.-rogó con voz lastimosa.
-Ah, si? Querés pija? Toma pija.-
Diciendo esto, me acomodé para metérsela en la boca y silenciarla de nuevo. Quiso luchar pero la forcé a aguantarla. Jugué como quise, incluso fui testeando que tan adentro la recibía. Le hice dar arcadas varias veces. Ella intentó explicarme que no tan adentro, pero no la dejé hacerlo.
-Querías ser mi esclava en la cama, ahora vas a ver como trato yo a las pendejas putitas como vos.-
Esperaba interiormente que no se tomara en serio nada de lo dicho, pero ante la perspectiva de ser la última vez poco me importaba. Me giré y se la metí de nuevo en la boca, pero como se haría en un 69. Mientras con mi lengua y el aparatito seguía. Al sentirme acabar me acomodé y dejé el vibrador un poco. No daba más, mi verga entraba y salía de su boca a mi mando. Yo la guiaba por la nuca. Dudé en acabarle adentro, pero decidí que como despedida bien podía darme todos los gustos. Ella hizo arcadas y quiso salirse, escupiendo todo encima de mí, manchando hasta la venda que tenía puesta.
-En la boca no. Quería…-comenzó a decirme pero la interrumpí, aferrándola por el mentón con violencia.
-Yo hago lo que quiero, por algo soy el amo acá. Si no querías ser tratada como puta, no te hubieras dejado atar. Entendés? Trolita, hacés lo que yo digo. Ahora sigamos.-
Volví a meterle el pañuelo. Apagué la película que había avanzado sin que le prestaramos atención. Le afirmé la mordaza con cinta para que no se la sacara. Continué con el vibrador, esta vez sin la goma, mientras esperaba que mi verga se recuperara. La estimulé un rato y le pasé las manos para adelante, aunque seguían esposadas. Apenas le liberé una mano, amagó quitarse la mordaza. La nalgueé por eso. El huevito vibrador estaba sobre su concha y lo fui introduciendo dentro suyo. Al sentirlo vibrar en el interior, gritó amordazada y se largó a llorar, las lagrimas le corrieron. Era la sobrecarga de emociones, de placer y de estimulos lo que la sobrepasaba. Estaba en el límite del placer cuando ya es demasiado y llega a doler. El momento en que toda sensación se transforma en ruido blanco.
-Se que querés que esto termine. Pero no te lo voy a sacar vas a tener que hacerlo vos.-
Me miró sorprendida, sin comprender.
-Andá practicando, como si fueras a parir, sacatelo.-
Se lo suficiente sobre anatomía femenina para entender que ella podía expulsarlo contrayendo los músculos de la vagina. A través de la mordaza podía distinguir las puteadas que mi cuñada me lanzaba.
-Vas a tener que hacerlo, vamos, dale. Quiero ver como lo hacés. Se que podés.-
Eso fue maldad, sabía que la pendeja no tenía mucha idea sobre sus músculos internos, apenas sabía como era que se la metieran, poco iba a saber sobre usar esas partes de su cuerpo para maximizar el placer. Estos músculos, llamados pubocoxigeos, rodean toda esa zona de la pelvis. Son los que un hombre mueve inconcientemente cuando se le para. Y las mujeres, algunas no se si todas, lo usan cuando aprietan el pene adentro de su vagina. Existen unos ejercicios, pero para eso se debe identificar cuales son. Casi seguro mi cuñada ignoraba esto y lo que la forcé a hacer fue un aprendizaje sin anestesia. Ella se agitó y se sacudió, por lo que até la cadena de las esposas en sus manos a la cabecera de la cama, usando un pañuelo de cuello.
-Si te lo sacás tironeando, lo meto más al fondo y vas a tener que empezar de nuevo.-
Gritó, aun amordazada. El sudor la bañaba por completo. Se tensó varias veces, juntando fuerzas y volviendo a pujar. En realidad, era algo distinto a lo que es parir, pero fue moviendo los músculos del vientre y del interior de su vagina, para sacárselo. Estaba pariendo, pero metafóricamente hablando. El vibrador la desconcentraba, lo se. Subí la intensidad cuando estaba por sacarlo y ella se frenó sin poder moverse. Se largó a llorar y le quité la mordaza.
-Por favor, no puedo más, sácamelo. Te lo ruego.-
-Te dije, vos querías esto, ahora llevalo hasta el final.-
-Quiero que me cojas, no aguanto más.-
La calentura hablaba, la dominaba por completo, se hubiera tirado por la ventana si se le decía que con eso terminaba ese placer tan doloroso por lo excesivo.
-Si te lo sacás, te voy a dar la cojida de tu vida.-
Al decir esto, la miré fijamente y de cerca. Paula juntó fuerzas de no sabía donde y empujó como pudo hasta que terminó de “parir” el aparatito.
Agotada y balbuceando, rogó por ser saciada.
-Cojeme, por favor, no doy más. Hijo de puta, sos un hijo de puta. Cojeme.-
Repetía más o menos, eso hasta que me acomodé encima y la penetré. Ella sintió la entrada y se le quedó un grito trunco en la boca, su boca abierta me hizo desear tener una verga más para metérsela en ese preciso instante. Comencé un lento bombeo a ver como reaccionaba, ya que debía estar hipersensible. Pero enseguida descubrí que estaba hiperdesatada.
-Dame fuerte, hijo de mil putas, dame tu pija.-
Le empecé a bombear como si tuviera bronca y le pegara en el interior con la verga. Ella gritó como nunca, la dejé, yo estaba tan caliente que no me importaba quien oyera. Casí parecía que lloraba cuando no daba alaridos de placer, que casi me dejan sordo. Cada tanto repetía como letanía que quería más o que le gustaba. Se la revolví dentro.
-¿Te gusta mi pija, guacha?-
-Si, no me la saques, damela mi amor.-
En el frenesí no le presté atención, pero ese “mi amor” me asustó por días. No era el momento de pensar, recién a la retrospectiva caí en la cuenta de ese comentario y otros similares.
-No me las saqués más, dame tu pija siempre.-
Pese a lo que habíamos dicho y a sus actitudes para conmigo, en ese momento creo que hablaba la locura del deseo. Gemía, se quedaba sin aire, mientras yo entraba y salía sin piedad. La cama se movía, sus manos seguían atadas por sobre su cabeza. Yo me apoyaba en sus codos, que estaban hacia arriba para aferrarla y revolverle el interior. Su lengua me buscaba, pero enseguida se detenía para gemir, como perdiendo la concentración. Ese fue el mejor polvo que habremos tenido. Mi cuerpo no daba más. Le acabé furiosamente y ella se fue más de una vez, cuando me dijo que estaba bien y que no daba más, me sentí aliviado. Después de esa cojida furiosa no sabía si podría seguir hasta hacerla terminar. Según me dijo, perdió la cuenta de las veces que acabó, así que creo que de la saturación de pasión tuvo un orgasmo multiple.
Como prometí, la solté y le saqué la venda. Ella no pareció enojada por como la traté, pareció entender que era todo parte del juego. Aunque creo que el sentirse dominada no le hizo tanto bien a su ego, como luego dejó entrever en la charla posterior.
-Sos un enfermito.-me dijo medio bromeando, aun agitada.
Nos recompusimos y relajamos, pero no hubo más sexo. Paula se bañó y vistió sin amagar a quedarse o seguirla. Cuando ya eran casi las tres y media, me dijo como si fuera un ultimátum, con cruda simpleza.
-Me voy.-
La quise convencer de no apurarse, pero los dos sabiamos que tenía razón. Mi mujer llegaría en pocas horas y la casa olía a sexo e infidelidad. Nos besamos desesperadamente y se fue. La acompañé hasta la puerta de calle, para comprobar que nadie la viera salir. Creo que nadie lo hizo. Me quedé con una sensación de vacio, mientras ordenaba todo. Pero luego el recordar el fin de semana de sexo interminable y tan espectacular con una pendeja hermosa y lujuriosa, me hizo sonreir. La despedida de Paula había sido con cierta sensación de final, como cuando uno se despide de una ex al separarse para siempre. Pero en este caso, había ciertas diferencias. Ya veremos.
Para continuar esta historia creo que tendré que armar otro ciclo de relatos, por partida doble. Continuar con “Paula, mi cuñada y por otro, lo que hicimos esa noche que Veronica regresó de casa de sus padres. Una enfermerita muy caliente quiso revisarme, a fondo. Como se dice habitualmente, esa es otra historia.


6 comentarios - Mi cuñada ....... 3

leloir2010
Me da la sensacion que te vengaste de tu cuñada haciendole todas esas cosas. Y tu cuñada me parece que le encanto. Y va por mas de parte de ella, vas a tener mas encuentro con ella.Van puntos
crear_1
Muy buen relato, veremos como sigue...
La enfermerita promete..
+10
unmagoalsur
Excelente saga. Aplausos y puntos