Luego de las vez que les relaté en la primera entrega, http://www.poringa.net/posts/relatos/3874381/Mi-cunada.html Paula volvía a cruzarme escasamente. Disimuladamente, mi cuñada evito encuentros conmigo. Nunca tuvimos ninguno a solas, siempre nos vimos con otras personas presentes. Mis suegros que vinieron de visita, ya que viven lejos, la tía con la que vive en provincia o bien, su hermana, mi mujer. El recuerdo de nuestra encamada me atormentaba. Deseaba que alguna mañana se me apareciera de nuevo, pero no iba a suceder. Estaba cada vez más obsesionado con la idea de tenerla de vuelta en la cama. Temí que ante esto, arruinara mi matrimonio para siempre, delatandome o delirando con hechos que no sucederían. Debo aclarar que amo a mi esposa, pero mi cuñada me excitó y calentó en una forma que me resultaba estremecedora. Me conseguí olvidar de esas locas ideas, me parecía una idiotez divagar por algo que no había durado más de una hora. Sospeché que le seguía dando vueltas, debido a que ella apenas me había dejado participar y me había usado más que haberlo hecho juntos. Esa nueva idea me dejó más tranquilo pero me daba bronca en el fondo. Era mi orgullo de macho herido, que me hubiera usado como un consolador. Mi dulce venganza, a nivel casi inconciente, era tenerla de nuevo.
Pasaron varios meses desde esa vez y no hubo grandes novedades. Hace poco escribí el primer relato, posteriormente a lo sucedido aquí. Quizá me decidió a hacerlo, el hecho de la continuación de mi primer experiencia. Paula continuó como si nada, consiguió un trabajo y a los dos meses comenzó a salir con un chico de su edad. Con el tiempo me acostumbré a la idea de que no sucedería nada más. Seís o cinco meses más tarde de esa primera y única vez, la situación cambió. Me decía en ese momento a mi mismo, que teniendo novio, las posibilidades de un encuentro con mi cuñada se volvían más remotas. Gran sorpresa la mía, cuando se dio el efecto inverso. El novio parecía que no era tan de su agrado, en como la trataba o la atendía. Una mañana iba a pasar por nuestra casa, según me avisó mi mujer por sms, creyendo que yo ya me había ido. No sabía que arreglé todo como para ese día no tener que ir a trabajar, mentí, fingí sentirme mal, pedí médico que nunca vino. Mi cuñada en realidad no venía por nada especial, solo para hacer tiempo antes de ir a clase. Cuando sentí la llave en la puerta, abrí del todo la ducha y me metí de lleno a la bañera. Había estado desnudo toda la mañana, esperando para aparentar estar bañandome. Si a ella le chocaba la idea de cruzarnos a solas, se acentuaría ante una situación de intimidad, de verme desnudo. Había puesto música como para escuchar desde el baño, sumado al ruido de la ducha, dudé si Paula se había ido o quedado. Finalmente, cuando me terminé de «bañar», aproveché para bajarme la calentura con una ducha fría, escuché que estaba en la cocina. Bien, si no se había ido, es que no la intimidaba o hasta casi deseaba que nos vieramos. Cual de las dos opciones, eso era lo que tenía que descubrir. Me hice el que salía sin notar su presencia y tapandome la cabeza con la toalla, salí completamente en bolas, paseandome por el living como vine al mundo. No me me sobresalté al verla, como si su presencia fuera lo más natural del mundo. Ella apenas abrió un poco los ojos, viendome sin ropa, pero nada más.
-Tapate, que no estoy como para andar viendo hombres desnudos.-me dijo como reprimenda, pero en un marcado tono de broma.
Descubrí que me miraba detenidamente, para luego volver al te que se estaba preparando.
-Creí que después de lo que pasó entre nosotros, no estarías tímida conmigo.-le respondí, siguiendo el mismo tono.
Su expresión se volvió grave y pude notar que algo la molestaba.
-Si, bueno, es cierto. Pero no es por timidez.-
-¿No te gustó?-
-Si, me gustó, pero me siento bastante mal por eso, siendo vos mi cuñado y eso.-
-A mi eso no es lo que me molesta, si fue el que me usaras, estuviste por dejarme con las ganas. Creo que lo hiciste tan de improviso que no me dio tiempo a disfrutar nada. ¿Esa fue la idea?-
-No, no era por ser egoista, es que… me daba verguenza. Pensé que me odiarías o que me delatarías con Veronica. Es extraño… No me sentí taaan culpable como temí en un principio.-
Esa frase fue lo que me convenció a seguir avanzando.
-Me gustaría poder participar un poco más, hacerlo los dos, gozar los dos.-
Sin darle tiempo a nada, me le acerqué y la intenté besar. Ella me corrió la cara, explicando que se sentía peor si me besaba en la boca. Tenía la loca idea de que eso era menos traición a su hermana. La dejé estar y me fui a su cintura, donde levanté su remera. Vestía una ligera remera y una pollera algo corta, ya que hacía calor. La apoyé contra la mesada de la cocina y fui bajando a su entrepierna. Si no me dejaba besarla, había otros labios para paladear. Levanté un poco su pollera y corrí su tanga diminuta, para disfrutar de su pubis depilado. Ella, así como su hermana, se depilan con cera, pero Paula ya lo tenía algo crecido. Ignoré por completo los leves pinchazos que su vello me daba en la boca, me concentré en besar y lubricar despacio su vulva. Al principio, Paula estaba dura, como tensa. No hacía un ruido, ni un quejido, muda por completo. Seguí humedeciendo con la lengua. La recorrí por rios de saliva en todo su bajo vientre, besé la zona aledaña y los labios. Cuando me ocupé un poco del clitoris, lanzó un resoplido que me pareció era de placer. Emitió un par de «no», pero hice como que no oia. Su mente quizá se negaba, pero su lado físico deseaba seguir hasta el final. Metí el dedo índice y presioné fuerte, pero despacio hacia atrás. Sobre el costado del perineo, en dirección al ano. Ella soltó un gemido entrecortado y respiró más agitadamente. Había descubierto que mi cuñada era más «vaginal», estimular el clitoris no le significaba gran cosa, deseaba ser penetrada. Ya que tenemos una altura similar, siendo de mayor estatura que mi mujer, se me hizo fácil penetrarla de pie. Usando la mesada de apoyo y luego de asiento para ella, le fui introduciendo lentamente todo mi pedazo.
-Creo que esto te gusta más que con la lengua.-le dije mientras resoplaba en su cuello.
-La lengua me encantó, nunca me lo habían hecho.-
Como supe más tarde y ampliado, el «cara de bobo» de su novio sentía asco de chuparsela. ¿Que mierda les pasa a los hombres? ¿Soy un adicto al cunnilingus o es que los de mi género están cada vez más pajeros? El idiota no sabía lo que se perdía, esa conchita estrecha y rasurada, ese aroma tan excitante a humedad que me había vuelto loco desde nuestro primer encuentro. Desde que había armado ese plan tan maquiavélico, tenía como idea fija practicarle sexo oral. Me mordió en el hombro para no gritar tanto, me la saqué de encima, temiendo que dejara una marca dificil de explicar. Paula gemía y gemía, sin medida, resonando sus gritos por toda la casa. Temí que los vecinos oyeran y eso terminara delatandome ante mi mujer. Traté de taparle la boca y lo único que se me ocurrió fue amordazarla con mi propia boca. Paula primero quiso quitarme, pero entre su placer y comprender que eso silenciaría sus gemidos, no lo impidió. Con el sonido aplacado por mis labios, gimió más fuerte, sin contenerse. Nos besamos y al movernos labio contra labio, el sonido escapaba como un río por los costados. Gemía como si la estuvieran torturando, aunque se notaba que lo disfrutaba. Su cuerpo ondulaba, ya sentada sobre la mesada. Comenzaba a bañarse en transpiración, más por el goce que por el ejercicio. Sus jadeos de placer me hacían delirar. Me besó el pecho y sostuvo su cara contra mi cuello, para el mismo fin. Llegando al orgasmo, la sentí venir al aumentar los decibeles de sus jadeos sobre mi piel. Me apuré para terminar, no fuera cosa que otra vez tuviera que pedirle acabar, como la vez anterior. Me fui en un chorro de energía, estaba desbocado, le di con toda la fuerza que tenía, bombeé con furia casi. Ella sintió el liquido dentro, inundandola , todavía no había alcanzado el climax y se largó lloriquear en un ruego.
-No, no te vayas, no… por favor.-
Seguí, haciendolo como si fuera un ejercicio del gimnasio, segui sin fuerzas. Con el glande hipersensible. Le di con las fuerzas que ya no tenía, mientras mis piernas se quejaban del esfuerzo. La escuché gritar, con su boca estrechada contra mi, y al separarse lanzar un gemido de alivio. Respiró agitadamente, como si hubiera terminado recién de correr una maratón. Por unos segundos intentó decir algo, pero la agitación se lo impidió.
-Ah, creí que me lo ibas a cortar.-
Luego también me enteré, que esa era otra cuestión que le molestaba del novio. La había dejado con un orgasmo trunco, una vez al menos, según me contó luego. Al desacoplarnos, el piso recibió el excedente de flujos que goteaban de su entrepierna. Tomo un papel del rollo de cocina y se limpió. Parecía que había terminado recién su clase de gimnasia, se enderezó la tanga, compuso un poco su ropa y tiró el papel en la basura. Fui hasta el living, pensando en fumar un cigarrillo. Pero antes de agarrar el paquete, ella estaba juntando sus cosas y yendose. Quise frenarla, pero noté que tenía los ojos algo llorosos. Salió apenas musitando un «chau», sin darme tiempo a nada. Estaba desnudo, por lo que no podía seguirla, y yo a ella no le había sacado ni un prenda para cojerla. Su remera levantada, estaba ahora baja. Y su tanga corrida, tal vez acomodada o como yo la dejé. La cabeza me quedó dando vueltas, pensando en que la había forzado y se sentía mal por eso. Lo descarté enseguida, se notaba que ella lo consintió. No, era la culpa seguro, sentía culpa por engañar a su hermana por segunda vez, y ahora a su novio también. Temí que quizás fuera muy basura mi actitud de engatusarla y eso era lo que le hubiera dolido. La llamé al celular.
-Paula. ¿Porque te fuiste?-
-Por nada, mambos mios.-
-¿Estás llorando?-
-No, para nada.-
-¿Hice algo que te disgustó? ¿Te sentiste presionada para hacer esto?-
Una pausa que se me hizo eterna, pero luego respondió con calma.
-Es que yo sabía que me iba a pasar esto si se repetía. Me iba a sentir peor, más mierda de lo que ya me siento. Es mi hermana, y la estoy engañando por calentona.-
-No te pongas mal. No va a pasar nada más si no querés. Disculpame.-
-El problema es que ahora si quiero, tengo más ganas.-
Eso me cayó como un baldazo de agua fría. Le pedí que volviera, se negó, se excusó con que llegaba tarde a la facultad. Tenía tiempo, pero quería meditar todo aquello y estar sola. Acepté, debía darle espacio. Me dijo que no me preocupara, que mi mujer no lo sabría de su boca. Debo reconocer que era en parte lo que me preocupaba. Paula cumplió de nuevo, Vero nunca se enteró por ella. Aunque los primeros días temí que la culpa la llevara a una confesión. Temblé cuando mi mujer me vino a comentar algo que se había enterado sobre la hermana.
-¿Sabés que? Paulita lo largó al novio ese con el que andaba.-
Comenté apenas las pocas referencias que tenía, que sabía por otras vías más indirectas.
-Tengo miedo que mi hermana se quede sola para siempre, con ese caracter que tiene. Los tipos le escapan o se doblegan. Ya no quedan hombres de verdad.-
Acusé recibo de esa disimulada patada en broma, y ella la cerró con un «excepto vos, mi amor». El enterarme de la nueva soltería de mi cuñada me hizo sentir un nudo en el estomago y un temblor por todo el cuerpo.
Pasaron varios meses desde esa vez y no hubo grandes novedades. Hace poco escribí el primer relato, posteriormente a lo sucedido aquí. Quizá me decidió a hacerlo, el hecho de la continuación de mi primer experiencia. Paula continuó como si nada, consiguió un trabajo y a los dos meses comenzó a salir con un chico de su edad. Con el tiempo me acostumbré a la idea de que no sucedería nada más. Seís o cinco meses más tarde de esa primera y única vez, la situación cambió. Me decía en ese momento a mi mismo, que teniendo novio, las posibilidades de un encuentro con mi cuñada se volvían más remotas. Gran sorpresa la mía, cuando se dio el efecto inverso. El novio parecía que no era tan de su agrado, en como la trataba o la atendía. Una mañana iba a pasar por nuestra casa, según me avisó mi mujer por sms, creyendo que yo ya me había ido. No sabía que arreglé todo como para ese día no tener que ir a trabajar, mentí, fingí sentirme mal, pedí médico que nunca vino. Mi cuñada en realidad no venía por nada especial, solo para hacer tiempo antes de ir a clase. Cuando sentí la llave en la puerta, abrí del todo la ducha y me metí de lleno a la bañera. Había estado desnudo toda la mañana, esperando para aparentar estar bañandome. Si a ella le chocaba la idea de cruzarnos a solas, se acentuaría ante una situación de intimidad, de verme desnudo. Había puesto música como para escuchar desde el baño, sumado al ruido de la ducha, dudé si Paula se había ido o quedado. Finalmente, cuando me terminé de «bañar», aproveché para bajarme la calentura con una ducha fría, escuché que estaba en la cocina. Bien, si no se había ido, es que no la intimidaba o hasta casi deseaba que nos vieramos. Cual de las dos opciones, eso era lo que tenía que descubrir. Me hice el que salía sin notar su presencia y tapandome la cabeza con la toalla, salí completamente en bolas, paseandome por el living como vine al mundo. No me me sobresalté al verla, como si su presencia fuera lo más natural del mundo. Ella apenas abrió un poco los ojos, viendome sin ropa, pero nada más.
-Tapate, que no estoy como para andar viendo hombres desnudos.-me dijo como reprimenda, pero en un marcado tono de broma.
Descubrí que me miraba detenidamente, para luego volver al te que se estaba preparando.
-Creí que después de lo que pasó entre nosotros, no estarías tímida conmigo.-le respondí, siguiendo el mismo tono.
Su expresión se volvió grave y pude notar que algo la molestaba.
-Si, bueno, es cierto. Pero no es por timidez.-
-¿No te gustó?-
-Si, me gustó, pero me siento bastante mal por eso, siendo vos mi cuñado y eso.-
-A mi eso no es lo que me molesta, si fue el que me usaras, estuviste por dejarme con las ganas. Creo que lo hiciste tan de improviso que no me dio tiempo a disfrutar nada. ¿Esa fue la idea?-
-No, no era por ser egoista, es que… me daba verguenza. Pensé que me odiarías o que me delatarías con Veronica. Es extraño… No me sentí taaan culpable como temí en un principio.-
Esa frase fue lo que me convenció a seguir avanzando.
-Me gustaría poder participar un poco más, hacerlo los dos, gozar los dos.-
Sin darle tiempo a nada, me le acerqué y la intenté besar. Ella me corrió la cara, explicando que se sentía peor si me besaba en la boca. Tenía la loca idea de que eso era menos traición a su hermana. La dejé estar y me fui a su cintura, donde levanté su remera. Vestía una ligera remera y una pollera algo corta, ya que hacía calor. La apoyé contra la mesada de la cocina y fui bajando a su entrepierna. Si no me dejaba besarla, había otros labios para paladear. Levanté un poco su pollera y corrí su tanga diminuta, para disfrutar de su pubis depilado. Ella, así como su hermana, se depilan con cera, pero Paula ya lo tenía algo crecido. Ignoré por completo los leves pinchazos que su vello me daba en la boca, me concentré en besar y lubricar despacio su vulva. Al principio, Paula estaba dura, como tensa. No hacía un ruido, ni un quejido, muda por completo. Seguí humedeciendo con la lengua. La recorrí por rios de saliva en todo su bajo vientre, besé la zona aledaña y los labios. Cuando me ocupé un poco del clitoris, lanzó un resoplido que me pareció era de placer. Emitió un par de «no», pero hice como que no oia. Su mente quizá se negaba, pero su lado físico deseaba seguir hasta el final. Metí el dedo índice y presioné fuerte, pero despacio hacia atrás. Sobre el costado del perineo, en dirección al ano. Ella soltó un gemido entrecortado y respiró más agitadamente. Había descubierto que mi cuñada era más «vaginal», estimular el clitoris no le significaba gran cosa, deseaba ser penetrada. Ya que tenemos una altura similar, siendo de mayor estatura que mi mujer, se me hizo fácil penetrarla de pie. Usando la mesada de apoyo y luego de asiento para ella, le fui introduciendo lentamente todo mi pedazo.
-Creo que esto te gusta más que con la lengua.-le dije mientras resoplaba en su cuello.
-La lengua me encantó, nunca me lo habían hecho.-
Como supe más tarde y ampliado, el «cara de bobo» de su novio sentía asco de chuparsela. ¿Que mierda les pasa a los hombres? ¿Soy un adicto al cunnilingus o es que los de mi género están cada vez más pajeros? El idiota no sabía lo que se perdía, esa conchita estrecha y rasurada, ese aroma tan excitante a humedad que me había vuelto loco desde nuestro primer encuentro. Desde que había armado ese plan tan maquiavélico, tenía como idea fija practicarle sexo oral. Me mordió en el hombro para no gritar tanto, me la saqué de encima, temiendo que dejara una marca dificil de explicar. Paula gemía y gemía, sin medida, resonando sus gritos por toda la casa. Temí que los vecinos oyeran y eso terminara delatandome ante mi mujer. Traté de taparle la boca y lo único que se me ocurrió fue amordazarla con mi propia boca. Paula primero quiso quitarme, pero entre su placer y comprender que eso silenciaría sus gemidos, no lo impidió. Con el sonido aplacado por mis labios, gimió más fuerte, sin contenerse. Nos besamos y al movernos labio contra labio, el sonido escapaba como un río por los costados. Gemía como si la estuvieran torturando, aunque se notaba que lo disfrutaba. Su cuerpo ondulaba, ya sentada sobre la mesada. Comenzaba a bañarse en transpiración, más por el goce que por el ejercicio. Sus jadeos de placer me hacían delirar. Me besó el pecho y sostuvo su cara contra mi cuello, para el mismo fin. Llegando al orgasmo, la sentí venir al aumentar los decibeles de sus jadeos sobre mi piel. Me apuré para terminar, no fuera cosa que otra vez tuviera que pedirle acabar, como la vez anterior. Me fui en un chorro de energía, estaba desbocado, le di con toda la fuerza que tenía, bombeé con furia casi. Ella sintió el liquido dentro, inundandola , todavía no había alcanzado el climax y se largó lloriquear en un ruego.
-No, no te vayas, no… por favor.-
Seguí, haciendolo como si fuera un ejercicio del gimnasio, segui sin fuerzas. Con el glande hipersensible. Le di con las fuerzas que ya no tenía, mientras mis piernas se quejaban del esfuerzo. La escuché gritar, con su boca estrechada contra mi, y al separarse lanzar un gemido de alivio. Respiró agitadamente, como si hubiera terminado recién de correr una maratón. Por unos segundos intentó decir algo, pero la agitación se lo impidió.
-Ah, creí que me lo ibas a cortar.-
Luego también me enteré, que esa era otra cuestión que le molestaba del novio. La había dejado con un orgasmo trunco, una vez al menos, según me contó luego. Al desacoplarnos, el piso recibió el excedente de flujos que goteaban de su entrepierna. Tomo un papel del rollo de cocina y se limpió. Parecía que había terminado recién su clase de gimnasia, se enderezó la tanga, compuso un poco su ropa y tiró el papel en la basura. Fui hasta el living, pensando en fumar un cigarrillo. Pero antes de agarrar el paquete, ella estaba juntando sus cosas y yendose. Quise frenarla, pero noté que tenía los ojos algo llorosos. Salió apenas musitando un «chau», sin darme tiempo a nada. Estaba desnudo, por lo que no podía seguirla, y yo a ella no le había sacado ni un prenda para cojerla. Su remera levantada, estaba ahora baja. Y su tanga corrida, tal vez acomodada o como yo la dejé. La cabeza me quedó dando vueltas, pensando en que la había forzado y se sentía mal por eso. Lo descarté enseguida, se notaba que ella lo consintió. No, era la culpa seguro, sentía culpa por engañar a su hermana por segunda vez, y ahora a su novio también. Temí que quizás fuera muy basura mi actitud de engatusarla y eso era lo que le hubiera dolido. La llamé al celular.
-Paula. ¿Porque te fuiste?-
-Por nada, mambos mios.-
-¿Estás llorando?-
-No, para nada.-
-¿Hice algo que te disgustó? ¿Te sentiste presionada para hacer esto?-
Una pausa que se me hizo eterna, pero luego respondió con calma.
-Es que yo sabía que me iba a pasar esto si se repetía. Me iba a sentir peor, más mierda de lo que ya me siento. Es mi hermana, y la estoy engañando por calentona.-
-No te pongas mal. No va a pasar nada más si no querés. Disculpame.-
-El problema es que ahora si quiero, tengo más ganas.-
Eso me cayó como un baldazo de agua fría. Le pedí que volviera, se negó, se excusó con que llegaba tarde a la facultad. Tenía tiempo, pero quería meditar todo aquello y estar sola. Acepté, debía darle espacio. Me dijo que no me preocupara, que mi mujer no lo sabría de su boca. Debo reconocer que era en parte lo que me preocupaba. Paula cumplió de nuevo, Vero nunca se enteró por ella. Aunque los primeros días temí que la culpa la llevara a una confesión. Temblé cuando mi mujer me vino a comentar algo que se había enterado sobre la hermana.
-¿Sabés que? Paulita lo largó al novio ese con el que andaba.-
Comenté apenas las pocas referencias que tenía, que sabía por otras vías más indirectas.
-Tengo miedo que mi hermana se quede sola para siempre, con ese caracter que tiene. Los tipos le escapan o se doblegan. Ya no quedan hombres de verdad.-
Acusé recibo de esa disimulada patada en broma, y ella la cerró con un «excepto vos, mi amor». El enterarme de la nueva soltería de mi cuñada me hizo sentir un nudo en el estomago y un temblor por todo el cuerpo.
3 comentarios - Mi cuñada ....... 2