Esta es la historia de Lautaro, un chico que se muda solo a un departamento en el que va a vivir muchísimas experiencias nuevas, disfrutando del sexo con amigas, desconocidas y sus vecinas, sin saber que algunas mujeres ocultan secretos muy oscuros. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 5: Guerra de pasión
Carolina se levantó al día siguiente y me despertó de golpe diciéndome que tenía que volverse a su casa. Se cambió rápidamente, fue al baño y se despidió de Javier quien ya estaba despierto en el living-comedor. Cuando subí de abrirle la puerta del palier, mi amigo me esperaba sentado en el sillón con una sonrisa en el rostro. “¡Sos mi nuevo ídolo!” me dijo riendo y me senté al lado de él para contarle en primera persona lo que él había visto en tercera. Acordamos que eso iba a quedar entre nosotros dos y que no íbamos a decirle a nadie lo que había pasado. Franco y Lucas nos preguntaron luego en que quedó la noche y simplemente les dijimos que Carolina se terminó yendo minutos más tarde y que nosotros nos fuimos a dormir.
Esto también se debía a que para esa época había otra persona que empezaba a tomar protagonismo y que se hacía cada vez más importante. Ana Laura tuvo su oportunidad la noche de su cumpleaños a finales de Abril. Luego de una previa con bastante alcohol, fuimos a un boliche y terminamos besándonos contra una pared en frente de todos los demás. Franco, Lucas y Javier no podían creer lo que estaban viendo y Natalia y Elisa parecían presentar un conflicto de intereses entre si estaban felices por su amiga o enojadas por todo lo que había pasado. Lo cierto era que Ana me gustaba y yo estaba caliente, por lo que no iba a desperdiciar la oportunidad de poder estar con ella.
A pesar de eso, el encuentro no se dio en ese entonces y pasaron varias semanas hasta que tuvimos nuestro momento de intimidad. Esa noche Ana Laura se volvió con Natalia y la cosa quedó en mensajes calientes que se volvieron algo más sutiles al día siguiente. Empezamos a mandarnos mensajitos casi diariamente y parecía que lo que ella buscaba era algo más que simplemente sexo. De manera muy rebuscada, le dije que no me interesaba tener algo serio con ella en ese momento, aunque en realidad le dije que no estaba buscando algo serio con nadie en particular. Ana me dijo que ella tampoco quería algo serio, pero en el fondo yo sabía que su intención era diferente.
La última semana de Mayo, luego de que las dudas surgieran en el grupo si Javier y yo habíamos hecho un trío con Carolina o no, ella se puso súper celosa. Pero los celos no llevaron a un reproche innecesario como había sido la noche de la primera fiesta, sino todo lo contrario. Ana Laura empezó a escribirme con intenciones de saber si había pasado algo y terminó diciéndome que ella estaba segura que podía ser mucho más fogosa de lo que la chica del boliche había sido. “Pero te estoy diciendo que no pasó nada” le mentí yo recordando como Carolina había gemido pensando que mi amigo estaba dormido. “Bueno… Entonces quiero que vivas conmigo lo que no pudiste vivir con ella” me escribió mi ex compañera de la secundaria sentenciando todo.
Logramos vernos dos días más tarde de ello, cuando las cosas habían llegado al punto máximo de calentura. Me había enviado una foto de sus tetas y yo le había confesado que quería cogérmela y hacerle de todo, por lo que acordamos una visita clandestina de la cual no le íbamos a hablar a nadie. Bajé a abrirle a toda velocidad y me encontré con que Victoria, mi vecina, estaba en el palier junto a ella. “Me abrió tu vecina” me dijo sonriendo y las dos se subieron al ascensor al mismo tiempo. Victoria y yo cruzamos las miradas y ella no pudo evitar una sonrisa pícara que me llevó a pensar lo que debía estar pasando por su cabeza: “¡Sos increíble!”.
Nos bajamos del ascensor y luego de despedirnos de nuestra vecina, entramos al departamento y ni bien cerré la puerta, Ana Laura se abalanzó sobre mí. Empezamos a besarnos en medio del living-comedor y la cosa se puso tan caliente en cuestión de segundos, que ella se sacó la remera y comenzó a tocarme por encima del pantalón. Intenté trasladar la acción hacia la pieza, pero parecía que ella no quería perder el tiempo y se arrodilló en frente mío para abrirme el cierre de manera brusca y acelerada. Antes de que pudiera darme cuenta, Ana tenía mi pija bien dura en sus manos y me pajeaba a toda velocidad.
- ¡Uff sí putita! ¡Chupame bien la pija!- Le dije parándome con las piernas sutilmente abiertas y dejando que ella tomara el control de la situación.
Dejó caer un hilito de baba sobre mi verga y lo esparció por todos lados con sus dedos. Al mismo tiempo, su lengua dibujaba pequeños círculos sobre mi cabecita, la cual estaba bien roja de lo dura que la tenía. Apoyó sus labios sobre la punta de mi pija y poco a poco empezó a chupármela de una manera increíble. Movía su boca hacia adelante y hacia atrás lentamente, saboreando mi verga por completo y provocándome unas cosquillas deliciosas que me recorrían todo el cuerpo. Con una de sus manos me seguía pajeando despacito y con la otra acariciaba mi cuerpo, en especial mi pancita y mi pecho. Yo disfrutaba al máximo de ese regalo precioso que estaba recibiendo de su parte.
Ana no dejó que las cosas se enfriaran ni un segundo y luego de ese excelente pete, se sacó rápidamente la ropa y me llevó al sillón para seguir besándome y manoseándome de una manera excelente. Me senté en el mismo y ella se posó sobre mí, para pegar sus tetas a mi pecho y morderme los labios de una forma algo sarpada. Mis manos fueron directo a su cola y le pegué un buen chirlo que la hizo pegar un saltito y un gritito bien agudo. “¡Como me ponés la pija al palo, pendeja!” le dije y ella sonrió y volvió a morderme los labios. Se fue moviendo encima de mi cuerpo rozando su conchita contra mi pija totalmente dura hasta que esta se acomodó adentro de su cuerpo.
Empezó a moverse lentamente, sintiendo toda mi dureza en su humedad. Nuestros labios se encontraban constantemente en besos apasionados y su lengua se volvía loca sobre mi cuello y mis hombros. Con mis manos me aferraba a su cola y la ayudaba con sus movimientos, los cuales eran cada vez más acelerados. Ana Laura pasó de deslizarse encima de mi cintura a moverse de una manera acelerada y descontrolada, haciéndome sentir un placer hermoso. Sus gemidos salían de su boca en frente de mi cara y su expresión de placer me fascinaba. Después de mucho tiempo, de muchísimas idas y vueltas, nos encontrábamos desnudos, envueltos en un abrazo de lujuria.
Macarena tampoco se quedó atrás. Sin saber que yo había vuelto a verme con mi ex, me habló para coordinar un encuentro ese fin de semana. Aprovechando que a mitad de mes Juan Pablo cumplía 26 años, acordamos una salida junto a Facundo, Luciano, Estefanía y Lucía. Cristian, el novio de esta última también se sumó al plan. Nos encontramos en un bar para comer algo y tomar unas cervezas y después terminamos en un boliche con la idea de bailar y seguir el festejo. Allí, Maca se tiró encima de mí y me empezó a besar alevosamente frente a todos nuestros amigos. Hacía tan solo una semana que no nos veíamos para tener sexo, sin embargo los dos cargábamos una calentura inmensa. Ella porque llevaba 7 días sin hacerlo y yo porque el día anterior me había juntado con Ana Laura y habíamos disfrutado de una sesión bien caliente que duró más de una hora e involucró un primer encuentro en la cama y un segundo en la ducha.
A eso de las cinco de la mañana, varios de los chicos empezaron a irse del boliche y nosotros aprovechamos para desaparecer y largarnos a mi departamento. Llegamos y rápidamente entramos a la habitación para tirarnos sobre la cama y seguir con los besos bien calientes. Macarena se acostó y yo me coloqué encima de ella, aprovechando mi posición para pasar mis manos por todo su cuerpo y besarla con ganas. La ropa poco a poco fue desapareciendo y mis labios se trasladaron a su pecho, en donde besé sus tetitas pequeñas y hermosas, poniendo sus pezones bien duros. Seguí bajando con mis besos y ella abrió sus piernas para darme lugar.
Pasé mi lengua por encima de su conchita y ella se estremeció arqueando la espalda. Abrí sus labios con los dedos de mi mano y volví a meter mi lengua, para empezar a moverla en forma de círculos sobre su cuerpo. Me dejé llevar por la calentura del momento y comencé a lamer todo su cuerpo, dándole placer con mi boca y disfrutando de cómo se iba mojando más y más. Ella no dijo nada, casi no emitió sonido alguno, pero yo sabía que le encantaba la manera en la que se la estaba chupando. Su cintura se elevaba y caía sobre el colchón una y otra vez, dando golpes en el momento exacto en el que mi lengua llegaba a su clítoris y hacía presión sobre este.
Pero en esa oportunidad Macarena demostró una faceta de ella que no conocía hasta ese entonces. La chica sumisa y callada que solía ser cuando cogíamos, desapareció esa noche y con voz bien firme y clara me ordenó que me acostara sobre la cama así podía devolverme el favor. Con una sonrisa en la cara, obedecí a sus órdenes y me acosté con las piernas abiertas para que ella se recostara en el espacio que había quedado libre y se inclinara hacia adelante con mi pija entre sus manos. Pasó su lengua una y otra vez de abajo hacia arriba abarcando toda mi verga y humedeciéndola con cada pasada. Apoyó su otra mano en una de mis piernas y empezó a masajeármela mientras que con la otra me pajeaba lento y despacio.
Después de un pete delicioso que me dejó la pija bien babosa y dura, se sentó encima de mí y me empezó a cabalgar con todas sus ganas. Silenciosa y dejando escapar pequeños suspiros que apenas podía escuchar, comenzó a moverse como loca, clavándose toda mi verga en su conchita. Yo aproveché para llevar mis manos a su cintura y lentamente las fui subiendo por su cuerpo hasta llegar a sus tetas, las cuales apreté con fuerza. Ella me miraba fijo a los ojos y sus expresiones de placer me volvían loco. Yo me sentía sumamente afortunado de que hacía tan solo un día estaba teniendo sexo con Ana Laura y ahora me encontraba en la cama con Macarena.
Los días pasaron a convertirse en verdaderas aventuras. Me levantaba todas las mañanas con un mensaje de mi ex compañera de la secundaria y otro de mi ex compañera de la facultad. Ninguna de las dos sabía que yo estaba teniendo algo con la otra y esa situación morbosa me encantaba. A pesar de ello, era como si ambas se esforzaban por demostrar que eran la más caliente y la más fogosa de las dos. Ana Laura usaba la espontaneidad y la fogosidad a su favor, mandándome mensajes calientes, diciéndome las cosas que me quería hacer y volviéndose una puta tremenda en cada encuentro. Macarena, por su parte, solía ser más romántica y teatral a la hora de las conversaciones o charlas calientes, pero me dejaba al palo con su boca y sus deliciosos petes.
Una mañana, en medio de una clase en la que estaba como ayudante de cátedra, me empezaron a llegar mensajes fogosos de parte de Ana. Habíamos acordado vernos esa tarde luego de que yo saliera del trabajo y a mi ex le pareció una buena idea calentarme con horas de anticipación. Lo primero que hizo fue decirme un “Hola” que parecía desinteresado, pero enseguida me dejó en claro cuál era su intención. “Qué te parece mejor que me ponga esta noche?” me escribió después y me mandó dos fotos, una en la que tenía una tanga negra que se le metía en los cachetes de la cola y otra en la que lucía un culote rojo que le quedaba precioso. A esas fotos le siguieron varios mensajes bien calientes en los que me adelantaba parte de las cosas que los dos íbamos a hacer esa misma noche.
No pude controlar una erección, la cual oculté quedándome sentado en el escritorio mientras que el profesor continuaba con la clase. De golpe, Daniela, la chica colorada con la que había interactuado varias veces y a la que le había dado mi celular, me llamó con la mano para preguntarme algo de lo que se estaba hablando. Me paré sin pensarlo y me acerqué a ella con el celular en la mano y tratando de caminar lo más disimuladamente posible. A pesar de ello, mi erección era demasiado obvia y Daniela se dio cuenta de ella, mirándome el bulto sin disimulo y sonriendo una vez que me paré al lado suyo.
Tras hacerme la pregunta que tenía, me hizo notar que no había bloqueado el celular, el cual reflejaba una foto de Ana Laura semidesnuda luciendo un tercer conjuntito sexy que le quedaba mejor que los otros dos. “Perdón” le dije yo y bloqué la pantalla rápidamente sin darme cuenta que ella seguía mirando el bulto que tenía en el pantalón. Aproveché una silla vacía para sentarme nuevamente y seguir escuchando la clase desde ese lugar. “No sabía que estabas de novio” me dijo Daniela sonriendo y señalando mi celular con los ojos. “No lo estoy” le respondí yo y rápidamente le aclaré que era una chica con la que me estaba viendo pero que no era nada serio.
- Mejor.- Dijo ella y giró la cabeza para volver a mirar al profesor.
- ¡Me pusiste la pija al palo, hija de puta!- Le dije a Ana esa misma tarde mientras me la cogía en cuatro con todas mis ganas.
Ni bien llegó a mi departamento, fuimos a la cama y entre besos y caricias nos fuimos desnudando. Ella se deleitó con la chupada de concha que le regalé y se esmeró en superar a Macarena con sus labios, a pesar de que no la chupaba tan bien como su competencia. Sin embargo la calentura con la que cargaba era tal gracias a esas fotos, que no tardé en pedirle que se pusiera en cuatro para poder cogerla con todas mis ganas. Mi pija bien dura entró en su cuerpo y empecé a moverme a toda velocidad para hacerle sentir mi dureza. “¡Ay sí! ¡Cogeme!” me pedía ella gritando como loca y yo accedía a su pedido.
Mi mano caía sobre su cola a una velocidad máxima, dándole golpes en sus cachetes y dejándoselos cada vez más rojos. Ana gritaba desesperada con cada golpe que daba y se movía aceleradamente hacia adelante y hacia atrás. En uno de los chirlos dejé apoyada mi mano en su cola y fui trasladando uno de mis dedos hasta posarlo encima de su culito. Sin que me dijera nada, me la seguí cogiendo ferozmente mientras que iba masajeando su agujerito algo que parecía encantarle a mi amante. Entonces decidí dejar caer un hilito de baba sobre este y usarlo como lubricante para que mi dedo entrara en su cuerpo.
La respuesta de Ana Laura fue acrecentar sus gemidos y comenzar a gritar como loca. “¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡No pares!” me decía mientras que mi verga entraba y salía de su conchita y mi dedo de su culo. El morbo se apoderó de mí y una vez que lo tuvo bien abierto, apoyé mi pija en su culito y empecé a metérsela hasta que la tuviera todo adentro. “¡Mmm sí! ¡Cogeme la colita!” me dijo ella con un tono de trolita hermosa que me voló la cabeza. Comencé con movimientos lentos para poder adaptarme a esa nueva sensación, pero estaba tan caliente que no pude aguantarme las ganas de ponerla a gritar.
- ¡Ay sí! ¡Ay sí! ¡Cogeme! ¡AY SÍ!
Sus gritos de placer resonaban en toda la habitación a medida que mi durísima verga entraba y salía de su culito a toda velocidad. Me movía descontroladamente y me la cogía como loco, agarrándola de la cintura con mis dos manos y disfrutando de esa nueva sensación que nunca antes había vivido con ella. Me encantaba la forma en la que Ana Laura me demostraba lo mucho que gozaba de ello, gritando cada vez más, moviéndose de manera eléctrica y aferrándose a las sábanas como garras. El placer se apoderaba de mí y me volvía loco, haciéndome sentir un calor que recorría todo mi cuerpo. Su culito se abría más y más a medida que mi pija entraba en él, cada vez de forma más violenta, cada vez de forma más sarpada.
- ¡Uy si puta! ¡Cómo te gusta mi poronga!
La saqué en el momento exacto para acabar encima de sus cachetes y llenárselos de leche que había acumulado durante todo el día. Ana Laura se acostó rendida en la cama, jadeando como nunca y con una sonrisa de placer absoluto en el rostro. Yo me acosté al lado de ella, regocijándome en el orgasmo delicioso que acababa de tener y pensando en cómo la cosa se había puesto can caliente que mi ex me había entregado la cola. Nos miramos por un segundo y pude ver en sus ojos un brillo que me hizo darme cuenta de que Ana estaba convencida de que lo nuestro era algo más que sexo casual. Lo que ella no sabía, era que en ese mismo momento me estaba llegando un mensaje de Macarena para preguntarme si al día siguiente tenía tiempo para vernos.
Nos bañamos (solo con besos y caricias) y luego nos cambiamos para despedirnos con un beso más bien romántico que otra cosa. Abrí la puerta del departamento para bajar abrirle y el ascensor llegó segundos más tarde, con Victoria adentro de este. Ella me miró y luego miró a Ana Laura, para volver a dirigir su mirada a la mía y darme una sonrisa algo pícara. “Debe pensar que soy alto gato” pensé yo mientras trataba de disimular mi sonrisa y subía al ascensor sin darme cuenta que Victoria se quedaba parada del otro lado observándome.
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1 comentarios - Departamento de soltero. Capítulo 5
uff si me habre levantado asi, y salir corriendo casi sin saludar porque tenia que volver a mi casa! jeje