Hace unos días, os conté como le fui infiel a mi novio con el jardinero. Algunos me habéis recomendado que hablara con mi chico y otros que no lo haga. Pues finalmente, me decidí a hablar con él. La sensación de culpa no me dejaba dormir, así que el otro día, después del almuerzo, me armé de valor y se lo conté.
- Amor, tengo que hablar contigo. Tengo que contarte algo que no me deja dormir. No sé muy bien cómo pasó, pero hace unos días, Alberto y yo...
- ¡¿El jardinero?! ¿Te has follado al jardinero?
Mi novio, que casualmente se llama como el jardinero, entró en cólera. Se levantó de la mesa dando un golpe, insultándome. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Mis lágrimas de culpa no sirvieron para mitigar su justificado enfado. Él me gritaba y me reprochaba mis actos. En el fondo sabía que tenía razón, mi novio siempre está trabajando duro en el banco, y voy yo y me follo a nuestro jardinero. Alberto se fue dando un portazo y yo me quedé sola en el salón, llorando. Me fui a la habitación, a seguir derramando lágrimas sobre la almohada toda la tarde. No me cogía el teléfono, ni contestaba mis WhatsApp. No supe nada de él en una semana, que fue la más larga de mi vida. Llorando por las esquinas, imaginándome lo peor, pasaban las horas y los días. Estuve esa semana casi sin dormir, apenas comía, no sabía qué hacer ni dónde buscarlo. En el banco me dijeron que se había cogido unos días de vacaciones. La noche que hacía la semana, escuché las llaves en la puerta y salí corriendo de mi habitación. Allí estaba él, parado en la puerta mirándome seriamente. Yo no pude contener mis lágrimas y empecé a llorar ahí mismo. Extendió su brazo para secarme las lágrimas, me dio un abrazo y me dijo:
- Tenemos que hablar. Ven, vamos a sentarnos y, por favor, no me interrumpas.
Yo pensaba que me echaría en cara lo que hice y me abandonaría. Pero, nada más lejos de la realidad.
- Cariño, siento haber estado ausente esta semana. Necesitaba pensar. Sé que me quieres y no podía entender lo que hiciste. Me he llevado todos estos días pensando y hablando con gente que ha pasado por lo mismo. En cierto modo, me dolió la mentira más que los hechos. Entiendo lo que hiciste y, aunque te pueda sonar extraño, me parece bien. He llegado a la conclusión de que tienes tus necesidades y solo es sexo. Todos tenemos deseos y fantasías. Yo te quiero, no soy nadie para impedir que cumplas esos deseos. No pasa nada, puedo estar abierto a llevar una relación así.
Yo estaba ahí sentada, escuchando, intentando asimilar lo que me estaba comentando. No me podía creer lo que me estaba diciendo. No sabía si sería una especie de prueba que me estaba poniendo. Su cara, era de sinceridad. Me cogió las manos, mirándome. Seguí escuchando con atención todo lo que tenía que decirme.
- Cariño, esto es importante, quiero que me cuentes con todo lujo de detalles lo que hicisteis. No te olvides de nada.
Yo no salí de mi asombro. Solo fue un desliz de aquel día, y él me estaba proponiendo tener una relación abierta. No sé si era eso lo que yo quería pero, después de unos segundos asimilándolo, así lo hice. Se lo conté absolutamente todo, incluso contesté a sus preguntas por los detalles más concretos. Fue algo muy extraño, contarle a mi novio cómo me follé al jardinero, cómo se la chupaba y me la metía, pero así lo hice. Lo que ocurrió posteriormente marcó un antes y un después en nuestra relación. Pude darme cuenta, por no poder mirarlo a la cara, que se había empalmado escuchando mi confesión. Él me lo confirmó, diciéndome que se había puesto caliente imaginándose como lo hacíamos. Acto seguido, se la sacó para masturbarse mientras yo le seguía contando mi infidelidad. Me parecía todo muy surrealista, pero no me atrevía a decir nada al respecto. Así que me limité a hablar y, cuando terminé de contárselo absolutamente todo, hicimos el amor como nunca. También yo me había puesto caliente recordando aquel día.
Cuando terminamos de follar, me dijo algo que me conmocionó.
- Quiero verte follar con otros hombres. Quiero verte con el jardinero.
- ¿Qué dices? ¿De qué hablas? ¿Estás seguro de lo que dices?
Sé que hay parejas que hacen estas cosas, pero no me esperaba su proposición. Nunca me había planteado tener una relación abierta. Parecía que él tenía las ideas muy clara y yo, sentía curiosidad. Estuvimos hablando de esto toda la noche para, finalmente, acceder a su petición.
Al día siguiente, mi chico, llamó al jardinero, con la excusa de arreglar el jardín. Yo tendría que hablar con él para contarle lo que había pasado y lo que podría pasar si el aceptase.
Mi jardinero llegó temprano, como siempre. Esperé a que terminara su faena, y me acerqué a llevarle un refresco para proponerle el plan. Él se negaba en rotundo, decía que estaba loca, que no podía ser cierto. Nos sentamos en la tumbona para hablar más relajados, e intentar convencerle. Después de una charla y muchas explicaciones, accedió a follarme delante de mi novio. Acordamos hacerlo al día siguiente, al ser viernes, podríamos estar más tranquilos por la noche, después de unas copas.
Le dije a mi novio, cuando llegó, todo lo que hablamos y que había dicho que sí. A él le pareció todo bien. De hecho, le hizo gracia cuando le conté lo nervioso que se puso con la propuesta.
- ¿Estás seguro de lo que vamos a hacer? Puedo llamar a Alberto y decirle que no.
- No amor. Quiero hacerlo. De hecho, estoy deseando verte en acción. No te preocupes, porque todo estará bien. Ya te dije que lo estuve pensando y, me excita muchísimo la idea.
Me contestó él, acercándose a besarme. Parecía estar muy seguro, y a mí me parecía muy excitante la idea. Pero, me preguntaba cómo se lo tomarían ellos cuando llegase el momento. ¿Dará el jardinero la talla? ¿Reaccionará mi novio con un golpe de celos? ¿Disfrutaría yo? Todas esas preguntas bombardeaban mi cabeza mientras nos fundíamos en ese beso tan apasionado.
Esa noche, hicimos el amor salvajemente. Él me follaba muy fuerte y me pedía que fuese su puta. Nunca me había hablado así, pero, me estaba gustando. Yo le pedía que me insultara más, y me follara más fuerte. Le excitaba tanto como me lo hacía, que se corrió enseguida. Tras hacerlo, nos quedamos hablando largo tiempo. Nos confesamos gustos y deseos que estábamos descubriendo, y que desconocíamos uno del otro. Es muy importante que las parejas hablen de sus fantasías, yo lo estaba descubriendo ahora.
Llegó el momento. Me había preparado para la ocasión rasurándome por completo, con mi lencería más sexi y un vestido corto muy provocador. Llevaba todo el día tan nerviosa, que parecía que el tiempo se había parado. Mi chico, de lo más tranquilo, estaba en la cocina cogiendo una botella de vino, cuando sonó el timbre. Yo estaba ultimando algún retoque de maquillaje cuando escuché abrirse la puerta. Por un momento quedé paralizada frente al espejo intentando oír algo, alguna señal para saber que todo iba bien. Mi lápiz de ojos temblaba, en mi mano, a unos milímetros de la línea perfilada. Mi habitación empezó a crecer, mientras yo tenía la sensación de hacerme cada vez más pequeña. Hasta que por fin, los escuché. Todo volvió a la normalidad, pero no por mucho tiempo.
- Buenas noches, pasa. Me has cogido con el vino en la mano. Ponte cómodo que te pongo una copa.
Los escuchaba hablar en el salón, todo iba bien pero, creo que nunca he estado tan nerviosa como esa noche. Sabía lo que iba a pasar pero hasta ese momento, no me había dado cuenta de la realidad de la situación. No me atrevía a salir.
- Cariño, Alberto está aquí. Estás muy guapa. Esta noche será inolvidable.
Me dijo desde la puerta de la habitación, con una sonrisa pícara. Había venido a buscarme. Salí con él hacía el salón y saludé a nuestro jardinero, que, en ese momento, para nada parecía un jardinero. Estaba muy guapo, con un pantalón vaquero apretado y una camisa medio abierta, mostrando sus pectorales recién depilados. Nos saludamos con dos besos y nos sentamos en el sofá a charlar. Hablamos de trabajo sobre todo, como en cualquier reunión de amigos, nos contábamos anécdotas vividas. Nos fuimos conociendo un poco más e intentamos romper la tensión, que mi novio no sentía. No parecía normal lo cómodo que él aparentaba estar. Mi jardinero parecía estar pasándoselo bien, pero se le notaba nervioso y algo tenso.
Yo estaba sentada con mi pareja y nuestro invitado estaba en el sillón de al lado cuando, salió el tema que me haría sentir más nerviosa, si es que eso era posible.
- Ya me ha dicho ella lo que disfrutó el otro día contigo. ¿Qué te preció a ti?
Como ya os ha había dicho, él es muy tímido. En toda la conversación sus respuestas eran cortas y se le veía muy cortado. El vino había hecho su efecto, pero no hace milagros. Cuando escuchó esa pregunta, enmudeció. Su voz se volvió temblona y sus nervios se hicieron evidentes. La pregunta casi hace que se atragante.
- Tranquilo, que no pasa nada. Es evidente que ella está muy buena, tú no eres de piedra y yo, tengo una mentalidad muy abierta. Me gusta que ella disfrute y, me encantaría verla disfrutar contigo. Ven siéntate aquí, a su lado. No te cortes porque esté yo aquí, la que manda es ella. Ella es la protagonista.
Él, tímidamente, se levantó para acercarse a nosotros. Ahora estábamos los tres en el mismo sofá y yo tenía la posición central. Mi novio me puso una mano en la espalda y otra en la pierna para, seguidamente besarme apasionadamente. Cuando terminó, me invitó, con un gesto de cabeza, a hacer lo mismo con nuestro invitado. Y así lo hice. Puse mi mano en su cara, para acariciarlo y que no fuese tan frío. Lentamente, nuestros rostros se fueron acercando hasta que por fin nuestras lenguas se entrelazaban deseosas. Nuestro tímido amigo besaba muy rico, aun estando tan nervioso.
Nuestras lenguas jugaban entrando y saliendo de nuestras bocas. Notaba como segregaba más saliva que de costumbre y, no eran los únicos fluidos que abundaban. Estaba muy excitada sabiendo que mi novio estaba a mi lado viendo como nos enrollábamos, notaba su mano acariciando mi espalda. No podía imaginar qué estaría pensando él en ese momento. En mi pierna derecha tenía la mano del jardinero, acariciándome. Notaba como le sudaban las manos, imagino que por lo nervioso que estaba el pobre. En mi izquierda, la de mi chico haciendo lo mismo, sospecho yo que, para recordarme que él estaba ahí. Cómo pasar su presencia por alto.
En ese momento la situación empezó a ponerse más caliente, y yo también. Mi chico pasó su mano por mi espalda para, suavemente, dejar caer los tirantes de mi vestido. De esta forma, mientras yo me besaba con el invitado, mi chico nos daba permiso tomando la iniciativa de desnudarme. Cuando dejó caer mi vestido hasta mi cintura, se acomodó en su sitio para disfrutar del espectáculo. Yo me giré para ver por qué se retiraba.
- No os cortéis. Yo disfrutaré viéndoos desde aquí. Disfrutad vosotros también.
Me sonreía mientras me soltaba esa frase. Así que yo, no le llevaría la contraria. Volví a centrar mi atención en los cálidos labios de mi amante, que parecía estupefacto. Ahora pienso que si no fuese por el vino, quizás se abría marchado. Así que tengo que agradecérselo a ese reserva.
Me besaba apasionadamente. Sentía su respiración y su mano húmeda en mi pierna. Disimuladamente, fue deslizando su mano bajo mi vestido, mientras comenzaba a besarme el cuello provocando que se me erizara la piel. Yo busqué su entrepierna con mi mano. La última vez, yo dominaba la situación. Ahora, era un escenario diferente, nos dejábamos llevar, mientras éramos observados. Noté la dureza de su miembro, erecto bajo sus pantalones. Puse mis manos en su pecho para abrirle la camisa. Notaba su torso depilado y firme, mientras iba desabrochando, uno a uno, cada botón. Le abrí la camisa para besar su piel y lamer sus pezones mientras descendía. Me arrodillé delante de él, acariciando sus piernas, y le desabroché el pantalón. Él se los bajó mientras yo observaba la sonrisa pícara de mi novio. Mientras lo miraba, agarré el miembro para acariciarlo. Me incliné para lamer sus rasurados genitales y comencé a masturbarlo. Mi cornudo novio se tocaba la entrepierna por encima del pantalón. Sin dejar de mirarlo, abrí mi boca y comencé a lamer suavemente. Me fui introduciendo ese enorme pene mientras, mi complaciente novio, me miraba. Parecía que los dos estaban disfrutando gracias a mí. Eso me empoderaba como mujer y, me excitaba aún más. Mis miedos y nervios habían desaparecido.
Notaba como mis glándulas salivales segregaban más saliva, con esa polla en mi boca. El exceso de saliva recorría su miembro dejándola húmeda y brillante. Mis labios rodeaban su miembro y, con mi lengua, lamía cada milímetro. Lo hacía lentamente, intentando descifrar los pensamientos de mis dos hombres. Sus caras me decían que disfrutaban, uno por sentir lo que hacía, y el otro por ver como lo hacía. Mientras succionaba, introduciéndomela hasta la garganta, acariciaba sus huevos con una mano y, mi diestra la llevé a la pierna de mi novio. El me agarró la mano, haciéndome sentir que estaba ahí. Mi excitación aumento aún más. Notaba como el glande me tocaba la campanilla provocándome alguna arcada, pero eso no me frenaría.
- Lo hace bien eh. Le decía mi novio a nuestro corneador, al escuchar sus gemidos.
Diría más comentarios así, a lo largo de la noche. No pude evitar reírme con ese comentario halagador. Disfrutaba viendo como hacía gozar a otro hombre. La escena era de película, yo haciéndole una mamada a un hombre mientras le daba la mano a mi chico.
Me puse de pie, para terminar de quitarme el vestido y desnudarme por completo. El hizo lo mismo, y se desnudó por completo. Aproveché que se quedó el hueco libre en el sofá y me tumbé a lo largo, recostando mi cabeza en las piernas de mi novio. Nuestro nuevo amigo, se arrodilló para meter su cara entre mis piernas. Ya estaba húmeda pero él se encargaría de hacerme chorrear con su lengua y su saliva. Mi chico, me acariciaba la cara y el pelo, mientras me escuchaba gemir. Él miraba como un tercero, me comía el coño en nuestro sofá. El jardinero me metía los dedos y pasaba su lengua por mi húmeda vagina, estimulándome el clítoris. Podía escuchar el sonido acuoso y, seguro que mi chico también. Las piernas me temblaban mientras agarraba con fuerza la mano de mi novio.
- ¡Fóllatela!
Miré a mi chico sonriendo y seguidamente miré a nuestro invitado para invitarlo a que lo hiciera. Él se puso de pie y se puso entre mis piernas. Se agarró el pene por su base para golpearme un par de veces en mi coño. Lo pasó para humedecérselo y puso el glande justo en la entrada de mi vagina. Con un suave movimiento de cadera, mientras me miraba y yo miraba a mi chico a los ojos, fue metiéndose dentro de mí. Tenía agarrada una de mis piernas con su fornido brazo y con el otro se apoyaba en el sofá para no caerse encima. De rodillas con una pierna en el sofá y apoyada con la otra en el suelo, fue haciéndome gemir mientras me follaba. Caderazo tras caderazo, entraba y salía dentro de mí sin que mi querido cornudo perdiese un detalle. Aproveché para lamer y succionar el dedo de mi novio, en una de las ocasiones en las que me acariciaba cerca de mis labios.
Tras unos minutos así, sacó su enorme polla para que yo me diese la vuelta. Me llevé una sorpresa cuando me percaté, al ponerme de perrito, que mi chico tenía su miembro fuera mientras el otro me follaba. Se estaba frotando su polla mientras nos veía follar. Le sonreí y me acomodé dejándome accesible por detrás. El protagonista de esa noche me agarró por mis nalgas y sin previo aviso, me la metió fuertemente. Yo gritaba de placer mientras agarraba fuertemente las piernas de mi pareja. Se escuchaban las colisiones al chocar con mis nalgas en cada empuje que me metía. Y, mientras el me follaba de esa forma, yo veía como mi novio se masturbaba. Podría habérsela chupado en ese momento, pero preferí no hacerle partícipe activo de la noche. Solo tendría sexo con nuestro invitado. Estaba a punto de correrme, la situación era de lo más excitante. Los azotes que me metía mientras magreaba mis nalgas eran de lo más placentero. Llevé mi mano, por debajo de mi abdomen hasta mi coño, para estimular mi clítoris mientras él me follaba. Eso me hizo alcanzar el clímax en unos segundos. Nunca había disfrutado tanto del sexo. Me encanta hacerlo con mi chico, pero esa situación era lo que aumentaba mi excitación y me hacía gozar como nunca.
- Voy a correrme. Dijo el follador.
Miré a mi novio, que seguía pajeándose, y le pregunté dónde quería que él terminase.
- Córrete en su cara Alberto, yo voy a hacer lo mismo.
Me arrodillé rápidamente delante de ellos. Acariciando sus piernas y glúteos, tenía esas dos pollas a punto de explotar, apuntando a mi cara. Estaba ansiosa de que pasara, porque en cierta forma, yo había sido la protagonista de tanto placer. Ellos me miraban, gimiendo. Mi chico la tenía un poco más pequeña y, fue el primero en correrse. Su cálido semen impactó en mi cara, llenándome la frente y el pelo. Casi de seguido, el chorro de nuestro jardinero, recorría mi cara. Se habían corrido llenándome por completo, cara y tetas. Entre los dos, me pusieron perdida.
Mi novio nos preguntó si nos había gustado. Mientras me incorporaba, asentía con la cabeza. No encontraba las palabras, así que le dije que me daba una ducha y volvía enseguida. Mi chico se guardó su polla y nuestro nuevo amigo se vistió. Se quedaron charlando mientras yo me aseaba, ignoro qué pasó en esa conversación. Cuando regresé ellos estaban tan normales, como si no hubiese pasado nada. Yo besé a mi hombre y le di un beso en la mejilla al tercero. La noche continuó muy amena y la terminamos entre risas. Todos disfrutamos al máximo y, nuestro jardinero, se soltó bastante.
Pasaríamos una hora y algo hablando, hasta que nos quedamos los dos solos. El jardinero no se iba a quedar a dormir, así que nos fuimos a la habitación sin recoger nada. Cuando nos metimos en la cama, Alberto me preguntó qué me había parecido. Hablando de lo ocurrido, empecé a ponerme caliente de nuevo, y él también. Le pasé la mano por sus genitales y noté que se estaba empalmando.
- ¿Te apetece? Le pregunté, con la esperanza de volver a tener sexo.
- Lo estoy deseando. ¿Me la chupas, como se la chupabas a él antes?
Le sonreí, y retiré de un golpe la sábana que nos cubría. Lo desnudé de cintura hacia abajo y me puse entre sus piernas para besar su glande. Terminó de empalmarse instantáneamente. Con mi lengua, lo lamía babeando su miembro. Su polla aún sabia a semen y mi saliva chorreaba por su pene erecto. Me incorporé y me puse a horcajadas, sobre él, dándole la espalda. Me la introduje dentro de mí y empecé a moverme como si estuviese cabalgando. Mi chico me azotaba fuerte en mis nalgas. Mientras yo gritaba su nombre, aunque en realidad pensaba en nuestro amigo, el gemía de placer y me decía cosas.
- Que guarra eres y que bien te mueves. Me encanta que seas una putita conmigo.
Me excitaba que me dijera esas cosas. Nunca antes me las había dicho pero, había descubierto una faceta nueva que me gustaba. En pocos minutos, él me avisó de que iba a correrse. Le pedí que lo hiciera dentro, no sería mucho, pensé yo. Noté cuando eyaculó porque me apretó tan fuerte el culo, que casi me levanta. Rápidamente comenzó a chorrearme el semen que salía de mi coño. Me equivocaba, pensando que sería menos cantidad. Me pasé la mano y mostrándole todo el semen que tenía, le dije riéndome.
- Creo que me voy a dar otra ducha.
Cuando volví, él ya se había quedado dormido, destapado y con la polla aun chorreando. Me tumbé a su lado y dormí plácidamente toda la noche.
Ha sido un cambio positivo para todos. Desde entonces, mi pareja y yo estamos mucho más unidos. Nos contamos nuestras fantasías, sea cuales sean, y planeamos la forma de hacerlas realidad. En ocasiones estas cosas salen muy mal pero, en nuestro caso, ha salido inimaginablemente bien. Y espero que así siga.
- Amor, tengo que hablar contigo. Tengo que contarte algo que no me deja dormir. No sé muy bien cómo pasó, pero hace unos días, Alberto y yo...
- ¡¿El jardinero?! ¿Te has follado al jardinero?
Mi novio, que casualmente se llama como el jardinero, entró en cólera. Se levantó de la mesa dando un golpe, insultándome. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Mis lágrimas de culpa no sirvieron para mitigar su justificado enfado. Él me gritaba y me reprochaba mis actos. En el fondo sabía que tenía razón, mi novio siempre está trabajando duro en el banco, y voy yo y me follo a nuestro jardinero. Alberto se fue dando un portazo y yo me quedé sola en el salón, llorando. Me fui a la habitación, a seguir derramando lágrimas sobre la almohada toda la tarde. No me cogía el teléfono, ni contestaba mis WhatsApp. No supe nada de él en una semana, que fue la más larga de mi vida. Llorando por las esquinas, imaginándome lo peor, pasaban las horas y los días. Estuve esa semana casi sin dormir, apenas comía, no sabía qué hacer ni dónde buscarlo. En el banco me dijeron que se había cogido unos días de vacaciones. La noche que hacía la semana, escuché las llaves en la puerta y salí corriendo de mi habitación. Allí estaba él, parado en la puerta mirándome seriamente. Yo no pude contener mis lágrimas y empecé a llorar ahí mismo. Extendió su brazo para secarme las lágrimas, me dio un abrazo y me dijo:
- Tenemos que hablar. Ven, vamos a sentarnos y, por favor, no me interrumpas.
Yo pensaba que me echaría en cara lo que hice y me abandonaría. Pero, nada más lejos de la realidad.
- Cariño, siento haber estado ausente esta semana. Necesitaba pensar. Sé que me quieres y no podía entender lo que hiciste. Me he llevado todos estos días pensando y hablando con gente que ha pasado por lo mismo. En cierto modo, me dolió la mentira más que los hechos. Entiendo lo que hiciste y, aunque te pueda sonar extraño, me parece bien. He llegado a la conclusión de que tienes tus necesidades y solo es sexo. Todos tenemos deseos y fantasías. Yo te quiero, no soy nadie para impedir que cumplas esos deseos. No pasa nada, puedo estar abierto a llevar una relación así.
Yo estaba ahí sentada, escuchando, intentando asimilar lo que me estaba comentando. No me podía creer lo que me estaba diciendo. No sabía si sería una especie de prueba que me estaba poniendo. Su cara, era de sinceridad. Me cogió las manos, mirándome. Seguí escuchando con atención todo lo que tenía que decirme.
- Cariño, esto es importante, quiero que me cuentes con todo lujo de detalles lo que hicisteis. No te olvides de nada.
Yo no salí de mi asombro. Solo fue un desliz de aquel día, y él me estaba proponiendo tener una relación abierta. No sé si era eso lo que yo quería pero, después de unos segundos asimilándolo, así lo hice. Se lo conté absolutamente todo, incluso contesté a sus preguntas por los detalles más concretos. Fue algo muy extraño, contarle a mi novio cómo me follé al jardinero, cómo se la chupaba y me la metía, pero así lo hice. Lo que ocurrió posteriormente marcó un antes y un después en nuestra relación. Pude darme cuenta, por no poder mirarlo a la cara, que se había empalmado escuchando mi confesión. Él me lo confirmó, diciéndome que se había puesto caliente imaginándose como lo hacíamos. Acto seguido, se la sacó para masturbarse mientras yo le seguía contando mi infidelidad. Me parecía todo muy surrealista, pero no me atrevía a decir nada al respecto. Así que me limité a hablar y, cuando terminé de contárselo absolutamente todo, hicimos el amor como nunca. También yo me había puesto caliente recordando aquel día.
Cuando terminamos de follar, me dijo algo que me conmocionó.
- Quiero verte follar con otros hombres. Quiero verte con el jardinero.
- ¿Qué dices? ¿De qué hablas? ¿Estás seguro de lo que dices?
Sé que hay parejas que hacen estas cosas, pero no me esperaba su proposición. Nunca me había planteado tener una relación abierta. Parecía que él tenía las ideas muy clara y yo, sentía curiosidad. Estuvimos hablando de esto toda la noche para, finalmente, acceder a su petición.
Al día siguiente, mi chico, llamó al jardinero, con la excusa de arreglar el jardín. Yo tendría que hablar con él para contarle lo que había pasado y lo que podría pasar si el aceptase.
Mi jardinero llegó temprano, como siempre. Esperé a que terminara su faena, y me acerqué a llevarle un refresco para proponerle el plan. Él se negaba en rotundo, decía que estaba loca, que no podía ser cierto. Nos sentamos en la tumbona para hablar más relajados, e intentar convencerle. Después de una charla y muchas explicaciones, accedió a follarme delante de mi novio. Acordamos hacerlo al día siguiente, al ser viernes, podríamos estar más tranquilos por la noche, después de unas copas.
Le dije a mi novio, cuando llegó, todo lo que hablamos y que había dicho que sí. A él le pareció todo bien. De hecho, le hizo gracia cuando le conté lo nervioso que se puso con la propuesta.
- ¿Estás seguro de lo que vamos a hacer? Puedo llamar a Alberto y decirle que no.
- No amor. Quiero hacerlo. De hecho, estoy deseando verte en acción. No te preocupes, porque todo estará bien. Ya te dije que lo estuve pensando y, me excita muchísimo la idea.
Me contestó él, acercándose a besarme. Parecía estar muy seguro, y a mí me parecía muy excitante la idea. Pero, me preguntaba cómo se lo tomarían ellos cuando llegase el momento. ¿Dará el jardinero la talla? ¿Reaccionará mi novio con un golpe de celos? ¿Disfrutaría yo? Todas esas preguntas bombardeaban mi cabeza mientras nos fundíamos en ese beso tan apasionado.
Esa noche, hicimos el amor salvajemente. Él me follaba muy fuerte y me pedía que fuese su puta. Nunca me había hablado así, pero, me estaba gustando. Yo le pedía que me insultara más, y me follara más fuerte. Le excitaba tanto como me lo hacía, que se corrió enseguida. Tras hacerlo, nos quedamos hablando largo tiempo. Nos confesamos gustos y deseos que estábamos descubriendo, y que desconocíamos uno del otro. Es muy importante que las parejas hablen de sus fantasías, yo lo estaba descubriendo ahora.
Llegó el momento. Me había preparado para la ocasión rasurándome por completo, con mi lencería más sexi y un vestido corto muy provocador. Llevaba todo el día tan nerviosa, que parecía que el tiempo se había parado. Mi chico, de lo más tranquilo, estaba en la cocina cogiendo una botella de vino, cuando sonó el timbre. Yo estaba ultimando algún retoque de maquillaje cuando escuché abrirse la puerta. Por un momento quedé paralizada frente al espejo intentando oír algo, alguna señal para saber que todo iba bien. Mi lápiz de ojos temblaba, en mi mano, a unos milímetros de la línea perfilada. Mi habitación empezó a crecer, mientras yo tenía la sensación de hacerme cada vez más pequeña. Hasta que por fin, los escuché. Todo volvió a la normalidad, pero no por mucho tiempo.
- Buenas noches, pasa. Me has cogido con el vino en la mano. Ponte cómodo que te pongo una copa.
Los escuchaba hablar en el salón, todo iba bien pero, creo que nunca he estado tan nerviosa como esa noche. Sabía lo que iba a pasar pero hasta ese momento, no me había dado cuenta de la realidad de la situación. No me atrevía a salir.
- Cariño, Alberto está aquí. Estás muy guapa. Esta noche será inolvidable.
Me dijo desde la puerta de la habitación, con una sonrisa pícara. Había venido a buscarme. Salí con él hacía el salón y saludé a nuestro jardinero, que, en ese momento, para nada parecía un jardinero. Estaba muy guapo, con un pantalón vaquero apretado y una camisa medio abierta, mostrando sus pectorales recién depilados. Nos saludamos con dos besos y nos sentamos en el sofá a charlar. Hablamos de trabajo sobre todo, como en cualquier reunión de amigos, nos contábamos anécdotas vividas. Nos fuimos conociendo un poco más e intentamos romper la tensión, que mi novio no sentía. No parecía normal lo cómodo que él aparentaba estar. Mi jardinero parecía estar pasándoselo bien, pero se le notaba nervioso y algo tenso.
Yo estaba sentada con mi pareja y nuestro invitado estaba en el sillón de al lado cuando, salió el tema que me haría sentir más nerviosa, si es que eso era posible.
- Ya me ha dicho ella lo que disfrutó el otro día contigo. ¿Qué te preció a ti?
Como ya os ha había dicho, él es muy tímido. En toda la conversación sus respuestas eran cortas y se le veía muy cortado. El vino había hecho su efecto, pero no hace milagros. Cuando escuchó esa pregunta, enmudeció. Su voz se volvió temblona y sus nervios se hicieron evidentes. La pregunta casi hace que se atragante.
- Tranquilo, que no pasa nada. Es evidente que ella está muy buena, tú no eres de piedra y yo, tengo una mentalidad muy abierta. Me gusta que ella disfrute y, me encantaría verla disfrutar contigo. Ven siéntate aquí, a su lado. No te cortes porque esté yo aquí, la que manda es ella. Ella es la protagonista.
Él, tímidamente, se levantó para acercarse a nosotros. Ahora estábamos los tres en el mismo sofá y yo tenía la posición central. Mi novio me puso una mano en la espalda y otra en la pierna para, seguidamente besarme apasionadamente. Cuando terminó, me invitó, con un gesto de cabeza, a hacer lo mismo con nuestro invitado. Y así lo hice. Puse mi mano en su cara, para acariciarlo y que no fuese tan frío. Lentamente, nuestros rostros se fueron acercando hasta que por fin nuestras lenguas se entrelazaban deseosas. Nuestro tímido amigo besaba muy rico, aun estando tan nervioso.
Nuestras lenguas jugaban entrando y saliendo de nuestras bocas. Notaba como segregaba más saliva que de costumbre y, no eran los únicos fluidos que abundaban. Estaba muy excitada sabiendo que mi novio estaba a mi lado viendo como nos enrollábamos, notaba su mano acariciando mi espalda. No podía imaginar qué estaría pensando él en ese momento. En mi pierna derecha tenía la mano del jardinero, acariciándome. Notaba como le sudaban las manos, imagino que por lo nervioso que estaba el pobre. En mi izquierda, la de mi chico haciendo lo mismo, sospecho yo que, para recordarme que él estaba ahí. Cómo pasar su presencia por alto.
En ese momento la situación empezó a ponerse más caliente, y yo también. Mi chico pasó su mano por mi espalda para, suavemente, dejar caer los tirantes de mi vestido. De esta forma, mientras yo me besaba con el invitado, mi chico nos daba permiso tomando la iniciativa de desnudarme. Cuando dejó caer mi vestido hasta mi cintura, se acomodó en su sitio para disfrutar del espectáculo. Yo me giré para ver por qué se retiraba.
- No os cortéis. Yo disfrutaré viéndoos desde aquí. Disfrutad vosotros también.
Me sonreía mientras me soltaba esa frase. Así que yo, no le llevaría la contraria. Volví a centrar mi atención en los cálidos labios de mi amante, que parecía estupefacto. Ahora pienso que si no fuese por el vino, quizás se abría marchado. Así que tengo que agradecérselo a ese reserva.
Me besaba apasionadamente. Sentía su respiración y su mano húmeda en mi pierna. Disimuladamente, fue deslizando su mano bajo mi vestido, mientras comenzaba a besarme el cuello provocando que se me erizara la piel. Yo busqué su entrepierna con mi mano. La última vez, yo dominaba la situación. Ahora, era un escenario diferente, nos dejábamos llevar, mientras éramos observados. Noté la dureza de su miembro, erecto bajo sus pantalones. Puse mis manos en su pecho para abrirle la camisa. Notaba su torso depilado y firme, mientras iba desabrochando, uno a uno, cada botón. Le abrí la camisa para besar su piel y lamer sus pezones mientras descendía. Me arrodillé delante de él, acariciando sus piernas, y le desabroché el pantalón. Él se los bajó mientras yo observaba la sonrisa pícara de mi novio. Mientras lo miraba, agarré el miembro para acariciarlo. Me incliné para lamer sus rasurados genitales y comencé a masturbarlo. Mi cornudo novio se tocaba la entrepierna por encima del pantalón. Sin dejar de mirarlo, abrí mi boca y comencé a lamer suavemente. Me fui introduciendo ese enorme pene mientras, mi complaciente novio, me miraba. Parecía que los dos estaban disfrutando gracias a mí. Eso me empoderaba como mujer y, me excitaba aún más. Mis miedos y nervios habían desaparecido.
Notaba como mis glándulas salivales segregaban más saliva, con esa polla en mi boca. El exceso de saliva recorría su miembro dejándola húmeda y brillante. Mis labios rodeaban su miembro y, con mi lengua, lamía cada milímetro. Lo hacía lentamente, intentando descifrar los pensamientos de mis dos hombres. Sus caras me decían que disfrutaban, uno por sentir lo que hacía, y el otro por ver como lo hacía. Mientras succionaba, introduciéndomela hasta la garganta, acariciaba sus huevos con una mano y, mi diestra la llevé a la pierna de mi novio. El me agarró la mano, haciéndome sentir que estaba ahí. Mi excitación aumento aún más. Notaba como el glande me tocaba la campanilla provocándome alguna arcada, pero eso no me frenaría.
- Lo hace bien eh. Le decía mi novio a nuestro corneador, al escuchar sus gemidos.
Diría más comentarios así, a lo largo de la noche. No pude evitar reírme con ese comentario halagador. Disfrutaba viendo como hacía gozar a otro hombre. La escena era de película, yo haciéndole una mamada a un hombre mientras le daba la mano a mi chico.
Me puse de pie, para terminar de quitarme el vestido y desnudarme por completo. El hizo lo mismo, y se desnudó por completo. Aproveché que se quedó el hueco libre en el sofá y me tumbé a lo largo, recostando mi cabeza en las piernas de mi novio. Nuestro nuevo amigo, se arrodilló para meter su cara entre mis piernas. Ya estaba húmeda pero él se encargaría de hacerme chorrear con su lengua y su saliva. Mi chico, me acariciaba la cara y el pelo, mientras me escuchaba gemir. Él miraba como un tercero, me comía el coño en nuestro sofá. El jardinero me metía los dedos y pasaba su lengua por mi húmeda vagina, estimulándome el clítoris. Podía escuchar el sonido acuoso y, seguro que mi chico también. Las piernas me temblaban mientras agarraba con fuerza la mano de mi novio.
- ¡Fóllatela!
Miré a mi chico sonriendo y seguidamente miré a nuestro invitado para invitarlo a que lo hiciera. Él se puso de pie y se puso entre mis piernas. Se agarró el pene por su base para golpearme un par de veces en mi coño. Lo pasó para humedecérselo y puso el glande justo en la entrada de mi vagina. Con un suave movimiento de cadera, mientras me miraba y yo miraba a mi chico a los ojos, fue metiéndose dentro de mí. Tenía agarrada una de mis piernas con su fornido brazo y con el otro se apoyaba en el sofá para no caerse encima. De rodillas con una pierna en el sofá y apoyada con la otra en el suelo, fue haciéndome gemir mientras me follaba. Caderazo tras caderazo, entraba y salía dentro de mí sin que mi querido cornudo perdiese un detalle. Aproveché para lamer y succionar el dedo de mi novio, en una de las ocasiones en las que me acariciaba cerca de mis labios.
Tras unos minutos así, sacó su enorme polla para que yo me diese la vuelta. Me llevé una sorpresa cuando me percaté, al ponerme de perrito, que mi chico tenía su miembro fuera mientras el otro me follaba. Se estaba frotando su polla mientras nos veía follar. Le sonreí y me acomodé dejándome accesible por detrás. El protagonista de esa noche me agarró por mis nalgas y sin previo aviso, me la metió fuertemente. Yo gritaba de placer mientras agarraba fuertemente las piernas de mi pareja. Se escuchaban las colisiones al chocar con mis nalgas en cada empuje que me metía. Y, mientras el me follaba de esa forma, yo veía como mi novio se masturbaba. Podría habérsela chupado en ese momento, pero preferí no hacerle partícipe activo de la noche. Solo tendría sexo con nuestro invitado. Estaba a punto de correrme, la situación era de lo más excitante. Los azotes que me metía mientras magreaba mis nalgas eran de lo más placentero. Llevé mi mano, por debajo de mi abdomen hasta mi coño, para estimular mi clítoris mientras él me follaba. Eso me hizo alcanzar el clímax en unos segundos. Nunca había disfrutado tanto del sexo. Me encanta hacerlo con mi chico, pero esa situación era lo que aumentaba mi excitación y me hacía gozar como nunca.
- Voy a correrme. Dijo el follador.
Miré a mi novio, que seguía pajeándose, y le pregunté dónde quería que él terminase.
- Córrete en su cara Alberto, yo voy a hacer lo mismo.
Me arrodillé rápidamente delante de ellos. Acariciando sus piernas y glúteos, tenía esas dos pollas a punto de explotar, apuntando a mi cara. Estaba ansiosa de que pasara, porque en cierta forma, yo había sido la protagonista de tanto placer. Ellos me miraban, gimiendo. Mi chico la tenía un poco más pequeña y, fue el primero en correrse. Su cálido semen impactó en mi cara, llenándome la frente y el pelo. Casi de seguido, el chorro de nuestro jardinero, recorría mi cara. Se habían corrido llenándome por completo, cara y tetas. Entre los dos, me pusieron perdida.
Mi novio nos preguntó si nos había gustado. Mientras me incorporaba, asentía con la cabeza. No encontraba las palabras, así que le dije que me daba una ducha y volvía enseguida. Mi chico se guardó su polla y nuestro nuevo amigo se vistió. Se quedaron charlando mientras yo me aseaba, ignoro qué pasó en esa conversación. Cuando regresé ellos estaban tan normales, como si no hubiese pasado nada. Yo besé a mi hombre y le di un beso en la mejilla al tercero. La noche continuó muy amena y la terminamos entre risas. Todos disfrutamos al máximo y, nuestro jardinero, se soltó bastante.
Pasaríamos una hora y algo hablando, hasta que nos quedamos los dos solos. El jardinero no se iba a quedar a dormir, así que nos fuimos a la habitación sin recoger nada. Cuando nos metimos en la cama, Alberto me preguntó qué me había parecido. Hablando de lo ocurrido, empecé a ponerme caliente de nuevo, y él también. Le pasé la mano por sus genitales y noté que se estaba empalmando.
- ¿Te apetece? Le pregunté, con la esperanza de volver a tener sexo.
- Lo estoy deseando. ¿Me la chupas, como se la chupabas a él antes?
Le sonreí, y retiré de un golpe la sábana que nos cubría. Lo desnudé de cintura hacia abajo y me puse entre sus piernas para besar su glande. Terminó de empalmarse instantáneamente. Con mi lengua, lo lamía babeando su miembro. Su polla aún sabia a semen y mi saliva chorreaba por su pene erecto. Me incorporé y me puse a horcajadas, sobre él, dándole la espalda. Me la introduje dentro de mí y empecé a moverme como si estuviese cabalgando. Mi chico me azotaba fuerte en mis nalgas. Mientras yo gritaba su nombre, aunque en realidad pensaba en nuestro amigo, el gemía de placer y me decía cosas.
- Que guarra eres y que bien te mueves. Me encanta que seas una putita conmigo.
Me excitaba que me dijera esas cosas. Nunca antes me las había dicho pero, había descubierto una faceta nueva que me gustaba. En pocos minutos, él me avisó de que iba a correrse. Le pedí que lo hiciera dentro, no sería mucho, pensé yo. Noté cuando eyaculó porque me apretó tan fuerte el culo, que casi me levanta. Rápidamente comenzó a chorrearme el semen que salía de mi coño. Me equivocaba, pensando que sería menos cantidad. Me pasé la mano y mostrándole todo el semen que tenía, le dije riéndome.
- Creo que me voy a dar otra ducha.
Cuando volví, él ya se había quedado dormido, destapado y con la polla aun chorreando. Me tumbé a su lado y dormí plácidamente toda la noche.
Ha sido un cambio positivo para todos. Desde entonces, mi pareja y yo estamos mucho más unidos. Nos contamos nuestras fantasías, sea cuales sean, y planeamos la forma de hacerlas realidad. En ocasiones estas cosas salen muy mal pero, en nuestro caso, ha salido inimaginablemente bien. Y espero que así siga.
0 comentarios - Mi jardinero ll