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La profesora de ingles - parte 1

No dejes de pasar por mi mejor post

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No te vas a arrepentir!



LA PROFESORA DE INGLES

(Parte 1 de 3)





Agustina había pasado casi toda su vida en el pequeño pueblo de Villa Acacia, un lugar tranquilo y ameno, lejos de las grandes urbes.

Siempre en una vida tranquila, desapercibida y hasta en una monotonía de grises, propia de un pueblo que no tenía mucho que ofrecer, hasta daba la impresión de un mundo distante en el tiempo, de otra época. Días tranquilos, sin prisas, sin grandes problemas, el stress era una palabra que no se escuchaba, y casi todos parecían transcurrir sus vidas en cámara lenta.



Una mujer de noble corazón, había estudiado y se había recibido en traductorado de inglés, se ganaba unos pesos enseñando idioma en forma particular.

Agustina tenía un terrible complejo con su cuerpo, desde pequeña estaba entre la más altas y corpulentas de sus compañeras de curso, al ser adulta había superado el metro noventa sus grandes pechos y anchas caderas no pasaban sin llamar la atención, se veía tosca y hasta se veía poco femenina.

La angustiaba sentirse mirada de forma diferente, podría decirse que sus formas eran hasta intimidantes para muchos hombres, y solo seleccionaba como opción a aquellos que eran más alta que ella, y por lógica, no abundaban…



Se había casado joven con el que muchos decían el único hombre en su vida, pronto fue madre de una niña y su vida pareció encaminarse, pero no duraría mucho su paraíso.

Tenía poco más de treinta cuando enviudó de repente, y a pesar de ser demasiado joven nunca más buscó un nuevo amor, porque ella siguió enamorada de ese hombre que el destino le había arrebatado sin pedirle permiso.

Y su sexualidad pareció marchitarse de golpe, no tenía tiempo para eso, cargó con la mochila de ser madre y padre al mismo tiempo, demasiadas obligaciones, demasiadas presiones, demasiado peso que la agobiaba.



Y los años pasaron, su larga cabellera negra comenzó a ser invadida por los cabellos plateados de los años, estaba llegando a los cincuenta cuando su hija formó su propia familia y entonces su hogar de toda la vida le pareció más grande y solitario que nunca.

Fue cuando asumió que había pasado demasiado tiempo viviendo para otros, ya no se sintió importante, ya no se sintió necesitada y en esa vida que se le iba demasiado rápido, o se tiraba al abandono o se reinventaba a sí misma, viviendo para ella, dándose una segunda oportunidad…



Y esa segunda oportunidad se presentaría…

No tuvo demasiados problemas en conseguir trabajo de profesora de inglés en un prestigioso instituto de la gran ciudad, siempre había querido conocer la gran ciudad, y no dudó en aceptar la propuesta, preparó su bolso de mano con un bagaje de ilusiones y dando vuelta la página apostó por una nueva vida.



Esa mole de cemento fue un mundo nuevo para ella, el Instituto también, estar todos los días con unos cuarenta adolescentes casi adultos, era muy diferente a las clases particulares que había dado toda su vida en su pequeño pueblo natal.

Los cincuenta y dos años marcarían un cambio en su vida, estaba molesta y deprimida, su período empezaba a retirarse, sus hormonas cambiaban día a día, se sentía angustiada, se sentía menos mujer…

Fue cuando apareció Rodrigo en su vida, en su momento, uno más de tantos alumnos, pero sería alguien que la marcaría para siempre.

A primera vista Rodrigo le pareció un bombón de chocolate, un rubio de grandes rulos, alto como ella, fornido, esos chicos de gimnasio, de ojos dulces y cautivantes y sonrisa enamoradiza, su belleza sobresalía entre el resto de los chicos, y era evidente como sus compañeras de curso se deshacían por él.


La profesora de ingles - parte 1


Al principio fue solo un alumno más, pero Agustina notaba clase a clase como Rodrigo la miraba de una forma diferente, sentía que la desnudaba con la mirada, que la miraba como mujer y no como profesora.

El solía sentarse en las primeras filas y eso solo lograba hacer poner nerviosa a Agustina, cuando ella cruzaba la mirada con la del joven sentía un escalofrío por todo su cuerpo y las fantasías inundaban su mente, debía esforzarse para volver a centrarse en sus pensamientos de docente.

Día a día las cosas cambiaban, Rodrigo se trasladaba siempre en bicicleta, y ella buscaba encontrarlo con la mirada en esos momentos, cuando llegaba, cuando se iba, su cuerpo musculoso y bronceado, la sagacidad de la juventud, lo varonil de sus movimientos, no podía controlarlo, sentía en esos instantes como si miles de mariposas caminaran por su panza.



Rodrigo sería quien daría el primer paso, cosa que no haría más que confirmar que lo que pensaba Agustina no estaba solo en su cabeza, sino que era un sentimiento mutuo.

Ese día, al revisar sus pertenencias sobre el escritorio, encontró una pequeña caja que era ajena a sus cosas, sorprendida, en forma discreta para que la clase no notara nada, observó en detalle la misma ocultándola bajo su bolso de mano, una pequeña tarjeta decía



‘Para la profesora más bonita, de su admirador secreto’



Ella tuvo que contener la sonrisa por lo cursi y anticuado que le pareció la situación, pero levantó su vista para ver directamente a Rodrigo, como sospechaba el joven tenía su mirada clavada en ella, y movía nerviosamente las piernas bajo el pupitre como si estuviera tocando los bombos de una batería.

Agustina tomó aire, se reacomodó en tiempo y espacio, y prosiguió la clase en forma natural.

Al finalizar la misma, y luego de despedir a todos sus alumnos, le pidió a Rodrigo que se quedase unos minutos.

No quedaba nadie en el salón, solo el joven rubio y la veterana profesora, se sentaron uno a cada lado del escritorio, como si se tratara de un examen, entonces, ella, ya sea por edad, o ya sea por ser la profesora



-Rodrigo, muchas gracias por el obsequio, pero a qué se debe?
-Obsequio? A que se refiere?


Él contestó un tanto nervioso, tronándose los dedos, a Agustina le seguía sonando cursi toda la historia por lo que tomó la pequeña caja, la abrió para sorprenderse con unos exquisitos bombones, entonces tomó uno, lo olió y lo llevó a su boca, lo saboreó y dijo

-Mmm! exquisitos! pero sabes qué? me harás engordar con esto…
-Engordar? Usted está espléndida! Usted es perfecta!
-No mientas, soy vieja, estoy gorda…
-De verdad profesora, usted es la mujer más bonita que yo haya visto nunca…


Agustina tenía una mezcla de sentimientos, esas adulaciones le encantaban, pero era solo su alumno, y decidió que políticamente no era correcto seguir en esa charla en ese lugar, puesto que intentó darle un corte drástico a la situación, pero la propuesta un tanto infantil de su alumno le arrancó una impensada sonrisa.



-La invito mañana a tomar un helado!


Ella lo meditó y le contestó



-Mejor vamos a tomar un café, si? en la cafetería de Don Julio, que está a unas cuadras, la conoces?


El asintió con una sonrisa, como si hubiera ganado un pleno de lotería, solo se retiró satisfecho.



Esa noche, Agustina, sin pensarlo, tuvo sueños eróticos con ese joven, se despertó de pronto agitada, transpirada y desconcertada, que diablos le estaba pasando?

El día siguiente fue un calvario, ese día no tendría clases con el curso de Rodrigo, pero su imagen estaba presente en casa segundo, en cada suspiro, en cada palabra.

Al atardecer, La profesora fue con premura a la cita del bar, se aseguró de llegar primera para elegir una ubicación lo más escondida posible, no quería tener que dar ninguna explicación a ningún casual curioso que pudiera encontrarlos.

Pero Rodrigo no pensaba de la misma manera, cuando ella lo vio entrar con un enorme ramo de rosas rojas en sus manos, sintió arder en llamas por dentro, quiso que en ese momento la tierra la devorase, acaso era este chico un ‘amante a la antigua’ o no se daba cuenta de lo que sucedía?

Llegó a su mesa y se las obsequió, Agustina sonrió nerviosamente, las dejó a un costado y mientras él se sentaba recriminó con crudeza



-Qué diablos piensas que haces?
-Es un regalo para ti, muchas flores para la más hermosa de las flores…


Agustina se sentía halagada por la forma que la trataba, más propia de un cincuentón que de un adolescente, pero notaba con nerviosismo que su alumno salteaba barreras y ella no sabía cómo detenerlo, notó que la había tuteado por primera vez, rompiendo el muro profesora – alumno que los separaba, entonces trató de ser franco con el



-Rodrigo, mira… quiero ser honesta contigo, eres un joven hermoso, varonil, encantador, podría decirte miles de calificativos buenos, pero… que quieres conmigo? Cuántos años tienes?
-Veintiuno, pero en dos meses cumpliré veintidós!


A ella le causó gracia la forma en que lo dijo, entonces, volvió a tomar la palabra



-Mira, que puede darte esta vieja? Sebes cuantos años tiene mi hija? Casi treinta, en cualquier momento me hará abuela… hasta ella ya es vieja para ti… te das cuenta?


Rodrigo entonces abrazó con sus manos las manos de Agustina que estaban sobre la mesa del bar, la miró a los ojos como nadie la había mirado, y le dijo



-Agustina, a mí no me importa la edad, a mí no me interesan las chicas de mi edad, son huecas, vacías, sin proyectos, problemáticas, histéricas… no… eso no es lo que busco, siempre me gustaron las mujeres maduras, mayores, que ya vivieron su vida y saben lo que quieren, yo te amo desde el momento en que te vi, y no puedo evitarlo, me entiendes?


La profesora retiró las manos con fuerza, un tanto asustada, un tanto sorprendida, porque todas sus palabras la halagaban demasiado, pero no podía aceptar dar un paso adelante, a pesar de sentir sacudidos todos sus cimientos, a pesar de sentir un escozor en toda su sexualidad que hacía años no sentía, porque en definitiva, Rodrigo lograba que se sintiera viva, meditó cada palabra y respondió



-Pero… y que dirán nuestros conocidos, tus padres, tus compañeros, mis colegas, ni siquiera puedo imaginar lo que mi hija diría…
Agus, puedo decirte Agus? No pensemos, no expliquemos, solo vivamos esta locura, solo tú, solo yo…


Agustina prefirió darle tiempo al tiempo, prometió meditar, y no dar pasos en falso, se despidió ese día de Rodrigo sin cerrar la charla, sin un sí, sin un no.

Llegó a su casa, era tarde, llenó un jarrón con agua y acomodó prolijamente las rosas rojas, saboreó su dulce aroma, luego tomó la caja de bombones y se sentó a meditar, uno a uno y sin el menor remordimiento fue comiendo los casi veinte bombones que aún quedaban, pareció perdida, con la mirada fija en las flores que decoraban su hogar, ya no recordaba que podía sentir ante estos presentes, suspiraba tomando grandes bocanadas de aire, sintió el calor de mujer que se escondía en su interior, tuvo deseos de tocarse, casi ni recordaba cómo hacerlo, y menos aún, no recordaba lo exquisito que se sentía…



Acarició su cuello, serenamente, como imaginó que Rodrigo lo haría, se relajó, aún tenía en su boca sabor a chocolate y licor, pasó la lengua por sus labios, estaban secos, cerró los ojos, pudo sentir sus pezones duros bajo el sostén, llevó sus yemas al nacimiento de sus grandes pechos, y escondió una de sus manos entre la remera y el sostén, acarició por sobre la tela sus pezones que estaban duros y calientes, se relajó más sobre la silla, reclinó su cabeza hacia atrás, su larga cabellera quedó colgando, empezó a exhalar aire con fuerza por sus fosas nasales, abrió sus piernas, su pollera estaba lo suficientemente arriba, necesitaba llegar a su vagina, notó entonces que las medias de nylon que llegaban a su cintura se lo impediría, pero no fue obstáculo para su calor, comenzó a refregar su clítoris, por encima de las medias, por encima de la bombacha, se mordió los labios, un orgasmo la abrazó de repente, hacía años que no tenía uno, una lágrima rodó por su mejilla, Agustina no estaba muerta en vida, Agustina era una mujer…



CONTINUARA





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