“¿Dónde?”, le pregunté. “En mi casa. El sábado a la hora de la siesta voy a estar solo. Vení con la excusa de encontrarte con Roberto y nos vemos”, fue su respuesta. En la ferretería no volvimos a hacer nada Yo estaba excitado en esos días, ansioso, nervioso, esperando el sábado. Me urgía que el tiempo volara para que llegara ese momento. Cuando por fin llegó el día y la hora esperados, toqué el timbre. Abrió la puerta y sin decir una sola palabra agarró mi mano y me guio hasta un sillón en el living. La casa estaba en penumbras, algo de luz pasaba por entre las cortinas. Él fue hasta la cocina, regresó con dos vasos de gaseosa y se sentó a mi lado. Yo estaba tan nervioso que no sabía hacia dónde mirar. Una vez que terminé mi gaseosa, puso el vaso sobre una mesita y me agarró la mano. Me dijo que me tranquilizara. Se paró, me hizo parar y se fue aproximando cada vez más. Puso una mano en mi nuca, se acercó lentamente a mi boca y me besó suavemente. Mis labios habían tocado los suyos. El roce de su barba incipiente me excitó de inmediato. Sentí algo que no había sentido nunca hasta ese momento y una especie de escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Poco después su lengua humedeció mis labios. Cerré los ojos mientras sentía cómo la iba introduciendo en mi boca. Era una boca experta, supo invitar a mi lengua a gozar con la suya. Se separó un poco, acercó sus labios a mi oreja y me susurró: “¿Te gusta?” Sin poder pensar en otra cosa, le respondí: “Me encanta”. Mientras nos besábamos, poco a poco me fue llevando hasta una pared. Entrelazó sus dedos con los míos, abrió mis brazos en cruz y quedé aprisionado entre la pared y su cuerpo. Su boca ya no sólo se limitaba a mi boca, bajaba también por mi cuello y mordisqueaba mis orejas. Sentía su aliento caliente. Soltó mis manos, me subió la remera, me besaba las tetillas y siguió bajando hasta lamerme el abdomen. Yo no sabía bien que iba a pasar pero estaba en éxtasis, así que me dejé llevar. Me estaba dominando y me encantaba. Era un experto frente a alguien que se iniciaba el sexo, pero que estaba ávido de aquello que le era desconocido pero que le causaba tanto placer. Yo sólo gemía y con mis dedos recorría su cabello negro entrecano, sus hombros, sus brazos, su pecho velludo por encima de su camisa. Llevé mis manos a su espalda, tratando de estudiar cada centímetro de su anatomía con mis dedos. Era la primera vez que acariciaba el cuerpo de un hombre. Después se arrodilló, me bajó el short junto con el slip y dejó salir mi verga. Cuando la tuvo frente a su cara la agarró con una mano, le empezó a pasar la lengua, se la metió toda en la boca y empezó a mamarla bien rápido. Sentía el calor y la humedad de su boca rodeando toda mi verga. Podía sentir su lengua en el tronco y cómo subía hasta el glande descubierto porque me había bajado el prepucio, lo que hizo que se me escaparan gemidos cada vez más fuertes. Nunca había sentido algo así. Alguien estaba chupando mi pija. Eran cosas que sólo había visto en las revistas porno. El placer que sentía era extraño e inexplicable. Después de un rato empezó a besarme los huevos y el perineo. Mis gemidos no paraban. Continuó así unos minutos más hasta que le dije que parara porque sentía que me iba a acabar. “¡Aaaaahhhhhh! ya no puedo más”, dije entrecortadamente y sentí como pequeños chorros de semen llenaban su boca. Había acabado por primera vez en la boca de alguien
Nos quedamos quietos un momento. Yo, con las piernas temblándome iba recuperando mi respiración normal. Él se levantó, trajo papel higiénico para limpiar los restos de semen que quedaban en mi pija y huevos y me ayudó a vestirme. Al fin rompió el silencio: “¿Estás bien?”, me preguntó. “Mejor que nunca. Fue increíble”, contesté. Se sonrió, me besó suavemente en los labios y me dijo: “De esto, nada a nadie ¿Está claro, verdad?” “Por supuesto, clarísimo”, fue mi respuesta. “Cuando pueda te aviso y nos vemos de nuevo”, dijo. “Entiendo, pero ¿cuándo?”, pregunté. Yo pensaba que podríamos repetirlo cada vez que quisiéramos. “No te preocupes ni te desesperes. Yo te aviso y lo repetimos”, fueron sus palabras. El lunes volvimos a la ferretería. No hablamos de lo que había sucedido. Pasaban los días y no me decía nada. El viernes me preguntó: “¿qué vas a hacer mañana después de comer?”. “No tengo programa”, le dije, con la esperanza de que me invitara a su casa nuevamente. “Vení a casa que voy a estar solo de nuevo”, anunció giñándome un ojo en un momento en que nos quedamos solos en la ferretería. Cuando llegué mi hizo pasar, se acomodó en el sillón con la cabeza acostada en el respaldo y me pidió que me sentara de espaldas a él entre sus piernas. Me empezó a acariciar, me masajeaba los hombros mientras yo me apretaba contra su pecho y, sintiendo el aire caliente de su respiración, giré la cabeza para buscar su boca. Empezó a lamer mis labios, a morderme el labio inferior y a buscar mi lengua qué rápidamente se entrelazaba con la suya. Nos besamos apasionadamente. En esa posición empezó a acariciarme, masajeaba mis hombros, me apretaba las tetillas por debajo de mi camisa. Yo estaba terriblemente excitado. Gemía con su lengua dentro de mi boca. De pronto me aparto, se puso de pie y me pidió: “Quiero que me hagas lo que yo te hice el otro día”. “Nunca lo hice”, fueron mis palabras, “no sé si voy a poder”. Poniéndome una mano en la cabeza, sonrió y me dijo: “Vas a ver como podés. No te preocupes. Yo te ayudo” Con estas palabras me animó y justo antes de que yo me arrodillara a sus pies, completamente rendido a él y dispuesto a hacer mi primera mamada, me volvió a besar apasionadamente, me quitó la remera y me empujó por un hombro suavemente hacia abajo. Él se sacó la camisa y bajó sus pantalones y bóxer hasta los tobillos. Yo empecé a agacharme mientras besaba sus pezones, que lamí y mordisqueé, hasta quedar de rodillas y con su verga a la altura de mi cara, que ya estaba dura apuntando hacia arriba. Respiré profundo, le agarré el tronco firmemente con mi mano derecha por la base y empecé a lamerlo a modo de prueba. Luego pasé a chuparle el glande torpemente hasta que me dijo: “Dejame que te ayude. Abrí bien la boca”. Enseguida obedecí. Él se apartó un poco y, separando las piernas y sujetándome la cabeza por la nuca para que no retrocediera, lentamente empezó a meterme la verga en la boca, mientras se mordía los labios y suspiraba sin apartar su mirada de mí. Me metió poco más allá de su glande para no ahogarme, y después de quedarse ahí unos segundos, dejándome saborear el líquido salado que ya empezaba a brotar, empezó a hacer un vaivén muy suave mientras me acariciaba el pelo. Él me guiaba diciéndome: “Probá a jugar un poco con tu lengua”. Así que empecé a lamerle toda la verga. Gemía y me animaba a seguir diciendo: “Me encanta tu boca en mi verga. Seguí así, no pares. Al rato liberó mi cabeza de sus manos y añadió: “Ahora seguí vos solo”. Yo, que solo quería hacerlo gozar, empecé a chupársela intensamente ajustándola bien a mis labios y a moverme intentando meterla más hondo en mi boca, mientras, lo pajeaba acompañando el movimiento con una mano mientras que con la otra acariciaba sus huevos. Mi boca salivaba profusamente y algunos hilos de saliva se descolgaban por las comisuras y chorreaban por el tronco hasta sus huevos. En un momento estiró su cuerpo hacia atrás y gritó ahogadamente: “Ahhhhhh”. Vertió unos chorros calientes de semen en mi boca, que salieron con fuerza. Intenté que ni una gota de mi premio cayera fuera. Seguí chupando como un sediento una vez que su verga estuvo limpia totalmente sin sacarla ni un segundo de mi boca. Sentí como su rigidez iba cediendo, sus paredes se suavizaban y se retraía en mis labios. Me incorporé, lo besé agradecido y nos comimos la boca un largo rato.
0 comentarios - Primera experiencia........ 2