You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Como empezó mi vida de amo

Yo era una persona normal. Y una parte de mi lo sigue siendo: Tengo 27 años y fisicamente soy normal, completa y absolutamente normal, tirando a feo. Mido 1.70 y peso 90 kilos lo que produce un cuerpo cuyo principal exponente es mi barriga. Tampoco tengo un pene descomunal, todo lo contrario: unos 12 centimetros.
Tengo el pelo corto y castaño.
 
Mi vida amorosa siempre ha brillado por su ausencia, mis contactos con el sexo femenino (al menos hasta el principio de esta historia) se basan en las prostitutas que he contratado a lo largo de mi vida.
 
Trabajo para una multinacional con sede en Madrid, cuando todo empezo tenía un puesto bien remunerado que me ha permitido llevar una vida con los suficientes caprichos.
 
Como podéis ver, soy normal. Y mi vida lo era tambien, incluso aburrida. Al menos lo era hasta que ocurrio ese incidente, el día en que mi vida se cruzó con él.
Todo empezó una noche que volvía a casa después de trabajar. Como era habitual en las últimas semanas tenía que hacer horas extras para conseguir poner al día un proyecto en el que la empresa tenía grandes esperanzas.
 
Me quedaba poco para llegar a mi casa, cuando vi un coche que se había salido de la carretera. Aparqué delante, señalizé la zona y llamé a emergencias. Muchos habrían seguido de largo, pero dado que yo perdí a mis padres en un accidente de coche, no podía irme sin más.
 
Me acerqué al coche siniestrado, había un hombre inconsciente. Era algo mayor que yo, pero no debería llegar a los cincuenta años. Llevaba un traje de aspecto caro y un reloj de los que normalmente solo se admiran en las joyerías.
 
Al ver que no parecía tener heridas graves me tranquilicé un poco y esperé a que llegasen lo servicios de emergencia. Vinieron la Guardia Civil, los bomberos y una ambulancia.
 
Tras explicar a los agentes de Tráfico lo que había visto y hecho me dieron las gracias y me dijeron que ya podía irme. Y eso hice, deseando llegar a casa y acabar el día.
Finalmente llegue a casa. Vivo a las afueras de Madrid, en un chalet a poco más de una hora de la empresa. Lo compré hace cinco años, poco despues de la muerte de mis padres. En un principio era un pareado con otro chalet idéntico, pero hace algo más de dos años se lo compré a sus antiguos inquilinos. Tras unas reformas lo habia convertido en un palacete de dos pisos con un inmenso garaje.
 
El piso de abajo estaba conformado por el salón, la cocina, un baño y la despensa. El superior tenía cuatro habitaciones y dos baños.
También contaba con una piscina y un jardín.
 
Cuando entré en casa me cambié rápidamente y me hice algo de cenar, pues entre una cosa y otra eran casi las doce de la noche. Tras ver una serie en Netflix para relajarme me fuí a la cama y me olvidé del accidente.
 
Los siguientes días fueron de una rutina insufrible: Casa - trabajo - casa. Pues mi vida social, que ya de por sí era precaría se habia visto interrumpida por el esfuerzo que había que dedicarle al proyecto.
 
Nueve días despues del accidente, cerca de la hora de cena, llamarón al timbre de mi casa. Me sorprendí una barbaridad al encontrarme al hombre accidentado acompañado de una joven.
 
—Buenos días —Dijo el hombre tendiendome la mano— Mi nombre es Manuel. ¿Usted es Victor, no?salvó mi vida hace casi dos semanas.
 
—Le recuerdo. Usted es el del coche siniestrado —Contesté mientras le estrechaba la mano— ¿En que puedo ayudarle?¿Necesita mis datos para cobrar el seguro o algo?
 
El hombre soltó una carcajada.
 
—Así me gusta, directo al grano. No, solo quiero mostrar mi agradecimiento por tal heroico acto. ¿Puedo pasar? Tengo algo que proponerle.
 
Me aparte para que ambas personas entrasen en mi casa. Les acompañé al salón y les pregunté si querían algo de beber. Negativa de Manuel, la chica no abrió la boca ni levantó la vista del suelo.
 
Tras sentarnos, Manuel volvió ha hablar.
 
—Dejame que me vuelva a presentar: Manuel Ferrer, soy un empresario con presencia en varios sectores. Pero el que me ha traido aquí es el sector dedicado al negocio del placer de alto standing.
 
Por un momento la sorpresa me pudo.
 
—¿Trabaja usted con prostitutas?
 
El hombre sacó la mejor de sus sonrisas.
 
—Si y no. Dejeme explicarle que la prostitución tiene varias ramas. Desde las grandes organizaciones que prostituyen a las chicas en la calle en unas condiciones precarias mediante el miedo y el chantaje hasta aquellas personas que proporcionan placer con chicas de alto calibre y de forma completa y absolutamente legal. Sin forzar ni chantajear a nadie.
 
—Y supongo que usted será del último grupo —Manuel asintió—Perdone, Manuel. Pero no entiendo que tiene que ver eso conmigo.
 
—Ya llego a ese punto, tranquilo. Como le he dicho me dedico al placer del alto standing, en dos ramas principalmente: en la primera proporcionó scorts de calidad a clientes con gran poder adquisitivo para que se diviertan durante unas horas o unos días y en la segunda entrenó y vendo a mujeres como esclavas. Con el consentimiento de las implicadas, claro esta.
 
—¿Esclavas sexuales? —Pregunté atónito— ¿Amo-esclavo y sadomasoquismo?
 
—En parte, sí. Pero mis servicios sobrepasan ese nivel. Proporciono esclavas permanentes para un selecto grupo de personajes influyentes para que le sirvan durante toda la vida, no solo en el ambito sexual: sus servicios incluyen todo aquello que quieran sus dueños.
 
—¿Y qué puede empujar a una mujer a ese estilo de vida?
 
Manuel se encogió de hombros.
 
—Placer, necesidad o curiosidad. Las razones son variadas.
 
Miré a la chica.
 
—Supongo que ella es una de sus scorts de alto standing. ¿Quiere que me acueste con ella como recompensa por hacer lo que debía hacer?
 
—Es cierto que la chica trabaja para mí. Pero no es una de mis scorts. No, es una de mis esclavas. De las más recientes, además. Presentate tú misma.
 
—Sí, señor —Dijo la chica con una dulce voz— Mi nombre es Marga, tengo 21 años. Como ha dicho, soy una de las esclavas del Señor Manuel.
 
Tras presentarse la chica volvió a mirar al suelo.
 
—Muy bien. Clara y concisa, como debe ser —Dijo Manuel, provocando una fugaz sonrisa en la joven— Tengo un pequeño problema con Marga. Tendría que haber sido la esclava de una persona que desgraciadamente ha muerto en un accidente hace menos de un día. Lo cual me deja el problema de que hacer con ella.
 
—¿¡Quiere que me me haga cargo de Marga!?
 
—Eso sin lugar a dudas sería beneficioso para ambos. Yo me libro de los gastos de su manuntención y usted gana compañía femenina. ¿Le parece guapa?
 
Tras un gesto de Manuel, la chica se levanto y giro sobre si misma lentamente.
 
Volví a mirar a Marga. Era, sin lugar a dudas, un bombon: Algo mas baja que yo, con un pelo rubio que le caía hasta los hombros y unos preciosos ojos azules. No tenía un pecho prominente pero contaba con una cintura de avispa y un culo casi perfecto. Vestía unos vaqueros ajustados y una blusa roja.
 
—Claro que me lo parece. ¡Es preciosa!
 
—Y puede ser toda tuya, toda tu vida. Puedes hacer lo que quieras con ellas desde acostarte salvajemente con ella hasta tenerla como criada.
 
Yo miré a Marga, sorprendido porque no dijese nada.
 
—¿Y tú?¿No tienes nada que decir? —Le pregunte a Marga— Estamos hablando de tu vida, de tu futuro.
 
Ella me miró con sus cristalinos ojos azules.
 
—Lo que mi Señor decida lo aceptaré con gusto.
—¿Cual es el truco? —La pregunté— ¿Porque te prestas a esto?
 
Marga miró dubitativa a Manuel quien asintió.
 
—Mi madre está enferma. Y el tratamiento es caro, por mi cuenta no podría pagarlo. A cambio de esto el Señor Manuel se ofrece a cuidarla.
 
Mire sorprendido a Manuel, quien no me parecia un alma tan caricativa.
 
—Mis esclavas tienen mucha fama en ciertos sectores. Una del nivel de Marga se vende a un precio tan elevado que hacerme cargo de los cuidados de su madre no me resultaría ningún problema.
 
—Pero usted no sacaría beneficio de esto. No pienso pagar por tener una esclava. E incluso dudo poder pagar lo que sea que pida por Marga.
 
—Le saldría completamente gratis, salvo por su manuntención, claro. Es su recompensa por salvar mi vida. Una vida con Marga.
 
Normalmente habría dicho que no, pero Marga era una chica de bandera. E imaginarme al lado de una chica como ella fue demasiado para mí. Cedí.
 
—Acepto. Me quedaré con ella.
 
Manuel se levanto de un salto dando una palmada.
 
—¡Genial!¡Perfecto!
 
De la nada sacó unos papeles.
 
—Tienes que firmar esto. No te preocupes, es para que no nos puedan acusar de secuestro ni nada parecido.
 
Leí detenidamente el documento: era casi como comprar un animal. Según el cual me comprometia a cudiarla, alimentarla, vestirla y todo lo que fuese necesario para darle un nivel de vida digno. A cambio, ella se ofrecia a servirme en todo aquello que quisiese.
 
Como limites solo se ponían la muerte y el daño físico irreparable.
 
Tras un brindis para celebrarlo Manuel se despidió dejandome con una increiblemente nerviosa Marga.
 
—Entonces —Dije dubitativo— ¿Ahora me perteneces?
 
Marga asintió y empezó ha hablar atropelladamente.
 
—Sí, Señor. ¿Quiere que le llame Señor? Puedo llamarle como usted quiera. Usted puede llamarme como le apetezca... —Levanté la mano para que se callase.
 
—No hace falta que me llames señor. Victor esta bien para mí. ¿Marga es tu verdadero nombre?
 
—No. Me llamo Irene —Volvió a ponerse nerviosa— No piense que le he mentido era para protegerme por si no se quedaba conmigo.
 
Yo sonreí. Una parte de mi le encantaba que una chica de ese calibre mostrase tal nivel de nerviosismo conmigo. Ya que normalmente era al revés. Me acerqué hasta estar pegado a ella. Le pasé una mano por la mejilla.
 
—¿Te puedo follar ahora mismo?
 
Ella se puso completamente roja y trago saliva, pero siguió completamente quieta.
 
—Puede hacer conmigo lo que quiera.
 
Baje la mano hasta su mentón y la obligué a levantar la cara y mirarme.
 
—Dime, Irene. ¿Eres virgen?
 
—N.. No.
 
Sufrí una pequeña decepción, me hubiese gustado desvirgarla. Ella pareció notar la decepeción y su nivel de nerviosismo subió otro peldaño, aunque no parecia posible.
 
—Solo he mantenido relaciones sexuales dos veces. Antes de trabajar para el Señor Manuel. Llevo meses sin acostarme con nadie.
 
Baje la mano por el cuello y bordeando sus pechos baje hasta su cintura, pegandome del todo a ella. Cuerpo con cuerpo. Ella no rechazó el contacto. Notaba su respiración.
 
—¿Y en estos meses no has querido tener sexo? Por cierto, lo de Señor suena bien. Dirígete a mi de esa manera.
 
Ella asintió.
 
—Hay días que sí, Señor.
 
Decidí que quería verla entera, ver como eran los lugares secretos de Irene.
 
Roce mis labios con los de Irene antes de separarme de ella.
 
—Desnudate, quiero verte entera —Dije con la voz más ronca de mi vida— Pero hazlo lentamente, quiero disfrutarlo.
 
Acompañando mis palabras puse musica lenta y me senté en el sofa.
 
Irene entendió al momento lo que quería de ella y empezó a moverse lentamente al son de la musica. Primero se deshizo de la blusa, dejando al aire libre un insinuante sujetador negro. Con un gesto la indiqué que empezase a quitarse los pantalones y los zapatos. En poco tiempo se quitó ambas cosas y dejó a la vista un tanguita a juego con el sujetador.
 
Durante unos minutos Irene se recreo en el baile y finalmente se llevó las manos a la espalda. Para quitarse el sujetador, pero con un gesto se lo impedí y la señalé mis rodillas.
 
Con el andar más sexy que había visto nunca y mordiendose el labio, Irene se acercó a mi y se sento en mis rodillas. Una de sus manos se colocó en mi pecho, mientras la otra bajaba lentamente hacia mis pantalones, con un objetivo claro.
En ese momento decidí probar esos labios que me llamaban desde hace rato, la atraje con fuerza hacia mí y la bese como no había besado nunca a nadie. Ella me devolvió el beso con la misma pasión que yo.
 
Tras varios minutos nuestras bocas se separaron, jadeantes. Me quité la camisa y la mano del pecho jugaba con los pelitos de mi pecho, mientras su otra mano ya había dejado al aire libre mi pene. Mas grande que nunca.
 
Con un rápido movimiento la quité el sujetador y observe con deleite los dos pequeños pero firmes pechos que aparecieron. Sus pezones, pequeños y erectos se levantaban desafiantes. Mi mano derecha empezó a jugar con sus pezones alternativamente, mientras la otra hacia círculos en su espalda.
 
Empecé a morder y besar su cuello, lo que añadido a mis atenciones a sus pechitos hicieron aparecer el primer gemido. Moví la mano de su espalda y la deslizé por dentro de su tanguita, acariciando su humedo coñito.
 
No tardo mucho mi esclava en empezar a mover las caderas al ritmo al que yo movia mi mano. Buscando el placer. En ese momento me decidí a acabar de probar a mi nueva adquisición.
 
—Empalate —La dije al oido— Lentamente. Y mirame a los ojos.
 
Con un pequeño movimiento colocó su cueva justo encima de mi polla. Restregó lentamente el coño por mi pene, buscando que se lubricase un poco. Finalmente, mirandome fijamente a los ojos y mordiendose el labio inferior, bajó poco a poco. Empalandose muy lentamente, tal y como yo le había pedido.
 
Cuando se empaló del todo gimió suavemente y apoyo su frente en mi pecho. No tardo mucho en empezar a moverse, tan lentamete como cuando se empaló. El lento movimiento junto con la estrechez de su cueva me estaban llevando al cielo.
 
Volví a levantar su cabeza para besarla. Esta vez nuestros besos eran más breves que el primero que nos dimos. Poco a poco nos dejamos llevar por el momento: Irene empezó a moverse más rápido y yo empecé a moverme con violencia bajo ella. Durante unos minutos la penetración aumento gradualmente el ritmo hasta ser un choque de dos animales desbocados buscando el placer. Tras unos minutos más noté como llegaba a mi limite.
 
—Me voy a correr —La avisé.
 
Como no tenía protección puesta esperaba que la chica dejase de cabalgarme para acabar con la mano o, con suerte, con la boca. Pero no. Siguió cabalgandome con más violencia que antes, hasta que irremediablemente me corrí dentro de ella con un alarido. Notar que me vaciaba en su interior provocó un demoledor orgasmo en Irene que acabó desmadejada encima mía.
 
Estuvimos así, reuniendo fuerzas durante casi diez minutos. Tras ese ratito, pese a que cada fibra de mi ser me suplicaba que siguiese en esa posición, debajo de Irene. Me obligue a levantarme.
 
—Levanta —La dije— Tenemos que cenar. Pero primero vamos a lavarnos un poco.
 
La guié hasta el baño y nos ayudamos mutuamente. Cuando nos habíamos secado decidí volver a probar esos labios una vez más antes de cenar y la empuje contra la pared del baño.
 
Pese a su sorpresa inicial rápidamente me correspondió y, durante cinco minutos, nos besamos desesperadamente. Otra vez, pese a que mi cuerpo me exigía lo contrario. Me separé para preparar la cena.
 
—Puedo cocinar yo. Se me da bien —Dijo Irene con cierto orgullo— ¿Que le gusta? Puedo preparar lo que sea, Señor.
 
Pense durante unos momentos.
 
—Pide una pizza. Hemos tenido bastante con nuestra nueva situación. Sera mejor relajarnos. Tienes el numero en la nevera —Fuí al salón, escribí mi número de móvil y se lo dí— Te lo pedirán para las pizzas.
 
Ella asintió y se dirigió a la cocina, cerca de un minuto después, la volví a escuchar.
 
—¿De qué las pido?
 
—A mi de pollo a la parrilla. Tu pídela de lo que quieras.
 
—Lo que mi señor quiera me gustara.
 
—¿Barbacoa? —Hizó un pequeño gesto de asco casi imperceptible. Yo sonreí.— Barbacoa será.
 
Pese a que me había dejado claro que no le gustaba, no puso ninguna pega y en menos de dos minutos ya había pedido las pizzas.
 
Durante el resto de la noche no hicimos nada sexual. Salvo besarnos de vez en cuando. Cenamos viendo la tele y la acompañe a su habitación. Al despedirnos me preguntó.
 
—¿Quieré que le despierte a alguna ahora y de alguna forma en especial?
 
—A las seis y media —Y en ese momento caí en algo— ¿Forma especial?
 
Ella se sonrojo. No entendía como se podía sonrojar despues de como me había cabalgado en el sofa.
 
—Pues... ya sabes. Besandote o con una mamada.
 
Yo sonreí solo de imaginar lo segundo.
 
—Con que despues de despertarme me des un buen beso de buenos días me vale.
 
Ella sonrió.
 
—Vale —Me quedé unos segundos mirándola— ¿Quiere algo más señor?
 
—Un beso de buenas noches.
 
Irene volvió a sonreir y se acercó a mí. Para darme otro besazo. Cuando nos separamos ambos jadeabamos. Me despedí de ella y me fuí a la cama. Pensando en lo bien que me lo iba a pasar de ahora en adelante.

3 comentarios - Como empezó mi vida de amo

marderiver
Buen comienzo.. van puntos a la espera de mas